martes, 20 de diciembre de 2016

- Titicaca…… el mar en los Andes

Pincha aquí si deseas ver las fotos del "Lago Titicaca" y si quieres verlas en pantalla completa pulsa en la tecla "F11"

Por fin vemos las azules aguas del Lago Titicaca, para mi mítico, alejado e inalcanzable destino desde hace muchos años, cuando lo descubrí por primera a través de las fotos de una vieja revista de los años 70. Ahí está, ante mí, sereno y tranquilo, esperando ser descubierto por mis ojos, mi mente y el objetivo de la cámara. Las sensaciones de lejanía e inaccesibilidad se han borrado de mi imaginación al contemplar la inmensidad de sus oscuras aguas como si de cobalto líquido se tratase, calma, serenidad, sosiego, es lo que nos trasladan estos míticos paisajes en la lejanía mientras nos acercamos hasta ellos. Lugares de singular cultura andina e inigualable belleza, que a todos los viajeros que hasta aquí nos acercamos no deja de trasmitirnos, en algunos momentos misterio y turbación y en otros una relajante placidez. Uno de esos destinos que esparcidos por el mundo convierten su visita en mito. 

A casi 4.000 metros de altura, y vigilado en su extremo oriental por las majestuosas cimas nevadas de la Cordillera Real que superan los 6.000 m. de altitud, el llamado "Mar de los Andes" por las grandes dimensiones que posee, se sitúa en una zona compartida entre Bolivia y Perú. Con una superficie de unos 8,490 km2, una profundidad límite de 280 metros, su máxima longitud de 204 kilómetros por 65 de anchura, un perímetro costero de 1.125 kilómetros y un volumen de agua que llega alcanza los 890 km3. Con un paisaje único en medio del Altiplano Andino enmarcado en un impresionante decorado, con la tramoya de las cumbres nevadas como fondo escénico. En el que sus aguas bañan y guardan a una población mayoritariamente indígena, que aún conservan gran parte de las tradiciones de la civilización inca, convirtiéndolo uno de los lugares más soberbios y misteriosos de América. Aguas tranquilas y transparentes; playas de colores claros; bosquecillos que mueren al borde del agua, a semejanza de los paisajes mediterráneos para los que nos acercamos hasta aquí provenientes de viejo continente. Cuando uno llega al lago navegable más alto del planeta, no puede entender tanta magia frente a sus ojos. 

Solo dos naciones del continente sudamericano no tienen mar, siendo Bolivia una de ellas, por los circunstancias históricas que ya he relacionado en artículos anteriores. A la espera de conseguir recuperar en el futuro una salida al mar, mantiene su flota "marina" en el Lago Titicaca. Conservando en su enseña nacional las diez estrellas, nueve por los actuales departamentos, más una por el litoral boliviano (Atacama) que ellos denominan Mejillones. 

Comenta una leyenda que, fue en este lago donde comenzó a generarse el linaje de lo que después sería el gran imperio inca, siendo un lugar sagrado para los apodados como "Hijos del Sol". Los descendientes de aquellas culturas siguen venerando estas aguas a través de vistosas representaciones folclóricas y religiosas, quedando seducidos por ellas cuantos visitantes se animan a llegar hasta estas latitudes. 

Las primeras noticias que llegan a occidente de estos lugares, son las que hacen seguir los colonizadores españoles que hasta ellos logran aproximarse. Siendo Pedro Sancho, secretario Pizarro, el que los menciona desde Cuzco, al tener noticias a finales de 1533 de los dos enviados a explorar el Kollasuyo (El Collado o Altiplano Andino) Diego de Agüero y a Pedro Martín de Moguer. Que a su retorno, después de cuarenta días recorriendo esos parajes, informaron de que: "había una gran laguna como de cien leguas y que la mayor población se encuentra a su alrededor, y en medio de ella hay dos islas pequeñas, en una de las cuales existe una casa del sol que es tenida en gran veneración… están al servicio de este santuario seiscientos indios y más de mil mujeres…". Aunque el más prolífico sobre las tierras andinas fue Pedro Cieza de León, quien posteriormente afirmó que en ellas “hubo un famoso y riquísimo templo del sol, en memoria de haber salido de allí su primer inca Manco Capac”, refiriéndose a la Isla del Sol del Lago Titicaca. 

A esta isla hace también reseña Antonio de la Calancha, comentando que en ella había un “ídolo de piedra azul vistosa, sin más figura que un rostro feo y el cuerpo como pez”. Que durante el proceso de “extirpación de idolatrías” ese y otros ídolos “fueron destrozados y arrojados a la laguna por los cristianos”. Como así ocurrió con los “gigantes ídolos esculpidos en piedra” que había en Copacabana, los cuales “fueron derribados y sustituidos por cruces de piedra y madera”. 
 

Es esta, la Isla del Sol, nuestro destino y a la que nos dirigimos directamente, llegando a ella el mismo día que salimos de La Paz y eso que tardamos más de una hora de lo previsto, unas 5 horas en recorrer los 155 km. que la separan de Copacabana cruzando en balsas el estrecho de Tiquina, lo que nos produjo gran parte del retraso. Aun así nos dio tiempo para contratar hotel para el día siguiente en la parte norte de la playa de Copacabana, justo al lado del muelle desde el que salen las embarcaciones para llegar a Challapampa, en el extremo norte de la Isla del Sol. Hacia la cual salimos de inmediato, pues no partían ya más barcos hasta el día siguiente. Incluso nos dio tiempo a contratar el alojamiento en la isla, que no hotel, y acercarnos hasta la zona de las ruinas de Chinkana, que distante unos 3 km. nos llevará unos 45 minutos, estamos rondando los 4.000 m. de altitud y eso se sigue notando. 

Teníamos noticias de que esta isla era uno de los lugares donde mejor se palpa la realidad de la cultura inca y la onírica magia del Lago Titicaca, y aunque ya llegamos con cierta facilidad los multicolores visitantes hasta sus costas, mantiene ese encantamiento que le da en parte su aislamiento de cientos de años. De todas las 36 ínsulas existentes en este enorme lago, la Isla del Sol es la más grande, unos 14 km², donde conviven y se relacionan tres comunidades autóctonas de origen quechua y aymara. En tiempos fue conocida como Titikaka ("titi" gato montés o puma y "kkakka" peña), la "sagrada peña del puma" desde la que salió el sol después de las tinieblas, en el por entonces conocido como Lago Chucuito, llamado después y hasta ahora como Titicaca por ser donde nació la saga origen del imperio inca. 

Es por ello lugar sagrado y custodio de tradiciones ancestrales, donde se encuentra la energía que creó el mundo y toda forma de vida según la mitología inca, donde brotó la luz y se elevaron la luna y el sol, y en el que la fabula ubica el mito sobre el origen de las culturas tiahuanaco e inca. Nos trasladan las leyendas que, la Isla del Sol era el legendario lugar donde nació el sol, y en la cual Viracocha (el dios sol y creador del universo) decidió engendrar a Manco Capac y Mama Ocllo (los equivalentes Adán y Eva de la cultura inca) para regenerar el mundo con un nuevo imperio. 

Nos lo comenta así el periodista y escritor Eduardo Galeano: “Al principio de los tiempos, la tierra y el cielo estaban a oscuras. Sólo noche había. Cuando la primera mujer y el primer hombre emergieron de las aguas del lago Titicaca, nació el sol. El sol fue inventado por Viracocha, el dios de los dioses, para que la mujer y el hombre pudieran verse”.

El gran dios, encomendó a la pareja la búsqueda de un lugar propicio y fértil para fundar la ciudad que fuera cuna de un imperio, proveyéndoles de un báculo de oro que deberían ir enterrando hasta encontrar un lugar donde quedara clavado con facilidad. Partieron en busca del lugar señalado, encontrándolo a orillas del río Huatanay en lo que un par de siglos después sería la ciudad de Cuzco, centro político y antigua capital de la cultura incaica, fundando uno de los mayores imperios de la historia americana, el Tawantinsuyu. 

