lunes, 19 de febrero de 2018

- Las tierras de Fiordland y el mágico fiordo Milford Sound (Nueva Zelanda)

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Nos despedimos de la costa oeste neozelandesa, observando por la ventanilla del vehículo que nos trasporta, como dejamos atrás la población de Haast. La carretera litoral que hemos recorrido hasta aquí apenas continúa 50 kilómetros más allá, hasta las cuatro casas y una calle que forman la población de Jackson Bay, después de este lugar ya se entra en las inaccesibles y aisladas tierras de Fiordland, el mundo de los fiordos neozelandeses, el sur del sur. Una de las zonas más sobrecogedoras y bellas de Nueva Zelanda, cincelada por remotos glaciares que se extendieron por estas tierras hace más de 100.000 años, con lo que su paisaje está caracterizado por majestuosas cascadas de agua que caen libremente a profundos y oscuros fiordos. Profundos, espesos e impenetrables bosques conforman una intransitable selva, ahora protegidos por el Fiordland National Park, el Parque Nacional más grande de todo el país (12.500 km²), declarados ya en 1990.Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 

Esa inaccesibilidad, nos hace abandonar la dirección sur y tomar la de levante, dejando la costa y dirigiéndonos hacia el interior, ascendiendo todo el curso del rio Haast hasta introducirnos en medio de las Montañas Aspiring y traspasarlas por el legendario "Paso Haast". Al igual que el Gran Oeste del norte Americano o la Patagonia Argentina, estos territorios se tardaron en colonizar debido a su escabrosa geografía, siendo a mediados del siglo XIX cuando "el hombre blanco" se consagró en la búsqueda de nuevos y vírgenes parajes para dedicarlos a aprovechamientos agrícolas o minerales. Fue a principios de 1863, cuando el geólogo Johann Franz Julius von Haast (Julius von Haast) dirigiendo una expedición en busca de un trayecto terrestre factible entre el este y el oeste de la isla meridional neozelandesa, encontró la ruta accesible a través del río Makarora, cruzando los Alpes del Sur por el lugar que ahora lleva el nombre del científico teutón "Haast Pass". Y si bien, un buscador de oro llamado Charles Cameron se intentó acreditar como su "descubridor", siendo Haast el distinguido con llevar su nombre, atravesando su expedición al "collado" el 23 de enero. Esta ruta fue la vía habitual para los maoríes que cruzaban hacia el oeste en busca de "pounamu" (la piedra verde "jade").

Estamos transitando por uno de los parajes montañosos más admirables de Nueva Zelanda, el Parque Nacional del Monte Aspiring, que emplazado en la línea divisoria de los Alpes del Sur y el Monte Aspiring, nos regala una impresionante gama de paisajes durante nuestro recorrido. Cruzando el sorprende bosque tropical por el que circulamos, observamos un entorno de altas montañas tapizadas por la densa vegetación, sobre la que destacan los fascinantes helechos neozelandeses, que en esta zona adquieren alturas impresionaste llegando a superar en algunos casos los 10 metros. Franqueamos angostos y sugerentes puentes, así como cascadas (Thunder creek y Fantail falls) en medio de la tupida foresta. Estamos rodeados de una naturaleza pura y deshumanizada, formada fundamentalmente por hayas que se han mantenido intactas desde la noche de los tiempos, no existiendo ningún asentamiento habitado en cien kilómetros a la redonda. 

Franqueado el collado y descendiendo por el valle glaciar de Makarora, nos paramos para acercarnos hasta las idílicas, sugerentes, trasparente y frías aguas de "Blue Pool", las piscinas de azul turquesa que llaman la atención a cuantos las visitan. En realidad es un tramo del rio al que se llega tras un breve paseo entre los árboles y cruzando un par de puentes colgantes. La razón de esta original tonalidad se debe a los diferentes contenidos minerales de las sales glaciales presentes en sus aguas. 

Continuamos bajando hasta llegar a los lagos Wanaka (45 km. de longitud y 193 km2. de superficie), que juntamente con el Hawea (141 km². de extensión con una longitud de más de 40 km), prácticamente paralelos y gemelos, fueron formados por glaciares hace 10.000 años, tiempos en los que se encontraban unidos. Hoy tan solo se encuentran separados por una estrecha franja de tierra conocida como The Neck (El Cuello), que tiene solo 1.500 metros de ancho, y desde la cual se divisan unas extraordinarias vistas. 

