Situada a más de 1.500 mts. de altitud entre los extensos Montes Zagros y la meseta iraní, Isfahán es
la tercera ciudad en importancia del país. Con aproximadamente dos millones de
habitantes, es la población más aristócrata de todo Irán, no por sus
gentes que son de lo más moderno y avanzado, si no por sus edificaciones de entre los siglos XI y XIX, que le dan ese halo de hidalguía y distinción.
Si Irán es un país amable, Isfahán
es posiblemente la ciudad más tolerante y cosmopolita de entre todas las
poblaciones persas. Sus gentes, sobre todo sus jóvenes muchachas, desprenden
esas ansias de libertad y ruptura que sus rostros y ademanes nos muestran a
cada instante. Al mirarlas, e imaginarlas sin pañuelo en la cabeza, pensamos
que podían bien pasar por parisinas o romanas, al ir tan coquetas y elegantemente
vestidas como estas.
Nos alojamos en el pequeño hotel y Casa Tradicional Dibai, donde somos
recibidos por Aleli, una encantadora y joven hispano-iraní que nos ayuda en todo
lo que le solicitamos. Una buena casualidad encontrar una persona que hable perfectamente
castellano en este inmenso país. El lugar está perfectamente situado junto al bazar,
muy próximo a la Mezquita de Alí y su enorme minarete, y a unos 15 minutos de
caminata de la plaza Naqsh-e Jahan.
El rio Zayandeh “Dador de vida", cruza la ciudad de
oeste a este sin conseguir dividirla, pues sus 11 puentes, más que separar
sus barriadas consiguen socializarlas, al ser estas pasarelas lugar de reunión y
disfrute de los vecinos. Sobre todo los dos peatonales puentes levantados en el
siglo XVII, el de Khaju y el de Si-o-se Pol (puente
de los treinta y tres arcos, en recuerdo de los años
de Cristo y en honor de los cristianos de la ciudad). Ironía del destino,
que un puente con simbología cristiana sea referente de la ciudad y uno de
los símbolos de todo Irán, un país de fuerte tradición musulmana.
Pues justo al suroeste de este puente nos encontramos el barrio de Jolfa o "Barrio Armenio", donde se asentaron los seguidores de esta
doctrina cristiana. Llegados hasta aquí a principios del siglo XVII, en número
aproximado de 150.000 huyendo de la persecución del Imperio Otomano. Fueron traídos
desde su población natal de Jolfa (Azerbaiyán) por el Sha Abbas I, al tener
grandes conocimientos del negocio de la seda. Levantaron la Iglesia de San
Salvador o Catedral de Vank, el templo más importante del país para los cristianos armenios. Edificada en una mezcla de mezquita safávida y templo armenio, con cúpula de ladrillo, torre con reloj y un importante conjunto de coloridas e interesantes pinturas murales, que observan en su interior. También
podremos recorres en el mismo recinto, el museo dedicado al genocidio armenio, cuando fueron eliminadas entre 1915
y1923 alrededor de 2 millones de personas, por parte del Imperio Otomano.
Paseando
por las callejuelas del barrio podremos visitar un puñado de iglesias cristianas
entre las que destaca la de Belén (Saint Bethlehem Church). También
tomarnos un café en algunos de los agradables establecimientos dedicados a
ello, que inusualmente por esta zona si encontramos y hasta coquetear en tiendas de modernos ropajes. Jolfa se nos muestra como un barrio más moderno y alternativo, con un cierto ambiente liberal y tolerante, donde se distingue un
elevado aspecto cultural comparado con el resto de la ciudad. Se habla armenio en vez de persa, son cristianos en vez de
musulmanes, se consume alcohol de forma clandestina y prefieren el
baloncesto al futbol.
Cruzamos de nuevo el rio, al que
volveremos de noche para ver el espectáculo de su iluminación nocturna y el
ajetreo de viandantes, y nos situamos en el Boulevard Chahar Bagh.
Magnifica avenida de unos 6 kilómetros, que recorre de sur a norte
prácticamente la ciudad, y de la cual sacaron su diseño los franceses para
construir los Campos Elíseos. En su lado oriental se emplazan los deliciosos jardines
y palacetes de Hašt-Behešt (los Ocho
Cielos) y Chehel Sotoon (Cuarenta
Columnas).
diferenciándola de todas las demás. Puede que sea por la naturaleza de sus vetustas líneas, al ser una de las mas viejas que quedan en pie de todo el país, pues se comenzó a construir sobre el año 771, no habiendo dejado de añadirse construcciones hasta prácticamente nuestros días. Permanentemente llena de fieles que acuden a las horas de rezo, se encuentra dividida en cuatro "iwan", esos porches descubiertos y abovedadas cuyos portales principales están enfrentados unos a otros hacia un patio común.
