lunes, 29 de enero de 2018

- Wai-O-Tapu…… sus colores, Tongariro……. sus volcanes (Nueva Zelanda)

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Despidiéndonos de la población de Rotorua y su característico olor a huevo podrido (emanaciones de azufre) que nos ha acompañado permanentemente durante los dos días que por aquí hemos estado, nos dirigimos de forma irrefutable e incuestionable hacia el sur……. siempre al sur. 

Hemos entrado en una de las zonas sísmicas más importantes del país ya que Nueva Zelanda se asienta sobre dos placas tectónicas, la Pacífica y la Australiana, además de formar parte del cinturón de fuego del pacifico. La isla Norte y algunas partes de la isla Sur descansan sobre la placa Australiana, mientras que el resto de la isla meridional descansa en la Pacífica. Debido a que estas placas están continuamente en movimiento estos territorios generan mucha actividad telúrica, y donde estamos situados, el centro de la isla Norte, un pedazo de la corteza terrestre se está deslizando lentamente debajo del otro, lo que genera enormes cantidades de calor subterráneo activo y actividad volcánica, siendo en este lugar donde se ubica una potente meseta volcánica, con una fogosa área térmica muy activa. Sirve como demostración el poder observar sin mucha dificultad como sale humo de la tierra seca, así como ver lagunas de agua hirviendo, fuentes de barro burbujeante o géiseres que superan la veintena de metros en plena eclosión. Proporcionando esta actividad subterránea al país espectaculares áreas geotérmicas y relajantes aguas termales, además de proporcionar electricidad y calefacción a algunos lugares.  

Pero no es así todo el territorio, estando estas actividades geológicas centralizadas en lugares determinadas, sitios por donde las poderosas fuerzas interiores del planeta salen al exterior, siendo estos espectaculares espacios los principales polos de atracción de los visitantes que hasta aquí nos acercamos. A unos 25 km. de Rotorua se sitúa Waimangu, un valle hidrotermal volcánico generado tras la erupción del Tarawera en el año 1886, siendo por lo tanto uno de los pocos sitios de este tipo en el que se conoce la edad exacta del lugar. 

Wai-O-Tapu
Otro de los lugares interesantes que nosotros visitamos con gran interés es Wai-O-Tapu (Agua Sagrada en maorí), un serpenteante paseo entre vegetación recorriendo un verdadero espectáculo de coloridas aguas en medio de unos sorprendentes paisajes, que conforman uno de los parques geotérmicos más impresionantes y surrealistas de todo el país.
 
Ocupa una extensión de 8 kilómetros cuadrados, transitando por varios caminos que conforman un circuito, pasando por burbujeantes cráteres, lagunas de aguas con las tonalidades más sorprendentes: intensos verdes, amarillos, rojos, anaranjados, donde todo lo amarillo son depósitos de sulfuro, algunos barros muy oscuros contienen grafito y petróleo crudo, conteniendo las mas grisáceos sílice, las piletas de fondo naranja tienen una concentración muy alta de antimonio, y el violeta es manganeso.   
 
Todo esto conforma un espacio en medio de manantiales, fumarolas, bocas volcánicas de amarillo intenso (azufre) y así como piscinas de lodo y agua hirviendo, a los que se les han puesto sugerentes nombres: Champagne Pool (Piscina de Champange), Devil´s Bath (Morada del diablo), Rainbow Crater (Cráter Arco Iris), Thunder Cráter (Cráter del trueno) o Artist´s Palette (Paleta del artista). Un lugar imprescindible de ser visitado, y catalogado con algo de exageración como uno de los 20 espacios más surrealistas del planeta. 

En la zona, pero separado aproximadamente 1,5 km. del recorrido principal de Wai-O-Tapu, también se puede observar un géiser, el conocido como Lady Knox, pero más que un fenómeno natural geológico, es un espectáculo circense con su graderío y todo. Está programado para que eclosione a las 10,15 (hora exacta) todos los días, forzando su emanación con productos químicos y jabones a través de su embocadura. Un ejemplo más de esa naturaleza controlada de Nueva Zelanda. 

