jueves, 21 de abril de 2016

- Morrocoy y Coro.... el Caribe Venezolano

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Volamos desde Santa Elena de Uairen, en la frontera brasileña y base para la ascensión al Tepuy Roraima, hasta Ciudad Bolívar, donde hicimos escala y pasamos una noche antes de nuestra nueva singladura aérea hacia Caracas para tomar camino al Caribe Venezolano. El colonial casco antiguo de la ciudad que lleva el nombre del "libertador"; llamada Angostura hasta mediados del siglo XIX, pues se sitúa en un estrechamiento (tan solo 800 m.) del enorme y ancho rio Orinoco; es interesante de visitar, aunque como cualquier concentración urbana de este país no es muy seguro, solo recomendable recorrerlo de día, a plena luz y con ojo avizor. 

Una vez llegados al aeropuerto Simón Bolívar de Caracas; que en realidad está en la población de Maiquetía a unos 50 Km. en la orilla del mar; nos recoge Leo (Lebsky Zamora) un apuesto y joven mocetón venezolano de negra, larga y bien cuidada cabellera, cual protagonista candoroso de uno de esos televisivos culebrones criollos que de vez en cuando llegan también a las pequeñas pantallas de nuestras latitudes. Más tarde nos comentaría que su origen era hispano, así como que su padre y tío fueron también protagonistas del secuestro por los años 60 del
fenómeno futbolista "blanco" Alfredo Di Stefano. Pero este sin formar parte de un serial de televisión, sino la pura realidad de la Latinoamérica de aquellos años, en los cuales las guerrillas populares luchaban por conseguir la libertad de unos regímenes pseudo-dictatoriales que se generalizaron por esta América sureña prácticamente desde que alcanzaron la independencia de España durante el siglo XIX. Este bonachón muchachote que nos trasportaba ya no formaba parte de esa historia, Venezuela había cambiado y ahora los secuestros se libran en gran parte por el aumento de la delincuencia social, motivada por las carencias de una población sin futuro, ¿nos suena esto ha algo?. Fue este fornido y lozano joven, quien nos cruzó en su todoterreno la peligrosa Caracas camino a Chichiriviche en el Caribe venezolano, alertándonos al atravesar la capital, de los riesgos de esta gran urbe para unos incautos y extraños foráneos como nosotros. 

Después de unas cuatro horas de viaje (algo menos de 300 km.) y de comernos unas buenísimas "arepas" (bocadillos venezolanos) por el camino, llegamos a la localidad de Chichiriviche, que para nada tiene nombre de novelón sudamericano, pues en ellas suelen llamarse Santa Rosa o Santa Marta. Ya era atardecido y Leo (que además de conductor practica la escalada y hace de guía "Cattleya Tours"), motivado por nuestra candidez, no se marchó de nuestro lado hasta que no hubimos conseguido un alojamiento decente, el cual lo encontramos en el Hotel Caribana, muy recomendable para esta marinera población. 

Acomodados, y ya en oscura noche nos dispusimos a buscar sitio para cenar, el día había sido intenso y nuestros estómagos nos lo demandaban. Frente al puerto había unos cuantos restaurantes, llamándonos la atención por su estilo (menos exótico que los demás) el "Txalupa", que elegimos para esa noche como para alguna otra. Nada más entrar nos sorprendió una fotografía en blanco y negro que colgaba de su recepción, no nos era extraña habíamos visto más
en nuestra época moza, y hasta lo habíamos vivido en nuestras carnes……….. ni más ni menos se trataba de una instantánea de unos "grises" (los policías del franquismo) dando palos a unos manifestantes, también había un cuadro tallado en madera con un emblema de tipo vasco. A ambas cosas, por aquel entonces sin dejarnos de sorprender, no las dimos mayor relevancia; cosas más extrañas hemos podido observar a lo largo de los periplos recorridos por el mundo y que acarreamos a nuestras espaldas, los que dedicamos nuestro tiempo a sobrellevar la sufrida vida del viajero; no siendo hasta años después cuando me di cuenta de la realidad del lugar que habíamos elegido para alimentar nuestro cuerpo en las cálidas noches caribeñas.
 