En Wanaka, la población más meridional del lago y ciudad vacacional por derecho y poderío, tomamos la ruta "Crown Range Road" (Por la Línea de la Cima), la carretera asfaltada más alta de Nueva Zelanda, alcanzando los 1121 metros de altitud en Crown Range Summit, toda una proeza para estas latitudes. Cruzando la genuina aldea de Cardrona, observamos en la orilla de la calzada una valla repleta, a más no poder, de sujetadores femeninos (teteros), tarea que se ha puesto de moda en este lugar y que con asentimiento realizan, al parecer, muchas de las damas que por aquí pasan, consiguiendo que esta pequeña población sea famosa en el mundo por ello. 

Ya descendidos de las alturas nos desviamos unos pocos kilómetros para allegarnos a la tornasolada, vetusta y vivaz población minera de Arrowtown, que cual decorado cinematográfico, se ha mantenido tal cual se creó en plena fiebre del oro allá por el año 1862, con su barrio chico y los almacenes de la época.



Ya solo nos queda recorrer los veinte kilómetros que nos separan de Queenstown, para llegar hasta la llamada "Capital Mundial de los Deportes de Aventura', uno de los principales destinos para los visitantes de Nueva Zelanda. Ubicada a orillas del hermoso lago Wakatipu, bulliciosa, pintona, alegre, desenfadada y cosmopolita, aunque también con un toque espurio, Queenstown da la bienvenida a todo al que a ella se acerque. Consiguiendo agradar a los miles de multicolores visitantes que hasta este lejano "sur" neozelandés se trasladan consiguiendo calmar sus ansias aventureras o agitando sus serenas holganzas.

Independientemente de poder hacer "puenting" en sus múltiples modalidades, pues fue aquí donde se inventó esta "gili-actividad", lo mejor que podemos realizar en Queenstown, es trasladarnos hasta el extremo norte del lago Wakatipu (45 km.), a unos cuarenta minutos por carretera de Queenstown, donde se encuentra el pequeño asentamiento de Glenorchy. Desde allí y en medio de unos paradisiacos paisajes, podemos acceder a parte del Parque Nacional del Mount Aspiring, al comienzo de una de las más interesantes caminatas de estas tierras el Routeburn Track, a algunas de las escenografías de las películas del Señor de los Anillos "Lord of the Rings", y hasta acercarnos a Paradise Valley (Valle Paraíso) donde observar las rocosas paredes y los glaciares colgados del Mount Earnslaw, sin duda una propuesta mucho mejor que hacer el "mandria" tirándose desde un puente a través de una chiclosa cuerda...... que me perdonen los ninfoadenalinos por esta aseveración, pero es mi parecer.

Pero Fiordland (tierra de fiordos) zona abrupta y montañosa, la esquina suroeste de Nueva Zelanda y el sur del sur neozelandés, aun nos deparará algunas sugerentes y maravillosas sorpresas. Un recorrido de aproximadamente 300 km. desde Queenstown, nos conduce al más accesible y afamado de todas esas lenguas de mar que penetrando en la tierra cual enormes "rías· fueron formadas por los glaciares en épocas cuaternarias................... se trata del fiordo de Milford Sound, descrito como la Octava Maravilla del Mundo.

En cantidad de ocasiones el embrujo de un viaje no lo encontramos solamente en el objetivo final, puede que la ruta o el trayecto hasta llegar a esa meta marcada sean tan gratificantes como el motivo principal. Este es el caso del recorrido que nos lleva por la Milford Highway (carretera de Milford) hasta llegar a sugerente fiordo de Milford Sound, aunque como fue nuestro caso, sea en medio de una poderosa tormenta de lluvia y en medio de una tozuda niebla. Aun así, recorrer parte de sus miradores o atravesar el legendario y casi centenario túnel Homer (1935-1953), se convirtió en una experiencia mitológica. 

