martes, 10 de marzo de 2015

- Pedro Páez………. el jesuita descubridor de las fuentes del Nilo Azul - Gondar, sus castillos y el lago Tana (Etiopia)

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Volando desde Axum a Gondar, diviso desde la ventanilla del avión por primera vez y en la altura el enorme lago Tana, que por su lodoso color, nos anuncia que ha llovido bastante antes de nuestra arribada, pero aun así se muestra inmenso y los campos que lo rodean de un verde intenso que llama poderosamente la atención. Todo esta prácticamente cultivado hasta el último palmo de tierra, no imaginando que en este país africano, célebre por sus hambrunas, podría estar aprovechado el campo de esta forma, una grata sorpresa para mis ojos y mis limitadas entendederas.
Hasta estas tierras llegó, no sin complicaciones, el jesuita español Pedro Páez Jaramillo (Xaramillo en aquellas épocas), con la intención de acercar a los cristianos coptos de estas latitudes hacia la iglesia de Roma, tentativa que acabó en un fracaso total. También para lograr una alianza política con los regidores del mítico reino del Preste Juan, presionando desde el sur a los seguidores de Mahoma. 

Los grandes exploradores, no siempre fueron simples filántropos en busca de nuevos mundos; unos buscaban las riquezas del oro, como los españoles en la américa sureña; otros nuevas rutas comerciales para interés de sus respectivos países, algunos fueron simplemente espías, otros se servían de sus escritos para completar su ego, los mejores, eran simplemente curiosos ávidos por conocer nuevas tierras y culturas, pero a otros les movían sus creencias y la extensión de su credo. De estos últimos hubo dos variantes: la de catequizar por medio de la imposición o la fuerza, y los que cultivaban la razón como medio más adecuado para la captación. Fundamentalmente fueron los jesuitas los que de forma más amplia utilizaron este último sistema, siendo entre otros Pedro Páez uno de los que destacaron utilizando este segundo y más convincente método.
 
Páez nació en 1564 en el ahora pueblo madrileño de Olmeda de las Fuentes (en aquellos tiempos Olmeda de las Cebollas), estudió en las Universidades de Alcalá de Henares y Coímbra, destacando por su gran cultura y espíritu por cultivarse, así como por su aptitud para con el aprendizaje de los idiomas. Fue en la ciudad lusitana cuando con 18 años se hizo ignaciano, ingresando en la Compañía de Jesús. 

A medida que el mundo en aquellas épocas era más y más conocido, con nuevos horizontes para explorar, una "tropa" de evangelizadores eran enviados a nuevas las tierras para su conversión. Desde el siglo XVI hasta el XVII los jesuitas fueron mucho más que misioneros, siendo la vanguardia de los que hoy consideramos y reconocemos como exploradores míticos (Livingstone, Burton, Stanley, Burckhardt, y otros). Estos monjes, seguidores del "de Loyola", en anónimas andanzas recorrieron y exploraron lugares nunca visitados hasta entonces por los occidentales europeos como: Tíbet, Japón, China, Malasia, Indonesia, Yemen o Etiopía. 
 
Es el caso de este nuestro Pedro Páez, que en abril del año 1588, se embarcaría con otros hermanos monjes, desde Lisboa hacia la ciudad portuaria de Goa en India, justo cuando los reinos de Portugal y España estaban bajo la corona de Felipe II, y el Imperio Otomano era una de las principales amenazas para la corona ibérica, en su intento de socavar el comercio de las rutas marinas portuguesas en el indico. Tanto el romano pontífice como su católica majestad, tenían como interés común, el que la antigua abisinia estuviera bajo la influencia del credo católico. En ese contexto una Etiopía catequizada conseguiría ser una poderosa aliada frente al peligro turco, y los misioneros jesuitas podían desempeñar un papel muy transcendental para los propósitos de Dios… y del Imperio. Por aquel entonces Goa era una importante colonia portuguesa, punto de partida para todas las expediciones lusitanas hacia en Asia y al este de africano, lugar donde los jesuitas ya tenían asentado un monasterio, sirviendo de base para empezar todas las actividades de las misioneras, no sólo en la India, sino también a China, Japón y el África oriental. 

Con el mandato de sus superiores de "catolizar" Etiopía, debido a su gran habilidad diplomática y espíritu aventurero, en 1589 Páez partió desde Goa hacia Etiopía, cruzando Océano Indico hacia la Península Arábiga, en una singladura que le dejaría una huella vital imborrable. Acompañado por su inestimable amigo y maestro el misionero catalán Antoni de Montserrat, casi 30 años mayor que Páez, pero con una gran experiencia; dos personajes con ganas de mundo y conocimientos sobresalientes, pues entre ambos sumaban cuatro licenciaturas y doce idiomas. Montse­rrat tuvo la gran suerte de recorrer durante 1579 y 1580, el extenso territorio de la india a lomos de elefante, formando parte de la comitiva creada para reunirse con el rey mogol Akbar, durante la cual confeccionó la primera reseña detallada de Botthant (el actual reino de Bután), en el mítico Tíbet. En ella que nos deja relatos sobre su cultura, formas de vida y gobernanza, así como datos geográficos y topográficos de los lugares visitados. Elaborando, con las limitaciones del momento, el primer mapa que se conoce del Himalaya; una auténtica joya cartográfica en la que nos traslada gran parte de la India y grandes extensiones de Afganistán y Pakistán; con gran profusión de detalles y elementos ilustrativos.

