Conocido también por su nombre siciliano de Mongibello
o Gibello, que deriva de la palabra árabe " ŷébel"
(monte), el Etna, emblema de la civilización mediterránea, es con sus 3.350
metros de altura el volcán activo más grande de Europa. Situado en la costa Este
siciliana, entre Messina y Catania, ocupa un área de unos 1.200 km2,
creando su base una circunferencia casi perfecta de 140 km.
La formación de este gigante del averno empezó hace
700.000 años, en el lugar donde se asentaba una tranquila bahía. Un incipiente
volcanismo subacuático comenzó abrir una grieta en ella por donde comenzó a
salir el magma, solidificándose capa sobre capa hasta crear una isla. Miles de
años más tarde, esta isla denominada Kalanna (del griego "bella"),
cesó de escupir fuego, sufriendo una explosión interior y grandes
deslizamientos hacia el Este, creándose una impresionante depresión que hoy
conocemos como Valle de Bove; uniéndose
finalmente las capas de lava a tierra firme, desapareciendo la ensenada y
conformando la estructura de la actual Sicilia. Parece que esto pudo ocurrir hace
unos 8.000 años, provocando un formidable maremoto que afectó a gran parte del
mediterráneo oriental. Inclusive se ha llegado a especular con que este
gigantesco cataclismo pudiera ser el hecho que originó el mito del Diluvio
Universal.
La mitología colma de fábulas estas humeantes lavas, y
hasta ellas acercaron sus quimeras las deidades más gloriosas de la antigua
Grecia. Al interior de este coloso volcánico vino a poner sus fraguas el dios
griego del fuego Hefestos (Vulcano para los romanos), donde, en compañía de
ciclopes y gigantes, forjaban el hierro de forma infatigables en la elaboración
de armas para el dios del universo Zeus. Precisamente este ultimo durante su
gloriosa victoria contra los titanes, aniquila al terrible Tifón durante una brutal
lucha, en la que el monstruo arrojaba rayos y tormentas sobre el dios, que le
respondía lanzando montañas y cordilleras. El gran Zeus en vez de eliminar para
siempre su inmensa potencia, lo soterra bajo la majestuosa mole del Etna;
provocando al monstruoso Tifón, que corroído por la ira desde entonces, crea los
frecuentes terremotos y erupciones de humo y lava, azotando periódicamente toda
la región, arrojando torrentes de fuego que devastando cuanto encuentran en su
camino, terminan precipitándose en el mar.
Tifón, concebido por la diosa Gea con el fin de acabar
con la supremacía de Zeus, era un grandioso y aterrador monstruo alado, con una
corpulencia tal que lograba alcanzar las estrellas, como así mismo abarcar el
este y el oeste a la vez con los brazos extendidos. Con cabeza y torso humano,
gozaba de testuces de dragón por dedos, y gran cantidad de serpientes se ceñían
repartidas en sus muslos. Lograba incendiar todo lo que se le resistiese con su
candente mirada, así como arrojar fuego y lava por su boca, creando terremotos
y huracanes al mover sus alas.
Cuando Tifón agitaba su furor, Plutón recorría Sicilia
para ver los daños causados por el monstruoso gigante. Durante uno de estos
recorridos Plutón se fija en una hermosísima doncella llamada Proserpina,
quedando al instante seducido de ella. Al negarle esta sus favores decidió
secuestrarla. Esto fue visto por una ninfa que intentó detenerlo, pero solo consiguió
retener el cinturón de la muchacha.
Ceres, madre de la retenida, buscola por todo lugar hasta que se topó con la ninfa que había intentado socorrer a su hija, pero esta no podía articular palabra mostrándole solo el cinturón. Al ver el cinto Ceres se dirigió al Olimpo, haciéndole saber Júpiter, que era Plutón el responsable de su rapto y que la había hecho su esposa. El supremo rey de los dioses, al verla tan triste decidió ayudarla yendo a parlamentar con Plutón. Comunicándole que Proserpina solo podía regresar a la tierra si no había comido ningún sustento en los infiernos (los abismos del Etna), pero desdichadamente, había ingerido seis granos de una granada. Acordando que la muchacha pasara medio año con su esposo en el averno y el otro medio en la tierra con su madre.
