sábado, 26 de abril de 2025

- Lagunas de la Dehesa y Ermita de San Blas – Rabanera del Campo

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Las potentes lluvias que estamos teniendo durante estos últimos meses ha provocado el restablecimiento de un nivel aceptable de los embalses de este país, la recuperación de gran parte de los acuíferos, así como la vuelta a la normalidad del nivel de las lagunas naturales del entorno, de tal manera que el campo esta primavera se encuentra pletórico debiendo aprovechar para visitarlo. Es por ello que disfrutando de un día medio despejado entre tanta borrasca hemos decidido acercarnos a Rabanera del Campo para recorrer los humedales que se sitúan al oeste de la población. Conocidas como Lagunas de la Dehesa, son un conjunto de láminas de agua que en la mayoría de los casos no aguantan acuosas la llegada del estío al ser estacionales, siendo denominadas como lagunas endorreicas o de inundación. 

Lugares donde las aguas se acumulan, bien por las lluvias o por el aporte de ríos y arroyos estacionales sin tener ninguna salida a otro rio o al mar, formando lagos o lagunas interiores, con aguas que se evaporan, se filtran en el terreno o simplemente son usadas por el ser humano para distintos usos. Como ejemplos más llamativos del planeta que habitamos son: Mar Caspio, Mar de Aral, Delta del Okavango, Mar Muerto o Lago Titicaca entre otros.




Las lagunas que aquí me refiero, las encontramos a unas distancia de entre 15 y 20 km. al sureste de la capital soriana, conformado un arco de unos 15 km. a uno y otro lado del Duero, pudiendo alcanzar en su máximo esplendor hasta un total próximo a los veinte humedales. En la margen izquierda o Campo de Gómara podemos encontrar una docena de ellas, ubicadas al norte de la población de Aldealafuente, entre esta y la aldea de Alconaba. En la margen derecha del gran río soriano se asientan las tres próximas a la localidad del Cubo de la Solana y las cuatro de Rabanera del Campo a las que hoy nos dirigimos.




De las cuatro lagunas que existen en Rabanera, solo la Laguna Grandes resiste los rigores del verano, las otras tres “del Ciego, Valdevilla y Pequeña” sucumben a los calores estivales, siendo su encanto efímero. Es por ello que es durante la primavera y sobre todo después de las lluvias cuando se deben visitar ya que la anidación es impactante, además es el momento en el que los campos están desbordantes pudiendo contemplar entre otras especies: paloma torcaz, cuco común, cigüeñuela común, culebrera europea o busardo ratonero, y si tenemos mucha suerte hasta avutardas, cono se han podido percibir durante comienzos del verano en las vecinas láminas de Aldealafuente.

 

Son humedales estacionales, asentados en concavidades del conglomerado, vastos en extensión pero de poca profundidad, que alternan temporadas con agua a otras donde que se transforman en pastizal. Son frecuentados por fauna aviar y por cérvidos, siendo su visita ideal durante estos días . Están integradas en la zona LIC “Riberas del Duero y sus afluentes”, por hallarse en antiguas terrazas fluviales cercanas a su curso.

 

La Laguna de Valdevilla es la más alejada de todas, se encuentra en medio de un robledal, lindando por el norte con un pinar de repoblación. Es de forma alargada 200 x 25 m. cubriendo una extensión en su pleno apogeo de 0,5 Ha, secándose completamente durante el verano. Se sitúa en las coordenadas: 41º 38´ 50.44” N - 2º 26´ 54.50” O a 1076 m. de altitud.

 


La
Laguna del Ciego es la primera que nos encontraremos el llegar y el lugar donde poder dejar el vehículos; si es que hemos llegado hasta aquí con él; y comenzar una caminata. Con una forma más bien redonda cubre un área algo menor de media hectárea, con una extensión de 95 x 60 m. conformando una pequeña depresión en medio de campos de labor y rodeada de algunas manchas de robledal. Se forma al recoger las aguas de un arroyuelo temporal que la colma, estando densamente cubierta por vegetación mientras permanece con agua o su suelo mantiene la humedad (cosa que solo ocurre en invierno y primaveras lluviosas), siendo entonces cuando podemos encontrar en ella menta, que será sustituida por manzanilla cuando comience el estiaje. Se sitúa en las coordenadas 41º 38´14” N – 2º 26´41” O a una altitud de 1074 m.

