sábado, 15 de mayo de 2010

- Wadi Rum..... el desierto de Lawrence de Arabia

Pincha aquí si deseas ver las fotos de "Wadi Rum" y si quieres verlas en pantalla completa pulsa en la tecla "F11"

Al sur del todo de Jordania, a no muchos kilómetros de Petra, próximo ya a la ciudad de Aqaba y en la linde de Arabia Saudí; esos limites creados artificialmente, fronteras uniformemente rectas que definen países, pero que no delimitan pueblos; aquí en medio de la nada esta el desierto de Wadi Rum. Un punto mas en un plano, una tierra estéril de las que abundan en nuestro planeta, una parte de ese Oriente no muy lejano a nosotros que ha estado olvidada hasta no hace mucho y que hoy es uno de los lugares más visitados junto con Petra de todo el reino hachemita, visitas como la nuestra de gentes multicolores que por un poco espacio de tiempo queremos llenarnos de toda su grandiosidad y árida belleza.

Wadi Rum es un desierto diferente a todos los que hasta ahora mis ojos han podido percibir, no son esas inmensidades de planicies pétreas o arenosas, Rum esta formado por una continuidad de alineados valles (wadis) arropados por formaciones aisladas de esbeltas montañas trágicamente erosionadas por el viento, verdaderos paraísos para los deportistas que batallan con la gravedad. Un lugar único por su áspera belleza y completa aridez, en donde sus orgullosas rocas no impiden dejarnos esa sensación de grandiosidad y soledad de este espacio al que hemos llegado y del que solo traemos referencias de su orografía y situación, así como algunas reseña historia o turística.

En la actualidad es un espacio natural protegido, al que hay que acceder a través de un Centro de Recepción, desde el que divisamos “Los Siete Pilares de la Sabiduría”, original montaña que debe su nombre al libro de memorias de Lawrence de Arabia.

Cruzamos la aldea de Rum, donde se termina la línea negra de asfalto, pasando a un mundo nuevo, casi fantástico, aquí es donde verdaderamente comienza el espectáculo, a nuestros costados enormes formaciones pétreas nos dan la bienvenida a esta naturaleza inerte, pero que estuvo habitada desde tiempos remotos como muestran los grabados y dibujos que en sus rocas encontramos. Transitamos por arenas de cambiantes colores que desde los púrpuras a los dorados, se extienden entre las moles rocosas hasta donde nuestra vista llega alcanzar, solo el cruce con algún otro Toyota que como nosotros ha llegado hasta aquí para llenarnos de esta grandiosidad, rompe este paisaje deshumanizado.

Nos dirigimos hacia las laderas del Jebel Khazali, en él recorremos un estrecho y corto siq (barranco) donde contemplamos los primeros grabados e inscripciones talmúdicas en las rocas, respiramos la soledad de la tarde, nada a nuestro alrededor nos molesta o estorba, todo lo que nos rodea es una paz sugerente que nos invita en esta hora de la tarde a acercarnos hacia unas rocas cercanas para ver en su esplendor como el Sol de estas latitudes se despide poco a poco del día, regalándonos unas vistas a nuestro alrededor únicas y unos instantes difíciles de olvidar.

Al rededor de una hoguera, una sabrosa sopa de lentejas y un apetitoso guiso de pollo con verduras, nos preparan para pasar la noche en uno de los campamentos perfecta y estratégicamente instalados en medio del desierto, el nuestro emplazado al abrigo del Jebel Khazali, en una situación privilegiada, mirando hacia el este y con unas vistas grandiosas sobre el Ghor al Ajram (Valle del Ajram) y las montañas que lo delimitan. Un lugar idoneo desde el que contemplaremos en noche cerrada como aparece lentamente la silueta de la luna y por la mañana nos riega con sus primeros rayos el astro rey.

Un nuevo día nos entrega su luz disponiéndonos a recorrer estas planicies rotas por las altas rocas, de nuevo al zarandeo del Toyota camino del pequeño arco rocoso de Rakabat al Wadak, al que ascendemos, seguimos por el valle hasta llegar a Umm Fruth, este puente es mucho mas grande y majestuoso que el anterior, lo trepamos hasta su vértice y descubrimos un panorama impresionante, a nuestros pies los wadis arenosos y en la lejanía las espectaculares formaciones rocosas que llenan el espacio hasta donde se pierde la vista.

