domingo, 30 de noviembre de 2025

- Dehesa “Mata”…… con la septuacentenaria y zarandeada “Arca” de Almarza y San Andrés de Soria

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Si ascendemos desde la capital soriana hacia los vecinos valles de los Cameros riojanos, antes de superar el paso de Piqueras iremos observando a medida que vamos cogiendo altura como a nuestra diestra y siniestra, entre la Sierra del Alba y la de Tabanera, se van conformando unas exquisitas dehesas donde, desde la noche de los tiempos han pacido todo tipo de ganado. Hoy nos toca ir a recorrer parte de una de estas, cuya historia se remonta más de 700 años, teniéndose constancia documental de ella allá por el año 1367 (año concreto de1329) a través de un litigio en el que tuvo que dirimir el por entonces monarca Alfonso XI de Castilla, sentenciando la propiedad de la dehesa “Mata” a favor de los pobladores de Cardos, Pipahón, San Andrés y Almarza, aldeas las dos primeras ya desaparecidas. Haciendo constancia de que por aquel entonces en los pueblos de Castilla y León, las dehesas boyales eran exclusivas del marqués o conde de turno, no de los vecinos.

 

Si bien hay constancia de su dominio privativo desde las primeras décadas del siglo XIV, mis entendederas me hacen reflexionar sobre una vetustez bastante anterior, toda vez que estas tierras por las que se pudo transitar fácilmente, a bien de su excelente y milenaria calzada romana que comunicaba el puerto fluvial de Vareia (Varea/Logroño) con Numancia (Soria), sirvió en tiempos de la mal llamada “reconquista” a llegar a las tierras de Magaña, Tera y Almarza los ejércitos del Reino de Pamplona en el año 976, situándose la línea fronteriza con el sarraceno al sur de las mencionadas poblaciones. La denominación de Almarza no puede ser más “arabesca”, pudiéndose traducir como ”Al puerto” o “tierra de pastos”, con lo que cualquiera de las dos definiciones nos valdría en este caso.




Por lo referenciado no sería muy difícil que ya a principios del siglo XI estuvieran sus tierras repobladas, bien por gentes venidas de tierras vasconas o de tierras segovianas (muchos de los pueblos de la zona tienen nominaciones relacionadas con Sepúlveda, Pedraza, Ayllón, Arévalo, Cuellar, etc.). Y esa repoblación conllevará la existencia de dehesas comunales o boyales donde pacer los ganados, con los consabidos pleitos entre las poblaciones por los lindes (antes menos definidos que ahora). Por lo que muy posiblemente ya se estarían aprovechando estos pastos durante el 1270 cuando el “Sabio” rey Alfonso X elaboró el primer censo de Soria, justo 151 años después de que “Batallador” Alfonso I de Aragón (1119) tomara estas tierras y fundara Soria como cabeza de una extenso alfoz (hoy convertido en la Mancomunidad de los 150 Pueblos).




La dehesa “Mata”; una de las que más historia y fama tienen en la provincia de Soria; destaca no solo por su especial naturaleza, también por la singularidad de la propiedad “bien de propios”, otrora de cuatro localidades hoy solamente dos Almarza y San Andrés de Soria, las otras fueron secuela de la despoblación como ya he comentado. Peculiaridad que se ha convertido en señera identidad de ambas poblaciones, que conjuntamente custodian (los años pares San Andrés y los impares Almarza) una centenaria “Arca” de nogal donde guardan los históricos documentos, litigios, dispensas, privilegios y vicisitudes que atañen a esta dehesa boyal. Arcón que es festivamente intercambiado entre ambas poblaciones desde tiempo inmemorial, cada 6 de enero (día de los Magos de Oriente) en el paraje de Cantogordo (linde entre ellas).

 

El actual cofre o baúl es del siglo XVIII, estando su peculiaridad en la férrea cerradura que se diseño para ser abierta con dos llaves (una para cada población). Que idénticas pero inversas (simetría de espejo) deben de usarse al tiempo y en dirección inversa para que la cerraja se desbloquee y permita su apertura. Siendo de esta forma y manera como se custodian los legajos en ella custodiados por siglos. No teniendo conocimiento hasta el momento de la existencia de un proceso así en toda la geografía hispana, por lo que se le puede catalogar como único.

El ilustre y controvertido arqueólogo soriano Blas Taracena fue de los primeros que relacionó hace más de 80 años parte de los 107 documentos en ella custodiados, a los que se ha añadido en 2024 uno más: el plano mapa de la “Dehesa Mata” elaborado por Carlos Sanz y Juan Ramón Muñoz (que yo expongo como cabecera de las fotos de este enclave) con los topónimos singulares de la zona proporcionados por los avezados abuelos del lugar, verdaderos conocedores del terreno.




