El Sahara ha sido siempre la frontera natural que ha aislado a Marruecos del resto del continente africano, más concretamente de lo que conocemos como el África Negra. Hoy en día lo sigue siendo, el auge de los movimientos radicales islámicos y los últimos acontecimientos por ellos producidos en Senegal, Malí y Burkina Faso, han acentuado esa divisoria que desde estas latitudes vemos hoy como infranqueables. Las arenas de ese cercano desierto, a no mucho mas de las cuatro horas de viaje desde este pálido Madrid, han sido siempre el freno de la expansión cultural o humana, ya sea norte-sur o sur-norte. Solo necesidades económicas, militares o viajeras han motivado a lo largo de la historia traspasar ese imaginario muro de aridez y sequedad, solo intereses comerciales y guerreros han surcado su solitaria devastación creando los recorridos que hasta hoy nos han llegado como “rutas caravaneras”.
Por si no fuera suficiente límite este desierto, la gran cadena montañosa del Atlas ha sido también el obstáculo para ese intercambio de formas de vida y hasta de colores de piel. La altura de sus cumbres que superan los 3000 m. y el algunos casos los 4000, la sequedad de sus valles, sus altos pasos y el tribalismo de sus habitantes, han generado durante la historia que este territorio, desde el Antiatlas hasta los valles presaharianos, fuera un espacio casi al margen de lo que ocurría en el resto del país.
Habitado desde los tiempos conocidos por las tribus beréberes de los Zeneta, Masmuda y Sanhaya, ha vivido una historia repleta de tensiones belicosas con muy pocos periodos de estabilidad. Guerras entre tribus, invasiones desde el norte o por el sur y sobre todo la disputa por el control de las rutas caravaneras, han generado una forma de ser y de vivir diferenciadas de las del resto de Marruecos, hasta su islamización fue tardía comparada con el resto del Magreb.
A estos valles llegaron árabes con el afán de expandir su “guerra santa” o huyendo de las razias provocadas por el fraccionamiento ideológico de la doctrina de Mahoma. Con ellos llego el camello, evolucionando considerablemente el sistema de transporte que hasta entonces existía. También se asentaron hebreos huidos de la toma de Jerusalén por los nuevos seguidores de la Ley de Alá y por aquí pasaron los Almorávides que desde el otro lado del desierto tomaron estas tierras, para después internarse por la península ibérica en ayuda de sus hermanos musulmanes. Marrakech fue fundada por estos monjes-guerreros en 1070, convirtiéndose en el principal lugar de intermediación de las caravanas que cruzaban el Atlas, principalmente por el puerto de Teluet situado a 2500 m. de altitud. Siendo a mediados del siglo XII, sustituidos los Almorávides, al igual que en Marrakech por los Almohades, cuando en Europa estábamos en pleno desarrollo del arte románico. Distintas tribus, unas autóctonas, otras foráneas; se suceden después en el control de las tierras y de sus rutas.
En 1447 viaja hasta estas tierras el mercader genovés Antonio Malfante buscando su de oro, llegando hasta Siyilmasa en el Tafilalet, lugar de encuentro de las caravanas musulmanas. Malfante envió un escrito a sus mecenas de Génova, en el que manifestaba que no había encontrado el áureo elemento, ni el país de los negros; afirmando, no obstante, su convicción de seguir adelante seguro hallar la ruta correcta. Se desconoce cuál fue el resultado de la aventura de Malfante, pues desapareció en su empeño.
Por si no fuera suficiente límite este desierto, la gran cadena montañosa del Atlas ha sido también el obstáculo para ese intercambio de formas de vida y hasta de colores de piel. La altura de sus cumbres que superan los 3000 m. y el algunos casos los 4000, la sequedad de sus valles, sus altos pasos y el tribalismo de sus habitantes, han generado durante la historia que este territorio, desde el Antiatlas hasta los valles presaharianos, fuera un espacio casi al margen de lo que ocurría en el resto del país.
Habitado desde los tiempos conocidos por las tribus beréberes de los Zeneta, Masmuda y Sanhaya, ha vivido una historia repleta de tensiones belicosas con muy pocos periodos de estabilidad. Guerras entre tribus, invasiones desde el norte o por el sur y sobre todo la disputa por el control de las rutas caravaneras, han generado una forma de ser y de vivir diferenciadas de las del resto de Marruecos, hasta su islamización fue tardía comparada con el resto del Magreb.
