Por aquí se asentaron primitivos pobladores ya en el paleolítico, dejando muestra de ello por toda la geografía del valle, ejemplo de esto son las cuevas de Alkerdi y Berroberría, donde se encontraron pinturas rupestres y utensilios de hace 13.000 años. Descubiertas en 1933 por Norbert Casteret, afamado espeleólogo francés, más conocido por la gruta helada que lleva su nombre, próxima a la Brecha de Rolan en el corazón del pirineo oscense. También restos de estos pretéritos tiempos son: los dólmenes de Oiza (Elizondo), Sorginetxoa (Erratzu) y Uztanborro (Irurita), el monolito de Urdintz, el túmulo de Urlegi (Alkurruntz), el crónlech y el menhir de Iparla, así como el menhir de Soalar, que localizado en un jardín privado fuera de su asentamiento original, hoy está expuesto en el Museo Etnográfico Jorge Oteiza en Elizondo.
Los romanos a su paso por estos valles dejaron restos como el puente de Ohárriz, la mejor muestra de la presencia romana por estas tierras; la calzada de Belate, que unía Iruña (Pamplona) con Baiona, convertida mas tarde en uno de los pasos pirenaicos del Camino de Santiago; el puente de la Reparacea en Oieregi, románico pero de posible construcción romana en su origen o las minas de Aritzakun donde se cree que los romanos hallaron un pequeño yacimiento de oro. De esta época nos han dejado referencias escritas: los griegos Estrabón (primeros escritos que mencionan a los vascos y la calzada que unía Tarraco (Tarragona) con Oiasso (Irún) por Pompaelo (Pamplona) y el valle de Baztán y Ptolomeo que menciona la ciudad de Iturisa (¿Ituren o Iterrizokoa/Belate? – Santesteban), también el romano Plinio el Viejo señala en su “Naturalis historia” el puerto de Belate.
Al parecer estos valles escondidos del pirineo no fueron hollados por la invasión musulmana de Táriq en el siglo VI, así consta en el prologo del Fuero de Navarra, siguiendo sus habitantes al margen de la posterior razia islámica que se desarrolló en el resto de toda la península Ibérica.
Posiblemente pobladores baztaneses fueran los que junto con otros vascones, derrotasen en Roncesvalles al ejercito de Carlomagno en el año 778, batalla o escaramuza en la que murió Roldan, sobrino del emperador cristiano, dando lugar a la creación de la leyenda y al poema épico francés “La Chanson de Roland”.
Años más tarde en pleno siglo XI, corriendo el año 1025, Sancho Garcés III monarca del reino de Pamplona, estableció el “Señorío de Baztán” como distinción a Semén de Ochoániz, señor de Irurita, Maya y Jaureguizar. Y en 1132, según consta en un documento emitido en Sangüesa el rey Alfonso I es titulado rey de Baztán.
En 1397, Carlos III el Noble, rey de Navarra, declaró que los súbditos del valle "sean mantenidos en lur condiciones de fidalguía e infançonía". Por esta concesión de hidalguía, todos los pobladores pueden usar el escudo ajedrezado en sus fachadas.
En la cabecera de estos valles encontramos también una referencia de la agonía histórica del Reino de Navarra. En Amaiur (Maya) quedan los restos de su castillo, donde se libro en 1522 la ultima resistencia de los navarros ante la anexión de Navarra por parte de la castellana y católica reina Isabel. Fueron las ordenes del Cardenal Cisneros “ilustre” consejero de la reina, quien mando demoler este baluarte así como muchos más de la geografía navarra. Un obelisco recuerda estos hechos en la cima de la colina donde se asentaba esta defensa, desde la que contemplamos unas bellas vista del valle y de la aldea asentada a sus pies.
Durante en periodo comprendido entre los siglos XVII y XVIII, Baztán fue un gran proveedor de personajes ilustres a la corte de Madrid: militares, ministros, eclesiásticos de renombre, comerciantes, tratantes y hombres de negocio, se asentaron en la Villa y Corte. Uno de estos prebostes, Juan de Goyeneche, creo a las afuera de Madrid en 1709 un pequeño núcleo industrial al que denomino Nuevo Baztán. Hoy es uno de los municipios que conforman esta Comunidad, contando con más de 6.500 habitantes, algunos de ellos queridos para mí. Este baztanés de Arizcun en 1697 compra a perpetuidad la “Gaceta de Madrid” que con el paso de los años, en 1762 pasaría a convertirse en el “Boletín Oficial del Estado”, ese, que en próximas fechas pasará a ser protagonista de recortes sociales y avanzadilla notificada de la perdida del estado de bienestar………………..por loor de las urnas.