Es por ello que la Isla del Sol, posee un especial peso histórico y mitológico al ser el mítico lugar de la creación inca, habiendo sido el territorio de peregrinaje más sagrado de aquella cultura. Existiendo por aquellos tiempos precoloniales un santuario de rituales dedicado al dios Inti (Sol) custodiado por jóvenes vírgenes, donde moraban, adoraban y hasta ofrecían su vida por el considerado padre de la cultura inca. Entre las que allí se practicaban, era de destacar la que efectuaban cada 21 de junio (solsticio de invierno) con la ofrenda a la "Pachamama" (Madre Tierra) de una niña virgen seleccionada por su hermosura, ofreciéndola en sacrificio a la "Madre Tierra" como símbolo de pureza y agradecimiento. Por aquellos tiempos la Isla del Sol estaba ocupada únicamente por "amautas" (sacerdotes), siendo vedada para los no iniciados en los cultos y s rituales ancestrales que se realizaban. Sin embargo hoy en día es punto de encuentro de turistas, arqueólogos y chamanes. 

Es su extremo norte se concentran la mayor parte de los restos arqueológicos del pasado, pudiendo llegar nuestra imaginación a sentir la presencia de Manco Kapac y Mama Ocllo naciendo de la Roca Sagrada o Roca de los Orígenes como también se la conoce. Que situada algo por encima y al levante de la Mesa Sagrada, esta ultima era lugar de ceremonias, destacando de entre ellas el sacrificio de las niñas vírgenes y animales para rendir homenaje al dios Inti. Unos centenares de metros más adelante nos encontramos las ruinas del Laberinto Chinkana, que según parece es el lugar donde vivían los sacerdotes que realizaban ceremonias espirituales. Estos lugares son sobrecogedores, no solo por las fabulas que sobre ellos recaen, su ubicación en la costa oeste de la isla, por encima de los acantilados y con unas vistas excepcionales, nos hace pensar que no fue mal lugar el elegido por los dioses para el nacimiento de un imperio tan mágico y enigmático como el de los Incas. 

Es en este lugar, donde la misma tarde de nuestra llegada a la isla y después de una algo costosa ascensión de casi una hora, subidos a la cúspide de una cercana colina, resguardados del fuerte viento por un parapeto de piedras y acompañados por un agradable y simpático argentino, vemos como el sol inicia su camino hacia el ocaso escondiéndose por las tierras peruanas del Titicaca. Dando paso un rojo crepúsculo que re refleja en las tranquilas aguas del lago. Un momento que no solo recojo en mi cámara, es uno de esos instantes de magia que se quedan guardados en la mente para mucho tiempo. Con este espectáculo ante nosotros, no es difícil imaginar como la magia y el misticismo del lago Titicaca ha deslumbrado a cuantos pueblos se han asentado en sus orillas, no solo a los Incas también a la cultura Chiripa (1.000 a 100 a.C.), los Pucará (siglos II a.C. a VI d.C.), y sobre todo la civilización Tiahuanacota, quienes controlaron este hábitat lacustre hasta el siglo XVI, cuando llegaron los conquistadores españoles.  

En este territorio rodeado por las aguas del Titicaca no existe vehículo alguno, tenido que realizarse cualquier recorrido caminado, tal y como se ha hecho desde tiempo inmemorial. Es así, a pie, como nos permite disfrutar de la magia del silencio en medio de este entorno inigualable. El Camino del Inca o “Ruta Sagrada de la Eternidad del Sol” (Willa Thak), que recorre de norte a sur en su totalidad el cordal de la isla, nos obsequia con las mejores panorámicas de todo su perímetro, así como de la gran planicie de agua que se extiende por más de 150 kilómetros a nuestro alrededor. 

Al poco de amanecer y ya pertrechados para realizar el recorrido que nos habíamos propuesto, el de recorrer el cresterío de la isla de norte a sur por el "Camino del Inca", nos sorprende una enorme tromba de agua que cual si fuera una analogía de "diluvio Universal", congela nuestras madrugadoras intenciones. Teniendo que trastocar nuestros planes diarios y dedicar nuestro tiempo a un buen desayuno y a replantearnos la jornada. Retornamos navegando hasta la zona sur de la isla para visita Yumani, población a la que ascendemos tras recorrer los 220 peldaños de la legendaria e infinita escalinata que se interna en el bosquete, donde se halla la Fuente de las Tres Aguas, donde confluyen sendos caños de los que beben los lugareños para prolongar la vida. Con sus aguas de diferentes sabores, sus manaderos representan los tres idiomas que se hablan en la colectividad: aymara, quechua y castellano, y que construida durante el dominio Inca, nos evidencia los avanzados conocimientos hídricos de las culturas prehispánicas. Cuenta la leyenda que al "Gran Inca" (rey), para conseguir que fuera inmortal, lo subían hasta aquí seis sacerdotes llevando en un trono de oro para que el monarca bebiera de las aguas de la eterna juventud. 

La visión desde la altura es impresionante, al margen de la belleza del panorama, se respira ese misticismo que nos envuelve. A nuestro rededor las esculpidas y trabajadas de terrazas agrícolas sustento de estos pobladores, al fondo, en medio de la azulada planicie observamos la Isla de la Luna, otro mágico y enigmático lugar dedicado Mama Killa (nombre quechua de la Luna), en donde se localizan las ruinas de "Iñak Uyu" o Templo de la Luna, edificio de 35 habitaciones en el que se encontraban las vírgenes del sol. Hacia el sur y por encima del acantilado se encuentra el Palacio Pilcocaina (donde descansa el ave), lugar de veraneo del Gran Inca en busca de reposo, y donde era atendido por las "niustas", sacerdotisas dedicadas al culto de Inti o dios Sol. Este lugar nos ofrece unas vistas únicas del lago con las nevadas cumbres andinas de fondo. 

Retornados a tierras continentales, dedicamos la mañana del día que habíamos decidido "de descanso" a visitar la población de Copacabana. Subimos al Cerro Calvario, al que llaman así por existir uno de esos "viacrucis" con sus 14 estaciones de la Pasión de Cristo y todo, que los cristianos conquistadores instalaron para llegar a su cumbre, en la que curiosamente había un templo de la cultura inca. Pero al ir ascendiendo nos dimos cuenta que su nombre también tenía otra connotación, pues se trata de un verdadero "calvario" remontar sus empinadas escaleras a casi 4.000 m. de altitud. Una vez en su cumbre y repuesto de los resoplos, las impresionantes vistas de la inmensidad del lago con sus placidas aguas como teñidas de lapislázuli nos hacen olvidar la cuesta. Abajo la población de Copacabana con su "vintage" playa y los embarcaderos, también la plaza donde se sitia la Basílica, en la que se adora la milagrera imagen de la "Candelaria" o
Virgen Negra del Lago, patrona de Bolivia e inmaculado (por su blancura) lugar de acogida de devotos peregrinos. Donde los domingos;……….. y coincidimos en que era el día que el "Señor" nos mandó descasar; bautizan a los automóviles nuevos, bautismo en toda regla, con cura e hisopo, vehículos emperifollados y dueños engalanados. También esta sacrosanta iglesia está erigida sobre anteriores templos incaicos, donde cada seis de agosto piadosos creyentes visitan este santuario, quedando trasformando así el antiguo culto inca, que por tiempo inmemorial se rindió a Huiracocha como creador del universo, a las prácticas cristianas.
 