Retornamos sobre nuestras rodaduras y tomamos ahora dirección norte hacia las proximidades del desfiladero Barrah, aquí nos detenemos a ver las ruinas de lo que los lugareños denominan Casa de Lawrence, solo un tapial en piedra al aprisco de una roca queda de la construcción; continuamos hasta llegar a las faldas del Jebel Annafishija, en donde admiramos la mejor colección de grabados e inscripciones talmúdicas y nabateas de toda la zona, camellos, formas humanas, pastores, cazadores y otras figuras de un estilismo y plasticidad asombrosas, las han datado de una antigüedad del siglo II a.C. siendo realizadas por camelleros de la tribu Thamud de Arabia Saudita, haciendo reseña a este lugar como paso obligado en la ruta de las caravanas. Un poco mas adelante nos detenemos en una enorme duna de un intenso rojo salmón, de la que disfrutamos un rato jugando entre sus arenas.

Partimos de nuevo recorriendo ahora el Wadi Umm Ishrin, arena y color, mas arena y mas color, las nubes hacen que este escenario se transforme en algo mágico, donde las paredes rocosas hacen de tramoya o bambalinas y en donde nosotros somos los únicos espectadores de esta obra sin figurantes. Los escarpes pétreos cambian los predominantes tonos rojizos según la luz que reciben dependiendo de la hora del día, condicionando un paisaje singular y único.

Pasamos por un pequeño poblado nómada de beduinos, situado a los pies del Jebel Rum (la montaña más alta de Jordania, con 1754 m.), para conocer lo que denominan el “Manantial de Lawrence”, este lo divisamos en medio del escarpe rocoso, fácilmente visible por la existencia en el lugar de un tupido árbol, como es lógico no muy abundantes a nuestro alrededor. Aquí en las jaimas montadas, mas para los visitantes que para su uso cotidiano; los autóctonos, que se autodenominan descendientes del profeta Mahoma, nos ofrecen un te elaborado a base de salvia y cardamomo entre otras hierbas, debiendo de reconocer que yo no muy aficionado a estos brebajes me supo especialmente atrayente.

Todo esto forma parte de esa naturaleza árida y dura que conforma este desierto, pero Wadi Rum es más, no se puede visitar esta zona sin disfrutar de su noche, su nombre lo dice Wadi Rum, Valle de la Luna. La oscuridad del ocaso da paso a un firmamento de estrellas como nunca había visto, el cielo se convierte en el techo de un espectáculo asombroso, que da paso a la salida de la luna por encima de las cumbres que nos rodean, solo nos acompaña el silencio, ese “sonido” que solo en los desiertos he sido capaz de percibir, haciendo que todo lo que te rodea sea mas próximo e intenso, teniendo la sensación de poder acariciar con la punta de tus dedos esos puntitos de luz que están en el firmamento.

Nos despedimos de este trozo de planeta con ganas de volver para poder dedicarle mas tiempo a recorrerlo, llenándonos de esas sensaciones que estas tierras yermas nos han producido y que incitaron a Lawrence de Arabia a escribir “Los Siete Pilares de la Sabiduría” en plena contienda mundial, allá por las primeras décadas del siglo pasado, dándonos a conocer este lugar, trasladándonos los misterios y las soledades del desierto de Rum.

“existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día... esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad”
Thomas Edward Lawrence

miércoles, 12 de mayo de 2010

- Saladares de Atienza y Sigüenza

Pincha aquí si deseas ver las fotos de "Salinas de Imón, Rienda y La Olmeda - Atienza, Siguenza (Guadalajara)" y si quieres verlas en pantalla completa pulsa en la tecla "F11"

La sal ha sido históricamente un elemento fundamental para los humanos desde la antigüedad, presente no solo en el agua que bebemos y en los alimentos que tomamos, necesaria para el buen funcionamiento de nuestro organismo y enriquecer al paladar lo que guisamos en nuestros pucheros. La sal ha sido, hasta el descubrimiento del frigorífico, el componente fundamental para la conservación de los alimentos, siendo objeto en tiempos pretéritos de monopolios, impuestos e incluso guerras, pudiendo llegar a ser un tipo de moneda; la palabra “salario” se deriva del pago en sal de trabajos realizados. Gandhi en la india utilizo la sal como forma de rebelarse contra el dominio Imperial Británico que tenia el monopolio de tan valioso mineral, por cierto el único que es comestible para los humanos.