 

La Laguna Pequeña nos la encontramos siguiendo apenas 750 m. la pista que desde la del Ciego que se introduce en la Dehesa de Rabanera (pasando una portilla metálica). Situada a nuestra derecha tiene forma alargada de más o menos una hectárea sobre una extensión de 200 × 65 m. y a 1065 de altitud, en las coordenadas:  41º 38´ 29” N – 2º 27´ 13” O. Se encuentra prácticamente rodeada de un bosque de robles melojos, menos su parte su oeste que da a la inmediata Laguna Grande, siendo usada como pasto al secarse con los calores.
 

La Laguna Grande es la principal y más importante de todo el complejo lagunar de Rabanera, con forma triangular y una extensión de algo más de 3 Ha. (330 x 160 m.) es la única que se resiste a secarse en los veranos. Como ya he indicado se ubica muy próxima a la Laguna Pequeña ocupando una depresión en medio de la dehesa, situada en las coordenadas: 41º 38´ 27” N – 2º 27´ 15” O y a 1065 m. de altitud, entre algunos bosquetes de robles melojos, el lugar idóneo para ser usado como dehesa para el ganado vacuno que por sus alrededores pasta.


Para recorrerlas realizamos una ruta de unos 5,300 km. de suave paseo prácticamente plano con ligeras subidas y bajadas, que partiendo de la Laguna del Ciego y siguiendo el indicador allí existente hacia la Laguna Valdevilla tomamos en dirección norte. Dejando al poco a nuestra derecha la taina de la Matilla (ruina), llegando a una pista que viene desde la población de Rabanera del Campo hacia el lugar denominado Los Llanos. Tomando esta pista a la izquierda en dirección este durante unos 500 mts. para de nuevo coger un ramal hacia el norte durante un trecho de 300 m. y girar a la izquierda, donde se sitúa la laguna de Valdevilla entre un robledal a es casos 200 m. Deberemos desandar los últimos 500 y volver a la pista por la que veníamos, continuándola hasta llegar a una cerca de alambre que tendremos que superar.


Siendo ahora la intuición la que guie nuestros pasos hasta la orilla de la Laguna Pequeña pues no existe vereda digna de seguir, debiendo continuar próximos a su orilla en dirección sur hasta llegar a su límite meridional donde ya divisaremos en su totalidad la Laguna Grande, que como su mismo nombre indica es la más extensa e interesante por la avifauna que en ella podremos observar. Deberemos dirigirnos hasta su extremo occidental para poderla observar con mas amplitud (desde mi punto de vista, el lugar más interesante). Retornando por su orilla y llegando a las inmediaciones de la Laguna Pequeña, continuaremos la pista por la que se accede a la “Dehesa de Rabanera” (puerta metálica), alcanzando en unos centenares de metros a la Laguna del Ciego y al inicio de la excursión.



Esta ruta la podemos alargar 3 km. mas si la realizamos en recorrido circular partiendo de la población de Rabanera del Campo hacia la dehesa por la taina del Portachuelo y regresando por la pista de Los Llanos y El Morrón. Siendo así mismo recomendable de visitar en la población su lavadero.



Ermita de San Blas (rupestre)

No debemos abandonar aun estas tierras pues nos deparan alguna sorpresa más, ya que en el trayecto de la carretera que une Rabanera con el Cubo de la Solana, a escasos 2 km. a nuestra izquierda observamos el Cerro de San Blas, al cual debemos de ascender.


Justo en la orilla de la calzada hay una entrada sin asfaltar en la que se puede dejar el vehículo y ascender hasta su cima, debiendo rodear por la izquierda y por encima una pequeñas barrancas, ya que no hay no vereda, ni sendero, ni indicación alguna. La ascensión no es nada complicada y en una decena de minutos nos situamos en su cúspide y vértice geodésico, ubicado al occidente de la plana meseta o muela que conforma su cima, compuesta por rocas de aglomerado procedente de la antigua terraza fluvial del cercano Duero. Desde ella podemos contemplar todo el amplio panorama que se divisa: al oeste los pinares de Lubia y Cubo de la Solana, al norte se intuye la ubicación de Los Rábanos y Soria. al este el Campo de Gómara marcando su linde occidental las alineaciones de los arboles situados en las riberas del Duero, asi como las nieves del Moncayo y al sur las Tierras de Almazán, destacando en el horizonte el Castillo de Moñux. 