Fue aproximadamente hace un año, cuando en la prensa me sorprendió leer el nombre de la agradable población de Chichiriviche en la que habíamos pasado aquellos sosegados días allá por septiembre de 2010. Me sorprendió, porque no es muy usual que te lleguen noticias de por esas latitudes que no sean por críticas a sus gobernantes, a su excesiva peligrosidad o a similares y
maléficos designios……… o tal vez la noticia fuera por eso mismo. En ella se hacía referencia a la llegada a esa población de José Ignacio de Juana Chaos, en la que había fijado su residencia y donde regentaba una licorería (por cierto no muy alejada de nuestros lugares de paso). No sé bien si el susodicho etarra, en su huida o exilio, pues uno ya no sabe bien distinguir estos términos, había elegido esta población por lo idílico del lugar o por el grupo de amigos y correligionarios que por aquellas tierras tenía. Lo que sí que pude confirmar a través de las informaciones que me trasladaron la prensa de por aquí, es que a su llegada a la localidad le esperaba Xabier Arruti Imaz, propietario del Restaurante Txalupa, en donde cada tarde, desde la terraza del primer piso observábamos el atardecer entre dos luces, con la compañía de unas frías cervezas, algunas insulsas gambas y unos pescados con aderezo. 

Espero que esta confesión escrita, no llegue al conocimiento del ministro en funciones Sr. Fernández Díaz, y como si fuera "titiritero" me impute, aplicándome la nueva "ley mordaza" por colaborar con el terrorismo…… !que la condecorada Virgen de los Dolores me ampare!. Confieso señor "juez", que para nada participe en política por esos lugares, que lo único de esta actividad acaecido por aquellas fechas y en esta localidad de Chichiriviche, es que nos pillo la "ley seca" debido a unas elecciones de Chavez, teniéndonos sin beber cerveza tresssssssssssssss………….. días, creo que esto ya sirve como suficiente condena penal por los hechos cometidos. 

Por lo demás, Chichiriviche es un agradable y colorido pueblo, algo destartalado eso sí, pero ni más ni menos que otras localidades de por aquí, donde no sentimos ninguna inseguridad al pasear por sus calles en la noche. Tal vez fuera debido, a que al ser de origen hispano y frecuentar el susodicho restaurante, los malotes de la zona tuvieran reparos o temor a interferir con nosotros, pero eso es una reflexión a posteriori. La verdad es que nos encontramos muy a gusto en ella, disfrutando del relajo merecido tras las intensas jornadas vividas en la zona del Tepuy Roraima y en la Laguna de Canaima, además de ser un lugar donde prácticamente no hay foráneos, a donde acuden únicamente venezolanos. 

Durante los días que por este lugar estuvimos, nos dedicamos a visitar el marítimo Parque Nacional de Morrocoy y los cayos situados frentes a las poblaciones de Chichiriviche y Tucacas. Los cayos son un conjunto de once pequeños islotes solo accesibles en lancha, donde se hallan
las mejores y más hermosas playas venezolanas sin ninguna duda. De espectacular belleza, con una vegetación formada fundamentalmente por manglares y palmeras, están rodeados por finísimas arenas, cristalinas y poco profundas aguas, corales y peces de colores, viniéndome a la mente ese sugerente anuncio televisivo sobre los "limones salvajes del Caribe". 

Desde nuestro lugar de alojamiento nos acercamos, en temprana mañana, hasta el puerto a contratar un recorrido marinero para todo el día que nos llevara a recorrer algunos de los cayos más sugerentes (Cayo Varadero, Cayo Sombrero, Cayo Sal, Los Juanes, Cayo Muerto y Playa Mayorquina), así como algunas grutas costeras solo accesibles por mar: Cueva del Indio donde se observan petroglifos indígenas que nos trasladan el modo de vida de los oriundos venezolano, y la Cueva de la Virgen o de los Pecadores como también la denominan. Este lugar no puede ser más sorprendente y surrealista, estando repletas las oquedades de las paredes de su acantilado hasta donde llega la mano humana desde las aguas, de la más variada iconografía religiosa, fotos, carteles, santos, santones, vírgenes y no vírgenes, cruces, hornacinas………. hasta poemas escritos pudieron vislumbras mis ojos.  

