sábado, 24 de junio de 2017

- Cuzco y el Valle Sagrado de los Incas

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Con la sagrada misión de fundar uno de los mayores imperios de la historia americana, los primeros "incas" Manco Capac y Mama Ocllo, salieron desde la Isla del Sol en el lago Titicaca, hacia la búsqueda del lugar propicio para satisfacer el mandato del gran "Viracocha" (dios sol y creador del universo), en establecer una nueva cultura que reorganizase el mundo. Debían para ello, ir tanteando con un "báculo de oro" el terreno por el que iban pasando hasta encontrar un lugar donde se hundiera con facilidad. Encontrando el sitio idóneo a orillas del río Huatanay, donde hoy se sitúa la actual Cuzco "Qosqo" (ombligo), fundando la antigua capital del Tahuantinsuyo (Imperio incaico). 

Como si fuéramos Mama Ocllo y Manco Capac, seguimos su mismo itinerario para descubrir nosotros también Cuzco, claro que nosotros en autobús y sin el dichoso bastón áureo, trayecto que también se puede realizar en el mítico y glamuroso tren Andean Explorer pero bastante más caro. Pasar a estas tierras es entrar directamente a los pilares de cultura "Inca" y aunque durante nuestro recorrido ya hemos podido contemplar parte de esta civilización, son estos valles situados al pie de las montañas andinas los que mejor representan, y aun hoy en día nos trasladan la forma de vida de esa gran civilización.  

Partimos de Puno dejando el gran lago Titicaca a nuestra espalda, internándonos de nuevo en tierras baldías y desprovistas de vegetación, haciendo una primera parada a los aproximadamente 110 km. donde se sitúa la población de Pucará. Donde sus antiguos pobladores, entre los años 250 a. C al 380 d. C, desarrollaron la que se conoce como "Cultura Pukará", que ocupando un territorio al norte del lago Titicaca desde Tiahuanaco hasta Cuzco, comenzaron a controlar la agricultura respetando la naturaleza y domesticando a los animales que tenían en su proximidad, como son la alpaca y llama, consiguiendo con ello avanzar en la confección de tejidos.  

Se sabe que alcanzaron amplios conocimientos sobre el uso del agua y la arquitectura. En esta civilización de nuevo aparecen las "pirámides", ejemplos que encontramos de forma escalonada y truncada, al que daban un uso de carácter ceremonial, como la de Kalasaya. También fueron diestros en la elaboración de cerámicas y esculturas, sobresaliendo de estas últimas la "Estela de Pukará", la cual podemos admirar en su museo local. En medio de la población destaca la enorme Iglesia Santa Isabel construida por misioneros jesuitas, posiblemente su tamaño lleve concordancia por ser un lugar donde los colonizadores encontraron resistencia a que los indígenas abrazasen la nueva "fe" importada. 

Cien kilómetros más adelante, en medio de un espectacular aunque nublado paisaje montañoso y rodeados de cantidad de puestos de baratijas y quincallería, volvemos hacer una parada. Estamos en el puerto de Abra La Raya (o simplemente La Raya), a 4.435 m. de altura, divisoria de aguas entre el océano Pacifico y el Atlántico. Se puede considerar como el lugar donde empieza el Valle Sagrado, pues es aquí donde nace (en el nevado Cunurana de 5.443 altitud) el rio Vilcanota, que posteriormente se llamara Urubamba y cuyas aguas, pasando bajo la ciudadela de Machu Picchu, llegan al océano atlántico por medio del Amazonas. Los incas lo consideraban un rio sagrado al que denominaban Wilkamayu (en quechua "río sagrado"), simbolizando la "Vía Láctea" para los antiguos pobladores de estas tierras. 

Poco después, a unos 60 km. se encuentra Raqchi, en el linde entre Puno y Cusco (ruta del Collasuyo), sitio estratégico por su ubicación. Se trata de los vestigios más evocadores de los incas, resto de lo que fue uno de los templos más impresionantes erigidos en la época del Gran Inca Pachacutec dedicado al dios Viracocha, en la actualidad se encuentra rodeado de un espectacular entorno verde, con praderas y plantaciones de maíz. Totalmente diferente a la arquitectura de esta cultura que veremos en Cuzco, Valle Sagrado o en el mismo Machu Picchu, se halla cimentado en piedra pero con paredes de adobe, se sitúa en medio de una pequeña ciudad, donde se encontraban más de 200 "qolqas" o graneros para almacenar alimentos en previsión de épocas de sequia, terrazas agrícolas, "canchas" (recintos cercados) y "wayranas" (albergues techados de solo tres paredes). 