Visto esto, no es de extrañar que desde las primeras civilizaciones, se buscasen sitios próximos a donde existiera para crear asentamientos estables, y en la zona en donde hoy nos toca hurgar la hay; el alto Henares, arropado por sus acólitos afluentes el río Dulce y el río Salado no se escapó de ello, concretamente este ultimo. En tierras altas de la Alcarria , entre las poblaciones de Atienza y Sigüenza, encontramos un verdadero rosario de explotaciones salineras, en total unas doce, que desde tiempos inmemoriales han sido utilizadas para obtener el preciado cristal.

La mas importante y extensa de todas estas salinas es la de Imón, de la que se cuenta que ya los romanos se proveían de ella. Hay referencias sobre su provecho en el siglo X, utilizándola los reyes de entonces para conceder prebendas a clérigos y nobles. Alfonso VI concretamente concedió en 1139 al obispado de Sigüenza su explotación, bastantes años mas tarde, en el siglo XVIII Carlos III, el rey alcalde, fue el verdadero impulsor y modernizador de este salar, obras de aquel entonces que aun hoy se mantienen en pie.

Fueron las de Imón no solo las mas importantes salinas de la zona, junto con las de La Olmeda, Gormellón, Bujalcayao y Carabias; eran por entonces la mayor industria de sal de toda la península, hasta la puesta en marcha las de Torrevieja en Alicante.

Para darnos una idea de su dimensión, abarcan una extensión de unas 12 hectáreas (unos 12 campos de fútbol), cuenta con cinco norias para la extracción de agua, de las que se conservan cuatro, existen tres grandes almacenes para la sal y enseres de mas de mil metros cuadrados cada uno, recocederos, calentadores y unas mil albercas donde se almacena el agua y donde se deseca para la obtención de la sal, de las que salían al año mas de 3.600 toneladas, un 7% de la producción de toda España en el siglo XVIII.

La obtención de sal en Imón finalizó en 1996, siendo abandona su explotación en el año 2002. Hoy lo que nos queda de aquellos años de intensa actividad son solo las ruinas de sus almacenes, pozos y secaderos desvencijados condenados al olvido, así como el abandono de acequias, canales y albercas que aunque se mantienen en mejor estado, no dejan de causarnos una sensación de desidia y dejadez. Hoy esta singular devastación, que sin embargo no deja de causarnos encanto al enseñarnos su desnuda hermosura, han sido declaradas por la Junta de Castilla la Mancha como Bien de Interés Cultural.

Una cancioncilla popular de la aldea nos deleita los oídos:

No hay carretera sin puente,
desierto sin arenal,
ni muchachita en Imón
que no tenga gracia y sal.

Imón es hoy una pequeña aldea de solo 40 habitantes, que sobrevive en parte de las instalaciones turísticas creadas por el interés de sus saladares.

Bien merece una visita sosegada este trozo de Alcarria, que además de sus laminas saladas de Imón, Rienda y La Olmeda, nos depara sorpresas como Riva de Santiuste donde los ojos, nos llevaran lejos la vista desde su altivo castillo de origen musulmán, o la pequeña aldea de Pozancos, situada en un estrecho valle, encontrándonos arropada su iglesia románica del siglo XIII, donde esta sepultado Martín Fernández otro Arcipreste de Hita, pero no Juan Ruiz el del “Libro del Buen Amor” del que no se sabe ni donde ni cuando nació, ni donde ni cuando murió y ni siquiera si era Arcipreste, al que algunos le creen enterrado en el monasterio de San Francisco de la capital alcarreña, pero nunca en Pozancos, como aseveran informaciones que he podido comprobar, faltas del mínimo rigor histórico.

También hay que recorrer las calles de Palazuelos, totalmente rodeado por sus más de dos kilómetros de muralla del siglo XV, que le hacen llamarse la “Ávila alcarreña”. Castillo y murallas fueron mandadas construir por Iñigo López de Mendoza, primer Marques de Santillana y asemejan en su estilo, solo en su estilo al de Manzanares el Real (Madrid). Muy cerca de esta población, tan solo a 1,5 km. encontramos una nueva y magnifica sorpresa, Carabias, pequeña población pero que acoge en su interior una iglesia románica del siglo XIII con un hermoso atrio porticado, único en toda la provincia, un lujo para nuestras vistas.

Al mismo tiempo invitaros a de recorrer la traza urbana de las siempre interesantes e historicas localidades de Atienza y Sigüenza, la primera con su auténtico sabor medieval en sus calles y plaza, de la del Doncel que decir, disfrutar de un paseo por sus empinadas calles a la sombra de su soberbio castillo.

