lunes, 11 de noviembre de 2013

- Bárdenas Reales - Piskerra y Rallón...............en el desierto de Navarra

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Enormes detonaciones a pocos metros de nosotros nos hacen despertar, andábamos acampados a los pies del Piskerra, bombas y bélicas explosiones, seguidas de ráfagas de ametralladora, se repitieron una y otra vez durante un buen rato. Por un momento creímos estar en una gran batalla, en medio de ese "Territorio Comanche" que Pérez Reverte nos relató en su novela, pero no, despertábamos en Las Bárdenas Reales hace 24 años, a los pies de sus escarpados y erosionados "cabezos", y a un centenar de metros del campo de tiro del Ejército del Aire. Hoy un cuarto de siglo después, las cosas de la industria armamentística por estas latitudes no han cambiado. Aun habiéndose declarado estos parajes Parque Natural y Reserva de la Biosfera, las dianas siguen en medio de estos secarrales, aunque la actividad parece que ha menguado, será que también han llegado los recortes hasta aquí o que ya no nos visitan los Phantom de los USA. Es por ello inentendible para el racional humano que aspiro ser, plantearme cómo es posible la convivencia de espacios acotados al pacifico publico que quiere pasear aéreas como las del Rallón, La Ralla, La Gorra, Piskerra y la Balsa de Zapata durante los meses de cría de aves de rapaces, de Marzo a Junio; con la serenata de fuegos de artificio bélico por parte de los juguetes voladores de los militares, que practican su puntería durante todo el año probando sus obuses y misiles, algunos de los cuales, sin explosionar, puede visionar y hasta fotografiar, a lo largo de la pista que recorre el exterior del polígono militar, en aquella mi primera visita a estos enigmáticos territorios. 

Algunos años antes de aquel periplo, en diciembre de 1983 (ahora es cuando me he documentado), estas instalaciones militares fueron destruidas por un atentado de E.T.A. (Movimiento Vasco de Liberación según  el Aznar de 1998), en las que "los barbaros del norte" usaron 40 kilos de Goma 2, resultando heridos un teniente y dos soldados. Es curioso también saber cómo se decidió hacer este campo de tiro aéreo. Corría el año 1951, en plena carencia de la España franquita, José Daniel Lacalle Larraga, nacido en Valtierra, pueblo de las Bárdenas, militar de alto rango del ejército del Aire y más tarde ministro de Altos Vuelos, tuvo la feliz idea de proponer al dictador estos terrenos para en ellos practicar el "tiro con aviones", y así se hizo, pagando un arriendo anual por las 2.222 hectáreas de 20.000 pesetas anuales durante un periodo de 25 años, periodo que ha sido prorrogado una y otra vez, percibiendo en la actualidad 7 millones de €, que pasaran a ser de 14 a partir del año 2018.  

Curioso es también el hecho de haberse visionado dos fenómenos Ovni en aquel campo militar durante los primeros días del año 1975, y en el día de Navidad de 1980, volvió a repetirse el hecho de otro avistamiento en extrañas circunstancias. Estos expediente, bastante bien documentados, fueron desclasificado como secreto oficial durante la década de los 90 del siglo pasado por parte del Gobierno Español. 

Ganas tenia de volver a estos lugares, desde que los descubrí a través de los libros del vasco-francés Miguel Angulo, no había vuelto, y no mucho han cambiado de aquel entonces: El Centro de Interpretación del Parque, algunos carteles indicativos.......y algo más de afluencia de los curiosos visitantes que ahora se acercan y que por aquellos principios de los 90, ni siquiera casi se sabía de su existencia. Pero los riscos, las cárcavas, la desolación de su desértico paisaje sigue ahí. Las barranqueras del Piskerra y los farallones del Rallón siguen allí, tan cual como estaban entonces. 

Situados en el sureste navarro, en la denominada "Rivera", el sur profundo de Navarra que recibe ese nombre por ser la franja de tierra bañada por la gran depresión del Valle del Ebro, se hallan estos territorio de paisajes singulares esculpidos por las lluvias torrenciales y viento, el desierto más grande del continente europeo, un lugar tan sugerente como extraño. En el que paradójicamente y a escasos kilómetros de estas yermas tierras, en Tudela capital de la comarca y visita obligada para todo comensal que quiera gustar la mejor verdura del mundo, se producen alcachofas, espárragos y frutas altamente codiciadas.  