Camino del gran lago Taupo, y poco antes de llegar a su costa norte donde se sitúa la población también con el nombre de Taupo, nos desviamos para admirar como el desagüe de la gran lamina de agua (el lago más grande del país) que forma el rio Waikato, se estrecha en una especie de desfiladero, provocando unos potentes rápidos y una impetuosa cascada que se puede observe desde sus proximidades a través de unos senderos acondicionados. La catarata de Huka, se forman cuando el río, que normalmente tiene unos 100 metros de anchura, se estrecha por un desfiladero de poco más de 20 y por una caída de otros 20, por la se precipita un volumen de más 220.000 litros por segundo. Todo ello en medio de una frondosa vegetación y el intenso azul turquesa de las aguas, nos genera una sensación que se sitúa entre la serenidad y la fiereza. 
 
Nos dirigimos continuando hacia el sur hasta el Parque Nacional de Tongariro, la zona volcánica más importante y sugerente de toda Nueva Zelanda. Conforme avanzamos, observamos cómo va cambiando totalmente de escenario paisajístico, viendo los picos nevados que conforman este mágico complejo de cónicas montañas formadas por escorias y cráteres. Nos estamos acercando a la inmensidad de la naturaleza neozelandesa, lugar sagrado para los maoríes y el Parque Nacional más antiguo del país (cuarto en el mundo). Lagos color esmeralda, prados alpinos y fuentes termales, rodean los volcanes más grandes de la isla Norte, ofreciendo un ambiente de asombrosa diversidad, dentro de algunos de los paisajes más sugerentes y con mayor contraste de todo el país. 

Los incondicionales admiradores del la trilogía del "Señor de los Añillos" escrita por John Ronald Reuel Tolkien, y que posteriormente trasladó al cine el neozelandés Peter Jackson en el año 2000, podrán ver en estos paisajes las escenas más sugerentes de las películas. Pues se trata de los entornos donde Frodo y Sam encuentran a Gollum, siendo el volcán Ngauruhoe con su forma de cono, el que tuvo el honor de representar a la tierra de Mordor y Emyn Muil en la famosa trilogía cinematográfica de "El Señor de los Anillos", así como el lugar donde Frodo lanza el anillo del destino para que se funda en la lava. Un asombroso lugar para descubrir, donde nada hay que envidiar de la ciencia ficción, pues lo real cuando es llamativo e insinuante nos llega a impactar aun más intensidad.  

El visionar desde la carretera estas montañas al aproximarnos a ellas, ya es en sí un verdadero espectáculo, pues es, como entrar en otro planeta. Abandonamos las verdes colinas que nos han acompañado desde Auckland, comenzando a percibir un nuevo entorno de un intenso color naranja que nos puede llegar a enganchar.  

Estos territorios fueron cedidos a la nación por el jefe maorí Te Heuheu Tukino IV (Horonuku) en 1887; con el fin de prevenir la explotación de las montañas por parte de inmigrantes europeos; teniendo por aquella época 26 kilómetros cuadrados y estando comprendidos sus límites únicamente a los tres principales volcanes. Afortunadamente en las décadas siguientes el parque fue incrementando su extensión hasta los casi 800 km2 que hoy posee, habiéndose ganado el mérito de pertenecer a los lugares declarados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.  
 
Las montañas de este parque nacional tienen un profundo significado espiritual para el pueblo maorí. Trasladándonos una antigua leyenda, que el sumo sacerdote Ngatoroirangi se congelaba durante una tormenta de nieve mientras exploraba el Tongariro invocando a Hawaiki, la tierra natal polinesia de los maoríes, para obtener fuego. Su oración fue respondida a través del canal que ahora llamamos "Cinturón de Fuego del Pacífico" y la montaña hizo erupción.  

