martes, 27 de diciembre de 2011

- Feliz año 2012

Feliz año para todos los que entráis por estas paginas.

domingo, 18 de diciembre de 2011

- Alubias rojas de Tolosa (recetas para unas Navidades en crisis)

Se acercan las navidades y ya hay quien me demanda alguna receta para sobrevivirlas. Mi reciente salida otoñal a los norteños valles navarros del Baztán me ha dado para entre otras cosas degustar las viandas de aquellas tierras, entre ellas sus legumbres. Yo soy sobre todo de cucharón y caldo y  aunque no desdeño las carnes o pescados, me llaman sobre todo los primeros platos, es por ello que os he preparado un buen guisote de alubias.

Las judías o alubias no son originarias de nuestras tierras, junto con la patata y los tomates vinieron de las Américas después de su redescubrimiento por parte del almirante Colon. Al principio se usaron como alimento para el ganado, pero la falta de proteínas en la alimentación de las clases bajas, pues el pescado y la carne eran productos solo asequibles para pudientes, motivó se empezaran a utilizar como sustituto por su alto contenido proteínico, además de contener hierro, potasio y fibra, esto derivo a que se las denominara como "la carne de los pobres”, siendo uno de los alimentos mas nutritivos y ricos que existen en nuestra dieta, aunque su consumo ha descendido bastante en los últimos años.

Estas semillas secas de leguminosas reciben diversos nombres dependiendo de su país de origen: poroto en Argentina, habichuela en Centro America, carahota en Venezuela, frijol en Méjico, bean en los países sajones, así como judía o alubia entre nosotros, que a su vez la denominamos también: fréjoles, monchetas, pochas, caparrones, fabes o barojas; dependiendo de en que comarca, región, comunidad autónoma o país, nos haya tocado nacer de nuestra plural España. Diversos tipos de ellas podemos encontrar en nuestra piel de toro, todas diferentes y todas exquisitas si las sabemos condimentar, cada una con sus elementos y sus complementos, en arroces, con verduras, guisadas, estofadas, en fabada, para ensaladas, cada una de ellas completa un buen mantel. Así encontramos: verdinas, pintas de León, carilla, blancas del Barco, fabes asturianas, blanca de riñón, rojas, agarbanzadas, caparrones, moradas, judiones de la Granja, pochas, monchetas del Ganxet, garrofó de Valencia, manteca de La Bañeza, blanca de León, planchadas, canela, arrocina, de la Virgen y entre algunas especies más que me habré olvidado……………………las alubias rojas de Tolosa. De estas ultimas es la receta que hoy os quiero trasladar, suaves al paladar, sabrosas al gusto, nutritivas y excelentes para una tarde reposada.

INGREDIENTES (para seis personas):
- ½ kg. de alubias rojas de Tolosa. Son casi negras, luego aclaran al cocer. Tendremos que adquirirlas en un lugar de confianza para que no nos las den mezcladas y sobre todo saber si son tiernas o no para ponerlas o no en remojo la noche anterior.
- 1 cebolla.
- 1 puerro.
- 1 zanahoria.
- 1 pimiento verde.
- 2 ñoras.
- 4 dientes de ajo.
- 2 patatas.
- 2 hojas de laurel.
- Berza. Se puede utilizar también un poco de repollo o las hojas verdes (las partes tiernas) de la coliflor, aunque ya cada vez traen menos; estas le dan a todos los guisos una suavidad especial
- 250 grs. de costillas de cerdo. Siempre en estas recetas en las que uso costillas recomiendo las de “Carnicería Martín”, en la Avenida de Mariano Vicén, nº 29 de la ciudad de Soria, si vais de parte de este bloguero no os harán descuentos (son sorianos), pero siempre os regalaran la mejor de las sonrisas.
- 150 grs. de chorizo.
- 150 grs. de tocino veteado.

- un chorreton de aceite de oliva virgen extra.
- un poco de harina.
- sal. (o un caldito concentrado – avecrem o magi)
- unas guindillas para acompañar. Si las encontráis, las mejores son las “piparras” de la marca UBIDEA, pequeñas y lo suficientemente suaves para que solo piquen lo justo, están elaboradas en Vera de Bidasoa (Navarra)

PREPARACION:
La noche de la víspera tendremos que poner las alubias en remojo si no son de la temporada. Si las costillas están algo curadas ya (cosa que recomiendo), se ponen en remojo junto con las alubias.

El día que nos ponemos a “arreglarlas” (hay que indicar que este tipo de guisos están mejor de un día para otro), las colocamos en una olla con el agua del remojo que las cubra solo un poco (sacada de ella las costillas si es que las hemos puesto también a remojar). Algunas gentes aconsejan poner agua limpia e incluso cambiarles esta después del primer hervor; esto lo sugieren para que no produzcan las consabidas flatulencias, pero lo que se consigue es una perdida en la calidad de su excelente sabor…………. Allá vosotros la decisión que tomáis, pero yo prefiero la calidad, aunque tenga una tarde sonajera de ventosidades, por lo cual os he aconsejado que las disfrutéis un día de tarde tranquila y familiar…………también puede ser en la compañía de buenas y complacientes amistades.

Dejamos que comiencen a hervir, controlado que esta labor sea con el fuego muy lento.

Mientras esto ocurre habremos puesto las ñoras en remojo, partidas en cuartos para que se empapen bien de agua. Esto llevara sobre una hora, después rasparemos la pulpa de las mismas con un cuchillo extrayendo su encarnada carne, despreciando la piel, el rabo y las molestas pepitas.

Las tendremos que espumar y añadirles más agua para romper su hervor al menos dos veces “espantarlas” y para que no se queden secas.

Asamos los ajos en el microondas (sin pelar, 15 segundos máxima potencia), añadiendo estos, las costillas y el tocino al guiso.

Pochamos lentamente en una sartén con tapadera la cebolla muy picada, junto con el puerro, el pimiento verde, estos últimos menos picados, pero también, las ñoras y las hojas de laurel. Al sofrito le podemos añadir, al final un poquito de harina, rehogándola durante unos dos minutos, esto conseguirá que el caldo del guiso salga mas espeso, lo cual también se puede conseguir espachurrando algunas alubias ya hervidas.

Cuando comiencen las alubias a perder su dureza se les añade el chorizo, el sofrito que hemos preparado y el chorro de aceite crudo; removiendo con madera, teniendo cuidado de no romper las judías. Cuando calculemos que les quedan más o menos media hora para estar, probaremos el nivel de sal, añadimos esta o el caldito si hiciera falta (hay que tener en cuenta que las costillas pueden darles un cierto grado sabroso). Es el momento de agregar, las hojas de coliflor, las zanahorias y las patatas en trozos pequeños, cortándolas a casquetes, tronzadas, cascándolas, chascándolas o tronchándolas con la ayuda del cuchillo antes de terminar el corte, así sueltan mejor el almidón, espesando de forma natural el guiso……………….y a esperar que terminen de hacerse.

Solo queda para servir, trocear el chorizo, el tocino y las costillas si no las hemos dividido antes, y poner las guindillas en una pequeña bandeja para que cada uno se coja las que quiera.