Pero lo que nos ha traído hasta aquí no son las vistas; que por estas tierras sorianas estamos sobrados de ellas; nos ha hecho ascender el poder visitar la interesante ermita rupestre de San Blas, de la que puedo aseverar se trata de unos de los dos únicos eremitorios de toda la provincia de Soria ubicados en su totalidad en el espacio interior de una cueva (junto con la ermita de la Virgen del Monte de Castillejo de Robredo), ya que el resto de los oratorios o iglesias que se podrían considerar como de origen rupestre en Soria: la iglesia de San Saturio (Patrón de Soria), la ermita de la Santa Cruz en Conquezuela / Miño de Medinaceli y la iglesia de San Baudelio en Casillas de Berlanga, si bien su origen estuvo situado en una caverna u oquedad, en la actualidad su ubicación se sitúa a cielo abierto.




Para llegar hasta ella; que como he comentado antes no existe indicación alguna ni cartel anunciador al uso; deberemos descender desde la cima unos veinte metros al suroeste y encontrar la entrada de la oquedad en cuyo interior se sitúa la Ermita de San Blas, una capilla u oratorio medio ruinoso ubicado completamente en el interior de una cueva natural. Se trata de una construcción de mampostería y ladrillo, toda ella enyesada, conformando tres naves sucesivas ajustadas al tamaño del vano cavernario, estando las más profundas cubiertas sus paredes y techos de coloridas y recargadas pinturas que aun resisten al paso del tiempo. En ellas se representan floriados ramajes, así como cuatro pequeñas ermitas entre sabinas, sin saber nada mas de estas representaciones. También podemos observar en el centro de la nave central la representación en medio de un círculo de la ”mitra” de San Blas. También infinidad de reseñas y garabatos de los “descerebrados” que por el lugar han pasado.

 

Una de las hipótesis nada descartable, es que el origen de este ermitorio fuera un anterior santuario prehistórico rupestre usado por culturas y credos posteriores, cuyos vestigios pudieran ser la trasera del ábside, ya que a través de un hueco abierto en este, se puede apreciar un habitáculo cuadrado con signos de haber sido tallado para su uso.

 

No teniendo reseñas documentales sobre la datación de la capilla actual (pudiendo ser de entre los siglos XVII y XVIII), solo las anotaciones que sobre ella se realizaron por parte de la cofradía encargada de su mantenimiento, las cuales datan de entre 1745 y 1810 por lo que origen es anterior. Quedándonos la reseña que de ella realizara Madoz (Diccionario geográfico-estadístico-histórico) entre 1845 y 1850 “Una ermita (San Blas) que es una cueva natural bastante espaciosa, perfeccionada a pico; en las inmediaciones de dicha ermita se ven las ruinas de un molino de viento”. Molino que no estaría muy alejado de la ermita, así como la muy probable existencia de un castro celtíbero que está aún sin documentar.

 

Algunos nonagenarios rabaneranos aún tienen en su memoria la última celebración religiosa, realizada el 3 de febrero de 1936 en el interior de la iglesia del Cerro de San Blas cuando que se efectuó la última romería, hasta aquí llegaban romeros del Campo de Gómara atravesando el Duero. Los autóctonos afirman que el eremitorio quedó desamparado tras la sublevación militar y golpe de estado del año 1936, originándose su progresivo deterioro, siendo la Guerra Civil Española quien lo “desbarato todo”. Yo disiento de ello, pues toda Soria fue desde el principio zona ocupada por los rebeldes, y donde las practicas religioses siguieron su curso normal. Más bien fue la desidia de estas tierras sorianas, como en tantas otras cosas de nuestro alrededor, las que han dejado todas estas ruinas por nuestra geografía, no echemos las culpas a otros sin mirarnos los pies.

 

A este abandono siguió la desatención y el expolio, siendo a unos jóvenes a los que se les atribuye el hecho de romper su puerta para sacar la imagen del santo y colocarlo por encima de la entrada de la cueva. Atribuyéndole a este incidente el comienzo del deterioro de la ermita, toda vez que desapareció la imagen del santo Blas, una lampara que alumbraba la cueva, así como el saqueo del altar, los bancos donde se sentaban los feligreses y el. resto de enseres que aún quedaban en el recinto. A esto añadir las excavaciones realizadas por los vecinos en todo el suelo del templo, levantando todo el entarimado, buscando un posible tesoro, ya que en unos terrenos no muy lejanos se encontraron un buen número de monedas antiguas, posiblemente de algún antiguo “castro”. Esto generó que las piadosas gentes de los alrededores se olvidasen de dioses, dedicándose a desmantelar el eremitorio en busca de fortuna cual “fiebre del oro” californiana.

