viernes, 21 de octubre de 2011

- Sudáfrica…….. una tierra de blancos, habitada por negros

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Fueron portugueses los primeros occidentales que llegaron a estas tierras australes del sur africano. Bartolomeu Dias cruzó el Cabo de las Tormentas (Cabo de Buena Esperanza) en 1488, descubriendo el océano Índico y un posible nuevo paso a la india, aunque fuese Vasco de Gama diez años mas tarde el que daría con esa nueva ruta. Fue este mismo tormentoso cabo el que seria su tumba en 1500, dejando constancia de su presencia africana en la costa Namibia, pero ya hablare de ello en un próximo artículo.

Leyendas de mares relatan que los barcos procedentes de la Europa de entonces, cuando divisaban en la lejanía las estribaciones de la cadena montañosa que conforman el Cabo de Buena Esperanza y oteaban la Table Mountain, era recompensado el marinero que daba la voz de alarma con una botella de vino y unas monedas.

Después de nuestros vecinos portugueses, se asentaron por aquí en 1652 holandeses, fundando através de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales una estación intermedia de camino a India, en lo que hoy es la Ciudad del Cabo. Vicisitudes bélicas junto con los anhelos imperialistas de los hijos de la Gran Bretaña hicieron que esta colonia de los Países Bajos, pasara a manos británicas a finales del siglo XVIII y principios del XIX. El descubrimiento de diamantes y oro en estas latitudes durante el agitado siglo XIX, provocó nuevamente una guerra local en este territorio apartado del sur africano. Los descendientes de los primeros colonos holandeses de estas tierras que junto con emigrantes llegados de Francia y Alemania, formaron las comunidades bóers o afrikáners, fueron nuevamente derrotados por las fuerzas de la Corona Británica, formándose en 1910 la Unión Sudafricana.

Cape Town o Ciudad del Cabo ha sido el puerto desde el que se desarrolló toda la colonización del África Austral, entrando por ella emigrantes fundamentalmente europeos, aunque también de otros países y razas; convirtiéndose en la ciudad más cosmopolita de todo el continente y una de las más aisladas del planeta. A su espalda como abrazándola, pegada a ella, pero mil metros por encima esta Table Mountain (la Montaña Mesa), hoy convertido en un espacio protegido que se extiende hasta el Cabo de Buena Esperanza, situado apenas 4.000 km. de las heladas tierras de la Antártida. Ubicados en la cima de esta meseta contemplamos unas espectaculares vistas de la ciudad y sus alrededores, desde sus miradores podemos comprobar porque es considerada una de las capitales más hermosas del mundo. Entre las nieblas que a menudo la envuelven, divisamos ese brillo especial que la luz a estas latitudes general en los edificios; todo es pequeño desde esta altura, aun sabiendo de la amplitud de la ciudad.

El centro de la urbe, su original barrio histórico, aun mantiene en las proximidades de Long Street algunos ejemplos de arquitectura colonial; casas de color pastel de un inconfundible estilo europeo. También aquí nos toparemos con “la City” centro económico y financiero de la metrópoli y el puerto “Waterfront” transformado en parte en un gran Centro Comercial como los que por aquí conocemos. Situada a 50 km. del famoso cabo, entre dos aguas, en la unión de dos océanos, el atlántico y el Indico, esta fusión también de razas le ha conferido su talante mestizo, no pareciendo en absoluto la típica capital africana.

La ruta hacia el norte recorre planicies sobre las que se asientan enormes fincas, siempre de dueños blancos de color, y aunque últimamente se esta creando una incipiente clase media en la mayoritaria comunidad negra, los medios de producción y el país entero sigue en manos de los blancos de color, aun con un gobierno de negros, ………comentaba uno de mis acompañantes viajeros “aquí hasta los coches son blancos” y es verdad, en Sudáfrica mayoritariamente los coches son albinos, como si fuera una forma de rescatar ese tiempo vivido entre los años 1948 y 1994, los años del          apartheid”, en el que el color de la piel diferenciaba no solo formas de poder vivir, si no que intentaba diferenciar también formas de poder pensar.