Nos dirigimos a la población de Tucacas, la otra localidad desde la que se accede al Parque Nacional, para disponernos a visitar su zona meridional, acercándonos entre otras a la Isla de Pájaros en la Reserva de Avifauna Cure. Impresionante lugar donde se refugian entre sus manglares de tupida vegetación más de doscientas cincuenta especies diferentes de vistosas y coloridas aves migratorias, entre las que destacan un gran número de cócoras rojas, garzas, pelicanos, águila pescadora, flamencos rosas y el curioso macho de "fragata real", que infla su buche de intenso color rojizo cuando se encuentra en periodo de reproducción, una completa colección de tropicales aves, verdadero paraíso para los ornitólogos. 

Otro de los momentos surrealistas vividos en estas tierras fue el traslado en taxi hacia la ciudad de Coro, ya que nunca había montado en un Ford Lincoln del siglo pasado, el coche más grande y lujoso en el que yo haya viajado nunca. Es como si me llevaran en "limusina" con chofer y librea por la Quinta Avenida Neoyorquina, pero por una carretera con algún que otro bache de vez en cuando………….. la experiencia fue gratificante y cuando menos curiosa. Doscientos kilómetros a los que dedicamos unas de tres horas de recorrido por entretenida carretera, llegando a nuestro destino y encontrado como alojamiento el Hotel Miranda Cumberland, digno y bien situado. Frente a él se encuentra la Terraza-Restaurante "Estancia Da Doménico", confortable y tranquilo sitio donde cenar agradablemente, sin tener que buscar problemas. 

Santa Ana de Coro como así es su nombre, fue fundada el 26 de julio de 1527 por Juan Martín de Ampíes, convirtiéndose en la primera capital existente en tierra firme del continente Americano. Interesante en ella es recorrer su cuidado y colorido barrio colonial en el centro de la ciudad, que a pesar de los años y con construcciones de adobe de los de entre los siglos XVI y XIX está bastante bien conservado, habiéndole valido el titulo concedido por la UNESCO como Patrimonio de Humanidad. 

Calles empedradas, edificios religiosos, antiguos palacetes, un cementerio judío y hasta una cruz de madera elaborada con el árbol bajo el cual se fundó la población forman su original casco histórico. Lo que más resalta al visitante cuando recorre sus calles, es el colorido de sus edificios coloniales, los añiles contrastan con los carmesí, los blancos con los ocres, los verdes con los amarillos, todo ello junto con su
original estilo barroco, consiguen generar en toda ella una atmosfera de grata satisfacción mientras la recorres durante las luces diurnas. Pero ya al caer la tarde la ciudad se transforma, y esos vistosos colores se convierten en los tonos oscuros que nos traen a la memoria las turbadoras escenas plasmadas por Goya en sus inquietantes caprichos. Debido al interés por conseguir una figurita de D. José Gregorio Hernández, que trajeado en negro o blanco y con hechura del siglo XIX, había visto posada en su hornacina correspondiente en prácticamente la totalidad de las iglesias de todos los lugares visitados del país, cual se tratase de una virgen o uno más de los miembros del santoral, viene a mi memoria el que parase a un callejero policía indicándole mi intención por encontrar una "santería" en donde hacer mi adquisición, informándome el agente uniformado que apenas dos cuadras (manzanas de viviendas por allí) había una, pero que a esas horas de la tarde no eras lugar para foráneos como nosotros. Al final la figura del médico-santón Gregorio la conseguiría en una tienda de suvenires en el aeropuerto antes de partir de regreso.
 
Curiosos por conocer los lugares atractivos de los alrededores, contactamos con Roberto Stiuv propietario junto con su mujer Marnie de la posada "Casa de los pájaros", donde también se puede uno alojar en un ambiente grato y familiar. Roberto, arquitecto de profesión y especializado en la rehabilitación de edificios de la época colonial construidos en barro, nos hace de guía durante los siguientes días, trasladándonos al Parque Nacional de los Medaros de Coro, la Península de Paraguaná y a la Sierra de San Luis. 

Ubicados muy próximos a la ciudad de Coro, el istmo que forman los Médanos (formación de dunas) y que une tierra continental con la Península de Paraguaná (en tiempos remotos una isla), nos muestra un desértico paisaje de una singular belleza.