 

Aun hoy hay quien se acuerda de cuando su madre le enviaba a poner velas al Santo, observando como la falta de cuidados y atención iba provocando filtraciones que poco a poco deterioraban el recinto. Habiendo en tiempos algunos intentos de rehabilitación de esta capilla, pero sin un vigoroso afán, un valedor valiente o una fuerte presión ciudadana, los entres provinciales o regionales no están por la labor de acondicionar este espacio……… sí que hay dineros para fastuosos e inútiles miradores a semejanza del Cañón del Colorado o conceder inútiles subvenciones a elementos afines. Y ni que decir de sus propietarios “el clero del Burgo de Osma” que al final lo “catastró” a favor de su Diócesis, pero que tampoco quieren saber nada del tema y se “lavan las manos como Pilatos”……….. pero bien que registran propiedades a su nombre (lo de Pilatos lo he puesto por la cercanía se la Santa Semana).

 

Se debe buscar una solución al arreglo de esta joya oculta en el interior de una cueva, un tesoro más de los existentes en estas tierras sorianas y que ni siquiera la mayoría de sus ciudadanos conocen. Siendo algún organismo público “Diputación” o “Junta de Comunidades de Castilla y León” quienes promuevan esta restauración. Una adecuación que debe actuar urgentemente en la consolidación de sus impactantes y turbadoras pinturas, señalizar y acondicionar un acceso y sobre todo fortalecer, afianzar y dar seguridad la entrada de la cueva que actualmente está en peligroso estado.

 

Estos lugares los podemos encontrar apenas 20 minutos de Quintana en vehículo, ya que se sitúan a tan solo 23 km. (13 km. a vuelo de pájaro), en dirección a por donde sale el sol…………. solo hay que ir a visitarlos para llenarnos de fantasías.




lunes, 14 de abril de 2025

- Sureste soriano I…… a través del río Nágima entre santos, judíos, moros, peirones y amapolas

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Nos situamos a comienzos del verano de 2024 en tierras sorianas, y aprovechando las noticias de unos días de frescor, nos allegamos hasta los lindes con la vecina Aragón intentando recorrer los lugares y poblaciones aledaños a las vegas que surten de agua al río Nágima, quien se las cede al Jalón ya por tierras mañas. Estas hoy deshabitadas en gran parte tierras, fueron sarracenas durante bastante tiempo hasta que “El Batallador”, en el primer cuarto del siglo XII (1120-1022) las tomara para la corona aragonesa, pasando a ser tierras castellanas en 1134. Pero durante bastante tiempo fueron tierra de frontera y debido a ello, los musulmanes erigieron algunas fortificaciones y bastantes de esas atalayas de comunicación que ya os he referenciado en otras peroratas de este blog.
 

Para allegarnos hasta estos lugares hemos partido de Almazán dirigiendo nuestros pasos al levante, disfrutando en nuestra ruta de hermosos campos de intensos rojos conformados por miles de tupidas amapolas al cruzar por la granja La Milana. 



El primer destino es la población de Perdices, que pese a su humilde y casi vacío caserío ostenta la extraordinaria y hermosa iglesia de San Pedro, una de las más sobresalientes construcciones del románico rural soriano de finales del siglo XII. Debiendo de acercarnos a visitarla para poderla admirar en su plenitud y si conseguimos que la puedan abrir para nuestra visita mejor que mejor, ya que su interior también es de cuidadas formas tanto en diseño como en sus elementos. Desde ella se divisa la aldea y buena parte de las Tierras de Almazán, destacando a media vista el castillo de Moñux, al que nos dirigimos.

 

A 10 km. por asfalto (que se reducen a la mitad por caminos de tierra si se es valiente) se sitúa la pequeña, bien soleada y ventilada aldea de Moñux, hoy ya en franca decadencia. Solo destacar su castillo y el alomado casco urbano que se desarrolla bajo el torreón, ya que de la misma he relacionado algo en otros artículos.
 