Después de almorzar en el genuino mercado de Santa Marta unas riquísimas truchas del Titicaca, esa misma tarde del "día de descanso", partimos en autobús a Puno. Población que aunque no muy alejada, apenas 144 km, se demora bastante por encima de las tres horas, debido a los trámites aduaneros al pasar a Perú (los policías bolivianos son un poco quisquillosos). Ya situados en un nuevo país y una nueva ciudad, buscamos alojamiento en su más "seguro" Casco Histórico, encontrando albergue en el muy recomendable Hotel Plaza Mayor, que como indica su nombre está casi al lado de la céntrica Plaza de Armas. Dedicando el resto de la ya oscura tarde a buscar quien nos puede llevar al día siguiente a conocer algunas de las islas del lago Titicaca, a pasear por la animada y peatonal calle Lima y a disfrutar en la noche de algunos de sus edificios coloniales. 

Amanecido un nuevo y plomizo día que después se iría enderezando, embarcamos rumbo a las "Islas de los Uros". A unos 6 km. de Puno, una media hora de navegación, se encuentran unos 80 islotes artificiales que han servido como morada a la etnia "Uro" durante cientos de años, que empujados por los incas y despojados de sus tierras tuvieron que asentase en las aguas del lago para poder sobrevivir. Aunque lleven el nombre de esos originarios nativos, la verdad es que el último de los que habitaba estas pequeñas islas falleció en la década de los 50 del pasado siglo, estando habitadas en la actualidad por grupos de origen "aymara". 

No son islas como se pudiera entender, pues son creadas artificialmente por manos humanas aprovechando la "totora", planta acuática y recurso natural muy habitual en las zonas lacustres y pantanosas de la América sureña, como es el caso de esta zona del Titicaca en la que hay poca
profundidad. Las hojas y los tallos de este junco es fundamental para la economía y la forma de vida de estas gentes, con ella a parte de "fabricar" las islas, les sirve para confeccionar y techar sus chozas, crear habitáculos, o para combustible una vez secas, así como elaborar sus barcas para navegar por las aguas del lago, como lo han hecho durante cientos de años, en las curiosas y pequeñas embarcaciones conocidas como "caballitos de totora". Cuando descendemos de la embarcación para visitar alguna de estas islas se tiene la chocante impresión de estar pisando sobre un esponjoso y mullido suelo vegetal con la sensación de estar flotando sobre las nubes que reflejan las aguas del lago. También con ella realizan trabajos de artesanía y enseres para su vida cotidiana. La utilizan igualmente como alimento, pues al pelar su corteza muestra una lechosa sustancia sin prácticamente gusto, utilizada como suplemento de su alimentación. 
 

La comunidad indígena de los "uros"; que alegan ser los dueños de las aguas del Titicaca; hasta mediados del pasado siglo su cotidiana actividad se realizaba en complicidad con el lago, fundiéndose e identificándose con él en una extraordinaria armonía. Hoy se han convertido en un espectáculo o atracción turística más de la zona, pero no por ello deja de ser interesante ver sus formas de vida y sus costumbres. 

Por último nos desplazamos hasta la isla Taquile, donde somos recibidos por sus hospitalarios pobladores, que con sus rostros curtidos por el sol, aun mantienen sus formas de vida y vestimentas tradicionales. Destacando la calidad de sus coloridos y trabajados textiles, que se esfuerzan en realizar mientras realizan sus traslados por los senderos de la isla, o en sus ratos de asueto sentados a la sombra de algunos de los originales portales que engalanan sus caminos. Practica declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
 
Si bien el lago Titicaca ya no tiene el hechizo que me reflejaba aquella revista de los años 70, aun deja trasmitir ese encanto de los lugares únicos de los que el planeta no anda sobrado. Sigue siendo un emblema de misticismo y uno de los centros espirituales más significativos de los territorios andinos desde ancestrales tiempos, llegando hasta sus márgenes multitud de gentes para buscar los secretos de su añeja cultura. Siendo especialmente su misticismo, el que atrae durante los equinoccios a miles de viajeros en la búsqueda experiencias sobrenaturales. Pero nosotros no buscamos esas exotéricas sensaciones, el devenir del mundo nos ha hecho más pragmáticos y menos prosaicos, por lo que continuamos nuestro periplo hacia las incaicas tierras de Cuzco y el Valle Sagrado, para conocer su cotidianidad de hoy en día entre sus ancestrales ruinas.

 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

- Tiahuanaco (Bolivia)…… los enigmas del pasado o las misteriosas piedras

Pincha aquí si deseas ver las fotos de "Tiahuanaco" y si quieres verlas en pantalla completa pulsa en la tecla "F11"

Cuando los seres humanos del pasado aun vivían en cuevas u oquedades de las rocas al abrigo de la intemperie, la forma cónica a través de "hitos" formados por piedras superpuestas en tamaño decreciente, fue posiblemente su primer signo constructivo, usándolos para señalizar lugares donde habían realizado algún enterramiento de importancia, marcar un sitio relevante o trazar una ruta a seguir. Con el paso del tiempo y el lógico progresos de las mentes y del conocimiento, estos simples y picudos mojones de piedra se fueron agrandando progresivamente hasta convertirse en túmulos, y posteriormente en "pirámides". Estas formas constructivas no son exclusivas de una única y ancestral cultura, se da en todas la latitudes de muestro planeta y en épocas distantes en el tiempo. Hay quienes especulan sobre migraciones imposibles para trasladar la ciencia o técnica de estas edificaciones de unas a otras civilizaciones, pero la búsqueda de algo en lo que creer y la magia de lo celeste, hizo a todos los pueblos de la antigüedad el fijarte como guía y sumo hacedor a los astros y a los cielos, en la creencia de que sus dioses se hallaban en el firmamento, y que la mejor forma de llegar hasta ellos era elevar sus lugares de culto. Fue por eso que se edificaron entre otros: la Torre de Babel, los tótems de la américa norteña, los monasterios budistas y los campanarios cristianos, todos asemejando de alguna manera las piramidales formas.  

La simpleza de estas arquitecturas en su mayoría petras, sin necesidad del uso de argamasas u otros materiales de compactación y la búsqueda de esa altura que nos acercase a las deidades, en la ejecución de un puente para ascender desde el mundo terrenal al divino, hizo desarrollar por todos los continentes y en múltiples culturas estas edificaciones que, con mejor o peor técnica, han llegado hasta nosotros. Muchas de ellas aun sin conocer su origen ni quieres fueron sus ejecutores, generando por ello mucha literatura fantástica, enigmática y exotérica, llegando algunos a defender la tesis de que se realizaron en similitud a los volcanes y como protección ante la furia de estos, así como afirmaciones seudocientíficas que otorgan a las pirámides y a otros elementos con formas piramidales cualidades mágicas y misteriosas.
 
Con finalidades diferentes podemos encontrar en distintas geografías ejemplos de estas arquitecturas: Las más famosas de Egipto, los zigurat mesopotámicos, los templos hindús y budistas, en Nubia, en Indonesia y por supuesto las originarias culturas americanas, Aztecas, Mayas, Nazcas, Incas, Tiahuanacotas y otras de las que se desconoce su origen. Pudiéndose localizar estos picudos y enormes amojonamientos de piedra en lugares tan dispares como: India, Laos, Camboya, Java, Egipto, Sudán, China, Irak, Irán, Japón, Grecia, Méjico, Guatemala, Perú, Bolivia, Ecuador, Francia y hasta en Tenerife y Cerdeña. Las hay con magnetismo o sin él, orientadas a cualquier punto que se nos antoje, con pasadizos, sin ellos……. y hasta las hay que afilan las chuchillas de afeitar. Pero sobre todos son elementos de antiguos cultos, sin tener que buscarles más enigmas y extrañas energías a su origen. Aun así tienen algo de magia y de misterio, el encontrarlas en medio de tupidas selvas o aisladas en amplias zonas desérticas, siempre crea una sensación de sorpresa y admiración, siendo el caso de las que nos ocupan estas letras.  

