jueves, 30 de mayo de 2019

- Isfahán…… armonía y belleza (Irán)

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Situada a más de 1.500 mts. de altitud entre los extensos Montes Zagros y la meseta iraní, Isfahán es la tercera ciudad en importancia del país. Con aproximadamente dos millones de habitantes, es la población más aristócrata de todo Irán, no por sus gentes que son de lo más moderno y avanzado, si no por sus edificaciones de entre los siglos XI y XIX, que le dan ese halo de hidalguía y distinción.
 
Si Irán es un país amable, Isfahán es posiblemente la ciudad más tolerante y cosmopolita de entre todas las poblaciones persas. Sus gentes, sobre todo sus jóvenes muchachas, desprenden esas ansias de libertad y ruptura que sus rostros y ademanes nos muestran a cada instante. Al mirarlas, e imaginarlas sin pañuelo en la cabeza, pensamos que podían bien pasar por parisinas o romanas, al ir tan coquetas y elegantemente vestidas como estas. 

Nos alojamos en el pequeño hotel y Casa Tradicional Dibai, donde somos recibidos por Aleli, una encantadora y joven hispano-iraní que nos ayuda en todo lo que le solicitamos. Una buena casualidad encontrar una persona que hable perfectamente castellano en este inmenso país. El lugar está perfectamente situado junto al bazar, muy próximo a la Mezquita de Alí y su enorme minarete, y a unos 15 minutos de caminata de la plaza Naqsh-e Jahan. 


El rio Zayandeh “Dador de vida", cruza la ciudad de oeste a este sin conseguir dividirla, pues sus 11 puentes, más que separar sus barriadas consiguen socializarlas, al ser estas pasarelas lugar de reunión y disfrute de los vecinos. Sobre todo los dos peatonales puentes levantados en el siglo XVII, el de Khaju y el de Si-o-se Pol (puente de los treinta y tres arcos, en recuerdo de los años de Cristo y en honor de los cristianos de la ciudad). Ironía del destino, que un puente con simbología cristiana sea referente de la ciudad y uno de los símbolos de todo Irán, un país de fuerte tradición musulmana.  

Pues justo al suroeste de este puente nos encontramos el barrio de Jolfa o "Barrio Armenio", donde se asentaron los seguidores de esta doctrina cristiana. Llegados hasta aquí a principios del siglo XVII, en número aproximado de 150.000 huyendo de la persecución del Imperio Otomano. Fueron traídos desde su población natal de Jolfa (Azerbaiyán) por el Sha Abbas I, al tener grandes conocimientos del negocio de la seda. Levantaron la Iglesia de San Salvador o Catedral de Vank, el templo más importante del país para los cristianos armenios. Edificada en una mezcla de mezquita safávida y templo armenio, con cúpula de ladrillo, torre con reloj y un importante conjunto de coloridas e interesantes pinturas murales, que observan en su interior. También podremos recorres en el mismo recinto, el museo dedicado al genocidio armenio, cuando fueron eliminadas entre 1915 y1923 alrededor de 2 millones de personas, por parte del Imperio Otomano. 

Paseando por las callejuelas del barrio podremos visitar un puñado de iglesias cristianas entre las que destaca la de Belén (Saint Bethlehem Church). También tomarnos un café en algunos de los agradables establecimientos dedicados a ello, que inusualmente por esta zona si encontramos y hasta coquetear en tiendas de modernos ropajes. Jolfa se nos muestra como un barrio más moderno y alternativo, con un cierto ambiente liberal y tolerante, donde se distingue un elevado aspecto cultural comparado con el resto de la ciudad. Se habla armenio en vez de persa, son cristianos en vez de musulmanes, se consume alcohol de forma clandestina y prefieren el baloncesto al futbol. 
 
Cruzamos de nuevo el rio, al que volveremos de noche para ver el espectáculo de su iluminación nocturna y el ajetreo de viandantes, y nos situamos en el Boulevard Chahar Bagh. Magnifica avenida de unos 6 kilómetros, que recorre de sur a norte prácticamente la ciudad, y de la cual sacaron su diseño los franceses para construir los Campos Elíseos. En su lado oriental se emplazan los deliciosos jardines y palacetes de Hašt-Behešt (los Ocho Cielos) y Chehel Sotoon (Cuarenta Columnas). 
 
 Al principio del boulevard, frente al afamado y caro Hotel Abbasi, se sitúan unas buenas librerías, donde por fin pude encontrar una edición ilustrada de las Rubaiyat de Omar Khayyam en "farsi" (persa), del que ya tenía ganas. También un ejemplar en el mismo idioma, que me habían encargado, de "El Principito" de Saint-Exupéry. 
 
Siguiendo el recorrido nos acercamos hasta el Hamman Alí Qoli Aqa. Hoy estos evocadores baños han sido transformados en un museo, ante la prohibición  de las autoridades iranís de no permitir esta actividad social y de aseo tan oriental. Toca ir ahora a la Plaza del Imán Alí y a la cercana Mezquita Jameh (o del viernes).
 
Entramos a este espacio de oración a través de un corredor de unos 50 m. que nos deposita en el patio central de esta impresionante construcción. La Mezquita Jameh no es la más grande del país, ni la más hermosa, ni siquiera posee el complejo religioso más importante, pero tiene un halo especial que la envuelve
diferenciándola de todas las demás. Puede que sea por la naturaleza de sus vetustas líneas, al ser una de las mas viejas que quedan en pie de todo el país, pues se comenzó a construir sobre el año 771, no habiendo dejado de añadirse construcciones hasta prácticamente nuestros días. Permanentemente llena de fieles que acuden a las horas de rezo, se encuentra dividida en cuatro "iwan", esos porches descubiertos y abovedadas cuyos portales principales están enfrentados unos a otros hacia un patio común. 

