Durante los siglos X y XI un grupo de religiosos disconformes con el rumbo que tenían por entonces ya las órdenes religiosas cristianas; debido al desviacionismo y la degeneración de las reglas originales que motivaron su creación: ascetismo, pobreza, oración y esfuerzo; fueron adquiriendo conciencia sobre la necesidad de una enérgica reforma. Tomando como ejemplo a los primeros monjes llegados durante el siglo III de Siria, Egipto y Tierra Santa, adoptando como normas principales la regla que San Benito ya definiera en el siglo IV, el “ora et labora” de forma estricta, recuperando el ascetismo, la austeridad y el trabajo. Siendo en 1075 cuando un grupo de 21 monjes fundan en el bosque de Citeaux (en latín Cistercium) de donde proviene su nombre, una nueva comunidad que potenciaba la caridad y el voto de pobreza............ es el inicio de la Orden del Cister.
Pero el verdadero impulsor e inspirador de esta nueva filosofía monástica o vuelta a los orígenes, fue Bernardo de Claraval, un borgoñés (centro-noreste de Francia) de noble cuna pero piadoso en sus formas. Desde muy joven destacó como gran comunicador (un influencer de ahora), del que se contaba que fue dotado por Dios con un gran poder de seducción, para atraer a las gentes hacia la vida monacal. No habiendo lugares (templos, universidades, plazas públicas) incluso en el ámbito rural, donde los que le escuchaban, fundamentalmente jóvenes, le siguen para recibir sus enseñanzas y les formara como clérigos.
Fundó y creó durante su vida monacal; que se extinguió a los 63 años en 1153; más de trescientos monasterios, consiguiendo elevar hasta la santidad a muchos de sus discípulos. A través de su fervor ascético, ha sido considerado como uno de los fundadores de la mística medieval, logrando con su quehacer que el “Cister” fuese durante el siglo XII la Orden con más peso e influencia de toda la iglesia. Llegando en el primer tercio de esa centuria a ser el abad Bernardo el más importante colaborador de la orden del “Temple”, participando en su organización y convirtiéndose en uno de los principales valedores de los monjes-caballeros.
Fue Bernardo de Claraval con la potenciación de la Orden el gran impulsor de la arquitectura cisterciense, basada fundamentalmente en un diseño que reflejase las líneas de simplificación y desnudez que trasladasen el ideario de la congregación: austeridad silencio, contemplación y ascetismo. Descartando todo lo superfluo, el esquema cisterciense alcanzó unos espacios sobrios, desnudos y originales que lo hacen plenamente identificable.
De los monasterios matrices del Cister, surgieron en apenas unas decenas de años más de sesenta mil monjes que se expandieron por toda la Europa occidental, donde fundaron y establecieron nuevos monasterios, buscando para ello zonas deshabitadas y yermas, pero con abundante agua en sus proximidades.
Usan la misma metodología en todos los casos, siendo una docena de frailes que procedentes de otros monasterios quienes se encargan de iniciar la colonización de los terrenos que en muchos casos son donaciones reales o nobiliarias. Están instruidos en organizar el trabajo agrícola dedicando para ello a conversos asignados a estas labores, consiguiendo tener siempre mano de obra dispuesta a trabajar las tierras yermas que habían elegido para crear su comunidad. Provistos de los mejores “maestros constructores” y de los canteros más experimentados, fueron en gran parte los responsables de la propagación de las construcciones “góticas” por todo el continente, llegando con ellos el arte cisterciense hasta la Península Ibérica.
De los aproximadamente 100 monasterios del Cister que salpican nuestra piel de toro; de Monfero (Coruña) a Retiendas (Guadalajara) o desde Santes Creus (Tarragona) a Florida (que hasta allí se llevaron el monasterio de Sacramenia en Segovia); unos 40 se ubicaron el tierras de castilla, lo que nos da una idea de la importancia que se le dio a la repoblación de estas zonas (en tiempos de reconquista), ya por aquel entonces difícil de colonizar. Siendo las zonas próximas al Duero donde se hace más necesaria la labor de generar asentamientos debido a la escasez de gentes (la España Vaciada ya lo era entonces y creo que nunca ha dejado de serlo).