Ya me diréis que tal os han salido…………. no os guardéis los gases………….dadles libertad.
Salud a todos......y que nos toque la lotería dentro de cuatro días.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

- 100 años de la conquista del Polo Sur

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Hoy se cumplen los 100 años de la lucha del ser humano por conseguir llegar el primero al Polo Sur “90º S”. El 14 de diciembre de 1911 a las 15 horas el explorador noruego Roald Amundsen colocó en el punto más meridional del Planeta la bandera de su país, donde ahora hay una base científica noruego-norte americana. Un mes después una expedición inglesa capitaneada por Robert Falcon Scott, encontró en el mismo lugar una tienda de campaña dejada por el escandinavo y en su interior una carta dando cuenta de su logro. Scott y el resto de los miembros de su expedición murieron de frío y desnutrición en el viaje de regreso.

El éxito de la expedición del noruego y la tragedia de la del inglés se debió fundamentalmente a la diferente forma de concebir y organizar la intendencia para alcanzar el logro de llegar el primero al punto más austral de la tierra. Mientras que Amundsen iba bien equipado, al haber estudiado la forma de vida de los esquimales en aventuras anteriores, Scott no llevaba la ropa adecuada. Además cometió el error de usar caballos como medio de trasporte, mientras que el noruego utilizó perros que tiraban de trineos, lo que le sirvió de alimento tanto a él y a sus compañeros, como a sus animales de tiro (perro come perro – caballo no come caballo).

Los relatos de estas dos experiencias han sido contados en diversos títulos y multitud de artículos. Amundsen nos los describe en primera persona a través de su libro “El Polo Sur”, mientras que Scott los relata a través del diario de la expedición que se encontró junto a sus restos en diciembre de 1912. El éxito del nórdico se trasladó a la prensa en cuanto pudo en ponerse en contacto con el mundo. Del fracaso del sajón, los ingleses con su habitual habilidad, maestría, experiencia y maña, consiguieron transformarlo en éxito, convirtiendo al explorador y a sus compañeros en héroes nacionales, cuando en realidad fue un error de planificación, tuvieron problemas internos y además la forma de ser y el carácter de Scott no ayudaba mucho en la convivencia del grupo, tema fundamental al arriesgarse en este tipo de aventuras. Lauwrence Orates miembro de la expedición británica que tubo problemas con Scott, nos relata en su diario ("No me gusta nada Scott y lo tiraría todo por la borda si no fuera porque somos una expedición británica... Scott no actúa con rectitud, su primera preocupación es él mismo, el resto no le importa..." Oates se sacrifico por sus compañeros dejándose morir para no dificultar el regreso de Scott, quien posiblemente no hubiera muerto de haber admitido los consejos de este.

Estas aventuras ya en la modernidad, son comparables a las míticas africanas de John Hanning Speke, David Livingstone y Henry Morton Stanley, realizadas a mitad del siglo XIX, también llenas de tragedia y triunfo, y equivalentes en el tiempo con las de Colon, Magallanes o el almirante chino Zheng He.

Entre las historias de la Antártida, la que siempre he admirado y creo a mi entender la mejor y mayor aventura de supervivencia de la historia relatada, es la vivida por Ernest Shackleton entre agosto de 1914 y el mismo mes de 1916. Una historia de resistencia ante las adversidades, al quedar atrapados en los hielos australes. En ella que destaca el carácter de Shackleton como buen planificador, referente humano ante sus hombres, prototipo de liderazgo y comportamiento ejemplar ante la tripulación de su barco el Endurance………….. todo lo contrario a su compatriota Scott. Fueron 687 días los que estuvieron los 22 miembros de la expedición luchando contra los elementos, siendo rescatados sin sufrir una sola baja. Pero esta historia que merece un capitulo entero la dejare para cuando este mas inspirado.

Ya no quedan espacios por descubrir en la corteza terrestre que habitamos, solo las cavidades y profundidades marinas o los espacios siderales nos pueden aportar nuevos descubrimientos. Esperemos que estos sean para bien…………. La conferencia que hace unos días ha terminado en la ciudad sudafricana de Durban y en la que se trataba de mantener la supervivencia de nuestro Planeta ha sido un fiasco…………. Esperemos de los nuevos tiempos en los que el raciocinio y no los intereses, sean los que prevalezcan entre los humanos y sobre todo entre los que nos gobiernan…………. pero madre mía lo que nos viene encima.

lunes, 12 de diciembre de 2011

- Namib………..el desierto rojo (Namibia)

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Un espectáculo de formas y colores se abre ante nuestra vista, la calma es total, la representación majestuosa. Caprichosas siluetas de suaves y redondeadas aristas forman las dunas que ante nuestros ojos se muestran. Los tonos rojizos que matizan sus arenas cambian a lo largo del día, dependiendo de la intensidad de la luz con las que son iluminadas por el rigor del sol, que en esta latitud castiga con fuerza a todo aquel que se aventura a introducirse en estos espacios desolados. Al alba, la arena se hace rojiza y a los pocos instantes, cuando el sol empieza a ascender en el cielo, la tierra cobra un tono cada vez más suave, dorando sus terreas colinas con un cierto tono rosado. En el crepúsculo, cuando el astro rey comienza a despedirse, los tintes llegan a ser incluso púrpuras. Con solo pasar unas cuantas horas entre las dunas observaremos sin dificultad estos mágicos cambios cromáticos, es como si algún alquimista estuviera enredando con toda la gama de bermellones para teñir estas inhóspitas tierras.


Este desierto, uno de los parajes más secos del mundo, apenas un centímetro cúbico de lluvia al año, es con más de 65 millones de años de antigüedad, el más anciano de todo nuestro planeta, existiendo ya en los tiempos de cuando se extinguieron los dinosaurios. Está formado por las arenas depositadas durante cinco millones de años, arrastradas por el río Orange desde el rojo territorio del vecino Kalahari. En su desembocadura, por la acción marina de la corriente de Benguela que llega desde la Antártida y los dominantes vientos del Oeste, las van depositando en donde ahora las contemplamos. El rojo dominante, es debido a la existencia de partículas de óxido de hierro entre los granos de arena. Estas inmensas masas de arenas activas, bajo las cuales se esconden dunas petrificadas, son inestables y cuando el viento así lo quiere, se desplazan libres, cambiando una y otra vez el paisaje.

Aunque el desierto ocupa la quinta parte del territorio namibio, el equivalente a cuatro Suizas y abarca la totalidad de los 1600 km. de la costa de Namibia, desde el río Kunene en la frontera de Angola al norte, hasta el sur en el río Orange en la de Sudáfrica; es el área comprendida entre las ciudades de Luderitz y Swakopmund la zona que se denomina Namib Naukluft, y que en la actualidad esta declarada como Parque Nacional, abarcando el gran espacio dunar una superficie de unos 34.000 km². Este gran mar de arena se extiende 400 km. desde Luderitz a Walvis Bay y entre los 80 y 150 kilómetros hacia el interior de la costa. Una gran parte de él es zona diamantífera, por ello la enorme vigilancia y protección que tiene y la única población autorizada a continuar en el Parque son los Topnaar que han existido en esta región al menos durante los últimos mil años, viviendo de la explotación y venta de las pepitas del “nara”, fruto de un arbusto espinoso que se localiza en la zona. Su nombre, Namib, significa "enorme" en lengua nama.

La primera visión que tenemos de esta inmensidad de arena es desde una pequeña avioneta Cessna de 6 plazas. Volamos sobre las dunas por espacio de 40 minutos, la tarde es serena y aunque el tiempo y la luz no es la mejor, la perspectiva que desde la altura tenemos es impresionante, el mar de dunas que se pierde hasta el lejano horizonte esta a nuestros pies, la inmensidad es la constante, el rojo domina todo el espacio, solo el azul del cielo interrumpe esa continuidad, las formas onduladas se suceden, deseamos que este instante no termine, es como un orgasmo visual. Aquí por la acción variable de los vientos las dunas tienen forma estrellada, eso le añade un valor más de singularidad. Volamos tan cerca de las crestas en algunos momentos que casi podemos tocarlas, por algún momento el piloto que mas parece un Boy Scout, nos regala alguna que otra acrobacia, divisamos una pequeña manada de avestruces y cruzamos por encima de los enigmáticos redondeles existentes en la zona de vegetación y a los que hasta ahora no se les ha sacado una teoría razonada de su formación; es un vuelo emocionante y asombroso, inmerso en el extraordinario espectáculo de los paisajes del Namib.

