viernes, 4 de octubre de 2024

- Rio Sequillo…… el valle de los despoblados (parte II)

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Continuamos relatando los encuentros y desencuentros por tierras sorianas de la cuenca del Sequillo de la que ya di cuenta en una primera parte a finales de agosto pasado, prometí no tardar y aquí estoy de nuevo en ese río de escasas aguas. Quedó el relato en la arruinada y despoblada aldea de Escobosa de Calatañazor, desde la que continuamos descendiendo por la orilla del arroyo que da nombre al caserío (o viceversa), hasta juntase con el Sequillo poco antes de llegar a Boós, población que nos recibe amable y serena. Sorprende al entrar en ella una vivienda de curva esquina, asombrándonos también su mantenida y cuidada arquitectura de adobe, con cruzadas maderas en algunas de sus edificaciones.

 

Quedando así mismo asombrados por el frontón “apaisado” que descansa sobre el lienzo norte de la Iglesia de la Asunción. Templo que, datado en el siglo XVII, aún posee dos canecillos románicos en su cubierto pórtico, uno de ellos representando a una dama mostrando su atributo femenino, como haciendo arremedo de su homologo masculino en la población de Rioseco. El tabernáculo parroquial, da paso a un mirador ajardinado en el que encontramos una estela discoidal de época medieval, dejándonos cierta perplejidad y extrañeza la curiosa arcada facilitándonos el acceso al bar de la población, que anexo a la iglesia más bien parece su sacristía que un santuario a “Baco”. Pero lo más singular del complejo religioso es su torre campanario, sobre la que descansa un herrumbroso reloj de 1895 que se paró a las 12,30 de un día ni se sabe cuándo.
 

Serenidad transmite la población y simpatía sus pocos habitantes, invitándonos a ver los elementos singulares que su entramado urbano posee, como la interesante casa en adobe y madera remendada a través de un programa europeo de financiación, la curiosa perspectiva de un diseño arquitectónico en el lateral de otra edificación o la vistosa y colorida morada “Villa Pin y Pon”. También sus tradicionales y rurales y “portalillos”, y los sorprendentes encuentros con representaciones figuradas de animales: cigüeñas, ardillas, gatos, etc. esparcidos por los espacios menos sospechados, para terminar descubriendo, a la salida de la población, una construcción a modo de morada con el tejado de hierba.




A tiro piedra, poco más de un kilómetro, se encuentra el despoblado de Boíllos del que apenas quedan las ruinas de su iglesia dedicada a San Lorenzo, templo que el abandono transformó en ermita, la desidia en ruina y la codicia en saqueo, habiéndose llevado todo lo posible incluido dos capiteles románicos de su arco triunfal, ahora sujeto por unos soportes. Expoliados en septiembre de 2018 y felizmente recuperados por la “benemérita” unos meses después, actualmente se encuentran custodiados en Valdenebro a la espera de ver donde se ubican definitivamente.




Si continuamos desde Boós por la orilla del Sequillo, tras dejar una curiosa y vieja sabina horadada en su base hasta el punto de casi partirla en dos, nos introducimos en el Cañón de Boós o para algunos la Hoz del Hocino. Donde paredes verticales de caliza a un lado y a otro, sirven a los noveles escaladores sorianos para hacer sus primeros y arriesgados pasos de escalada. El lugar no puede ser mas mejor, el entorno saludable, sereno y accesible, no cansándose los intrépidos alpinistas mesetarios en marchas de aproximación.