Pero no todo fue paz y progreso, Baztán fue escenario de numerosas acciones bélicas durante la Guerra de la Convención, la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas. Durante la primera de estas últimas, el infante Don Carlos, aspirante a la corona, entro a España por estas tierras, así como también por ellas salio camino de Francia escaldado tras sus derrotas, utilizando para su escape la frontera de Dantxarinea. En el trascurso de esta contienda, en 1835 fue incendiada por orden del General Espoz y Mina la población de Lekaroz, al haber sido esta población fiel a aspirante Don Carlos. Peña Plata en las lindes de Urdax y Baztán, fue el escenario final de la segunda de estas guerras sucesorias, el General Martínez Campos derroto a las tropas carlistas en las proximidades de estas cumbres en febrero de 1876.
Ya en el siglo XX, con la dictadura y el férreo aislamiento internacional, estas tierras fronterizas y sus gentes se convirtieron en habituales del contrabando, siendo esta actividad una de las frecuentes de sus pobladores, ideando las formas de eludir los controles, para de esta manera conseguir unos recursos añadidos a sus ingresos en aquella España tan áspera y gris de la posguerra.
Partimos hacia Elizondo, capital del valle y centro neurálgico de la comarca. A uno y otro lado de sus riberas, su caserío partido en dos por el rió Baztán, extiende en sus orillas las calles de Jaime Urrutia y Braulio Iriarte. Son un pasaje a su historia; colmadas de vetustos casones y palacios, que conviven con establecimientos “fashion” irradiados de neón. Recorrer estas kaleras y atravesar sus puentes nos conduce a viajar por el siglo XVII, el que dio a esta comarca tanto esplendor.
Partimos hacia el norte, cruzamos Elbete, ascendiendo el valle nos detenemos en Arizcun recorriendo sus rincones repletos también de nobles historias, aquí encontramos la fachada barroca del convento de Nuestra Señora de los Ángeles presidiendo una plazuela.
Seguimos tomando a diestra el valle que nos llevará hasta el Puerto de Izpegui, donde unas ventas fronterizas nos dan la bienvenida y nos ofrecen vistas estupendas de los vecinos valles franceses que se encaminan hacia San Juan de Pie de Puerto (Saint Jean Pied de Port) capital de la Baja Navarra gala. En el descenso recorremos las callejuelas Erratzu, igualmente repletas de caserones y palacios, desviando nuestro recorrido hacia su barrio de Gorostapalo, para desde allí iniciar el paseo a la cascada de Xorroxin (chorro pozo en vasco), bucólico sendero que en no muy largo trayecto por la orilla del arroyo, nos dirige hasta el paraje donde las aguas se precipitan en una transparente poza. Nos acompañan en nuestro solitario recorrido esos tonos que hasta aquí hemos venido a buscar, la placidez es la constante y el sonido del caminar de las aguas es nuestra compañía.
Partimos hacia el norte, cruzamos Elbete, ascendiendo el valle nos detenemos en Arizcun recorriendo sus rincones repletos también de nobles historias, aquí encontramos la fachada barroca del convento de Nuestra Señora de los Ángeles presidiendo una plazuela.
Seguimos tomando a diestra el valle que nos llevará hasta el Puerto de Izpegui, donde unas ventas fronterizas nos dan la bienvenida y nos ofrecen vistas estupendas de los vecinos valles franceses que se encaminan hacia San Juan de Pie de Puerto (Saint Jean Pied de Port) capital de la Baja Navarra gala. En el descenso recorremos las callejuelas Erratzu, igualmente repletas de caserones y palacios, desviando nuestro recorrido hacia su barrio de Gorostapalo, para desde allí iniciar el paseo a la cascada de Xorroxin (chorro pozo en vasco), bucólico sendero que en no muy largo trayecto por la orilla del arroyo, nos dirige hasta el paraje donde las aguas se precipitan en una transparente poza. Nos acompañan en nuestro solitario recorrido esos tonos que hasta aquí hemos venido a buscar, la placidez es la constante y el sonido del caminar de las aguas es nuestra compañía.