Con el sabor en los labios de la sal regalada por esas tierras del norte de Guadalajara, medito sobre la vida de los que durante años acarrearon ese mineral a gran parte de las dos Castillas.

martes, 4 de mayo de 2010

- Flores y mas flores ............ Real Jardín Botánico de Madrid

Pincha aquí si deseas ver las fotos de "Jardín Botánico de Madrid" y si quieres verlas en pantalla completa pulsa en la tecla "F11"

Fue Felipe II quien ordenó construir el primer Jardín Botánico en Madrid estando este emplazado en Aranjuez, iniciativa que se desarrollo a instancias de Andrés Laguna, botánico, farmacólogo y medico personal del monarca. Persona interesada en su tiempo por la ciencia, bautizándose en su honor un árbol, la “lagunaria” conocido vulgarmente como “pica-pica”.

Posteriormente Fernando VI trasladó el jardín a Madrid, situándolo a orillas del Manzanares, en la Huerta de Migas Calientes, lo que actualmente es Puerta de Hierro y donde siguen existiendo hoy los viveros municipales. En él se calcula que podía haber unas 2000 plantas, fundamentalmente de la Península Ibérica, que fueron recolectadas por José Quer, cirujano y reconocido botánico de la época.

Carlos III rey de España, Nápoles y las dos Sicilias, el llamado “Mejor Alcalde de Madrid”; salvando las distancias con Don Enrique Tierno, los dos dignos de envida de nuestro adverso Gallardón (“excelentísimo” alcalde de la villa y corte, que nos esta dejando un agujero (económico entre otros) en Madrid superior al que se comenta de Grecia, pero del que los PePeros ni comentan); fue el que en 1774 y debido al crecimiento del situado a las orillas del Manzanares, ordenase su traslado al Paseo del Prado, entre el Gabinete de Historia Natural o Salón del Prado (actual Museo del Prado) y el Prado Viejo de Atocha (Atocha), quedando inaugurado en 1781. Resaltando éste nuevo eje de la ciudad, señorial y distinguido, donde se dejaban ver en sus paseos la gente guapa de la época. Se encargó su diseño al arquitecto real Francisco Sabatini y a Juan de Villanueva arquitecto del Prado y el Observatorio Astronómico, los dos construidos en sus inmediaciones; el talud existente el la zona se solventó con la ejecución de las terrazas escalonadas que hoy existen, ejecutándose también el Pabellón de Villanueva y la Puerta Real, situada en el Paseo del Prado y actualmente cerrada.

En los inicios del siglo XIX el Real Jardín se había convertido en uno de los más importantes botánicos de Europa, principalmente por las colecciones científicas que tenia depositadas y al trabajo de su director, Antonio José Cavanilles. Al mismo tiempo que desarrollaba su labor científica, el jardín era visitado durante la primavera y el verano por la burguesía madrileña proporcionando de forma gratuita plantas medicinales a sus demandantes.

La Guerra de la Independencia trajo funestos años al la vida del jardín, parece ser que otros menesteres atraían la atención de los gobernantes, el abandono y la dejadez dieron paso a su deterioro, solo el interés de su director Mariano de Lagasca, hizo que minimamente se pudiera medio conservar, intentando mantenerlo al nivel de las tendencias científicas que por aquel entonces suscitaban por el resto de la Europa ilustrada.

Siendo director del jardín Mariano de la Paz, se hicieron en 1857, importantes reformas que hoy todavía podemos ver, como son la terraza superior a la que se le confirió de un diseño isabelino, mas acorde con aquella época y la estufa fría o “estufa de las palmas” (invernadero), que aunque interesante, no es comparable con la que podemos ver en el Parque de Eduardo VII de Lisboa, mas solemne y grandiosa que la de aquí. También le dotó de un zoológico que doce años mas tarde se trasladaría al Retiro, convirtiéndose en lo que algunos conocimos como “La Casa de Fieras”. Hermosos recuerdos de niñez aun me traen ese oso loco y los libidinosamente activos monos, que en su enorme foso contemplaban mis infantiles ojos algunas mañanas de domingo.

La década de 1880 a 1890 también fue funesta para el Real sitio, en 1882 se le segregan los terrenos necesarios para construir lo que hoy conocemos en la plaza de Atocha como Ministerio de Agricultura. En 1893 se traza la calle de los libreros (popularmente conocida como cuesta de Claudio Moyano), producto de estas modificaciones son esquilmadas dos hectáreas de las diez que tenia en su origen y para colmo, en el año 1886 son abatidos por un enorme vendaval 564 árboles de un importante valor.