A la salida del barranco nos encontramos a mano “zurda” un rústico puente de madera que salva un vado del riacho, es el camino que debemos tomar para llegar hasta la ermita de Olmacedo a la que llegamos tras recorrer 1,8 km. Esta ermita del siglo XIII es nuevamente la iglesia de un despoblado que tenía el mismo nombre que el templo (y la virgen), sin saber con ciencia cierta cuando se puedo despoblar. La ermita es un claro ejemplo de ese austero románico rural tan común en estas tierras, sobrio en sus formas (una sola nave), de arquitectura simple sin apenas ostentaciones, apenas unos originales canecillos labrados circundan su techo y un sutil pórtico son prácticamente toda su decoración. El lugar de su ubicación no puede ser más sugerente, en medio del monte, con la más absoluta soledad como compañera, y aupada sobre una loma con unas espléndidas perspectivas sobre el entorno. Lugar que también gustaría a los romanos, pudiendo existir una villa romana en sus proximidades “El Quintanar”. Ya, para los muy animosos, acercarse hasta las Cruces del Carrascal que situadas a 1.300 mts. de distancia son la máxima altitud de la zona (1052 m.) y vértice geodésico, con unas extraordinarias y completas panorámicas de prácticamente media provincia de Soria.




Nos queda acercarnos a Valdenebro, no sin antes percatarnos de la existencia en la orilla de la ruta de una singular y extraña cruz, muy similar a la de Caravaca, pero nada usual en estas latitudes. Interrogadas personas de la población por su peculiar forma, solo nos comentaron que se la conocía como Crucero de doble brazo o Cruz de los Cuatro Brazos, aunque como curiosidad decir que la pudimos distinguir tallada en las piedras de las jambas del pórtico de la ermita de Olmacedo (algo tendrá que ver su simbología con la zona), lugar que también usaban los lugareños para el afilado de las navajas y cuchillos. Al callejear por la población, admiramos sus bien restauradas viviendas de arquitectura tradicional y la cuidada limpieza del su caserío, custodiado desde lo más alto por la iglesia dedicada a San Miguel de comienzos del románico en Soria. En sus proximidades (El Majano, al noreste) parece que hubo otra villa romana “Nertóbriga, Nortóbrega o Lutia” aprovechando la cercanía de Uxama y la Calzada entre Astúrica Augusta /Astorga) y Caesar Augusta (Zaragoza), yendo ya unas cuantas estancias romanas por estas tierras.

 

Continuando el cauce del Sequillo llegamos a Lodares de Osma, pequeña población cuyos mayores atractivos urbanos son: la carretera autonómica CL-116 que cruza peligrosamente por el pueblo, y la Iglesia de San Nicolás de Bari (Papa Noel / Santa Claus), templo que ha visto este verano como las abejas habutaban los paneles situados en su tejado, acudiendo a sus novenas, efecto que también se repetía en la no muy lejana aldea de Valdenarros.

 

Lodares es punto indicativo de la Ruta del Cid, ya que la leyenda cuenta como en ella se elaboró la afamada espada del “Campeador” citada como “Colada”, siendo forjada en una fragua de la localidad y templado su acero en las aguas del río Sequillo. Entre sus montes, algo escondida de las miradas fisgonas, se halla una de esas sugerentes atalayas musulmanas que riegan los cerros de todo el sur y este soriano, la de La Pedriza, que junto a la de El Enebral (La Olmeda) y Torrevides hacían llegar las señales al inmediato Castillo de Gormaz, espléndido baluarte califal. Completando sus lugares montanos reseñar el Alto de la Cruz y el Enebro del Guarda, próximos a por donde transcurre el Sendero Ibérico Soriano GR-86.

 


De esta localidad solo me quedaría mencionar la finca “Peñas Altas”, situada en plena hoz del río Sequillo aguas abajo de Lodares, justo resguardada al abrigo de unas peñas en un paraje enormemente sugerente. Pero su curiosa y singular historia, digna de ser novelada, me demoraría unos cuantos párrafos, así que los dejo para ser relatados en otra ocasión, de todas maneras deciros que es un lugar interesarte de ser visitado, si se logra o consigue poder entrar. Por aquí discurre en paralelo al Sequillo el río Abión, apenas les separan 800 mts. pero en medio se encuentran las lomas de Peñas Altas y el Cerro de Lomero, lugares por donde transita cimera la Cañada Real Soriana Occidental, existiendo una nueva atalaya musulmana en las proximidades del Lomero.