Pero el destino truncó el viaje de los dos jesuitas, siendo capturados a principios de 1590 por una nave turca y vendidos más tarde como esclavos a los yemenís. Permaneciendo primeramente cautivos de la armada otomana en Dhofar, para después tener que atravesar a pie y encadenados, la desolación de lo que hoy es Arabia Saudí y en el inaccesible e inhóspito Yemen, por desiertos de los que hasta entonces nadie había oído hablar en Occidente y a los que tardaría en llegar otro europeo. Son trasladados como esclavos por uno de los mayores arenales del mundo, el árido Rub al-Jali “la habitación vacía” (el desierto que ocupa más de la tercera parte de la Península Arábiga), hasta llegar al oasis de Tarim, en la región de Wadi Hadramaut.  Sufriendo todo tipo de penalidades por las ardientes dunas, socavando su salud y sufriendo continuos delirios, según reseña Páez en sus notas. Teniendo sin embargo la ocasión de protagonistas viajeros, de la mítica Ruta caravanera de las especias, del incienso y de la mirra, por la que caminan. Continuando a Sana, la capital yemení, donde son llevados para que el Pachá del Sultanato, resuelva sobre su futuro, siendo ingresados en el penal para esclavos de Sana, donde encadenados, cada cierto tiempo se les anunciaba su ejecución inmediata. El jesuita, sin caer en la desmoralización, se acomodaba a las hostiles condiciones para instruirse en el amárico, el idioma de abisinia, y el ge'ez, lenguaje en el que están manuscritos las crónicas reales y libros sagrados etíopes. Páez dominaba ya el latín, portugués, hebreo, persa, y algo de chino, estando aprendiendo el árabe. 
 
Durante los siguientes años, en los que vivieron algún tiempo en Sana y Moka, serán alojados y confinados bajo vigilancia, con la expresa prohibición de abandonar este territorio. Un generoso comerciante de la ciudad de Moka, dueño la peculiar pareja de ilustrados cautivos, al que fueron vendidos, les proporcionaría un confinamiento más llevadero a cambio de que aparentar cierto grado de fervor hacia "Alá" de cara al exterior, mientras él fingía no enterarse de la argucia. Durante este relajado periodo, los clérigos tendrán la ocasión de conocer y descubrir la zona, dedicando su "aparente" cautividad, para estudiar el carácter y la forma de vivir de sus gentes. Siendo considerados posteriormente, y gracias a sus conocimientos, como huéspedes de honor por el "cadí" que gobernaba la comarca. Tratados con gran aprecio, cuando se les solicita para ejercer como "asesores" ante el Sultán, aun siendo conocedores de poder ser utilizados como "moneda de cambio", ante posibles conflictos con los "infieles cristianos", como al final ocurrió. 

Como bien nos deja escrito el jesuita en el libro de su periplo, es muy probable que fueran los primeros occidentales en probar el "café", al trasladarnos su experiencia con la negra y estimulante bebida de los yemenitas. Suceso o ceremonia; pues lleva su ritual su preparación; que debió ocurrir aproximadamente en 1592, en alguna población del desierto de Hadramaut. Al extraño brebaje le apodaban “cafua” o “cahua”, agua hervida con un fruto denominado "bun", de sabor agradable, aunque un tanto amargo, y que se tomaba muy caliente en sustitución del vino. 

Más de seis años duró su arduo periplo, pero Páez supo dedicarlos al aprendizaje, llegando a conseguir dominar perfectamente el idioma árabe. Las anotaciones que escribió durante sus años de cautiverio son el primer documento escrito por un occidental que ha llegado hasta nuestros días, sobre las tierras de Yemen, antiguo reino de Saba o la Arabia Feliz, como la denominó Ptolomeo. 

En el año 1596 y después de pasar estos desventurados lances, al llegar su situación a conocimiento del monarca hispano Felipe II, que contaba con la que seguramente fuera la mejor red de espionaje por aquellos tiempos, daría instrucciones precisas a su gobernador en India, para que a cambio de mil coronas de aquellos tiempos, se rescatara a aquellos dos desventurados de su cautiverio. 

Liberados finalmente de esta manera, retornaron de nuevo a Goa, la misión jesuita más próxima. Llegando muy enfermos, falleciendo Antoni de Montserrat en 1600, no sin antes terminar su gran obra de recopilación geográfica, "Mongolicae Legationis Commentarius", junto al gran mapa del Tíbet. Páez, tras un periodo de recuperación, y animado nuevamente por sus superiores, reclamaría el retornar de nuevo a tierras etíopes. A las que el jesuita que llegaría nuevamente, tras dos intentos y 14 años en el intento de evangelizar esas tierras del cuerno de áfrica. 