A estos valles llegaron árabes con el afán de expandir su “guerra santa” o huyendo de las razias provocadas por el fraccionamiento ideológico de la doctrina de Mahoma. Con ellos llego el camello, evolucionando considerablemente el sistema de transporte que hasta entonces existía. También se asentaron hebreos huidos de la toma de Jerusalén por los nuevos seguidores de la Ley de Alá y por aquí pasaron los Almorávides que desde el otro lado del desierto tomaron estas tierras, para después internarse por la península ibérica en ayuda de sus hermanos musulmanes. Marrakech fue fundada por estos monjes-guerreros en 1070, convirtiéndose en el principal lugar de intermediación de las caravanas que cruzaban el Atlas, principalmente por el puerto de Teluet situado a 2500 m. de altitud. Siendo a mediados del siglo XII, sustituidos los Almorávides, al igual que en Marrakech por los Almohades, cuando en Europa estábamos en pleno desarrollo del arte románico. Distintas tribus, unas autóctonas, otras foráneas; se suceden después en el control de las tierras y de sus rutas.
En 1447 viaja hasta estas tierras el mercader genovés Antonio Malfante buscando su de oro, llegando hasta Siyilmasa en el Tafilalet, lugar de encuentro de las caravanas musulmanas. Malfante envió un escrito a sus mecenas de Génova, en el que manifestaba que no había encontrado el áureo elemento, ni el país de los negros; afirmando, no obstante, su convicción de seguir adelante seguro hallar la ruta correcta. Se desconoce cuál fue el resultado de la aventura de Malfante, pues desapareció en su empeño.
Expulsado de nuestra península por el igualmente integrismo religioso de los católicos reyes castellanos Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto, llega en 1511 hasta estos lugares un insigne viajero, el granadino Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi, mas conocido como León el Africano. Por él sabemos la existencia de dos poblaciones de importancia, una llamada Todra “en lo alto del monte Dades”, donde existían unas importantes minas de plata, la otra ciudad era Ziz que poco después paso a denominarse Siyilmasa (en las proximidades de la actual Rissani), de la que nos dice hay en ella unas 350 fortalezas. En su libro Descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran, refiriéndose al valle del Dráa nos comenta sobre la existencia de: "una infinidad de pueblos y fortalezas cerradas, construidas en arcilla y en piedra viva, con techos de palmera"; también nos describe construcciones en el Ziz, Todra, Geng, Ferkla; siendo uno de los primeros testimonios escritos sobre la existencia de Kasbahs y Ksur en esta zona. Del valle del Dades y sus habitantes no deja desperdicio, ni títere con cabeza, se explaya bien sobre sus arcaicas y rancias costumbres, denominando a sus pobladores como “traidores, ladrones, negligentes e inhábiles, capaces de matar a un hombre por una cebolla”.
Poco después llegan hasta aquí, también arrojados de su territorio y patria, algunos de los sefardíes expulsados de España.
El auge durante el siglo XVI del comercio marítimo por las costas occidentales de África, sobre todo de Portugueses, hace que disminuya de forma paulatina el tráfico por las rutas del desierto, sumiéndose toda la región del sur del Atlas en una progresiva e imparable decadencia.
Otro granadino de nombre ya mas común, Luis del Mármol Carvajal, recorre estas tierras entre los años 1549 y 1570, durante los cuales, según nos relata estuvo cautivo “siete años y ocho meses”. Participando a las ordenes del "xerife Mahamete" en el intento de llegar a la mítica "Tombutto ", a fin de tener el control de los salares de Teghaza. En esta expedición en que tomaron parte 18.000 caballos, Carvajal nos manifiesta que no pudieron llegar, y en la "Acequia el Hamara", murieron los caballos y tuvieron que retroceder por la falta de agua, no llegando a las manos con el rey negro que salió a su encuentro con 300.000 hombres.
Poco después llegan hasta aquí, también arrojados de su territorio y patria, algunos de los sefardíes expulsados de España.
El auge durante el siglo XVI del comercio marítimo por las costas occidentales de África, sobre todo de Portugueses, hace que disminuya de forma paulatina el tráfico por las rutas del desierto, sumiéndose toda la región del sur del Atlas en una progresiva e imparable decadencia.
Otro granadino de nombre ya mas común, Luis del Mármol Carvajal, recorre estas tierras entre los años 1549 y 1570, durante los cuales, según nos relata estuvo cautivo “siete años y ocho meses”. Participando a las ordenes del "xerife Mahamete" en el intento de llegar a la mítica "Tombutto ", a fin de tener el control de los salares de Teghaza. En esta expedición en que tomaron parte 18.000 caballos, Carvajal nos manifiesta que no pudieron llegar, y en la "Acequia el Hamara", murieron los caballos y tuvieron que retroceder por la falta de agua, no llegando a las manos con el rey negro que salió a su encuentro con 300.000 hombres.
