sábado, 19 de octubre de 2024

- Encinas de Camparañón…… el bosque magnífico

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No es ajeno a las entendederas de todo aquel que haya cruzado por el norte de Soria, que esta castellana provincia es un enclave fundamentalmente boscoso, lo que posiblemente no conozcan esas inquietas mentes que se atreven a arribar hasta estos señeros paramos mesetarios, es que esta tierra cobija la mayor masa forestal de España, contando con el pinar más extenso de Europa. Hallándose el 60% de sus algo más del millón de hectáreas cubiertas de masa arbórea (un 43% seria bosque denso), contrastando con el 37% de dedicación agrícola. 

Estando esta superficie arbolada aumentando progresiva y considerablemente desde los años 60, pasando de las 278.000 Ha. en aquellos años, a las actuales 447.000. Lo que equivale a incrementar en poco más de 60 años su superficie de bosques en casi un 61%, llegando, de los 87 millones de árboles a mediados del siglo pasado, a los actuales 250 millones en la actualidad. Habiendo durante el periodo reseñado un incremento notable de madera disponible, en gran medida debido a la gestión forestal y la prevención de daños fundamentalmente incendios.

 

Por todo ello los sorianos se sienten orgullosos, pudiendo presumir de poder contar con 7 hectáreas de monte por cada uno de sus 90.000 habitantes (0,4 Ha. por persona en el cómputo general del país), el equivalente a casi 2.800 árboles por habitante. No es por lo tanto extraño que los pobladores de estas tierras cuiden sus bosques, siendo una de la provincias que, aun con más masa forestal, tenga un ínfimo nivel de incendios. Siendo la motivación de esta ventura, una cultura de protección de los bosque que pasa de generación en generación, así como el generalizado sentir que los montes arbolados históricamente han sido y son de son de ellos y no del señor marques de turno.
 

La existencia de árboles fosilizados en estas tierras nos permite atestiguar que la presencia de coníferas en esta zona data por lo menos del cretácico inferior, llevando más de 120 millones de años en estas tierras, formando parte de su historia natural y hasta humana, pues sus habitantes en gran parte se han servido de estos bosques para generar su hábitat y hasta su economía.

 

Del total de la superficie forestal arbolada de Soria, un 51% corresponde a bosque de coníferas, un 39% a arbolado de frondosas y un 10%, bosques mixtos. Correspondiendo de los mencionados 250 millones de árboles, 116 millones a las coníferas: pinos o sabinas, y 134 millones a frondosas: chopos, hayas, robles pero sobre todo encinas, siendo a estas últimas a las que quiero dedicar estos párrafos. Siendo ella “Quercus ilex” la especie con mayor número de integrantes, ascendiendo en nuestra provincia hasta los cerca de 66 millones de elementos, suponiendo el 27% del total de árboles de la provincia.
 

Conocida comúnmente como carrasca o chaparra, la encina es un árbol perennifolio (de hojas perennes) propio de las regiones mediterráneas. Mantiene generalmente cierto porte aunque puede presentarse de forma arbustiva (coscoja), dependiendo de la calidad de los suelos donde se asienta, así como por la abundancia o escasez de lluvias, siendo una planta que aguanta bastante bien la sequía y el calor.




En Soria podemos encontrar grandes encinares y quejigares en la Sierra del Madero, Sierra del Costanazo, Andaluz, Valdemaluque, Sierra de Cabrejas, Sierra Inodejo, por la Comarca Gómara y el río Nágima, por tierras de Berlanga de Duero, encinares de Tiermes, Carrascosa y Valderromán, la cuenca del río Cidacos, Arcos de Jalón, Romanillos de Medinaceli, Mezquetillas, laderas del Moncayo en Cueva y Valverde de Agreda, así como Borobia y Ciria. Pero nosotros nos vamos acercar hasta la población de Camparañón.




Situada en la comarca de Frentes, Camparañón es una población a la que en parte me siento bastante vinculado, toda vez que mi apellido es originario de allí, pues mi trastatarabuelo “Andrés” (el padre de mi tatarabuelo) nació allí en 1786, al igual que su padre, su abuelo, su bisabuelo y también su tatarabuelo “Gaspar”. Todos “Carnicero” originarios de esa tierra desde por lo menos mediados del siglo XVII, pudiendo afirmar que esa población es el origen de mi estirpe soriana.

