jueves, 10 de marzo de 2016

- Lofoten….. un trozo de Noruega en el Atlántico Norte

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Como si fuesen una continuación de la costa atlántica escandinava, las islas Lofoten, junto a sus vecinas Vesterålen, emergen a muy poca distancia en el norte de Noruega, siendo en realidad la prolongación de ese laberinto de fiordos que forma el litoral nórdico, quedando aisladas y rodeadas de un mar que las acosa permanentemente con sus turbulentas aguas. 

Rocosas y nevadas, situadas 150 km. por encima de esa línea imaginaria que marca el Círculo Polar Ártico, los míticos 66º 33' 46 '' de latitud norte, generando en cada uno de nosotros, que traspase ese trazo irreal e inicie un viaje por encima de esta latitud, un ligero hormigueo puro y sobrio, como lo son estas extremas tierras donde el invierno pertenece al dominio de la noche. Siendo en esta fría estación, en el que las jornadas se suceden sin que el sol prácticamente aparezca, cuando somos regalados con las verdosas y bailonas luces de alguna aurora boreal que atraviesan la irrealidad de estas eternas noches sin apenas fin. 

Salpicadas por pequeñas aldeas de los antaño humildes pescadores; que ahora en época invernal asemejan estar totalmente aletargadas, y que formadas casi en su totalidad por casas pintadas de un intenso y purpureo rojo, muchas de ellas construidas sobre palafitos situados unos cuantos metros por encima de la superficie del agua; son apodadas “el alma del norte de Noruega”. Nos ofrecen paisajes que cortan el aliento, creando una atmosfera casi irreal a lo largo de la orilla de su costa, donde el mar brilla con sus tonos azulados, verdes o turquesas, reflejándose en sus aguas las afiladas siluetas de sus altivos picachos. 
 
Impresionantes panoramas montañosos y solitarias playas, nos introducen en un sugerente entorno formado por altaneras paredes pétreas que cortadas a pico se sumergen casi verticales en el agua, como también sus rocosas costas que se elevan escasamente de la orilla generando un relieve de perfil suave y más calmado, siendo este contraste de su paisaje la curiosa uniformidad de estas marinas tierras. Generando pintorescos e irreales rincones, con idílicas ensenadas de minúsculos puertos, escondidas y coloridas aldeas o arenales marinos de difícil catalogación, que para los sureños que nos acercamos hasta aquí asemejan un mundo totalmente diferente a lo que habitualmente nos rodea. 

El nombre de este escarpado y encantador archipiélago procede del término “Lo”, que significa lince, mientras que la terminación “foten” significa pié, así pues, el pie del Lince. Estando formado por un rosario de islas de origen volcánico: Røst, Værøy, Moskenesøya, Flakstadøya, Vestvågøya, Gimsøya, Austvågøya e Hinnøya, así como pequeños islotes la mayoría de ellos deshabitados, que en hilera cual procesión de orugas se extiende hacia el suroeste, adentrándose en el océano como si de una auténtica muralla defensiva contra los vientos del oeste se tratara. Separadas de tierra firme por el fiordo Vestfjorden, sus espectaculares y graníticas montañas
asemejan al acercarnos hacia ellas desde la lejanía, los dientes de una gigantesca sierra emergiendo del mar, produciendo al vislumbrarlas desde la altura la sensación de contemplar un inmenso muro, denominado por algunas gentes como la Muralla de las Lofoten. 