Su cautividad, que tuvo lugar durante una expedición de Carlos V a Orán, fue conducido a Tremecén, tras lo cual recorrió los reinos de Marrakech, Tarudante, Fez y Túnez, llegando hasta los confines de Guinea y Egipto. Esta prolongada estancia por tierras africanas le aporta extensos conocimientos sobre la cultura y costumbres de sus habitantes, aprendiendo la lengua árabe a la perfección, además de vivir de cerca muchos de los acontecimientos históricos y políticos que acaecieron durante esas fechas. Carvajal recorrió todo el Magreb y Egipto, lo que le proporcionó la idea de escribir una Descripción general de África, sus guerras y vicisitudes, desde la fundación del mahometismo hasta el año 1571, a través de la cual dio a conocer su periplo por aquellos lugares y lo que observó en ellos.
Tal vez por sus conocimientos sobre la cultura musulmana participo en la Guerra de las Alpujarras, tras la cual fueron expulsados también de sus tierras los moriscos de Granada, desterrados y diseminados por distintas regiones de la geografía peninsular. Posteriormente en 1609, serian expulsados definitivamente de España, pero esto es otra historia que se contara en su momento. De la de Granada Mármol nos ha legado su visión a través del libro: Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada.
Otro europeo curioso que paso por aquí fue Charles de Foucauld. En su juventud agnóstico, soldado, geógrafo y viajero; durante su madurez trapense, lingüista, ermitaño, sacerdote y después de muerto, beato, mártir y santo. Disfrazado de rabino hebreo recorre durante los once meses de su periplo entre 1883 y 1884 cerca de 3.000 km. tierras enormemente peligrosas, prácticamente desconocidas para los occidentales. Durante su gira toma notas de los lugares, publicando a su regreso el libro "Reconnaissance au Maroc " (Viaje a Marruecos).
Así nos relata Foucauld de su paso por el Tizi n' Teluet en octubre de 1883.
“En el puerto mismo de Teluet, por donde franqueé la cresta superior del gran Atlas, desaparece el agua del río que había remontado; los cultivos cesan, las habitaciones han desaparecido: desierto de piedra, por todos lados se levantan altas montañas de gres; ni un árbol, ni una planta, ni una brizna verde. El camino es muy áspero y penoso; se sube lentamente hacia el col que alcancé á las cuatro de la tarde. Me encuentro entonces á 2.634 metros sobre el nivel del mar. Un panorama inmenso se extiende ante mis ojos; me sorprende ante todo el aspecto montañoso de la región que voy á abordar al Sur del gran Atlas. No veo más que cadenas escalonadas unas detrás de otras hasta el límite del horizonte; en un ambiente triste y desolado, todo está desnudo, todo está seco, todo es roca. Ni un grano de arena, ni una mota de tierra; largas crestas amarillas, mamelones de un rojo sombrío se suceden hasta el infinito; inmensas soledades pedregosas; esto es todo lo que ven los ojos cuando miran hacia el Sur desde lo alto del gran Atlas”.
Este viajero francés, nacido de familia noble en Estrasburgo, se hizo sacerdote a los 43 años, muriendo asesinado en 1916, en las cercanías de la ciudad de Tamanrasset, en pleno desierto argelino.
Tal vez por sus conocimientos sobre la cultura musulmana participo en la Guerra de las Alpujarras, tras la cual fueron expulsados también de sus tierras los moriscos de Granada, desterrados y diseminados por distintas regiones de la geografía peninsular. Posteriormente en 1609, serian expulsados definitivamente de España, pero esto es otra historia que se contara en su momento. De la de Granada Mármol nos ha legado su visión a través del libro: Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada.
Otro europeo curioso que paso por aquí fue Charles de Foucauld. En su juventud agnóstico, soldado, geógrafo y viajero; durante su madurez trapense, lingüista, ermitaño, sacerdote y después de muerto, beato, mártir y santo. Disfrazado de rabino hebreo recorre durante los once meses de su periplo entre 1883 y 1884 cerca de 3.000 km. tierras enormemente peligrosas, prácticamente desconocidas para los occidentales. Durante su gira toma notas de los lugares, publicando a su regreso el libro "Reconnaissance au Maroc " (Viaje a Marruecos).
Así nos relata Foucauld de su paso por el Tizi n' Teluet en octubre de 1883.