Esta segunda y definitiva intentona tuvo mejor final, y después de burlar el bloqueo de las naves turcas, en 1603 Páez y otros hermanos de la orden llegaban secretamente al enclave de Massawa en la costa eritrea del Mar Rojo, una vieja colonia portuguesa sometida cada cierto tiempo a la presión otomana.  Su primer objetivo fue alcanzar la misión jesuita en Fremona, situada en el interior del país, al norte de Axum, lugar donde 25 años antes había fallecido el patriarca de Etiopia Andrés de Oviedo (de Illescas, Toledo), precursor de las misiones jesuitas en estas tierras. A lomos de una mula y por territorios donde el bandidaje era frecuente, llega con su comitiva a este, su primer destino en áfrica, comenzando las labores de reconstrucción del antiguo cenobio católico, ya que cuatro de los cinco monjes con los que contaba la comunidad habían muerto en los años anteriores a su llegada. 

Por aquellos tiempos, Etiopía era el único país africano que contaba con escritura propia, por lo cual el clérigo perfeccionó sus conocimientos de la lengua "amariña", así como del idioma litúrgico de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía, el "Ge'ez" (una especie de latín etíope), estando de esta manera bien preparado para presentarse ante la corte imperial, que se hallaba en aquella época en la ciudad de Górgora a orillas del Lago de Tana. Para los países hegemónicos de la europa medieval de entonces, Portugal y España, la antigua abisinia era el legendario y mítico imperio del "Preste Juan", un rey-sacerdote conocido con este nombre a través de viejas crónicas trasladadas por antiguos descubridores y misioneros. 

En Górgora, comienza a realizar poco a poco su evangelización debatiendo con teólogos coptos locales, sobre las cuales el emperador no ocultaba su simpatía hacia las teorías católicas, consiguiendo, gracias a su diplomacia y al respeto que manifestaba hacia las creencias y costumbres locales, alcanzar prontamente amistad con el Negus (rey de reyes), como se denominaban desde siglos a los monarcas de etíopes. Za-Dengel se queda atraído por aquél insólito foráneo, que habla perfectamente su lengua y había venido desde tan lejanas tierras, sólo para dialogar sobre temas teologales. Pero esta fugaz simpatía y su apresurada conversión hacia la iglesia de Roma, fue la que le condujo su destronamiento y muerte apenas un año después de haber accedido al trono, alentada por el Patriarca Ortodoxo Etíope, condenando a su emperador como hereje, al constituir el nuevo credo un peligro para todo el país. Sucediéndole Susinios, a quien Páez describe como “valiente, culto, generoso”, estando estrechamente unido su nombre a los jesuitas que posteriormente llegaron hasta allí. 

La forma de actuar de Páez, va a ser decisiva para los acontecimientos políticos y religiosos de la Etiopía del siglo XVII, convirtiendo al catolicismo a dos emperadores. Teniendo que distinguir entre la finalidad de evangelizar Etiopía y la de aprender sus costumbres, creencias y formas de vida. No exponiendo directamente las características contrapuestas de los jesuitas, sino que les traslada más bien las calidades "positivas" de la orden: tolerancia hacia otras culturas, afán por conocer y cierta concordancia en conseguir lograr una unión entre las creencias católicas occidentales y las nativas. Dedicándose a adoctrinar solo al que fuera proclive a ello y actuando mas como un docto estudioso de la realidad humana, fundiéndose con la población y asimilando sus costumbres. 

Susinios III, más sensato y menos impulsivo que su antecesor, también quedó prendado por la sabiduría de Pedro Páez, nombrándole consejero privado suyo, cediéndole unas tierras para que pudiera allí desarrollar su labor. En ellas fundó una nueva misión cuya tarea integradora fue ejemplar, modelo de reciprocidad cultural no impositiva. Acogiendo en su pequeño y recién creado monasterio a cualquier aldeano o necesitado que lo precisara. No existiendo en la comunidad la propiedad y donde todo se compartía, siguiendo el mensaje original de su referente "Cristo". Los jesuitas desde siempre han mantenido una inteligente, juiciosa y prudente distancia con las normas dictadas por la curia de Roma, por lo que el contagio del deterioro vaticano raramente les llego a afectar a lo largo de los tiempos. 

La nueva misión estaba situada en la península de Górgora, en la orilla norte del lago Tana, lugar donde Páez comenzó a levantar una gran iglesia de piedra. Mientras dirigía las obras del nuevo templo diseñado por él mismo, seguía manteniendo frecuentes contactos con el monarca, acompañándole por todo el país, no participando en disputas religiosas, actuando con mesura y sensatez, escarmentado por las tremendas consecuencias de su relación con el anterior soberano. Esta forma de actuar y la estabilidad política del país generaron años de progreso y prosperidad en una relación serena de intereses compartidos. Durante los cuales intento poner en contacto al monarca africano con los gobernantes europeos, para lo cual se enviaron misivas a Roma y España, que por el bloqueo de los temidos otomanos, no llegaron a buen fin. 