En medio del Altiplano Andino a casi los 4.000 m. de altura, encontramos las ruinas del complejo arqueológico de Tiahuanaco máximo exponente de la civilización más antigua de toda América, con 27 siglos de existencia hasta su desaparición, desde el 1500 a.C. al 1200 de nuestra era. 

Ubicadas en secarral paramo del altiplano andino; chocante lugar para el establecimiento de una avanzada civilización; a tan solo 15 km. al sur del lago Titicaca y a 75 km. al poniente de la ciudad de La Paz, Tiahuanaco fue la capital de un amplio territorio que abarcó 600.000 Km2, alcanzando el occidente de Bolivia, el noreste Argentino, la costa Litoral del norte de chileno y el sur peruano, encontrándose influencia de su cultura también en Ecuador. Es aquí y donde se pueden observar los restos de una civilización que nos ha legado extraordinarios vestigios de arquitectura y escultura, también incógnitas con grandes secretos y misterios aun sin resolver. Sus ruinas asombran por la grandiosidad y perfección de los trabajos constructivos y decorativos usados, con piedras perfectamente labradas de más de diez toneladas, cinceladas con los más precisos cortes en piedra que se conocen en la actualidad. 
A la llegada del extremeño Cieza de León a estas tierras en 1549, se encontró estos sorprendentes restos, aunque por aquel entonces eran mucho más imponentes. El paso del tiempo, los frecuentes terremotos en estas latitudes, y el saqueo al que fueron objeto sus muros para el uso de las piedras en nuevas edificaciones, como fue el levantamiento de los templos cristianos, favorecieron a su decadencia, permaneciendo in situ sólo los bloques de piedra más grandes. No pudieron los indígenas que habitaban sus proximidades, darles a los nuevos y foráneos allegados la menor información sobre su fundación, sólo detallaban que la metrópoli fue obrada por gigantes en una sola noche, antes de producirse el "Gran Diluvio", y que fue devastada por un monumental terremoto o por los rayos del Sol. En su mayor apogeo llegaron habitar la zona unas 400.000 personas, cuando la agricultura y el comercio eran prósperos, pero una sucesión de años de sequía asolaron la zona durante el siglo XI y Tiahuanaco fue progresivamente abandonada, disgregándose sus moradores por los valles circundantes. 

Cuando llegamos no había casi turistas, apenas un bullicioso grupo de traviesos colegiales locales y poco más. Entre las ruinas, algo abandonadas por falta de recursos, trabajaban familias indígenas de la zona que solamente se dedican al mantenimiento, pues las excavaciones arqueológicas están paralizadas por falta de dineros para ello, una pena al ser el enclave arqueológico más importante de toda Bolivia. Paseamos por entre los senderos remarcados con cordeles que delimitan y protegen esta superficie de algo más de 0,3 km2 de las 420 hectáreas que en su esplendor tuvo. Transitamos por entre los santuarios de Putuni y Kalasasaya "Templo de las Piedras Paradas" al que accedemos por su costal oeste. Según últimos estudios realizados, la antigüedad de este templo se remontaría a unos diecisiete mil años, siendo una especie de observatorio astronómico cuya utilidad era la de conocer las distintas estaciones del año. En su interior nos encontramos restos relevantes de la cultura Tiwanakota: los enormes y esculpidos sillares de piedra conocidos como "Monolito Ponce" y "Monolito Fraile", la magnífica y escalonada "Portada Principal" orientada en dirección este, y la afamada Puerta del Sol. 
 

Este esplendido portal lítico está tallado en un solo bloque pétreo de unas diez toneladas. Los grabados que podemos observar en su magnífico dintele representan un complejo calendario, junto a símbolos de las creencias religiosas basadas en la visión celeste y la astrología. Siendo este aislado portalón, el que mejor nos traslada el nivel de perfección que alcanzó esta ancestral cultura, tanto por su elaboración artística, como por el simbolismo que representan sus bajos y alto relieves. Es, alrededor de este pórtico, donde cada 21 de junio (solsticio de invierno en estas latitudes), se festeja el "año nuevo" de la cultura aymara, gran exhibición costumbrista y religiosa de devoción indígena al astro rey. 

Continuamos recorriendo el perímetro exterior de Kalasasaya hasta alcanzar la hermosa y bien trazada "Puerta Principal", situada a pocos metros y algo elevada sobre el Templete Semi-subterráneo. Enigmático templo, que encontramos bajo rasante, como si se tratara de una piscina vacía, siendo una de las construcciones mejor preservadas de todo el recinto, al no ser descubiertas por los conquistadores españoles cuando llegaron aquí, estando por aquel entonces completamente cubierto con los residuos depositados por la acción de los vientos durante centenares de años. En sus muros interiores se aprecian 175 enigmáticas cabezas incrustadas en sus paredes, que en su mayoría elaboradas en blanca caliza, contrastan con la bermeja piedra de su soporte. Se supone que estas representan a seres de culturas próximas de regiones limítrofes, o incluso a pueblos lejanos como normandos y asiáticos. 

Ascendemos a la pirámide de Akapana, o lo que queda de ella, costándonos algo de trabajo por inclinado de su pendiente y la altura a la que nos situamos, algo por debajo de los 4.000 m. Siendo el monumento más notable por su simbología de todo este asentamiento preincaico, una pirámide compuesta por siete simbólicas plataformas escalonadas. Su planta, dispuesta también en escalones, fue cimentada aprovechando la forma de una colina natural del terreno. En su parte superior se hallaba un también escalonado templo semi-subterraneo, que con forma de cruz andina, los tiahuanacotas dedicaron a lugar de culto, pudiendo ser este lugar, donde originalmente se situara la representativa "Puerta del Sol". Santuario que fue arrasado por el colonizador español Oyardeburu, quien escudriñó su interior en la búsqueda de áureos tesoros. Siendo a partir de entonces cuando comenzó el saqueo de Akapana, siendo sólo unas mínimas algunas partes las que pudieron salvarse. 

Visitamos los museos para ver sobre todo el impresionante "Monolito Pachamama o Bennett", máximo exponente de la escultura totémica de Tiahuanaco. Una considerable pieza cincelada en roca, de 7.30 metros de altura y un peso de unas 20 toneladas, que con perfil humano podría encarnar a un soberano o a un dios. Inicialmente ubicado en la parte central del Templete semi-subterráneo, ahora se encuentra protegido entre los muros de estas salas acondicionadas y custodiado por la vehemente presencia de los guardas anti-fotos.

Por último nos acercamos a Puma Punku "Puerta del Puma" (pirámide solo descubierta en parte y actualmente en excavación). Que algo distante del resto, conforma un templo también a terraplenado parejo al de Akapana aunque más pequeño, formando el segundo monumento más importante del lugar. Y donde podemos observar los grandes bloques de piedras que formaban
sus muros y suelos de hasta 131 toneladas, así como pasear por entre las magníficas y elaboradas tallas esculpidas en sus desmanteladas piedras. Reputada por la asombrosa exactitud en su cincelado y engarce, Puma Ounku es uno de esos lugares donde los bloques de piedra están tan ajustadamente encastrados que la hoja de un cuchillo no se puede embocar entre ellos, especialmente lo podemos observar en los que están elaborados en forma de "H", que ajustan con enorme precisión.

Se le determina oficialmente al asentamiento una antigüedad de unos 2.000 años, aunque fuentes más verosímiles lo sitúa en el 15.000 a.C. Se utiliza como forma de datación de estos elementos megalíticos, el estudio de su alineación con determinadas estrellas y cuerpos estelares. Estando prácticamente la totalidad de ellos orientados fundamentalmente hacia la estrella Sirio y la constelación de Orión. 