Y después de esta ocurrente e inexcusable introducción histórica que no todos los lugares tienen la suerte de poseer, nos introducimos en la fructífera y nutrida dehesa pródiga en lugares de pasto para ganados, como en recursos forestales: leña, madera, etc. así como otros productos naturales: setas y frutos silvestres, completando toda una gama de acervos de los que se han valido y aun hoy se sirven los habitantes de la zona, como forma de completar su medio de vida, formando una parte importante del peculio de estas gentes.

 

A tan solo 23 km. al norte de la capital soriana se sitúa este esplendido trozo de naturaleza donde la mano humana ha intervenido bien poco (y si lo ha hecho ha sido de forma sostenible), trasladándonos un espacio de caprichosos lugares en un entorno paisajístico y visual de primer orden. Con una apreciable extensión de 1015 hectáreas y lindando con las recién nacidas aguas del inmediato río Tera, su morfología al contrario de la ya relatada Dehesa de Vilviestre de los Nabos o la de Arguijo que próximamente relacionare a través estos párrafos, asentadas sobre zonas llanas, esta se dispone en una ladera que cubre un desnivel de 500 mts. desde los 1170 a su entrada hasta los 1637 que tiene la mojonera próxima al Alto de Tabanera, su punto culminante.

 

Al acceder a ella (PK. 250,5 de la N-111) veremos el rustico cartel indicativo de la Ermita de los Santos Nuevos (sin saber hasta esta fecha a que santos modernos o noveles se refiere), benditos mártires trasladados de la iglesia de “Los Santos” aldea despoblada ubicada en las proximidades del vecino pueblo de La Póveda. Dejando a mitad del camino a diestra un majano coronado en cruz, sobre el que asignan la piadosa “leyenda de un caballero” y su porción de carne. Y ya antes de llegar junto al inicio de una rampa; que nos deposita en la “ingente iglesia“, pues el edificio es mucho más que una simple ermita; cruzamos por una bucólica fuente con bancos-merendero.




Es desde esta ermita-santuario de donde parte el itinerario que vamos a realizar, en una espléndida y fresca mañana de otoño, a través de amplias praderas, espesos rodales y bosquetes de robles, así como atractivas zonas de verdes pastos y acebos. La ruta comienza en leve ascenso para al poco traspasar la "Portilla del Aydilllo", desde donde acometemos una más fuerte pendiente por un camino pedregoso de aproximadamente un kilómetro, desde el que nos desviamos a siniestra en ir a la búsqueda de un “haya” de cierto porte, cruzando por medio mitad de un intrincado y espinoso bosquete. Una vez

encontrada, retornamos a la senda principal para continuar la ascensión por entre un buen rodal de acebos, culminando la cuesta en el “Portillo Somero”, donde al parecer existe un “cache” para los practicantes del “geocaching”. Nos rodean unos buenos ejemplares de robles rebollo “quercus pirenaica”, considerados de los más vistosos de estas laderas sorianas,

Salimos del bosque ya tomando dirección sur y camino de regreso, con la impresionante estampa de un fornido roble, sirviéndole de fondo las siluetas de las Sierras del Alba y del Madero con el omnipresente Moncayo sobre el horizonte. Observando en el descenso un par de arbustos bien cubiertos de muérdago, para no tardando llegar a la zona de la Mesilla. Siendo aquí donde nos detenemos para visitar un refugio de pastores conocido como "Choza de la Mesilla", una construcción circular en piedra seca, con más de 300 años de antigüedad y bastante bien conservada. Siendo un tipo de construcción que aún se puede encontrar en estado y numero apreciable por estas comarcas del norte de Soria, tales como son las chozas pastoriles de: la de la Dehesa de Gallinero, la del Acebal de Garagüeta, la de Zarranzano (Arévalo / Castellanos de la Sierra), el chozo de la Peñuela (cercano al pico Terrazas) o los tampoco lejanos chozo de El Calar y chozo de la Soriana.




Desde la Mesilla una buena vereda en descenso y dirección noreste nos devuelve por entre curtidos robles a la Ermita de los Santos Nuevos, donde nos dedicamos a escudriñar las curiosidades que el templo en su exterior nos muestra. Después de comer en Almarza (nada aconsejable el restaurante Cuatro Vientos), nos dirigimos a San Andrés donde teníamos referencia sobre el pórtico de su iglesia, pero prácticamente nada pudimos observar puesto que esta protegido con un plástico casi opaco que impide su contemplación. De aquí tomamos el camino hacia el Polígono Industrial para desde allí ascender por el Camino de las Celadillas pudiendo observar a nuestra derecha en el lugar conocido como el Sestil Somero un enorme “roblón” (roble grande) que sigue desafiando a los años.