Los volcanes Tongariro, Ngauruhoe y Ruapehu (uno de los más activos del país)  se encuentran al final de una larga cadena de volcanes de 2.500 km. de longitud, bajo de los cuales se asienta la placa tectónica, provocando que sean muy activos, habiéndose producido su última actividad en agosto de 1012 cuando entró en erupción el Tongariro. Estos montes ostentan gran tamaño, y su perfil a 2797, 2291 y 1968 destacan sobre manera en el horizonte, siendo la belleza, el misticismo y la geología del Parque Nacional Tongariro, motivos suficientes para situar algunas de las escenas más impresionantes, dramáticas y claves en la historia del pequeño héroe Hobbitiano. Siendo exactamente las abandonadas laderas del volcán Ngauruhoe y sus alrededores (el camino utilizado por Frodo Bolsón en las oscuras tierras de Mordor) donde se realiza una de las más populares caminatas de montaña de estas islas de pacifico sur, el "Tongariro Alpine Crossing". 

Tongariro Alpine Crossing
Un sendero que atraviesa los surrealistas terrenos de las laderas de los tres volcanes, recorriendo sugerentes paisajes volcánicos a través de cráteres humeantes, rojas rocas, ríos de lava y lagos termales de aguas turquesas, así como bellas vistas del lago Taupo, las Kaimanawa Ranges y los montes Taranaki y Ngauruhoe, convirtiendo a este paseo en una actividad inolvidable.
 
Una de las experiencias inolvidables de la isla Norte y uno de los mejores trekkings de toda Nueva Zelanda, al que se le calcula en 70.000 el número de excursionistas al año que lo realizan cada verano. 
 
La ruta discurre entre volcanes ofreciéndonos unas vistas increíbles, pudiéndonos asomar al cráter rojo, ver antiguas coladas de lava, pasar inigualables por lagos de intensos y desiguales colores, cruzar llanuras donde nos llevará el viento y hasta atravesar un bosque por el que es mejor no parar por si nos arrastra el agua. Todo esto en un sólo día, recorriendo los 20 km. por una senda que nos llevara entre 5,5 y 7,5 horas, con dos fuerte repechos. No siendo de excesiva dureza pero sí que algo exigente, ya que casi hay que superar los 1.000 m. de desnivel con un perfil piramidal, donde el mayor esfuerzo se encuentra a mitad del trazado, transitando por terrenos bastantes activos geológicamente, toda vez que desde 1839 en sus alrededores ha habido unas 70 erupciones (siendo espectacular la de 1995).

 
El punto más alto es el Cráter Rojo a 1.886 m. que formado hace 3.000 es lugar con espectaculares vistas del valle de Oturere, el desierto de Rangipo y las sugerentes lagunas Esmeralda (Emerald Lakes) a nuestros pies, a las que deberemos dirigirnos en fuerte y escabroso descenso, durante el cual nos alcanza el fuerte olor a azufre producido por los minerales que emanan de sus aguas verde-amarillentas. La última lámina de agua antes de empezar el descenso definitivo es Laguna Azul (Blue Lake), de aguas calmas, frías y ácidas. El sendero zigzaguea hacia el refugio de Ketetahi que divisamos bajo nosotros, y como el día es bueno vemos en la lejanía el lago Taupo de fondo y el lago Rotoaira en primer plano, ya solo nos queda algo más de una hora para finalizar nuestro recorrido por estas descarnadas  y ásperas tierras.  

Hemos realizado una original travesía por estas latitudes, que sin querer comparar; pues caeríamos en el eufemismo de "para los gustos, los colores"; con la Ruta de los Volcanes" de nuestra isla La Palma, nos introduce a los paisajes de las "Crónicas Marcianas", que allá por los años 50 del pasado siglo nos trasladase en sus escritos el americano del norte Ray Brandbury.  
 
Con la silueta del monte Ruapehu entre la luna al atardecer, nos dirigimos a la estación del ferrocarril de la población de National Park lugar donde nos regalamos, en su elegante restaurante, con una merecida y agradable cena, regada con uno de esos sorprendentes (para bien) vinos blancos de por estas tierras. 