La falta de documentación; al no tener esta cultura conocimiento de la escritura; no ha dejado constancia de los hoy todavía inexplicables métodos y técnicas que sus pobladores emplearon para trasladar y confeccionar estas piedras. Tesis empleada por algunos visionarios y estudiosos
para afirmar que estas construcciones fueron erigidas por una civilización super-avanzada, aunque tampoco se puede aseverar que estas gentes no fueran capaces de ello. Otras especulaciones, y cada vez más gentes en el mundo del esoterismo, piensan que civilizaciones de otros planetas lejano nos visitaron en tiempos pasados, y aun lo estarían haciendo ahora, prueba de ello sería este lugar de Puma Punku. La exactitud y perfección de los trabajos plasmados en las piedras que componen el lugar, nos hacen pensar que el hombre primitivo, con los elementos que contaba pudiera realizar tan precisos trabajos de talla en esos bloques pétreos.

La forma en la que fueron cincelados; con perfectos ángulos de 90º, superficies lisas exquisitamente pulidas, precisos taladros circulares imposibles de realizar con las herramientas de piedra o cobre de aquellos tiempos; nos hace reflexionar sobre los medios con la que fueron realizados estos trabajos, pues tenían que poseer una técnica bastante avanzada para realizarlos. Llamando principalmente la atención los bloques "H", que con una exactitud fuera de lo normal parecen haber sido construidos prácticamente en una cadena de montaje.


Ya he comentado con anterioridad, como a la llegada de los colonizadores hispanos, las gentes que poblaban el lugar atribuían su creación a una raza de gigantes dioses que descendieron del cielo levantando en una sola noche, usando una tecnología que hacía elevar las piedras para su traslado. ¿Estará la respuesta a muchos misterios en las leyendas y tradiciones de los ancestrales pueblos? 

En las paredes de Tiahuanaco; corazón de esta civilización preincaica edificada posteriormente a Puma Punku y si atribuible su construcción al ser humano; se nos muestran figuras con seres de otras razas, no solo de gentes del lugar, inclusive las hay que no parecen humanas, como las decenas de imágenes cinceladas o talladas en piedra que hay por todo el lugar y que no representan figuras terrenales.

Pero sin duda el objeto más enigmático y espectacular de la cultura Tiwanakota es la "Fuente Magna", también conocido como Vaso Fuente, recipiente circular y de tamaño considerable elaborado en piedra,  hallado cerca de la población de Chúa, a unos 70 km. de La Paz, en las proximidades del lago Titicaca. Posiblemente sería un objeto de uso religioso, en el que se puede observar en su parte exterior representaciones de la ciudad, pero en su parte interior, siendo lo que lo hace tan peculiar, se muestran signos cuneiformes de sumeria (Oriente medio), así como jeroglíficos protosumerios.


Esto constituye una clara conexión entre este lugar y Sumeria, lugar donde se originó la civilización humana tal como la conocemos, teoría en la que se apoyan los ideólogos de osoterimo avalando las supuestas visita de otros seres planetarios en tiempos antiguos. Los grabados de ángeles con bastón en la Puerta del Sol, o los signos existentes en la Fuente Magna y los encontrados en el Monolito Pokotia, se pueden entender que fue parte de la cultura sumeria la que ideó estas construcciones, alcanzando estas tierras en busca de ricos minerales, apodándola como "La tierra oeste del sol". 

Todo un enigma que el futuro esperemos despeje, mientras, dejamos volar nuestra imaginación en medio de estas ruinas llenas de magia y sortilegios.

jueves, 8 de diciembre de 2016

- Bolivia Colonial

Pincha aquí si deseas ver las fotos de "Bolivia Colonial" y si quieres verlas en pantalla completa pulsa en la tecla "F11"

Desde las sureñas y áridas tierras bolivianas de Uyuni y Tupiza, dirigimos ahora nuestra andadura a las ciudades en las que el dominio español dejo su impronta entre los siglos XVI y comienzos del XIX: Potosí, Sucre y La Paz. Poblaciones, donde la huella colonial se deja sentir no solo en sus edificios de balconadas fachadas o en el diseño urbanístico de sus calles y plazas, también se intuye en el carácter de sus gentes, que con el paso de los siglos ha ido generando una extraña peculiaridad con respecto a sus vecinos más inmediatos.


Ya nos comentó un documentado y dicharachero chileno que los bolivianos no sonríen. Como toda generalidad la afirmación no es total, pero sí que es verdad que en su mayoría los pobladores de Bolivia son parcos en estos gestos de agrado, trasladándonos un sentimiento de frustración y resentimiento a la vez, donde quizás, su historia más reciente pueda ser la motivación de ese estado de desaliento y amargura. Cuando alcanzaron por fin su independencia en 1825, Bolivia tenía una extensión territorial de 2.363.769 km², habiendo perdido desde 1860 hasta 1879 (en apenas 20 años y por conflictos fronterizos) 1.265.188 km², lo que es más de 1,15 veces de su actual superficie que alcanza los 1.098.581 km2, además de la importante y estratégica salida al mar pacifico con la que contaba en su creación como estado en el primer tercio del siglo XIX, habiéndose convertido el país al que se le dio el nombre Simón Bolívar, en el más menesteroso entre sus vecinos inmediatos. Si bien el "libertador" fue su primer presidente por espacio de algunos meses, y aun embaucado con la nominación de su epíteto para el nuevo estado, Bolívar nunca fue del todo favorable a su creación como país soberano, siendo las ansiosas oligarquías criollas locales sus impulsoras, y las que más tarde regirían, se repartirían y esquilmarían el país recuperado a los españoles. Con la mayor población indígena de toda América (entre un 56 y un 62 % amerindios, 20% mestizos y 20% blancos), no ha tenido un presidente de etnia nativa hasta apenas una decena de años, en la persona de Evo Morales, casi 200 años después de la descolonización. 
 
Estos avatares sociales e históricos son los responsables, a mi humilde y profana manera de ver, de ese estado de desánimo del pueblo boliviano. Gentes que erróneamente eligió el Comandante Guevara "El Che" para iniciar su lucha por la liberación de los pueblos latino-americanos, encontrando la muerte en sus tierras a manos del ejército regular dirigido por la C.I.A. 

Ellos mismos son conscientes de esa falta de empatía, que el trascurso de los avatares históricos les han dejado en su manera de ser y de relacionarse con los demás, lo reconoce con cierto desencanto el filósofo y sociólogo boliviano Raúl Prada Alcoreza, profesor-investigador de la Universidad Mayor de San Andrés y Vice Ministro de Planificación Estratégica del Ministerio de Economía y Finanzas en el segundo mandato del presidente Evo Moles. Del relato completo que se puede analizar en esta página, trascribo algunos de sus comentarios refiriéndose a la exquilmación territorial provocada por la Guerra del Pacifico: "…a los bolivarianos, cuando conocemos esta triste historia, nos viene un sentimiento de frustración temprano. En la escuela no nos explican por qué ocurrió esto. En recompensa se nos entregan programas cívicos atiborrados de denuncias y de inflamado chauvinismo. Los estudiantes que atendemos estas clases quedamos atónitos, sin ninguna respuesta clara por parte de los profesores. El sentimiento de frustración se convierte en una ambigua e indescifrable aceptación de un destino como condena. Obviamente que esto afecta en nuestra auto-estima…". 

