Volando desde Axum a Gondar, diviso desde la ventanilla del
avión por primera vez y en la altura el enorme lago Tana, que por su lodoso color,
nos anuncia que ha llovido bastante antes de nuestra arribada, pero aun así se
muestra inmenso y los campos que lo rodean de un verde intenso que llama
poderosamente la atención. Todo esta prácticamente cultivado hasta el último
palmo de tierra, no imaginando que en este país africano, célebre por sus
hambrunas, podría estar aprovechado el campo de esta forma, una grata sorpresa
para mis ojos y mis limitadas entendederas.
Hasta estas tierras llegó, no sin complicaciones, el
jesuita español Pedro Páez Jaramillo (Xaramillo en aquellas épocas), con la
intención de acercar a los cristianos coptos de estas latitudes hacia la
iglesia de Roma, tentativa que acabó en un fracaso total. También para lograr una alianza política con los regidores del mítico
reino del Preste Juan, presionando desde el sur a los seguidores de Mahoma.
Los grandes exploradores, no siempre
fueron simples filántropos en busca de nuevos mundos; unos buscaban las
riquezas del oro, como los españoles en la américa sureña; otros nuevas rutas
comerciales para interés de sus respectivos países, algunos fueron simplemente
espías, otros se servían de sus escritos para completar su ego, los mejores,
eran simplemente curiosos ávidos por conocer nuevas tierras y culturas, pero a
otros les movían sus creencias y la extensión de su credo. De estos últimos
hubo dos variantes: la de catequizar por medio de la imposición o la fuerza, y
los que cultivaban la razón como medio más adecuado para la captación.
Fundamentalmente fueron los jesuitas los que de forma más amplia utilizaron
este último sistema, siendo entre otros Pedro Páez uno de los que destacaron
utilizando este segundo y más convincente método.
Páez nació en 1564 en el ahora pueblo madrileño de Olmeda
de las Fuentes (en aquellos tiempos Olmeda de las Cebollas), estudió en las
Universidades de Alcalá de Henares y Coímbra, destacando por
su
gran cultura y espíritu por cultivarse, así como por su aptitud para con el
aprendizaje de los idiomas. Fue en la ciudad lusitana cuando con 18 años se hizo ignaciano, ingresando en la Compañía de
Jesús.
A medida que el mundo en aquellas épocas era más y más
conocido, con nuevos horizontes para explorar, una "tropa" de evangelizadores
eran enviados a nuevas las tierras para su conversión. Desde el siglo XVI hasta
el XVII los jesuitas fueron mucho más que misioneros, siendo la vanguardia de
los que hoy consideramos y reconocemos como exploradores míticos (Livingstone, Burton, Stanley, Burckhardt, y
otros). Estos monjes, seguidores del "de Loyola", en anónimas andanzas
recorrieron y exploraron lugares nunca visitados hasta entonces por los
occidentales europeos como: Tíbet, Japón, China, Malasia, Indonesia, Yemen o
Etiopía.
Es el caso de este nuestro Pedro Páez, que
en abril del año 1588, se embarcaría con otros hermanos monjes, desde Lisboa
hacia la ciudad portuaria de Goa en India, justo cuando los reinos de Portugal
y España estaban bajo la corona de Felipe II, y el Imperio Otomano era una de
las principales amenazas para la corona ibérica, en su intento de socavar el
comercio de las rutas marinas portuguesas en el indico. Tanto el romano pontífice como su católica
majestad, tenían como interés común, el que la antigua abisinia estuviera bajo
la influencia del credo católico. En ese contexto una Etiopía catequizada conseguiría
ser una poderosa aliada frente al peligro turco, y los misioneros jesuitas
podían desempeñar un papel muy transcendental para los propósitos de Dios… y
del Imperio. Por aquel entonces Goa era una importante colonia portuguesa,
punto de partida para todas las expediciones lusitanas hacia en Asia y al este
de africano, lugar donde los jesuitas ya tenían asentado un monasterio,
sirviendo de base para empezar todas las actividades de las misioneras, no sólo
en la India, sino también a China, Japón y el África oriental.
Con el mandato de sus superiores de "catolizar"
Etiopía, debido a su gran habilidad diplomática y espíritu aventurero, en 1589 Páez
partió desde Goa hacia Etiopía, cruzando Océano Indico hacia la Península
Arábiga, en una singladura que le dejaría una huella vital imborrable. Acompañado
por su inestimable amigo y maestro el misionero catalán Antoni de Montserrat,
casi 30 años mayor que Páez, pero con una gran experiencia; dos personajes con ganas de mundo y conocimientos
sobresalientes, pues entre ambos sumaban cuatro licenciaturas y doce idiomas. Montserrat tuvo la gran suerte de recorrer durante 1579 y
1580, el extenso territorio de la india a lomos de elefante, formando parte de
la comitiva creada para reunirse con el rey mogol Akbar, durante la cual
confeccionó la primera reseña detallada de Botthant (el actual reino de Bután),
en el mítico Tíbet. En ella que nos deja relatos sobre su cultura, formas de
vida y gobernanza, así como datos geográficos y topográficos de los lugares
visitados. Elaborando, con las limitaciones del momento, el primer mapa que se
conoce del Himalaya; una auténtica joya
cartográfica en la que nos traslada gran parte de la India y grandes
extensiones de Afganistán y Pakistán; con gran profusión
de detalles y elementos ilustrativos.