- Monasterio de Santa María de Moreruela
Uno de estos cenobios es el que me motiva estas letras, Santa María de Moreruela, que situado en plena Tierra de Campos zamorana, en las inmediaciones del río Esla de la Dehesa de la Guadaña, fue uno de los primeros en constituirse en la península por la orden del Cister (el primero para algunos historiadores). Fundado por San Atilano y San Froilán durante el siglo IX como abadía benedictina, su creación va pareja a una leyenda atribuida a estos dos santos, en la cual fueron avisados por un arcángel de que abandonaran el monasterio ya que llegaría el musulmán caudillo Almanzor y lo destruiría, debiendo recoger la imagen de la virgen para salvarla de la profanación islámica. Así mismo les indicó que deberían de levantar otro monasterio en el lugar donde encontraran un león junto a un gran árbol y una piedra con hueco donde esconder la imagen de la Virgen que les encargado custodiar. Encontraron el lugar en la orilla izquierda del Esla, siendo allí donde construyeron el complejo monacal, que unos 100 años más tarde sirvió para erigir sobre sus ruinas el definitivo monasterio ya bajo la advocación del la Orden del Cister.
A San Froilán le nombraron obispo de León y a San Atilano
de Zamora, estando el primero relacionado con varias leyendas de lobos, siendo
por aquel entonces muy abundantes estos caninos. Al segundo se le vincula con
los peces de Duero en Zamora y su anillo obispal, pero estas fabulas me
llevarían algún que otro párrafo más y lo que quiero es centrarme en el magnífico
monasterio de Moreruela.
Enclavado en un apartado y bucólico paraje perdido en los confines de Castilla, su visión no dejará indiferente a nadie, mostrándose ante nuestra vista las ruinas de lo que en tiempos fuera un soberbio complejo monacal. Un lugar que sin duda colmará las expectativas de todos los que lo visitamos, y que a nadie deja indiferente.
Su impronta, basada en unas formas arquitectónicas indiscutiblemente de origen francés, que teniendo a la sobriedad como rasgo indiscutible del Císter, aquí queda cuestionada por la extraordinaria arquitectura desarrollada en este espacio. Contemplando nada más entrar a través de mostrarnos sucesivos estilos arquitectónicos, lo que se podría calificar como ejemplo, referente y prototipo de Monasterio Cisterciense. Aun en ruinas, todavía uno se puede imaginar lo que fuera el complejo arquitectónico al completo, pudiéndose observar plenamente su estructura y las dimensiones de las edificaciones que lo componen, así como lo excepcional del entorno donde está ubicado.
Transitar por sus restos, dejándonos llevar por los enigmas de su rico y misterioso pasado, es una aventura difícil de olvidar, trasladándonos la sensación de que todavía sus muros aun conservan un sin fin de historias, misterios, leyendas y secretos. La fastuosidad que aun se distingue entre sus caídas piedras, nos trasladan la sensación de la grandeza que pudo tener en el pasado, cuando en los siglos XII y XIII registro su máximo esplendor. Convertido en uno de los monasterios más influyentes y poderosos de España, cuyos dominios llegaron alcanzar hasta tierras portuguesas de Braganza.
Lo que ha llegado a nuestros días de aquella esplendida construcción son unos seductores vestigios, entre los que sobresalen por su exquisitez y monumentalidad los restos del templo. Sobre todo y principalmente su cabecera, que ha llegado hasta nuestros días como la parte más conservada, a la vez que bella y bien realizada, tanto en su exterior como por dentro. Siendo en ella donde percibimos los elementos más destacados, como son sus exquisitos siete ábsides, cuya observación compone una auténtica delicia, al ser un prodigio del arte medieval.