 

Pero lo que verdaderamente nos ha hecho acercarnos hasta este lugar, es el interesante y magnifico encinar que se sitúa a algo más de kilómetro y medio al noreste de la población, custodiado por el Castro de Ontalvilla al solano del Alto del Tormo y bajo la vigilante mirada del Cerro San Marcos. Con una extensión que ronda entre las 60 y 100 hectáreas, este monte es soporte de unos de los encinares más singulares de toda la provincia, ya que acoge un importante número de centenarias carrascas de relevante tamaño, con pintorescas formas y notable porte, haciendo de él uno de los mejores de España.

Ya durante el siglo XIX distintos documentos nos hacen referencia a la importancia de este bosque. Por una parte el Diccionario geográfico-estadístico de España realizado en 1846 por Pascual Madoz, estando también recogido en el Nomenclátor de la provincia de Soria, que realizado hacia 1880 lo describe como “monte de encina poco poblado, propiedad de varios vecinos”




El Encinar de Camparañón es un espacio natural de gran valor ecológico conformado por un singular bosque de “Quercus ilex” (encinas), donde se sitúan algunos de los ejemplares más extraordinarios y longevos de la provincia. Lo cruzan la pista de tierra denominada “Camino Soria” (al este) y la también guijarrosa que nos conduce hasta las “Tainas de la Cueva” (al oeste). Partiéndolo por la mitad el Barranco de Valdecarros, teniendo como linde occidental el río Mazos y las Tainas de Tras del Monte al noreste.

 

Recogido en el Catálogo de Árboles Singulares de Soria, sobresalen del conjunto el grupo formado por un corro de seis encinas formando un círculo de singular belleza por su forma y espectacularidad, sin llegar a destacar individualmente ninguna de ellas por su tamaño. Aparentemente dos grupos de ellas son cepas de las que han surgido los actuales brazos, con abundantes, amplias y horquilladas ramas que casi llegan al suelo. Aunque su estado general es bueno, sus troncos más vetustos poseen oquedades por la humedad y algunas tumoraciones. Tiene unas dimensiones de 3,80 por 6 m. de perímetro, una altura de unos 13 m. con una copa de copa que abarca casi los 250 m2. calculándosele una edad de entre 250 y 300 años. Localizándolo, saliendo de Camparañón por el camino que cruza el río Mazos (Camino de Soria), hasta el paraje de Tras del Monte (tainas), donde se le puede encontrar próximo al linde oriental del bosque.
 

Desde su cúspide la panorámica no puede ser mejor, todo a nuestro rededor es pura naturaleza, y pese a la proximidad de la capital soriana, todo el espacio visual está ocupado por monte y campos, con la impasible silueta del Pico Frentes vigilante. Un espacio donde se respira el aroma de la soledad, sirviéndonos de compañía los frescos musgos regados con el rocío de la mañana, y si el día amanece con sutiles nieblas el espectáculo pude ser de lo más sobrecogedor, al poder pasear entre las fantasmagóricas formas que conforman los extravagantes ramajes de estas esbeltas carrascas.

 

Ya he comentado sobre la denominada “Carrasca del Tío Domingo”, a algunas otras las he apodado yo como son el caso de: Encina Bonita, La Tullida, Carrasca de la Colmena, Las Gemelas, Carrasca Seca, Encina Torsa, Encina de las Dos Cruces (rojas)……… poco a poco les iré poniendo nombres a más.
 

En la provincia encontramos abundantes “manchas” de encinar, sobresaliendo en el sur el de Valderromán, existiendo así mismo hermosos ejemplares en Valderrueda como la Carrasca del Tío Pablo o la Carrasca Redonda, las de la Taina y Piojal en Montejo de Tiermes, las de Majadas, la Mata y Nafría en Golmayo, la de Comodruelo y Carrascona en Garray, las de Valderromán y Murgaño en Valderromán, la de Gamonar en Santervás, la Cerrada en Reznos, la del Camino en San Pedro Manrique, y tantas otras pendientes de ser relacionadas.