Pero el destino truncó el viaje de los dos jesuitas, siendo
capturados a principios de 1590 por una nave turca y vendidos más tarde como
esclavos a los yemenís. Permaneciendo primeramente cautivos de la armada
otomana en Dhofar, para después tener que atravesar a pie y
encadenados, la desolación de lo que hoy es Arabia Saudí y en el inaccesible e
inhóspito Yemen, por desiertos de los que hasta entonces nadie había oído
hablar en Occidente y a los que tardaría en llegar otro europeo. Son trasladados
como esclavos por uno de los mayores arenales del mundo, el árido Rub al-Jali
“la habitación vacía” (el desierto que ocupa más de la tercera parte de la
Península Arábiga), hasta llegar al oasis de Tarim, en la región de Wadi Hadramaut. Sufriendo todo tipo de penalidades por las
ardientes dunas, socavando su salud y sufriendo continuos delirios, según
reseña Páez en sus notas. Teniendo sin embargo
la ocasión de protagonistas viajeros, de la mítica Ruta caravanera de las
especias, del incienso y de la mirra, por la que caminan. Continuando a Sana,
la capital yemení, donde son llevados para que el Pachá del Sultanato,
resuelva sobre su futuro, siendo ingresados en el penal para esclavos de Sana,
donde encadenados, cada cierto tiempo se les anunciaba su ejecución inmediata. El
jesuita, sin caer en la desmoralización, se acomodaba a las hostiles condiciones
para instruirse en el amárico, el idioma de abisinia, y el ge'ez, lenguaje en
el que están manuscritos las crónicas reales y libros sagrados etíopes. Páez dominaba
ya el latín, portugués, hebreo, persa, y algo de chino, estando aprendiendo el
árabe.
Durante los siguientes años, en los que vivieron algún
tiempo en Sana y Moka, serán alojados y confinados bajo vigilancia, con la expresa
prohibición de abandonar este territorio. Un generoso comerciante de la ciudad
de Moka, dueño la peculiar pareja de ilustrados cautivos, al que fueron
vendidos, les proporcionaría un confinamiento más llevadero a cambio de que aparentar
cierto grado de fervor hacia "Alá" de cara al exterior, mientras él
fingía no enterarse de la argucia. Durante este relajado periodo, los clérigos
tendrán la ocasión de conocer y descubrir la zona, dedicando su
"aparente" cautividad, para estudiar el carácter y la forma de vivir de
sus gentes. Siendo considerados posteriormente, y gracias a sus conocimientos, como
huéspedes de honor por el "cadí" que gobernaba la comarca. Tratados con
gran aprecio, cuando se les solicita para ejercer como "asesores"
ante el Sultán, aun siendo conocedores de poder ser utilizados como
"moneda de cambio", ante posibles conflictos con los "infieles
cristianos", como al final ocurrió.
Como bien nos deja escrito el jesuita en el libro de su
periplo, es muy probable que fueran los primeros occidentales en probar el
"café", al trasladarnos su experiencia con la negra y estimulante
bebida de los yemenitas. Suceso o ceremonia; pues lleva su ritual su
preparación; que debió ocurrir aproximadamente en 1592, en alguna población del
desierto de Hadramaut. Al extraño brebaje le apodaban “cafua” o “cahua”, agua
hervida con un fruto denominado "bun", de sabor agradable, aunque un
tanto amargo, y que se tomaba muy caliente en sustitución del vino.
Más de seis años duró su arduo periplo, pero Páez supo dedicarlos al aprendizaje, llegando a
conseguir dominar perfectamente el idioma árabe. Las anotaciones que escribió
durante sus años de cautiverio son el primer documento escrito por un
occidental que ha llegado hasta nuestros días, sobre las tierras de Yemen,
antiguo reino de Saba o la Arabia Feliz, como la denominó Ptolomeo.
En el año 1596 y después de pasar
estos desventurados lances, al llegar su situación a conocimiento del monarca
hispano Felipe II, que contaba con la que seguramente fuera la mejor red de
espionaje por aquellos tiempos, daría instrucciones precisas a su gobernador en
India, para que a cambio de mil coronas de aquellos tiempos, se rescatara a
aquellos dos desventurados de su cautiverio.