Ceres, madre de la retenida, buscola por todo lugar hasta que se topó con la ninfa que había intentado socorrer a su hija, pero esta no podía articular palabra mostrándole solo el cinturón. Al ver el cinto Ceres se dirigió al Olimpo, haciéndole saber Júpiter, que era Plutón el responsable de su rapto y que la había hecho su esposa. El supremo rey de los dioses, al verla tan triste decidió ayudarla yendo a parlamentar con Plutón. Comunicándole que Proserpina solo podía regresar a la tierra si no había comido ningún sustento en los infiernos (los abismos del Etna), pero desdichadamente, había ingerido seis granos de una granada. Acordando que la muchacha pasara medio año con su esposo en el averno y el otro medio en la tierra con su madre.
Siendo esta la razón de la productividad de la tierra en
una época del año, frente a la otra, ya que Ceres, diosa de la agricultura, se
siente contenta cuando esta con su hija Proserpina, haciendo que los campos
sean fértiles, no siendo así cuando le toca estar en las entrañas del volcán.
Esto nos lo ha sido narrado por Esquilo, en su
"Prometeo encadenado":
"De Tifeo (Tifón), terrible monstruo de las cien cabezas...
el imponente y tendido cuerpo yace bajo las raíces del Etna, mientras en las
cumbres reside Hefestos y con el martillo bate el hierro. De allí brotarán un
día torrentes de fuego para destruir con salvaje violencia los vastos cultivos
de la fértil Sicilia".
También se creé que en las fauces del volcán fue donde
nació Dionisio, el dios del vino, a quien se le rendían cultos desenfrenados en
torno a la cultura del liquido fruto de la vid, la fiesta, el éxtasis y la
orgía....
Protector de Dionisio fue Sileno, gordo, viejo y peculiar
sátiro, dios menor de la embriaguez, quien mató al gigante Encélado con su
lanza, enterrándolo en las profundidades del Etna, ocasionando su jadeo las
llamaradas del volcán; en donde más tarde el viejo sátiro, fue hecho preso por
los colosos ciclopes que habitaban la isla siciliana. El más famoso de todos
estos gigantescos titanes de un solo ojo, Polifemo, también habitaba las entrañas
del volcán, que ante la llegada del héroe de la Guerra de Troya, Odiseo (Ulises),
le hizo su prisionero, tal y como nos los comenta Homero en su
"Odisea", pero eso es otra historia que os contare algo más adelante.
Precisamente, para ayudar a impulsar las naves de Ulises, en su huida de
Sicilia y retornar a Ítaca, Eolo, el dios griego de los vientos, conseguía los
aires de las profundas cavernas del Etna.
También Virgilio nos describió la fuerza de esta gran
mole en el siglo I a. C. en su obra Geórgicas (ya dedicada en aquel tiempo al
mantenimiento de la agricultura tradicional): "Sí, cuán a menudo hemos visto / Etna, con sus paredes de horno
hendidas, / En ondosos flujos hervir sobre los campos de Cíclope / Y rodar
globos de fuego y rocas derretidas".
Cuanta deidad junta, y que compendio de singulares
personajes moraron esta cónica cima desde la noche de los tiempos, que
fantásticas historias nos han dejado relatadas sobre las porosas piedras de sus
laderas, y que despilfarro de imaginación se gastaban los antiguos griegos,
dueños y señores del Mediterráneo por aquellas lejanas fechas. Un coloso por
sus caracteres físicos, pero sobre todo por su fuerza literaria y mítica, al
que Píndaro, Homero, Virgilio, Esquilo o Platón le consagraron inmortales
párrafos.
Se tiene conocimiento incluso, de que en la cúspide de
esta montaña de fuego hubo un templo dedicado al gran dios Júpiter, y de que en
uno de sus cráteres se arrojaban personas y tesoros, con el fin de predecir el
futuro y sobre todo, alejar las corrientes del hirviente magma.
Desde este lugar, el insigne y controvertido sabio Empédocles
se lanzó a la lava incandescente, para de esta forma ser admirado como un dios
inmortal por sus conciudadanos. Filosofo, poeta, físico, astrónomo, profeta,
chamán y mago, autor de milagros, revelador escondidos misterios y de ocultas
verdades. Esbozó la teoría de los cuatro elementos, juntando la tierra de
Jenófanes, el agua de Tales de Mileto, el aire de Anaxímenes y el fuego de
Heráclito.
El nombre con el que conocemos a esta montaña le viene de
la ondina Etna, hija del gigante Briareo y de la ninfa Cimopolia. Convirtiéndose
en la diosa de este glorioso volcán, gracias a su mediación, al resolver la
contienda sobre el dominio de Sicilia entre Hefestos y Deméter, respectivamente
divinidades del fuego y las cosechas. Superando la mitología, su nombre proviene
de la palabra cananea o fenicia "attano" (horno), posteriormente de
la griega "aithos", y finalmente de la romana "aetna". En
la Edad Media, durante la ocupación árabe de Sicilia, se le conocía como Yébel
Uhamat (Montaña de Fuego).