Al atardecer, para completar el espectáculo ascendemos desde el pequeño pueblo-control de Sesriem a la cercana duna de Elin, pudiendo desde ella ver como los tonos se hacen más intensos, el horizonte se oscurece y hasta la brisa serena su caminar para que observemos como el sol nos despide meloso hasta un nuevo día. Es entonces cuando el Namib se incendia y alcanza esa tonalidad rojiza tan característica, que difícilmente podremos observar en alguna otra parte de nuestro maltratado planeta.

Madrugamos, bueno es noche cerrada aun, son poco más de la 5 cuando nos levantamos, tenemos que recorrer los 60 km. del árido, seco y enigmático valle de Tsauchab, rodeado de dunas, en él que se encuentran los mayores puntos de interés de todo el Parque. Con los primeros albores del día llegamos a la Duna 45, la más conocida, cuya agraciada silueta la convierte en la preferida de los multicolores visitantes mañaneros; para desde ella divisar los rojos amaneceres que desde su altura se divisan por encima de sus vecinas. Estas crestas de arena están numeradas como si fueran calles, es así apodada porque hallarse a 45 kilómetros de Sesriem, siendo una de las más altas de todo el mar de arena a la que llega nuestra vista.

Desde la cima de las dunas se divisa un panorama impresionante, el paisaje es magnífico. La luz del sol se filtra dejando distintas tonalidades en ellas, juego de luces y de sombras. Diferentes gamas de rojos y cobrizos se mezclan con el verde de las acacias, arbustos y plantas casi albinas que pueblan este lugar. El paseo por estas arenas es alucinante, el colorido precioso, no hay que olvidar que el Namib es un lugar que hechiza; el desierto está vivo, la arena acaricia.

Nos dirigimos al final de la garganta, hacia “Deadvlei” el valle muerto, acertado nombre para este apartado rincón del mundo; se trata de un antiguo lago que nos brinda un panorama diferente de los hasta ahora vistos. Tras una ligera caminata encontramos un amplio claro entre las dunas, de resquebrajado y seco suelo, en él posan ante nuestras cámaras de fotos secas acacias que dejaron su función vegetal hace unos 800 años, reliquias en el tiempo de un pasado mas húmedo. Son como fósiles inertes que rellenan una escena de contrastes, el cielo impolutamente azul, rojas las arenas, un pulcro suelo blanco y sobre él los oscuros, casi negros, restos de estos enramados y marchitos troncos. De nuevo deseamos que se detenga el tiempo, pero nuestros ruegos no son escuchados, una mestizada y atrayente voz nos reclama para seguir.


No muy lejos se ubica Sossusvlei (el lugar de reunión de las aguas), entre las arenas encontramos este lago,………..... ¡si!, una lámina de agua en medio del desierto. De nuevo otro contraste sorprendente, en una depresión flanqueada por las dunas más altas del mundo, un lugar con vida, sobre sus aguas se reflejan los tonos rojos de las colinas de arena que lo abrazan. Comprobamos que algo se mueve en este desierto; bajo estas arenas la vida fluye y cientos de pequeñas criaturas han logrado adaptarse a este duro entorno, en el un simple humano no sería capaz de subsistir. Aquí brotan distintas plantas propias del desierto, alguna de ellas contiene agua que es utilizada para beber en caso de necesidad y sequía. Observamos un nido de araña dentro de la arena, también madrigueras de jerbos, escarabajos y lagartos que se han amoldado a este hábitat de estériles dunas, gran cantidad de pájaros revolotean entre los arbustos y acacias que por doquier encontramos…………….y bajo nuestros pies, enterrados en estas milenarias arenas se esconden diamantes como puños, codiciados por los traficantes en el mercado de Amberes.

A la entrada de este gran valle, no muy lejos de la población de Sesriem encontramos el cañón del mismo nombre. Como resultado de la erosión a lo largo de millones de años, se formó este estrecho desfiladero de aproximadamente un kilómetro de longitud alrededor y de 30 metros de profundidad. Sesriem significa “6 correas” en afrikaans, en referencia a la manera en que los primeros exploradores sacaban el agua de las lagunas, atando un cubo al extremo de seis correas de bueyes. No es demasiado grande, ni demasiado profundo, pero es un cañón en medio del desierto y en época de lluvias (de Octubre a Marzo) es posible encontrar el apreciado y liquido elemento en su cauce. Esta maravilla de agua en medio del desolado paisaje es otra de las notoriedades de esta inhóspita zona.

Estas espectaculares dunas de Sossusvlei y el cañón de Sesriem, ponen al descubierto millones de años de historia geológica, contrastando fuertemente con las llanuras pedregosas de su alrededor y que nuestros ojos no se cansan de admirar.

Abandonamos estos médanos de arena continuando nuestro camino hacia el Norte, a una hora mas o menos de trotar por estas pistas, 83 km. paramos en un curioso sitio, también en medio de la nada. Su nombre Solitaire ya nos da una idea de la definición del lugar, se lo puso Elsie Sophia van Coller esposa de Willem Christoffel van Coller, quien adquirió 33.000 hectáreas de estas tierras en 1948, quien eligió este nombre por la soledad que se respira en su entorno, así como la figura de un solitario diamante. Combinando estas dos afecciones su significado indica………un lugar precioso, único, pero solitario.

Este enclave en medio de deshabitadas planicies es algo más que una parada de descanso cerca del Parque Nacional Namib-Naukluft. Durante años, ha sido la única gasolinera en muchos kilómetros, entre Sesriem y la carretera de Windoek, actualmente es la única estación de servicio entre las dunas en Sossusvlei y la costa en Walvis Bay. Hay también una pequeña tienda de aprovisionamiento (pequeño restaurante y bar), oficina de correos, un motel con un camping en los alrededores…………y una mítica panadería-pastelería con uno de los mejores apple strudel (pastel de manzana) del mundo que el zimbawues “Moose McGregor” comenzó a elaborar en este apartado lugar del mundo en 1992, convirtiendo su panadería en lugar y parada obligatoria a todos los que pasan por estas tierras, horneando en la actualidad entre 150 y 200 kg. de apple strudel en un solo día.

Este lugar se ha hecho afamado en holanda por el libro “Solitaire” escrito por Ton van der Lee y en el que relata su paso por estas tierras. Aquí se rodó el film de Robert Rodiguez “Abierto hasta el amanecer”, en él que podemos ver la actuación del polifacético George Clooney, apareciendo también Quentin Tarantino.

Solitaire sin quererlo se ha convertido también en un museo de coches antiguos. Su situación y el existir la única gasolinera y taller de reparación de vehículos en cientos de kilómetros a la redonda, han originado que los coches que no merecía la pena arreglar, posen abandonados en medio de las arenas y matojos de su alrededor, un original espectáculo y curioso hallazgo para los amantes de la historia del automóvil.