A nuestra llegada al coger la embarcación para recorrer el sugerente y afamado fiordo, y como no podía ser de otra forma; "pues dios siempre protege al buen marxista" (nota literal del profesor Tierno Galván); la climatología que hasta ese momento había sido de lo mas nefasta y negativa, se tornó radiante y espectacularmente agraciada para nosotros, espectadores de un escenario sin igual. Las nieblas iban poco a poco disolviéndose, como si fueran la elevación del telón en la tramoya del gran teatro de la naturaleza, los cielos recuperaban sus azulados tonos, la brisa retornaba a su suave acariciar y las aguas marinas sosegaban sus impulsos.  

Por doquier que nuestra vista otease, chorreaban aguas por las montañas, efecto único que solo ocurre después de fuertes aguaceros, pues gran parte de las hermosas cascadas que se pueden admirar durante la singladura son de flujo estacional, naturaleza en estado cien por cien salvaje, algo realmente increíble. La actividad de la vida marina volvía a resurgir: focas, delfines y otras faunas (entre ellas piragüistas de kayak), se nos hacían visibles. El espectáculo se transformó en grandioso, con el regalo añadido de la poca actividad
humana habida en la zona debido a la avanzada hora y a lo desafortunado del día. Pero para nosotros un buen regalo de las deidades, que una vez más habían escuchado nuestras piadosas plegarias, y así tal cual, la magnífica representación de la "natura" en estas latitudes se alargó más de dos horas y media, en que la embarcación tardó en realizar su periplo por las aguas del mágico fiordo. 
 
Definido por el escritor Rudyard Kipling como la "octava maravilla del mundo", Milford Sound ha sido cincelado por los glaciares durante los últimos 10.000 años, donde el mar de Tasmania se abrió paso por entre abruptos abismos que el algunos casos superan los 1.200 metros de desnivel, llegando a adentrarse hasta 15 kilómetros tierra adentro formando el fiordo más espectacular y vistoso de toda Nueva Zelanda, solo comparable para mis ojos con el de Tasermiut de Groenlandia. 

No fue hasta hace un millar de años que este territorio fuera horadado por el ser humano, siendo los maorís en busca de pesca y de su piedra sagrada "poumanu" (jade verde que se encuentra es sus orillas), los que hasta aquí se acercaron. Pasando mucho tiempo inadvertido para los visitantes europeos, al ser casi invisible su entrada desde el mar, habiendo pasado inadvertido hasta dos veces para el Capitán Cook que pasó dos veces por sus proximidades sin percatarse de su existencia. 

En 1823, un cazador de focas llamado John Grono fue el primer colono europeo en llegar hasta aquí. Pero el verdadero pionero y explorador de estas tierras por merito propio es el escocés Donald Sutherland, quien llego junto con su perro en 1877 convirtiéndose en el primer residente permanente de Milford Sound. Sutherland había llevado una vida interesante, habiendo servido desde 1840 en varios ejércitos y marinas mercantes, así como siendo cazador de focas y buscador de oro.  

Sutherland eligió el lugar para vivir construyendo su cabaña cerca de lo que ahora es la cascada Lady Bowen (la más próxima al embarcadero). Y aunque vivió como un eremita durante muchos años, siempre imaginó que Milford se convertiría en una floreciente ciudad. Siendo durante sus exploraciones y cacerías cuando descubrió las impresionantes cataratas que posteriormente llevarían su nombre. 
El asilvestrado, montaraz y casi salvaje pionero de estas tierras andaba buscando una ruta viable entre Milford Sound y Wakatipu Lake el 10 de noviembre de 1880, cuando vislumbró en la distancia a través de los árboles la afamada caída de agua, siendo el primer europeo en ver las cataratas que ahora llevan su nombre. 

Con sus casi 600 m. de caída, desde el lago Quill al valle de Arthur, las cascadas de Sutherland fueron por un tiempo reclamadas por los neozelandeses como las más altas del mundo, aunque todavía no se conocía por
aquella época la del Santo Ángel en Venezuela de 979 m de altura, con una caída ininterrumpida de 807 m. Desde el poblado de Milford Sound, un recorrido de unos 22 km. por parte de la ruta del "Milford Track", ascendiendo el valle de origen glaciar del rio Arthur (370 m. de desnivel), nos llevara hasta la esplendida caída de agua.  