 

Continuaremos hasta la Portilla de las Peñas desde donde nos acercamos (noroeste) a las ruinosas Tainas de San Andrés (también conocidas como Majadas de Tabanera) y al cercano, singular y catalogado “Acebo de San Andrés”. Por el sendero iremos buscando el “Gran Acebo” (ojo con las zarzas), existiendo en los alrededores varias tainas en ruinas y varios ejemplares de este “aquifoliumpor detrás de ellas, alguno reseñable por el perímetro de su tronco.



Esta notable planta con unas considerables dimensiones, se encuentra en el catálogo de Árboles Singulares de la Provincia de Soria del Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León. Tiene las características de contar con una altura próxima a los 13 metros, un perímetro de 7,4, proyectando su copa una extensión de 171 m2. aunque algunos de sus tallos/varas se encuentran marchitos por falta de luz. Se sitúa a una altitud de 1385 m. en coordenadas 0540113 / 4646310, calculándosele una edad de entre 200 / 300 años. Datos que sirven para aseverar que puede ostentan la consideración de ser uno de los acebos más fornidos de toda Castilla y León.




Poco mas os puedo reseñar de esta esplendida dehesa boyal, solo quedar a la espera de próximas entregas donde aun podré trasladar algo mas del formidable otoño soriano.

lunes, 17 de noviembre de 2025

- Vilviestre de los Nabos...... el Serbal escondido y la magnífica Dehesa de la Cerrada del Pino

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A los barrancos que ha diseñado el río Duero al poco de nacer en el Urbión; los de Covaleda, Salduero, Molinos y La Muedra (estos dos últimos no los podemos admirar pues los cubre las aguas del embalse de la Cuerda del Pozo - 1941); les sucede una llanura aluvial que se conoce como Vega Cintora. Un espacio plano y adyacente al rio que se colmata de agua cuando este baja pletórico por lluvias o en época de deshielo, provocando que estos terrenos se inunden como también ocurre con la contigua Laguna de la Serna, salvándose de las aguas la aldea de Hinojosa de la Sierra por ubicarse en un roquedo sobre la ribera del Duero. Podríamos comparar este efecto, en el que las aguas consiguen ensancharse hasta 800 mts. como si se tratara de un “delta interior”, siendo el caso de los ríos Níger, Okavango, Paraná e incluso el Guadalquivir y Tajo antes llegar a sus estuarios.

Al nombrar la aldea de La Muedra, quiero desde estos párrafos rendir un sincero y afectivo homenaje a esa población y sobre todo a sus moradores que tuvieron que emigrar en favor del “progreso”, al quedar sus casas y sus tierras anegadas por las aguas del pantano de la Cuerda del Pozo.

 

Hasta estas tierras no muy alejadas de la capital soriana, cabecera de ese esporádico delta interior, nos acercamos a reconocer algunos espacios singulares y dignos de mención. Nos situamos en Vilviestre de los Nabos, población bien cuidada como casi todas las de por aquí, ya que estamos muy cerca de una de las zonas históricamente más “opulentas” de toda la provincia “El Valle” y “Pinares”. Piedra y holgura ostentan sus moradas que componen un caserío más bien reducido, apenas unas decenas de casas para los 11 habitantes que hoy ostenta, sí que les adorna el permanente acompañamiento del cercano Duero en cuya orilla derecha se asienta. Pero no hemos venido a observar su trama urbana y sus dispuestas gentes, que también, nos ha traído hacia aquí la singularidad de algunos de sus árboles: unos poderosos robles y su genuino Serbal.




Varios caminos podemos elegir para llegar has aquí pero hemos decidido hacerlo por el que discurre a los pies de las ruinas del castillo de Hinojosa de la Sierra y cruzando el Duero, -por los dos puentes con estructura de hierro pero suelo en basé a tablones de madera-, se dirige hacia el oeste por pista de tierra hasta Vilviestre cruzando Vega Cintora, el viejo camino de Vilviestre a Hinojosa. Siendo antes de llegar a la población cuando nos desviamos a siniestra (sur) para tomar un ramal que nos llevará en unos cientos de metros a la orilla del Pinar del Conde. Lugar donde antaño, al parecer, existió un despoblado nominado como “Aldeanueva”, una de las cuatro pobladuras que el tiempo y las circunstancias hicieron desaparece en la zona: La Solana, San Sebastián, Cintora y la citada Aldeanueva.