La mezquita coincide con el límite norte del bazar, siendo ocasión de realizar su visita. Nos adentramos en otro mundo, recorriendo las abovedadas callejuelas en un espacio sin sol, ajenos al mundo exterior y dejándonos llevar por los olores, los colores y las gentes que sin pausa realizan aquí su actividad. Estamos en el histórico Bazar Bozorg, uno de los mayores y más antiguos zocos de Medio Oriente, donde las partes más antiguas; las situadas alrededor de la mezquita; tienen más de mil años, la mayoría de lo que hoy podemos observar data de principios del siglo XVII. Con casi dos kilómetros de permanente actividad comercial de todo tipo, donde los gremios están ubicados en zonas especificas, a donde los lugareños saben perfectamente dónde dirigir sus pasos. Pero donde los foráneos podemos perdernos sin ninguna dificultad, ya que el bazar es un laberinto de callejuelas, madrazas, caravanserais y timchehs (salas abovedadas o centros con arcadas de un solo comercio). La parte final está dedicada al gremio de los joyeros, lugar desde el cual ya divisamos la salida por la afamada puerta Qeysarieh, tras la cual se encuentra la Gran Plaza. 
 
 
Naqsh-e Jahan o Plaza del Imam es el centro neurálgico de la ciudad, el alma de Isfahán, no importa los días que dediques a visitar esta bella ciudad, cada uno de ellos pasaras por aquí. Perfectamente rectangular, de equilibradas formas y con unas dimensiones de 510 metros de largo y 165 de ancho, que la convierten en la segunda plaza mayor del mundo después de Tiananmén, pueden estar orgullosos los diseñadores del siglo XVII que la proyectaron del resultado conseguido. 
 

 
Sus cuatro laterales están recorridos por una misma arcada de dos alturas, un equilibrio de simetría únicamente quebrado por los singulares edificios que cada flanco sustenta: La monumental puerta Qeysarieh al norte dando acceso al bazar, con sus frescos guerreros y zodiacales.  El palacio Ali Qapu al oeste, dedicado a sala de recepciones de embajadores y autoridades, a cuya columnata balconada conviene subir en el ocaso del día para extasiarnos con el espectáculo observar el atardecer. La no muy extensa pero trabajada, sin minaretes ni patio, Mezquita Sheikh Lotfallah al este, y la Gran Mezquita del Imán al sur. 

La Mezquita del Imán, Mezquita Shah o Masjed-e Shad es sin duda una de las más bonitas y espectaculares de todo Irán, siendo considerada una obra maestra de la arquitectura persa y una joya del siglo XVII. Comenzada a construir en el año 1611 y terminada en 1638, tenía la intención de reemplazar la antigua Mezquita Jameh para la oración del viernes. Fue catalogada junto a la plaza Nash-e Jahan como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.  

Al observar la mezquita desde la plaza observamos que la espectacular cúpula no está centrada con los dos minaretes (42 metros de altura) de su puerta de acceso (30 metros de altura)…sino que está girada 45º hacia el lado derecho, de modo que el Mihrab mire a la Meca, pero que además la puerta de acceso quede en línea con la plaza. Su patio está rodeado por cuatro iwans, siendo una de las primeras mezquitas en usar este diseño tan característico del país. Destacando el espectacular iwan situado al sur, flanqueado por dos minaretes de 48 m. de altura y una cúpula de doble cara 54 metros, lugar donde se ubican, el Mihrab de mármol y un Minbar o púlpito.
 
 
Una de sus características arquitectónicas son sus propiedades acústicas, que podemos comprobar si hablamos bajo la cúpula, al ser claramente escuchados dentro del espacio de la mezquita. La otra particularidad es la variedad de colores azules en las paredes de los
azulejos interiores y exteriores, reseña que se convierte en la firma de identidad del templo. En su fachada podemos deleitarnos observando los mosaicos verdes, azules, amarillos y blancos que suponen una maravilla del arte safávida. En su interior nos sentiremos cubiertos por innumerables mosaicos azules con motivos decorativos salpicados de oro y blanco, que recubren prácticamente todas las paredes.  

La suntuosidad de esta construcción, así como del resto de edificios de la plaza Nagshs-e-Jahan, choca con la algarabía que se percibe en ella. A cualquier hora del día este lugar es un espectáculo, un ir y venir de gentes, un teatro callejero, pero es a partir de la puesta del sol sobre el palacio Ali Qapu, cuando su ardor se hace más dinámico y evidente. Gentes de todo tipo copan sus espacios: niños que monta en bicis o juegan a balón, padres cargado de alfombras reservan espacio en el césped a la espera de una cena de picnic, modernas chicas con el pañuelo sujeto de manera inverosímil en el moño enseñando lo más posible de su bella cabellera, largas filas frente a las heladería, así como innumerables parejas inmortalizándose con los selfies en sus teléfonos móviles. 
 
 
Sentado a esa hora especial del atardecer, en la terraza del primer piso de una galería de arte que hace las funciones de una tetería instalada junto a la puerta Qeysarieh, reflexiono de las sensaciones que pudieran tener los comerciantes del siglo XVII. Que tras recorrer penosamente las desérticas tierras de la Ruta de la Seda, traspasasen cualquiera de los accesos a esta sublime y mítica plaza, se quedarían maravillados ante tanta belleza y grandiosidad. Sensaciones que no son extrañas para los humanos que hoy en día, sin ningún fin comercial, nos acercamos hasta estas tierras a conocer nuevas gentes, nuevas formas de pensar, de vivir, de creer……… y a contemplar lugares mágicos como la plaza Naqsh-e Jahan.

1 comentario:

rosario benito dijo...

Me traen tantos recuerdos...