El Monte Etna es indiscutiblemente el volcán mejor
documentado del mundo, ya que comienza la crónica de sus erupciones con Diodoro
Siculo en el siglo I a.C. existiendo por lo tanto referencias de
ellas desde hace mas de 2.000 años. La pirotecnia del volcán no es nueva,
teniéndose contabilizadas más de 80 de erupciones de importancia desde los
tiempos pretéritos, arrasando poblaciones enteras, acabando con la vida de
miles de habitantes de sus alrededores, dejado a su paso una huella de terror y
desolación.
La primera erupción registrada del Monte Etna fue
documentada en el año 1500 a.C. y desde entonces ha salpicado de ardiente magma
toda la zona unas doscientas veces. En el 475, también antes de Cristo, se
produce otra erupción de importancia y como tal nos dejan reseñas de ella los
literatos Esquilo, Hesioto y Píndaro, sobre la fuerza y vigor del monstruo de
fuego. Se vuelve a tener referencia histórica sobre la acontecida en el 396
a.C. que llegando hasta el mar, truncó las intenciones de los cartagineses por
conquistar Catania durante la Primera Guerra Púnica.
Una erupción especialmente explosiva y violenta sobrevino en su cumbre en el año 122 de la anterior era, originando una pesada lluvia de cenizas, que llegó hasta la ciudad de Catania donde muchos tejados se derribaron. Durante la autoridad del Imperio Romano y antes de la llegada Cristo, se tiene constancia de por lo menos de otras 15 potentes estampidas de material volcánico.
Comenta la tradición popular siciliana, que cuando el
Etna entró en erupción en el año 252, un año después del martirio de Santa
Ágata, los pobladores de Catania imploraron su mediación, tomando el velo rojo
de la santa al que cosieron su nombre, logrando contener la lava a las puertas
de la ciudad. Convirtiéndose desde entonces en su patrona y en la de toda
Sicilia, invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También
se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con
la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres, de las
casadas especialmente, y es así mismo patrona de las enfermeras. .
Durante la época en que el Imperio Romano dominaba el
mundo conocido, Ágata era una joven catanesa, sobre la que se antojo un senador
llamado Quintianus, siendo rechazado ya que ella era cristiana, habiendo
consagrado su vida a la "fe" cristiana. El senador, en desagravio por
el desprecio, enviola a un burdel donde, según cuenta la leyenda, conservó su
virginidad de forma milagrosa. Ante lo cual Quintianus mandó apresar a la joven
haciéndola torturar y ordenando le fueran cortados los pechos, martirizándola
hasta la muerte, siendo declarada santa de la cristiandad.
Otra leyenda, esta de origen inglés, dice que el alma de
la poderosa y longeva Isabel I de Inglaterra "la Reina Virgen", se
encuentra en lo más profundo del Etna, debido a un pacto que hizo con el diablo
a cambio de su apoyo para regir el complicado reino de la Gran Bretaña.
Se tienen noticias, de que en 1144 el cono central del
volcán se derrumbó y al precipitarse creo tal estruendo, que los habitantes de
la zona pensaron que era el fin del mundo, el Apocalipsis. Entre los años 1169
y 1183, se calcula que la violencia del Etna originó unas 15.000 víctimas.
Parecida tragedia sufrieron las gentes de la zona de Catania en los años 1329,
1381 y 1537, cuando se repitieron nuevas erupciones, sembrando el terror de
tola la población.
Pero las más catastróficas de la memoria histórica,
acontecieron entre marzo y julio 1669, cuando las lavas destruyeron parte de la
ciudad de Catania, devastando decena y media de aldeas cercanas a ella,
modificando sustancialmente el perfil de la costa Este siciliana, causando la
muerte a unas 20. 000 personas y dejando tras de sí un escabroso y vacío
desierto de 100 km2.
Poblaciones como Nicolosi, Zafferana, o la propia
Catania, vieron como el infierno se quedaba a sus puertas, o incuso entraba por
ellas como un indeseado visitante. La erupción comenzó un 11 de marzo (curiosa
y trágica fecha también para nuestro recuerdo), nadie alcanzaría suponer que
escasamente un mes después, y tras asolar una decena de localidades cercanas,
las incandescencias del volcán estarían a las puertas de la ciudad de Catania,
por aquel entonces fortificada. Fue precisamente este hecho el que salvó a la
ciudad, ya que los flujos de magma se desviaron hacia el inmediato mar.