“En el puerto mismo de Teluet, por donde franqueé la cresta superior del gran Atlas, desaparece el agua del río que había remontado; los cultivos cesan, las habitaciones han desaparecido: desierto de piedra, por todos lados se levantan altas montañas de gres; ni un árbol, ni una planta, ni una brizna verde. El camino es muy áspero y penoso; se sube lentamente hacia el col que alcancé á las cuatro de la tarde. Me encuentro entonces á 2.634 metros sobre el nivel del mar. Un panorama inmenso se extiende ante mis ojos; me sorprende ante todo el aspecto montañoso de la región que voy á abordar al Sur del gran Atlas. No veo más que cadenas escalonadas unas detrás de otras hasta el límite del horizonte; en un ambiente triste y desolado, todo está desnudo, todo está seco, todo es roca. Ni un grano de arena, ni una mota de tierra; largas crestas amarillas, mamelones de un rojo sombrío se suceden hasta el infinito; inmensas soledades pedregosas; esto es todo lo que ven los ojos cuando miran hacia el Sur desde lo alto del gran Atlas”.
Este viajero francés, nacido de familia noble en Estrasburgo, se hizo sacerdote a los 43 años, muriendo asesinado en 1916, en las cercanías de la ciudad de Tamanrasset, en pleno desierto argelino.
Desde finales del siglo XIX hasta mediados del pasado, un extravagante y caprichoso personaje fue el dueño y señor de estos valles del sur del Atlas, se trata de Hadj Thami El Glaoui apodado “El León de las Montañas”, pachá de Marrakech y jerarca de la portentosa familia de los Glaoua, que acumularon a lo largo de los años inmensas riquezas, fruto de la explotación y comercialización de una mina de sal situada a unos 10 km. de Teluet, (que aun hoy en día continúa su producción), del amparo a las caravanas que transitaban por sus feudos y el cobro de portazgos por ello, y también, según se comentaba en su tiempo, por el negocio de la prostitución en Marrakech, teniendo a su servicio mas de 500 personas. El Glaoui, con una personalidad claramente nepótica fue incrementando su autoridad sobre casi la totalidad del Sur del Alto Atlas.
Estuvo relacionado con personajes tan dispares como el Premier ingles Winston Churchill, los escritores franceses Sidonie Gabrielle Colette y Simenón, el músico Maurice Ravel, el general Louis Hubert Gonzalve Lyautey y hasta el mismo Ernest Hemingway fue asiduo en sus visitas cuando estaba en Paris. Se enfrentó a la dinastía Alauita, consiguiendo que fuera enviada al exilio en 1953, siendo repudiado por esta, a su regreso al poder en 1956, muriendo en misteriosas circunstancias poco tiempo después.
A este ultimo “Señor del Altas”, debemos en gran parte la arquitectura que podemos admirar en la región, él es responsable de la construcción de cerca del medio centenar de kasbahs a lo largo de los valles de estas montañas, esa suntuosidad con la que le gustaba rodearse, provocó que quisiera tener uno o mas palacios en cada uno de los valles y aldeas representativas de la zona.
Todos los valles de la falda meridional del atlas, están salpicados de decenas de estas fortalezas que se establecieron fundamentalmente para dotar de servicios a los "nómadas del comercio" que surcaban el Sahara con sus caravanas. Fueron construidas siglos atrás por las distintas tribus beréberes que habitaban estos barrancales, para protegerse de los pueblos invasores del sur, para defenderse también de sus propios vecinos y para cobrar los peajes a las diferentes caravanas que por ellos cruzaban.
La tierra, desnuda de vegetación en sus cerros y barrancos deja a la vista las arenas y rocas que constituyen el suelo, estos elementos han sido históricamente los materiales con los que han construido sus pueblos y aldeas. La tierra arcillosa es el componente fundamental de las construcciones de estas zonas, los adobes y tapiales conforman las maneras de levantar sus muros, erigiendo auténticos castillos denominados kasbahs, de rojos baluartes almenados, levantadas por los feudales de la época en lo alto de altozanos rocosos, semejando nidos de águilas, también las aldeas fortificadas en sus alrededores llamadas Ksur (plural de ksar). Los vocablos españoles “alcazaba” y “alcázar” tienen su origen respectivamente en las palabras árabes “al-kasba” y “al-ksar”.