Poco a poco la nueva misión se iba convirtiendo en el centro principal de los jesuitas etíopes, a la vez que la iglesia-palacio para gloriar al monarca alcanzaba un aspecto monumental bajo la dirección del español. Situada a varias horas de camino de Górgora, sobre una ladera a la orilla del lago, en un lugar tan hermoso como inhóspito, y siguiendo el modelo de la iglesia de los jesuitas en Diu (India), levantado en piedra y sin argamasa, con dos plantas, el edificio de Susinios tenía todo el porte y el estilo de los europeos. En su edificación, junto al insigne y experto proyectista Juan Martínez, también madrileño de Corpa, Páez había dibujado los planos, diseñado las herramientas y trabajado como albañil en la obra y carpintero, convirtiéndose en constructor de varias iglesias y palacios platerescos. Martínez sería también el arquitecto de la iglesia de "Mertula Mariam", más hacia el sureste del lago Tana, cuyas ruinas, aún hoy en día impresionan. 

En 1618, Susinios había dejado su emplazamiento de Górgora para trasladarse más hacia el interior, a Denqez, una zona montañosa y más saludable. En esta población, pese a las reticencias del clérigo, tuvo lugar la conversión de emperador al catolicismo, acontecida en 1622 con la presencia de su gran amigo Páez, que murió meses después. Pero también tuvo lugar, en 1632, su impuesta renuncia, debida al clamor popular contra su política procatólica. El monarca murió ese mismo año y su momia se encuentra en la iglesia de Saint Stephanus de Górgora. En 1621, el jesuita comenzó de nuevo la construcción de una iglesia y un palacio para el emperador en Azezo, a sólo diez kilómetros de lo que años más tarde sería Gondar. Se llamaba Genete Mariam (Paraíso de María), siendo completada en 1624, dos años después de la muerte de Páez. 

Mientras tanto la vida de los jesuitas se había desarrollado entre las misiones de Górgora y Fremona, pero siempre con la prudencia y austeridad mantenidas por el hispano. En sus viajes con el monarca por el país, apuntaba todo lo que le llamaba la atención y ese material lo usó después para escribir su gran obra. Durante este periodo, el lago Tana fue cruzado por Páez en más de una ocasión, produciéndose en uno de ellos el hecho más trascendental en su vida desde el punto de vista geográfico, el descubrimiento de las fuentes del Nilo Azul. 

Ningún originario europeo había llegado con anterioridad hasta el mítico nacimiento del gran rio africano, no habiendo reseña alguna de este hecho con anterioridad al siglo XVI. Tal vez su experiencia pudo aliarse con nuestro personaje en fabricar su destino, siendo el primer occidental en llegar a las fuentes del Nilo Azul, olvidada gesta para todos nosotros, que ni siquiera la hemos sabido reivindicar frente a lo que dice la historia oficial, atribuyéndole su "descubrimiento", al escocés y masón (los dos adjetivos los digo sin mala intención) James Bruce de Kinnaird, que llegó al mismo lugar en 1770 (152 años más tarde), afirmando haberlo conseguido. El caso fue que Pedro Páez, llegó en 1618 a uno de los dominios que formaban parte del imperio de Susinios, el reino de Gojam, según nos dejó escrito en su Historia de Etiopía, I, cap, XXVI: “Está la fuente casi al Poniente de este reino, en la cabeza de un vallecito que se forma en un campo grande, y el 21 de abril de 1618 que llegue a verlo, no parecía más que dos ojos redondos de cuatro palmos de largo (...) Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el Gran Alejandro y el famoso Julio César". 

Al noroeste de etiopia, en la región de Sakala y no muy alejado de Bahir Dar, se localiza un pequeño valle, y junto a una arboleda que se elevan en una herbosa pradera, se encuentra el un lugar donde las aguas brotan borboteando de unos pozos que se encuentran casi ocultos por la densa vegetación, así, medio escondido, nace el mítico Nilo. A su cuenca alta los nativos le llaman Abbai Wenz (río grande), siendo considerado sagrado por muchos etíopes en la creencia de  que es el río "Gihón", uno de los cuatro que manaban del "Jardín del Edén", el Paraíso bíblico en tiempos del principio del Mundo, tal y como se menciona en el Génesis (2, 10-14): "Brotaba de Edén un río para regar el vergel, y desde allí dividíase y formaba cuatro brazos … el nombre del segundo río es Gihón, el cual es el que circuye todo el país de Kush" (Kush es el nombre que se le daba en la antigüedad a la actual región de Nubia). Motivo por el cual el ingenioso y cultivado Páez, aprovechase posiblemente esta circunstancia, para a través de su visita atraer hacia su doctrina a los crédulos y cándidos abisinios. 

Hoy en día el lugar es vigilado por unos monjes que se afanan de poner orden en una ingente fila de hombres, mujeres y niños, que portando toda clase de recipientes, se acercan al lugar con la intención de coger el agua sagrada que mana de por un minúsculo surtidor. 