El mismo día que comenzó la erupción, en la ladera sur de
la montaña se abrió una grieta de 9 km. de longitud, de la que sucesivamente
fueron manando 830.000.000 de m³ de lava (casi 100 m³ de magma por segundo),
que de forma continuada fluían cuesta abajo, teniendo el aliviadero de mayor
importancia cerca Nicolosi, formándose el cono de ceniza que hoy conocemos como
Monti Rossi (Monte Rosa), quedándose esta pequeña urbe rápidamente sepultada
por las mareas de lava. Después de aniquilar varios poblados de considerable
tamaño, la lava alcanzó las afueras de Catania a principios de abril,
acumulándose sobre los muros de la ciudad, que eran lo bastante fuertes para
soportar el empuje del flujo. A pesar de que la ciudad quedaba localmente
resguardada, el magma se arrastró hacia el puerto, destruyéndolo totalmente. El
30 de abril, los muros cedieron ante la presión, superándolos y penetrando en
la ciudad. Sus habitantes levantaron unos nuevos, cortando las arterias más
importantes de la población, en un intento de detener los flujos de lava, que
tras arrasar algunas viviendas, se detuvieron en las proximidades del
Monasterio de los Benedictinos.
Pocos años después, en 1693, la ira del volcán adquirió
forma de terremoto acabando con la vida de más de 60.000 personas. Catania, la
segunda ciudad en importancia de la isla de Sicilia quedó en ruinas,
destruyendo completamente numerosos palacios iglesias y ciudades enteras de
toda la zona oriental siciliana. El 11 de enero de ese año, sigue aun en la
memoria de los pobladores de estas tierras; el levante siciliano fue sacudido
por el terremoto más violento en Italia de los tiempos históricos. Sentido
desde Calabria hasta Malta, devastó una gran parte de todo asentamiento en el
área comprendida entre Catania, Ragusa y Siracusa; dejando un rastro de muerte
y desolación, en el que se calcula que decenas de miles de personas perecieron,
en gran parte por el tsunami que provocó, con olas de entre 5 y 10 metros de
altura. Las crónicas de su tiempo lo narran como demoledor, con una intensidad
de 11 grados de la escala Mercalli, o lo que es lo mismo, la destrucción
absoluta.
Los narradores de la época describen como los destrozos
iban acrecentándose progresivamente desde Taormina hacia Siracusa, alcanzando
el máximo en Avola y Noto, ciudades en las que prácticamente nada había quedado
en pie. El saldo de esta catástrofe, que combinó terremoto con erupción, fue de
60.000 muertes y 45 ciudades destruidas, cercenado la vida de dos tercios de las
gentes de Catania. Este hecho sin embargo impulsó, en su reconstrucción el
florecimiento de la arquitectura barroca más avanzada en la zona, levantándose
nuevos palacios, catedrales y edificios, generándose un diseño urbano nuevo,
como ya he comentado en el artículo de este blog dedicado al "Barroco Siciliano".
A partir del siglo XVIII las convulsiones de la montaña
están cada vez mas documentadas, repitiéndose aproximadamente cada dos o tres
años algunas de importancia, provocando un fenómeno mediático en informativo
mundial, como la que se produjo en 2013.
Además de estas últimas son destacables: la ocurrida
en 1755 (que coincidió con el terremoto de Lisboa), la de 1811 creando el monte
Simone en el valle del Bove, la de 1852 (cuando la lava arrasó la ciudad de
Zafferana y causó un centenar de muertes), la de 1865 que seguida de un
devastador terremoto destruyó la villa de Macchia exterminó a más de 70
personas en sus proximidades. En 1886 la población de Nicolosi se convirtió en
el blanco de su furia, amenazando con devastarla sin el menor tipo de miramiento.
Siendo entonces cuando surgió otra leyenda, en la que se cuenta como el
arzobispo de Catania logró desviar el magma al colocar en su camino una estatua
de San Antonio, según lo describe Giovanni Verga, patriarca de las letras
sicilianas. Si bien en aquella ocasión el Etna dominó su mal temperamento, no
tardó en soliviantarse nuevamente. La erupción de 1892 provocó el afloramiento de
los montes Silvestri, situados a unos 1900 metros de altura, cerca de donde hoy
se sitúa el aparcamiento de la estación de esquí.
En 1914 se produjo otro terremoto, y en 1928 la lava expulsada
por la erupción sepultó la aldea de Mascali en tan solo dos días, alcanzando
casi el mar, siendo utilizado este desgraciado suceso por el régimen de
Mussolini con fines propagandísticos, al hacer de las operaciones de
evacuación, auxilio y reconstrucción como ejemplos de planificación fascista.