En apenas 8 km. nos situamos en Nepas, la también pequeña aldea en donde destaca su elegante iglesia románica, con pretil y puerta de gótico arco, consagrada a San Adrián. La soledad y algún curioso elemento urbano son nuestra compañía al transitar sus escasas media docena de calles. Desamparo es el olor que se respira en estas aldeas cuando se las recorre.




El mismo efluvio notaremos en Nolay, que se sitúa apenas 4 km. al levante. Población que también se puede sentir orgullosa de su templo a San Clemente Papa (el cuarto de estos), agraciado conjunto parroquial erigido en sillería y mampostería de buen románico porticado, con elementos en mudéjar y gótico. Donde podemos buscar en el muro sur de su barbacana hasta una docena estelas discoidales de entre los siglos XII y XIII, Siendo el recuperado conjunto de lavadero y la fuente otro atractivo más de esta población. A finales del siglo XVIII la localidad contaba con 171 “nolayos” (también conocidos como navarros) que en 1842 (Madoz) ascienden hasta 204 , hoy están censados 48, de los cuales no llegarán a vivir de forma permanente ni la mitad.

 

Para llegar a Bliecos hay algo menos de 7 km. siendo a mitad del camino y cuando cruzamos la Cañada Real de Merinas, el lugar donde prácticamente se sitúa el nacedero del río Nágima, valle por el cual seguiremos la ruta que hoy nos ocupa hasta su desembocadura en el Jalón por tierras aragonesas de Monreal de Ariza. Siendo la población “pimentonera” donde le ha tocado brotar, casi en el punto donde se amojonan los lindes de Monparedes, Nolay y el propio Bliecos. Dirimiéndose entre estas dos últimas poblaciones la trayectoria de las aguas que van a la cuenca del Duero (Atlántico) y a la del Ebro – Jalón (Mediterráneo). Convirtiendo este valle en uno de los pasos naturales que comunican los Campos de Gómara y la Tierra de Almazán con los dominios aragoneses del valle del Jalón, conectando por tanto el Duero con el Ebro.
 

Bliecos es una de las poblaciones sorianas donde se le asigna el nacimiento a San Martín de Finojosa allá por el año 1138, convirtiéndose veinte años más tarde en monje del no muy lejano Monasterio de Cántabos, al que en próximo artículo dedicaré algún que otro párrafo.




En la población además de la iglesia parroquial con restos de maderamen mudéjar y líneas góticas, se sitúa el Priorato o Casa Prioral del mencionado San Martin que perteneciente al cisterciense Monasterio de Santa María de Huerta, estuvo activo desde por lo menos el siglo XIII hasta el siglo XIX (desamortización de 1835), aunque por su tamaño sin mucha actividad monacal. En medio mitad del “complejo prioral” nos encontramos un pozo custodiado por sendos monjes, pero estos son puras replicas figurativas y no les podemos preguntar si en él hay agua o no (pues se sitúa en la parte más alta con respecto a sus alrededores), y tampoco podemos preguntar a nadie de la población, pues se repite la misma sensación de desabrigo que en todos los pueblos visitados.

 

Continuando la misma dirección del Nágima durante unos tres kilómetros y medio, nos encontramos con lo que fuera el Molino de la Torre, uno de los muchos que dedicados a la molienda se establecieron al impulso de estas aguas (debió de haber cerca de la veintena, solo en Serón se instalaron cinco), situándose en lo alto una más de esas atalayas islámicas a las que ya os voy acostumbrando y dando a conocer a través de estas páginas. Siendo una más a la que ascendemos y visitamos, observando nuevamente su pésimo estado de conservación y el mas absoluto abandono por parte de los responsables “autonómicos”, custodios de que este importante patrimonio de más de mil años quede para generaciones futuras, generándome razonables de dudas de que esto sea así…………….y cada día más, pues si más observo más desidia descubro.



La atalaya de Bliecos, también conocida como del Molino de la Torre, Torre de Moros o Torre de Serón (por el despoblado existente en el lugar), se sitúa “alomada por encima de las carrascas” sin que un acceso definido nos lleva hasta ella, pero aun así buscamos veredas entre medias de las espesas encinas. Datada en el siglo X y de arquitectura bereber en construcción cilindro-cónica, su ya ruinosa estructura pide con urgencia una consolidación antes que desaparezca del todo como otras tantas de las existentes en la provincia. 