En el primer tercio del siglo pasado retoma la institución sus labores científicas, fundamentalmente en el campo de la micología (estudio de setas y hongos). Pasando en 1939 a depender del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, al que hasta la fecha forma parte. En otoño de 1942 es declarado como Jardín Artístico.

La falta de agua y financiación, generan en décadas sucesivas su penuria, abandono y declive, motivados por el desinterés del “régimen” y el desprecio de todo lo relacionado con la ciencia durante los años grises de nuestra reciente historia, esto provoca su deterioro y el cierre definitivo en el año 1974. Restaurado y abierto al disfrute publico en 1981, cuando los días se tornaron de nuevo a ser luminosos y coloreados, haciéndolo coincidir su reapertura con el II Centenario, en el que se inauguró su flamante nuevo invernadero, que seduce a los visitantes con su colección de cactus treidos de lugares tan distantes como son los desiertos de Namibia y Sudáfrica.

El actual diseño del Jardín tras la restauración iniciada en 1978, recupera su estado original neoclásico en las dos terrazas inferiores, manteniendo la terraza superior el diseño romántico de mediados del siglo XIX..

En 2005 se amplio el jardín en aproximadamente una hectárea, creando la “terraza de los Laureles”, con unas vistas espléndidas de todo el complejo, lugar donde esta ubicada la colección de bonsáis que a su salida de Moncloa, el ex-presidente del gobierno Felipe González donó en 1996 al Jardín Botánico, integrada esta en su mayoría por árboles autóctonos de la Península Ibérica. Desde entonces la exposición se ha ido ampliando, contando hoy en día con un gran número de variedades.



A lo largo de los más de sus 250 años de historia el Botánico ha participado en expediciones científicas de relevancia, siendo el depositario de los materiales recogidos en ellas, colaborando durante los siglos XVIII y XIX en campañas importantes como: la de Pehr Löfling al río Orinoco (Venezuela) (1754-1756), la expedición botánica de Hipólito Ruiz López al Virreinato del Perú (Chile y Perú) (1777-1788), el periplo de José Celestino Mutis en Nueva Granada (Colombia) (1783-1808), la de Juan de Cuellar a Filipinas (1785-1795), la Expedición al Virreinato de Nueva España (Méjico) de Martín de Sessé y Lacasta y José Mariano Moziño (1787-1803), la magnifica expedición científica por todo el mundo de Alejandro Malaspina (1789-1794), la expedición de Baltasar Manuel Boldo a Cuba(1796-1802) y ya en el siglo XIX la Comisión Científica del Pacifico (1862-1866), donde participó a instancias del Real Jardín el botánico Juan Isern Batlló.

El Real Jardín Botánico de Madrid cuenta en la actualidad con unas 5.000 diferentes especies de árboles y plantas de todo el mundo, gozando un muestrario de árboles exclusivos. Entre estos prodigios sobresalen algunos como el olmo del Cáucaso, cedros del Líbano, parasoles de China, árboles de Júpiter, el tejo, el almez, el madroño, el pino carrasco o el ciprés, considerado el ejemplar más antiguo del jardín, que alcanza casi la edad del mismo, y posiblemente el árbol mas fotografiado de todo el botánico, una palma Canaria. Aumentando el numero de sus visitantes cada temporada, llegando en el pasado año a los 400.000.

Entre sus colecciones destacan un herbario con más de un millón de pliegos, la biblioteca y el archivo, con cerca de 10.000 dibujos y 2.500 mapas. Destacando dentro de su labor didáctica los cursos y asesoramiento de micología (setas y hongos) durante los meses de otoño.

Recorrer este rincón, ya añejo de Madrid, aledaño al encantador paseo que conforma el del Prado, visitarlo en primavera cuando rabian por salir los brotes de sus plantas y las flores visten sus mejores atuendos, o en otoño cuando la paleta de color de sus hojas hace que nos deleitemos con sus matices ocres y las dalias nos sorprenden con sus vistosos colores, incluso resulta sugerente transitarlo un día frío de invierno, de esos en los que Madrid es cubierto por el regalo del manto blanco de la nieve, ........... es algo por lo que merece la pena vivir próximo a esta ciudad, que nos están convirtiendo en plástico, intentando quitarle ese sabor tan castizo y autentico del que Madrid no quiere desprenderse.