Agua, barro y paja conforman esta arquitectura única de estas desoladas tierras, creando con la destreza de sus operarios filigranas geometrías en el juego de la colocación con las piezas de ladillos sin cocer, decorando de esta forma sus torres defensivas y las portones de estas aldeas, que con gruesos muros y laberínticas calles se resguardan al mismo tiempo de sus potenciales enemigos, así como de la dura climatología de estas latitudes. Estos elementos efímeros en el tiempo, agua, barro y paja, sujetos a los rigores del tiempo y al abandono paulatino de su tradicional forma de vida, están provocando que este legado de hábitat único, esta “arquitectura de barro”, poco a poco vaya desapareciendo, en gran parte ayudado, no solo por factores climatológicos, sino fundamentalmente por la desidia de las autoridades que rigen el país, solo algunos románticos, en su mayoría europeos, están dedicándose a trasformar este abandono, transformando estas construcciones camino de la ruina en alojamientos o lugares de ocio, si bien estas alternativas están bastante alejadas de las posibilidades económicas de los lugareños de estos lares.
Otro inconveniente añadido para el mantenimiento de esta forma de vida, es el fuerte desarrollo producido en estos últimos años. La llegada del asfalto, la transformación y mejora de sus vías de comunicación, y sobre todo los dineros producidos por una mano de obra emigrante en Europa, han modificado sustancialmente la morfología de algunos de sus valles, como es el caso del Dades. Abandonando un tipo de construcción tradicional y sostenible como es el barro, abrazando los horrorosos bloques de cemento que vemos inundan toda la geografía de sus pueblos. De nuevo aquí, la desidia de sus regidores, que sin tener que abandonar el lógico, necesario y merecido desarrollo, dejan que el caos urbanístico y el hormigón, sean la variable de este imparable crecimiento. ¿Pero qué podemos achacarles?, si nuestras costas, las de aquí, las que tenemos al lado, en los últimos decenios has sido también buena muestra de ese apetito insaciable de ladrillo de mal gusto y hormigón......................amén de los “Gürtel” de turno...........de los que por allí tampoco faltaran.
Ruta por el AtlasNo quiero hacer una descripción de las rutas que por allí se pueden recorrer, esto se alargaría demasiado e información suficiente hay de ello ya a través de las guías que existen en el mercado, pero si quiero proponeros una ruta algo diferente para los que tengáis el gusanillo de la aventura y os encante discurrir por sitios diferentes. Para la realización de este periplo es imprescindible la utilización de un vehículo con tracción 4 x 4.
Desde Marrakech para acercarnos a estas tierras hay que atravesar el Atlas, y aunque hay varias opciones para hacerlo, la mas fácil, rápida y directa es cruzarlo por el collado de Tizi n' Tichka. Descendiendo este puerto de 2.260 mts. encontramos a la izquierda una desviación para ir a Teluet, población en la que nos dará la bienvenida la kasbah o palacio de El Glaoui. Continuando por el valle de Ounila, por una pista que actualmente se esta asfaltando, atravesaremos poblaciones con algunas de estas interesantes construcciones, pasando por el ksar de Ait Ben Hadou de imprescindible visita y llegando a Ouarzazate en donde visitaremos la fortaleza de su vecina población de Taourirt.
Siguiendo por la ruta N-10 que se dirige a Tinerhir, nos desviaremos a los pocos kilómetros de nuevo a la izquierda para introducirnos en el valle de Izerki, donde podremos visitar Ighrem Amalal y sobre todo la tranquila población de Timatdit, con sus cinco ruinosas, pero no por ello menos hermosas kasbahs. En Asseghmou donde existen otras ocho, nos desviaremos por una pista de tierra, por la que cruzando algunos valles llegaremos hasta Toundout en el valle de Hayay, en sus proximidades hay grutas donde existen unas minas de sal de distintos colores y unos interesantes qanat (canales subterráneos), pero ya comentare mas adelante sobre esta forma de traídas de agua.
Continuamos por asfalto nuevamente, remontando el río Tabia cruzaremos por unas poblaciones rojas muy atrayentes, desde aquí nuevamente por pista, cruzamos al valle de Mgum, en donde encontraremos de nuevo un grupo de interesantes fortalezas de arena. En Ait Merau cogemos la desviación que nos llevara hacia Boumalne du Dades, en donde por carretera asfaltada nos introducimos en las Gargantas del Río Dades. Ya he comentado anteriormente lo deteriorado del paisaje urbano en las poblaciones de este valle, pero aun así hay bastantes kasbahs que merecen nuestra visita. Un poco mas delante de Msemrir comienza de nuevo la pista de tierra, a partir de Tilmi el interés de las poblaciones decae, pero lo compensa el espectáculo que poco a poco comienza adivinarse a cada curva de nuestro camino, a medida que ascendemos divisamos a nuestros pies enormes cañones desnudos, la nada lo inunda todo, y todo es grandioso, solo piedras y algunos matojos son nuestra compañía en este deshumanizado y gran escenario de esta áspera naturaleza, un rebajo a lo lejos en la cima de unas lomas son el único elemento vivo en todo el enorme espacio que nos rodea. Una sensación de vacío recorre nuestro interior, las nieblas que poco a poco se han adueñado del paisaje juegan con nosotros envolviéndonos entre ellas,................... es como estar en otro espacio, en otro tiempo, en otro mundo.