Siguiendo nuestra ruta norteña a los 50 km. nos desviamos a pasar la noche en Yuri Camp, propiedad de una agradable japonesa, que vino por aquí en 1998 y se quedó definitivamente en estas áridas latitudes casándose con un germano-namibio. Años atrás, antes que lo prohibieran las autoridades del Parque, hacia de guía y explicaba en un pelicular castellano las curiosidades en Deadvlei.

Como todo lo que hay por estas latitudes, nos ubicamos en la mas absoluta soledad y desolación. Nos da tiempo por la tarde a dar un paseo, ascendiendo hasta una cercana meseta desde la que divisamos hermosos paisajes. Miremos donde miremos los grandiosos horizontes nos trasladan la grandiosidad de la aridez, no vislumbramos asentamiento humano alguno en nuestra vista,  solo la pequeña granja de nuestra anfitriona nipona y nuestro camión,; esperamos en una cercana colina a disfrutar de otro de esos atardeceres africanos a los que ya estamos mal acostumbrados. La noche aquí también es especial, un vivaque (dormir al raso), una buena fogata y un esplendoroso amanecer de luna llena, nos acompañan en las charletas de la cena………, esto es otro mundo, ………………la gloria, si existe tiene que algo parecido.

A 140 km. de nuestra partida en Sesriem, 50 del cruce de Solitaire, 16 de Yuri Camp y 2,5 km. antes de pasar unas curvas en la carretera que descienden hasta el barranco del río Gaub, encontramos el cartel indicándonos que traspasamos el Trópico de Capricornio, desde aquí solo nos quedan 22 km. al cruce de la carretera M36, que une Walvis Blay con Windhoek, capital del país. Esta línea imaginaria define los puntos más meridionales en los que el Sol alcanza el cenit a mediodía. En el Trópico de Capricornio, los rayos solares caen verticalmente sobre el suelo durante el solsticio de diciembre, lo que sucede entre el 21 y el 22 de cada diciembre. Se le denomina «de Capricornio» porque en la antigüedad, cuando se producía el solsticio de invierno en el hemisferio sur, el Sol estaba en la constelación de Capricornio. En la actualidad este hecho sucede en la constelación de Ofiuco, pero el nombre Trópico de Capricornio se ha mantenido desde entonces.

En el Paso Kuiseb (Kuiseb Pass) hacemos un relax durante nuestra ruta hacia la costa. El paisaje se ha transformado, los amplios horizontes no son las planicies rotas por aisladas montañas que hasta aquí nos han acompañado, ahora se muestran infinidad de suaves colinas asentadas sobre fuertes desniveles, es como si todo el terreno estuviera sembrado de enormes tetas de tierra, pizarra y cuarcitas erosionadas. La visión que contemplamos solo es interrumpida por el enorme cañón que forma este gran rió seco, uno de los más importantes de todo el territorio namibio junto con el Orange y el Kunene.

Estos barrancos también tienen su enigmática historia. Dos pacifistas y notables geólogos germanos, Henno Martín y Hermann Korn deciden abandonar Alemania en 1935, ante los avances de las ideas nazis propugnadas por el fanatismo de Hitler; se instalan en Namibia, por aquel entonces administrado políticamente bajo la orbita de Gran Bretaña, ubicándose en la ciudad costera de Walvis Bay. Con el estallido de la segunda guerra mundial y ante el temor de ser recluidos por las autoridades inglesas en un campo de internamiento, como estaban haciendo los anglosajones con el resto de la población teutona; deciden huir, escondiéndose por estos barrancos en 1940. Aquí pasan más de dos años y medio, llevando una existencia primitiva bajo circunstancias indescriptibles, viviendo como los antiguos bosquimanos, subsistiendo de lo poco que les proporcionaba estos yermos dominios, escondiéndose de la policía y de la población local, ante la sospecha de ser delatados por los moradores indígenas de la zona, finalizando su aventura cuando Herman comienza a sufrir graves problemas de desnutrición y se entregan a las autoridades. La lucha por sobrevivir en el desierto la relata Martín en un libro dedicado a su esposa, publicado en 1956, Wenn es Krieg gibt, gehen wir in die Wüste (Si hay guerra, nos vamos al desierto), un año mas tarde se publica en ingles con el titulo The Sheltering Desert (El desierto protector), mismo titulo de la película dirigida por Reghardt van den Bergh, estrenada en 1992, en la que se narran las vicisitudes de estos dos robinsones en las proximidades del Namib.

Korn murió pocos años después en un accidente de trafico pero Martín, con los estudios desarrollados en Namibia y posiblemente en su exilio de Kuiseb, junto con los posteriores realizados en Sudamérica, confirmo la teoría de la existencia en remotos tiempos de un único continente en nuestro planeta…………el que ahora denominamos Pangea.

Uno se siente pequeño ante estos lugares donde nada habita. La nada, ese vacío, es la sensación primera al llegar este sorprendente desierto, su asombrosa y árida belleza, sin embargo te deja perplejo. Quien busque sentir una emoción áspera pero deslumbradora debe venir a este inhóspito rincón del planeta, uno de los escenarios más fascinantes del mundo. Una creencia de la tribu “nama” (Namibia), narra que su Dios creó los países con agua para que el hombre pudiera habitar en ellos, y los desiertos para que pudiera descubrir su alma.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

- Fish River Canyon y las Montañas de Aus (Namibia)

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Después de transitar el desierto de Kalahari, entramos en Namibia por su Este meridional. Franqueamos el paso fronterizo de Rietfontein - Klein Menasse cruzando a otro mundo nada parecido a nuestro inicio en Sudáfrica. Salvo el paisaje, todo es diferente, aquí se termina el asfalto, comienzan las rutas sin alquitrán y el polvo empieza a ser nuestro invitado viajero. En estas áridas planicies arranca realmente nuestro periplo por el sur del continente africano, por esa África austral, esa áfrica con sabor a negro, esa áfrica más autentica de la que hasta ahora habíamos percibido en nuestro recorrido por el país de Mandela. En total una ruta en camión de 7.820 km. por Sudáfrica, Namibia, Botswana y Zimbabue, visitando lugares y gentes de una singularidad desconocida para el “hombre blanco” que se interna por primera vez en estos vastos territorios.

La primera población que nos encontramos es Keetmanshoop, importante cruce de carreteras en medio de espacios prácticamente inhabitados. Por ella atraviesan la carretera que por el sur desde Ciudad del Cabo llega hasta Windhoek, la capital namibia y por el oeste la que desde Pretoria y Johannesburgo en Sudáfrica, cruza prácticamente todo el continente para alcanzar la costa Atlántica namibia en Luderitz. El colorido de la ciudad es sorprendente, no solo los edificios; sus gentes en animada actividad deambulan las calles en un ajetreo al que no estábamos acostumbrados en estas latitudes, algo que nos reconforta después de tanto paisaje estéril y tanto polvo.

En Seeheim nos desviamos al sur. La ruta aunque buena sigue polvorienta y bacheona, pero no dura mucho; en un punto indicado la abandonamos virando al Oeste, tomando dirección hacia el Fish River Canyon. La pista se convierte en una verdadera montaña rusa sobre la que transita nuestro camión por encima de una superficie de piedras. Una hora nos lleva recorrer los 20 km. que nos separan de la granja Gondwana Guest Farm, nuestro agradable alojamiento de esta noche. Partimos en Land Rovers hacia el barranco en medio de la soledad y aridez mas absoluta, de repente, al superar un repecho, ante nuestra vista aparece la enorme garganta. Se trata del segundo cañón más grande del planeta, solo superado por el del Colorado. El espectáculo es sobrecogedor e impactante, solo divisamos una parte de su cauce y es impresionante. El río corre abajo, encajonado entre grandes paredes, la desolación es absoluta y el silencio se hace oír. El Fish (pescado) desde su nacimiento en Khomas, próximo a Windhoek, discurre por desérticas planicies, no siendo hasta el final, justo antes de desembocar en el río Orange ya en la frontera con Sudáfrica, cuando su curso se encajona formando este espectacular cañón de 160 km. de largo, más de 500 mts. de profundidad y cuya anchura en algunos puntos alcanza los 27 km. dimensiones que nos dan una idea de su magnitud.

