Qué sensaciones debió experimentar el Gran Inca Pachacútec,
al observar culminada esta obra, máxima expresión de las construcciones incas.
Y que sosiego debió recorrer su cuerpo al sentirte en este lugar, a mitad de
camino del mundo terrenal y el celeste, más próximo que nunca a la morada de
sus dioses. Un espacio repleto de misticismo, un emblema a la divinidad, donde
el ser humano se siente realmente empequeñecido ante las deidades, en el que una
poderosa fuerza nos sitúa en un mágico lugar en el que cualquier cosa es
posible de modo incomprensible. Un emplazamiento, donde las extrañas fuerzas de
naturaleza nos transportan a un estado onírico, percepciones únicas que en
pocos lugares se puede percibir como en Machu Picchu………. uno de los grandes
enigmas en piedra de toda América.
La construcción de Machu Picchu constantemente ha estado
rodeada de misterio y asombro. Muchos han sido, y son aun hoy en día, los arqueólogos
y estudiosos que han rivalizado en sus teorías sobre cuál era el verdadero
significado de este lugar. Pues se asienta sobre dos fallas geológicas, donde el
terreno está quebrado como consecuencia del movimiento de las placas telúricas.
Estando la zona expuesta a constantes terremotos, una ubicación nada
aconsejable para cualquier asentamiento…………. pero aun así los incas lo eligieron.
Calculándose que en la época de su mayor esplendor debió de estar habitada por
unas 10.000 personas.
"La ciudad perdida”, como la tituló Hiram
Bingham en su libro de 1948, publicado 37 años después de haberla
redescubierto. Y que en realidad lo es, escondida y resguardada de los foráneos
gracias a los profundos barrancos que la rodean, al ubicarse por encima de un
abismo en la mayor dificultad topográfica, agreste e inaccesible de la zona, en
cuyo vertiginoso fondo discurren las turbulentas aguas del río Urubamba, motivos
por los cuales los conquistadores españoles nunca llegaron a conocer su
existencia. Ciudad Sagrada de los Incas a la que solo se permitía el acceso a
las clases nobles de elite inca y a sus servidores, levantada como amparo de lo
más distinguido de la aristocracia incaica. Lugar insuperable para percibir el desplazamiento
celestial de las estrellas y el sol, máximas divinidades incaicas, perfecta
ubicación para erigir un centro ceremonial.
Su estratégica situación a unos 2.500 m. de altitud, en un
gran collado entre los cerros Machu Picchu y Huanya Picchu, fue seleccionada con
notable acierto, pues además de su natural belleza en medio de un magnífico
entorno paisajístico, rico suelo y benigno clima, está encerrada entre abruptos
precipicios, y aislada de la vista de intrusos por una enmarañada selva, con el
añadido tacto de tener una única y angosta entrada. Su sorprendente conjunto
arqueológico, ha sido calificado en todo el orbe como una obra maestra, tanto por
su traza arquitectónica como en la técnica usada para su construcción, probamente
culminada en el siglo XV.
Aun no se puede determinar quiénes fueron sus primeros
pobladores, pero si se puede casi confirmar que estuvo habitada desde
aproximadamente el 1300, hasta su declive en 1572, quedando prácticamente
comprobado que su periodo de máximo esplendor y la configuración de como la
conocemos hoy en dio, se debe al más grande de los emperadores incas
"Pachacútec". Quien estuvo a la cabeza del Tahuantinsuyo (imperio
inca) desde 1438 a 1471, expandiendo su territorio durante su gobernanza.
Habiendo sido ocupada desde entonces, por al menos tres generaciones de
"Grandes Incas" (emperadores).
Tras la colonización y el declive de la cultura inca, Machu
Picchu, debido a su inaccesibilidad y aislamiento fue abandonada de una forma
repentina y misteriosa. Entrando poco a poco en la desolación, la ruina y el olvido,
siendo cubierta progresiva e inevitablemente por la selva, invadida de
vegetación y alejada de cualquier influencia cultural y humana. El olvido de su
propia existencia y su desaparición en la memoria colectiva de los lugareños,
pudo estar motivada por ser un lugar desconocido para las clases sociales
inferiores, y sus rutas vedadas para cualquiera que no formara parte del
círculo de poder del Gran Inca. Perdida, abandonada e ignorada pasó así sus
últimos 400 años, hasta su hallazgo en 1911.
Hiram Bingham; profesor en las universidades de Harvard,
Princeton y Yale, miembro del Senado de Estados Unidos y gobernador de
Connecticut; emprendió en 1909 un primer e infructuoso viaje a Perú en busca de
la ciudad perdida de Vilcabamba, último refugio de los incas destronados por
los colonizadores. Siendo durante su segunda expedición, que tuvo lugar en el
verano de 1911, cuando escuchó la historia de unas viejas, olvidadas e
impresionantes ruinas en medio de la selva, lo que le dispuso para internarse
en los Andes en
busca del último cobijo del imperio inca. Fue en una lluviosa mañana del 24 de julio de 1911, cuando le dieron señas de la posible existencia de su objetivo, partiendo hacia la zona donde se encontró a unas familias campesinas a varias horas de caminata, quienes le señalaron el lugar guiándole hasta las ruinas. Encontrándolas prácticamente intactas tras más de tres siglos de abandono.
busca del último cobijo del imperio inca. Fue en una lluviosa mañana del 24 de julio de 1911, cuando le dieron señas de la posible existencia de su objetivo, partiendo hacia la zona donde se encontró a unas familias campesinas a varias horas de caminata, quienes le señalaron el lugar guiándole hasta las ruinas. Encontrándolas prácticamente intactas tras más de tres siglos de abandono.