Liberados finalmente de esta manera,
retornaron
de nuevo a Goa, la misión jesuita más próxima.
Llegando muy enfermos, falleciendo Antoni de Montserrat en 1600, no sin
antes terminar su gran obra de recopilación geográfica, "Mongolicae
Legationis Commentarius", junto al gran mapa del Tíbet. Páez, tras un
periodo de recuperación, y animado nuevamente por sus superiores, reclamaría el
retornar de nuevo a tierras etíopes. A las que el jesuita que llegaría
nuevamente, tras dos intentos y 14 años en el intento de evangelizar esas
tierras del cuerno de áfrica.
Esta segunda y definitiva intentona tuvo mejor
final, y después de burlar el bloqueo de las naves
turcas, en 1603 Páez y otros hermanos de la orden llegaban secretamente al
enclave de Massawa en la costa eritrea del Mar Rojo, una vieja colonia
portuguesa sometida cada cierto tiempo a la presión otomana. Su primer objetivo fue alcanzar la misión
jesuita en Fremona, situada en el interior del país, al norte de Axum, lugar
donde 25 años antes había fallecido el patriarca de Etiopia Andrés de Oviedo
(de Illescas, Toledo), precursor de las misiones jesuitas en estas tierras. A lomos de una mula y por territorios donde el bandidaje
era frecuente, llega con su comitiva a este, su primer destino en áfrica,
comenzando las labores de reconstrucción del antiguo cenobio católico, ya que cuatro de los cinco monjes con los que
contaba la comunidad habían muerto en los años anteriores a su
llegada.
Por aquellos tiempos, Etiopía era el único país africano
que contaba con escritura propia, por lo cual el clérigo perfeccionó sus
conocimientos de la lengua "amariña", así como del idioma litúrgico
de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía, el "Ge'ez"
(una especie de latín etíope), estando de esta manera bien preparado para
presentarse ante la corte imperial, que se hallaba en aquella época en la
ciudad de Górgora a orillas del Lago de Tana. Para los países hegemónicos de la
europa medieval de entonces, Portugal y España, la antigua abisinia era el
legendario y mítico imperio del "Preste Juan", un rey-sacerdote conocido
con este nombre a través de viejas crónicas trasladadas por antiguos
descubridores y misioneros.
En Górgora, comienza a realizar poco a poco su evangelización
debatiendo con teólogos coptos locales, sobre las cuales el emperador no
ocultaba su simpatía hacia las teorías católicas, consiguiendo, gracias a su
diplomacia y al respeto que manifestaba hacia las creencias y costumbres
locales, alcanzar prontamente amistad con el Negus (rey de reyes), como se denominaban
desde siglos a los monarcas de etíopes. Za-Dengel se queda atraído por aquél insólito
foráneo, que habla perfectamente su lengua y había venido desde tan lejanas
tierras, sólo para dialogar sobre temas teologales. Pero esta fugaz simpatía y
su apresurada conversión hacia la iglesia de Roma, fue la que le condujo su
destronamiento y muerte apenas un año después de haber accedido al trono,
alentada por el Patriarca Ortodoxo Etíope, condenando a su emperador como
hereje, al constituir el nuevo credo un peligro para todo el país. Sucediéndole
Susinios, a quien Páez describe como “valiente, culto, generoso”, estando
estrechamente unido su nombre a los jesuitas que posteriormente llegaron hasta
allí.
La forma de actuar de Páez, va a ser decisiva para los
acontecimientos políticos y religiosos de la Etiopía del siglo XVII,
convirtiendo al catolicismo a dos emperadores. Teniendo que distinguir entre la finalidad de evangelizar
Etiopía y la de aprender sus costumbres, creencias y formas de vida. No exponiendo directamente las características contrapuestas
de los jesuitas, sino que les traslada más bien las calidades
"positivas" de la orden: tolerancia hacia otras culturas, afán por conocer
y cierta concordancia en conseguir lograr una unión entre las creencias
católicas occidentales y las nativas. Dedicándose a adoctrinar solo al que
fuera proclive a ello y actuando mas como un docto estudioso de la realidad
humana, fundiéndose con la población y asimilando sus costumbres.
Susinios III, más sensato y menos impulsivo que su
antecesor, también quedó prendado por la sabiduría de Pedro Páez, nombrándole
consejero privado suyo, cediéndole unas tierras para que pudiera allí
desarrollar su labor. En ellas fundó una nueva misión cuya tarea integradora
fue ejemplar, modelo de reciprocidad cultural no impositiva. Acogiendo en su
pequeño y recién creado monasterio a cualquier aldeano o necesitado que lo precisara.
No existiendo en la comunidad la propiedad y donde todo se compartía, siguiendo
el mensaje original de su referente "Cristo". Los jesuitas desde
siempre han mantenido una inteligente, juiciosa y prudente distancia con las
normas dictadas por la curia de Roma, por lo que el contagio del deterioro
vaticano raramente les llego a afectar a lo largo de los tiempos.