Atravesamos el collado Tizi n' Ouano de 2.921 de mts. pasando por las proximidades de la Gruta Akhiam, llegando a la aldea de Agoudal, de nuevo la carretera se torna negra, recién asfaltada continua ahora descendiendo por el curso del Todra, introduciéndonos entre sus enormes barrancos, paredes verticales a ambos lados nos acompañaran hasta Tinerhir, pero si queremos continuar nuestra ruta por el Atlas, debemos desviarnos a la izquierda en la población de Ait Hani para adentrarnos en el valle del Gheris.
Esta ruta nos llevara hasta la aldea de Imiter y posteriormente recorriendo una considerable garganta de caliza roja llegaremos hasta Amellago. Pudiendo desde esta población tomar dos alternativas, seguir hacia el oeste por asfalto hasta la aldea de Rich en el Valle del Ziz, o tomar hacia el sur por las gargantas del Gheris hasta Goulmina, pista que parece estar en proceso de asfaltado.
Toda la ruta descrita esta colmada de esas mágicas edificaciones de barro, prácticamente en cada aldea encontraremos ante nuestra vista esos castillos de arena que poco a poco van desapareciendo castigados por los elementos, abandonados por sus huéspedes y la desidia institucional.
El SurDirigimos ahora nuestros pasos hacia el sur del sur. Ya todo es poco más que desierto, nuestra vista se pierde en horizontes vacíos, desolación y ausencia casi total de vegetación, panoramas limpios barridos por los vientos y el tiempo son nuestra permanente compañía. Antes de llegar a la población de Erfoud, camino del oasis Tafilalet, divisamos en nuestra ruta montículos de arena alineados, son respiraderos de los “qanats”, aquí denominados khettaras, una red de conductos subterráneos de los que ya he hablado con anterioridad. Los canales de Moulay Brahim, que divisamos, están próximos a la aldea de Jorf, fueron construidos a principios del siglo XIV para llevar el agua desde los acuíferos hasta lugares mas productivos, ante la necesidad de regar las zonas agrícolas durante las estaciones secas, fertilizando sus áridos terrenos y permitiendo la plantación y posterior subsistencia de palmerales y huertos. Se trata de una obra faraónica compuesta de unos 75 canales, formando una trama de más de 300 kilómetros, que han estado cumpliendo su cometido hasta los años 70 del siglo recientemente pasado.
Deberemos acercarnos a la aldea de Meski y hacer una parada para admirar la “Source Bleue” el manantial azul de Meski, surgencia de limpias aguas que brotan de las paredes rocosas de su barranco, en medio de una exuberante vegetación, paradójicamente todo lo contrario de lo que nuestros ojos han podido divisar durante nuestro recorrido. De estas aguas se nutren un camping, dos piscinas y hasta un chirringuito en donde podemos tomar un té, después continúan su camino hacia los huertos y los palmerales cercanos, donde son más útilmente aprovechadas por los lugareños del poblado.
Las arenas del desierto nos reciben en las dunas de Merzuga, estamos en el Erg Chebbi, lugar de una atracción especial en el pasado, pero que ha perdido gran parte de su encanto por la demencia de un turismo mal entendido. Lo que en su día fue un lugar idílico se ha convertido en un desarrollo urbanístico desmedido y centro de atracción de lo que hoy se denomina “turismo activo” ............sin comentarios. Me quedo en el recuerdo con la primera visita que realice al lugar, ya hace de esto unos cuantos años, en la que me adormecí arropado con el mejor techo del mundo, miles de estrellas vigilaban mis sueños y el silencio fue mi compañía. Quiero hacer hincapié en ese sonido, o lo que es lo mismo, la ausencia de él................puedo asegurar que es el único lugar del mundo en donde he sentido ese agradable vació.