En Tudela, es mi consejo hospedarse en el Hotel Santamaría, muy cerca del barrio viejo y las antiguas juderías, donde podemos por las noches tapear en sus tabernas de las que aconsejo: José Luis, Moncayo y el Bar Muskaria en el que durante 43 años han estado sirviendo chorizos de Logroño, pates y una buena selección de quesos. También debemos dedicar un tiempo a callejear por sus intrincadas y recoletas callejuelas. 

Las Bárdenas Reales es un territorio que ocupa 42.000 hectáreas entre Navarra y Zaragoza, con una altitud que oscila entre los 280 y los 650 mts.. Su clima se caracteriza por veranos tórridos e inviernos fríos, con largos períodos secos interrumpidos por esporádicas lluvias torrenciales, y la invariable presencia del "cierzo", ambos protagonistas y escultores de la mágica geografía de estos parajes. Ese viento penetrante que deseca cuanto barre con su vigoroso soplo, erosionando la piel de las Bárdenas, arrugando sus laderas, como arruga las curtidas faces de las gentes de estas austeras tierras en los lindes de Rioja, Aragón y Navarra. Ese aire constante que se ha encargado de tallar su riscos, creando dramáticos paisajes semejantes a los de otros países lejanos, donde cualquier imagen podría pasar por estar en el clásico Oeste Americano, de hecho aquí se han rodado unas cuantas películas ambientadas en él. 

En la denominada Bárdena Blanca, el perfil del horizonte se nos presenta con formaciones mesetarias de capas intercaladas de diferente dureza y porosidad al agua (arcillas, yesos y areniscas), formando cerros aislado denominados por aquí "cabezos". Cuando la veta inferior es de un elemento más blando o permeable, se erosiona antes que la franja superior, creando formas tan características como la del Cabezo de Castildetierra, emblema e icono de las Bárdenas. Los desplomes continuos de sus cárcavas, la escasa vegetación y las lluvias torrenciales hacen que el paisaje cambie a menudo, hasta el punto de que los arroyos varían su curso y las barranqueras crecen varios metros de una temporada a otra. 

Espacios que con las luces y las sombras de la tarde, junto a los cielos barruntando tormentas, le confieren aun más ese tono trágico a estos paisajes. Un reino de silencio, de limpios horizontes, de sorprendentes y fantasmagóricas formas, de profundos, secos y desgastados barrancos, de laberínticas cárcavas, de inaccesibles riscos con caprichosas aristas,......... un mundo casi mágico en el que la mano humana apenas ha dejado su huella, y que solo los elementos de la naturaleza han sido capaces de dominar y diseñar.  

Estos áridos territorios apenas han sido poblados a lo largo de la historia, aunque bastantes yacimientos arqueológicos encontrados en su interior confirman la presencia humana en la Edad del Bronce y del Hierro, pero sus condiciones extremas no han permitido que estos asentamientos prehistóricos hayan cuajado en núcleos habitados. De hecho su adversa condición propicio que sirviera de divisoria entre el Reino de Navarra y los árabes durante el comienzo de la Reconquista y frontera natural entre los valles pirenaicos, la depresión del Ebro y el Sistema Ibérico. 

La creación del reino de Pamplona primero y de Navarra después y la guerra por la recuperación de los territorios musulmanes, fue consolidando el hecho de que los las Bárdenas quedaran en manos reales, de ahí su nombre, y que fueran cedidos sus usos a diversas entidades," los congozantes". La ayuda en las batallas por parte de los habitantes de los valles pirenaicos del Roncal y Salazar, se vio compensada con el permiso real del uso de los suelos bardeños durante el invierno, para el pasto de los rebaños de ovejas de estos valles navarros. Otros de los privilegios reales eran: el aprovechamiento agrícola y ganadero, la tala de leña o el poder construir cabañas, algunas de las cuales podemos observar en nuestro recorrido por estos lugares, resaltando por si singularidad y simpleza la Cabaña de Pancho en las proximidades del Castildetierra.  No obstante, estas dispensas reales nunca fueron gratuitas, y las poblaciones que gozaban de estos derechos tuvieron que pagar tributos hasta principios del siglo XVIII. 