Descendemos caminando en busca del cauce y su corriente; matojos, piedras y aislados árboles de carcaj, forman el paisaje que nos acompaña hasta las transparentes aguas. Al retornar, el sol nos despide con otro más de esos atardeceres rojizos que estas tierras nos regalan a diario. Volvemos a nuestro albergue ya de noche, y entre el grandioso horizonte que imaginamos divisar no atisbamos una mísera luz, esto nos da una idea de nuestra situación en medio de la nada mas absoluta, sin un atisbo de vida humana alrededor, sólo desierto desparramado ante nuestra vista. Un cielo lleno de estrellas nos hace de techo, una fogata calienta la noche, la compañía, el silencio, …………. la velada es de las que guardas en tu interior, un entorno magnífico cargado de encanto.

Abandonamos este lugar en busca de nuevos territorios. Nos dirigimos hacia el Oeste camino de Aus, de nuevo un cruce de carreteras, un lugar donde se rompen esos amplios horizontes que nos han acompañado hasta aquí. Las Montañas de Aus, son formaciones graníticas muy erosionadas por la acción de los elementos meteorológicos a través de los tiempos, una especie de Pedriza madrileña con un cierto tono rojizo. Otro enclave mágico con el que nos regala estas tierras. De nuevo paseo, atardecer, velada y amanecer entre estas rocas que ocultan secretos. En Klein Aus Vista se encuentra el desfiladero donde se asienta  “Geisterschlucht” nuestro refugio del día; en sus proximidades hallamos los herrumbrosos restos “ametrallados” de un coche abandonado, se trata de un Hudson Straight de 1937. Existe la leyenda que de este vehiculo se utilizó por parte de unos ladrones de diamantes para huir de un robo perpetrado en la ciudad de Luderitz. Acosados por la policía hasta este recóndito lugar, aquí fueron muertos por sus perseguidores, comentándose entre los lugareños que los diamantes nunca fueron encontrados.

Aus es una pequeña localidad ubicada en la región de Karas, situada 125 km. al Este de Luderitz. Utilizada en 1915 por el ejercito sudafricano como campo de prisioneros para oficiales alemanes capturados durante la primera Guerra Mundial tras la rendición en la ciudad de Otavi (al norte del país, cerca de Ethosa) del ejercito germanófilo el 9 de julio de ese mismo año. El número de presos que aquí estuvieron recluidos hasta 1919 en que se desmanteló el presidio superó los 1.550, la mayoría de ellos ciudadanos teutones que nunca habían estado en el ejercito, siendo simplemente comerciantes o granjeros, a su custodia estaban dedicados a su alrededor de 600 guardias. Fueron alojados en tiendas de campaña a 1.500 mts. de altitud, lo que condiciona que en esta zona durante el invierno no sea inusual haya nevadas, por ello estos reos construyeron ladrillos, convirtiendo sus precarios alojamientos en casas. A finales de 1916, ninguno de los presos vivían en tiendas, además habían construido sus propias estufas de leña en las que podían cocinas e incluso vendían sus excedentes a los guardianes sudafricanos al precio de 10 chelines por cada 1000 ladrillos.
 
El ferrocarril construido a principios del siglo XX que antaño unía Keetmanshoop con Luderitz ahora termina en Aus. El trazado hasta la costa que ahora están intentando rescatar y ponerlo de nuevo en funcionamiento, esta tapado por las dunas y las arenas del cercano desierto del Namib. En la construcción de esta línea ferroviaria, los alemanes, asentados colonialmente en la actual Namibia (por aquel entonces África del Sudoeste), utilizaron prisioneros indígenas de las etnias herero y nama, durante las operaciones de exterminio trivial ocurridas entre los años 1904 y 1908, lo que denominaros guerra de los hotentotes (los holandeses habían llamado hottentots “tartamudos” a los negros nómadas de Namibia). Sirviendo estos métodos incipientes de aniquilación, como ensayos para lo que ocurriría mas tarde en Europa por parte de la Alemania de Hitler.

No muy lejos de Aus, 20 km. en dirección Oeste hacia Luderitz y la costa, encontramos Garug. Lugar que fue también una estación del ferrocarril ahora en desuso, y que en su día se utilizo para abastecer por tren de agua potable a Luderitz, pues en ella no había el preciado liquido y en este lugar semidesértico, había la suficiente como para abastecer a la incipiente ciudad de aquel entonces. Nos acercamos a Garug, no para beber su agua, si no para ver a los caballos salvajes del Namib, posiblemente los únicos equinos silvestres del mundo que trotan libres por el desierto.
Durante mucho tiempo corrieron distintas versiones sobre su misterioso origen, algunas teorías indicaban que eran descendientes de un semental propiedad del capitán Hans-Heinrich Von Wolf, dueño del castillo de Duwisib, próximo a la ruta del Namib. Otras defendían su procedencia de la caballería alemana Schutztruppe, abandonada por las tropas germanas tras su rendición en la población de Aus durante la invasión sudafricana de 1915 o incluso, que fueron traídos por guerreros indígenas Nama en su expansión al norte del río Orange. Sólo hace unos años las investigaciones han revelado que los antepasados de estos caballos fueron parte de la caballería de sudafricana, que habiendo establecido un campamento en las proximidades del Namib, sus caballos huyeron al desierto, al ser atacados por los disparos efectuados desde aviones alemanes al comienzo de la Primera Guerra Mundial.

En la actualidad la población total oscila entre los 150 y 200 huesudos y desaliñados animales, siendo su singularidad y el interés por visitarlos, su adaptación a la vida en el desierto en un espacio de tiempo extraordinariamente breve, adaptándose a las duras condiciones del terreno en las llanuras de Garug, abasteciéndose solamente de agua en el  waterhole (poza de agua), conservada fundamentalmente para ellos. Orinan menos que los caballos domésticos y pueden pasar cinco días sin beber agua, como si fueran camellos.

De aquí partimos para las zonas desérticas del Namib…………pero esa será otra historia.

martes, 22 de noviembre de 2011

- Baztán………otoño en el País del Bidasoa


Y nos fuimos a ver los colores de otoño al norte de Navarra, al País del Bidasoa, donde nace este río que por estas latitudes le llaman Baztán. Y vimos los colores es su máximo apogeo: ocres, dorados, rojizos…………verdes. Matices que resaltaban entre los tonos grises de cielos plomizos, pues el tiempo, esa variable impredecible no quiso favorecernos del todo, pero aun así pudimos percibir esos tonos que anuncian los próximos fríos invernales de estos valles donde comienza el Pirineo. Todos los años por estos plazos busco lugares para que mi vista se relaje de los tórridos tonos del verano y mi mirada se prepare para resistir el invierno con sus húmedos y mustios días, que aunque melancólicos son también llevaderos por mi espíritu. Y hasta estas tierras del norte Navarro me trajeron la llamada de las gamas otoñales, hasta estas tierras de montes redondeados, hasta estas lindes pirenaicas de suaves pendientes, hasta estos poblados vasco-navarros; donde la historia, la tradición y unas costumbres ancestrales han dejado una cultura y una forma de vida diferenciada del resto del país.