 

Continuamos por medio del pinar algo menos de un kilómetro siguiendo al meridión, por la linde con el término municipal de Hinojosa introduciéndonos en la dehesa de la Cerrada del Pino, donde nuestra ruta llega a unirse con el cordel de ganados de la  Cañada Real Riojana que cruzando de Cameros por el Puerto de la Cola y la Sierra Cebollera, atraviesa Vilviestre camino del paso o puerto de Ocenilla para cruzar Sierra Llana (Sierra de Cabrejas), continuando por Las Cuevas/Quintana Redonda y el Portillo de Andaluz llegar hasta las proximidades de Berlanga y más. Así define este transcurrir Mario Diaz Meléndez en su publicación “El tercero, transcurre en dirección Este bordeando la Sierra del Portillo de Pinochos en paralelo al Duero, para torcer hacía el Sur pasando por el vado de Vilviestre de los Nabos, dejando a un lado la Sierra de la Cumbre, hasta cruzar las elevaciones del Subsistema Ibérico por el paso de Ocenilla, conectando con la llanura aluvial a través del pasillo que se abre en la Sierra del Hinodejo a la altura de Cuevas de Soria”.




Nos situamos prácticamente en el punto mojonero de las lindes del Robledal de Berrún (perteneciente a la municipalidad de Soria), Vilviestre e Hinojosa, apenas una cancela de hierro nos separa de esta última. Berrún se nos presenta frente a nuestros ojos a modo de ladera boscosa prácticamente virgen, como si la mano del hombre no hubiera actuado nunca desmochando robles (que si lo ha hecho en la obtención de leña para el hogar y la producción de carbón vegetal para comercializar). Ya que sus pobladores a principios del siglo XX (entorno a los 120), aparte de a la ganadería y la agricultura se dedicaban al “carboneo” de roble como fuente añadida de ingresos, aparte de los estipendios que en mayor o menor medida dejaría el paso de cientos de rebaños trashumantes por la Cañada Real que atraviesa por medio mitad de la población.

 

El Monte o Robledal de Berrún ya por 1593 era monte de realengo (perteneciente a la corona) adscrito la Ciudad y Tierra de Soria, que con una extensión de 854 hectáreas se aprecia perfectamente definido en el mapa de Tomás López de 1783. Siendo nombrado algo más de ciento cincuenta años antes (durante la primera mitad del siglo XIV) como “La Cabeza de Verrun es buen monte de oso, et de puerco en verano”, así recogido en los Libros de la Montería del rey de Castilla Alfonso XI. 

 

Nos da buena pinta este “Robledal de Berrún o Verrún”, pero nuestros derroteros de hoy no hace que le podamos dedicar tiempo a escrutarlo, ya que deberemos buscar el afamado “Serbal de Vilviestre”. Árbol singular que se encuentra en medio de una tupida selva de robles de la inclinada vertiente norte de Peña Aguda, sin ninguna pista o vereda que hasta el nos guie, y nosotros no somos usuarios de tecnologías PGS que nos facilite su ubicación, así que tenemos que poner en marcha lo mejor de nuestro sentido de orientación, confiando un poco también a la suerte.




Siendo en parte del azar quien nos facilitó su hallazgo, pues no era fácil su localización en medio de tanta espesura arbórea sin la más mínima indicación ya no de su ubicación, ni siquiera de su existencia. Pero dimos con el “serbal escondido”, aunque llegamos algo tarde de temporada pues ya le quedaban pocas hojas otoñales y carecía prácticamente de sus característicos y redondeados frutos rojos (suplo esas imágenes con las conseguidas unos días antes en otros serbales de menos porte en la Sierra Cebollera). Se encuentra al final de la dehesa (este), en medio de la ladera del bosque junto a una gran roca, no     siendo fácil de localizar y menos en esta época del año cuando ya se van cayendo las hojas de sus ramas. Se le calcula una edad de alrededor 150 años, manteniendo un único tronco principal de unos 6 m. de altura, con corteza ya agrietada por la vejez. Observando a partir del tallo principal una poda trasmocha que ha generado su peculiar e inusual ramaje en forma de candelabros, traza que ayuda bastante a su localización.




Tras la incursión por el monte descendemos al terreno llano de la dehesa, pastizales ganaderos que a través del Isabel Goig nos llevan al Marques de la Ensenada y su catastro de 1754, donde se recoge que los vecinos de Vilviestre “Eran propietarios de dos dehesas boyales, con un total de 1350 yugadas, de las cuales 1100 son de primera calidad”.