Madrugamos para continuar…….. siempre al meridión, camino de Wellington, la capital más meridional del mundo. Afamada por su pintoresco puerto natural y sus verdes colinas salpicadas con casas coloniales, y conocida también como la ciudad del viento. La capital de Nueva Zelanda es también un hervidero cultural lleno de museos, galerías, teatros y eventos importantes. Es además el centro de la industria cinematográfica del país. El director Peter Jackson o el actor Russell Crowne son dos de los wellingtonianos más conocidos. Su Jardín Botánico, al que se asciende en un chulo funicular y se desciende por un bucólico cementerio del siglo XIX, puede considerarse como el mejor de todo el país. El monte Victoria y el ambiente callejero de su centro histórico bien valen entretenerse un rato por ellos, antes de coger el ferri que cruzando el estrecho de Cook y el bello fiordos de Malbourough, que nos depositara en la población de Picton, ya en la isla Sur, pero eso ya forma parte de otro capítulo que verá su luz próximamente.
 
 

miércoles, 24 de enero de 2018

- Nueva Zelanda…… por los mares del Sur

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Perdidas en medio de los inmensos mares del pacifico sur, estas tierras situadas a tan solo 2.500 km. de las costas antárticas y a 2.000 de las australianas, estuvieron libres de la influencia humana hasta mediados del siglo XIII, cuando llegaros los polinesios a colonizarlas, denominándose desde entonces sus primeros habitantes "Maorís". Hawaiki es la mítica isla donde los polinesios sitúan su origen, relacionando su nombre con los de las islas Hawai‘i, o Savai’i, en Samoa, aunque Stephenson Percy Smith (1840 – 1922), famoso etnólogo neozelandés, en su libro Hawaiki, the original homeland of the Maori (1908) sugiere la localización de Hawaiki en Java. Siendo precisamente los maorís neozelandeses quienes todavía hablan acerca de haber llegado hace mucho tiempo, desde la isla Hawaiki que se estaba hundiendo, un inmenso y montañoso lugar al otro lado del agua. Las antiguas leyendas nos trasladan que la legendaria Hawaiki está situada al oeste, siendo el punto de partida desde donde se iniciaron las migraciones hacia otras tierras, entre ellas Aotearoa (Nueva Zelanda). Realizándose en siete barcas, siendo estas quienes fundaron las siete tribus originarias. Muchas culturas desde todas partes del Océano Pacífico hacen referencia a esta mítica tierra. Las leyendas de la Isla de Pascua hablan de Hiva, que se hundió bajo las olas mientras que los habitantes huyeron.  

Posteriormente, ya en los siglos XV y XVI, comenzaron a llegar los europeos con sus ansias de rapiña, siendo el holandés Abel Tasman y el británico James Cook de los primeros en acercarse a sus costas. El primeo de ellos, que llegó junto  su tripulación a finales del año 1642, solo le dio tiempo a cartografiar algunas costas y salir de najas, pues los indígenas querían comérselos guisados. Luego, ya en septiembre de 1769, llegó a estas islas el capitán Cook, quien ya con esa forma de hacer de los "británicos", vieron que había negocio y decidieron quedarse. 



Son el punto terráqueo más apartado de nuestras mediterráneas latitudes, tierras situadas justo en las antípodas de la Europa occidental a la que nos han adscrito, no pudiendo elegir otro lugar más alejado del planeta para viajar. Pues hasta allí hemos ido a colocar nuestras posaderas, y a que sean recorridos sus caminos por nuestras botas. Espacios muy diferentes a los de por aquí y no solo eso, nuevas forma de vida y de concebir el mundo, diferentes culturas y entendederas…… vamos, algo raros para nuestro razonar, pero buenas personas. 

Tierras australes impregnadas con las culturas de la norteña y fría Europa, que ocupada por piadosas y puritanas gentes, ha generado que sus poblaciones por lo general sean tranquilas, hasta el punto de poder llegar aburrir, pues esa forma de ser generada a través de sus normas, hace que a las 6 de la tarde en pleno verano austral y navidades, cuando aun es de día a las 10 de la noche, prácticamente todo esté cerrado y estén las calles inexplicablemente vacías, convirtiéndose sus ciudades en mortuorios paisajes urbanos. 