Por aquí se asentaron primitivos pobladores ya en el paleolítico, dejando muestra de ello por toda la geografía del valle, ejemplo de esto son las cuevas de Alkerdi y Berroberría, donde se encontraron pinturas rupestres y utensilios de hace 13.000 años. Descubiertas en 1933 por Norbert Casteret, afamado espeleólogo francés, más conocido por la gruta helada que lleva su nombre, próxima a la Brecha de Rolan en el corazón del pirineo oscense. También restos de estos pretéritos tiempos son: los dólmenes de Oiza (Elizondo), Sorginetxoa (Erratzu) y Uztanborro (Irurita), el monolito de Urdintz, el túmulo de Urlegi (Alkurruntz), el crónlech y el menhir de Iparla, así como el menhir de Soalar, que localizado en un jardín privado fuera de su asentamiento original, hoy está expuesto en el Museo Etnográfico Jorge Oteiza en Elizondo.

Los romanos a su paso por estos valles dejaron restos como el puente de Ohárriz, la mejor muestra de la presencia romana por estas tierras; la calzada de Belate, que unía Iruña (Pamplona) con Baiona, convertida mas tarde en uno de los pasos pirenaicos del Camino de Santiago; el puente de la Reparacea en Oieregi, románico pero de posible construcción romana en su origen o las minas de Aritzakun donde se cree que los romanos hallaron un pequeño yacimiento de oro. De esta época nos han dejado referencias escritas: los griegos Estrabón (primeros escritos que mencionan a los vascos y la calzada que unía Tarraco (Tarragona) con Oiasso (Irún) por Pompaelo (Pamplona) y el valle de Baztán y Ptolomeo que menciona la ciudad de Iturisa (¿Ituren o Iterrizokoa/Belate? – Santesteban), también el romano Plinio el Viejo señala en su “Naturalis historia” el puerto de Belate.

Al parecer estos valles escondidos del pirineo no fueron hollados por la invasión musulmana de Táriq en el siglo VI, así consta en el prologo del Fuero de Navarra, siguiendo sus habitantes al margen de la posterior razia islámica que se desarrolló en el resto de toda la península Ibérica.

Posiblemente pobladores baztaneses fueran los que junto con otros vascones, derrotasen en Roncesvalles al ejercito de Carlomagno en el año 778, batalla o escaramuza en la que murió Roldan, sobrino del emperador cristiano, dando lugar a la creación de la leyenda y al poema épico francés “La Chanson de Roland”.
Años más tarde en pleno siglo XI, corriendo el año 1025, Sancho Garcés III monarca del reino de Pamplona, estableció el “Señorío de Baztán” como distinción a Semén de Ochoániz, señor de Irurita, Maya y Jaureguizar. Y en 1132, según consta en un documento emitido en Sangüesa el rey Alfonso I es titulado rey de Baztán.

Al parecer Sancho Abarca (Sancho Garcés II) fue el que a finales del siglo X, otorgó al valle sus armas "un juego de ajedrez escaqueado de blanco y negro", tras su liberación por parte los "seniores" de Baztán, durante guerra con el Reino de Francia en la que fue hecho preso. Otra leyenda relaciona este escudo ajedrezado con la participación de los baztaneses en tiempos de Sancho VII el Fuerte en la Batalla de las Navas de Tolosa. Sea una u otra leyenda su origen, el blasón del Valle de Baztán se ha convertido en uno de los elementos inevitables de toda edificación baztanesa, en cualquier caserío nos encontramos con la imagen del tablero de ese noble e ingenioso juego medieval .

En 1397, Carlos III el Noble, rey de Navarra, declaró que los súbditos del valle "sean mantenidos en lur condiciones de fidalguía e infançonía". Por esta concesión  de hidalguía, todos los pobladores pueden usar el escudo ajedrezado en sus fachadas.

En la cabecera de estos valles encontramos también una referencia de la agonía histórica del Reino de Navarra. En Amaiur (Maya) quedan los restos de su castillo, donde se libro en 1522 la ultima resistencia de los navarros ante la anexión de Navarra por parte de la castellana y católica reina Isabel.  Fueron las ordenes del Cardenal Cisneros “ilustre” consejero de la reina, quien mando demoler este baluarte así como muchos más de la geografía navarra. Un obelisco recuerda estos hechos en la cima de la colina donde se asentaba esta defensa, desde la que contemplamos unas bellas vista del valle y de la aldea asentada a sus pies.

Durante en periodo comprendido entre los siglos XVII y XVIII, Baztán fue un gran proveedor de personajes ilustres a la corte de Madrid: militares, ministros, eclesiásticos de renombre, comerciantes, tratantes y hombres de negocio, se asentaron en la Villa y Corte. Uno de estos prebostes, Juan de Goyeneche, creo a las afuera de Madrid en 1709 un pequeño núcleo industrial al que denomino Nuevo Baztán. Hoy es uno de los municipios que conforman esta Comunidad, contando con más de 6.500 habitantes, algunos de ellos queridos para mí. Este baztanés de Arizcun en 1697 compra a perpetuidad la “Gaceta de Madrid” que con el paso de los años, en 1762 pasaría a convertirse en el “Boletín Oficial del Estado”, ese, que en próximas fechas pasará a ser protagonista de recortes sociales y avanzadilla notificada de la perdida del estado de bienestar………………..por loor de las urnas.

Pero no todo fue paz y progreso, Baztán fue escenario de numerosas acciones bélicas durante la Guerra de la Convención, la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas. Durante la primera de estas últimas, el infante Don Carlos, aspirante a la corona, entro a España por estas tierras, así como también por ellas salio camino de Francia escaldado tras sus derrotas, utilizando para su escape la frontera de Dantxarinea. En el trascurso de esta contienda, en 1835 fue incendiada por orden del General Espoz y Mina la población de Lekaroz, al haber sido esta población fiel a aspirante Don Carlos. Peña Plata en las lindes de Urdax y Baztán, fue el escenario final de la segunda de estas guerras sucesorias, el General Martínez Campos derroto a las tropas carlistas en las proximidades de estas cumbres en febrero de 1876.

Ya en el siglo XX, con la dictadura y el férreo aislamiento internacional, estas tierras fronterizas y sus gentes se convirtieron en habituales del contrabando, siendo esta actividad una de las frecuentes de sus pobladores, ideando las formas de eludir los controles, para de esta manera conseguir unos recursos añadidos a sus ingresos en aquella España tan áspera y gris de la posguerra.

Para acceder a estas tierras desde Pamplona utilizamos la antigua carretera que asciende hasta el puerto de Belate. Antes de llegar a su cúspide nos detenemos y caminamos por una corta vereda a encontrarnos con el santuario de Santa María de Belate, en su día fue monasterio y hospital de peregrinos jacobeos, en sus proximidades veremos restos de la calzada romana. Al descender dirigimos nuestros derroteros por las aldeas de Almanroz, Berroeta, Aniz, Ziga, Zigaurre e Irurita; encantadores pueblos llenos de encanto y sobriedad, compuestos por nobles casonas de estirpe y recios palacios. Esta ruta secundaria y al parecer no muy concurrida, pasa por el Mirador de Baztán, desde él que contemplamos la verdura de este valle, ahora alternado con los tonos cálidos y ocres de su vegetación. El gris del día que nos ha estado acompañando, en este punto nos regala unos rayos de sol y el pasaje se hace aun más bucólico y placentero a nuestra vista, el momento es casi mágico, la inmensa paleta de colores llena todo el espacio .