Partimos de las onduladas arenas camino de Zagora, visitamos Rissani, su mercado que se instala martes, jueves y domingos, y el enorme palmeral donde están situadas las ruinas de Siyilmasa. Urbe fundada en el siglo VIII, capital de la región y centro caravanero de importancia hasta el siglo XI. Estamos en el límite meridional del oasis del Tafilalet, desde aquí en dirección sur es todo desierto y nos dirigimos a poniente camino de Zagora. Dos rutas son posibles hasta ella, por pistas de arena que discurren en la nada o por carretera asfaltada que transita................ entre la casi nada. La falta de tiempo nos obliga a elegir esta ultima alternativa, también porque pasamos por la población de Tazzarine en donde dedicaremos algún tiempo a ver los grabados rupestres de Ait Ouazik, aldea situada a unos kilómetros al suroeste. Allí podemos admirar gran cantidad de estas imágenes cinceladas en las piedras, antílopes, rinocerontes, elefantes, avestruces, jirafas, búfalos, etc., también figuras geométricas: círculos espirales. Todas ellas ejecutadas con una gran perfección y plasticidad.
Desde aquí nos dirigimos al valle del Dráa camino a Zagora, decidimos abandonar el asfalto y transitar por la ruta de la margen izquierda del río, por donde discurría el comercio caravanero cuando estaba en su pleno apogeo. Encontramos a nuestro paso atrayentes ejemplos de kasbahs y construcciones de barro, poblados y aldeas interesantes como Timasla con su zagüía de hermosa fachada y sólido alminar o la curiosa kasbah de Taakilt, única en toda la región con una torre redonda, construcción excepcional en el sur marroquí.
Llegados a Zagora, indiscutible capital del valle, nos disponemos a seguir hacia el sur, no sin antes visitar el genuino cartel que nos indica los 52 días que se tarda en llegar desde ella a Tombuctú en camello, atravesando el gran desierto. A los pocos kilómetros visitamos Amezru, uno de los ksur mas interesantes de la región, donde en su barrio judío podemos visitar una antigua sinagoga, así como una mezquita con un curioso y altivo minarete. Otro ksar a visitar es el de Tamegrute, formado por callejuelas oscuras y misteriosas, donde se sitúa el centro alfarero más importante del sur de Marruecos y el mausoleo de Sidi Mohamed Ben Nasser, antiguo y decorado con madera de cedro y yeso tallado.
Más al sur la carretera se distancia del valle para superar un tramo encañonado del río, alcanzándolo de nuevo en el oasis de Ktaua. Otro de los grandes centros mercantiles históricos, como el Tafilalet, en la época en que las caravanas discurrían por aquí. Entre los múltiples ksur de la Ktaua, destaca por su actividad comercial Nesrat, que sigue siendo un pueblo importante, aunque ha perdido el protagonismo que tenia en el curtido de pieles y donde originariamente también existía un barrio hebreo. Próximo a Nesrat encontramos Ait Isful, un ksar mucho más pequeño, pero espectacular por su altura y su ubicación entre dunas. Se trata de un pueblecito donde vivían los belicosos y temidos guerreros Ait Atá, encargados de la defensa de estas poblaciones.
En Mamid termina la carretera, es el comienzo del gran desierto de Sahara, territorio de las rutas caravaneras de antaño, origen de la mágica, intemporal y única arquitectura que podemos admirar, con el deseo de que el transcurrir de los tiempos, mejore su mantenimiento y conservación para que podamos seguir disfrutando de ella.
No quiero concluir sin hacer un reconocimiento especial a Roger Mimó, ese catalán de Sabadell, vecino ya de estas tierras, que nos las ha dado conocer a través del libro “Fortalezas de barro en el sur de Marruecos”, extraordinario trabajo, impescindible a los quieran introducirse en el maravilloso mundo de estas contrucciones de barro.
Estuvo relacionado con personajes tan dispares como el Premier ingles Winston Churchill, los escritores franceses Sidonie Gabrielle Colette y Simenón, el músico Maurice Ravel, el general Louis Hubert Gonzalve Lyautey y hasta el mismo Ernest Hemingway fue asiduo en sus visitas cuando estaba en Paris. Se enfrentó a la dinastía Alauita, consiguiendo que fuera enviada al exilio en 1953, siendo repudiado por esta, a su regreso al poder en 1956, muriendo en misteriosas circunstancias poco tiempo después.
A este ultimo “Señor del Altas”, debemos en gran parte la arquitectura que podemos admirar en la región, él es responsable de la construcción de cerca del medio centenar de kasbahs a lo largo de los valles de estas montañas, esa suntuosidad con la que le gustaba rodearse, provocó que quisiera tener uno o mas palacios en cada uno de los valles y aldeas representativas de la zona.