Se repitieron erupciones durante los años 1949, 1971,
1981, 1983 y 1991-1993. Durante la de 1971 la lava enterró el Observatorio Vulcanológico
(construido a fines del siglo XIX), destruyendo así mismo también la primera
generación del teleférico instalado en su ladera, amenazando seriamente varias
poblaciones de la vertiente Este del volcán. En 1983 las autoridades italianas
recurrieron infructuosamente a explosiones de dinamita para desviar el río de
magma que continuó cuatro meses fluyendo hacia zonas habitadas. Potente fue
también la del verano de 2001, que devastó la estación de esquí levantada en su
ladera Sur.
En los últimos años el Etna ha tenido repetidos episodios
de actividad, la última erupción de importancia tuvo lugar en 2002, teniendo
conatos relevantes como el de diciembre de 2013. Una de sus últimos
arrebatos fue el 26 de enero de 2014, y en nuestra visita a sus conos
volcánicos y coladas de lava el 10 de abril de ese mismo año, pudimos comprobar
cómo por algunos de los lugares por donde transitábamos aun salía humo,
desprendiendo ese característico olor a azufre de estos lugares................
habitados por Satán. El "Gehena" de los hebreos, donde se quemaba la
inmundicia y a los ajusticiados, las puertas del camino que nos lleva a los
infiernos.
Los fatales sucesos del siglo XIX terminaron con la
formación en su cumbre de un cráter que en la actualidad mantiene un diámetro
de más de 3 km. donde se sitúan las cuatro bocas principales, habiendo unos 200
cráteres secundarios más en sus alrededores. Le llaman "el volcán
bueno", pero no lo es tanto. Hecho curioso es que cuantiosas de sus
múltiples erupciones se producen en febrero, mes en el que se agasaja a la
patrona Santa Ágata, siendo ella al parecer la que se dedica a que las lavas no
originen infortunios mayores.
Para seres místicos como Goethe, ascender al Etna, era
como una exaltación iniciática, acariciar la cima de antiguas civilizaciones y
morada de ancestros dioses. Hoy
ascender su cumbre está más controlado que por aquel entonces, pues desde 1987
el Etna y su contorno están declarados Parque Regional. Justamente como el
teutón, nos proponemos ascender hasta las cercanías de su cima, para lo cual
partimos desde la idílica y costera urbe de Taormina, que pasando por la
población de Zafferana Etnea en algo más de 50 km. llegamos al Refugio Sapienza
del Club Alpino Italiano (1.910 m.) y base de la estación de esquí. Un
teleférico o unas furgonetas todo terreno (depende de los días) nos trasladan
hasta los 2.648 m. en las proximidades de La Montangola, en donde se halla un
esplendido mirador que domina todo el valle del Bove, lugar de las más
impresionantes erupciones. A lo largo de la subida se pasa por encima de las
impresionantes coladas de lava procedentes de las últimos estallidos, pudiendo
observar el típico efecto “espejismo” por el calor que despiden, ya
que algunos de estos ríos de lava aun retienen en su interior temperaturas de
unos 80º.
Desde la estación superior del teleférico, las furgonetas
todoterreno nos acercan hasta superar los 2.900 m. lugar situado en la base del
cráter superior y último punto accesible a pie, al que se le conoce como Torre
del Filósofo, donde se hallan los restos de un antiguo refugio,.......... que
de letras y filosofía sabrían bastante sus constructores, pero de ubicación
poco, pues quedó sepultado tras uno de los cabreos del volcán. Desde este punto
y obligatoriamente acompañados por unos guías, realizamos un paseo por los cráteres
cercanos en un asombroso y caótico entorno volcánico, donde nos explican los
principales aspectos de este impetuoso fenómeno que a menudo ocurre en estas
latitudes del Etna. Vemos como grupos de operario, que imaginamos son expertos
en el tema, están continuamente haciendo mediciones, informándonos de que la
actividad interior del volcán es alta, por lo que hay la posibilidad de en días
posteriores haga algún exabrupto. Si el día está despejado las vistas desde
este punto son extraordinarias, pudiendo divisar frente a vosotros en el
horizonte la isla de Malta, pero no es nuestro caso, hemos ido viendo en
nuestra ascensión como las nieblas se iban apoderando de las cumbres poco a
poco en la mañana, y solo vislumbramos algunas panorámicas en los escasos
momentos que hacen clarear a nuestro rededor, pero cada vez son más intensas.