Esas planicies nos acompañan durante nuestro recorrido hasta la aldea de Calvinia, en donde el terreno comienza a sufrir la aridez del norte. Hasta aquí todo han sido campos fértiles y cosechados, en muchos de los casos repletos de vides bien cuidadas, de las que producen los afamados vinos sudafricanos, pero que a mi modesto paladar no deben dar envidia a los caldos que producimos en nuestra piel de toro.
Calvinia a orillas del río Oorlogskloof  y al pie de las montañas Hamtam, es una población típicamente afrikáners, creada por esos colonos holandeses que hasta aquí llegaron hacia 1850 y a la que bautizaron con el nombre del teólogo reformista Frances Juan Calvino. Que hipocresía, un país profundamente religioso, en donde los domingos las ciudades y poblaciones parecen desiertos humanos, pues son días dedicados a la familia y al culto, ha segregado durante cientos de años a la población por el color de su piel, como si todos los seres humanos no fueran hijos iguales para su propio Dios. Estas piadosas gentes se han dedicado durante años a cría de ovejas para la producción de lana, forjando de Calvinia una prospera localidad. En ella se han conservado gran cantidad de casas antiguas de las épocas históricas vividas, desde el estilo holandés, victoriano al georgiano. En una de ellas “Die Dorphuis” somos acogidos para pasar la noche. Entre bordados, puntillas, armarios de época y crujientes tarimas, nuestros sueños son custodiados por antepasados que vivieron entre estos muros y cuyos retratos nos ojean desde las vetustas mesillas de nuestras doseladas camas. Estas tierras disfrutan de una visión del 80% de las estrellas existentes en el firmamento, siendo su cielo nocturno una atracción más para sus pobladores y los astrónomos que acuden a visitarla.
 

Rumbo hacia el norte, camino del Kalahari, la aridez del paisaje comienza a ser nuestra compañera, los horizontes son ásperos, la sequedad es la constante, solo rota al cruzar el río Orange por la población de Upington, en cuyas orillas vemos aprovechadas para cultivos de viñas. A 13 km. se encuentra a la Reserva Monate, donde divisamos desde las aisladas rocas de Spitskop una esplendida puesta de sol. La Reserva Natural de Spitskop o Monate, ubicada en medio de una inmensa llanura tiene una extensión de más de 56 millones de metros cuadrados. Cuenta una leyenda que en el pasado, cuando el trasporte se realizaba con bueyes, estas rocas graníticas de Spitskop fueron utilizadas como lugar de encuentro y de descanso para muchos pastores en su camino norteño en busca de pastos o hacia el sur en busca de agua. Este esculpido faro de peñas en medio de la nada, ha sido utilizado desde tiempo inmemorial, como punto de referencia por todos los nómadas que por allí transitaban. En un día claro este punto de referencia puede verse a hasta 40 km. de distancia.

El gran desierto de Kalahari se extiende al norte de Sudáfrica, formado junto con Botswana y Namibia un Parque Nacional Transfronterizo. Este inmenso espacio protegido creado en 1999 es una verdadera joya de semidesérticos paisajes, dunas de color rojizo-ocre de gran belleza que aparecen ante nuestra mirada como yermas, en realidad esconden un verdadero oasis de fauna; que aun abundante en el parque, se diluye en sus 6 millones de kilómetros cuadrados de extensión que tiene.

Recorremos durante prácticamente todo el día los 123 km. que desde la entrada del Kalahari Gemsbok Park en Twee Rivieren hay hasta el campamento de Mata Mata, en la frontera con Namibia. El camino recorre el cauce seco del río Auob, que fluye una vez cada 20 años cuando la estación de lluvias es aquí importante, pero debajo de este cauce seco se encuentra una lamina freática, que aflora en algunos puntos sirviendo para que la fauna silvestre pueda abrevar, siendo estos lugares idóneos para poder avistar la gran diversidad de vida salvaje que en él podemos encontrar. Otro recorrido de aproximadamente el doble de distancia, recorre el cauce también seco, del río Nossob. Este transita por la linde de la frontera con Botswana.