Estos dominios, aislados por el tiempo y la distancia, han generado una vigorosa naturaleza, que salvo por las enormes roturaciones de gran parte de sus poderosas masas forestales en la consecución de pastos para la potente cabaña de ganado que poseen (en un país de 4,750.000 habitantes, hay unos 10, 5 millones de cabezas de ganado bovino, y unos 50 millones de ovejas pastan en sus tierras, produciendo carne y lana de alta calidad). Naturaleza que se siente bien cuidada, diría que en exceso, pues para mi gusto esta expresión de la pureza del planeta no tiene que estar tan dispuesta al gusto del consumidor, ni estar envuelta en papel de celofán con lazo rosa……… son simples exageraciones metafóricas mías. Pero si que algo de ello hay: excesos en las señalizaciones de las aéreas, excesos en las pasarelas de los caminos, de las barandillas, de los servicios sanitarios (retretes) en plena natura………. todo milimetrado, medido, controlado………. sin ningún margen a la perdida y la aventura…… todo típicamente "sajón", limpio y pulcro. 

Con una superficie total de 267.000 km2. equivalente a la mitad de España, estos territorios están conformados por dos grandes islas, a las que se conoce como "Norte" y "Sur", fácil por lo tanto su ubicación sin más explicaciones. Pero si que diferenciadas, tanto por su climatología; la del norte es más cálida y menos húmeda, la del sur mas lluviosa y montañosa; como por su demografía; la del sur, aunque más grande, está la mitad de deshabitada. Así como por la actividad volcánica y telúrica, siendo importantes estos movimientos sísmicos en la isla septentrina, y poco llamativos en la isla del meridión. 

Este es el país que hemos decidido recorrer este año durante casi un mes y que después, por avatares del destino, se prolongó algo más de ese mes previsto, pero eso ya lo contare algo más adelante, en otro de los cuatro  capítulos previsto para estos insulares territorios. 



Comenzamos nuestro periplo por la isla Norte y su ciudad mas importante, que no su capital. Auckland (1.100.000 habitantes, la cuarta parte del país), es activa y cosmopolita, con una trama urbana de casas en baja altura como todo el resto de las ciudades del país, pero que aquí, quieren trasformar en el Manhattan de los Mares del Sur, por ello, si paseamos próximos al puesto, podremos comprobar cómo todo se centra en la construcción de altivos edilicios, que parecen competir unos con otros, no solamente en altura, sino también en los reflejos de sus cristales. Una mega-ciudad, pero que se deja pasear a esas horas de la mañana en el que el sol tiene una luz especial. Es en ella donde ya comprobamos esa actividad eruptiva de esta isla, visitando el Monte Eden, uno de los 48 pequeños y extintos cráteres volcánicos que existen en las proximidades de la ciudad, y que hoy han sido convertidos en espacios de ocio, recreo y naturaleza.  

En Nueva Zelanda es complicado comer decentemente, pero uno de los sitios que encontramos para hacerlo fue en esta ciudad y muy cerca del centro, de la Sky Tower y de donde estábamos alojados. Se trata de "Elliott Stables" en Elliott Street, 39 - 41, una especie de patio interior cubierto y con mesas, donde se pueden pedir cualquier cosa para comer o tomar, desde calamares fritos a salmón, hamburguesas y carne en trozo, ensaladas y pasta, bien regado todo de cerveza, en cualquiera de los 14 restaurantes que lo rodean. Un lugar agradable y no caro. 

Partimos hacia el norte, cruzando el puente de Auckland, y pudiendo observar su puerto marítimo-recreativo por el que la urbe es conocida como la "Ciudad de las velas". Y hacemos algunas paradas en playas y lugares de cierto interés por su ubicación, como es el caso de la reserva de Mangawhai Head, una loma cubierta de exuberante vegetación con unas sugerentes vistas de una hermosa y tranquila playa. 

Siguiendo nuestro recorrido por la costa este del Northland neozelandés el norte del norte, nos acercamos a la población de Whangarei donde, en sus alrededores realizamos, un bucólico paseo a la orilla del río Hatea y por un bosque de "kauris" (soberbios, interesantes y centenarios árboles de estas latitudes), hasta llegar a las cataratas Whangarei y disfrutar de su no menos agradable visión.