Desde mucho tiempo atrás, la localización de las fuentes del río más largo del planeta había generado todo tipo de cávalas y leyendas. Egipcios, persas, griegos y romanos navegaron río arriba en busca de su nacimiento, no habiendo constancia de que alcanzaran su empeño. Fue el explorador inglés John Hanning Speke el primer europeo, quien en 1859 avistó en el lago Victoria las fuentes del Nilo Blanco, casi dos siglos y medio después que el misionero español ya halla las del Nilo Azul, más caudaloso que su hermano pálido. 

Páez no solo nos trasmite con cierta mesura el singular curso que toma el agua: primero a levante, luego al norte como si hubiera encontrado su definitiva ruta mediterránea, para de nuevo transitar al este y fundirse con el lago Tana, donde momentáneamente se serena. Igualmente, de como va acrecentando su caudal hasta despeñarse por las cataratas de Tis Abay, de las que incluso calcula sus dimensiones: "Y teniendo andado como cinco leguas, llega a una tierra donde cae a pique por unas rocas, que tendrán de alto catorce brazas, y será necesario usar una honda para llegar con una piedra de banda a banda... Y en el invierno, por el golpe que da abajo se levanta el agua como humo en el aire". 

Todo este relato que hoy os traigo por aquí sería una quimera más, de no ser porque el insigne jesuita se dedico durante toda su estancia en este país a recopilar datos, reflejándolos más tarde en su gran obra "Historia geral de Etiopia", que a través de cuatro tomos (unas mil cien páginas) escritos en portugués, nos trasmite la forma de vivir de una parte del mundo hasta entonces totalmente desconocida. En la que nos traslada el interés por ese país que convirtió en su segunda patria y al que dedicó gran parte de su vida. El destino de su magnífica obra (también tradujo el catecismo al ge'ez y se le atribuye el tratado "De Abyssinorum erroribus") parece casi infausto, ya que las únicas dos copias de su relato pasó arrinconado, olvidado e inadvertido entre los legajos de los archivos Vaticanos y la biblioteca de la Universidad de Braga. Siguiendo prácticamente aun desconocida; la primera edición se realizó en 1945 (en portugués), imprimiéndose muy pocos ejemplares, de los que apenas quedan media docena adormecidos en lóbregos rincones de archivos lusitanos o bibliotecas universitarias. Tan solo ahora, hace prácticamente un año, que ha sido completamente editada en castellano (su primera parte ya se había publicado en 2009), poniendo fin a este olvido. 

Su esforzada y humilde vida, se extinguió el 20 de mayo 1622 en la población etíope de Górgora, producto de una devastadora malaria. En la hoy abandonada y destruida iglesia que él mismo había ayudado a construir para el emperador Susinios, un lugar perdido en el tiempo, además de en el mapa, y bajo los escombros que el paso de los años han ido depositando, yacen los restos de Páez en una tumba ignorada por todos. Uno de los hombres más singulares que ha tenido nuestro país, uno de los exploradores más insignes y desconocidos de este tipo de gestas, Un personaje olvidado que merece ocupar el lugar que le corresponde en los libros de Historia, colocando su nombre entre los grandes descubridores de la humanidad. Hoy, apenas una discreta placa en su pueblo natal evoca sus hechos. 

Sus sucesores mostraron menos prudencia y tolerancia en el proceso de su apostolado. Alfonso Méndez legatario de Páez, pretendió quitar muchas de las tradiciones y costumbres etíopes; desafiante ante los seguidores coptos se autoproclamo nuevo Patriarca de Etiopía, generándose en el país un considerable caos. En su intento por obligar a Susinios a que impusiese el catolicismo por la fuerza, le condujo a la ruina política, desatándose las iras contra los católicos produciéndose de nuevo una rebelión popular. En 1632 el monarca abdicó en su hijo Fasilidas que un año más tarde, puso fin a la etapa de evangelización jesuita, ordenando la expulsión del país de todos los miembros de la orden y ejecutando a cinco de ellos, sentenciando al catolicismo etíope a su desaparición. Seguramente que a "Cristo" le habría agradado más si misioneros etíopes de allí; el país cristiano más antiguo del mundo; hubieran venido a la decadente Europa para predicar su legado. Donde Papas como Clemente VIII. o Pablo V. se ocuparon más del enriquecimiento Vaticano, las intrigas de la curia, la venta de indulgencias y a fomentar privilegios, que al auxilio de las "almas". 

Durante los diez años siguientes a la muerte de Páez, todo el trabajo del jesuita se destruyó, restableciéndose el culto copto como religión oficial, siendo abandonadas las edificaciones levantadas en las proximidades del lago Tana, generándose además un sentimiento anticatólico profundamente arraigado en la población, sobre todo en esta región, principal escenario de los acontecimientos. 

