Barruntaba
frío y anunciaban la llegada de una "ciclogénesis explosiva" o como
también la apodan los exagerados meteorólogos en los informativos "la
tormenta perfecta"; aun así marchamos a Tarazona, que nos recibió con
agrado y sin que los alarmistas comunicados se hicieran realidad. El tiempo no fue
del todo nuestro aliado, no obstante se dejaron pasear sus calles, donde las
gentes de este apartado lugar de Aragón merodeaban por sus cuestas, interpretando
su realidad cotidiana.
Ocupada
por los árabes en el año 714, florece su economía durante los 400 años en la
que estuvo gobernada por ellos, hasta que en 1119 es tomada por el
"Batallador" rey de Aragón, Alfonso I, recuperando su episcopado, del
que era titular desde antes del siglo V, convirtiéndose en una ciudad
tolerante, en la que convivían las tres creencias, cristianos, árabes y
hebreos, si bien en barrios diferenciados; los sefarditas en la judería y los
musulmanes en el barrio de Tórtoles, donde aún se conserva su mezquita. Refriegas
fronterizas hace que pase de manos aragonesas a manos castellanas y viceversa
durante el siglo XII y el XIV en la llamada guerra de los Dos Pedros, hasta la unificación
de los reinos en tiempos de los Católicos Reyes, si bien esta unión no se
oficializó hasta 1713; año en que el Borbón Felipe V, triunfador en la "Guerra
de Sucesión" por la corona, en la
que Aragón mayoritariamente (a excepción de Tarazona y Calatayud), había apostado por su contrincante el
Habsburgo Carlos, decreto la unidad indisoluble del reino español, aunque
Tarazona no queda incorporada definitivamente a la provincia de Zaragoza hasta
1833, año en el que se promueve la Reforma General del Estado.
El
paso del tiempo y la modernidad fue ganando espacio al ferrocarril, el negocio
férreo empezó a dejar de ser rentable y comenzó el principio del fin de este
tren, dejando de dar servicio la línea Tarazona - Tudela a finales de 1970. Hoy este trazado es usado por senderista
y ciclistas, reconvertido en la Vía Verde.
La
magia de sus leyendas aun se puede oler entre las estrecheces de sus
callejuelas que nos llevan de un barrio a otro, del de San Miguel al Cinto, del
Barrio Judío a Almehora, no sin descubrir durante nuestro caminar, aisladas
pintadas fascistoides y racistas de algún descerebrado, rancio y bisoño
elemento, añorante de tiempos ya superados afortunadamente. Recorrerla al
atardecer de un día frío de enero, es como volver al pasado medieval. Por la
mente pasan las historias antaño vividas, relatos de moros, hebreos y
cristianos que dejaron sus señas y sus genes entre las gentes de aquí. Fabulas
y mitos como la del Palacio Eguarás o de Alcira, junto a la Catedral, son su
fantasma y su historia de amor entre Irene y Andrés, la de La Colondra,
nacedero u Ojo de San Juan cambien con los idilios de Sebastián y Justina, la de
la mora encantada en la Cueva Mayona, la del Pozo de los Aines, la historia del
Pajar de Basilio, apodado "el Tío Carta" o la de la "Quinta
teja" del ayuntamiento, la Leyenda o tradición del cáliz de Tórtoles, la
ya comentada de el ladrón Caco y su cueva en Los Fayos, o la de la Recrebaza
(grieta) de Preñana, en la misma población, y las ya famosas que Bécquer,
recopiló y trasladó desde su celda en el monasterio de Veruela: Un lance
pesado, Las brujas y Castillo de Trasmoz, La tía Casca, todas ellas plenas del
misterio, la magia y los encantamientos de estar tierras. Aunque el gran escritor y poeta no solo se dejó llevar por las odas y las animas, junto con su hermano Valeriano, afamado pintor, realizaron un lujurioso y satírico trabajo sobre la monarca española Isabel II, "Los Borbones en pelota", que podéis ver en este mismo blog.
No
me quiero extender en pormenorizar cada uno de los lugares de la villa, para
ello están las guías y los guías, pero si relataros la importancia de visitar
con tiempo su Catedral, en parte muy sustancial mudéjar, que junto con la de
Teruel son los dos únicos ejemplos de este tipo con los que contamos en este
país, destacando de ella aparte de su interior la torre, cimborrio y claustro.
También en mudéjar podemos encontrar: El claustro de la iglesia de San
Francisco, la torre del convento de La Concepción, la Torre de San Miguel, los
artesonados del Palacio Episcopal, motivos ornamentales en las bóvedas de la
cripta de Santa Ana, la casa de Linares, la Mezquita de Tórtoles y sobre todo
la magnífica Torre de la Magdalena, que junto con el domo de la Seo, son los
símbolos de identidad de Tarazona.
Si
me quiero entretener, porque no viene en las guías, ni lo cuentan los guías, y
para eso está este blog, en el espolio artístico y cultural al que han estado
sometidos estas tierras en tiempos no muy lejanos. Tal como pasó en San
Baudelio de Soria con sus pinturas románicas, aquí ocurrió con sus artesonados
mudéjares, concretamente con uno que había en el Palacio Episcopal. Corría el
año de nuestro señor se 1935 y digo "nuestro señor", porque como en
el caso de Soria lo vendieron los curas, en este caso al caprichoso magnate norteamericano William
Randolph Hearst (Ciudadano Kane), que por ciento nunca estuvo en Tarazona. Fue
a través de unas fotografías como el portentoso Hearst lo adquirió por 18.724
dólares USA, no disfrutándolo nunca, pues estuvo embalado en sus enormes almacenes. En su etiqueta podría verse "Large mozárabe
ceiling" Tarazona, de ellos fue vendido a "paradero desconocido",
hasta que se han podido relacionar con una mansión (La Milarca) de Monterrey en
Méjico, propiedad de Mauricio Fernández Garza, que fue senador mejicano
y alcalde de San Pedro Garza García (que santo más raro, que además lleva su
propio apellido), y en la que se encuentran los artesonados turiasonenses
custodiados por la espada de Hernán Cortes, que también se halla en ella junto
con otras obras espoliadas.
El
trazado de su casco histórico todavía conserva las huellas del paso de las tres
culturas y credos que lo ocuparon en época medieval, La Judería con sus
enrevesadas callejuelas, sus Casas Colgadas, sus sombras al atardecer y la
soledad del tiempo como acompañante, nos trasmiten a otro pasado en el que esta
colectividad junto con la musulmana y cristiana compartían la ciudad, sus
avatares y progresos, sin mezclarse, pero dejándose vivir los unos a los otro y
eso es la huella que nos ha dejado Tarazona, en el que además de esa
arquitectura morisca podemos contemplar edificios barrocos y renacentistas relevantes
como: El Palacio y los jardines de Aguarás o Alcira, el Santuario de la Virgen
del Río (patrona de la ciudad), el Palacio de los Gil de Borja, el antiguo Pósito,
la Parroquia de San Miguel Arcángel, el ex-convento de la Merced, el hospicio
Doz, la Iglesia de San Atilano (patrono de la villa), el Teatro de Bellas Artes, Iglesia del Carmen, la ermita de San Juan Bautista y su
manadero de los ojos de San Juan, los restos de su muralla, El Crucifijo, el
mirador de San Prudencio, con unas magnificas vistas de una parte de la urbe, la fachada del Ayuntamiento donde se nos
cuenta la leyenda de la ciudad y donde podemos contemplar su famoso Friso de la
coronación de Carlos V en Bolonia y el Palacio Arzobispal, el edificio más
imponente de la villa, del que ya hemos comentado algo, en el que destacan su
patio, la escalera con su cúpula y el Salón de los Obispos con los retratos al
fresco de estos prelados. Siendo el edificio más considerable, su estado de
conservación es patético, aun habiendo estado habitado por el Sr. Obispo y su
anciana madre hasta apenas 10 años, las grietas en fachadas y las humedades se
dejan ver a simple vista, los retratos de sus señorías, están chorreosos de las
lágrimas de agua que el tejado deja escurrir por las paredes, a la espera de
que los dineros públicos nuevamente restauren el patrimonio privado de la santa
madre..................iglesia.
Difícil
es poder contemplar toda estas obras en su interior, pues casi todas están
cerradas al público, como lo están también sus museos de Arqueología del
Moncayo o el de la cultura hebrea Moshé Portella, parece ser que solo abren en
temporada estival y ello nos impidió poder verlos. Nueva pena, que siempre los
recortes lleguen por el lado cultural, sin darse cuenta los regidores, que justamente
es el patrimonio y la cultura el que nos lleva a estas tierras ahora perdidas
entre Castilla y Aragón a las faldas del omnipresente Moncayo.