Perdidas en mitad de la nada noruega, han estado por mucho tiempo prácticamente aisladas, viviendo recluidas, perdidas y alejadas de todo durante gran parte de su historia, siendo su relación con tierra firme complicada y mucho más durante los largos inviernos, forzados a una vida sumamente precaria, hasta las últimas décadas del siglo XX. Viviendo fundamentalmente de la pesca del bacalao, que cada invierno bajaba hasta estas aguas desde el mar de Barents, atraído por las cálidas aguas que la corriente del Golfo de Méjico se encarga de atemperar, generando un clima más moderado del que corresponde a estas latitudes. También de un comercio de subsistencia que forzaba a sus habitantes a ser prácticamente autosuficientes. La agricultura en estas condiciones de viva y en estos terrenos era casi un prodigio, al tener que hacerlo en suelos prácticamente rocosos bajo un clima extremo gran parte del año, tareas con las que únicamente se conseguía la pura subsistencia de la población. Incomunicación que ha forzado su propia personalidad y una cultura diferenciada de la del resto de sus compatriotas, generando a unas costumbres y modos de vida propios. 



Resguardadas bajo las cadenas montañosas del norte de Europa, acurrucadas tras la Laponia noruega e influenciadas por un mar que las rodea y que a pesar de castigarlas con una fuerza inusual les da esa vida tan peculiar y genuina, impregnándolas de una atmósfera propia. Estas islas son un compendio de la poderosa naturaleza que las rodea, un magnífico remanso de paz y sosiego, un lugar por descubrir escondido en unos de los últimos rincones más recónditos del continente europeo, territorio donde la naturaleza es la protagonista y donde poder sentir que casi se ha llegado al fin del mundo……….. el finisterre nórdico. Un maravilloso enclave también para los que nos gusta la fotografía como podéis observar en este video:  



En avanzada noche, esa hora en la que no sabes si estas en un día o en el siguiente, aterrizamos en la población de Bodø totalmente cubierta por la nieve. Ya amanecidos, descansados y bien desayunados, nos trasladamos a no muy lejano lugar para ascender con las raquetas de nieve hasta el mirador de Tuvlia, desde
donde se divisa el estrecho de Saltstraumen que separa las pequeñas islas de Straumen y Straumøya. Un canal natural de 3 km. de longitud y apenas 150 metros de ancho que conecta dos fiordos entre sí, zona donde se producen dos veces al día (cuando asciende y cuando desciende la marea) la corriente más poderosa del planeta, desplazando 400 millones de metros cúbicos de agua marina a una velocidad de más de 40 km/h. Asociada al legendario Maelstrom que ya nos relataran Julio Verne y Edgar Allan Poe a mediados del siglo XIX, genera remolinos de 10 m. de diámetro y 5 m. de profundidad, que resultan extremadamente peligrosos para las naves de pequeño y mediano calado que trascurren por sus aguas. 

Es una pena que el único ferry que une Bodø en la zona continental noruega, con Moskenes al sur de las Lofoten, salga a las 16,30 horas, prácticamente de noche en esta época del año. El espectáculo de irse acercando hasta es muralla natural ahora pintada de blanco debe ser
sobrecogedor, pero aun así, en la oscuridad con una esplendida luna llena como la que nos ha tocado, podemos observar nuestro destino para las próximas jornadas. En verdad la vista no defrauda lo que de ellas hemos podido informarnos y en invierno un añadido mas. 

Nos alojamos esta noche en el magnífico "Eliassen Rorbuer" (gracias Virginia), ubicado en la minúscula isla de Hamnøya, junto al mar y frente a la población de Reine. La noche no podía ser más provechosa pues fuimos regalados por la primera serie de "Auroras Boreales", que como bienvenida bailaron para nosotros sus danzas mágicas. El espectáculo de verlas sobre las agrestes y blancas montanas situadas por encima de Reine no creo que se me pueda olvidar en mucho tiempo. 

Después de esta onírica noche, nos despierta un malhumorado día en la isla Moskenesøya, la más meridional de las más grandes que componen este archipiélago. Decidimos dedicar el día a visitas protocolarias por sus
aldeas, para adecuarnos a este tipo de climatología, así como a conocer sus gentes y sus costumbres. Visitamos la encantadora Reine, donde entre copos de nieve y obstinadas nieblas nos tomamos el primer café de la alegría (el de las 10,30 de la mañana, que a veces se convierte en carajillo).  