La fortuna de Donald como aventurero-rastreador mejoró en 1890 al casarse con Elizabeth Samuels, una viuda astuta e ingeniosa. La pareja construyó el Chalet de Milford Sound para dar acomodo al creciente número de caminantes e intrépidos turistas que acudían cada verano con más abundancia, a través de la recién inaugurada Ruta a Milford "The Milford Track". Comenzando a extenderse los comentarios de la intacta belleza de la región, haciendo que más y más caminantes llegaran cada temporada. 

Cuando Donald murió repentinamente en 1919, su cadáver quedó sin enterrar durante cinco semanas hasta la próxima visita de un vapor del gobierno, ya que el cuerpo era demasiado pesado para que Elizabeth lo moviera. La dama, se quedó en Milford Sound, vendiendo el Chalet al gobierno en 1922 por £ 1000 (equivalente a $ 94,000 de 2014), muriendo al año siguiente. El chalet fue substituido por un nuevo albergue gubernamental en 1928, siendo el hotel que podemos encontrar en la actualidad construido en el año 1954, pero ubicado en el mismo lugar donde estaba situada la casa original construida por Donald Sutherland en 1878. 

The Milford Track es la ruta senderista de gran recorrido más famosa de Nueva Zelanda, que descubierta por Quintin MacKinnon en 1888, se abre paso por una de las áreas silvestres más impresionantes del mundo, estando considerado como el segundo mejor trekking de todo el planeta. Un sendero entre paisajes alpinos y fiordos, que durante más 150 años ha entusiasmado a excursionistas de todas las latitudes, por uno de los parajes más bellos del globo. El recorrido de algo más de 50 km, y cuatro días de duración, comienza al extremo del lago Te Anau, transita por bosques de árboles centenarios, cruza ríos de aguas esmeraldas sobre pequeños puentes colgantes, circulado por idílicos lugares y pasos montañosos con vistas que quitan la respiración. Mostrándonos durante la travesía cristalinos lagos, altísimos picos de montañas y enormes vistas de sus valles. Además de acercarnos a la brumosa brisa de las ya comentadas cataratas Sutherland, la más alta de Nueva Zelanda.  

De retorno de estos idílicos paisajes, volviendo sobre nuestros pasos y recorriendo nuevamente la orilla del lago Te Anau y la población que lleva su nombre, nos despedimos de estas sorprendentes, fascinantes y seductoras tierras visitando las insólitas cuevas que se encuentran frente a la población, en la otra orilla del inmenso lago. Un fascínate espectáculo generado por las luciérnagas "glowworm", que sorprende y desconcierta a todo aquel que las visite, para recorrer tanto a pie como en barca, parte de su interesante recorrido. A través de un misterioso mundo subterráneo de corrientes de agua, que transcurren primeramente por una diaclasa medio iluminada acondicionada para caminar, para después en silenciosa oscuridad, ser obsequiándonos con mágico espectáculo que representan los techos tímidamente iluminados por el mágico, tenue y azulado brillo que originan los cientos de puntos esmeralda, que cual un universo nocturno se presentan ante nuestra vista. 

Los "glowworm", son las larvas luminiscentes de unas orugas llamadas Arachnocampa Luminosa, que solo se pueden encontrar en Nueva Zelanda y en el este de Australia. El hábitat idóneo de estos "gusanos luminosos" se encuentra cualquier lugar oscuro donde puedan colgarse, siendo lo más normal hallarlos en cuevas, pero también pueden encontrarse en paredes o muros de zonas húmedas y oscuras. 

Estos insectos parecidos a los mosquitos en su estado natural, pasan a lo largo de su corta vida (10-11 meses) por tres fases: huevo, larva e insecto adulto. Siendo durante su periodo larvario cuando estos insectos generan una luz que atrae a otros insectos, atrapándolos a través de unos pegajosos hilos que cuelgan de ellos. Una vez que alcanzan el estado adulto, solo viven 3 ó 4 días, ya que no tienen boca ni aparato digestivo con lo que es imposible su supervivencia. Una nueva sorpresa que nos regala esta naturaleza de las antípodas y los fascinantes mares del sur.

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