 

Situados ya en la planicie donde se asienta la atractiva y bien cuidada dehesa de Vilviestre de los Nabos, que emplazada en la Cerrada del Pino alcanza una extensión próxima a las 75 hectáreas, nos disponemos a recorrerla en prácticamente toda su amplitud de levante a poniente, pudiendo observar gratamente sus bien cuidados robles singulares de considerable tamaño y notoria edad. El resistente rebollo con su original base perforada, o el hermoso quejigo (en realidad híbrido entre quejigo y roble melojo), con al parecer más de 600 años, cuyo tronco supera los 8 m. de perímetro antes de dividirse en tres poderosos y gruesos troncos. La sucesión de estos esbeltos y curtidos ejemplares del género “quercus” se nos presenta de continuo en nuestro itinerario por este soberbio lugar en un espléndido y soleado día del otoño soriano, observando a nuestro rededor como la naturaleza y el ser humano han sabido congeniar, para mejorar un entono del cual podemos beneficiarnos el resto de los humanos sin tener que renegar de su transformación, tal es el caso de las dehesas que se extienden por toda nuestra geografía.

 

A nuestra derecha se sitúa exultante el Pinar del Conde con repoblaciones de pino albar (pino silvestre), y a siniestra los rodales de robles que se van espesando a medida que ascienden la cuesta camino de la Cuerda del Pino. Hemos visto, tanto aquí como en otros lugares, las cicatrices que los efectos atmosféricos ejercen sobre los vetustos troncos de estos poderosos ejemplares de roble dejando mataduras en sus cortezas, llegando a veces hasta sucumbir estos esplendidos árboles ante la potencia de los rayos, como es el caso del singular y catalogado “Roble de Vilviestre”, que cayó totalmente fulminado ante la fuerza eléctrica de un relámpago durante el verano de 2025. Se le calculaba una edad de entre los 300 y 400 años y se sitúa a unos 100 m. a la izquierda de la entrada occidental de la dehesa yendo por la vereda directa del pueblo, el antiguo “Camino de los Panaderos” (sur).




Durante el recorrido por este interesante y peculiar escenario intentamos distinguir y diferenciar las distintas tipologías de los ejemplares con los que nos vamos topando: el tamaño de sus bellotas, las tipologías de sus hojas, y aun sabiendo que todos pierden estas en otoño, a unos se les caen (caducifolios) y otros los mantienen marchitas en el árbol hasta que salen las nuevas en primavera (marcescentes), aprendiendo a discernir entre un rebollo, un quejigo o un roble albar.

 

Transitamos en toda su longitud los cerca de tres kilómetros por los que se extienden estos prados salpicados de robles, quedando admirados por este nuevo hallazgo que no esperábamos. Un espacio de singular valor natural al que nuevamente no se le da el merecido valor por parte de las autoridades autonómicas. Son ya tantas la reflexiones de este tipo que han pasado por mi mente al recorrer la sorprendente y mágica geografía soriana y tantas las muestras de incuria por parte de quienes deberían aspirar a dar conocer sus tierra, que casi mejor que estos bucólicos espacios sigan así, no vayan a encontrar ocurrentes fórmulas para privatizar también la naturaleza.

 

La ruta que venimos siguiendo da un brusco giro a diestra (dirección noreste), para paralela al río Duero, distante unos 500 mts. llegar a la población de Vilvestre de los Nabos, no sin antes dejar a la izquierda la otra dehesa de la que nos relatara el “Catastro de Ensenada”, la del Vergal de las Zarzas donde observamos un buen rebaño de ganado vacuno que se nos antoja de bastante buena pinta. En la población nos cruzamos con algunos vecinos manteniendo con ellos amena charla, son los que bien conocen su pueblo. Y su tierra y se sienten orgullosos del entono que les rodea……. les prometemos volver no tardando a dedicar más tiempo a departir y recorrer sus encantadores espacios.




Tengo mucho más que trasladar sobre Vilviestre, su historia, condicionantes y curiosidades, también sobre la Vega Cintora de la que apenas he relatado, pero esto se va alargando y trasladarlo de un tirón sería algo pesado, así que lo dejo para la próxima y prometida visita a estas agradables gentes.

viernes, 7 de noviembre de 2025

- Roblones de Sierra Carcaña...... el bosque encantado de Sotillo del Rincón (Soria)

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Iba anunciando ya en mi anterior relato sobre la “Laguna de Cebollera”la imparable entrada del otoño durante estos días cubriendo nuestros campos y montes con esas melancólicas tonalidades ocres. Y si el año pasado dedique estos párrafos en hacer llegar las sensaciones producidas al pasear los hayedos sorianos, esta temporada el destino me ha llevado hasta alguno de los interesantes y abundantes robledales que se extienden por esta provincia del oriente castellano.

Árbol de noble porte, serio y robusto, recio y sociable, el roble ha servido durante miles de años para generar esa parte de confort que los humildes hogares mesetarios precisan para sobrellevar los duros inviernos de estas austeras tierras, situadas gran parte de ellas por encima de los 1000 m. Conformando el género “Quercus”, los robles constituyen una de las especies más grandes y diversas del planeta, existiendo más de 800 variedades en todo el mundo, que se extendien desde las selvas tropicales a los templados bosques.