Esto junto al frio de estas latitudes nos hace desistir de estar más momentos
en el lugar elegido por los remotos dioses para morar y realizar sus hazañas, teniendo
que dejar para otros instantes la magia de estas escorias…………… siempre en los
viajes hay que dejar algo para poder volver.
Ya de regreso a la base, junto al enorme aparcamiento,
nos acercamos también entre las insistentes nieblas, hasta los Cráteres
Silvestri. Dos sugerentes conos secundarios que se formaron durante la erupción
de 1892. Tapizados de flores y escorias de distinta coloración, desde su
perimetral cima se puede admirar un panorama sugestivo, que abarca desde el
pueblo de Nicolosi hasta el Golfo de Catania.
La levantina y costera Catania es la segunda ciudad en
importancia de Sicilia. Edificada sobre la lava escupida por el Etna, sus
cuadriculas calles, diseñadas a principios del siglo XVIII, rebosan actividad.
Debido a la ferocidad del cercano volcán, la población ha sufrido virulentas erupciones
y terremotos durante su historia, siendo tres las ocasiones en que ha sido
destruida, siendo la capacidad de resistencia de sus gentes irrefrenable. Dice
un refrán italiano que "Cuando el Etna estornuda, Catania tiembla", resumiendo
en estas letras, el pavor histórico de quienes habitan estas tierras expuestas
a los antojos del volcán.
Situada continua al Mercato della Pescheria (Mercado de
Pescado), la Piazza del Duomo, presidida por celebre estatua de un elefante, es
el centro neurálgico de la ciudad. De ella parten la Vía Atenea y la de
Vittorio Emanuele II, las calles más importantes de la cuidad y desde donde se
reparten los lugares interesantes de ser visitados.
En la plaza se halla la catedral dedicada a Santa Ágata. Construida en
el siglo XI sobre unas termas romanas, de las que todavía quedan importantes
restos a la derecha de su fachada. En su interior podremos ver la pintura
representando la gran erupción de 1693 que se encuentra en la sacristía.
Resulta muy relajado y sumamente interesante, después de
algunos días de ajetreo recorriendo las tierras del Sur Siciliano, el dedicar
parte de una jornada a circundar toda la ladera de la impetuosa mole volcánica
en el llamado Tren del Etna (La Ferrovia Circumetnea). Se trata una histórica
línea ferroviaria que lleva funcionando desde 1898, uniendo todas las
poblaciones que se encuentran en los flancos de la humeante montaña. Un curioso,
sereno y magnifico circuito de unos 110 kilómetros alrededor del Etna, una
de las mejores formas de ver desde la tranquilidad de las ventanillas de sus
vagones la perspectiva del grandioso volcán, los admirables paisajes que lo envuelven
y las gentes que habitan sus poblaciones.
Parte de la estación "Catania
Borgo", a la que se accede fácilmente caminando (unos 2
km.) desde el centro de la ciudad (Piazza del Duomo) pues se sitúa en las
proximidades del final de Vía Etnea, a la altura de Vía Caronda, donde en su cercanía
hay un aparcamiento público muy útil para este menester (Vía Narciso - Vía
della Carvana).
Su sinuoso, aunque esplendido, recorrido, nos llevara
algo más de tres horas, alternando lunares paisajes de tortuosas lenguas de
lavas con campos verdes cultivados en trabajados bancales, por los que a través
del repetitivo traqueteo observamos añejos olivos, cuidados limoneros o
punzantes chumberas, salpicados de vez en cuando por las coquetas aldeas que
circundan el volcán, en las que sus gentes, humildes campesinos, utilizaban el
tren para alcanzar sus cultivos. Hoy en día este trayecto por los raíles de
hierro se usa como base de partida para
interesantes excursiones por las faldas de la enconada montaña. A la altura de
la meseta de Maletto se llega al punto más alto de todo el recorrido que
coincide aproximadamente con la mitad del trayecto, desde donde se observa una
buena panorámica los cráteres cimeros del volcán.
Comenzamos a ver cultivos de almendros que se asientan en
las pendientes más escarpadas, ocupando las vides las laderas rasas y soleadas.
Es precisamente el producto de estas uvas enraizadas en las lavas, con el que
se elabora ese vino denominación de origen "Etna", bastante apreciado
y con merecida fama. Otro cultivo afamado que resulta de estas yermas laderas es
el pistacho, considerados los de aquí como los mejores del mundo. Y que
introducido por los árabes; al constatar que estos achaparrados árboles se
desarrollaban sin ningún problema sobre los campos de lava; son ahora una de
las riquezas más rentables de la zona. Oro verde, que será transformado en magníficos
helados de insuperable sabor, siendo así mismo a las faldas de este volcán donde
los sarracenos introdujeron los refrescantes "gelati", al mezclar la
nieve de la montaña con el producto de esta planta.