La nueva misión estaba situada en la península de Górgora,
en la orilla norte del lago Tana, lugar donde Páez comenzó a levantar una gran
iglesia de piedra. Mientras dirigía las obras del nuevo templo diseñado por él
mismo, seguía manteniendo frecuentes contactos con el monarca, acompañándole
por todo el país, no participando en disputas religiosas, actuando con mesura y
sensatez, escarmentado por las tremendas consecuencias de su relación con el
anterior soberano. Esta forma de actuar y la estabilidad política del país
generaron años de progreso y prosperidad en una relación serena de intereses
compartidos. Durante los cuales intento poner en
contacto al monarca africano con los gobernantes europeos, para lo cual se
enviaron misivas a Roma y España, que por el bloqueo de los temidos otomanos,
no llegaron a buen fin.
Poco a poco la nueva misión se iba
convirtiendo en el centro principal de los jesuitas etíopes, a la vez que la
iglesia-palacio para gloriar al monarca alcanzaba un
aspecto monumental bajo la dirección del español. Situada a varias horas de camino de Górgora, sobre una ladera a la
orilla del lago, en un lugar tan hermoso como inhóspito, y siguiendo el
modelo de la iglesia de los jesuitas en Diu (India), levantado en piedra y sin argamasa, con dos plantas, el
edificio de Susinios tenía todo el porte y el estilo de los europeos. En su
edificación, junto al insigne y experto proyectista Juan Martínez,
también madrileño de Corpa, Páez había dibujado
los planos, diseñado las herramientas y trabajado como albañil en la obra y
carpintero, convirtiéndose en constructor de varias iglesias y palacios
platerescos. Martínez sería también el arquitecto
de la iglesia de "Mertula Mariam", más hacia el sureste del lago
Tana, cuyas ruinas, aún hoy en día impresionan.
En 1618, Susinios había dejado su emplazamiento de Górgora
para trasladarse más hacia el interior, a Denqez, una zona montañosa y más
saludable. En esta población, pese a las reticencias
del clérigo, tuvo lugar la conversión de emperador al catolicismo, acontecida
en 1622 con la presencia de su gran amigo Páez, que murió meses después. Pero
también tuvo lugar, en 1632, su impuesta renuncia, debida al clamor popular
contra su política procatólica. El monarca murió ese mismo año y su momia se
encuentra en la iglesia de Saint Stephanus de Górgora. En 1621, el
jesuita comenzó de nuevo la construcción de una iglesia y un palacio para el
emperador en Azezo, a sólo diez kilómetros de lo que años más tarde sería
Gondar. Se llamaba Genete Mariam (Paraíso de María), siendo completada en 1624,
dos años después de la muerte de Páez.
Mientras tanto la vida de los
jesuitas se había desarrollado entre las misiones de Górgora y Fremona, pero
siempre con la prudencia y austeridad mantenidas por el hispano. En sus viajes
con el monarca por el país, apuntaba todo lo que le llamaba la atención y ese
material lo usó después para escribir su gran obra. Durante este periodo, el lago Tana fue cruzado por Páez en
más de una ocasión, produciéndose en uno de ellos el hecho
más trascendental en su vida desde el punto de vista geográfico, el
descubrimiento de las fuentes del Nilo Azul.
Ningún originario europeo había llegado con anterioridad hasta
el mítico nacimiento del gran rio africano, no habiendo reseña alguna
de este hecho con anterioridad al siglo XVI. Tal
vez su experiencia pudo aliarse con nuestro personaje en fabricar su destino, siendo el
primer occidental en llegar a las fuentes del Nilo Azul, olvidada gesta para
todos nosotros, que ni siquiera la hemos sabido reivindicar frente a lo que
dice la historia oficial, atribuyéndole su "descubrimiento", al
escocés y masón (los dos adjetivos los digo sin mala intención) James Bruce de
Kinnaird, que llegó al mismo lugar en 1770 (152 años más tarde), afirmando
haberlo conseguido. El caso fue que Pedro Páez, llegó en 1618 a uno de los dominios
que formaban parte del imperio de Susinios, el reino de Gojam, según nos dejó
escrito en su Historia de Etiopía, I, cap, XXVI: “Está la fuente casi al Poniente de este reino, en la cabeza de un
vallecito que se forma en un campo grande, y el 21 de abril de 1618 que llegue
a verlo, no parecía más que dos ojos redondos de cuatro palmos de largo (...) Y
confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey
Ciro y su hijo Cambises, el Gran Alejandro y el famoso Julio César".