Seguimos visitando aldeas próximas, ahora le toca el turno a Bozate, hasta aquí nos ha traído sus historias relacionadas con los “agotes” y el barrio donde estos se asentaron.
Los Agotes forman parte de los “pueblos malditos”, que junto con maragatos, vaqueiros de alzada, pasiegos y chuetas, habitaron y aun habitan nuestra piel de toro. Este adjetivo de “pueblos malditos”, no es atribuible a García Atienza del que yo he hecho uso; en documentos del Vaticano se les menciona con estos adjetivos a esos grupos de personas diferenciados del resto de los demás humanos. Se cree que estos habitantes marginados llegaron en tiempos pretéritos, pudiendo ser “godos” que huyendo de la invasión musulmana se refugiaron en estos recónditos valles vascones. La certeza sobre su origen se ha perdido en el tiempo, pero si que está documentada su marginación y sus diferenciados rasgos físicos del resto de los habitantes de estas tierras. Pío Baroja detalla a los agotes del área navarra de Baztán en su libro Las horas solitarias de la siguiente manera: ………. "grandes ojos azules o verdes claros, algo oblicuos, cráneo branquicéfalo, tez blanca, pálida y pelo castaño o rubio; no se parece en nada al vasco clásico"………. Poblaciones de características similares se ubicaban en el norte de Cáceres, en las comarcas de Las Hurdes y Las Batuecas.
Su nombre, “agotes o cagotes” proviene de su situación de acotados, de coto, porción de terreno cerrado y también recinto para albergar pobres, enfermos. Su separación del resto de la población, era debida a padecer en parte la lepra y el bocio, por este motivo fueron sentenciados por las leyes a permanecer aislados o acotados. Tenían que hacer sonar una campanilla en su recorrido para avisar de su presencia, no pasando en las iglesias por la pila de agua bendita, teniendo una propia para ellos. Estos lugareños “diferentes”, a partir del siglo XVI comenzaron a destacar en oficios y a ser considerados como personas muy laboriosas, hábiles en tareas mecánicas, cantería, construcción o música, además ser una mano de obra barata. Un destacado agote llegó a ser administrador de Bonaparte.
Su nombre, “agotes o cagotes” proviene de su situación de acotados, de coto, porción de terreno cerrado y también recinto para albergar pobres, enfermos. Su separación del resto de la población, era debida a padecer en parte la lepra y el bocio, por este motivo fueron sentenciados por las leyes a permanecer aislados o acotados. Tenían que hacer sonar una campanilla en su recorrido para avisar de su presencia, no pasando en las iglesias por la pila de agua bendita, teniendo una propia para ellos. Estos lugareños “diferentes”, a partir del siglo XVI comenzaron a destacar en oficios y a ser considerados como personas muy laboriosas, hábiles en tareas mecánicas, cantería, construcción o música, además ser una mano de obra barata. Un destacado agote llegó a ser administrador de Bonaparte.
Partimos de esta aldea-gueto, pero muy próximo a ella, en el barrio de Ordoki, aunque algo separado de él, buscamos el Palacio de los Ursúa, cuna de Pedro de Ursúa, comandante de una expedición por el Amazonas en la búsqueda de “El Dorado” y asesinado durante la exploración por Lope de Aguirre (de este personaje ya he referenciado algo en otro articulo de este blog). Esta construcción cuna de uno de más rancios linajes de la nobleza Navarra, es escenario de mitos y leyendas. Cuenta una de estas, que un hijo de la casa Ursúa (familia próxima al Rey de Navarra) se enamoró de Juana, una joven y rica heredera. Se casó y el mismo día de su boda se enteró de que su esposa estaba embarazada de otro hombre. A la noche, antes de acostarse el señor de Ursúa dijo a su esposa de ir a orar a la ermita de Santa Ana, situada enfrente de la casa torre de Ursúa y propiedad de esta. Cuando la desposada estaba de rodillas rezando, su marido sacó una espada y la mató allí mismo. Antes de matarla el señor de Ursúa había ordenado a un criado de la casa que pusiera las herraduras al revés a un caballo y lo tuviera preparado. Después de matar a su mujer, este subió al caballo y se dirigió huyendo hacia la vecina Francia.