La anexión del reino de Navarra a Castilla no originó cambios en su organización. La propiedad se mantuvo en manos reales, siguiendo y ampliando concesiones anteriores. La carencia de peculios por parte de la corona para financiar los gastos de la Guerra de Sucesión, llevaron a las 22 entidades congozantes a ofertar al rey la entrega de 9.000 pesos a cambio de la cesión en exclusiva y a perpetuidad de la utilización y aprovechamiento de las Bárdenas, derecho que fue concedido por el borbón Felipe V el 14 de abril de 1705 previo pago de 12.000 reales de ocho o "pesos fuertes" de entonces. Es desde entonces que estos bastos terrenos son gestionados por estos usufructuarios entes. 

Las Bárdenas Reales carecen de núcleos urbanos, su vegetación es escasa y las múltiples corrientes de agua que surcan el territorio tienen un caudal marcadamente irregular, permaneciendo secos la mayor parte del año. Otra de las curiosidades, es que no están adscrita, ni pertenece a municipio alguno, al haber sido siempre una posesión real, propiedad que en la actualidad recae en la Comunidad Foral de Navarra. 

Las Bárdenas fueron en la Edad Media un extenso territorio casi inhabitado, escenario de asaltos, escaramuzas fronterizas y refugio para facinerosos y bandoleros de todo pelaje, a los que se perseguía desde unas pequeñas fortificaciones que se levantaron para proteger a los viajeros que se aventuraban por ellas. Esta situación condujo a una veintena de pueblos limítrofes de Navarra y Aragón a crear en 1302 una hermandad para defenderse. En uno de sus artículos podía literalmente leerse: “Que cogiendo a los malhechores in fraganti los ahorcasen, sin esperar orden del rey ni de la justicia”.  

La desmilitarización al termino de las sucesivas guerras, por las que nuestro país ha pasado a lo largo de su historia, y el hecho de que las tropas que en ellas participaban estuvieran habituados con el saqueo y el pillaje, hizo que muchos de los licenciados, al no tener otro oficio, se refugiasen en estos parajes para dedicarse al fácil arte del robo.

Hoy estos también "licenciados" de nudo corbatero grueso, camisa de cuello italiano y traje Armani, no usan trabuco, solo notas manuscritas de su puño y letra, sobres sin remite y dirección, billetes de 500, desconocidos "Porsches" maritales, mansiones en Pedralbes y cuentas en esos paraísos fiscales en los que todo vale. Que bien vendría ahora, si en vigor estuviera la ordenanza de esa hermandad de 1302, pero no para ahorcarlos, porque uno es humano y está en contra de la pena capital, si no para colgarlos por los "escrotos" en las farolas de las principales avenidas de la ciudad, sirviendo de ejemplo y escarnio público. 

El más temido de estos bandoleros bardeños de pretéritos tiempos, fue Sancho Rota (Sanchicorrota), considerado como “el rey de las Bárdenas”, al que acompañaba su banda de treinta salteadores a caballo, cuyas monturas calzaban las herraduras al revés para despistar a sus perseguidores. El rey Juan II, en 1452, organizó un ejército de 200 caballeros que cercaron su partida, pero antes de ser capturado se suicidó con su puñal. El cadáver fue mostrado por los pueblos, llevado a Tudela y colgado de una horca. Pero extrañamente no se usa su nombre para asustar a los niños, sino que goza de buena reputación, e incluso le llaman el Robin Hood bardenero, el Curro Jiménez de las Bárdenas, pues se comenta que robaba a los ricos para dárselo a los pobres y como señalan los cronistas “era muy cortés con los que robaba”. En el llano de La blanca, en un cerro cónico, se erigió una cruz de piedra en el lugar donde Sanchicorrota puso final a su vida... Una antigua y dolosa jota Navarra coreaba:

"Adiós, maldita Bárdena.
Me voy para no volver..."
 

