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El espacio tiempo suele ser el gran enemigo para la
memoria de los que humanos nos sentimos, pero también puede recuperarse como un
gran aliado. Hace más de 30 años que mis botas pisaron por primera vez estas
serranas tierras y alrededor de 25 de mi última visita, pero mis recuerdos siguen
frescos de aquel entonces. No muchas cosas han cambiado, si que la forma de
vivir de sus gentes; ahora los pequeños núcleos de población del interior de
estos altozanos, antaño humildes y aislados, hoy son reclamo de un creciente turismo
rural hambriento de deportes de acción y naturaleza. Pero en poco más he notado
ese cambio en el tiempo. Reconocer que el asfalto ha sido sustancialmente
mejorado, pero el resto de las rutas siguen manteniendo esa magia de
descubrimiento, sus gentes siguen siendo amables, aunque algunas de ellas en la
actualidad sean foráneas, pero nos reciben con la misma sonrisa que tenían sus
padres o abuelos.
Este macizo calcáreo que ocupa el noreste de Jaén, avecinado
con Albacete y Granada, ocupa una extensión cercana a las 215.000 ha. Siendo el
mayor espacio protegido de España y el segundo del continente Europeo. No es
una sierra tal y como se nos imagina a los mesetarios, por ello mi denominación
de “macizo”, pues comprende varios y díscolos cordales, dibujando un laberinto
de valles, calares y altiplanos, trazando un relieve enormemente abrupto surcado
de profundas barrancadas, en las que sus ríos toman distintos caminos. Unos
hacia el Este como el Segura, camino de las huertas murcianas del mediterráneo
y otros como el Guadalquivir que se dirigen hacia el Suroeste en busca del
mítico tartessos atlántico.
Pero sigamos recorriendo parte de la historia de estas tierras. En 1809 los vecinos de los pueblos de los alrededores serranos, huyendo esta vez no del Cardenal Cisneros y su “Santa Inquisición”, si no de las huestes de los ejércitos franceses de Napoleón que habían invadido esta maltratada piel de toro, sembrando la desolación y la muerte por toda la geografía española. Utilizan nuevamente las navas, los valles y los lugares mas recónditos de estas serranías para refugiarse de las travesuras gabachas, como la destrucción y quema de la iglesia de Santa María en Cazorla, el saqueo de la vecina población de La Iruela, con la destrucción y quema de su Basílica de Santo Domingo de Silos, pasando a cuchillo o cruelmente fusilados a cuantos lugareños sorprendían con las armas en la mano o la ocupación en 1810 de Segura de la Sierra, arrasando su castillo y dando muerte a muchos de sus vecinos.
El fracaso de Napoleón al intentar traernos la modernidad a este país de “aquesas formas”, nos introdujo en el revuelto y dispar siglo XIX, con sus crisis permanentes, creadoras de una oligarquía rural que abusó del caciquismo para imponer a sus gobernantes, donde los ricos se hacían más ricos y los pobres más y más pobres. Esta situación provocó el crecimiento del bandolerismo en el sur peninsular, más concretamente en Andalucía, y estas sierras no estuvieron fuera de ese fenómeno. La figura del bandolero como malhechor y salteador de caminos, que resguardado en la sierra bajaba de ella para atracar a los sorprendidos viajeros, como un pintoresco componente de atrasadas sociedades rurales, de complejas comunicaciones y con poca presencia policial, tal y como nos han dejado las películas y series televisivas, nada tiene que ver con la visión que de ellos se tenia desde el interior de las sierras, donde la concepción mayoritaria justificaba, y aún hoy en día justifica, muchos de los actos que abocaron al bandolerismo (resistirse violentamente a pagar impuestos abusivos, robar a quien robaba, castigar al delator, agredir al capataz despótico o aplicar la propia e inapelable justicia).
Algunos narradores no dudan en afirmar que Francisco Ríos González, “El Pernales”, merodeó en mas de una ocasión por las sierras de Cazorla y Segura. Pudo ser de paso hacia Valencia, ya que esta demostrado que estuvo en esta ciudad intentando embarcar a América al menos en dos ocasiones, antes de ese fatídico 31 de agosto de 1907, en que una partida de la Guardia Civil dio muerte al famoso bandolero en la vecina Sierra de Alcaraz, en el paraje del Arroyo del Tejo de Villaverde de Guadalimar, cerca de la población de Salobre, donde nació José Bono, nuestro ínclito y simpar anterior Presidente de Las Cortes.