Durante los tres años posteriores, Bingham dirigió dos nuevas
expediciones con las que desbrozó de maleza los vestigios, adecentó los andenes
(terrazas), escarbó las antiguas tumbas y extrajo gran cantidad de objetos
arqueológicos. Siendo en 1913, cuando traslado al mundo su descubrimiento
a través de un artículo publicado en la revista National Geographic. Haciéndose
eco seguidamente a bombo y platillos la prensa anglosajona, sin pararse a comprobar
si en realizad el americano fue el primer descubridor de Machu Picchu. Pues el
mismo Bingham ya dejo constancia de haber encontrado señales irrefutables de
que nueve años antes (por lo menos) había estado por allí Agustín Lizárraga.
Como nos traslada Americo Rivas, quien publico un libro en 2011, a los 100 años
del supuesto descubrimiento del estadounidense, haciéndose eco de este hecho y
reivindicando la autoría del hallazgo por parte de un ciudadano peruano. "Lizárraga
no tenía periódico, ni revista, e Hiram Bingham tenía al presidente
estadounidense William Howard Taff, al presidente de Perú Augusto B. Leguía, la
National Geographic, la Universidad de Yale y sus amigos millonarios".
Estos hechos, repetidos una y otra vez a lo largo de la
historia a través de la propaganda informativa anglosajona, no son nuevos. Ya
ocurrió con el descubriendo de las fuentes del Nilo, atribuidas a John Hanning
Speke, siendo en realidad el jesuita español Pedro Páez
quien las encontró dos siglos y medio antes.
Pero hay más, aunque sin fortuna Machu Picchu fue visitada
antes que el norteamericano por otros investigadores y naturalistas: Antonio Raimondi,
el Conde de Sartiges y Charles Wiener. Otra visita realizada en julio de 1909,
fue la de los hermanos Santander, cuya inscripción se halla cincelada en la
base del Templo del Sol.
Siendo hasta posible que con antelación zascandilease por el
lugar un foráneo espoliador de tesoros, pudiendo haber sido descubierta por el
aventurero y empresario alemán Augusto Berns, en 1867. Documentos y archivos
encontrados recientemente han dejado al desnudo, como se crearon empresas
entre este filibustero teutón y algunas autoridades peruanas (entre ellas el
presidente del país por aquel entonces) para esquilmar todo lo que de valor por
allí se encontrase, repartiéndose sus lucros.
Llegar ella no es tarea fácil, aunque tampoco excesivamente
compleja, pero siempre cara,al ser un significativo polo de atracción
turístico a nivel mundial, por lo que todo el mundo pretende sacar el máximo
beneficio posible (incluido el gobierno). Teniendo varias opciones para llegar
hasta allí, aunque todas pasan por el ferrocarril (excluyendo la caminata de
cuatro días por el Camino del Inca), único medio de llegar a Aguas Calientes o
pueblo de Machu Picchu como le denominan algunos.
Muy conveniente es llegar a la pequeña pero animada
población Aguas Calientes por la tarde, pernoctando allí. Para en temprana
mañana coger el autobús hasta la entrada de la Ciudadela de Machu Picchu (14
curvas de herradura, en apenas 7 km. (en línea recta 700 m.) salvando un
desnivel de unos 400 m.). Yo aconsejo al regreso, haber reservado un
alojamiento en Ollantaytambo para descansar, y así poder, madrugando al día siguiente, para ver sus interesantes ruinas sin apenas gente.
La visita puede durar lo que uno quiera, pero te impregnas de la magia de este lugar puedes estar horas y horas recorriendo sus senderos. Diez horas nos llevó escrudiñar los lugares más interesantes: temprano ascenso hasta la Puerta del Sol "Inti Punku",
disfrutando de unas hermosas panorámicas de la ciudadela, así como de las
montañas y barrancos que la rodean. Esta afamada puerta, es la entrada a la
fortaleza de Machu Picchu al realizar el "Camino del Inca", una de
las caminatas (ahora se le llama trekking) más sugerentes y afamadas de todo el
Perú.
Lo que nos queda de la aun fresca mañana, lo dedicamos a la
ascensión de la Montaña Machu Picchu de 3.100 m. (700 de desnivel), o a subir
sus interminables y pinas escaleras hasta que te aburras y te bajes en alguno
de los descansillos que en el ascenso hay, así si con una magnificas vistas de
todo el complejo, con la clásica imagen del Wayna Picchu como fondo. Merece la pena resoplar un poco a esta altitud, pues seremos recompensados por las irrepetibles imágenes que desde la altura observaremos, además de sentirnos como los incas del pasado.