Continuando aguas abajo del río Nágima, pasando por la ya mencionada sucesión de los que fueron prósperos molinos harineros, que hoy se encuentran en penosa y cómplice ruina, nos detenemos ante las exageradas manchas de amapolas (ababoles les llaman los sorianos), con los que algunos campos nos regalan la vista, espectáculo solo digno para los que aventuran sus pasos por tierras inhóspitas en busca de exploraciones primaverales.

 

Llegamos a la entrada de Serón (que así se llamaba hasta que le pusieron apellido allá por el año1916), llamando nuestra atención un solitario ábside románico por debajo de nosotros, en la práctica orilla del río y orillado de su casco urbano. Es lo que queda de la antigua iglesia de la Santa Cruz o del Santo Cristo (siglo XII), siendo la primera parroquia que tuvo la población tras su toma por las fuerzas cristianas del “Batallador” en el siglo XII, hoy el lugar lo vemos dedicado a cementerio (viejo) al quedar arruinado el templo. La Zona se dedicó a huertas pero tanto estas como el conjunto religioso, se hayan en la más completa desolación, plagado de hierbas y hiedras que colmatan en parte el ábside y su vallado (donde podemos encontrar una estela medieval en el ángulo noreste), todo rodeado de arbolado silvestre. El complejo forma uno más de los espacios dedicados a “campo santo” de viejas iglesias en desuso, y gracias a eso ha llegado este resto románico hasta la actualidad, por lo menos el ábside románico del antiguo templo.
 

Entrados en Serón nos damos cuenta de la importancia que debió tener en el pasado, cuando fue un enclave fronterizo crucial entre las cuencas del Ebro y Duero, tanto en los tiempos del control musulmán de la zona como en las razias entre castellanos y aragoneses después. Detentando la población un entramado urbano relevante, y aunque actualmente solo mantiene una población de apenas 122 habitantes, posee todavía cerca de 300 viviendas, ejerciendo aun como cabecera de la comarca con las limítrofe de la Vicaria de Monteagudo y los Campos de Gómara y Almazán. Esta posición que mantuvo en el pasado le llevó a estar amurallada, como a tener posiblemente una alcazaba morisca que posteriormente se transformaría en castillo durante el siglo XV.
 

Como en tantos otros territorios sorianos, se han encontrado restos del bronce, celtiberos y romanos, sabiéndose habitada por musulmanes de origen bereber entre los siglos VIII y por lo menos el XII, existiendo una importante mezquita sobre la que se levantó la opulenta y gótica Iglesia de la Virgen del Mercado en el XVI, conviviendo así mismo una notable comunidad hebrea, que al perecer estuvo ubicada en el Barrio Escobar al sudeste de la población.




Son destacable los restos de su soberbio castillo, construido a base de tapial de roja arcilla, a modo de las kasbahs del Atlas marroquí de enorme influencia islámica, aunque hoy se duda de esa datación ya que “la construcción que hoy aún podemos apreciar no parece tener factura islámica sino mudéjar”. Produciendo, la endeblez del material empleado para su construcción, continuos desplomes en sus muros, además de la ayuda en su destrozo que le infringieron los “franceses” durante la Guerra de la Independencia, quienes lo dinamitaron, sin por ello perder la percepción del tamaño que en su día tubo esta “fortaleza de barro”.

 

No solo los “gabachos” han producido destrozos en los bienes patrimoniales de Serón, sus propios regidores y habitantes también se han encargado de la eliminación de edificaciones históricas de cierta relevancia. Ya entre los años 60 y 70 del siglo pasado se derribó el oriundo Ayuntamiento, que asoportado se ubicaba en la Plaza Mayor (nº 12) sustituido en aquel entonces por la sucursal de Caja Duero (hoy ante el abandono de estas entidades de las poblaciones poco rentables se ha transformado en farmacia), parece ser que las columnas de los soportales se encuentran en Velilla de los Ajos, en la casa del constructor que realizo la reforma. Y por último, junto al anterior, la “alhóndiga” que se demolió ya en pleno siglo XXI (2010) no sin una cierta oposición vecinal, quedando ocupada su ubicación por un armatoste esqueleto de viguetería en hormigón de un gusto bastante cuestionable.
 