Al noroeste de etiopia, en la región de Sakala y no muy
alejado de Bahir Dar, se localiza un pequeño valle, y junto a una arboleda que
se elevan en una herbosa pradera, se encuentra el un lugar donde las aguas brotan
borboteando de unos pozos que se encuentran casi ocultos por la densa
vegetación, así, medio escondido, nace el mítico Nilo. A su cuenca alta los
nativos le llaman Abbai Wenz (río grande), siendo considerado
sagrado por muchos etíopes en la creencia de
que es el río "Gihón", uno de los cuatro que manaban
del "Jardín del Edén", el Paraíso
bíblico en tiempos del principio del Mundo, tal y como se menciona en el Génesis (2, 10-14): "Brotaba de
Edén un río para regar el vergel, y desde allí dividíase y formaba cuatro
brazos … el nombre del segundo río es Gihón, el cual es el que circuye todo el
país de Kush" (Kush es el nombre que se le daba en la antigüedad a la
actual región de Nubia). Motivo por el cual el ingenioso y cultivado Páez,
aprovechase posiblemente esta circunstancia, para a través de su visita atraer
hacia su doctrina a los crédulos y cándidos abisinios.
Hoy en día el lugar es vigilado por
unos monjes que se afanan de poner orden en una ingente fila de hombres,
mujeres y niños, que portando toda clase de recipientes, se acercan al lugar
con la intención de coger el agua sagrada que mana de por un minúsculo surtidor.
Desde mucho tiempo atrás, la localización de las fuentes
del río más largo del planeta había generado todo tipo de cávalas y leyendas. Egipcios,
persas, griegos y romanos navegaron río arriba en busca de su nacimiento, no habiendo
constancia de que alcanzaran su empeño. Fue el explorador inglés John Hanning Speke el primer europeo, quien en 1859 avistó en el lago Victoria las fuentes
del Nilo Blanco, casi dos siglos y medio después que el misionero español ya halla
las del Nilo Azul, más caudaloso que su hermano pálido.
Páez no solo nos trasmite con cierta
mesura el singular curso que toma el agua: primero a levante, luego al norte
como si hubiera encontrado su definitiva ruta mediterránea, para de nuevo transitar
al este y fundirse con el lago Tana, donde momentáneamente se serena. Igualmente,
de como va acrecentando su caudal hasta despeñarse por las cataratas de Tis Abay, de las que incluso calcula sus dimensiones: "Y
teniendo andado como cinco leguas, llega a una tierra donde cae a pique por
unas rocas, que tendrán de alto catorce brazas, y será necesario usar una honda
para llegar con una piedra de banda a banda... Y en el invierno, por el golpe
que da abajo se levanta el agua como humo en el aire".
Su esforzada y humilde vida, se extinguió el 20 de mayo
1622 en la población etíope de Górgora, producto de una devastadora malaria. En
la hoy abandonada y destruida iglesia que él mismo
había ayudado a construir para el emperador Susinios, un lugar perdido en el
tiempo, además de en el mapa, y bajo los escombros que el paso de los años han
ido depositando, yacen los restos de Páez en una tumba ignorada por todos. Uno
de los hombres más singulares que ha tenido nuestro país, uno de los
exploradores más insignes y desconocidos de este tipo de gestas, Un personaje olvidado que merece ocupar el lugar que le
corresponde en los libros de Historia, colocando su nombre entre los grandes
descubridores de la humanidad. Hoy, apenas una discreta placa en su pueblo natal
evoca sus hechos.
Sus sucesores mostraron menos prudencia y tolerancia en el proceso
de su apostolado. Alfonso Méndez legatario de Páez, pretendió quitar muchas de
las tradiciones y costumbres etíopes; desafiante ante los seguidores coptos se
autoproclamo nuevo Patriarca de Etiopía, generándose en el país un considerable
caos. En su intento por obligar a Susinios a que impusiese el catolicismo por
la fuerza, le condujo a la ruina política, desatándose las iras contra los
católicos produciéndose de nuevo una rebelión popular. En 1632 el monarca abdicó en
su hijo Fasilidas que un año más tarde, puso fin a la etapa de evangelización jesuita,
ordenando la expulsión del país de todos los miembros de la orden y ejecutando
a cinco de ellos, sentenciando al catolicismo etíope a su desaparición. Seguramente
que a "Cristo" le habría agradado más si misioneros etíopes de allí;
el país cristiano más antiguo del mundo; hubieran venido a la decadente Europa para
predicar su legado. Donde Papas como Clemente VIII. o Pablo V. se ocuparon más
del enriquecimiento Vaticano, las intrigas de la curia, la venta de
indulgencias y a fomentar privilegios, que al auxilio de las "almas".
Durante los diez años siguientes a la muerte de Páez, todo el
trabajo del jesuita se destruyó, restableciéndose el culto copto como religión
oficial, siendo abandonadas las edificaciones levantadas en las proximidades
del lago Tana, generándose además un sentimiento anticatólico profundamente
arraigado en la población, sobre todo en esta región, principal escenario de
los acontecimientos.