Si se quiere volver a Catania en tren, hay que apearse en Giarre la penúltima
estación antes de Riposto que es la última y allí coger la línea
Messina-Catania,
las estaciones están juntas. Llegando
a Catania en la estación "Catania Centrale" (Piazza Papa Giovanni XXIII), con esto cerraremos el
anillo de dar la vuelta completa al Etna en ferrocarril.
Nos cuenta Homero es su "Odisea", que un grupo de marinos griegos dirigidos por uno de los héroes de la Batalla de Troya recaló en la isla de los Ciclopes, entrando en una cueva en las laderas del Etna, en la que encontraron abundante sustento. Desconociendo que esa oquedad era la morada de Polifemo, quien al darse cuenta de su presencia los hizo presos comiéndose a algunos de ellos, teniendo su capitán "Ulises" que tramar un plan para evadirse. Para ello, tuvo que ganarse la confianza del gran Ciclope hijo de Poseidón emborrachándolo con el mejor de sus vinos, conseguido su objetivo y dormido el enorme Polifemo, con una lanza le cegaron su único ojo. Al despertar el ciego Polifemo, se percato de que los presos habían escapado y estaban huyendo en sus barcos, lanzándoles una maldición que les acompañaría durante el resto de su "odisea" de vuelta a casa en la mítica Ítaca. Lanzándoles también enormes piedras que cayeron próximas a las naves, pero sin hacerles ningún daño. Estos enormes peñascos en medio del mar los podemos aun contemplar en la costa llamada de los Ciclopes, al norte de Catania, por donde discurre la ruta que nos lleva a la idílica Taormina.
Nos cuenta Homero es su "Odisea", que un grupo de marinos griegos dirigidos por uno de los héroes de la Batalla de Troya recaló en la isla de los Ciclopes, entrando en una cueva en las laderas del Etna, en la que encontraron abundante sustento. Desconociendo que esa oquedad era la morada de Polifemo, quien al darse cuenta de su presencia los hizo presos comiéndose a algunos de ellos, teniendo su capitán "Ulises" que tramar un plan para evadirse. Para ello, tuvo que ganarse la confianza del gran Ciclope hijo de Poseidón emborrachándolo con el mejor de sus vinos, conseguido su objetivo y dormido el enorme Polifemo, con una lanza le cegaron su único ojo. Al despertar el ciego Polifemo, se percato de que los presos habían escapado y estaban huyendo en sus barcos, lanzándoles una maldición que les acompañaría durante el resto de su "odisea" de vuelta a casa en la mítica Ítaca. Lanzándoles también enormes piedras que cayeron próximas a las naves, pero sin hacerles ningún daño. Estos enormes peñascos en medio del mar los podemos aun contemplar en la costa llamada de los Ciclopes, al norte de Catania, por donde discurre la ruta que nos lleva a la idílica Taormina.
Ubicada bajo el Monte Tauro, a doscientos por encima de
la costa y con vistas a la encantadora Isola Bella (Isla Bella), Taormina forma
una espléndida terraza natural junto al mar, siendo una de las joyas que
ineludiblemente se tiene que visitar en esta isla, aunque esto mismo la
convierte en un lugar excesivamente concurrido. Su romántico encanto y su
tolerante permisividad hacia el colectivo "gay", la convirtieron
durante el pasado siglo como reclamo para la comunidad culta homosexual de
Europa y la América norteña. Aun se pueden ver en sus escaparates los retratos
sepia del fotógrafo alemán Wilhelm von Gloeden, representando a genuinos
mancebos de rizados cabellos, jóvenes y cobrizos efebos en postradas poses, motivando
que la población fuera en su época considerada por algunos como "un
educado sinónimo de Sodoma".
A finales del siglo XIX apenas era una sola calle, el
ahora peatonal Corso Umberto I (repleto de tiendas de reclamo turístico y
floreados balcones), con entrada por la Porta Catania y salida por la de Messina,
y a mediados del siglo pasado era poco más, con alguna "vía" añadida
a este. Hoy en día ha crecido, pero su limitación de espacio constructivo ha
mantenido ese bucólico sabor del pasado, aunque los horrorosos y altivos (de
alto, hasta siete pisos) parkings de hormigón en las entradas de la población,
deslucen en parte su encanto. Encanto, en parte debido a los hispanos que la
gobernaron en tiempos de su pertenencia a la corona de Aragón en el siglo XV. También
por Taormina anduvo el romanticón Goethe a finales del siglo XVIII y donde
contó el cantar de los ruiseñores, como cantidad de otros nostálgicos de la
serenidad como: Guy de Maupassant, Thomas Mann, Tennessee Williams o Truman
Capote.