Solo recientemente ha sido reivindicado en toda su dimensión, por escritores como el gran conocedor de África Javier Reverte, que lo descubrió, como él lo comenta, casi por casualidad, y prendado por la personalidad del jesuita, comenzó una intensa investigación, narrando sus peripecias en el libro "Dios, el diablo y la aventura: La historia de Pedro Páez, el español que descubrió el Nilo Azul". Reverte comenta de su obra "Los ingleses lo valoran como un antecedente de Darwin porque es un libro de alto contenido científico. Dice el propio Pedro Páez en el prólogo del libro que ningún dato de los que aparecen es invención, sino que, o bien lo ha visto, o bien lo ha preguntado a dos o tres personas al menos. Sus fuentes son absolutamente comprobadas, y hay que pensar lo que era eso en 1620, todo un antecedente del periodismo y la ciencia modernos". 

Entre los cientos de exploradores y aventureros que la historia de España puede mostrar con orgullo: Ibn Yubayr, Domingo Badía y Lebich "Alí Bey el-Abbasi", Hasan bin Muhammed "León el Africano", Manuel Iradier, o Alejandro Malaspina entre otros, amén de los archiconocidos americanos………. pocos más son comparables a Pedro Páez. 

Gondar 
Llegamos a Gondar la víspera del "Tseday", día de Año Nuevo para los etíopes, pues en estas latitudes se rigen por el calendario "Juliano", comenzando el ciclo anual el 11 de septiembre (inicio de la estación seca y final de las lluvias). En el que también celebran el "Kiddus Yohannes" fiesta de San Juan y la "Enkutatash" u ofrenda de las joyas, conmemorando el regreso desde Jerusalén de la enigmática reina de Saba, donde agasajó al afamado rey Salomón. El festejo se inicia la víspera, cuando se prende el "chivó" (ramas peladas de árboles) en el interior de sus casas, sacándolo al exterior para ahuyentar la desdicha y tener un año de buenos augurios. Se trata de una fiesta tradicional y muy familiar, con coloridas y concurridas procesiones, donde los niños cantan por las calles y casas obsequiando ramos de flores, siendo recompensados por ello con algunas monedas. Nosotros celebramos la festividad en un antro-discoteca, que debía de ser la más notoria de la ciudad, con música en vivo y todo………. una notoriedad para un "bailón de postín" como yo. 


Los curiosos, e insólitos para estas latitudes, Castillos de Gondar, donde las parejas de novios se van hacer las fotos de su boda, no surgieron de la nada. Contando una historia constructiva que se desarrolló en los alrededores del lago Tana al menos una treintena de años antes de la fundación de la ciudad que los acoge, siendo sus principales impulsores los jesuitas españoles y portugueses. Situado en medio de la ciudad, el Fasil Gebbi que en amariña significa "recinto", es un amplio lugar de 70.000 m², cerrado y amurallado que dotado con doce puertas, tutela los seis castillos y edificios auxiliares que podemos visitar. Una verdadera ciudad medieval europea en medio de África, en una mezcolanza de estilos, donde se funden las arquitecturas de origen portugués, árabe, indio y axumita. Destacando sobre los demás el castillo de Fasilidas, que con sus de tres plantas y 32 m. de altura, nos muestra una impresionante belleza con su vigorosa torre almenada. 

Otro lugar que impresiona, es la iglesia de la Trinidad del Monte de la Luz "Debre Birhan Selassie", una de las más famosas y visitadas de todo el país. Los monarcas de la época se dedicaron a construir nuevas iglesias, se calcula que un total de 44. Con las razias musulmanas la mayoría fueron destruidas y saqueadas, siendo la de Gondar, la única que sobrevivió a la incursión de los derviches sudaneses, manteniéndose indemne hasta nuestros días. Ha llegado hasta nuestros días por tradición oral, la fabula de que en uno de los sus ataques, los islamistas consiguieron traspasar los muros e intentaron destruirla, pero un enjambre de abejas blancas lo evitó; estando estos laboriosos insectos muy unidos a la historia de Etiopía.

Edificada en el siglo XVII, nos dice una leyenda, que estando el rey Iyasu I en una de sus guerras con sus vecinos sudaneses, vio como un rayo marcaba este emplazamiento. Considerándolo como un signo divino ordenó su construcción, que inicialmente se trazó en planta circular siguiendo las normas de las iglesias ortodoxas etíopes, pero influenciado por la iglesia de Santa María de Xion en Axum, el monarca cambio de idea rediseñándose para que fuera rectangular. 
 

Totalmente amurallada con 12 torres defensivas a su alrededor, no es un edificio destacablemente interesante en cuanto a su aspecto externo, pero su interior es una verdadera joya. Dentro de ella todo el espacio a nuestra vista está completamente coloreado por maravillosos dibujos con vivaces colores. Haile Meskel el autor de las pinturas, no trabajo directamente sobre las paredes, las elaboró en una tela de algodón y después se fijaron a los muros, creando una verdadera obra de arte, conservada perfectamente aun sin haber sido nunca restauradas. En sus laterales se hallan motivos bíblicos, pero lo que más nos impresiona es estar vigilados desde el techo por las 80 caras de querubines alados mirando en todas las direcciones, que nos sonríen al vernos bajo ellos mirándoles. Su sonrisa, dicen que rivaliza con la de La Gioconda de Leonardo, y aunque todos sus rostros son diferentes, tienen en común su expresión.  