Pero volvamos al periplo por estas tierras, a la aventura, pues de eso se trata el conocer nuevas gentes y nuevas culturas, formando los transportes y traslados parte de esa aventura al recorrer lejanos países con formas de vidas desemejantes a la nuestra. Aventura o desventura, como la de toparnos con un bisoño y descerebrado "conductor" de minivan o "rapidito" (pequeña furgoneta) para realizar el recorrido entre Tupiza y Potosí, que de forma atolondrada y temeraria, se entretuvo masticando durante hora y media con cierta ansia "hojas de coca", gran parte del trayecto de unas 5 horas en el que se cubre la distancia de unos 300 km. Menos mal que esta ruta ya estaba asfaltada, aun así nos hubiéramos apeado del "rapidito" vehículo, pero no hubo oportunidad, siendo depositados en la estación central de autobuses "potosina" algo después de la hora del ángelus. Debe agradecerle el pueblo boliviano a su oriundo presidente; reconocimiento que nos hicieron palpable las gentes del sur; del esfuerzo realizado últimamente en las vías de comunicación y carreteras, pues hasta apenas una decena de años estas rutas eran simples y sinuosas pistas de tierra.

Potosí representa el "estilo colonial" en estado puro, es como si paseásemos embutidos en una atmosfera del siglo XVII, con sus enmaderados pretiles de sus testeros, su coloridas callejuelas o sus notorios templos. Costoso y algo asfixiante se hace recorrer su casco histórico a 4.000 m. de altura por las empinadillas y características calles: Bolívar, Matos, Ayacucho, Hoyos, , Linares, Chuquisaca y Nogales o transitar por las mas planas de: Bustillos, Callejón de la Oreja (ahora de Santo Domingo), Lanza, Quijarro (de la Olleria), Junín (apodada anteriormente de Las Siete Vueltas, travesía donde se asentaban tabernas frecuentadas por acaudalados  apostadores y prósperos mineros), Tarija (antiguamente llamada del Empedradillo, al ser la primera que se  empedró con pequeña guijarros en forma de huevos, Sucre (con sus comercios de artesanías, apodada Calle de las Tabernas en el pasado al ser el lugar se instalaron gran cantidad de estos establecimientos), Padilla o Millares, muchas de ellas con la silueta del Cerro Rico a su fondo, pero aun así reconforta reconocer en sus fachadas y ventanales el estilo arquitectónico barroco a similitud "canaria" de nuestras islas afortunadas. Sus sugestivos y elegantes patios, desde los que se organizan y distribuyen las exquisitas casonas señoriales, muchas de ellas hoy trasformadas en hospederías, son lugares que nos invitan a vulnerar su intimidad y traspasar su portalón.

Un paseo entre pintorescas callejuelas y evocadores pasajes que nos transportan directamente a la España de la Ilustración, nos llevará inexcusablemente a las puertas de mansiones coloniales que aún se mantienen en pie, como es el caso de la Casa de las Tres Portadas (calle Bolívar 1052), también llamada de las “Recogidas” por haber podido ser un beaterio de Indias, que solía ​​ser una casa comunitaria para las hermanas laicas, la mayoría de los cuales eran nativas, como así mismo la Casa del Balcón del Ahorcado (en la esquina de la Calle La Paz con Bolívar muy próxima a la anterior) donde observamos una esquinada y verde balconada, curiosa muestra de los que podemos encontrar por cualquier rincón de esta señera ciudad. Se dice de este pretil, que en tiempos, fueron ejecutaos en él muchos contendientes de la guerra entre Vascongados y Vicuñas (españoles no vascos) acaecida entre 1622 y 1625, enzarzados por el control de las minas.
 
Son más de una treintena sus templos coloniales, muchos de ellos convertidos en admirables museos donde poder contemplar ese estilo barroco-mestizo tan característico de estas tierras, con los laminados retablos en plata y oro que soportan sus altares. La Plaza de Armas o del 10 de Noviembre que presidida por la Catedral y denominada en su origen Plaza del Regocijo debido a que desde 1577 se realizaban en ella fiestas y corridas de toros, el Palacio de la Moneda centro de acuñación de las monedas hispanas hasta la descolonización, las iglesias de San Francisco y San Benito o el monasterio de Santa Teresas, entre otros palacios y edificios singulares, pero sobre todo por la riqueza y autenticidad de su entramado urbano, le han servido como reconocedora de ser declarada por la Unesco como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Todos estos lugares se pueden recorrer en una mañana a través de una visita "City Tour" con la recomendable agencia AVITUR C/ Tarija 3, donde nos atenderá con agrado y simpatía Verónica Velarde.

Cuenta una leyenda del incario: que habiendo llegado Huayna Cápac, uno de los soberanos más esclarecidos que tuvo el Imperio Inca, hasta las cercanías de la montaña conocida con el nombre de Sumac Orcko (Cerro Hermoso), en un recorrido por sus dominios, no ocultó su asombro ante la imponente mole, ordenando su explotación con el fin de acrecentar los tesoros de sus templos. No bien empezaron los nativos a trabajar los ricos filones de plata, llegó a sus oídos una estruendosa voz que decía "no saquen la plata de este cerro porque es para otros dueños"…………….. y en eso llegamos los españoles. 


Potosí se creó como simple "poblado minero" en un accidentado paraje, húmedo y lleno de ciénagas, siendo su única finalidad la explotación de los recursos naturales o yacimientos argentíferos del cerro rico. Los españoles que llegaron allí en abril de 1545 bautizaron la montaña y la población que precipitadamente se formaría en sus laderas como Potosí. 


"Yo, Don Diego de Zenteno, Capitán de S.M.I., Señor D. Carlos V, en estos Reinos del Perú, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y a nombre del muy Augusto Emperador de Alemania, de España y de estos Reinos del Perú, señor Don Carlos Quinto y en Compañía y a presencia de los Capitanes, Don Juan de Villaroel, Don Francisco Zenteno, Don Luis de Santandía, del maestre de Campo Don Pedro de Cotamito y de otros españoles y naturales que aquí en número de sesenta y cinco habemos, tanto señores de vasallos como vasallos de señores, posesiónome y estado deste cerro y sus contornos y de todas sus riquezas, nombrado por los naturales este cerro Potosí, faciendo la primera mina, por mí nombrada la Descubridora y faciendo las primeras casas, para nos habitar en servicio de Dios Nuestro Señor, y en provecho de su muy Augusta Magestad Imperial, Señor Don Carlos Quinto. A primero de Abril deste año del Señor de mil e quinientos y cuarenta y cinco". 


Seis meses después de su fundación había ya en Potosí más de 170 colonizadores hispanos ávidos de riquezas y 3.000 indios. Pasado un año se hallaban edificadas 94 casas, escogiendo para ello los lugares menos húmedos para las cuales se les había señalado sitio en los parajes más secos. Nos comenta Julián Bautista Ruiz Rivera "…y así en espacio de 18 meses se hicieron más de 2.500 casas para más de 14.000 personas que entre españoles e indios había…". Tan rápido y desordenado fue su desarrollo que en 1553 recibió el título de Ciudad Imperial por parte de Carlos I ("V" en territorio teutón). En 1611 alcanzó los 150.000 habitantes pasando a los 160.000 en 1650, convirtiéndose junto con Londres y París en una de las tres urbes más considerables del planeta en aquellos tiempos.
 

Los colonos españoles que vivían en la ciudad gozaban de un ostentoso lujo. A comienzos del siglo XVII Potosí ya contaba con treinta y seis iglesias espléndidamente ornamentadas en plata y oro, mas de una treintena casas de juego y catorce academias de baile, que servían para surtir los lujosos salones de bailes, tablados y teatros que se extendían por toda la ciudad.  Ya en 1579 contaba Potosí con ochocientos expertos tahúres y ciento veinte celebres meretrices, cuyos refinados salones eran regentados por los ricos mineros. En 1608 se festejaba la celebración del "Corpus Christi con ochos días de toros y tres de saraos, seis días de comedias y otras tantas noches de mascaras, dos de torneos……. y otras fiestas". 