Nos acercamos hasta la agradable aldea de Å (Å i Lofoten), la situada más al sur de todas las islas y donde termina la carretera que discurre por todas ellas. No es difícil localizar esta población en los anexos de los atlas……………. es la primera que aparece. 

Superada la pequeña población y puerto de Mølnarodden, comienza una serie de puentes y túneles que cruzan de una a otra de las islas que conforman este mágico archipiélago, elementos que se convierten en protagonistas de hermosa ruta que realizaremos durante los próximos días. Nos desviamos hacia la diseminada aldea de Fredvang a través de los llamados "puentes gemelos" para admirar el arenal de la playa deYtresand, y aunque el tiempo no acompañaba aprovechamos para comer algo rápido pertrechados bajo el techo de un área de picnic, donde comenzó a nevar de nuevo y con fuerte viento. Salimos de allí lo más rápido posible y paramos en la población de Ramberg para aprovisionarnos algo, en verdad que la tarde era desapacible. Ramber es famosa por su magnífica playa, pero el tiempo no estaba para eso, continuando ruta hasta Nusfjord. 

Visita imprescindible es esta minúscula población, con sus nevados peñascos que se precipitan hacia el mar, resguardando el pequeño y bien protegido puerto en forma de herradura, alrededor del cual se sitúan el reducido número de coloridos "rorbuer" de madera o casas de pescadores, que en tiempos eran usados durante la temporada de pesca por los trabajadores de la mar y que hoy sirven para alojar a viajeros, como es nuestro caso esta noche de nieves. Nusfjord conserva un interesante conjunto de este tipo de edificaciones originarias de finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. Habiendo resistido al paso de tiempo y sobreviviendo a incendios o elementos extraños de las construcciones modernas. 

Este complejo de edificios se ha conservado como unidad homogénea, habiendo sido declarado por la UNESCO "Patrimonio de la Humanidad como proyecto piloto para la conservación de estilos arquitectónicos", sin embargo no es cierto que Nusfjord esté en la lista del patrimonio mundial de esta organización como se asevera en algunas informaciones. Excavaciones realizadas por expertos arqueólogos han descubierto asentamientos del siglo V, que ha mantenido desde entonces su singular carácter pesquero y una bien conservada historia, quedando aún en activo la vetusta y curiosa tienda de su comercio tradicional. 

Encajada en su encerrado y coqueto fiordo, que la convierte en una dársena natural bien protegida, es visita de obligada en el recorrido por estas islas, siendo uno de las poblaciones más bellas y pintorescas. 

Gris plomizo y más nevado aun despertó el puerto de Nusfjord, mal presagio para realizar el recorrido con raquetas que ayer no pudimos realizar por lo complicado del día. Pero aun así nos arriesgamos y retornamos en la temprana mañana a la isla Moskenesøya para realizar la Ruta a Kvalvika, la Playa de las Ballenas, una de las tres playas consideradas como las mejores de las Islas Lofoten (Bunes, Horseid y Kvalvika), situadas todas en la aislada y agreste costa norte de la más meridional de estas islas, y a las que se accede hace únicamente caminando, siendo a la que nos dirigimos la más fácil de alcanzar, pues no dependemos de utilizar el ferry para comenzar el paseo como ocurre en las otras dos. Su arenal, dividido con la marea alta en dos partes, es bastante popular durante el verano, no siendo así con estas condiciones que hoy tenemos. Aun así nos arriesgamos, y esa intrepidez es recompensada con el regalo de los primeros rayos de sol de la jornada. 