Llegando a la población de Paihia, donde dedicaremos un día completo para navegar entre las casi 500 islas e islotes que forman la "Bay of Island" (Bahía de las Islas), una gran área de unos 260 km2 (30 x2 0 km.) entre el cabo Brett y la península de Purerua, donde atravesamos el espectacular "Hole in the Rock" (Agujero en la Roca) en la pequeña la isla Piercy. Fue en esta bahía, donde el bizarro capitán Cook hizo escala en 1769 con su navío Endevour, pero dispuso no anclar mucho tiempo su barco, temeroso de la reacción de los maorís de la zona, temeroso de tener el mismo destino del explorador francés Marion du Fresne en 1772, que juntamente con 26 miembros de su tripulación fueron hechos muertos, sufriendo canibalismo. 

Conoceremos algo de la cultura maorí a través de un espectáculo folclórico-festivo, al visitar el lugar donde se firmó el 6 de febrero de 1840, en nueve hojas separadas y por más de 500 jefes maorís y los representantes del gobierno británico, el tratado de Waitangi. Hoy este documento es considerado como punto fundacional de Nueva Zelanda como nación. 

No muy lejos del lugar, parte un animoso sendero que tras recorrer la desembocadura del rio Waitangi y pasar por unos mangare, llegar en unos 6 km. hasta las cascadas Haruru. Un agradable paseo para terminar un intenso día. 

No nos da tiempo, ni está programado el visitar la punta más al norte y mágica de toda Nueva Zelanda, el cabo Reinga, de donde parten las almas de los muertos hacia Hawaiki, lugar de origen ancestral de los pobladores maoríes. Menos tiempo todavía para retornar por la inhóspita costa Oeste, recorriendo la solitaria Playa de las Noventa Millas y visitando los impresionantes y milenarios bosques de Kauris y la Kauri Coast,  no sé si lo que me queda por ver del planeta, me dará para volver a estos lugares de las antípodas…. dúdolo. 
 
 
Tomado ya definitivamente dirección sur y cruzando de nuevo Auckland, en un día gris plomizo y tristón que barruntaba lluvia, llegamos a Hamilton transitando prácticamente por valle del rio Waikato, el más largo del país con 425 km. de recorrido. Urbe fundamentalmente lechera, Hamilton no tiene el mayor interés, solo unos temáticos Jardines Botánicos, que ni siquiera son de los mejores del país, dedicando el poco tiempo disponible para comer algo y hacer una visita rápida a estos parterres. 
 
Continuando nuestro recorrido hasta la cuidad de Rotorua, donde entramos en plena zona geotérmica y volcánica, que se extiende desde la isla White hasta la costa de Bay of Plenty y el monte Ruapehu en el centro de la Isla Norte. Nada más entrar ya nos podemos dar cuenta de ello, observando cómo sale humo en las calles, entre las casas, en las vallas que separan a vecinos o en los parques en medio de la vegetación. Unos humos que nos parece como vapor de agua, pero que si que nos confirman que algo por debajo de la corteza terrestre aquí está ocurriendo. Rotorua, es una población agradable y bastante bien dimensionada, en la que se pueden recorrer caminando prácticamente sus lugares más interesantes: un curioso centro de conservación y reproducción de "Kiwis", donde conocimos a una mujer que nos supo trasladar su amor por estas pequeñas y frágiles aves en peligro de extinción, el bosque de Whakarewarewa con sus introducidas y potentes secuoyas rojas o secuoyas de California entre las que paseamos, su Centro Urbano (administrativo y comercial), el bonito edificio donde se sitúa el Museo (del siglo XX, que está en restauración por un reciente terremoto) y las próximas calderas que emiten gases, el recorrido por la orilla del lago al noreste de la población o la interesante área termal de Kuirau Park a la entrada de la urbe. Y para terminar otro espectáculo folclórico-festivo maorí, con cena incluida (guisada o asada bajo tierra), pero con muy buen recuerdo del condumio, estaba bastante buena.
 
La próxima entrega por tierras neozelandesas estará dedicada a las zonas geo-termales de Waimangu y Wai-O-Tapu, así como a los volcanes del Tongariro y su afamado trekking "Tongariro Alpine Crossing", que seguro os gustarán.