Después de recrear nuestras mentes con estas historias, nos encaminamos hacia el otro lado del valle; cruzando la carretera principal nos encaminamos a Alpizkueta, en donde visitamos su clerical frontón (se puede acceder a él desde el interior de la iglesia) y nos acercamos al barrio de Apaioa para admirar en la Casa Iriartea el escudo blasonado, del que aun se conservan partes de la policromía que antaño tuvo. Volvemos sobre nuestros pasos y carretera arriba nos acercamos a Amaiur. Entrando por su arco que nos da la bienvenida, recorremos su nobiliaria calle de casonas blasonadas con el inconfundible escudo ajedrezado y ascendemos hasta la cúspide de su derruido castillo. Desde este promontorio se divisa todo el valle y sus caseríos, una vista que nos recuerda los hechos ya relatados que en este lugar ocurrieron hace casi 500 años.
De aquí nos acercamos al puerto de Otsondo, desde el parte una carretera asfaltada que nos puede acercar hasta el monte Gorramendi, donde encontramos otra de las curiosidades de este valle. Aquí estuvo instalada una Base Americana, que para controlar el espacio aéreo los americanos del norte construyeron durante la guerra fría, en plena época del dictador Franco. Estupor y asombro creó en aquel entonces entre los habitantes de la zona, y no por las instalaciones, las causas del pasmo fueron los jeeps, nunca vistos en estas latitudes hasta el momento y sobre todo las gentes de color (negro) que tampoco eran asiduos en la zona……………y muy, pero que muy diferenciados de los rasgos físicos de los agotes.
En Otsondo atravesamos el pirineo y nos dirigimos hacia Urdax y Zugarramurdi, pueblos vecinos de Francia. Verdes valles de colinas redondeadas son su paisaje dominante, pero nos trae hasta aquí historias de brujas y aquelarres. Estas dos poblaciones junto con la aledaña de Sara en tierras galas, son afamadas por sus cuevas y cavidades: en ellas, sobre todo en Zugarramurdi, dícese, se realizaron ritos a favor de satán, aquelarres, y conjuros invocando al macho cabrio. Estos hechos, posiblemente reliquias ancestrales de ritos paganos que por estos apartados valles se perpetuaron a través de la historia de los tiempos, llegaron a conocimiento del Santo Oficio, también conocido como Santa Inquisición, interviniendo este tribunal en 1610, abriendo un proceso contra estas ceremonias, denominado “Auto de Fe de Logroño”. Este juicio es donde por primera quedan documentadas las distintas tendencias que sobre la existencia de la brujería había en el seno de la Iglesia y el mayor descrédito para esta santa institución represora. Julio Caro Baroja, antropólogo, fallecido a orilla del Bidasoa, gran conocedor de las costumbres de estas tierras y de la cultura vasca en general, nos ha dejado el legado de haber estudiado el fenómeno brujeril y en concreto el proceso de Logroño, del que como consecuencia fueron interrogados 1384 menores y mas de 300 adultos, culminando el juicio con siete brujas quemadas en persona y cinco en efigie. Visitamos y paseamos la oquedad causante de estas tropelías, continuando nuestra ruta baztanesa retornando sobre nuestros pasos.
En el Puerto de Otsondo una desviación a la derecha que indica Orabidea, nos conduce por una carretera pastoril salpicada de aislados caseríos. En las cercanías del punto kilométrico 15, muy próximo a Irigoiengo Borda abandonamos el coche, y un camino marcado con pintura verde y blanca nos llevara en descenso hasta la Regata del Infierno (Infernuko erreka) y por su margen diestra hasta el Molino del Infierno (Infernuko errota), pasando por la pequeña piscifactoría de truchas de la Borda Etxebertzeko, esta borda- restaurante puede servirnos al regreso para saciar las necesidades de nuestro atormentado y vacío estomago, en verdad es un lugar recomendable para comer, los platos son caseros y la atención cordial………………..además esta alejado de cualquier sitio civilizado.
Desconozco de donde a estos lugares les viene el nombre de “infierno”, a mi más me pareció un verdadero “paraíso” de exultante de vegetación, un idílico lugar perdido en medio de las montañas. El sendero que nos conduce por la orilla del arroyo es una delicia para la vista a través los colores verdes de los musgos y los ocres-rojizos de la hojas de las hayas, así como un gozo para los oídos con el cantineo de las aguas saltonas del arroyo que nos acompaña. El espectáculo de luz y sonido llega hasta el molino, construcción austera, situada en pleno cauce, aprovechando un desnivel del terreno, encima de una pequeña cascada que sirve de elemento motriz y ubicado en un sitio angosto y estratégico del regato que permite su acceso por cualquiera de las dos orillas.