El Kalahari-Gemsbok es la patria natural de los orix (o gemsbok). Estos antílopes, abundantes en todo el parque, dignifican las extensas planicies de arena. Pero hay dos motivos añadidos, en cuanto a fauna se refiere, por los que vale la pena realizar un recorrido por él: los leones del desierto, únicos por su espectacular melena negra y los guepardos, que en este hábitat se reproducen con facilidad. También observamos leopardos, licaones, hienas y chacales. Cuenta también con grandes manadas de ñus, eland, kudus, red hartebeest, jirafas, avestruces y springbook. Este parque es un lugar excelente para la observación de avifauna, destacando en este aspecto las aves rapaces.

Antes de entrar, por la asfaltada ruta que hacia el parque nos guía, podremos contemplar los enormes nidos que los pájaros tejedores han fabricado en los postes telefónicos, que a menudo ceden por el peso de los propios nidos. Otro dato curioso es que en varias zonas de este desierto crecen miles de melones silvestres entre las arenas de las profundas dunas. El camino que hemos recorrido, en algunas épocas del año es una alfombra de estos vegetales que los pequeños habitantes del desierto, los bosquimanos, devoran y a los que apodan “Tsama melon”.

Los bosquimanos son en la actualidad los verdaderos pobladores humanos del Kalahari y sus alrededores, a donde han quedado confinados; aunque a principios del siglo XX grupos de estos pobladores vivían en armonía con la naturaleza, distribuidos por Namibia, Botswana, Sudáfrica y el sur de Angola. Esta tribu de menudos, fuertes y fibrosos hombres chatos, se caracteriza por su  lenguaje único, a base de “chasquidos”. Hasta no hace mucho eran lo que en antropología se denomina pueblo de “cazadores-recolectores”, prácticamente vivían en la Edad de Piedra. Entre ellos no hay un líder o jefe principal, el grupo se rige por el consenso, existe igualdad de género y los niños son valorados y bien tratados, las mujeres tienen tantos hijos como son capaces de cargar y alimentar al mismo tiempo. Hoy los poblados que aun existen de esta etnia en el desierto no se pueden visitar, solo investigadores con un permiso especial pueden acceder a ellos.

Sus antepasados ocupaban gran parte del África austral, pero fueron desalojados hace 1.500 años por los bantúes y posteriormente diezmados o sometidos a trabajos por los colonos holandeses, alemanes e ingleses que llegaron casi a exterminarlos. A comienzos del siglo XIX, los bosquimanos aun mantenían una de las mayores redes comerciales de la época precolonial, que se extendía a través del Kalahari. La colonización de estos territorios resultó para ellos y su cultura una catástrofe. Actualmente se les sigue forzando para que abandonen sus territorios, incluso constituyendo "parques" de los que son expulsados, dejando vía libre al turismo y la extracción de diamantes, con la justificación de la conservación ambiental.
Hoy en día y aun con una sentencia firme del Tribunal Supremo de Bostwana (a favor del pueblo bosquimano), el gobierno de este país esta intentando expulsarlos de sus territorios en el desierto del Kalahari, negándoles acceder a sus recursos naturales de vida e incluso al agua, mientras por otro lado esta dando permisos de explotaciones a empresas diamantíferas y fomentando la construcción de establecimientos hoteleros de lujo en estos territorios que conforman el Parque Nacional del Kalahari, mientras que a sus ancestrales moradores les niega el “pan y la sal”.