Es aquí donde comenzamos a observar por las entradas de sus caseríos los conocidos como “pairones o peirones”, elementos de temática religiosa (por lo general pilares a modo de cruceros dedicadas a vírgenes o santos), aunque su ancestral origen pudiera ser pagano. A través de ellos se indicaban la proximidad de la aldea así como auspiciar la buena fortuna de los viajeros que por esos caminos se aventurasen. Siendo el exacerbado sentir religioso de aquellas gentes, el que igualmente les arrogaba un efecto protector para pastores, agricultores, ganados, cosechas… etc. Suelen ser columnas o pilastras levantadas en piedra o ladrillo, con hornacina en lo alto donde amparar la imagen religiosa y rematada con una cruz generalmente de hierro. En Serón podemos encontrar dos de ellos, el del Carmen y el del Pilar, este último a la entrada viniendo de Bliecos.




Por último no quiero dejar de reseñar el establecimiento de “El Señor José”, el Bar Plaza, que lo mismo te facilita unos huevos fritos con patatas y un plato de jamón para satisfacer las necesidades hambrunas, como poder adquirir los indispensables elementos para una casa cual si fuera una tienda de ultramarinos…….. “Ultramar”, de allí llegó hace más de 20 años este indispensable ecuatoriano a tierras sorianas para dotar de servicio al ámbito rural.




Nos desviamos del Nágima para acercarnos entre espectaculares y pletóricos campos de amapolas a las riberas de los arroyos de Valdevelilla (Carraserón), Caños de Borque y Arenal, donde se asientan o asentaron los poblados que pretendemos visitar. El primero de ellos es Velilla de los Ajos que pudo ya tener existencia allá por el siglo X a través de la atalaya cuyos restos se sitúan a algo más de 3 km. de la actual población, y origen del que ahora sería el despoblado de Borque con las ruinas de la románica iglesia de San Millán del siglo XIII como únicos restos. Dejándonos reseñas de ambos en 1353 con la nominación de bonorque e villiela”……….. tanto el uno como el otro, referentes topónimos relacionados con vigilar / vigilancia .

 

De Velilla resaltar su excelente templo dedicado a San Pedro, que levantado sobre una iglesia anterior que contaba con torre defensiva, se ubica en lo alto de la población accediendo a ella ascendiendo por una notable escalera, así como la existencia en algunas de sus viviendas de las denominadas “glorias”, sistema de calefacción a través de calentar los sueños por medio de una cámara de aire mediante combustión de leña, práctica originaria en las formas de vida romanas. El curioso apelativo de los Ajos”, puede tener su origen en la probable presencia de judíos en la población hasta finales del siglo XV, fecha en la que fueron expulsados por los Católicos Reyes. Un paseo por su escuetas calles hasta llegar al templo, y alguna charla con las vetustas gentes del pueblo, puede ser el complemento de una buena tarde.
 

De lo más turbador y solitario puede ser recorrer los escasos kilómetros que nos separan de la ya inexistente aldea de Borque, la nada es todo lo que se divisa en el trayecto de alomados campos con verdes mieses, solo las ruinas de su interesante templo dedicado a San Millán, uno más de esa lista que sigue creciendo de “románico abierto al cielo” o “románico sin techo” es lo que podemos observar. Poco queda de lo que fuera la iglesia parroquial de la población datada a comienzos del siglo XIII, existiendo aun entre sus ruinas algunos elementos singulares, como es el robusto y ancho arco triunfal, en el que podemos observar esculpido un cuadrúpedo devorando una cabeza, así como cuatro enigmáticas figuras humanas cruzadas de brazos a la altura del pecho.




Nos situamos en medio de un entorno cuando menos inquietante y la toponimia no ayuda a podernos relajar: el “arroyo del muerto” no esta muy alejado, sabiendo además que los vecinos de la cercana población asustaban a sus retoños con la presencia de “maquis” en el lugar. Aunque también de sus proximidades y a través del manadero de “los Caños de Borque” se surten los velillenses del suministro de agua para su consumo diario.