En junio del año 2006, fueron catalogados como singulares 14 árboles de la provincia de Soria, entre ellos la conocida como “Encina de Camparañón”, regulando de esta forma la protección y conservación de este y los otros 13 ejemplares catalogados, cuyo valor monumental, histórico o científico ha sido reconocido como parte del patrimonio cultural y natural de la región. Estando entre los otros relacionados: La Sabina de La Pica (Morales), el Pino Rey (Covaleda), la Sabina de Montejo de Tiermes, el Serbal de Vilviestre y una de las centenarias Sabinas de Calatañazor.




Las encinas de Camparañón destacan por su tamaño y antigüedad, hallándose algunas de ellas incluidas en el “Catálogo de especímenes vegetales de singular relevancia de Castilla y León”, estando así mismo recogido en el Catálogo de Árboles Notables de Soria, e incluido en el “Registro y Catálogo Nacional de Materiales de Base”, donde se relacionan los lugares de donde obtener las semillas y plantas, que garanticen la calidad de futuras replantaciones.

 

Viejas encinas que rezuman una vigorosa energía pudiéndola sentir al caminar entre su espesura, haciéndonos participes de ella, sugiriéndonos a quienes nos aventuramos a transitar entre sus troncos a que pudiéramos acariciarlas. El encanto y la atracción de este enclave no solo reside en la opulencia de sus añejas carrascas, también en la peculiaridad de algunos de sus ejemplares, como es el caso del Carrasco del Tío Domingo, que sobresale por sus singulares y antojadizas formas y soberbias dimensiones. Este monte no solo es un reflejo de cómo evoluciona por sí misma la biodiversidad formando igualmente una valiosa reserva natural, también sirve de ejemplo en como la naturaleza puede por sí misma generar espacios intactos de increíble encanto, evidenciando en positivo el estrecho vínculo que se crea entre el entorno y la cultura rural.
 

Esperemos que este espacio de enorme valor natural no quede afectado por la nueva variante de circunvalación soriana, al conectar la A-11 con la A-15 que tanto está costando digerir.




Invito a los que hasta este mágico lugar os acerquéis, a realizar un paseo por entre las vetustas encinas, para lo cual aquí os dejo algunas indicaciones, así como una ruta de unos tres kilómetros que aun sin marcar y sin sendero visible se puede realizar en algo más de una hora, contando con el entretenimiento que lleva el poder observas estas maravillas a nuestro paso. Dejaremos el vehículo en lo alto de la pista (final del encinar) al que se accede desde la población de Camparañón, aparcando justo enfrente de la carrasca que yo he apodado como “Encina Bonita” por sus ordenadas formas y dimensiones. De aquí partiremos haciendo un bucle (ocho apaisado ♾️) en dirección sureste y movimiento contrario a las agujas del reloj (cuando tenga un “track” correcto ya lo pasare aquí), de momento solo os dejo la imagen aérea con los puntos de interés marcados y la línea del recorrido.


Hoy en día las encinas se van apoderando en cubrir los terrenos de las poblaciones que se van vaciando, colonizando con sus troncos la inmensidad de aldeas despobladas en nuestra provincia, sustituyendo lo que antaño fuera humanidad por bosques de floresta. Si Camparañón es uno de esos lugares donde abundan las carrascas…………. ¿será señal de su inmediato futuro?.

 



Quiero que sirvan estos párrafos como reconocido epitafio a la “Encina de Valderromán” (sur de Soria), de la cual se le ha vuelto a desgajar a principios de año otra enorme rama por la una impresionante nevada. Considerada la encina más antigua de España, es la segunda vez que le ocurre esta desgracia en el último lustro, dejando una imagen desgarradora a los que la conocimos en todo su esplendor cuando aún no había llegado el asfalto a sus proximidades. Siendo en la primavera del 2011, cuando por vez primera pude observarla en todo su esplendor, sirviéndonos de su sombra para mitigar nuestras hambres después de trajinar todo el día por el Cañón del río Caracena. Mas de 800 años ha estado resistiendo las intemperies de los inviernos sorianos, y en apenas 6 años la mitad de ella ha sucumbido a los candorosos copos níveos de sendos eneros…… réquiem a un espécimen único.






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