"Cuando alguien nos dice, 'Ustedes los bosquimanos no tienen gobierno', nosotros les decimos que nuestros más lejanos antepasados de hace mucho tiempo tenían un gobierno y era un carbón reluciente del fuego del lugar en que habíamos estado viviendo y lo usábamos para encender el fuego del nuevo lugar al que íbamos. Así que yo digo: No nos queráis detener, queremos seguir avanzando, tenemos nuestro propio discurso."
                                                        Oma, mujer bosquimana de Nyae Nyae (Namibia)

Pero Sudáfrica, la paria de Mandela, es lo menos parecido a África de todos los países que de este continente conozco. Abandonamos el asfalto en la frontera con Namibia para visitar ese país, aquí es donde si comienza ese África de verdad, esa África “negra”, pero esto me llevara unos nuevos párrafos que no tardando descargare por aquí.

martes, 11 de octubre de 2011

- Cataratas Victoria (Victoria Falls) Zimbabue – Zambia


Un estruendo no muy lejano nos acompaña en la noche, por el día  es como si parte del bosque que las rodea estuviera ardiendo. Son los efectos del agua precipitándose desde una altura de 100 metros, sobre una grieta de entre 60 a 120 mts. de anchura y 1.700 de longitud, los que producen el bufido del liquido elemento al caer, formando la nube de partículas estrellándose en el fondo del barranco. El tamaño de las Cataratas Victoria es casi el doble que las del Niágara y más de dos veces el tamaño de las Horseshoe en Canadá. Sólo rivalizan con ellas las de Iguazú situadas entre Brasil y Argentina. Un caudal de medio millón de litros de agua por segundo, que en la época de lluvias (de noviembre a mayo) puede multiplicarse por 10, llegando a los 5 millones de litros por segundo. La bruma que forma el agua pulverizada de las cascadas puede llega a alcanzar 400 metros de altura, e incluso los 800 en la estación lluviosa.

Observándolas, intento comprender la sensación que debió recorrer a David Livingstone al acercarse a este lugar allá por el año 1855, retornando por el rió Zambeze en una de sus exploraciones por Luanda, descubriendo para los occidentales las famosas Cataratas “Mosi oa Tunya” (el humo que ruge) a las que rebautizó con el nombre de la reina Victoria de Inglaterra.
Este medico escocés, pastor (cura) calvinista, explorador, aventurero, crítico antimilitarista y enemigo tenaz de la esclavitud, descubrió los secretos mejor guardados del corazón de África. Navegó el lago Tanganica, cruzó el desierto del Kalahari y remontó el Zambeze, encontrando las famosas Cataratas. En 1871 llegaron a occidente noticias de que Livingstone había desaparecido, por lo que el periódico New York Herald encomendó su búsqueda a Henry Stanley, que por mas señas estaba en aquel entonces cubriendo su labor informativa en Madrid, alojado en una pensión de la calle de la Cruz, hoy centro del tapeo más próximo a la Puerta del Sol. Consiguiéndolo encontrar en la ciudad de Ujiji, a orillas del lago Tanganica. Cuando Stanley se topó con un hombre blanco, famélico y moribundo, se dirigió a él con la célebre frase: “El doctor Livingstone, supongo…..”. Después de este encuentro los dos estuvieron durante unos meses recorriendo y descubriendo juntos territorios africanos situados al norte del Lago Tanganica.

Las cascadas forman parte de los Parques Nacionales de Mosi-oa-Tunya en Zambia y de Cataratas Victoria en Zimbabue, integrando el área protegida Kavango-Zambeze de casi 9.000 ha. Estando declaradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad desde 1989.
En la zona zimbabuesa la bruma nos envuelve en forma de lluvia, hasta el punto de que nos impide hacer las fotos obligadas a cada cascada, necesitando una y otra vez limpiar los objetivos de las cámaras. Esa lluvia que nos refresca, nos moja y nos alivia a la vez, acompaña nuestro pasear por los distintos pasajes que tiene el sendero. Entre dos y tres horas nos llevara recorrer con total tranquilidad los 16 puntos de vista de este camino que se extiende frente a las cortinas de agua en su parte sur, desde el espacio dedicado a Livingstone hasta el mirador del puente sobre el Zambeze. La humedad es constante durante la primera mitad del camino y los miradores han sido situados de forma no muy afortunada, pudiendo su ubicación estar ubicada más próxima a las vistas de las enormes caídas de agua, pero aun así las vistas son excepcionales. Uno tras otro se sucede el espectáculo de sonido y agua, como si de una sinfonía Wagneriana se tratara. La nube nos envuelve, elevándose un centenar de metros, el rugido que desde la profundidad del barranco asciende hacia nosotros es el dueño de nuestros tímpanos, solo el sonido del bramar del agua es la música que nos acompaña en nuestro caminar.