En el Teatro de Bellas Artes encontramos la Sala-Museo dedicada a Raquel Meller, cupletista de fama durante la primera mitad del siglo XX, nacida en Tarazona en 1888. Esta tonadillera fue la primera artista española que actuó en la sala Olympia de la capital francesa, equiparándose con las grandes figuras del momento Josephine Baker, Sarah
Bernhardt o Isadora Duncan, formando parte del repertorio de la actriz canciones tan conocidas como: “El
relicario”, “La violetera”, "Flor de té", "Doña Mariquita"
y "La Modistilla", entre otras. De fuerte carácter y testaruda como buena maña, declinó al parecer intimidades con el monarca de aquel entonces Alfonso XIII, mujeriego contumaz como buen borbón, quien si las consiguió de otras ilustres damas de la época como la aristócrata Soledad Quiñones, la
institutriz y profesora de piano del por
entonces infante Beatriz Noon, con la que tuvo una hija, Juana Alfonsa Milán, la actriz Carmen
Ruiz Moragas, la renombrada tiple Julia Fons, la contralto Gabriella Besanzoni, la soprano Geneviève Vix, la Bella
Otero, la famosa artista de variedades Celia
Gámez, Marichu de Lis, la aristrocrata francesa (y con marido) Mélanie de Vilmorin, con quien tuvo un
hijo, la cual solía decir a sus íntimos, “Jamás
he engañado a mi marido, los reyes no cuentan”, y la conocida cupletista Consuelo Portella “La bella
Chelito” que según comentarios de la época, se encargó de desvirgarle.
Dícese que fueron griegos y
fenicios, los que introdujeron el olivo a la península de los íberos, y por
ende a Aragón también, en el cual ya se producía aceite en época de Escipión. Rufo
Festo Avieno un poeta latino del siglo IV, en su libro “Ora Marítima”, comenta de
la importancia del Ebro para el imperio romano, en el que se nombra a este
río “oleum flumen” (río del aceite). En época de la dominación árabe, se extendió
de forma importante el cultivo del olivo, aceite procede del árabe “Al-Zeit” y
significa zumo de oliva, almazara, etc. siendo un símbolo de riqueza en su
cultura, ya que lo empleaban como alimento, cosmético, combustible, para curar
dolencias y quemaduras, para ebanistería y para elaborar jabones, entre otras
utilidades.
Los
aceites de estas tierras se caracteriza por su aspecto limpio y de gran
transparencia, sin apenas turbiedad, con tonos desde el amarillo dorado al oro
viejo propios de la variedad de oliva "empeltre", con un sabor suave
muy agradable al paladar, equilibrados, fáciles de tomar, de aromas que
recuerdan a la fragancia del olivo y los frutos secos. Aun podemos encontrar en
Tarazona aceite obtenidos todavía de la forma tradicional por prensado en frío,
como el Olituriaso, elaborado en el trujal "La Verónica", situado en
la calle Cariñena nº 1, junto a las monjas de Santa Ana, y detrás de la
Catedral. Se trata de una almazara familiar propiedad de la saga de los Zueco
desde el siglo XIX, pero documentada su existencia ya en 1601 cuando era
propiedad del clero.
En
plena canícula estival, a las 12 en punto de cada 27 de agosto en honor a San
Atilano, patrono de Tarazona, irrumpe en la plaza a través de un pasillo
abierto por los lugareños, un mítico personaje, el "Cipotegato". Con
un palo terminado en bola, encapuchado y disfrazado de arlequín con los colores
amarillo, rojo y verde, atraviesa la plaza, huyendo por las viejas calles, perseguido
por una muchedumbre que le arroja tomates. El origen de esta fiesta se remonta a
principios siglo XVIII, como un personaje que hostigaba a los niños para que no
entorpecieran los oficios religiosos, apodándole "Pellexo de gato"; nada que ver con la leyenda de que se
apedreaba a un preso que se había dejado libre, obteniendo la libertad si lograba
salir vivo de la población. Durante dos siglos, el Cipotegato escoltó a la
procesión en la víspera del Corpus, e inclusive participando del dance de
Tarazona. Pudiendo proceder de un
personaje más añejo denominado "Mojigón", "Mojigato" o
"Carigato", como el que existió en Madrid", los "Botargas"
de los pueblos alcarreños y otros muchos lugares de nuestra geografía.
Pero
Tarazona tiene vida, vida propia y se refleja en sus gentes que salen a la
calle aun es días fríos y desapacibles como los pasados allí, colmando su barrio
de tapeo, próximo a la Plaza de San Francisco, en la zona vieja, degustando los
vinos de la zona y complaciendo al estomago con variadas, apetitosas y
originales tapas, como si se tratase de la mítica calle Laurel logroñesa. Un
par de sitios para recomendar, el Bar Visconti, en la calle Visconti, 17 y el
Bar Travesía, en la Travesía de Juan Navarro, 7, donde encontramos una buena
selección de caldos y una amplísima carta de montados.



2 comentarios:
¡Que fotos!!!!!!!!! ............ yo también quiero tener ese ojo.
El articulo tendrá su momento.
eLena,
¡¡Ya lo he leído!! Como de costumbre un gran trabajo de documentación y muy acertadas las fotos.El entorno del Moncayo esconde lugares mágicos.
A seguir descubriendo.
Mariajo
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