 

En la cúspide del cerro (1.139 m.), y a unos 80 m. por encima de las ruinas de la ermita, encontramos los restos de una nueva atalaya islámica de fábrica circular, relacionada con una construcción más amplia (albacar o albacara) así como un aljibe cuadrado cavado en la roca. Al carecer todo el contorno prácticamente de vegetación el lugar posee un destacado dominio visual, completando sin duda la línea de torreones de vigilancias que establecían la Marca Media musulmana a mediados del siglo X, junto a los de Maján, Soliedra, Bliecos, Nolay, Castil de Tierra o Moñux, soporte de los baluartes de Serón, Morón y Almazán. Siendo la misma nominación árabe de “borque” la que ya nos insinúa su origen como lugar de vigilancia.
 

Sobre los torreones o atalayas antes mencionados, se tiene constancia de todos menos del de Maján y hasta allí nos dirigimos siguiendo la ribera del arroyo de Velilla. Nada más llegar nos damos cuenta de su diseño, con una estructura urbana característica del medievo que ya hemos visto en otras poblaciones sorianas como Utrilla o Puebla de Eca, con calles concéntricas, circundando un espacio central donde se sitúa la iglesia, lo que nos hace pensar si antaño no estuvo la población en parte amurallada……………. el tiempo y la arqueología nos lo dirá. Esto junto a su ubicación en lo más alto de la zona 1.157 m. y con buenas vistas dominando los enmarañados y exquisitos valles que desde ella se extienden hacia el sudeste y Las Vicarías, nos vuelve hacer reflexionar de la existencia en su día de una más de las atalayas de comunicación islámicas de la Marca Media durante el siglo X (o en el inmediato cerro El Castillo), sobre la cual ya han conjeturado otros autores, pero de la que hasta la fecha no se han encontrado vestigios.




El panorama que se divisa es de lo mejor, pudiendo alcanzar en días claros el Moncayo, las sierras aragonesas próximas a Calatayud, las tierras de Medinaceli, Almazán y Gómara, llegando a verse los Picos de Urbión y Cebollera.




También sabemos que por la misma población discurre la ya comentada Cañada Real de Merinas que así mismo cruza el termino de Bliecos. Como de igual forma conocemos de la existencia en la minúscula población; -que apenas llega a la decena de vecinos y en la que no nos cruzamos con nadie, manteniendo en nosotros los mismos sentimientos de desolación que nos acompañan en prácticamente toda la ruta-; de peirón, estela medieval y crucero, los tres elaborados en piedra.




Pero lo que nos ha traído fundamentalmente hasta aquí es poder visitar su interesante templo dedicado a la Inmaculada Concepción, sobre todo su original y notable portal románico que es lo que únicamente nos ha llegado esta época, ya que el resto fue reformado en el siglo XVIII. La interesante portada de finales del s. XII nos muestra a través de sus tres archivoltas el fino trabajo de sus escultores, muy próximos a los tallados en Silos u otras realizaciones de elaborada talla. Cincelados en arenisca, sus representaciones nos muestran una mezcla de personajes litúrgicos y mitológicos, combinando animales reales con fantásticos, un interesante conjunto que bien hace que nos desviemos de la ruta para su observación.

 

Nos encontramos en plena zona de Las Vicarias (Serón – Torlengua - Valtueña – Fuentelmonge – Monteagudo - Cañamaque). Dirigiendo nuestros pasos a esta última que, recostada sobre una ladera a levante, es un sereno casco urbano donde “el gótico se tiñe de rojo”, expresión referida a su desproporcionada iglesia dedicada a Juan el Bautista que preside la población desde lo alto. Erigida en ese estilo “gótico” durante el siglo XVI cuando ya no estaba de moda, su visión nos traslada la imagen de unas desmedidas dimensiones para la envergadura de la aldea, situación que ocurre en otras muchas localidades de esta provincia y del país, dejando constancia de que damos más importancia a lo divino que a lo mundano, limitando así el histórico desarrollo del territorio.
 

Acompañan a este casoplón dedicado a la deidad, dos coquetas ermitas ubicadas una al septentrión de la población, Santa Ana y otra al meridión, Santa Barbara, está última muestra original y única de ermita redonda en toda la provincia. Así mismo damos constancia de dos peirones o esconjuros que podemos encontrar en los accesos a la aldea por el sur y por el este.


Aquí interrumpo el relato de esta interesante y no muy conocida comarca soriana, que he decidido trocear en dos relatos para que no se haga excesivamente larga su visión, el próximo no tardara en estar por aquí………. a la espera de que os guste y os anime a visitar esta interesante zona.