En contraposición a estos derroches de opulencia y boato, la población local compuesta principalmente por indígenas sufría explotación, estando sometidos al esclavismo y haciéndoles trabajar en las duras condiciones de la minas hasta 16 horas diarias. Con unas condiciones de trabajo crueles e inhumanas, eran continuos los accidentes y derrumbes en las minas, produciendo cientos de muertes entre los trabajadores, siendo por este motivo continúas las revueltas y motines, que eran abortados a "sangre y fuego". Se calcula que entre 1545 y 1625 murieran en la extracción de la plata unos 15.000 indígenas hayan muerto en la explotación del valioso mineral. Con el paso del tiempo, esta mano de obra local, se fue sustituyendo por esclavos africanos, calculándose en 30.000 los que fueron deportados de su continente para realizar estos duros trabajos. Se dice que con la plata extraída se podría construir un puente desde América hasta Europa por encima del Océano Atlántico, una burlesca exageración del admirado escritor y periodista Eduardo Galeano. Y es que el nombre del lugar alcanzó una propagación universal como sinónimo de singular riqueza, "vale un potosí". Pero todo tiene su fin, a mediados del siglo XVII las vetas más productivas comenzaron a agotarse, sentenciando a la cuidad a un progresivo declive, llegando a tener en tiempos de la independencia boliviana apenas 9.000 habitantes. 


De este Potosí a comienzo su decadencia en 1758, hay una famosa e interesante representación pictórica de Gaspar Miguel de Berrío “Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí”, que a través de un detallado mapa nos muestra el trazado y la actividad de la ciudad. Cuadro que estuvo expuesto en el Museo Reina Sofía de Madrid en 2010 con motivo de la exposición "Principio Potosí", sobre lo que cuenta y calla la historia. 


El abundante y preciado argentífero metal, sufragó las guerras mantenidas por los "Austrias" contra Flandes, Francia, Alemania, Italia, el litoral de Inglaterra y el Mediterráneo del Gran Turco (medio mundo). Siendo tal el ingente monto de plata que desde estas tierras llego a Europa cruzando de España, que trastocó la economía del momento, agitando los precios y los mercados centro-europeos, mientras que en España desencadenó un severo desarrollo inflacionista y especulativo, constituyendo un elemento fundamental para la decadencia de la industria y el progreso en nuestro país, consecuencias que aun estamos sufriendo y que paradójicamente nadie (de los que nos gobiernan) recala en revertir. 


Ante esta parte fundamental de la historia y la economía de la urbe de Potosí, no podemos por menos que acercarnos a visitar una de estas minas que aun están en funcionamiento, y que algo mejoradas, no distan mucho las condiciones de trabajo que en ellas se desarrollan. Cercanas a la población; pudiéndose visitar simplemente caminando; se sitúan en la ladera noreste del Cerro Rico ("Sumaj Orcko" en quechua) las instalaciones mineras, bocaminas y galerías de entrada en lo que fue explotación de plata más grande del mundo desde mediado el siglo XVI hasta la mitad del XVII, y de las que aun se extrae plata, estaño, cobre y piritas, en las 300 minas que aun están en funcionamiento. Motivo de esta enorme explotación, la montana mide dos cientos metros que en su origen, debido a todo el vaciado que se ha producido en su interior, siendo sus entrañas un laberinto de túneles y galerías de mas de 500 kilómetros. 


Nos dirigimos a una de ellas, aprovisionándonos de casco, botas, ropa impermeable y linterna, pasando primero por lo que se conoce como Mercado Minero donde se proveen los mineros de las herramientas, materiales y elementos para realizar su trabajo: hojas de coca y alcohol puro de 96º (con los que soportar las duras jornadas laborales), así como cartuchos de dinamita y algo de amoniaco para potenciar el efecto detonante. Siendo este el único lugar del mundo donde se puede adquirir este explosivo con total libertad y sin ningún control. 


Por una bocamina de entre metro y metro y medio de altura, nos aventuramos a entrar a los entresijos de la montaña entre oxidados raíles de vagonetas, vigas rotas, escabrosos desplomes y hundidos, cochambrosas tuberías, galerías encharcadas de agua y falta de aire al respirar. Al poco de penetrar en la oscuridad nos encontramos con la esculpida y coloreada figura del "Tío", dios protector del inframundo, al que los mineros hacen ofrendas para no estar desamparado mientras realizan sus trabajos. Durante nuestro "tour" por las tinieblas de este averno real, nos cruzamos con algún operario que acarrea minerales, llegando a una especia de sala de estar donde los mineros se toman un resuello, allí está sentado, fumando y masticando coca sin parar Don Adrián Torrejón, "apiri" (minero) de 62 años, con en que compartimos algún cigarrillo y comentamos sobre las jubilaciones. De piel arrugada y oscura, parco en palabrerías pero directo en el tono, nos comenta que lleva 24 años metido en estas oscuridades, pero con la suerte de no tener los pulmones muy tocados, como la mayoría de sus compañeros………… con el pensamiento en dejar ya de picar estos malditos minerales. Abandonamos este lugar por el mismo trayecto recorrido de entrada, sorprendiéndonos a la salida esa luz especial que el sol genera mientras graniza……… hemos retornado al mundo, hemos visitado el infierno. 


Poco más puedo contar de esa interesante ciudad, aparte de dejar en estas líneas algunas sugerencias culinarias, como la de ser aconsejable almorzar a base de platos genuinamente bolivianos, en el Mercado Central de Potosí. Aunque también existen otros lugares donde entretener el hambre: el Café La Plata en plena Plaza 10 de Noviembre, donde se puede encontrar en su carta que sirven carajillos, también El Mesón o Tenedor de Plata esquina de Linares con Tarija, así como el restaurante El Fogón en el cruce de las calles Oruro con Frías. Pero sin duda uno de los lugares más entrañable y agradables es El Empedradillo, C/Tarija 43, donde degustamos la afamada "Sopa a la piedra" (kalapurka), un caldo hecho a base de maíz acompañado de chicharrón de cerdo, servido con una sumergida e imperceptible "piedra volcánica" que inmensamente ardiendo, consigue el mágico efecto de hervor continuo como si de un volcán en erupción se tratase. Tuvimos además la suerte en este local de ser atendidos por los propios dueños, nostálgicos descendientes de pobladores hispanos. 


Toca ahora trasladarnos a Sucre para conocer la capital boliviana, que ya escarmentados de la experiencia de los "rapiditos" lo realizamos en un taxi contratado previamente. El recorrido de unos 150 km. trascurre por pampas agrícolas y pequeñas poblaciones, descendiendo un barranco con un desnivel de más de mil metros, algo menos de la diferencia de altitud que mantiene con su vecina Potosí. 


Sucre, fundada por el "facundino" (de Sahagún - León - España) Pedro Anzures en 1538 sobre los asentamientos indígenas de los indios charcas, es la ciudad más antigua de Bolivia. Dándole la nominación de "Villa de la Plata de la Nueva Toledo", siendo modificada esta por el de Chuquisaca en 1776, quedando definitivamente como "La ilustre y Heroica Sucre" después de la independencia de Bolivia en 1826. 


De ajedrezadas y amplias calles, Sucre es una ciudad blanca, inmaculado color que la domina e identifica y con el que nos topamos por todos sus rincones. Pulcra, espaciosa, mucho más señorial y elegante que Potosí, pero con menos identidad, menos sabor, menos atracción y autenticidad.