¿Volveremos en el siglo XXI (daros cuenta que las siglas romanas son las mismas, pero con otro orden) al XIX…………….?. La crisis esta que no es nuestra, los nuevos modos de explotación laboral, el acopio de riqueza de unos, las decisiones de los gobernantes, las presiones de los mercados, la corrupción, el robo de los banqueros, las mentiras de los políticos……….. ¿Volverá a renacer en estos tiempos que corren el bandolerismo romántico y trasgresor?...........o será suficiente el 15-M para remover las conciencias.
Durante los primeros años de la postguerra fueron numerosos los grupos de maquis que circularon por la provincia. Tales fueron, los capitaneadas por los hermanos "Jubiles", o las de "Vidrio" y "Torrente de Andalucía" situadas en los aledaños de Sierra Morena. Las partidas de " Cencerro " y " Salsipuedes " operaron en las sierras del sur de la provincia, mientras que las de los hermanos "Chaparros", "Pajuelas" y el "Sargento Chamorro" lo hicieron en Sierra Mágina.
De nuevo una huida a estas sierras, esta vez por penuria. Familias enteras, hombres mujeres e hijos, llegaban a estos territorios tan alejados de sus orígenes, llevando tan solo consigo consigo sus aperos de labranza, sus ganados y sus bestias de carga, aunque muchos eran tan pobres que no tenían otras posesiones que la ilusión de poseer un trozo de tierra. Casi todos iban con sus hornillos colgados para cocinar la escasa comida que llevaban o la que pudieran conseguir por el camino, por lo que los individuos que los veían pasar cuando se dirigían hacia estas sierras empezaron a llamarles “Los Hornilleros”. Estas gentes simplemente amojonaban un territorio, lo saneaban de pinos para ponerlo en cultivo y construían su choza. Sin necesidad de escrituras ni papeles, se convertían en sus amos, no hacía falta redactar censos para tener tierras. Como el dicho………. “tenían menos papeles que la burra de un gitano”,……….. pero no los precisaban para vivir allí; simplemente la tierra pertenecía a quien vivía en ella y la trabajaba.
Desde mis primeras visitas a estas intrincadas sierras obra en mis manos la novela que Juan Luis González-Ripoll editó en 1976, “Los Hornilleros”. En ella nos narra las vicisitudes de estos colonos en estas sierras. Sus vidas, miserias, sus inquietudes, su coraje y sus esperanzas son contadas a través de la familia Montiel, protagonistas en un tiempo ya lejano, en que la sierra atufaba a lobo y aun quedaban osos por las altas cumbres.
Curioso, aunque también tétrico y macabro, es el término de “recolectores de cadáveres” que se acuño por estos lugares desde la colonización del interior de las sierras en el siglo XVIII por “Los Hornilleros”, hasta comienzos del siglo XX. Las navas, valles, arroyos, praderas y regatos estaban salpicados de una colectividad humana que aunque diseminada en cortijadas tenia cierta importancia, amen de las personas que se trasladaban desde las poblaciones de las cercanías, para desarrollar las variadas tareas que las explotaciones rulares requerían en su interior, desde pastores a agricultores, pasando por buscadores de fortuna, mineros, guías, leñadores, clérigos, pescadores, cazadores, delincuentes, guardas, peones camineros, viajeros ocasionales… una disparidad de sujetos se movían por un territorio carente de las comunicaciones de hoy, adentrándose en lo más recóndito sin coincidir dos personas en semanas, con jornadas de trabajo duras y sin el menor remedio próximo ante la enfermedad, produciendo en multitud de ocasiones la muerte del desventurado que tenia la mala fortuna de caer herido, enfermar o ser asesinado en estos territorios inhóspitos, lejos de su lugar de origen.
Esto ocasionó que algunos individuos de las aldeas circundantes se dedicaran a la búsqueda de los desaparecidos que no habían vuelto a sus hogares en el tiempo razonable. A estos personajes de peculiares características y un oficio nada envidiable se les denominaba "buscadores de muertos" o "recolectores de cadáveres”, hombres sencillos, respetuosos, fuertes, normalmente solitarios. Su labor fácil a la vez que tétrica y desagradable, era ir con una o varias bestias por los parajes donde se creía podía encontrarse el difunto, localizarlo, cargarlo y transportarlo hasta el cementerio del pueblo, toda vez que había que darles sepultura en tierra sagrada, normalmente el La Iruela o Cazorla, evitando que sus almas tuvieran problemas con la divinidad.