Ascendemos por la nieve hasta un collado, desde el cual ya se comienza a ver parte de la playa, las vistas son de lo mejor, aunque algunas rachas de ventisca intentan castigar nuestra osadía, pero no logran vencer las ganas que el astro rey por regalarnos su luz en este día. El recorrido no es largo, más bien modesto, pero merece la pena asomarse a esta ventana marina entre picudos acantilados de granito grisáceo, hoy espolvoreados de blanca neviza, que se embuten en caída casi vertical en un mar de tonos esmeraldas y turquesa, para admirar el panorama de la potencia de este inmenso océano, donde la atrayente perspectiva de su entorno y el recogimiento que nos trasladan son justa satisfacción a nuestros esfuerzos por la ascensión. Su nombre le viene al haber estado habitada hasta comienzos del siglo XIX por una familia de cazadores de ballenas, quedando en la actualidad muy pocas y aisladas ruinas de aquel asentamiento. 

De regreso y continuando la ruta hacemos una parada para visitar la curiosa y original iglesia de Flakstad. Construida originariamente en 1430 el actual edificio data del siglo XVIII, habiendo sido levantado con madera traída de Rusia que sus habitantes intercambiaron por pesca, debiendo ser ese el motivo de su singular torre ortodoxa. Pintada de rojo para protegerla de la intemperie, es de la segunda en antigüedad del archipiélago, habiendo resistido desde entonces esta inclemente climatología.  

Salimos de la isla Flakstadøya atravesando el estrecho marino existente entre las aldeas de Napp y Lilleeid por el túnel de Nappstraum, de aproximadamente 1.800 metros de longitud, llegando a la isla Vestvågøya.

Dejando a nuestra derecha el museo Vikingo Lofotr, levantado sobre los restos de una de las mayores mansiones vikingas conocidas hasta el momento, nos desviamos a apenas un kilometro camino hacia Eggum. Donde al igual que en la cercana población de Unstad, sus casas ubicadas en un atrayente entorno al pie de altas montañas, están agrupadas tal y como debieron de estarlo en la Edad Media. Siguiendo la línea de costa hacia el oeste y a 1,5 km. de la población, se encuentra "Borga Eggum". Construida en piedra durante la Segunda Guerra Mundial, fue una de las primeras estaciones alemanas de radares del norte de Europa. Justo aquí se encuentra una Reserva Natural y una hermosa y agradable playa, que combina las arenas con las rocas y guijarros en medio del soberbio escenario montañoso, siendo este encantador lugar donde acampamos y vimos el Sol de Media Noche durante el viaje que realizamos en julio de 1998, recuerdos que vuelven a mi mente pasados estos años. Aunque en esta época invernal no suele tener mucha luz por su orientación norte, soliendo ser el viento un incomodo compañero. 

Ya metida la tarde, aquí en esta época las cuatro de la tarde ya en casi de noche, nos damos un corto paseo contemplando la inmensidad de la rocosa playa a un lado, y al otro el circo de picachos nevados con el lago helado a sus pies y una cabaña aislada, eso sí con un gélido y desagradable viento que hace bajar la sensación térmica. 

Desde este lugar se puede realizar una interesante caminata por la costa hasta el faro de "Gleivneset" (9 km. ida y vuelta). Pudiendo continuar hasta la aldea de Unstad (9 km.) siguiendo uno de los senderos más hermosos de los que se puedan realizar en estas costas.  

Recorremos ya con prisas los algo más de 50 km. que nos separan de la población de Henningsvær ubicada en la Isla Austvågøya, la más oriental de las Lofoten y de perfil tan escabroso y sinuoso que da la impresión de ser un conglomerado de islas sin conexión. 

También Henningsvær me trae recuerdos de aquel verano de 1998, cuando nos alojamos en un genuino, autentico y desvencijado "rorbuer", entre enseres y aparejos de pescadores, así como un intenso olor a bacalao seco. No se me va de la mente una pila vertical negra de hierro fundido donde nos lavamos por la mañana y de donde cogíamos el agua para cocinar, son evocaciones agradables y nada desdeñables, momentos vividos con gran intensidad……………. en fin otros tiempos. 