Al exterior contemplamos como se superponen tres niveles, generando unos volúmenes que crean esa grandiosidad arquitectónica que nos sorprende al observarla, creando un extraordinario e irrepetible conjunto. Una armonía y equilibrio arquitectónico que solo se encuentra en un puñado de edificaciones como es el caso del “Taj Mahal”, con el que no es mi intención comparar. Estas formas trasladadas al interior conforman una esplendida "girola" que se abre a siete capillas de exquisito románico, en las que fijándonos bien aun podemos apreciar algunas policromías.
Aunque solo queda parte de su estructura, la iglesia era la zona predomínate para los monjes de la congregación. Con planta de cruz latina y unas sobresalientes dimensiones, 63 metros de largo por 26 de ancho, a ella acudían los religiosos hasta siete veces al día para cumplimentar la liturgia. Acompañados en sus rezos por esculturas y enterramientos sepulcrales de nobles castellanos y portugueses, que legaron parte de sus haciendas para el sostén y expansión del cenobio. Al templo se accedía por distintas puertas, algunas de las cuales solo eran del uso por parte de los clérigos, otras para los conversos y pueblo llano, existiendo una reja en medio de la nave que separaba las comunidades seglares de las religiosas. La portada occidental, que debió de ser la más notable y sobresaliente pues por ella entraba la feligresía, se encuentra totalmente arrasada, no quedando absolutamente nada de lo que pudo ser.
Las obras de la mayor parte del claustro y del resto del templo se ejecutaron en un tiempo relativamente breve, entre 1162 y 1220. Del "claustro medieval" solo se conserva casi en su totalidad el pabellón ubicado al este, así como parte del septentrional, por lo que su cuadrado porte sería parecido a la que actualmente vislumbramos.
A levante del patio claustral, se encuentran dos de los recintos más importantes del complejo después de la iglesia. La primera que nos encontramos es la Sala Capitular que original del siglo XII, en la actualidad gran parte de su techumbre se encuentra reformada con terminación de hormigón, pero haciendo analogía a las bóvedas de crucería originales, toda vez que se encontraba en su mayoría ya hundida a comienzos del siglo XX. Parece ser que en su centro pudo existir un manantial, siendo el lugar elegido para sepultar a los abades y los nobles que pudieran tener ese altísimo privilegio. Siendo el caso de un magnate y su hijo a comienzos del siglo XIII: "Hic iacet Pelagius Tabladelli et hic filius eius Petrus Pelagii", cuya inscripción podemos encontrar bien visible en el muro norte.
El otro compartimento es la "Sala de los Monjes", que situada en el vértice noreste, es sin duda una de las dependencias mejor conservada de todo en monasterio. Datada también en el siglo XII, es el lugar de trabajo más importante de todo el complejo.
- Decadencia
A pesar de ser un referente durante los siglos XII - XIII y llegar a su máximo esplendor durante el periodo comprendido entre el XVI - XVII, -tras algunas crisis que supera no sin dificultad-, a principios de siglo XIX con las ocupaciones sufridas durante la llamada "Guerra de la Independencia" tanto por tropas francesas como españolas, comienza una rápida agonía para estas piedras, que tienen sentenciada su trágica condena. A principios de 1800 habitaban entre sus muros alrededor de 50 monjes, y terminada la contienda con los "galos", solo regresan 20 encontrando estos el monasterio ya en un estado de abandono y saqueo.
Pero la puntilla final la dio la desamortización de 1835-1836 promovida por Juan Álvarez "Mendizábal", ministro de Hacienda y presidente del Gobierno de la regente María Cristina de Borbón (viuda de Fernando VII y madre de Isabel II). Debiendo de aclarar que en nuestro país, entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX ha habido hasta 8 desamortizaciones. Estas expropiaciones o secularizaciones como a algunos les ha gustado llamar, provocan la marcha de la docena de monjes que aun se mantenían en Moreruela, pasando los terrenos y edificios a manos privadas (de pudientes y nobles) provocando el expolio de gran parte de sus construcciones dedicándolas a otros menesteres (Iglesia de la cercana población de Granja de Moreruela se edificó con ellos).