Solo recientemente ha sido reivindicado en toda su
dimensión, por escritores como el gran conocedor de África Javier Reverte, que
lo descubrió, como él lo comenta, casi por casualidad, y prendado por la personalidad del jesuita, comenzó una intensa
investigación, narrando sus peripecias en el libro "Dios, el diablo y la
aventura: La historia de Pedro Páez, el español que descubrió el Nilo
Azul". Reverte comenta de su obra "Los ingleses lo valoran como un
antecedente de Darwin porque es un libro de alto contenido científico. Dice el
propio Pedro Páez en el prólogo del libro que ningún dato de los que aparecen
es invención, sino que, o bien lo ha visto, o bien lo ha preguntado a dos o
tres personas al menos. Sus fuentes son absolutamente comprobadas, y hay que
pensar lo que era eso en 1620, todo un antecedente del periodismo y la ciencia
modernos".
Entre los cientos de exploradores y aventureros que la
historia de España puede mostrar con orgullo: Ibn Yubayr, Domingo Badía y Lebich "Alí
Bey el-Abbasi", Hasan bin Muhammed "León el Africano", Manuel
Iradier, o Alejandro Malaspina entre otros, amén de los archiconocidos
americanos………. pocos más son comparables a Pedro Páez.
Gondar
Llegamos a Gondar la víspera del "Tseday", día de
Año Nuevo para los etíopes, pues en estas latitudes
se rigen por el calendario "Juliano", comenzando el ciclo anual el 11
de septiembre (inicio de la estación seca y final de las lluvias). En el que
también celebran el "Kiddus Yohannes" fiesta de San Juan y la
"Enkutatash" u ofrenda de las joyas, conmemorando el regreso desde
Jerusalén de la enigmática reina de Saba, donde agasajó al afamado rey Salomón.
El festejo se inicia la víspera, cuando se prende el "chivó"
(ramas peladas de árboles) en el interior de sus casas, sacándolo al
exterior para ahuyentar la desdicha y tener un año de buenos augurios. Se trata
de una fiesta tradicional y muy familiar, con coloridas y concurridas
procesiones, donde los niños cantan por las calles y casas obsequiando ramos de
flores, siendo recompensados por ello con algunas monedas. Nosotros celebramos
la festividad en un antro-discoteca, que debía de ser la más notoria de la
ciudad, con música en vivo y todo………. una notoriedad para un "bailón de
postín" como yo.
Los curiosos, e insólitos para estas latitudes, Castillos de Gondar, donde las parejas de novios se van hacer las fotos de su boda, no surgieron de la nada. Contando una historia constructiva que se desarrolló en los alrededores del lago Tana al menos una treintena de años antes de la fundación de la ciudad que los acoge, siendo sus principales impulsores los jesuitas españoles y portugueses. Situado en medio de la ciudad, el Fasil Gebbi que en amariña significa "recinto", es un amplio lugar de 70.000 m², cerrado y amurallado que dotado con doce puertas, tutela los seis castillos y edificios auxiliares que podemos visitar. Una verdadera ciudad medieval europea en medio de África, en una mezcolanza de estilos, donde se funden las arquitecturas de origen portugués, árabe, indio y axumita. Destacando sobre los demás el castillo de Fasilidas, que con sus de tres plantas y 32 m. de altura, nos muestra una impresionante belleza con su vigorosa torre almenada.
Los curiosos, e insólitos para estas latitudes, Castillos de Gondar, donde las parejas de novios se van hacer las fotos de su boda, no surgieron de la nada. Contando una historia constructiva que se desarrolló en los alrededores del lago Tana al menos una treintena de años antes de la fundación de la ciudad que los acoge, siendo sus principales impulsores los jesuitas españoles y portugueses. Situado en medio de la ciudad, el Fasil Gebbi que en amariña significa "recinto", es un amplio lugar de 70.000 m², cerrado y amurallado que dotado con doce puertas, tutela los seis castillos y edificios auxiliares que podemos visitar. Una verdadera ciudad medieval europea en medio de África, en una mezcolanza de estilos, donde se funden las arquitecturas de origen portugués, árabe, indio y axumita. Destacando sobre los demás el castillo de Fasilidas, que con sus de tres plantas y 32 m. de altura, nos muestra una impresionante belleza con su vigorosa torre almenada.
Edificada en el siglo XVII, nos dice una leyenda, que estando el rey Iyasu I en una de sus guerras con sus vecinos sudaneses, vio como un rayo marcaba este emplazamiento. Considerándolo como un signo divino ordenó su construcción, que inicialmente se trazó en planta circular siguiendo las normas de las iglesias ortodoxas etíopes, pero influenciado por la iglesia de Santa María de Xion en Axum, el monarca cambio de idea rediseñándose para que fuera rectangular.