Media hora rio abajo, en la población de Checacupe, paramos de nuevo para cruzar un "puente inca" sobre el río Pitumarca, que se ubica contiguo a otro de piedra de la época colonial. Situado sobre lo que fue el Camino Real Cuzco-El Collao, el reconstruido puente, es una réplica del que en su día existió construido con sisal (especie de esparto que se extrae de unas pequeñas palmeras) entre dos tajos rocosos. 

Antes de llegar nuestro destino, solo nos queda ya parar en Andahuaylillas, una pequeña población a unos 45 minutos de Cuzco. El motivo es visitar la iglesia colonial de San Pedro Apóstol, que los jesuitas mandaron edificar en el siglo XVI en piedra y adobe, sobre algunas construcciones incas anteriores. Localizada en la plaza y al costado de tres pétreas cruces, su portada e interior nos muestra una interesante decoración con pinturas murales del siglo XVII y XVIII, siendo por ello denominada como la "Capilla Sixtina de América". Durante su historia el templo fue pasando de los instruidos Jesuitas a los inquisidores Dominicos, estando afortunadamente de nuevo en manos los primeros. No solo en la formas de evangelización se diferencian estas órdenes religiosas, en esta iglesia podemos contrastar el concepto del lujo entre unos y otros, siendo claras y flagrantes las diferencias.  

Todas las pinturas fueron realizadas por artistas nativos, dejando de forma subliminal algunas pinceladas ocultas con características quechuas como reivindicación ante los conquistadores hispanos, encontrando de forma aislada algunas plantas de "coca", así como cruces incas "chacanas" y otros elementos de sus paganas creencias. No dejan los jesuitas fotografiar su interior, estando encargado de ello una "resuelta y eficaz" señora, pero para compensar esta desventurada censura somos obsequiados a la entrada con un CD, en donde se muestran sus interesantes lienzos así como la historia del templo.
 
Llegamos a Cuzco mediada la tarde, solo con tiempo para encontrar acomodo en el céntrico Hotel Virrey Boutique y entretener un poco nuestros estómagos con una ligera cena, pero aun pudimos en esos breves instantes respirar la mágica esencia de esta ciudad, a la que dedicaríamos unos meritorios días. Desde el "colonial" balcón de nuestro alojamiento frente a la Catedral, vislumbramos en la penumbra de la noche y en cálido despertar de la mañana el transitar de las gentes por la Plaza de Armas centro neurálgico de su Casco Histórico. Trama urbana, edificada por los incas asemejando la forma de un puma recostado, animal que representa al "guardián de las cosas terrenas". 

Reedificado por los españoles sobre las originales edificaciones incas, sirviéndolas como basamentos, sobre los primitivos muros se alzan las paredes blancas como encaladas y por encima de ellas asoman los aleros característicos del estilo colonial. Con la llegada de los hispanos, cada templo, palacio o caserón fue reemplazado por una casona colonial o un templo cristiano, con la intención de usurpar no sólo el espacio físico, sino también los dogmas de sus moradores. Poco queda del esplendor de su originaria civilización quedando solamente los asientos de sus edificaciones, pero formando una extraordinaria mezcla arquitectónica, convirtiendo a Cuzco en una de las urbes más hermosas y atrayentes de todos esta los Andes. 

Transitamos por el Barrio de San Blas con sus empinadas y adoquinadas calles, atravesando el estrecho Callejón de las Siete Culebras y la calle de Hatun Rumiyoc con la piedra de los 12 ángulos en los muros de lo que fue el palacio Inca Roca, hoy sede del Palacio arzobispal, para desembocar en el interesante Museo Inca, acogido en un flamante palacio colonial. Cruzamos por la magnífica, luminosa y soportalada Plaza de Armas, engalanada con los coloridos balcones de madera de la época del virreinato. En ella se sitúa la iglesia de San Francisco, y como no la Catedral, construida justo encima de donde se hallaba emplazado el palacio del Inca Wiraqocha. Al otro lado de la Plaza de Armas visitamos la también criolla casa de Garcilaso de la Vega "el Indio Garcilaso". No pudiendo dejar de visitar el misterioso y mágico templo Coricancha, encima del cual se construyo el convento y la iglesia de Santo Domingo, menos mal que un terremoto que sacudió la ciudad en 1950 destruyo parte, y al rehacerlo respetaron la construcción incaica que hoy podemos admirar en su interior. Refinados templos de la última etapa de la cultura incaica, de los que se cuenta tenían partes cubiertas de oro y plata. 

Los alrededores situados al norte de Cusco no son menos sugerentes. Apenas unos tres kilómetros y situada sobre una colina, nos encontramos de bruces con la impresionante y grandiosa fortaleza de Saqsayhuamán, levantada con enormes bloques graníticos en forma de zigzags a tres niveles como baluartes defensivos. Las vistas de Cuzco desde su cúspide son verdaderamente extraordinarias, dando la sensación que estamos encima de la antigua capital de los incas. 

Esta majestuosa fortificación se sitúa en la cabeza de la figura del puma que antes he mencioné, siendo en las praderas que se sitúan en ella donde cada solsticio de invierno (24 de junio), se celebra la afamada fiesta del Inti Raymi (Fiesta del Sol).  

Más meridional y mas alto nos encontramos Puca Pucara y Tambomachay, interesantes vestigios de la cultura del Tahuantinsuyo. El primero por su carácter defensivo y militar en la cúspide de un cerro y el segundo, conocido también como "baño del Inca", es un complejo dedicado al culto del agua. En el que podemos observar una serie de acueductos, canales y varias cascadas que discurren por las rocas. Lo curioso de este complejo es la división de una cascada creando dos fuentes exactamente iguales, si ponemos dos botellas a llenar en cada una de ellas, se colman al mismo tiempo. 

De vuelta paramos en Q’enqo, un adoratorio ritual y lugar donde se presume realizaban sacrificios. Ya llegando a Cuzco nos acercamos hasta el enorme Cristo Blanco. Nueva representación y ostentación de la religión cristiana (hasta se enciende todo él por la noche) en lo alto de un cerro dominando la población, eso sí, con unas vistas inmejorables de la capital incaica. 

Bien madrugados y desayunados nos disponemos a conocer el impresionante y tentador Valle Sagrado de los Incas, para lo cual hemos apalabrado con un taxista su asistencia durante toda la jornada…………… y el día de retorno de Machu Picchu, con lo que veremos todos los lugares interesantes por los que nos llevará el recorrido. El primero de ellos; tras cruzar el pequeño puerto de Abra Corao (3.834 m. de altitud) donde paramos en el mirador Quillahuata; es observar las magnificas vistas de la zona de Yuncaypata. Descendemos y nueva parada en el mirador de Taray, primer punto desde donde se divisa realmente el Sagrado Valle, por el que vemos discurrir el venerado río Urubamba aun denominado por aquí Vilcanota. Sorprendente es la primera visión que tenemos ante nuestros ojos, apareciendo montañas y cerros que aprisionan el valle observándolo en toda su amplitud, logrando apreciar en días claros los nevados Pitusiray y Huancalle, si no es así podemos conformarnos con las vistas de Pisac, situado bajo nosotros y los "Senos de la Ñusta". Estos últimos, situados al pie de las montañas y cercanos a la población, son apenas cuatro hileras de andenes (terrazas) que representan los senos de una mujer, pudiendo haber sido un homenaje a la fecundidad. 

Yucay, fue como nominaron los incas a este fértil valle, uno de los más productivos de todo Perú por su excepcional clima y la calidad de sus suelos. Habiendo sido estas tierras "bienes de abolengo" del Gran Inca y sus sucesores, a quienes los españoles después de su conquista, siguieron reconociendo como tales mediante las dádivas reales que concedieron a la nobleza incaica. De este valle dijo Garcilaso de la Vega: "Aquel valle se aventaja en excelencia a todos los que hay en el Perú, por lo cual todos los Reyes Incas... lo tuvieron por jardín y lugar de sus deleites y recreación, donde iban a alentarse la carga y pesadumbre que el reinar tiene consigo...". 

En la cabecera del valle se encuentra Pisac, el actual (colonial) junto al rio y el originario (inca) en las laderas de sus montes, dirigiendo nuestros pasos hacia los tres mil metros de altitud, donde se sitúa este último. Conformado por extensas e impresionantes terrazas o "andenes", acueductos, templos, túneles, murallas, puertas, canales, puentes y cementerios, sus seis barrios urbanos estratégicamente situados y once sectores agrícolas todos ellos separados y desperdigados por distintas lomas, pero unidos mediante un sendero que recorremos durante algo más de dos horas, sirviéndonos para disfrutar con impresionantes vistas sobre el valle que se abre a nuestros pies por debajo de sobrecogedores precipicios………. y sobre todo en la práctica soledad. Nos genera la sensación de volver a un tiempo de hace 500 años, aun solo manteniéndose sus ruinas, pues esta maravilla de la arquitectura e ingeniería inca fue destruida por Pizarro en 1530.  

Pisac es un lugar mágico, no solo por su ubicación y el buen estado de sus vestigios, también de ella nos han llegado mitos y leyendas que, al escucharlas en el mismo lugar de donde se han producido, nos dejan seducidos. Cuenta una de ellas que el cacique de la población Huayllapuma tenía una hija llamada Inquill Chumpi, quien debería desposarse con el hombre que pudiese construir, en sólo una noche, un puente sobre el río Willcamayo (actualmente "Vilcanota" ó "Urubamba"). Una obra de gran importancia estratégica y
defensiva, pero inverosímil de realizar para la mayoría de sus pobladores, al ser una tarea prácticamente imposible. Tras el rechazo de numerosos pretendientes por la dificultad de esta construcción, un día se presento ante el cacique el apuesto príncipe Asto Rímac aceptando el reto y solicitando la mano de la princesa, quedando mutuamente prendados el uno del otro en la primera mirada. Dispuestos todos los elementos y materiales, Asto Rímac se puso a iniciar la obra. Pero la bella Inquill debía cumplir una condición, ascender por el cerro sin volver la cabeza hasta que su amado terminara la construcción, de lo contrario ambos serían convertidos en piedra. Casi ya amaneciendo y con el puente a punto de ser terminado por el príncipe, Inquill, no pudiendo soportar más, miró hacia abajo para ver a su prometido, quedando los dos convertidos en piedra hasta el día de hoy. De tal manera, que hoy en día, ascendiendo desde la población hacia el cerro Ñustáyoc y mirando hacia el sur, se puede observar un grupo de rocas que los lugareños conoce como la “ñusta encantada”, pues tiene la forma de una mujer que lleva sus bultos en la espalda, siendo la personificación de aquella princesa que no cumplió la condición que se le demandó. 

Si bien Pisac es la primera población del Valle Sagrado, Ollantaytambo es la última antes de llegar a Machu Picchu. Entre ellas hay un rosario de aldeas con importantes restos de la cultura incaica, pero de todas ellas es la inexpugnable fortaleza-santuario de Ollantaytambo, la que destaca sobre manera. 


 
La visitamos en la mañana temprano, después de haber regresado y descansado de un intenso día ecorriendo la magia de Machu Picchu. Es a esta hora, poco después del amanecer, cuando se contemplan en su perfección y grandiosidad los pétreos y pulidos muros de sus contrafuertes, geométricamente cincelados con enorme precisión, de tal manera que no dejan resquicio en sus juntas para que pase ni siquiera el aire, y menos las malas sensaciones. Momentos, en los que la tranquilidad se respira y aun no se siente el bullicio multicolor y ruidoso de los miles de visitantes que hasta sus gradas llegan desde Cuzco mediada la mañana, instantes en que podemos sentir el estimulante magnetismo de este lugar. Ollantaytambo forman parte del origen de la mitológica historia del pueblo inca, pues en él dicen emanar energías telúricas de gran fuerza, siendo estas el origen de su construcción, aparte de incidir los rallos solares en determinados lugares, y en días y horas señaladas de su calendario. 

Dedicado fundamentalmente al culto del agua, elemento que discurre por todo su entorno, está compuesto por complejos religiosos y astronómicos que revelan su importancia. Ascendiendo sus gradas, por los 150 escalones que las salvan, llegamos a través de pasajes y calles encofradas por paredes de poderosas rocas perfectamente esculpidas y ensambladas, hasta llegar su cúspide. La visión es majestuosa, el aire limpio, el frescor de la mañana nos acaricia y a nuestros pies la población comienza a despertarse. Desde allí observamos a nuestro frente, al otro la de de un secundario valle y en la ladera del cerro Pinkuylluna, la silueta de un hombre esculpido en las rocas de la pared. Un sorprendente perfil de 140 m. que al parecer se trataría de Wiraccochan, un mensajero enviado desde Tiahuanaco por el gran dios creador "Viracocha" para establecer un nuevo centro de luz en el mundo. Recorriendo las tierras desde Bolivia instruyendo a los hombres en la agricultura así como el uso de las plantas curativas. “Vestía una túnica andrajosa, el cabello corto, una corona y un báculo como los que llevaban los sacerdotes y astrónomos antiguos. Dicen que llevaba a cuestas un bulto en el que transportaba dones con los que premiaba a los pueblos que lo escuchaban”. 

A nuestros pies, situada en el valle, pero pegada a la base del cerro que forman las sugestivas ruinas de Ollantaytambo, se encuentra la pirámide de Pacaritampu (Posada del Amanecer), hoy un campo agrícola muy cercano a la población. Según nos traslada de nuevo una leyenda inca: de esta pirámide salieron por unas ventanas los hermanos "Ayar" con la función de organizar el mundo creando el imperio incaico. Como si
estuviera medida con regla, sus terrazas situadas en forma de abanico, y observadas desde la otra orilla del río Urubamba en lo que se denomina observatorio Intipuncu, constituyen una representación trapezoidal en la cual pueden verse las "ventanas" por las que emergieron los hermanos. Esta creencia se ve afianzada por el hecho de que durante el solsticio de invierno (finales de junio) un rayo de luz se proyecta sobre una pequeña parcela, por donde “salieron” los mitológicos fundadores del Cusco. 

Es también aquí, en el cenit de la ciudadela, la parte más añeja (a la que algunos la datan con 12.000 años de antigüedad), donde se halla el "Templo del Sol", un nuevo enigma como los que todavía están sin resolver en la boliviana Tiahuanaco. Un grupo de seis enormes piedras alineadas que cada una de ellas superan las 50 toneladas de peso traídas de una cantera situada a más de 4 km. Pulidas y encajadas a la perfección, sin la más mínima fisura entre ellas, debiendo haber sido usados para su confección y traslado elementos tecnológicos demasiado avanzados para su época de construcción. Están tan perfectamente engastadas y dispuestas de tal manera, que no cabe ni un alfiler
entre ellas,como si hubieran sido soldadas unas a otras con algún tipo de rayo laser o soldadura especial, aseverando científicos de rigor, que estos trabajos no son una cuestión de técnica, sino más bien de tecnología. Nuevamente leyendas del pueblo inca nos trasladan, que estas construcciones fueron realizadas con la denominada "cuña dorada", usada por los hijos de los dioses, pudiendo cortar la roca y hacerla flotar hasta su ubicación definitiva en los paramentos. Pero quienes eran estos seres superiores y tecnológicamente avanzados…….. he ahí la incógnita y el misterio de esta mágica ciudad. 

Las culturas precolombinas y en especial la incaica, poseyeron grandes conocimientos sobre la astronomía y las matemáticas, por lo que erigieron observatorios astronómicos y otros elementos para comprobar eventos cósmicos y planetarios importantes para ellos como los solsticios y equinoccios. Con el objetivo de relacionarlo con las labores agrícolas de la siembra y la recolección, además de los festejos al dios sol "Inti" y las celebraciones en loor a los cambios estacionales.



Una simbiosis del cielo y la tierra, como alianza de lo celestial con lo terrenal, vivir de la naturaleza con lo que esta nos aporta. Una armonía de los movimientos y fuerzas cósmicas, con el entorno del espacio temporal humano, convirtiéndose Ollantaytambo como máxima expresión arquitectónica de esta concordancia. Siendo hoy en día la única ciudad inca que sigue habitada por familias locales. Todo el diseño y estructura del pueblo inca original salta a la vista en las quince manzanas que componen la población. 

Una manera de vivir que hoy desafortunadamente hemos olvidado o estamos ignorando, pero aquí y en algunas otras comunidades de estas tierras de Cusco aún viven con esas formas y no lo olvidan, indagando a las estrellas y a las montañas vecinas por el momento idóneo para cultivar los campos, demandando a las constelaciones salud para la familia, y dedicándole siempre a la Madre Tierra, su "Pachamama" el primer sorbo de la producción de cerveza. 