Pero Sanchicorrota no fue el único. También está el famoso bandido “Moneos”, que fue capturado tras robar una diligencia con un cargamento de merluzas (le localizaron por el olor del pescado). En 1590 ordenó el virrey formar una partida con 300 hombres de Tudela y 150 de Ejea de los Caballeros para capturar a una banda de 50 gitanos, mandados por Gaspar de Malla y su secuaz Bustamante, que estaban asaltando diversas zonas de la Ribera, aunque no dieron con ellos. También en 1657 una cuadrilla compuesta por bandidos de Novillas, Fustiñana, Azagra, Mallén, Borja y un francés llamado “el malo” asaltaron en las Bárdenas de Caparroso a once arrieros cargados de aceite, seda, azafrán y almendras. Cuarenta vecinos de Arguedas y otros tantos de Valtierra armados de arcabuces salieron en su búsqueda aunque sólo pudieron capturar a uno, quien confesó que se habían repartido el botín a partes iguales como buenos amigos. También fueron perseguidos José Fernández de Allo, alias “el trapo”, en 1688, y capturados Miguel Jiménez “el entendido” en 1666 y “el gordillo” en 1683. 

En 1657, entre Marcilla y la Venta de San Miguel, una partida de hombres con pañuelos en la cara y la ropa vuelta para no ser reconocidos asaltaron una diligencia que llevaba al delincuente apodado “mala cara”, robaron a seis portugueses que viajaban de Madrid a Pamplona y soltaron al preso “mala cara”. El botín robado fue de unos tres mil reales  y pronto detuvieron a “mala cara” y al “Pardillo”, mientras que el resto logró huir de la justicia: los hermanos Virto, Diego y José de Ayala, Juan Garrido “el fraile”, José Olloqui “Chupón”, un tal Heredia y un estudiante de cirugía de Corella llamado Pascual Mostajo, que era el capitán de los bandidos. 

En 1821 destacó Gabriel Marcuello “Páxara”, quien asaltó el Palacio de los Escuderos de Mélida, torturó y quemó viva a la dueña, doña Josefa Lapuerta. Tres de los asaltantes fueron capturados y su líder condenado a la horca y a descuartizamiento. Su cuerpo estuvo colgando tres horas, bajaron el cadáver e hicieron cuatro cuartos: la cabeza la metieron en una jaula y la expusieron en Mélida, la pierna izquierda se clavó en un poste junto a la Ermita del Yugo, mientras la otra pierna y los brazos se colgaron en Caparroso, en Muruarte de Reta y en Pitillas. Los nombres de sus secuaces que siguieron parecido destino eran: Clemente Salas “el manco de Blesa”, Vicente Serrano “Chandarme de Plou”, Baltasar de Gracia “el pusilador de Montalbán”, José Urtiles “el ruin” y Pedro Royo “el rayado”, quien antes de morir fusilado gritó al pelotón: “Hace mucho tiempo que debo la vida al rey, y ahora se la pago”. La información sobre estos pendejos esta sacada de la web "Curiosidades de Navarra". 

Al igual que la Sierra de Guara es el "nirvana" de los barranquitas, las Bárdenas es el paraíso de los ciclistas todo terreno (BTT), al que se desplazan cantidad de  nuestros gabachos vecinos para disfrutar de estas inhóspitas naturalezas. 

Nosotros nos hemos adentrado en ellas para recorrer uno de sus rincones más sugerentes, la zona del Piskerra y el Rallón. Para ello partimos de Tudela en dirección a Arguedas, a los 12,5 km. y poco antes de llegar a esta población nos desviamos a la derecha para introducirnos en el Parque Natural de las Bárdenas Reales. Por carretera asfaltada llegamos al Centro de Información y el Mirador de los Aguilares, poco después en un cartel informativo, dejamos el asfalto que nos llevaría hasta la entrada de la Base Militar y cogemos un desvió por pista de tierra que nos acerca hasta el aparcamiento del Castildetierra, pasando por la Cabaña de Pancho antes de llegar a él. Desde aquí continuamos por la pista que circunda el polígono de tiro, no cogiendo ninguno de los desvíos. A los 6 Km. de Castildetierra sale un ramal a la izquierda (pista del Caldero) a Carcastillo y 1.6 más adelante una pista en no buen estado que nos llevara hasta la cabaña de Piskerra, en este cruce es donde deberemos aparcar nuestro vehículo (mapa punto P). 