 

Ya nos queda poco para terminar nuestra andadura, pues el Sequillo se incorpora al río Ucero en el mismo casco urbano de la población de La Olmeda. Serena población de buenas gentes que se ordena en apenas cuatro calles alrededor de sus dos plazas, la soleada de la Fuente (fuente de la Zorra) con el extraordinaria pilón erigido en 1936, y la sombreada Plaza Mayor con sus dos suculentos olmos y donde se ubica la sede municipal, que anteriormente y en otra edificación más añeja fuera la sede de la Junta de las Tres Casas. Antiquísima institución que regía un fuero especial concedido a San Esteban, Osma y Gormaz, -parecer ser desde tiempos de Fernán Gonzáles en el siglo X-, por haberse distinguido las gentes de estas tres poblaciones en las correrías contra los sarracenos.

 

Privilegios que tenían estos vecinos y autoridades para “pacer (explotar los pastos), yacer (circular y residir libremente) y regular la vida de estos territorios de forma mancomunada, principalmente estableciendo las pautas para la corta de madera, así como determinar la superficie que podía ser destinada al cereal o a la viña”. Siendo sus prerrogativas ratificadas por los sucesivos reyes castellanos, durando su estructura hasta el siglo XIX, cuando estas entidades fueron abolidas en 1837, pasado su funciones en este caso a la Diputación Provincial durante 1841. Sería una larga historia que contar la de las vicisitudes de esta entidad y su resolución en nuestros días.




En la actualidad el edificio mas relevante de La Olmeda es su Iglesia, la cual nos encontramos a la entrada a la población dándonos las bienvenida. Una construcción nada presuntuosa que trasmite frescura a través de sus líneas dedicada Santa María Magdalena, la predilecta de Cristo y máxima representación de arrepentida pecadora que logra la salvación. Su culto tiene un claro origen medieval ligado al Camino de Santiago y a la Orden del Temple, sin que tengamos constancia de que por aquí estuvieran los Templarios, ni pasara la Jacobea Ruta.

 

En el entorno destaca otra de las atalayas que servían como postes de comunicación en la línea del Duero, la de El Enebral o La Olmeda. Esta forma parte de las que han tenido la suerte de estar restauradas por las autoridades autonómicas, contando con unas buenas escaleras de acceso, así como una inmejorables vistas del castillo de Gormaz hacia el sureste y de las atalayas próximas de La Pedriza (algo escondida en el pinar), Cerro Lomero (Burgo de Osma) y Navapalos. 




Muy cercana a ella, si buscamos bien, podemos encontrar un buen ejemplo de bodega subterránea donde se guardaba la producción de vino en otros tiempos, no debemos olvidad que nos encontramos en plena Ribera del Duero SorianaPudiendo acercarnos también en su entorno al viejo y abandonado puente de hierro del ferrocarril Valladolid / Ariza, espacio que seguro nos generará una sensación entre melancolía y vintage.

 

También desde El Enebral divisaríamos la atalaya de Torrevides, pero esta ya hace tiempo que es un simple montículo (entre los pinos) sobre el altozano situado por encima de la que fuera la población de Torrevides y que en la actualidad son las ruinas de un nuevo despoblado al levante del Morro de Santo Domingo, así mismo cercano a Quintanas de Gormaz, donde también se situaba un nuevo abandono, este conocido como Fuenterrey del que ni siquiera quedan restos, solo el lugar donde se situaba la aldea, cercana a la Fuente del Cubo.

 

En el anterior artículo que dediqué al Río Sequillo, ya comentaba como llevaba relacionados en esos párrafos hasta 8 aldeas abandonadas. En estos nuevos he añadido otras siete más que completan las trece que he sabido recopilar en mis indagaciones……. sin querer hacer una comentario más, solo dejar los datos para la reflexión, ni se los con certeza los motivos del éxodo (posiblemente el hambre), ni se, ni estoy capacitado para dar soluciones a la forma en cómo parar esta sangría poblacional que sigue y sigue dejando estos pueblos vacíos……… no soy capaz.




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