Con una cuidada arquitectura colonial esparcida por toda la trama urbana de sus casco histórico; declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1991, con casi 4.000 edificios de valor patrimonial; nos alojamos en el Parador Santa María la Real, donde nos agasajó el mismísimo cónsul honorario de España en la ciudad, Luis Rodríguez Calvo (dueño del hotel)………… hay es ná. Esta señorial y notable casona, ejemplo de diseño criollo del siglo XVIII, formó parte de lo que en su día fue el más alto tribunal de la Corona española durante la colonia, la Real Audiencia de Charcas, que tenia potestad  sobre el amplio territorio que más tarde conformaron la actual Bolivia, Paraguay, Uruguay y el norte de Argentina. El pétreo balcón de entrada, sus balconadas, el patio en rojo óxido con columnas y capiteles de madera, su patio añil, el Salón de los Oidores, los pasajes subterráneos de cal y canto, todo envuelto  en un ambiente que nos traslada a la edad del esplendor colonial. 


Una jornada y media es suficiente para visitar los lugares más interesantes, sobre todo si se tiene la suerte de encontrarse 38 salas de exposición y galerías abiertas en horario nocturno, al celebrarse la Noche Blanca de los Museos, y además con el acceso gratuito. Entre ellos la Casa de la Libertad, donde se firmo el acta de independencia, así como el interesante Museo Colonial y Antropológico Charcas, que situado casi frente a nuestro alojamiento custodia la afamada pintura de Potosí en 1758 de Gaspar Miguel de Berrío de la cual ya he referido antes. 

Cruzar en la noche la animada Plaza 25 de Mayo, centro neurálgico de la urbe, donde acostada en un lateral se sitúa la Catedral, las tiendas de chocolate "Para ti", un exquisito lujo al paladar, el Parque Bolívar, las vistas desde los tejados de la Basílica de San Francisco, el atardecer en La Recoleta, las plañideras del Cementerio General, y como siempre el Mercado. Cementerio y mercado son visitas imprescindibles en cualquier lugar, es a través de estos dos lugares como conoce el comportamiento humano de sus habitantes………….. en el mercado como se cuidan los vivos, y en el campo santo como se trata a los muertos.

Curioso e interesante es dedicar un par de horas para allegarnos hasta los arrabales de la ciudad. A apenas 5 km. del centro urbano nos encontramos el Parque Cretácico y el denominado Cal Orcko, un yacimiento paleontológico en el que se han catalogado 12.096 huellas de dinosaurio de casi 300 especies diferentes, que datan de hace unos 68 millones de años, la mayor
concentración de ignitas de todo el planeta. Lo curioso de este lugar, además de los interesantes restos dejados por las extremidades de estos enormes lagartos, es que al haberse descubierto en una cantera de cemento que aun está en explotación, se debe de esperar a que llegue el medio día, para poderlos visitar a la hora del almuerzo de los camioneros que se encargan de trasportar el mineral calizo. 

Un vuelo de la puntual compañía aérea "Amaszonas" nos traslada de Sucre a La Paz, pasando nuevamente de los 2.800 a los 4.000 de altitud. Caótica e insegura Nuestra Señora de La Paz, pues ese es su nombre real, forma junto con El Alto la mayor concentración humana de toda Bolivia, dos millones de habitantes. 

Fundada en 1548 en el asentamiento inca de Laja, y trasladada posteriormente a la orilla del río Choqueyapu, pues en él se encontró oro. Levantada totalmente entre montañas, rodeada por el Monte Illimani y sobre las mismas laderas, La Paz ha ido con el tiempo creciendo de forma incontrolada a través de los barrancos que la rodean hasta llegar a la cimera meseta, donde se continuó edificando creándose una nueva población, El Alto. Generando esa imagen que la hace ser tan peculiar sobre todas las demás urbes, dándole a la ciudad un aspecto de embudo, como si las casas estuvieran superpuestas unas sobre las otras. Esto la confiere el tener abundantes miradores desde observar su panorámica, y la obliga a que uno de sus sistemas de trasporte fundamental sean los teleféricos, que cual verdaderas líneas de "metro" aéreas, funcionan surcando los cielos de la ciudad por encima de los tejados, practica y seguramente económica solución para los importantes problemas de tráfico que soporta. 

La Plaza Murillo, está ubicada en el centro del casco histórico, rodeada por  significativos edificios: Palacio de Gobierno también conocido como Palacio Quemado (sede de la presidencia de la nación), así como los edificios del Palacio Legislativo (Congreso) y la Catedral. Apenas medio kilometro caminando en dirección noroeste, se encuentra la calle Jaén, donde encontramos los edificios mejor conservados de su pasado colonial. En algunas de sus vetustas, pequeñas y coloridas casas se han acondicionado cuatro museos, mostrando la historia e identidad del pueblo boliviano, siendo digno de visitar el Museo de los minerales y dentro del mismo la sala dedicada al Oro, perfectamente acondicionada para observar los trabajos prehispanos que desarrollaron las distintas culturas indígenas. 

A tan solo 500 m. en dirección sur se encuentra la Plaza Mayor o de San Francisco, centro neurálgico de la urbe. Siempre llena de animación y ajetreo ya sea día o noche, y donde se puede observar la vida diaria de los pobladores de la urbe. Un par de "cuadras" por detrás de la barroca iglesia de San Francisco, en pleno barrio de San Sebastián, se sitúa una red de calles angostas y empedradas que se empinan bruscamente hacia el poniente, donde encontraremos, junto a restaurantes, hoteles, agencias de viajes y tiendas de souvenirs, la mayor congregación de turistas y rateros de la ciudad.

Es también donde se ubica el Mercado de Las Brujas o de la Hechicería, asentado en el conjunto de calles o callejas que forman Santa Cruz, Illampu, Linares y Sagárnaga. Un animado lugar donde adquirir brebajes, pócimas, estampitas, fetiches, amuletos, hierbas curativas y cuantos objetos podamos imaginar para ejecutar atávicos ritos, ofrecidos principalmente a la Pachamama (Madre Tierra). Siendo sus puestos atendidos por "cholitas", que con sus sombreros de hongo, coloridos vestidos de faldas plisada en capas y esparcidas por todos los lugares de la ciudad paceña son todo un icono de orgullo étnico.

Ahora está de moda que estas ataviadas señoras de vistosos colores se dediquen a la "lucha libre de Cholitas", ya se ha encargado una conocida firma española que produce entre otros productos un "ortopédico" jamón de York, de hacérnoslo llegar en su publicidad televisiva. Habiéndose convertido esta "peleona" actividad en un atractivo turístico más, siendo la población de El Alto en lugar habitual de estos acalorados combates.

Pero ojo, si La Paz tiene su cosa, en El Alto se multiplica por tres, estando considerada como la población más peligrosa de toda Bolivia, donde se pueden observar amenazantes pintadas en las fachados avisando a los "malotes de las posibles consecuencias (linchados) si son pillados, pero sobre todo llama la atención los monigotes humanos a modo de espantapájaros, que colgadas, cual ahorcados en postes, a visan a los maleantes de cómo puede ser su futuro. Desarraigo, pobreza, marginalidad, falta de servicios y sobre todo de futuro, han generado este complejo urbano (el más grande de todo el país) en permanente y desordenado crecimiento, con calles de barro y casas de una o dos plantas, con techos de chapa ondulada y las fachadas sin terminar. Toda vez que las normativas fiscales no obligan a pagar impuestos a las casas sin concluir, generando la sensación de ser una población en permanente construcción, pendiente de ser terminada.


La verdad es que no nos entretuvimos mucho en ellas, El Alto solo loscruzamos en vehículo un par de veces. En La Paz todo eran advertencias de peligros, riesgos e incertidumbres, y aunque uno ya está algo viajado, no nos encontrábamos a gusto en esa situación de permanente recelo. Por lo demás hay gente que le encanta, pero la verdad, no es una ciudad con un atractivo que haga declararla como una de las ciudades Maravillas del Mundo, si bien es verdad que La Paz es una ciudad que no te deja indiferente. Aparte de tener limitado el tiempo justo para visitarla, siendo lugar de paso para continuar al Titicaca, y de estar a tan solo 75 Km. de las ruinas de Tiahuanaco que queríamos conocer.