Con las montañas a sus espaldas y el mar de frente, Henningsvær es un pequeño e idílico puerto pesquero ubicado sobre varias islas conectadas entre sí, que al estar rodeada prácticamente de mar, es apodada como la Venecia del norte.  Con sus coloridas casas rodeando el puerto, elevadas sobre pilotes en el agua de su pequeña y casi encerrada ensenada, está considerada como una de las poblaciones más encantadora y pintoresca de las Lofoten. Un rincón singular que atrae a cuantiosos foráneos durante la época estival, y uno de los puertos más importantes y hermosos de la zona, pues la singular luz que caracteriza estas latitudes, la belleza de su entrono y ubicación, ha hecho seducir a cantidad de artistas que han decido asentarse en esta población. 

En pasados tiempos fue una dinámica población durante la temporada invernal con la pesca de bacalao. La prosperidad de estas islas en el siglo XIX, la convirtió en una de las más importantes localidades pesqueras del archipiélago, llegando a tener entre los meses de enero a abril su base en ella más de 6.000 pescadores hasta mediados del siglo XX.  Esos secaderos de pescado que durante nuestro recorrido hemos ido viendo por los alrededores de las distintas poblaciones, impregnando de ese olor tan fuerte y característico el ambiente, son en la población de Å y aquí donde más sobresalen. 

Con el cielo totalmente oscurecido, pasamos por Storvågan y Kabelvåg, divisando en esta última población, desde la ventanilla del vehículo, su enorme e histórica iglesia iluminada con las luces nocturnas que la hacen resaltar sobre la colina donde se asienta. 

Lo mismo nos ocurre con Svolvær, capital de estas islas, donde ni siquiera pudimos observar la roca "Svolværgeita" (Cabra de Svolvær), símbolo de la población. 

Llegados al camping Sandsletta, situado a orillas del fiordo Vatnfjorden (Lagos-fiordo) que desde la terraza de nuestra cabaña más bien parece un lago helado, solo nos da tiempo a reponer nuestros estómagos y partir para el cercano "Polar light Center" (Centro de las luces polares), en las proximidades de  Laukvik. En donde nos explican el maravilloso mundo de las Auroras Boreales, su formación y la forma de poderlas observar. 

Temprano en una nueva y fría mañana partimos para cruzar el estrecho de Raftsundet. La ruta: Laukvik - Fiskebøl - Digermulen, recorriendo toda la escarpada costa norte de la isla Austvågøya y la orilla oriental del estrecho Raftsundet, es verdaderamente impresionante, lástima que el reloj sea en esta caso un enemigo más que un aliado y no podamos realizarla.
Recorrer en su longitud los 20 km. del angosto "estrecho" de Raftsundet, con apenas 220 m. en su parte más estrecha, entre montañas de más de 1.000 m. vigilando sus orillas y ver en la margen contraria el aun mas ceñido fiordo Trollfjorden (fiordo del Troll), al que únicamente se puede acceder en barco, con unos 100 m. de anchura y las mismas altivas montañas en sus ribazos, es una de esas sensaciones inigualables que te dejan estas islas. Siempre hay que dejar algo por ver, es la señal de que habrá que volver, y esta visita pendiente, puede ser el acicate de un nuevo regreso a estas tierras, para recorrer estos lugares en el Hurtigruten (el Expreso del Litoral), que diariamente los recorre en los dos sentidos. 

Para poder conocer en toda su magnitud estas islas y sus maravillosos paisajes en invierno, puedes observar este video que nos sitúa en ellas como si estuviéramos allí, con sus sensaciones, sus brumas, sus montañas, su mar y sus pequeñas y coloridas poblaciones:



Con la vista puesta en las nevadas montañas de nuestro rededor cruzamos el estrecho Raftsundet por el puente Raftsundbrua, estamos ya en las islas Vesterålen (pincha aquí si quieres conocer estas islas), nuevos paisajes con nuevas experiencias y nuevas sensaciones……….. pero eso ya es otra historia para ser contada.

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