Pero uno de los mayores atractivos de esta villa en sin duda su Teatro Griego, situado en la parte más alta de la urbe, bajo el "Tauro" monte que da nombre a la coqueta población. Alzado al más puro estilo griego aprovechando la morfología de la colina, fue posteriormente acondicionado por los imperiales romanos. La visión desde su graderío nos hace observar una panorámica hacia el mar, con la bahía de Naxos y el Etna al fondo, que durante las horas en las que el sol se despides de estas tierras nos dejara fascinados, un sugerente efecto al que nuestros ojos deberían ya haberse acostumbrado en nuestro periplo por la isla, pero aun así no deja de sorprendernos. Imagen, sensación y secuela que aparte de formar una de las postales más recurrentes de toda Sicilia, también inspiró a cantidad de artistas plásticos que pasaron por este lugar, como Paul Klee y Gustav Klimt, tal vez esta visión inspiró su "beso".
Pero uno de los mayores atractivos de esta villa en sin duda su Teatro Griego, situado en la parte más alta de la urbe, bajo el "Tauro" monte que da nombre a la coqueta población. Alzado al más puro estilo griego aprovechando la morfología de la colina, fue posteriormente acondicionado por los imperiales romanos. La visión desde su graderío nos hace observar una panorámica hacia el mar, con la bahía de Naxos y el Etna al fondo, que durante las horas en las que el sol se despides de estas tierras nos dejara fascinados, un sugerente efecto al que nuestros ojos deberían ya haberse acostumbrado en nuestro periplo por la isla, pero aun así no deja de sorprendernos. Imagen, sensación y secuela que aparte de formar una de las postales más recurrentes de toda Sicilia, también inspiró a cantidad de artistas plásticos que pasaron por este lugar, como Paul Klee y Gustav Klimt, tal vez esta visión inspiró su "beso".
No se puede partir de Taormina sin acercarse uno a Castelmola,
que además de ser una medieval población anidada encima de unas rocas, se
convierte a su vez en el mirador perfecto para ver el gran volcán siciliano. El
verdadero motivo de acercarnos hasta aquí es la aldea en sí, manteniendo una traza
de empedradas callejuelas, que a diferencia de otras poblaciones sicilianas ha sabido
conservar las antiguas construcciones pétreas, cercenando nuevas edificaciones
que turbasen su milenaria apariencia.
Rodando a septentrión, nos vamos dando cuenta, como a
nuestra derecha el inmenso mar se va poco a poco estrechado hasta convertirse
en un canal, estamos llegando a Messina, punto de entrada de los continentales
a esta maravillosa isla. Al otro lado se asienta Reggio Calabria, ambas
simétricas, las dos infaustas, pues la una y la otra fueron arrasadas en 1908
por un seísmo seguido de un poderoso maremoto, pereciendo más de 60.000 personas
y quedando derribados casi la totalidad de sus edificaciones.
Ensombrecida por la belleza de otras poblaciones
sicilianas, Mesina también merece una parada aunque sea breve. Nos acercamos a
las inmediaciones del puerto donde se encuentra su Catedral y su hermosa Torre del Reloj, de la que se
conserva poco Pues después de sufrir el terremoto de 1908 que la dejó medio
destruida, tuvo que sufrir los estragos de los bombardeos de la segunda Guerra.
Nos dirigimos también a la cercana y restaurada iglesia de la Annunziata (María
Santissima Annunziata dei Catalani), construida en el siglo XII, tal vez sobre
los restos de un templo pagano preexistente dedicado a Neptuno. Su excelente ábside
combina al estilo normando, las aportaciones románicas, las influencias árabes
y los elementos bizantinos. Su nombre "Catalani" hace crónica de los mercaderes
catalanes instalados en la ciudad, propietarios de ella durante mucho tiempo.
De Mesina partimos a poniente, recorriendo toda la Costa
Norte de la isla camino de Palermo, pero eso ya os lo contare en otro momento,
pues la capital siciliana bien merece unas letras.
Felicidades "Bobby", hoy es tu cumple…….. siempre me
han llegado las respuestas con el viento:
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