Totalmente amurallada con 12 torres defensivas a su
alrededor, no es un edificio destacablemente interesante en cuanto a su aspecto
externo, pero su interior es una verdadera joya. Dentro de ella todo el espacio
a nuestra vista está completamente coloreado por maravillosos dibujos con
vivaces colores. Haile Meskel el autor de las pinturas, no trabajo directamente
sobre las paredes, las elaboró en una tela de algodón y después se fijaron a los
muros, creando una verdadera obra de arte, conservada perfectamente aun sin
haber sido nunca restauradas. En sus laterales se hallan motivos bíblicos, pero
lo que más nos impresiona es estar vigilados desde el techo por las 80 caras de
querubines alados mirando en todas las direcciones, que nos sonríen al vernos
bajo ellos mirándoles. Su sonrisa, dicen que rivaliza con la de La Gioconda de Leonardo,
y aunque todos sus rostros son diferentes, tienen en común su expresión.
Para terminar las vistas, nos dirigimos hasta los baños del
emperador Fasilidas "Fasilides Bath", que se encuentran a unos 2 km.
junto a la carretera que posteriormente nos llevara a Bahir Dar. Este recinto, utilizado
para ceremonias religiosas en la actualidad, es más que probable fuera una
segunda residencia del emperador. Lo que podemos divisar al entrar es un gran estanque
rectangular de 2.800 m². que en realidad es una enorme
Pila Bautismal que se sigue usando para la celebración del Timkat (19 de enero)
cuando se conmemora el bautismo de Jesús en el Jordán. Anexo a la gran alberca,
se halla un palacete de entradas arqueadas al que se accede a través de un
puente; todo ello rodeado de una pétrea tapia con seis torreones, en el que
observamos, como las raíces de los árboles con el paso del tiempo, han
aprisionado los muros como si les abrazasen hasta asfixiarlos, estampa muy
parecida a lo que se puede también apreciar en los camboyanos templos de
Angkor.
En el siglo IV Etiopía se convirtió
al cristianismo copto, quedando todavía algunos de sus habitantes que mantienen
el judaísmo como religión. Son los denominados "falashas" que residen
en pequeñas poblaciones próximas al lago Tana, como la aldea de Wolleka. Situada 4 km. al norte de Gondar, aun podemos
ver algunas estrellas de David pintadas sobre las fachadas de sus casas, como
también una decrépita sinagoga, signos
inequívocos que nos indican que estamos en lo que fue territorio hebreo.
Una estupenda cena en "Four Sisters Restaurant",
ubicado detrás de la Biblioteca Pública, a unos 200
metros de la salida de Castillo de Fasilidas, que regentado por unas agradables
hermanas y amenizada con músicas folclóricas, así como las estupendas
vistas desde el hotel Roha, donde nos alojamos, nos sirven como despedida de
esta ciudad.
Camino del lago Tana
Partimos al sur para encontrarnos con el gran lago, en su
orilla norte la más próxima a Gondar se encuentra Górgora, separadas por apenas
unos 65 km. En ella podremos visitar la iglesia de Debra
Sina Maryam o "Monte Sinaí", una cabaña circular
(como todas las que se encuentran en las orillas del lago) de unos 19 m. de
diámetro, sustentada por 12 columnas de madera, que custodia en su interior una
de las más originales y representativas imágenes de la región, diferenciadas de
las de la iglesia Debre Birhan Selassie que hemos visto con anterioridad en
Gondar.
A unos 15 km. al oeste de Górgora, por complicados caminos
y tras pasar la aldea de Tuhuwa Hana, se encuentran a 1860 m. de altitud y en
una de las pequeñas penínsulas de esta orilla del Lago Tana, las ruinas del
palacio que diseñó para el emperador Susinios Segued III el jesuita español Pedro
Páez. Donde olvidado de todos, pero afortunadamente, entre maravillosos e intensos
olores a hierbabuena, seguramente estará la tumba del primer occidental que
descubrió las fuentes del Nilo. Del palacio solo queda en pie el esqueleto de
la iglesia, ya que los lugareños han ido utilizando sus restos para construir
sus casas. Apenas queda en pie una un trozo de bóveda, no
existiendo el mínimo detalle que recuerde la presencia de Pedro Páez.
Se han recuperado otros palacios e iglesias, pero el olvido se ha adueñado de este
personaje determinante para la historia de Etiopía.
Ya en la carretera principal que nos llevara hasta Bahir
Dar, pasamos por Koga y su cercano castillo de Guzara “lugar de encuentro”, lugar
donde el ejército del emperador Minas acostumbraba a reunirse. Se erigió aquí la
fortaleza motivado por la profecía según la cual uno de sus descendientes
tendría su Corte en un lugar que empezaba por la letra "G", y Guzara
cumplía el requisito. Más tarde, otro lejano descendiente, impresionado también
por el augurio, construiría su Corte en dos lugares que comenzaban también por esta
letra, Górgora y Gomnage. Su hijo, el afamado Fasilidas, fundó su nueva capital
en otro lugar que comenzaba por el mismo carácter, Gondar. Curioso y enigmático
es saber que de Gondar a Górgora hay 65 kilómetros, la misma distancia que de
Gondar a Guzara y de Gondar a Gomnage, y que desde todos estos lugares se divisa
el lago Tana………… ¿enigma o casualidad?.
Bahir Dar, las cataratas Tis Abay y el Lago Tana
A medida que nos aproximamos a Bahir Dar, con el lago Tana siempre
a nuestra derecha, comenzamos a verse extensas plantaciones de arroz de un
verde uniforme, siendo esta es la única zona de Etiopía donde se cultiva el acuático
cereal, denominándose a este área como el granero etíope, ya que en época de
lluvias es posible recolectar hasta tres cosechas.
Nos recibe Bahir Dar en tarde nublada, aun así paseamos por
su animado mercado, que como los del resto del país y un tanto desaliñado, está
organizado por gremios, aunque lo encontramos un tanto embarrado. Aquí,
buscando y preguntando, aun se puede encontrar
una vieja casa atribuida su construcción a Pedro Páez.
A la mañana siguiente, madrugamos para recorrer los 30 km.
también embarrados que nos separan de Tissisat, para admirar las Cascadas del
Nilo Azul. Tis Abay (humo de agua) en amárico, es el nombre como se conoce por
los lugareños a las impresionantes Cataratas del Nilo Azul. Uno de esos lugares
míticos que resuenan en nuestros oídos a través de los relatos de los antiguos
exploradores. Donde de nuevo me viene a la memoria el personaje al que dedico
estas páginas que hoy lees, Pedro Páez, al ser el primer individuo que con su
pálido rostro llego hasta aquí.
Cruzando el puente de "los Portugueses" y ascendiendo
una loma ya comenzamos a oír el rugido de las indómitas aguas, que se nos
presentan como una visión única al remontarla. El espectáculo es irrepetible,
el elemento acuoso cae de una forma incontrolable con una inmensa potencia, lo
notamos pues el color terroso que tienen es debido a las lluvias anteriores a
nuestra visita y eso las hace más caudalosas y salvajes.
Con 400 m. de ancho y 45 metros de alto, las cascadas están
divididas en varios tramos, los cuales recorremos por el sendero que sobre su
frente trascurre hasta su fin, cruzando un nuevo puente, esta vez colgante,
como si se tratara de cruzar el Kali Gandaki en los Himalayas. Ya en la última
caída de agua, el aire arrastra hasta nosotros el celaje pulverizado de su
bruma, el espectáculo es sublime y aunque no podemos acercarnos a la orilla
para ver con más intensidad su furor, por lo brutal de su empapador velo de
agua, nos conformamos con la imagen de esta naturaleza real que ante nuestros
ojos tenemos. Y aunque no son tan sobrecogedoras como las de Victoria entre Zambia
y Zimbabue, bien merecen catalogarse como impresionantes.
En la tarde, y barruntando tormenta, nos dirigimos al lago
Tana, el más grande de todos los etíopes, con 85 km de largo, 63 de ancho y una
profundidad media de unos 14 metros. Salpicado con más de 37 islas, en él se
encuentran una veintena de monasterios cristianos de entre los siglos XIII y
XIV, algunos de ellos con verdaderas obras de arte en su interior: reliquias,
manuscritos e impresionantes pinturas. Mientras recorremos en barca el trayecto
para visitar alguno de ellos, podemos observar a los pescadores navegar con sus
artesanales barcas hechas de hojas de papiro llamadas “tankwas”, cuyo uso puede
que tenga más de mil años de antigüedad. Se Trata de pequeñas y endebles
embarcaciones que los pescadores tardan menos de una hora en fabricar y que
solo suelen durar unos tres meses.
Visitamos el monasterio de Debre Maryan, fundado en el
siglo XIV próximo al nacimiento del Nilo por Abuna Tadewos Tselalesh, uno de
los siete monjes denominados "las siete estrellas", creadores de los
primeros cenobios del lago Tana. No es el mejor de los monasterios ubicados en
el lago, pero es una buena opción si dispones de poco tiempo como era nuestro
caso, además de ser su visita la más barata, y de dejar entrar a las damas a
verlo, cosa que no ocurre en muchos de los otros. Un tanto menesteroso en su
arquitectura y en sus tesoros, entre los que se encuentran tres antiguos
manuscritos ge´ez en piel de cabra. Tiene sin embargo la magia de su entorno,
que según se dice está habitado por varios santos invisibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario