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Leyendas de mares relatan que los barcos procedentes de la Europa de entonces, cuando divisaban en la lejanía las estribaciones de la cadena montañosa que conforman el Cabo de Buena Esperanza y oteaban la Table Mountain, era recompensado el marinero que daba la voz de alarma con una botella de vino y unas monedas.
Después de nuestros vecinos portugueses, se asentaron por aquí en 1652 holandeses, fundando através de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales una estación intermedia de camino a India, en lo que hoy es la Ciudad del Cabo. Vicisitudes bélicas junto con los anhelos imperialistas de los hijos de la Gran Bretaña hicieron que esta colonia de los Países Bajos, pasara a manos británicas a finales del siglo XVIII y principios del XIX. El descubrimiento de diamantes y oro en estas latitudes durante el agitado siglo XIX, provocó nuevamente una guerra local en este territorio apartado del sur africano. Los descendientes de los primeros colonos holandeses de estas tierras que junto con emigrantes llegados de Francia y Alemania, formaron las comunidades bóers o afrikáners, fueron nuevamente derrotados por las fuerzas de la Corona Británica, formándose en 1910 la Unión Sudafricana.
Cape Town o Ciudad del Cabo ha sido el puerto desde el que se desarrolló toda la colonización del África Austral, entrando por ella emigrantes fundamentalmente europeos, aunque también de otros países y razas; convirtiéndose en la ciudad más cosmopolita de todo el continente y una de las más aisladas del planeta. A su espalda como abrazándola, pegada a ella, pero mil metros por encima esta Table Mountain (la Montaña Mesa), hoy convertido en un espacio protegido que se extiende hasta el Cabo de Buena Esperanza, situado apenas 4.000 km . de las heladas tierras de la Antártida. Ubicados en la cima de esta meseta contemplamos unas espectaculares vistas de la ciudad y sus alrededores, desde sus miradores podemos comprobar porque es considerada una de las capitales más hermosas del mundo. Entre las nieblas que a menudo la envuelven, divisamos ese brillo especial que la luz a estas latitudes general en los edificios; todo es pequeño desde esta altura, aun sabiendo de la amplitud de la ciudad.
El centro de la urbe, su original barrio histórico, aun mantiene en las proximidades de Long Street algunos ejemplos de arquitectura colonial; casas de color pastel de un inconfundible estilo europeo. También aquí nos toparemos con “la City” centro económico y financiero de la metrópoli y el puerto “Waterfront” transformado en parte en un gran Centro Comercial como los que por aquí conocemos. Situada a 50 km . del famoso cabo, entre dos aguas, en la unión de dos océanos, el atlántico y el Indico, esta fusión también de razas le ha conferido su talante mestizo, no pareciendo en absoluto la típica capital africana.
La ruta hacia el norte recorre planicies sobre las que se asientan enormes fincas, siempre de dueños blancos de color, y aunque últimamente se esta creando una incipiente clase media en la mayoritaria comunidad negra, los medios de producción y el país entero sigue en manos de los blancos de color, aun con un gobierno de negros, ………comentaba uno de mis acompañantes viajeros “aquí hasta los coches son blancos” y es verdad, en Sudáfrica mayoritariamente los coches son albinos, como si fuera una forma de rescatar ese tiempo vivido entre los años 1948 y 1994, los años del “apartheid”, en el que el color de la piel diferenciaba no solo formas de poder vivir, si no que intentaba diferenciar también formas de poder pensar.
Calvinia a orillas del río Oorlogskloof y al pie de las montañas Hamtam, es una población típicamente afrikáners, creada por esos colonos holandeses que hasta aquí llegaron hacia 1850 y a la que bautizaron con el nombre del teólogo reformista Frances Juan Calvino. Que hipocresía, un país profundamente religioso, en donde los domingos las ciudades y poblaciones parecen desiertos humanos, pues son días dedicados a la familia y al culto, ha segregado durante cientos de años a la población por el color de su piel, como si todos los seres humanos no fueran hijos iguales para su propio Dios. Estas piadosas gentes se han dedicado durante años a cría de ovejas para la producción de lana, forjando de Calvinia una prospera localidad. En ella se han conservado gran cantidad de casas antiguas de las épocas históricas vividas, desde el estilo holandés, victoriano al georgiano. En una de ellas “Die Dorphuis” somos acogidos para pasar la noche. Entre bordados, puntillas, armarios de época y crujientes tarimas, nuestros sueños son custodiados por antepasados que vivieron entre estos muros y cuyos retratos nos ojean desde las vetustas mesillas de nuestras doseladas camas. Estas tierras disfrutan de una visión del 80% de las estrellas existentes en el firmamento, siendo su cielo nocturno una atracción más para sus pobladores y los astrónomos que acuden a visitarla.
Rumbo hacia el norte, camino del Kalahari, la aridez del paisaje comienza a ser nuestra compañera, los horizontes son ásperos, la sequedad es la constante, solo rota al cruzar el río Orange por la población de Upington, en cuyas orillas vemos aprovechadas para cultivos de viñas. A
El gran desierto de Kalahari se extiende al norte de Sudáfrica, formado junto con Botswana y Namibia un Parque Nacional Transfronterizo. Este inmenso espacio protegido creado en 1999 es una verdadera joya de semidesérticos paisajes, dunas de color rojizo-ocre de gran belleza que aparecen ante nuestra mirada como yermas, en realidad esconden un verdadero oasis de fauna; que aun abundante en el parque, se diluye en sus 6 millones de kilómetros cuadrados de extensión que tiene.
Recorremos durante prácticamente todo el día los 123 km . que desde la entrada del Kalahari Gemsbok Park en Twee Rivieren hay hasta el campamento de Mata Mata, en la frontera con Namibia. El camino recorre el cauce seco del río Auob, que fluye una vez cada 20 años cuando la estación de lluvias es aquí importante, pero debajo de este cauce seco se encuentra una lamina freática, que aflora en algunos puntos sirviendo para que la fauna silvestre pueda abrevar, siendo estos lugares idóneos para poder avistar la gran diversidad de vida salvaje que en él podemos encontrar. Otro recorrido de aproximadamente el doble de distancia, recorre el cauce también seco, del río Nossob. Este transita por la linde de la frontera con Botswana.
El Kalahari-Gemsbok es la patria natural de los orix (o gemsbok). Estos antílopes, abundantes en todo el parque, dignifican las extensas planicies de arena. Pero hay dos motivos añadidos, en cuanto a fauna se refiere, por los que vale la pena realizar un recorrido por él: los leones del desierto, únicos por su espectacular melena negra y los guepardos, que en este hábitat se reproducen con facilidad. También observamos leopardos, licaones, hienas y chacales. Cuenta también con grandes manadas de ñus, eland, kudus, red hartebeest, jirafas, avestruces y springbook. Este parque es un lugar excelente para la observación de avifauna, destacando en este aspecto las aves rapaces.
Antes de entrar, por la asfaltada ruta que hacia el parque nos guía, podremos contemplar los enormes nidos que los pájaros tejedores han fabricado en los postes telefónicos, que a menudo ceden por el peso de los propios nidos. Otro dato curioso es que en varias zonas de este desierto crecen miles de melones silvestres entre las arenas de las profundas dunas. El camino que hemos recorrido, en algunas épocas del año es una alfombra de estos vegetales que los pequeños habitantes del desierto, los bosquimanos, devoran y a los que apodan “Tsama melon”.
Sus antepasados ocupaban gran parte del África austral, pero fueron desalojados hace 1.500 años por los bantúes y posteriormente diezmados o sometidos a trabajos por los colonos holandeses, alemanes e ingleses que llegaron casi a exterminarlos. A comienzos del siglo XIX, los bosquimanos aun mantenían una de las mayores redes comerciales de la época precolonial, que se extendía a través del Kalahari. La colonización de estos territorios resultó para ellos y su cultura una catástrofe. Actualmente se les sigue forzando para que abandonen sus territorios, incluso constituyendo "parques" de los que son expulsados, dejando vía libre al turismo y la extracción de diamantes, con la justificación de la conservación ambiental.
Hoy en día y aun con una sentencia firme del Tribunal Supremo de Bostwana (a favor del pueblo bosquimano), el gobierno de este país esta intentando expulsarlos de sus territorios en el desierto del Kalahari, negándoles acceder a sus recursos naturales de vida e incluso al agua, mientras por otro lado esta dando permisos de explotaciones a empresas diamantíferas y fomentando la construcción de establecimientos hoteleros de lujo en estos territorios que conforman el Parque Nacional del Kalahari, mientras que a sus ancestrales moradores les niega el “pan y la sal”.
"Cuando alguien nos dice, 'Ustedes los bosquimanos no tienen gobierno', nosotros les decimos que nuestros más lejanos antepasados de hace mucho tiempo tenían un gobierno y era un carbón reluciente del fuego del lugar en que habíamos estado viviendo y lo usábamos para encender el fuego del nuevo lugar al que íbamos. Así que yo digo: No nos queráis detener, queremos seguir avanzando, tenemos nuestro propio discurso."
Oma, mujer bosquimana de Nyae Nyae (Namibia)
Pero Sudáfrica, la paria de Mandela, es lo menos parecido a África de todos los países que de este continente conozco. Abandonamos el asfalto en la frontera con Namibia para visitar ese país, aquí es donde si comienza ese África de verdad, esa África “negra”, pero esto me llevara unos nuevos párrafos que no tardando descargare por aquí.