Su partida de búsqueda solía ser al atardecer ocultándose de la vista de los ciudadanos. Los supersticiosos lugareños tenían reparos en cruzarse con ellos, por lo cual utilizaban trochas y veredas poco usadas y apartadas de la vista, sendas que tomaron la denominación de “caminos de los muertos”. Durante el retorno se repetía el mismo ritual se procuraba coincidir con horas en los que la luz era escasa, normalmente de noche, intentado que no hubiese contacto visual con la población, hasta dejarlos en el cementerio. Uno de esos lugares de enterramiento era el antiguo camposanto de la Iruela, Un lugar tenebroso ya de por sí que sin duda favoreció más si cabe a fomentar la leyenda negra sobre estos traslados de cuerpos. El tramo final que conduce hacia el interior de un recinto amurallado, es un camino estrecho, empedrado, y con una claustrofóbica entrada que hace varios giros leves pero lacónicos.
Para visitar sus mágicos enclaves lo mejor es recorrer a pie sus antiguas trochas y los caminos de herradura, que durante siglos usaron como vía de transito la escasa y dispersa población local, que desde tiempos añejos moraron esta extraordinaria tierra. Muchos de estos viejos senderos hoy han quedado en desuso, aunque otros se están recuperando. No me quiero extender sobre los sorprendentes lugares y asombrosas veredas que por estas sierras podemos encontrar. Hoy afortunadamente existe este medio por el que me estas leyendo y con la infinidad de publicaciones existente que encontramos en cualquier librería especializada, podemos documentarnos sobre enclaves y recorridos por estas serranías. Es por ello que no os voy a cansar más, solo relacionaros algunos lugares de especial interés, reconociendo que no soy un gran conocedor de la zona y sabedor de mis carencias sobre otros lugares de igual o superior belleza escondidos entre estos barrancos serranos:
Visitar el Valle y Nacimiento del Guadalquivir, ir a contemplar los Tejos milenarios del Barranco de la Cañada de las Fuentes, pasar a admirar el Nacedero del Segura, recorrer el Barranco del Guadalentín, caminar por la Nava del Espino hasta llegar a los miradores del Poyo de la Mesa, recrearnos en la Nava de San Pedro para acceder a los Arroyos de Valdecuevas y Valdetrillo, ascender a la Nava de Paulo (donde antiguamente habia un refugio en el que dormi en mis años mozos y del que ahora solo quedan sus ruinas) para conocer los Campos de Hernán Perea y ascender al Pico Empanadas, transitar la Cerrada del Utrero admirando la Cascada de Linarejos y sobre todo realizar el recorrido por el Rio Borosa hasta la Laguna de Valdeazores.
Espero que estas letras mías os hayan intrigado hasta el punto de acercaros a visitar estas tierras.
8 comentarios:
Entretenida lectura e interesantes datos sobre los pobladores de ese agradable lugar. Un buen sitio para volver. Besos.
Impresionante!!! Besos
Es bonito ver de dónde venimos los hijos de los antiguos serranos. Por que no ? Yo como tal puedo ser un descendiente de aquellos humildes hornilleros. Emocionante !!! Gracias Pablo
Hola, Pablo.
¿Tienes constancia de donde se tomó la foto de los arrieros en la calle empedrada? La he visto con varias adjudicaciones (Cazorla, La Iruela, el Albaicín...) y me gustaría salir de dudas.
Muchas gracias
Antonio Jiménez Lara
Hola Antonio. No te puedo aclarar nada sobre la foto en cuestión, la coloque en esta entrada hace ya mas de 3 años y buscando por si la tenia archivada en algún lugar no he dado con ella, pero si te puedo asegurar que es de algún pueblo de esas sierras, pues aun me acuerdo de ese detalle, aunque no especificaba concretamente de cual.
Hola. Estoy buscando información sobre un campo de trabajo de internamiento que al parecer existió después de la Guerra Civil en Santiago de la Espada. ¿Sabe algo al respecto? Gracias.
Hola Francisco, buenas tardes.
Me preguntas sobre mi articulo de Cazorla y Segura, por un campo de trabajo en Santiago de la Espada, pues............. es la primera noticia que tengo de ello, siento no poder ayudarte.
Un saludo.
Disfruto estos días de vacaciones y me he leído tu entrada. La verdad, he disfrutado mucho y me ayuda a entender todo lo que viendo.
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