Retornamos hacia el valle y cruzamos Lekároz, población donde las casas nos hablan de la historia de su quema en tiempos de las guerras carlistas, cuando fue incendiada y arrasada por Espoz y Mina. En la Casa Gortaria, podemos ver la inscripción que nos lo cuenta “esta casa se llama Cortari, se quemó el año 1796” . De nuevo en el Baztán, Arraioz tiene tres interesantes palacios: el de Jauregizahar en el lateral de la carretera, el Palacio Jauregia de Vicuña (junto a la iglesia) y el Palacio de Zubiria (al lado del río), y el único frontón de hierba donde aun se practica laxoa, ancestral forma de jugar a la pelota vasca.
En Oieregi, las aguas del Baztán pierden su nombre para llamarse Bidasoa. Esta pequeña población difícil de pronunciar para los que somos mesetarios, tiene un exiguo caserío, está poco habitada, pero en ella encontramos el relajo del Hostal Bertiz, donde Kariñe, su patrona, nos da la bienvenida con su trato afable y dicharachero, una agrado de mujer. Este es el lugar que recomiendo para refugiarse al visitar estas tierras norteñas. En Oieregi encontramos el Palacio y puente de Reparacea, por el que podemos acceder al Señorío de Bertiz, hoy Parque Natural pero hasta mediados del siglo XX propiedad privada, lo que ha permitido mantenerla el margen de las explotaciones forestales que se han producido en su entorno. Hasta 1898 fue propiedad de la familia Bertiz, señorial apellido en estas tierras, uno de los cuales Juan José de Vértiz, llegó a ser virrey del Río de la Plata. La primera referencia documentada de este Señorío se remonta al año 1392. El lugar es un bosque autóctono de más de 2.000 Ha . predominando el hayedo sobre todas las demás especies. Se pueden recorrer sus senderos y visitar el jardín histórico situado a su entrada.
Desde este punto nuestra ruta deja Baztán y se introduce los valles que discurren próximos al Bidasoa. Las poblaciones que visitamos, aun con encanto no llegan al nivel de las que se hayan aguas arriba, con la excepción de Etxalar cuya traza urbana es digna de visitar y en donde podemos observar la mejor colección de estelas helicoidales de toda la zona, estas viejas lapidas funerarias están situadas en el jardín de la iglesia. Ascendiendo desde esta población por la carretera de Francia camino de Sara, antes de llegar al puerto de Lizarrieta, nos podemos acercar a ver las Palomeras, curiosa forma de caza por medio de redes que se viene utilizando en estos puertos desde el siglo XV.
Ascendemos y descendemos pequeños valles secundarios, admiramos las bellas vistas con las que nos regala Saldia. En Ituren, población famosa por sus carnavales, nos entretenemos en pasearla y sobre todo en agradar nuestro estomago visitando el Asador Altxunea, local más que recomendable para los que por allí paséis, atención y vitualla excelente, que más se puede pedir. En Subilla a la orilla del Bidasoa, encontramos la “vía verde”, un sendero habilitado para el ocio ciclo-senderil de lo que antaño fue el Tren Txikito (Elizondo – Irun), en sus orígenes (1888) convoy minero y después como ferrocarril de pasajeros que estuvo en uso hasta la noche vieja de 1956. Aun nos da tiempo a acercarnos a la Reserva Natural San Juan Xar, situada entre las localidades de Igantzi y Arantza, rica en tilos, fresnos, robles, avellanos y sobre todo carpes, donde encontramos en una cueva natural la ermita de San Juan Bautista. La creencia popular atribuye poderes curativos a las aguas “santas y milagrosas” que manan en este lugar y por ello los vecinos de las poblaciones cercanas dejan colgados pañuelos con los que se han remojado sus males; siendo estas curaciones más efectivas en la mítica, pagana y solsticia noche de San Juan.
Estos son los recuerdos y las sensaciones de una escapada por los lugares del Baztán, el municipio más grande de todos los que conforman Navarra. Donde el 80 % de la población habla euskera, un eusquera autóctono, nada que ver con el establecido en otras geografías vecinas. Una visita a sus ocres y plácidos paisajes de este templado otoño, a esa geografía norteña que nos agasaja con sus colores y su sobrio carácter. Unas imágenes más para guardar en nuestras retinas y de paso trasladároslas a los que veáis estas páginas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario