jueves, 26 de marzo de 2020

- Las Sin Sombrero

A primeros de marzo, concretamente el día 8, solía hacer desde estas páginas un reconocimiento a las "mujeres". Pero diversos acontecimientos me han provocado faltar durante algunos años al periódico homenaje. Quiero nuevamente recuperar mi deber con las féminas, con todas ellas; las que se sienten más comprometidas y las que se consideren menos vehementes. Y aunque con un poco de retraso, lo quiero realizar trasladando mi admiración hacia aquellas que durante el tiempo de la segunda republica (y antes), destacaron en variadas artes, formando de "facto" parte de la Generación de 27 como sus compañeros masculinos. Pero que por el simple hecho de ser mujeres no fueron consideradas en sus diversas facetas artísticas, siendo reputadas por su arrojo y contumacia como Las Sin Sombrero. 



Son el grupo formado por Maruja Mallo, Margarita Manso, Concha Méndez, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, María Zambrano, María Blanchard, María Teresa León, Ernestina de Charpourcín, Ángeles Santos, Carmen Conde, Remedios Varo, Marga Gil Roësset, Zenobia Campubrí o Rosa García Ascot entre otras. 
El sobrenombre de Las Sin Sombrero les viene por lo acontecido un día de finales de la década de lo años veinte del pasado siglo, al pasear por la madrileña Puerta del Sol el grupo formado por Maruja Mallo, Margarita Manso, Federico García Lorca y Salvador Dalí.  Llevaban sombrero, ya que todo el mundo por aquella época lo usaba, pues era signo de elegancia y distinción. Pero estos cuatro amigos, geniales "surrealistas", decidieron quitárselo transgrediendo la norma, lo que causó el consiguiente escándalo y algarada entre los transeúntes presentes, que de primeras comenzaron a insultarlos al grito de ¡maricones! e incluso apedrearlos, pues veían en esta acción tan libertina, un desacato a las pautas establecidas…… una obscenidad. Desde aquella anécdota, ir sin sombrero pasó a entenderse como un acto de modernidad y transgresión. Y para el resto de las mujeres, romper la norma de tener el papel de complaciente esposa, madre, ama de casa o incluso de musa. Con este acto de rebeldía, decidieron convertirse en protagonistas de su propia vida, en seres libres, participando sin complejos en la vida intelectual y artística de la España que pudo y no fue,....... rota por la sublevación armada de los militares contrarios a la legalidad republicana.

Transcribo a continuación el artículo elaborado por Susana Albarrán y publicado en la revista "El Salto" de marzo de este año. En el que se narra una de las visitas guiadas por Madrid, recorriendo los lugares frecuentados por estas mujeres "Sin Sombrero"

Un paseo con Las Sin Sombrero por Madrid
Domingo, un grupo de mujeres recorre las calles de Madrid siguiendo el rastro de aquellas que cambiaron la historia. 

Domingo de febrero, fresco pero despejado, me apunto al paseo de Las Sin Sombrero que organiza la historiadora Julia Soria. Voy con puntualidad madrileña, o sea, tarde. Corro hasta llegar a la Plaza del Rey y, por fin, veo al grupo. Después de unos minutos comienza el paseo justo al costado del edificio que hoy alberga oficinas del ministerio de Cultura y Deporte. Aquí se puede ver, escrito en una placa: “Esta fue la sede del Lyceum Club Femenino (1926-1939)". 

El itinerario es uno de los 16 que ofrece Julia, experta en Memoria Histórica y Guerra Civil Española, a través de Experimenta Madrid, con la idea de descubrir la ciudad con otra mirada. Una que, lejos de la opulencia y la exuberancia del típico Madrid de Los Austrias, recupera las historias de resistencia que también se fraguaron en sus céntricas calles. 

No son los edificios los importantes, es la historia de los personajes olvidados que también ocuparon ese espacio, los acontecimientos que no relacionarías con un monumento o un punto de la ciudad, sino a través de estudio y mucha vocación, como la de Julia. “El cómo cuento la historia de Madrid parte de mi abuela, que murió hace tres meses con 105 anos, con una memoria prodigiosa. Ver la guerra como la contaba mi abuela, una mujer del barrio de Lavapiés, eso te obliga a ensenar Madrid de otra manera”, dice la historiadora. Pero, sobre todo, quería hablar de las mujeres, y para ello, había que hablar de Las Sin Sombrero. Cuenta Soria que lo que hicieron fue coger “el relevo” en las calles, de los libros y el documental de Tania Balló. 

Hasta que vio la luz el documental de Las Sin Sombrero (RTVE, 2015) y el libro de Ballo (Planeta, 2016) del mismo título, los nombres de María de Maeztu, María Teresa León, Clara Campoamor, Vitoria Kent, Zenobia Camprubi, Maruja Mallo, María Zambrano y Marga Gil no gozaban de un certero lugar en la historia y, por tanto, no se podía comprender a la Generación del 27 en toda su amplitud. Porque ellas también estuvieron allí, no solo los señores cuyos nombres y biografías memorizamos en la escuela. Junto a ellos —ahora lo sabemos—, mujeres inteligentes e intelectuales, artistas, disidentes políticas y LGTBIQ, académicas y autodidactas. Ellas desafiaron no solo los convencionalismos de la época sino al régimen franquista: a algunas, les costó el exilio. 

Compartieron tiempos en los que acceder a la universidad dependía de la recomendación del decano. Se les imponía ir a las clases acompañadas de un bedel, y todo para obtener solo el titulo de oyente. 

El recorrido del paseo nace estrictamente en la casa de las siete chimeneas, porque fue allí donde empezaron a juntarse diversas mujeres “conocedoras tanto de su condicion de mujeres, como de su condición de intelectuales”, destaca Soria. María de Maeztu fue su fundadora y presidenta. Ella, tras conocer el Lyceum de Londres, trajo la idea a Madrid. Allí coincidieron mujeres extraordinarias, cuenta la historiadora, “señoras potentísimas que vivieron en aquel caldo de cultivo de 1926, a punto de terminar la dictadura de Miguel Primo de Rivera, y después la explosión del Lyceum en 1931 con la proclamación de la segunda Republica”. 

Las Sin Sombrero también coincidieron con sus compañeros intelectuales ya que no estaba prohibida la entrada de hombres a su club. Podían usar la biblioteca, los salones, el laboratorio, pero no pertenecer a la junta directiva. Así, Federico García Lorca estreno en el Lyceum Poeta en Nueva York y Marie Curie ofreció una conferencia sobre ciencia, ese era el prestigio que el liceo se había forjado. 

Todo ese auge se truncaría en unos anos. No tardaría en llegar el golpe que iniciaría la guerra civil y luego la larga dictadura de Franco. Con esta, la conversión de ese espacio de mujeres libres en la sede central de la Sección Femenina. La antítesis de un lugar en el que nunca existió ninguna bandera, ni signo religioso. “Fue el primer lugar en toda España en el que hombres y mujeres empiezan a hablar libremente de su orientación sexual”, afirma Julia sin titubeos. 

La memoria de un exilio
Caminamos hacia la segunda parada, muy cerca. El actual Instituto Cervantes, un antiguo banco de monumental fachada en la esquina que forman las calles Barquillo y Alcalá, es pretexto para hablar de la filosofa María Zambrano. La primera mujer reconocida con el premio Cervantes, en 1988, tuvo una vida intensa, cruzada por dos guerras. Participo en las Misiones Pedagógicas de la II Republica, es decir, “un carromato, y dos burros, lleno de libros” —describe nuestra guía— que llevaron cultura y educación a zonas recónditas de España. Amigas y amigos de Zambrano eran parte del profesorado: Antonio y Manuel Machado, María Lejárraga, Elena Fortun, Miguel Hernández y García Lorca. En el 36, junto a su esposo el historiador Alonso Rodríguez Aldave, vino el primero de varios exilios y destierros entre América Latina y Europa. Ejerció de profesora de filosofía, dando conferencias y publicando artículos y ensayos. El reconocimiento tardío de su obra en los ochenta la hicieron volver a España. A pesar de su frágil físico, siguió trabajando y su lucidez la acompaño hasta el final. 

Nos alejamos en dirección a Cibeles y tomamos la mediana del Paseo del Prado hasta llegar a la glorieta de Neptuno. Desde allí se pueden ver los hoteles Ritz y Palace, un poco más lejos el Museo del Prado. Tres vértices de un amplio triangulo en las que otras Sin Sombrero dejaron huella: Zenobia Camprubi, y María Teresa León. 

De acomodado origen pero espíritu libre, Zenobia viajo por todo el mundo antes de instalarse con su madre en Madrid. Con amplios conocimientos de idiomas y literatura, fue también escritora, maestra y periodista. Seria conocida también por sus generosos actos de sororidad. Abrió dos tiendas de Nuevo Arte Español, una
en la calle Serrano, y la otra en la Quinta Avenida de Nueva York, donde vendía artesanía hecha por mujeres del ámbito rural, a quienes devolvía íntegramente lo obtenido en las ventas. Su compromiso con el bando republicano en la guerra civil le llevo a organizar —primero en Lavapiés y Vallecas— una red de formación de enfermeras para atender a los heridos, especialmente en el Palace y el Ritz, convertidos en hospitales de sangre durante el conflicto. El poeta Juan Ramón Jiménez se convirtió en su esposo, con el compartió su vida profesional y personal, y juntos marcharon al exilio. Enferma de cáncer, Camprubi murió unos días después de atender la llamada que le anunciaba el premio Nobel para Juan Ramón. 

María Teresa León, escritora y amante del arte en todas sus formas, fue secretaria de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional. Asediada Madrid por el bando nacional en la guerra civil coordino con determinación, paciencia y cuidado, los trabajos que salvarían lo más preciado del tesoro cultural del Museo de Prado del expolio y de las bombas, ayudando incluso con sus propias manos. Su vida corrió peligro bajo el régimen franquista, como la de muchas de sus compañeras de liceo, y también partió al exilio. 

Dos amigas
Frente al Congreso de los diputados, nuestra guía narra la historia de dos grandísimas amigas también asiduas al Lyceum, las abogadas Clara Campoamor y Victoria Kent. Compartían su amor por el derecho y la justicia. Su trabajo conjunto trajo la conquista de derechos fundamentales para las mujeres. “La mujer debe sumisión al hombre, y el hombre respeto a la mujer”, decía el artículo 18 del código civil. Fueron Kent y Campoamor quienes lo reformularon en la redacción que conocemos hoy: “El hombre y la mujer se deben respeto mutuo”. Fueron ellas también quienes llevaron el artículo 238 del código civil —que penaba con destierro de 15 kilómetros al hombre que mataba a una mujer en situación de adulterio— al código penal, convirtiendo directamente las condenas en cárcel. El resto es historia. En octubre de 1931, su confrontación en torno al reconocimiento al sufragio efectivo de las mujeres españolas en el pleno del Congreso, separo sus caminos para siempre, pero para la historia de las mujeres significo un antes y después. 

Las artistas
Subiendo por la calle Fernanflor y callejeando llegamos a Alcalá hasta apostarnos frente a la Real Academia de la Bellas Artes de San Fernando. Julia no se detiene en contar ningún detalle del edificio sino que entra de lleno a narrar las historias de dos artistas que fueron ilustres alumnas de esta escuela. Marga Gil, quien a los 13 años ya ilustraba los cuentos que escribía su hermana Consuelo. Llego también a dominar con maestría la escultura en piedra y granito. Su corta vida no le impidió codearse con otros artistas. Convivio largas temporadas en casa de Zenobia y Juan Ramón. Mantuvo incluso correspondencia con Saint-Exupery, y se intuye que fueron sus dibujos los que inspiraron a los del autor de El Principito. 

Maruja Mallo, pintora, vivió mucho e intensamente. Como otras de sus amigas de liceo, estuvo comprometida con la Republica. Como Zambrano, fue docente de las Misiones Pedagógicas. 

Quitarse el sombreo en Puerta del Sol
El famoso gesto corresponde a Maruja Mallo, describe Julia. “Ella iba cruzando la plaza acompañada de su amiga Margarita Manso, de García Lorca y Dalí, y deciden quitarse el sombrero. Lo histórico a veces no parte de quien ejerce el hecho sino de quienes asisten a ese acto, porque al cruzar la plaza les apedrean al grito de !maricones!”. Fue entonces, narra la historiadora ante la veintena de mujeres que escuchamos expectantes, cuando Maruja y Margarita fueron al Lyceum, donde contaron lo ocurrido. “En solidaridad con sus amigas, muchas deciden ir a Puerta del Sol y repetir el gesto. Cuando les preguntaron el porqué, respondieron: porque las ideas tienen que ser libres y deben tener espacio para fluir”, termina el relato Julia. “Ahora esto no nos parece un acto rompedor pero en aquel momento si lo era, y ha trascendido hasta hoy”. 

El primer paseo madrileño de las Sin Sombrero —cuenta nuestra guía— estaba pensado para el 8 de marzo de 2017, pero como se organizo la huelga feminista pasaron a darlo todo la semana previa a la movilización. Así como aparecieron segundas partes del documental y del libro, Las Sin Sombrero II, se ofrece ya como un paseo más de Experimenta Madrid. “Me generaba mucha pena dejar fuera a algunas, las he estudiado tantísimas horas que al final las coges cariño y parece que las conoces. Esta segunda parte también empieza en el Lyceum, porque no todo era bonito e ideal, sino porque también les pusieron muchas trabas”, concluye Julia. Elena Fortun, María Lejarraga, Concha Méndez o Isabel Oyarzabal y muchas más componen ese segundo garbeo de las Sin Sombrero, que pensamos darnos también por las calles de Madrid. 

Final del paseo. Con la Puerta del Sol de fondo nos hacemos la foto de rigor — quitándonos el sombrero— que hoy día resulta una curiosa metáfora para mostrar nuestra admiración hacia estas mujeres que desafiaron toda una época, y nos dejaron un invaluable legado para la historia. 

Una sola cosa apena a Julia de sus paseos. A los hombres no parece interesarles. De los más de cien recorridos que tiene a sus espaldas, nunca vino un hombre solo, todos —apenas uno de cada diez participantes— acudieron acompañando a una mujer. Ellas si están, y lo disfrutan, “se crea un clima muy bonito de complicidad, al final estas juntando a varias generaciones, desde chicas jóvenes que se encuentran con mujeres de ochenta años que les explican que era la sección femenina, o como no podían tener una cuenta bancaria”. 

Aquí finaliza el cuarto de los artículos elaborados durante mi reclusión, internamiento y aislamiento coronavirulesco. 

1 comentario:

Unknown dijo...

Una bonita manera de contar la historia del movimiento feminista lleno de intelectuales. Gracias a ellas, hoy pasean muchas sin sombrero.