Pasamos por la Catarata del Diablo (Devil's Cataract) de 70 m., entre esta y la impresionante Catarata Principal (Main Falls) de 93 m. está la isla de la Catarata, a continuación la Cascada de Herradura (Horseshoe Falls) de 95 m. después hay un espacio por el que no cae agua, es lo que corresponde a la isla Livingstone´s, a la que se puede acceder caminando (quitándonos el calzado en algunos tramos) desde el vecino país de Zambia, pero solo en la estación seca y cuando el volumen de agua lo permite. En esta ínsula es donde encontramos la “piscina del Diablo”, una pequeña oquedad en el agua, justo al borde del precipicio a donde nos acompañan los lugareños ofreciéndonos su baño en ella. La siguiente cascada es la del Arco Iris (Rainbow Falls) 108 m. Aquí el sendero ya no consta de protección y el paseo se convierte en mas autentico, al mismo tiempo que arriesgado. Esta caída tiene su nombre en el permanente multicolor que forma el agua al precipitarse, y no siendo la que más caudal lleva, a mis ojos se me presentó como la más hermosa de todas. Algo mas adelante llegaremos a lo que se denomina el “punto de peligro” y que no es mas ni menos el final del recorrido por delante de las cascadas en la parte de Zimbabue; justo encima del punto por donde desaguan al profundo cañón las aguas de Zambeze. Solo nos queda por ver la Catarata del Este (Eastern Cataract) de 101 m. que divisamos a lo lejos y que después admiraremos durante la visita al vecino país.

A Zambia cruzamos caminado, pasamos por el puente donde están ubicadas las instalaciones de los “deportes de riesgo” puenting, góming y canoping. Somos unos lugareños más que cruzan de un estado a otro, con la sensación de que se tratara del mismo sitio, del mismo país; solo una centena de metros los divide, 100 mts. de distancia, pero también de profundidad. Dos patrias, dos fronteras, cuatro pases por ellas, visados, papeleos y nuevos sellos en los pasaportes, pero merece la pena. Ver el espectáculo de las Cataratas desde otra perspectiva lo merece, aquí el sendero que nos conduce frente a ellas se me hace mas interesante que desde el otro lado, vemos la enorme grieta por donde cae el agua a lo largo de todas ellas, bueno, no la vemos, nos la imaginamos, pues la fuerza que produce al caer y la bruma que forma nos la impiden ver, pero aun así las imágenes que nuestras retinas pueden observar son impresionantes.
Nos acercamos al vértice por donde cae el agua y paseamos algunos trechos por encima de las cataratas. De nuevo la sensación de vacío a nuestros pies nos sobrecoge, el furor del agua vuelve a acompañar nuestros oídos y la blancura de la espuma quiere cejar nuestros ojos……………… Volvemos sobre nuestros pasos, de nuevo fronteras y puente…………..”cuatro horas en Zambia” podría titularse esta parte del escrito, cuatro intensas horas al otro lado del río Zambeze.

Durante la época de lluvias no es posible ver el fondo del barranco, el pie de las cascadas, ni tampoco parte de las cortinas de las cataratas; los paseos a lo largo del acantilado resultan ser un aguacero constante debido a la abundante agua vaporizada, cerca del borde del acantilado, las partículas de agua suben como una lluvia invertida. Según va entrando la estación seca, parte  la cima transitable de las cascadas se hace más ancha y visitable. Desde septiembre a enero más de la mitad de las cataratas puede llegar a quedarse seca y se puede observar gran parte de la primera garganta en casi toda su longitud.

Si el recorrido de su visista desde tierra es sobrecogedor, la vista de ellas desde la altura en helicóptero es impresionante. A vista de águila, asemejan la herida producida por un cincel en donde se desparrama el agua, y hasta parece que por un efecto mágico desaparecen entre la bruma.