Para terminar las vistas, nos dirigimos hasta los baños del emperador Fasilidas "Fasilides Bath", que se encuentran a unos 2 km. junto a la carretera que posteriormente nos llevara a Bahir Dar. Este recinto, utilizado para ceremonias religiosas en la actualidad, es más que probable fuera una segunda residencia del emperador. Lo que podemos divisar al entrar es un gran estanque rectangular de 2.800 m². que en realidad es una enorme Pila Bautismal que se sigue usando para la celebración del Timkat (19 de enero) cuando se conmemora el bautismo de Jesús en el Jordán. Anexo a la gran alberca, se halla un palacete de entradas arqueadas al que se accede a través de un puente; todo ello rodeado de una pétrea tapia con seis torreones, en el que observamos, como las raíces de los árboles con el paso del tiempo, han aprisionado los muros como si les abrazasen hasta asfixiarlos, estampa muy parecida a lo que se puede también apreciar en los camboyanos templos de Angkor. 

En el siglo IV Etiopía se convirtió al cristianismo copto, quedando todavía algunos de sus habitantes que mantienen el judaísmo como religión. Son los denominados "falashas" que residen en pequeñas poblaciones próximas al lago Tana, como la aldea de Wolleka.  Situada 4 km. al norte de Gondar, aun podemos ver algunas estrellas de David pintadas sobre las fachadas de sus casas, como también una decrépita sinagoga, signos inequívocos que nos indican que estamos en lo que fue territorio hebreo.  

Una estupenda cena en "Four Sisters Restaurant", ubicado detrás de la Biblioteca Pública, a unos 200 metros de la salida de Castillo de Fasilidas, que regentado por unas agradables hermanas y amenizada con músicas folclóricas, así como las estupendas vistas desde el hotel Roha, donde nos alojamos, nos sirven como despedida de esta ciudad. 

Camino del lago Tana
Partimos al sur para encontrarnos con el gran lago, en su orilla norte la más próxima a Gondar se encuentra Górgora, separadas por apenas unos 65 km. En ella podremos visitar la iglesia de Debra Sina Maryam o "Monte Sinaí", una cabaña circular (como todas las que se encuentran en las orillas del lago) de unos 19 m. de diámetro, sustentada por 12 columnas de madera, que custodia en su interior una de las más originales y representativas imágenes de la región, diferenciadas de las de la iglesia Debre Birhan Selassie que hemos visto con anterioridad en Gondar.  

A unos 15 km. al oeste de Górgora, por complicados caminos y tras pasar la aldea de Tuhuwa Hana, se encuentran a 1860 m. de altitud y en una de las pequeñas penínsulas de esta orilla del Lago Tana, las ruinas del palacio que diseñó para el emperador Susinios Segued III el jesuita español Pedro Páez. Donde olvidado de todos, pero afortunadamente, entre maravillosos e intensos olores a hierbabuena, seguramente estará la tumba del primer occidental que descubrió las fuentes del Nilo. Del palacio solo queda en pie el esqueleto de la iglesia, ya que los lugareños han ido utilizando sus restos para construir sus casas. Apenas queda en pie una un trozo de bóveda, no existiendo el mínimo detalle que recuerde la presencia de Pedro Páez. Se han recuperado otros palacios e iglesias, pero el olvido se ha adueñado de este personaje determinante para la historia de Etiopía. 

Ya en la carretera principal que nos llevara hasta Bahir Dar, pasamos por Koga y su cercano castillo de Guzara “lugar de encuentro”, lugar donde el ejército del emperador Minas acostumbraba a reunirse. Se erigió aquí la fortaleza motivado por la profecía según la cual uno de sus descendientes tendría su Corte en un lugar que empezaba por la letra "G", y Guzara cumplía el requisito. Más tarde, otro lejano descendiente, impresionado también por el augurio, construiría su Corte en dos lugares que comenzaban también por esta letra, Górgora y Gomnage. Su hijo, el afamado Fasilidas, fundó su nueva capital en otro lugar que comenzaba por el mismo carácter, Gondar. Curioso y enigmático es saber que de Gondar a Górgora hay 65 kilómetros, la misma distancia que de Gondar a Guzara y de Gondar a Gomnage, y que desde todos estos lugares se divisa el lago Tana………… ¿enigma o casualidad?. 

Remontando el puerto de "Qulqual Ber" de 2325 m. en el que observamos el fotogénico "dedo de Dios", que ni más ni menos es la chimenea de un antiquísimo cráter, en el que la erosión ha hecho desaparecer el cono volcánico, dejando al descubierto los materiales más duros que rellenaron su chimenea. En el descenso cruzamos Addis Zemen y a unos 7 km. de esta última población, a nuestra derecha divisamos el poblado de Ifat en donde se vendían los esclavos traídos del sur para trabajar las tierras del Norte.
 