Declarados como Parque Nacional en el año 1974, son un inmenso depósito de arena que se desliza de forma continua por a la acción de los vientos alisios, que de este a oeste soplan modificando su orografía de continuo. Sus dunas, que en algunos casos alcanzan los 20 m. de altura, le dan la apariencia de un extenso desierto de unos 30 Km. de largo por 5 de ancho, como si de un pequeño Sahara americano se tratase. Bajo sus montículos, existen algunos restos precolombinos de antiguas calzadas indígenas, que a veces se pueden observar entre sus arenas.
Entrados ya plenamente en la Península de Paraguaná nos disponemos a recorrerla, no sin antes llamarnos la atención una señal de tráfico indicativa de peligro con la estampa de un burro, y efectivamente cantidad de estos asnos pacen a uno y otro lado de la carretera. Son animales ahora salvajes que debido a la modificación de los sistemas de trasporte han sido en tiempos abandonados por sus amos y ahora se reproducen en libertad completamente asilvestrados, una circunstancia que ha provocado enormes y funestos accedentes en esta carretera. Con la imagen predominante del Cerro de Santa Ana, visitamos alguna de sus poblaciones coloniales como la de Santa Ana (por aquí todo lleva el nombre de esta santa), sus pequeños, animados y coloridos puertos como el de Adicora, sus espacios plenos de naturaleza como Reserva Biológica de Montecano, las salinas de Cumaraguas o la laguna de Boca del Caño, y degustamos su gastronomía en una perdida "estancia" (quinta o casa de campo), surrealista y naif lugar donde los haya, como lo es su regente, un curioso, bonachón y ascético pintor.
De retorno y antes de detenernos nuevamente en los Médanos para contemplar caer la tarde, nos paramos en la capilla donde se rinde homenaje a las piadosas "Ánimas de Guasare". Lugar donde se encontraron en los años 40 algunos de los cuerpos de las personas que murieron de hambre y sed durante 1912, cuando se trasladaban a pie en busca de agua obligados por una terrible
sequia. Como todos los santuarios de estas latitudes, la sensación que genera su simple visión es como poco de sorpresa. Su espacio está repleto de elementos del más variado origen: notas manuscritas enmarcadas, oraciones, coloridas vírgenes y santones de todos los tamaños, fotos de bodas y familiares, así como objetos de lo más diverso y una tienda con merchandising del lugar, todo amalgamado rellenado sus paredes, sin faltar el lugar donde depositar las velas, en el que siempre hay algunas encendidas. Al contemplarlo, vienen a mi memoria algunos lugares similares de nuestra geografía patria, donde sus "propiedades" milagreras han hecho llenar sus paredes con encerados exvotos o "vintages" aparejos ortopédicos. 
 
Durante la jornada siguiente conducimos nuestros pasos hacia la Sierra de San Luis, mil metros por encima de la costa, donde la vegetación cambia sustancialmente introduciéndonos en un vergel de "bosque tropical húmedo". Mientras ascendemos contemplamos increíbles vistas sobre la ciudad de Coro, los Medaros y la Península de Paraguaná. Nos dirigimos hacia el antiguo Camino Real de los Españoles, un tramo todavía empedrado del que fuera en tiempos coloniales la vía de comunicación de la ciudad de Coro con los pueblos de la sierra. Entre exuberante vegetación caminamos un trecho por esta histórica ruta, accediendo a desde ella a las cuevas de Acarite y de Zarraga que se localizan en sus proximidades.  Más tarde nos acercamos hasta el Haiton del Guarataro, profunda sima o sumidero calcáreo que con sus de 305 m. de caída en vertical y 12 de embocadura, es la fosa más profunda de toda Venezuela.

De vuelta a Coro, solo nos queda pasear de nuevo por sus animadas calles intentando llenar nuestras retinas de sus vivos colores y nuestro espíritu de esos momentos vividos. Es hora de despedirnos de este maravilloso país lleno de naturaleza, de la que hemos podido disfrutar durante nuestro periplo por lugares tan sugerentes y mágicos como: el Delta del Orinoco, Laguna de Canaima y Salto Ángel, así como del ascenso al Tepuy Roraima. No sé que le deparará a estas gentes el incierto devenir, pero si les deseo a todos los que con nosotros convivieron durante esos días lo mejor………….. se merecen un futuro.

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