Durante muchos años este glamoroso trozo de África que seduce nuestro más profundo interior solo era un hotel, una estación de ferrocarril, un puente, una pista de aterrizaje............ y por supuesto las Cataratas. Hasta aquí llegaban únicamente a comienzos del pasado siglo XX las realezas europeas, los dignatarios occidentales y los miembros de las más influyentes oligarquías económicas del momento.

El Victoria Falls Hotel, es un autentico alojamiento victoriano de principios de siglo, ni que dudar tiene que me refiero a principios del siglo XX. Sus salones, terrazas, pasillos, alojamientos, patios y estancias, nos trasladan a esa época, pudiendo imaginarnos a Sir Winston Churchill fumándose un habano en algunos de sus sofás con vistas al puente, o a la reina Isabel (la whiskera reina madre) con su esposo Jorge VI (del que me enterado recientemente que era tartamudo) paseando con atuendos “casual” por los jardines de este fantástico complejo.

La estación también tiene un grado de decadencia nobiliaria, aunque aquí el ajetreo de la población local le da un sabor más real y próximo a mi persona, Desde ella siguen saliendo trenes de viajeros y mercancías con distintos destinos, e igualmente el lujoso ferrocarril turístico, Tren Blanco, o Tren Azul por el color que la locomotora tuvo en su origen, al pintarla de ese color durante el viaje en 1947 de la familia real Inglesa. Hoy en día sigue sirviendo de medio de locomoción y alojamiento a las clases “acomodadas” que se lo pueden permitir.

Sobre los paneles de madera de los coches cama de la compañía de ferrocarril de Zimbabwe hay mapas que constituyen toda una lección de historia. Datan de los días de Sir Roy Welensky, cuando los ferrocarriles de Rhodesia del Norte (hoy Zambia) y de Rhodesia del Sur (Zimbabwe) operaban conjuntamente.
La ruta de las Cataratas Victoria fue inaugurada en 1904 con aspiraciones ambiciosas: formar parte de la ruta propuesta por Cecil Rhodes para atravesar África desde El Cairo hasta Ciudad de El Cabo. Aunque era prácticamente una utopía, se completó uno de los tramos: el recorrido desde Bulawayo a las Cataratas Victoria. Hoy día todavía sigue siendo una de las líneas de tren más impresionantes y celebradas de África. El trayecto recorre  los 475 km. de vía que cruzan bosques y sabanas, bordeando el Parque Nacional de Hwange, una de las reservas de caza más hermosas de África.

El puente que delimita en la actualidad Zimbabue y Zambia,  sirve como paso y control fronterizo entre los dos países que formaron antaño las antiguas Rodesias, patria del apartheid (separación entre blancos y negros). El puente con un arco de 122 mts. y 111 de caída hasta el cauce del río, fue construido en  acero en 1905, creado en un principio para el paso de la línea de ferrocarril que iba a enlazar Ciudad del Cabo con El Cairo. Hoy sirve de paso de todo tipo de mercancías y vehículos, hasta andando se utiliza para pasar de un país a otro.

Hoy en día Victoria Falls, es una mediana ciudad con todos los servicios que el turismo demanda, convirtiéndose en el paraíso de todos los “….ing” habidos y por haber: jumping, puenting, rafting, canoping, leoning, elefanting,………. etcetering.  Mi sensación al visitarla fue de una decadencia en la modernidad, la note falta de visitantes y no era época baja de turismo. En el mercadillo artesanal situado a las afueras, hay quincalla para abastecer a los turistas durante los próximos 10 años; pero es posible que esa dichosa crisis que me encuentro todos los días en los telediarios haya llegado hasta estas latitudes también.

Este es el primero, aunque el ultimo secuencialmente, de los cuatro en los que he dividido el periplo realizado durante el mes de septiembre al África Austral. Interesante compendio de países y culturas en los que he podido disfrutar en compañía de unos nuevos amigos, de los paisajes y las gentes de Sudáfrica, Namibia, Bostwana, Zimbabue y Zambia.