Pura poesía en la naturaleza, formas de vida que nos ensañan cómo vivían los hombres por aquel entonces, en contraposición de hoy, donde todas las maldades que le estamos haciendo al planeta se justifican en el crecimiento y en el progreso………… ¿progreso de quienes?. Mientas estamos sufriendo a pasos agigantados el cambio climático, mientras algunos miran para otro lado (para que dar nombres si solo hay que mirar la prensa) y nos condenan a perder nuestra forma sustancial de vivir en un entorno natural. Debemos, como en Ollantaytambo, volver sensatamente a la tierra, reivindicando a la "Pachamama"...................... pero esto es un sueño, una verdadera utopía. 

El camino de retorno a Cusco lo realizamos hacia el sur, por los desolados paisajes que nos adentran n una meseta que ronda los 3.500 m. de altitud. Siendo a través de este recorrido donde podremos visitar lugares tan interesantes como: Moray, Maras con sus salinas y Chinchero. 

Los aproximadamente 25 km. que separan Ollantaytambo de Moray, salvan una altitud de unos 700 m. por caminos no muy transitados, sin señalizar y en no muy buen estado, pero merece la pena acercarse hasta aquí, para ver esta especie de cráteres escalonados, Moray está formado por un sistema de andenes, enormes terrazas que se superponen concéntricamente, generando la forma de un increíble anfiteatro. Estas terrazas fueron utilizadas por los incas como zona experimental agrícola, un verdadero laboratorio para los cultivos. Donde se desarrollaban experimentos a distintas alturas para mejorar la agricultura, consiguiendo con ello producir el maíz a alturas en las que nunca se había podido desarrollar. Además el día que nos toca visitarlo, 8 de octubre, se celebra el Moray Raymi o Fiesta del Sol, donde cientos de pobladores locales, muchos de ellos engalanados con vistosos colores, y comunidades vecinas se reúnen en este lugar, para agasajar y gratificar a la Pachamama la "Madre Tierra" por la buena cosecha. 

La población de Maras no posee restos le la cultura incaica pero es un referente notorio en otros aspectos, pues a ella migraron muchos ciudadanos incas de Cusco con la llegada de los colonizadores españoles, abandonando sus palacios y trasladándose a otras poblaciones más pequeñas. Es por ello que al recorrer sus cuadriculas calles nos encontramos con curiosos ejemplos de de una nívea arquitectura urbana, compuesta por adintelados portalones con interesantes trabajos de cincelados relieves, como soporte de sugestivas puestas de intenso y azulón añil. Lo que genera una agradable visión al pasear sus calles para estirar un poco las piernas camino del siguiente destino. 

Hacia el norte de la población se encuentran las conocidas y muy visitadas "Salinas de Maras”. En la ladera a poniente de un encajonado barranco nos encontramos este curioso lugar formado por unas 3.000 balsas de secado de unos 5 m2 cada una, abastecidas por salobres aguas de los manantiales que se encuentran en su cabecera. Si el espectáculo desde la altura en el recorrido por el que se llega hasta ellas es sorprendente, una vez en las mismas la sensación de estar viviendo en algunos de los siglos pasados es absoluta. Escalonadas, para mantener la orografía de su entorno, y manteniendo todas las tonalidades de los blancos existentes, el pasear por entre sus laminas salinas se convierte en un espectáculo que nos gustaría no tuviera fin. Un mundo fantástico de luz, color y formas para los gustosos de la fotografía. 

Llegamos a Chinchero a media tarde, cuando ya han desaparecido los coloridos y curiosas visitantes de los tours organizados, encontrándonos la población con un agradable ambiente pueblerino. Donde resalta la tranquilidad de sus gentes que también se trasmite al ambiente, así como la fusión de las culturas incas y colonial. Que sobre todo se hace notar en su Plaza de Armas situada junto a la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat o de la Natividad. Templo levantado sobre los muros incas del Palacio de Inca Túpac Yupanqui, con la finalidad de extirpar las idolatrías de los nativos en los primeros años de colonización. En las proximidades del santuario encontraremos una magnífica huaca (lugar de ofrendas) labrada en la roca con una serie de posaderas, que posiblemente sirvieran para marcar trayectorias privilegiadas del horizonte y fenómenos astronómicos.
 
Ya solo nos queda recorrer los apenas 30 km. para regresar a Cusco y volver a pasear por su animado casco histórico, del que aun nos queda alguna sorpresa por visitar. Estando emplazado a trasladaros en la próxima entrega la magia y las maravillas de Machu Picchu.


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