La pista recorre durante aproximadamente 1,5 km. las proximidades del Barranco de los Cambrones hasta llegar al Rincón del Piskerra, unos centrares de metros antes de la cabaña. Nos introducimos en los laberintos del Piskerra, hasta encontrar unas escaleras en parte ya destruidas por la erosión que nos ascenderán hasta la "caseta observatorio" (mapa punto 1), desde la que podemos tener una visión magnifica de toda la planicie donde se ubica el campo de tiro, a nuestros lados y espalda los barrancos y cárcavas que conforman los laberintos de la base del Piskerra, que se alza justo por encima de nosotros. Retrocedemos y buscamos el camino, para salir por una arista arcillosa hasta unos campos de cereal asentados en la meseta que se forma ahora a los pies del pico. 

La ascensión hasta su cumbre es lógica, solo existe un paso entre los paredones arcillosos que formas sus dos cumbres (mapa punto 2). A ellas llegamos y el panorama que visionamos a nuestros pies es como una fabula, forma parte de esos paisajes que solo podemos imaginar en los cuentos y en las películas fantásticas. El laberinto desde aquí se presenta tal cual: un entresijo de barrancas, aristas, y cárcavas enormemente erosionadas se extienden justo debajo de nosotros. A mi mente viene el que Dédalo construyera en Creta para encerrar al Minotauro, en el que no había salida  por donde escapar. También bajo nosotros El Hermanito, un capricho de la naturaleza que aquí encontramos, un apéndice de la cumbre, aislado y separado de ella por una decena de metros, como una seta arcillosa y alta de sombrero ancho, una nueva reliquia de la erosión que estas tierras sufren desde la noche de los tiempos. 


Descendemos justo por la parte contraria y rodeamos la montaña por el norte hasta el punto donde habíamos ascendido a la meseta, continuamos por ella, donde la mole del Rallón nos vigila durante todo el recorrido. Estamos en lo que denominan la Plana del Rallón, una planicie donde los campos de labor se intercalan entre los barrancales. Rodeando unos y otros salimos hasta la Cañada Real de los Roncaleses, que ni más ni menos se trata de un paso de los rebaños trashumantes con más de 1.000 años de existencia, toda vez que este eje nómada entre los valles pirenaicos y la Bárdena se viene usando desde el siglo IX o antes. Este trasiego de pastores venidos del Norte hacia la ribera del Ebro ha dejado su huella patente en la toponimia local, como en el caso de Piskerra, del euskera, Bizkarra, loma. 

Nos adentramos en el desfiladero de La Ralla, otro de los parajes singulares de la Bárdena, entre La Ralla y el Rallón, y por donde discurre la añeja cañada. Atajamos para coger la pista que nos llevara a la plana cima del Rallón (mapa punto 3), una meseta bastante extensa, perfilada por un sendero que la recorre en forma circular, pudiendo apreciar mientras caminamos por él parte del recorrido ya realizado, y el que nos falta por completar.  

El espectáculo se repite, las vistas vuelven a ser impresionantes, en la lejanía junto a la base militar los Tres Hermanitos, bajo nuestras botas un nuevo laberinto, a nuestro alrededor los paredones que complementan su cumbre, el Circo del Rallón y en el que divisamos parte de nuestro camino de descenso, la Arista Bonita o el Paso de los Ciervos (mapa punto 4), a la que llegamos tras desandar parte de nuestro camino. Un nuevo y mágico enclave de recóndito lugar, un paso natural y no muy complicado por una hermosa arista de arcilla que nos deposita a los pies del gran Rallón y en medio de su Circo. El sendero nos indica la salido del lugar, y bordeando por su base estos parajes recorridos, llegamos de nuevo a la Cabaña del Piskerra y a donde habíamos dejado nuestro vehículo.  
 
El albor de las primeras horas de la tarde nos despiden con esos contrastes que hacen que estos riscos aparenten esa majestuosidad de la que hemos disfrutado durante todo el día. Sus paredes se tiñen de ocres y sus cicatrices acentuadas con las luces y las sombras a la caída del sol, les confieren un carácter más fantasmagórico y trágico, estamos en un entorno irreal y fantástico, hemos caminado por los lugares más espectaculares de las Bárdenas Reales.