La mezquita coincide con el límite norte del bazar, siendo ocasión
de realizar su visita. Nos adentramos en otro mundo, recorriendo las abovedadas
callejuelas en un espacio sin sol, ajenos al mundo exterior y dejándonos llevar
por los olores, los colores y las gentes que sin pausa realizan aquí su
actividad. Estamos en el histórico Bazar Bozorg, uno de los mayores y más antiguos zocos de Medio Oriente, donde las partes más antiguas; las situadas alrededor de la mezquita; tienen más de mil
años, la mayoría de lo que hoy podemos observar data de principios del siglo
XVII. Con casi dos kilómetros de permanente actividad comercial de todo tipo, donde los gremios están ubicados
en zonas especificas, a donde los lugareños saben perfectamente dónde dirigir
sus pasos. Pero donde los foráneos podemos perdernos sin ninguna dificultad, ya
que el bazar es un laberinto de callejuelas, madrazas, caravanserais y timchehs
(salas abovedadas o centros con arcadas de un solo comercio). La parte final está
dedicada al gremio de los joyeros, lugar desde el cual ya divisamos la salida
por la afamada puerta Qeysarieh, tras la cual se encuentra la Gran Plaza.
Naqsh-e
Jahan o Plaza del Imam es el centro neurálgico de la ciudad, el alma de
Isfahán, no importa los días que dediques a visitar esta bella ciudad, cada uno
de ellos pasaras por aquí. Perfectamente rectangular, de equilibradas formas y
con unas dimensiones de 510
metros de largo y 165 de ancho, que la convierten en la segunda plaza mayor del
mundo después de Tiananmén, pueden estar orgullosos los diseñadores
del siglo XVII que la proyectaron del resultado conseguido.
La Mezquita del Imán, Mezquita Shah o
Masjed-e Shad es sin duda una de las más bonitas y espectaculares de
todo Irán, siendo considerada una obra maestra de la arquitectura persa y una joya del siglo XVII. Comenzada a construir en el año 1611
y terminada en 1638, tenía la
intención de reemplazar la antigua Mezquita Jameh para la oración del viernes. Fue catalogada junto a la plaza Nash-e Jahan como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.
Al observar la mezquita desde la
plaza observamos que la espectacular cúpula no está centrada con los dos
minaretes (42 metros de altura) de su puerta de acceso (30 metros de altura)…sino
que está girada 45º hacia el lado derecho, de modo que el Mihrab mire a la
Meca, pero que además la puerta de acceso quede en línea con la plaza. Su patio está
rodeado por cuatro iwans, siendo una de las primeras mezquitas en usar este
diseño tan característico del país. Destacando el espectacular iwan situado al sur,
flanqueado por dos minaretes de 48 m. de altura y una cúpula de doble cara 54
metros, lugar donde se ubican, el Mihrab de mármol y
un Minbar o púlpito.
Una de sus
características arquitectónicas son sus propiedades acústicas, que podemos
comprobar si hablamos bajo la cúpula, al ser claramente escuchados dentro del
espacio de la mezquita. La otra particularidad es la variedad de colores azules en
las paredes de los
azulejos interiores y exteriores, reseña que se convierte en la firma de identidad del templo. En su fachada podemos deleitarnos observando los mosaicos verdes, azules, amarillos y blancos que suponen una maravilla del arte safávida. En su interior nos sentiremos cubiertos por innumerables mosaicos azules con motivos decorativos salpicados de oro y blanco, que recubren prácticamente todas las paredes.
azulejos interiores y exteriores, reseña que se convierte en la firma de identidad del templo. En su fachada podemos deleitarnos observando los mosaicos verdes, azules, amarillos y blancos que suponen una maravilla del arte safávida. En su interior nos sentiremos cubiertos por innumerables mosaicos azules con motivos decorativos salpicados de oro y blanco, que recubren prácticamente todas las paredes.
La suntuosidad de esta construcción, así como del resto de
edificios de la plaza Nagshs-e-Jahan, choca con la algarabía que se percibe en
ella. A cualquier hora del día este lugar es un espectáculo, un ir y venir de
gentes, un teatro callejero, pero es a partir de la puesta del sol sobre el palacio Ali Qapu, cuando su ardor se hace más dinámico y evidente.
Gentes de todo tipo copan sus espacios: niños que monta en bicis o juegan a balón,
padres cargado de alfombras reservan espacio en el césped a la espera de una
cena de picnic, modernas chicas con el pañuelo sujeto de manera inverosímil en el
moño enseñando lo más posible de su bella cabellera, largas filas frente a las heladería,
así como innumerables parejas inmortalizándose con los selfies en sus teléfonos
móviles.
Sentado a esa hora especial del atardecer, en la terraza
del primer piso de una galería de arte que hace las funciones de una tetería
instalada junto a la puerta Qeysarieh, reflexiono de las sensaciones que
pudieran tener los comerciantes del siglo XVII. Que tras recorrer penosamente
las desérticas tierras de la Ruta de la Seda, traspasasen cualquiera de los
accesos a esta sublime y mítica plaza, se quedarían maravillados ante tanta
belleza y grandiosidad. Sensaciones que no son extrañas para los humanos que
hoy en día, sin ningún fin comercial, nos acercamos hasta estas tierras a
conocer nuevas gentes, nuevas formas de pensar, de vivir, de creer……… y a contemplar
lugares mágicos como la plaza Naqsh-e Jahan.
1 comentario:
Me traen tantos recuerdos...
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