Habiéndome avisado los mirlos, -golpeando con sus anaranjados picos el cristal de mi ventana-, de la existencia de un escondido lugar no muy alejado de la capital soriana y en plena comarca de “El Valle”, donde se extiende un espléndido robledal con los ejemplares mas longevos de toda la geografía provincial, dignos de ver en este periodo otoñal caracterizado por la ausencia genérica de setas al no haber existido lluvias en su debido momento.

 

Es lo que nos ha hecho acercarnos hasta Sotillo del Rincón para ascender por su ladera norte en busca de estos singulares robles que  llegar a tener entre dos o tres centenas de años, pudiendo algunos superarlas, existiendo algún ejemplar al que se le calculan unas 600 primaveras. Son los que por aquí denominan “roblones” (robles grandes y viejos) encontrándose diseminados por un extenso robledal que se sitúa en la vertiente septentrional de la Sierra Carcaña, entre unos pedregosos canchales en la umbría ladera que desciende de sus cumbre del Cerro Pajareros.

 

La zona, a la cual yo denomino como “Umbría de los Canchales” pero mencionada en los mapas IGN como “Monte Dehesa Cerrada”, se la conoce popularmente como “El Templo del Roble”, ya que en ella debe haber alrededor de unos 500 de estos sobresalientes ejemplares de roble albar (Quercus petraea) pudiendo ser la cifra aún mayor. Cifra calculada en base a existencia de unos 10 de esos centenarios y esplendidos robles por cada hectárea, que sobre una extensión de unas 50 Ha. que es lo que presumimos puede ocupar este tipo de boscaje por el que transitamos, nos hace la cifra referenciada.




Vetustos, resistentes aun heridos por los años, bastantes rugosos, dolidos algunos por la acción los rayos y cubiertos en gran parte por una gruesa capa de musgo que, cual mullido edredón, se diría los protege del rigor de los hielos invernales………. como si no hubieran aguantado ya lo suyo. Así se nos presentan ante nuestra vista en un nublado pero sereno día otoñal, con un bosque solitario, tranquilo y silencioso, donde el único murmullo son nuestros pasos y el caer de las hojas al suelo, ni siquiera el trinar de los pájaros resuena a nuestro rededor............ en realidad un "bosque encantado".

 

Hemos ascendido desde la aldea de Sotillo del Rincón por la pista que sustituye al viejo camino que atravesando la sierra comunicaba con El Royo, población enclavada al otro lado de la serranía. A un par de kilómetros en una fuerte curva a derecha y lugar donde puede estacionar bien un vehículo, comienza el recorrido de esta parte del robledal donde se pueden encontrar un buen número de estos singulares “roblones” que nos llegar a cautivar con su porte, imaginando las historias que podrían contarnos si pudieran hablar.

 

Nada más introducirnos en la espesura ya comienzan aparecer ante nuestra visión algunos de los reseñables robles albares, que se hayan dispersos entre otras matas de rebollos bastantes más bisoños. La ruta no es de fácil caminar, pues las veredas son prácticamente inexistentes, se encuentran sin señalizar, la trocha se halla en pendiente y es algo farragosa. Conformando un paseo que no llega a los dos kilómetros con suave desnivel que apenas llega a los 90 m. pero que aún con la dificultad de transitar estos terrenos, todo el conjunto del bosque nos mantiene en permanente admiración recompensándonos el entono por donde nos trasladamos, una especie de selva de robles melojos al cuidado y bajo las enseñanzas de sus abuelos los centenarios “roblones” (robles albares). Desde el pedregoso canchal (donde nosotros hemos decidido finalizar nuestra ruta) podemos seguir ascendiendo por terrenos donde comenzamos a vislumbras más hayas, tratando de descubrir antiguos caminos ya cegados por el escabroso terreno hasta el cerro Pajareros y el inmediato Castro celtíbero, ambos con excelentes vistas tanto hacia el valle como a las montañas.




Por encima de nuestra ruta, a apenas unos centenares de metros, se encuentra la denominada “Casa de Palomeros” un refugio de cazadores utilizado por estos cuando acuden al paso migratorio de las “torcaces” (de octubre a febrero), cuyos puestos de disparo están situados en elevadas torretas que podemos encontrar entre los collados del bosque.

 

Esta extraordinaria agrupación de centenarios robles (Quercus petraea) que superan en algunos casos los cinco metros de perímetro y situados en medio de un espeso boscaje de rebollos (Quercus pirenaica), están considerados como los de más porte de toda de la provincia. Necesitado de terrenos y climas húmedos generalmente situados en umbrías (ocupadas en parte por las hayas), hoy estos resistentes y fornidos arboles se encuentran en práctica regresión en nuestras latitudes, siendo por ello, sus pocos y envejecidos ejemplares, gradualmente reemplazados por otros tipos de robles más adaptados a los cambios climáticos como pueden ser los rebollos.

 

El paso del tiempo, que no la mano humana, es la que rige por aquí el ciclo de la vida, pues son los años y los condicionantes atmosféricos los que deciden cuando uno de estos extraordinarios ejemplares sucumbe, pudiendo observar en el suelo durante nuestros pasos toconas de árboles ya caídos que lograrían superar los 8 mts. de diámetro.

 

La Sierra de Carcaña se sitúa al sur de la Sierra Cebollera (Macizo de Urbión), encauzando los ríos Razón y Duero, estando cresteada por cumbres de entre los 1.400 y 1.500 mts. que separan las poblaciones de Valdeavellano de Tera y El Royo. Siendo su máxima altitud el Cerro Pajareros de 1509 m. situándose en su proximidades el Castro celtíbero de “El Castillejo” (siglos VI – IV a. C.).




A pesar de sus valores naturales, algunos de ellos aquí relatados, la Sierra de Carcaña no se encuentra incluida en ninguna de las siete formas de protección con las que cuenta la Comunidad de Castilla y León, siendo una norma de menor rango y protección, de índole Europeo, “Lugares de Importancia Comunitaria” (LIC) quien únicamente la regula………. luego nos sienta mal que nos llamen “vagos”, inactivos o inútiles...... te enteras QUIÑONES.






sábado, 1 de noviembre de 2025

- Laguna de Cebollera…… comienza el otoño

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Hace unos 250 millones de años, por estas tierras que hoy surcamos, se extendía un vasto océano al que los geólogos se han empeñado en llamar “Mar de Tetis”. Sobre esa inmensa masa de agua (de la que aún quedan restos como el mar Mediterráneo) se fueron acumulando sedimentos, fundamentalmente de materiales cálcicos, que por la colisión/presión de las placas tectónicas Euroasiática e Ibérica (esta última formando parte de la gran placa Africana), se plegaron y elevaron durante la Orogenia Alpina en la Era Terciaria o Cenozoica (hace ahora unos 40 millones de años), creando las montañas que hoy podemos disfrutar en la Península Ibérica y resto de Europa, entre ellas los Picos de Urbión y la Sierra Cebollera en el Sistema Ibérico.
 

Los intensos fríos del “pleistoceno” durante la Era Cuaternaria (hace 2,6 millones de años) generaron los glaciares y estos al desplazarse (arrastrándose) fueron creando por erosión las cubetas glaciares, que posteriormente y después de pasar el periodo glacial se convirtieron en los lagos que podemos observar por muchas de las montañas de nuestra geografía. Como son el caso de la afamada Laguna Negra de Urbión o la que hoy vamos a visitar su vecina Laguna de Cebollera, que también es conocida como “Laguna Blanca”, pues en realidad no está a las faldas del pico que le da nombre, si no justo a los pies del Alto de Cueva Mayor o de la Chopera (2135 m.). En el Sistema Ibérico la glaciación sólo afectó a las áreas del Moncayo y Urbión / Cebollera, generando los interesantes valles y circos glaciares que hoy en día aun podemos observar.


El otoño nos comienza a dar muestras de su llegada con las primeras hojas doradas en el bosque, donde destacan las tonalidades de las hayas sobre los robles. Nos confirman que estamos en esa época del año en la que los bosques se tiñen de sugerente oro, también por de los sonidos de “la berrea” del ciervo, escuchando los bramidos de algunos machos en busca de amorosa compañía, sonidos que nos vienen de la parte alta del vallejo del Arroyo de la Laguna que aguas más abajo conformará al río Razoncillo.




A norte de Soria y limitando con La Rioja, la Sierra y Pico Cebollera son parte del Macizo Ibérico como continuación de las sierras Neila y Urbión.  De origen glaciar la Laguna de Cebollera se sitúa a 1825 mts. abarcando una extensión de 7,4 ha. y un perímetro de 1350 m. estando circundada de un evidente circo cincelado por los hielos.

 

Es la segunda vez que nos acercamos hasta este lugar, la anterior fue a mediados de un abril del año 2018 impidiéndonos el acceso la gran cantidad de nieve que había acumulada en el camino a partir de los 1600 m. cuando ya habíamos ascendido 4,5 km. y unos 400 m. de desnivel……. pero las cosas son así y la montaña sigue en su sitio para poder volver. Esta segunda vez fue menos intensa aunque algún resoplido costó, dos kilómetros de caminata desde el aparcamiento (5,4 desde el Puente de San Clemente), pero con un buen repecho durante un kilómetro a mitad del recorrido. Un agradable paseo entre bosques por la parte alta del Monte Avieco, en la vertiente meridional de la Cebollera y el alto valle del Razoncillo.

 

La ruta discurre por un bonito bosque, en el que predomina el pino albar (pino silvestre) de repoblación, encontrándonos así mismo especies autóctonas como el roble rebollo y hayas en las zonas más húmedas. Variedades arbóreas comunes en las zonas montañosas de la provincia soriana, formando la característica fundamental de su paisaje y dándole nombre a la comarca “Pinares”. Siendo estos montes de propiedad comunal, su acertada y sabia gestión /explotación por parte de los vecinos durante siglos, los que en parte han contribuido al bienestar de sus gentes, generando así mismo una forma de vida y costumbres que está siendo en la actualidad reconocida internacionalmente como ejemplo de explotación y aprovechamiento racional.




Dejamos el vehículo en el parquin existente justo antes del cerramiento que impide el paso rodado, empezando a transitar por un camino forestal a través de un agradable y bucólico tramo boscoso, con abundantes robles, pinos silvestres, un buen número de hayas y hermosos ejemplares de serbales, que comienzan a dar muestras en sus doradas hojas del incipiente comienzo del otoño, estando repletos en este tiempo de sus características bayas redondas de frutos rojos. A unos centenares de metros del comienzo, dejaremos a nuestra izquierda uno de los pedregales existentes en lo alto del Valle del Razoncillo, llegando otros tantos metros más a un cartel ubicado en un pino indicándonos el Mirador del Razoncillo, hacia el que nos desviaremos unos metros, para contemplar sobre un desflorado roquedo con dos cruces de hierro, la suprema panorámica boscosa que se cierne a nuestros pies que parece no tener fin en el horizonte.

 

Continuamos caminando por la ruta principal hasta que a los pocos metros nos encontramos el cruce del Monte La Chopera / La Aranzana, intersección de la ruta que llevamos y la que parte del Puente de San Clemente 4,1 km. más abajo en dirección sudeste. Tomamos a la derecha una empinada pista/cortafuegos al principio por medio de un magnífico bosque de pino albar, donde observamos unos curiosos acebos de base cónica. La ruta, en algo menos de un kilómetro nos sitúa en “Las Lagunillas” a escasos 300 m. de la Laguna de Cebollera, encontrándonos en la parte más alta del sendero, lugar desde donde, se puede contemplar unas increíbles vistas de una buena parte de la Comarca de Pinares.

 

Un cartel indicador nos señala seguir por la izquierda que trascurre por suave y herbazal vereda, llegando a la orilla de la laguna desde donde disfrutamos con unas hermosas vistas de sus serenas aguas, así como del montañoso entorno presidido por el Alto de Cueva Mayor o de la Chopera (2135 m.). La línea de cumbres que configura esta Sierra Cebollera hasta las que nos hemos allegado, nos traslada por sus formas la acción erosiva que los glaciares han moldeado durante miles y miles de años,  donde la redondez de sus cimas, las lagunas y las morrenas fontales como las que podemos observar desde nuestra ubicación, son la prueba fehaciente del paso de los hielos por aquí.  Un paraje realmente apacible y ameno, donde nos deleitamos de la gran hoya glacial de la laguna, disfrutando de la visión de este extraordinario panorama.


Hacia el sur observamos gran parte del Valle del río Razón “El Valle”, área muy singular geográfica y antropológicamente del norte soriano, por sus ubicación, formas de vida y costumbres. Solo queda que os animéis acercaros hasta aquí.




sábado, 4 de octubre de 2025

- Atardecer en Los Llanos (Quintana Redonda /Soria)

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Como mejor se puede comenzar el otoño que disfrutando de este espectacular atardecer desde el final del pinar de “Los Llanos” en Quintana Redonda, muy cerca de la linde de las poblaciones vecinas de Monasterio y Las Cuevas de Soria. Viendo cómo mientras se despide el día el firmamento se transforma en fuego.

Solo queda anhelar que acudan algunas lluvias, pudiendo así comenzar a recolectar esas setas que afaman y prestigian a estas austeras tierras del levante castellano.

Espero que os gusten las instantáneas que por aquí os dejo, animándoos a disfrutar del otoño soriano, en que se tiñen de oro los sufridos y resistentes hayedos que aún perduran en nuestras montañas……… a la espera poder completar su visita para trasladaros sus tonos y sensaciones, tal como ya realicé el pasado año por unos cuantos de ellos.