Partimos hacia Elizondo, capital del valle y centro neurálgico de la comarca. A uno y otro lado de sus riberas, su caserío partido en dos por el rió Baztán, extiende en sus orillas las calles de Jaime Urrutia y Braulio Iriarte. Son un pasaje a su historia; colmadas de vetustos casones y palacios, que conviven con establecimientos “fashion” irradiados de neón. Recorrer estas kaleras y atravesar sus puentes nos conduce a viajar por el siglo XVII, el que dio a esta comarca tanto esplendor.
Partimos hacia el norte, cruzamos Elbete, ascendiendo el valle nos detenemos en Arizcun recorriendo sus rincones repletos también de nobles historias, aquí encontramos la fachada barroca del convento de Nuestra Señora de los Ángeles presidiendo una plazuela.

Seguimos tomando a diestra el valle que nos llevará hasta el Puerto de Izpegui, donde unas ventas fronterizas nos dan la bienvenida y nos ofrecen vistas estupendas de los vecinos valles franceses que se encaminan hacia San Juan de Pie de Puerto (Saint Jean Pied de Port) capital de la Baja Navarra gala. En el descenso recorremos las callejuelas Erratzu, igualmente repletas de caserones y palacios, desviando nuestro recorrido hacia su barrio de Gorostapalo, para desde allí iniciar el paseo a la cascada de Xorroxin (chorro pozo en vasco), bucólico sendero que en no muy largo trayecto por la orilla del arroyo, nos dirige hasta el paraje donde las aguas se precipitan en una transparente poza. Nos acompañan en nuestro solitario recorrido esos tonos que hasta aquí hemos venido a buscar, la placidez es la constante y el sonido del caminar de las aguas es nuestra compañía.

Seguimos visitando aldeas próximas, ahora le toca el turno a Bozate, hasta aquí nos ha traído sus historias relacionadas con los “agotes” y el barrio donde estos se asentaron.
Los Agotes forman parte de los “pueblos malditos”, que junto con maragatos, vaqueiros de alzada, pasiegos y chuetas, habitaron y aun habitan nuestra piel de toro. Este adjetivo de “pueblos malditos”, no es atribuible a García Atienza del que yo he hecho uso; en documentos del Vaticano se les menciona con estos adjetivos a esos grupos de personas diferenciados del resto de los demás humanos. Se cree que estos habitantes marginados llegaron en tiempos pretéritos, pudiendo ser “godos” que huyendo de la invasión musulmana se refugiaron en estos recónditos valles vascones. La certeza sobre su origen se ha perdido en el tiempo, pero si que está documentada su marginación y sus diferenciados rasgos físicos del resto de los habitantes de estas tierras. Pío Baroja detalla a los agotes del área navarra de Baztán en su libro Las horas solitarias de la siguiente manera: ………. "grandes ojos azules o verdes claros, algo oblicuos, cráneo branquicéfalo, tez blanca, pálida y pelo castaño o rubio; no se parece en nada al vasco clásico"………. Poblaciones de características similares se ubicaban en el norte de Cáceres, en las comarcas de Las Hurdes y Las Batuecas.

Su nombre, “agotes o cagotes” proviene de su situación de acotados, de coto, porción de terreno cerrado y también recinto para albergar pobres, enfermos. Su separación del resto de la población, era debida a padecer en parte la lepra y el bocio, por este motivo fueron sentenciados por las leyes a permanecer aislados o acotados. Tenían que hacer sonar una campanilla en su recorrido para avisar de su presencia, no pasando en las iglesias por la pila de agua bendita, teniendo una propia para ellos. Estos lugareños “diferentes”, a partir del siglo XVI comenzaron a destacar en oficios y a ser considerados como personas muy laboriosas, hábiles en tareas mecánicas, cantería, construcción o música, además ser una mano de obra barata. Un destacado agote llegó a ser administrador de Bonaparte.

Partimos de esta aldea-gueto, pero muy próximo a ella, en el barrio de Ordoki, aunque algo separado de él, buscamos el Palacio de los Ursúa, cuna de Pedro de Ursúa, comandante de una expedición por el Amazonas en la búsqueda de “El Dorado” y asesinado durante la exploración por Lope de Aguirre (de este personaje ya he referenciado algo en otro articulo de este blog). Esta construcción cuna de uno de más rancios linajes de la nobleza Navarra, es escenario de mitos y leyendas. Cuenta una de estas, que un hijo de la casa Ursúa (familia próxima al Rey de Navarra) se enamoró de Juana, una joven y rica heredera. Se casó y el mismo día de su boda se enteró de que su esposa estaba embarazada de otro hombre. A la noche, antes de acostarse el señor de Ursúa dijo a su esposa de ir a orar a la ermita de Santa Ana, situada enfrente de la casa torre de Ursúa y propiedad de esta. Cuando la desposada estaba de rodillas rezando, su marido sacó una espada y la mató allí mismo. Antes de matarla el señor de Ursúa había ordenado a un criado de la casa que pusiera las herraduras al revés a un caballo y lo tuviera preparado. Después de matar a su mujer, este subió al caballo y se dirigió huyendo hacia la vecina Francia.

Después de recrear nuestras mentes con estas historias, nos encaminamos hacia el otro lado del valle; cruzando la carretera principal nos encaminamos a Alpizkueta, en donde visitamos su clerical frontón (se puede acceder a él desde el interior de la iglesia) y nos acercamos al barrio de Apaioa para admirar en la Casa Iriartea el escudo blasonado, del que aun se conservan partes de la policromía que antaño tuvo. Volvemos sobre nuestros pasos y carretera arriba nos acercamos a Amaiur. Entrando por su arco que nos da la bienvenida, recorremos su nobiliaria calle de casonas blasonadas con el inconfundible escudo ajedrezado y ascendemos hasta la cúspide de su derruido castillo. Desde este promontorio se divisa todo el valle y sus caseríos, una vista que nos recuerda los hechos ya relatados que en este lugar ocurrieron hace casi 500 años.

De aquí nos acercamos al puerto de Otsondo, desde el parte una carretera asfaltada que nos puede acercar hasta el monte Gorramendi, donde encontramos otra de las curiosidades de este valle. Aquí estuvo instalada una Base Americana, que para controlar el espacio aéreo los americanos del norte construyeron durante la guerra fría, en plena época del dictador Franco. Estupor y asombro creó en aquel entonces entre los habitantes de la zona, y no por las instalaciones, las causas del pasmo fueron los jeeps, nunca vistos en estas latitudes hasta el momento y sobre todo las gentes de color (negro) que tampoco eran asiduos en la zona……………y muy, pero que muy diferenciados de los rasgos físicos de los agotes.