Descendidos de los abismos, iremos a realizar el cómodo paseo hasta "Puente Inca". Transitando una trocha a media ladera por la mitad de un impresionante precipicio, pero muy segura, recorriendo uno de los lugares menos visitados de todo Machu Picchu. Angosto y audaz paso escavado en la roca de la pared, que produce sensación de vértigo
aún viéndolo de lejos, pero que nos regalara unas panorámicas de la Ciudad
Sagrada y alrededores desde otra perspectiva.
Y ya superado gran parte del día; próximos al comienzo de
la tarde, cercanos a las 14 horas; llega el momento de penetrar en la amalgama
pétrea de la ansiada ciudadela de los incas. Es a esa hora cuando prácticamente
han desaparecido el 80% de los coloridos visitantes que cada día flanquean su
entrada (más de un millón de visitantes/año) y cuando más tranquilidad y
sosiego rezuman sus muros. Siendo estas horas, de casi exclusividad para los
que aun permanecemos en ella. Pudiendo transitar cada una de sus áreas reposada
y plácidamente, así como tomar fotografías que podíamos decir del tiempo
Bingham, en las que fácilmente no aparezca personal alguno, y sobre todo percibir
con fuerza esa energía que este legendario santuario nos transmite.
La ciudadela está dividida en dos sectores de amplias
dimensiones: el agrícola y el urbano, de unas 20 y 10 hectáreas respectivamente,
en los que se hallan alrededor de 172 construcciones. Estimándose que el 50% de
la construcción está dedicado a los cimientos rellanados con grava para su
sistema de drenaje, siendo esto lo que no vemos. Los dos sectores se encuentran
separados por un longitudinal y enorme "Foso Seco" que fue construido
como una barrera, para que no accedieran las clases bajas a la zona de la
nobleza.
El sector agrícola está compuesto por una serie de terrazas-andenes
de diferentes tipos y tamaños con la lógica finalidad hacer crecer los cultivos
y detener la erosión causada por las lluvias. El urbano; con la indiscutible y característica
silueta del Huayna Picchu como fondo; contiene los elementos arquitectónicos más
importantes, pudiéndose apreciar en ellos el talento, el esfuerzo y la
calidad de los constructores prehispánicos, ya que las edificaciones son totalmente de duro granito. No quiero extenderme en las distintas construcciones (cívicas, religiosas, astronómicas, etc.) por las que debemos transitar, ya de ello hay bastante literatura e información, pero si deciros que merece la pena tomárselo con tranquilidad e ir bien informado para ver los detalles de cada una de ellas.
Machu Picchu es una reliquia del pasado y un lugar perdido en el tiempo, pero no es el último gran descubrimiento de la cultura incaica. Casi 100 años después de que Bingham anduviese por estas alturas, casi ya en el siglo XXI, en 1999 el arqueólogo Peter Frost acompañando a un grupo de turistas, se encontró por casualidad las ruinas de Corihuayrachina, una ciudad de unos 6 kilómetros cuadrados, erigida a unos 3.500 metros de altitud. Y posiblemente no será la última en ser descubierta por estas latitudes.
Solo deciros que una vez allí, en algunas de sus cúspides y alejados de la mundanal multitud, extendáis y alcéis los dos brazos hacia los celestes astros, llenando vuestro ser de la enorme energía que este lugar desprende. Justa recompensa de los costes materiales (la pasta que cuesta llegar hasta aquí) que soportamos cualquier humano que quiera acceder a Machu Picchu…………….. pero merecidos son.
calidad de los constructores prehispánicos, ya que las edificaciones son totalmente de duro granito. No quiero extenderme en las distintas construcciones (cívicas, religiosas, astronómicas, etc.) por las que debemos transitar, ya de ello hay bastante literatura e información, pero si deciros que merece la pena tomárselo con tranquilidad e ir bien informado para ver los detalles de cada una de ellas.
Machu Picchu es una reliquia del pasado y un lugar perdido en el tiempo, pero no es el último gran descubrimiento de la cultura incaica. Casi 100 años después de que Bingham anduviese por estas alturas, casi ya en el siglo XXI, en 1999 el arqueólogo Peter Frost acompañando a un grupo de turistas, se encontró por casualidad las ruinas de Corihuayrachina, una ciudad de unos 6 kilómetros cuadrados, erigida a unos 3.500 metros de altitud. Y posiblemente no será la última en ser descubierta por estas latitudes.
Solo deciros que una vez allí, en algunas de sus cúspides y alejados de la mundanal multitud, extendáis y alcéis los dos brazos hacia los celestes astros, llenando vuestro ser de la enorme energía que este lugar desprende. Justa recompensa de los costes materiales (la pasta que cuesta llegar hasta aquí) que soportamos cualquier humano que quiera acceder a Machu Picchu…………….. pero merecidos son.
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