Bahir Dar, las cataratas Tis Abay y el Lago Tana
A medida que nos aproximamos a Bahir Dar, con el lago Tana siempre a nuestra derecha, comenzamos a verse extensas plantaciones de arroz de un verde uniforme, siendo esta es la única zona de Etiopía donde se cultiva el acuático cereal, denominándose a este área como el granero etíope, ya que en época de lluvias es posible recolectar hasta tres cosechas. 



Nos recibe Bahir Dar en tarde nublada, aun así paseamos por su animado mercado, que como los del resto del país y un tanto desaliñado, está organizado por gremios, aunque lo encontramos un tanto embarrado. Aquí, buscando y preguntando, aun se puede encontrar una vieja casa atribuida su construcción a Pedro Páez. 

A la mañana siguiente, madrugamos para recorrer los 30 km. también embarrados que nos separan de Tissisat, para admirar las Cascadas del Nilo Azul. Tis Abay (humo de agua) en amárico, es el nombre como se conoce por los lugareños a las impresionantes Cataratas del Nilo Azul. Uno de esos lugares míticos que resuenan en nuestros oídos a través de los relatos de los antiguos exploradores. Donde de nuevo me viene a la memoria el personaje al que dedico estas páginas que hoy lees, Pedro Páez, al ser el primer individuo que con su pálido rostro llego hasta aquí 

Cruzando el puente de "los Portugueses" y ascendiendo una loma ya comenzamos a oír el rugido de las indómitas aguas, que se nos presentan como una visión única al remontarla. El espectáculo es irrepetible, el elemento acuoso cae de una forma incontrolable con una inmensa potencia, lo notamos pues el color terroso que tienen es debido a las lluvias anteriores a nuestra visita y eso las hace más caudalosas y salvajes.  

Con 400 m. de ancho y 45 metros de alto, las cascadas están divididas en varios tramos, los cuales recorremos por el sendero que sobre su frente trascurre hasta su fin, cruzando un nuevo puente, esta vez colgante, como si se tratara de cruzar el Kali Gandaki en los Himalayas. Ya en la última caída de agua, el aire arrastra hasta nosotros el celaje pulverizado de su bruma, el espectáculo es sublime y aunque no podemos acercarnos a la orilla para ver con más intensidad su furor, por lo brutal de su empapador velo de agua, nos conformamos con la imagen de esta naturaleza real que ante nuestros ojos tenemos. Y aunque no son tan sobrecogedoras como las de Victoria entre Zambia y Zimbabue, bien merecen catalogarse como impresionantes. 

En la tarde, y barruntando tormenta, nos dirigimos al lago Tana, el más grande de todos los etíopes, con 85 km de largo, 63 de ancho y una profundidad media de unos 14 metros. Salpicado con más de 37 islas, en él se encuentran una veintena de monasterios cristianos de entre los siglos XIII y XIV, algunos de ellos con verdaderas obras de arte en su interior: reliquias, manuscritos e impresionantes pinturas. Mientras recorremos en barca el trayecto para visitar alguno de ellos, podemos observar a los pescadores navegar con sus artesanales barcas hechas de hojas de papiro llamadas “tankwas”, cuyo uso puede que tenga más de mil años de antigüedad. Se Trata de pequeñas y endebles embarcaciones que los pescadores tardan menos de una hora en fabricar y que solo suelen durar unos tres meses. 

Visitamos el monasterio de Debre Maryan, fundado en el siglo XIV próximo al nacimiento del Nilo por Abuna Tadewos Tselalesh, uno de los siete monjes denominados "las siete estrellas", creadores de los primeros cenobios del lago Tana. No es el mejor de los monasterios ubicados en el lago, pero es una buena opción si dispones de poco tiempo como era nuestro caso, además de ser su visita la más barata, y de dejar entrar a las damas a verlo, cosa que no ocurre en muchos de los otros. Un tanto menesteroso en su arquitectura y en sus tesoros, entre los que se encuentran tres antiguos manuscritos ge´ez en piel de cabra. Tiene sin embargo la magia de su entorno, que según se dice está habitado por varios santos invisibles. 

Nos despedimos de la activa y moderna ciudad de Bahir Dar y el lago Tana, con las imágenes de sus pueblos, sus verdes paisajes, castillos, iglesias y cascadas. Queriendo utilizar estas notas como homenaje a ese humilde jesuita, culto y erudito, hombre de acción, viajero ilustrado………. un aventurero de Dios, que sin querer se convirtió en un gran explorador, trasladándonos en sus escritos la historia y la forma de vivir de unas gentes alejadas de nosotros, que vivieron su particular Edad Media. Singular personaje castigado al olvido, del que apenas supimos nada hasta mediados del siglo pasado, gracias por hacernos entender este país. Ya nos lo dejo escrito Virgilio en su "Eneida": La fortuna ayuda a los audaces (Audentes fortuna iuvat).

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