En Otsondo atravesamos el pirineo y nos dirigimos hacia Urdax y Zugarramurdi, pueblos vecinos de Francia. Verdes valles de colinas redondeadas son su paisaje dominante, pero nos trae hasta aquí historias de brujas y aquelarres. Estas dos poblaciones junto con la aledaña de Sara en tierras galas, son afamadas por sus cuevas y cavidades: en ellas, sobre todo en Zugarramurdi, dícese, se realizaron ritos a favor de satán, aquelarres, y conjuros invocando al macho cabrio. Estos hechos, posiblemente reliquias ancestrales de ritos paganos que por estos apartados valles se perpetuaron a través de la historia de los tiempos, llegaron a conocimiento del Santo Oficio, también conocido como Santa Inquisición, interviniendo este tribunal en 1610, abriendo un proceso contra estas ceremonias, denominado “Auto de Fe de Logroño”. Este juicio es donde por primera quedan documentadas las distintas tendencias que sobre la existencia de la brujería había en el seno de la Iglesia y el mayor descrédito para esta santa institución represora. Julio Caro Baroja, antropólogo, fallecido a orilla del Bidasoa, gran conocedor de las costumbres de estas tierras y de la cultura vasca en general, nos ha dejado el legado de haber estudiado el fenómeno brujeril y en concreto el proceso de Logroño, del que como consecuencia fueron interrogados 1384 menores y mas de 300 adultos, culminando el juicio con siete brujas quemadas en persona y cinco en efigie. Visitamos y paseamos la oquedad causante de estas tropelías, continuando nuestra ruta baztanesa retornando sobre nuestros pasos.

En el Puerto de Otsondo una desviación a la derecha que indica Orabidea, nos conduce por una carretera pastoril salpicada de aislados caseríos. En las cercanías del punto kilométrico 15, muy próximo a  Irigoiengo Borda abandonamos el coche, y un camino marcado con pintura verde y blanca nos llevara en descenso hasta la Regata del Infierno (Infernuko erreka) y por su margen diestra hasta el Molino del Infierno (Infernuko errota), pasando por la pequeña piscifactoría de truchas de la Borda Etxebertzeko, esta borda- restaurante puede servirnos al regreso para saciar las necesidades de nuestro atormentado y vacío estomago, en verdad es un lugar recomendable para comer, los platos son caseros y la atención cordial………………..además esta alejado de cualquier sitio civilizado.
Desconozco de donde a estos lugares les viene el nombre de “infierno”, a mi más me pareció un verdadero “paraíso” de exultante de vegetación, un idílico lugar perdido en medio de las montañas. El sendero que nos conduce por la orilla del arroyo es una delicia para la vista a través  los colores verdes de los musgos y los ocres-rojizos de la hojas de las hayas, así como un gozo para los oídos con el cantineo de las aguas saltonas del arroyo que nos acompaña. El espectáculo de luz y sonido llega hasta el molino, construcción austera, situada en pleno cauce, aprovechando un desnivel del terreno, encima de una pequeña cascada que sirve de elemento motriz y ubicado en un sitio angosto y estratégico del regato que permite su acceso por cualquiera de las dos orillas.

Retornamos hacia el valle y cruzamos Lekároz, población donde las casas nos hablan de la historia de su quema en tiempos de las guerras carlistas, cuando fue incendiada y arrasada por Espoz y Mina. En la Casa Gortaria, podemos ver la inscripción que nos lo cuenta “esta casa se llama Cortari, se quemó el año 1796”. De nuevo en el Baztán, Arraioz tiene tres interesantes palacios: el de Jauregizahar en el lateral de la carretera, el Palacio Jauregia de Vicuña (junto a la iglesia) y el Palacio de Zubiria (al lado del río), y el único frontón de hierba donde aun se practica laxoa, ancestral forma de jugar a la pelota vasca. 

En Oieregi, las aguas del Baztán pierden su nombre para llamarse Bidasoa. Esta pequeña población difícil de pronunciar para los que somos mesetarios, tiene un exiguo caserío, está poco habitada, pero en ella encontramos el relajo del Hostal Bertiz, donde Kariñe, su patrona, nos da la bienvenida con su trato afable y dicharachero, una agrado de mujer. Este es el lugar que recomiendo para refugiarse al visitar estas tierras norteñas. En Oieregi encontramos el Palacio y puente de Reparacea, por el que podemos acceder al Señorío de Bertiz, hoy Parque Natural pero hasta mediados del siglo XX propiedad privada, lo que ha permitido mantenerla el margen de las explotaciones forestales que se han producido en su entorno. Hasta 1898 fue propiedad de la familia Bertiz, señorial apellido en estas tierras, uno de los cuales Juan José de Vértiz, llegó a ser virrey del Río de la Plata. La primera referencia documentada de este Señorío se remonta al año 1392. El lugar es un bosque autóctono de más de 2.000 Ha. predominando el hayedo sobre todas las demás especies. Se pueden recorrer sus senderos y visitar el jardín histórico situado a su entrada.

Desde este punto nuestra ruta deja Baztán y se introduce los valles que discurren próximos al Bidasoa. Las poblaciones que visitamos, aun con encanto no llegan al nivel de las que se hayan aguas arriba, con la excepción de Etxalar cuya traza urbana es digna de visitar y en donde podemos observar la mejor colección de estelas helicoidales de toda la zona, estas viejas lapidas funerarias están situadas en el jardín de la iglesia. Ascendiendo desde esta población por la carretera de Francia camino de Sara, antes de llegar al puerto de Lizarrieta, nos podemos acercar a ver las Palomeras, curiosa forma de caza por medio de redes que se viene utilizando en estos puertos desde el siglo XV.

Recorremos poblaciones como Santesteban con un cuidado e interesante casco urbano, esta localidad junto con Elizondo, son los lugares idóneos para poder tapear por la tarde en algunos de sus frecuentados bares. En Donamaria nos encontramos con la curiosa y redonda torre de su iglesia, así como el torreón Jauregia situado a las afueras. En Orrotz nos desviamos para conocer los bosque de hayas existentes en los embalses de Leurtza, a los que se accede por una pista asfaltada. De nuevo un encantador paseo por el sendero que recorre las márgenes de los dos embalses, caminando por encima de la alfombra ocre que las hojas de los árboles han dejado a nuestros pies, en un lugar declarado Área Natural Recreativa. Estos hayedos son el refugio de la rana bermeja, especie protegida que puede alcanzar los 10 ctm. y que por estas fechas comienza a desovar, en esta acción cada hembra puede llegar a poner hasta 3000 huevos.

Ascendemos y descendemos pequeños valles secundarios, admiramos las bellas vistas con las que nos regala Saldia. En Ituren, población famosa por sus carnavales, nos entretenemos en pasearla y sobre todo en agradar nuestro estomago visitando el Asador Altxunea, local más que recomendable para los que por allí paséis, atención y vitualla excelente, que más se puede pedir. En Subilla a la orilla del Bidasoa, encontramos la “vía verde”, un sendero habilitado para el ocio ciclo-senderil de lo que antaño fue el Tren Txikito (Elizondo – Irun), en sus orígenes (1888) convoy minero y después como ferrocarril de pasajeros que estuvo en uso hasta la noche vieja de 1956. Aun nos da tiempo a acercarnos a la Reserva Natural San Juan Xar, situada entre las localidades de Igantzi y Arantza, rica en tilos, fresnos, robles, avellanos y sobre todo carpes, donde encontramos en una cueva natural la ermita de San Juan Bautista. La creencia popular atribuye poderes curativos a las aguas “santas y milagrosas” que manan en este lugar y por ello los vecinos de las poblaciones cercanas dejan colgados pañuelos con los que se han remojado sus males; siendo estas curaciones más efectivas en la mítica, pagana y solsticia noche de San Juan.

Estos son los recuerdos y las sensaciones de una escapada por los lugares del Baztán, el municipio más grande de todos los que conforman Navarra. Donde el 80 % de la población habla euskera, un eusquera autóctono, nada que ver con el establecido en otras geografías vecinas. Una visita a sus ocres y plácidos paisajes de este templado otoño, a esa geografía norteña que nos agasaja con sus colores y su sobrio carácter. Unas imágenes más para guardar en nuestras retinas y de paso trasladároslas a los que veáis estas páginas.