Y para terminar el saqueo, en la década de los años veinte del siglo pasado, llegan nuestro país los "marchantes" americanos (del norte), expertos en arte antiguo, llevándose cualquier cosa que pueda interesar a los acaudalados e indoctos ricachones "yanquis", para ornamentar sus estrafalarias mansiones. Solo por poner unos ejemplos cercanos: las pinturas de San Baudelio en Soria, el claustro del Monasterio de Sacramenia en Segovia, y como no partes sustanciales del zamorano Monasterio de Moreruela, pero la lista se podría alargar en varios folios.
Por fin en 1931 la Republica Española lo declara Monumento Nacional y en 1994 pasa a titularidad pública al ser adquirido por la Junta de Castilla y León, con lo que parece terminar su penitencia, produciéndose durante estos años obras de consolidación y mejora………. esperemos que su futuro este garantizado.
- Magia
Aunque sus ruinas nunca perderán ese halo de misterio que han hecho de la historia de la abadía toda una leyenda, contándose que el emplazamiento donde se ubica la abadía desprende unas fuertes energías telúricas, siendo además lugar donde se han celebrado en los últimos decenios algunos rituales mágicos. Está cruzado por las denominadas "Líneas Ley" o "Sendas de Dragón", especie de alineaciones de energía existentes en el campo magnético terrestre, que se localizan en sus vórtices. Los cuales se sitúan fundamentalmente en lugares sagrados diseminados por el planeta, tales como: como los círculos de piedras (crónlechs) u otros monumentos megalíticos, así como iglesias, cementerios, etc., que han sido erigidos sobre lugares rituales de pueblos prehistóricos.
Magia encontramos también entre sus muros al admirar la ingente cantidad de "marcas de canteros" que los maestros constructores nos han dejado en sus labradas piedras. Símbolos que nos dan constancia de la calidad del trabajo realizado por estos profesionales, diferenciando con sus peculiares rasgos la de cada uno de ellos. Los signos que podemos encontrar grabados en sus sillares han resistido hasta el momento el conocer su motivación, así como saber su significado, aparte de poder ser la marca de autor del cincel de la piedra. El pensar sencillamente que se hacían para poder cobrar su trabajo es una forma simple de analizar estos trazos hechos con esmero y destreza.
Estando fuera de lógica la abundancia de estos signos representando a serpientes, ya sean asemejando la forma de un báculo o de culebra enroscada, unas con lengua bífida, otras bajo forma cruciforme. Cual imitando el "caduceo de Hermes" (dos serpientes enroscadas un una vara), las representaciones que en algunos lugares podemos observar, nos retraen hacia antiguas herejías. Tampoco faltan caracteres con "pata de oca", alegoría gráfica bien conocida en muchos de los edificios que jalonan el Camino de Santiago, también encontramos algunas representaciones de cabezas de aves, además de cruces referentes a órdenes militares como la del Temple o Montesa, así como “cruces patadas”.
Aunque sin duda y nos deja perplejos a los que descubrimos el original y singular plano-graffiti que se localiza gravado en el exterior del primero de los absidiolos, el de la izquierda (solo conozco otro caso en Monforte de Lemos, cincelado en piedra bajo la monumental escalera del Colegio de Nª Sº de la Antigua), es lo que nos ha querido trasladar el artífice de tan peculiar gravado. Siendo otro de los grandes misterios que envuelven estas ruinas, y que hasta ahora están sin descifrar. Parece un plano, un esbozo de una construcción, desconociéndose si es referente a las obras del monasterio o un bosquejo de otro edificio que no se llegó a realizar. Sea como fuere, forma parte de los misterios y enigmas que se encuentran atrapados entre estos atrayentes muros. Junto a estos, podemos encontrar los restos de otros "graffiteros horteras" y de mal gusto ya de los siglos XX y XXI, a los que se les podía haber caído la mano al realizar sus "obras"……………. pero bueno, es lo que dan "las cañas y la libertad".
Solo invitaros a que visitéis Zamora y os acerquéis a esta orilla del Esla donde encontrar estas maravillosas ruinas cistercienses, llenas de encanto y magia.
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