Todos los valles de la falda meridional del atlas, están salpicados de decenas de estas fortalezas que se establecieron fundamentalmente para dotar de servicios a los "nómadas del comercio" que surcaban el Sahara con sus caravanas. Fueron construidas siglos atrás por las distintas tribus beréberes que habitaban estos barrancales, para protegerse de los pueblos invasores del sur, para defenderse también de sus propios vecinos y para cobrar los peajes a las diferentes caravanas que por ellos cruzaban.
La tierra, desnuda de vegetación en sus cerros y barrancos deja a la vista las arenas y rocas que constituyen el suelo, estos elementos han sido históricamente los materiales con los que han construido sus pueblos y aldeas. La tierra arcillosa es el componente fundamental de las construcciones de estas zonas, los adobes y tapiales conforman las maneras de levantar sus muros, erigiendo auténticos castillos denominados kasbahs, de rojos baluartes almenados, levantadas por los feudales de la época en lo alto de altozanos rocosos, semejando nidos de águilas, también las aldeas fortificadas en sus alrededores llamadas Ksur (plural de ksar). Los vocablos españoles “alcazaba” y “alcázar” tienen su origen respectivamente en las palabras árabes “al-kasba” y “al-ksar”.
Agua, barro y paja conforman esta arquitectura única de estas desoladas tierras, creando con la destreza de sus operarios filigranas geometrías en el juego de la colocación con las piezas de ladillos sin cocer, decorando de esta forma sus torres defensivas y las portones de estas aldeas, que con gruesos muros y laberínticas calles se resguardan al mismo tiempo de sus potenciales enemigos, así como de la dura climatología de estas latitudes. Estos elementos efímeros en el tiempo, agua, barro y paja, sujetos a los rigores del tiempo y al abandono paulatino de su tradicional forma de vida, están provocando que este legado de hábitat único, esta “arquitectura de barro”, poco a poco vaya desapareciendo, en gran parte ayudado, no solo por factores climatológicos, sino fundamentalmente por la desidia de las autoridades que rigen el país, solo algunos románticos, en su mayoría europeos, están dedicándose a trasformar este abandono, transformando estas construcciones camino de la ruina en alojamientos o lugares de ocio, si bien estas alternativas están bastante alejadas de las posibilidades económicas de los lugareños de estos lares.
Otro inconveniente añadido para el mantenimiento de esta forma de vida, es el fuerte desarrollo producido en estos últimos años. La llegada del asfalto, la transformación y mejora de sus vías de comunicación, y sobre todo los dineros producidos por una mano de obra emigrante en Europa, han modificado sustancialmente la morfología de algunos de sus valles, como es el caso del Dades. Abandonando un tipo de construcción tradicional y sostenible como es el barro, abrazando los horrorosos bloques de cemento que vemos inundan toda la geografía de sus pueblos. De nuevo aquí, la desidia de sus regidores, que sin tener que abandonar el lógico, necesario y merecido desarrollo, dejan que el caos urbanístico y el hormigón, sean la variable de este imparable crecimiento. ¿Pero qué podemos achacarles?, si nuestras costas, las de aquí, las que tenemos al lado, en los últimos decenios has sido también buena muestra de ese apetito insaciable de ladrillo de mal gusto y hormigón......................amén de los “Gürtel” de turno...........de los que por allí tampoco faltaran.
Ruta por el AtlasNo quiero hacer una descripción de las rutas que por allí se pueden recorrer, esto se alargaría demasiado e información suficiente hay de ello ya a través de las guías que existen en el mercado, pero si quiero proponeros una ruta algo diferente para los que tengáis el gusanillo de la aventura y os encante discurrir por sitios diferentes. Para la realización de este periplo es imprescindible la utilización de un vehículo con tracción 4 x 4.
Desde Marrakech para acercarnos a estas tierras hay que atravesar el Atlas, y aunque hay varias opciones para hacerlo, la mas fácil, rápida y directa es cruzarlo por el collado de Tizi n' Tichka. Descendiendo este puerto de 2.260 mts. encontramos a la izquierda una desviación para ir a Teluet, población en la que nos dará la bienvenida la kasbah o palacio de El Glaoui. Continuando por el valle de Ounila, por una pista que actualmente se esta asfaltando, atravesaremos poblaciones con algunas de estas interesantes construcciones, pasando por el ksar de Ait Ben Hadou de imprescindible visita y llegando a Ouarzazate en donde visitaremos la fortaleza de su vecina población de Taourirt.
Siguiendo por la ruta N-10 que se dirige a Tinerhir, nos desviaremos a los pocos kilómetros de nuevo a la izquierda para introducirnos en el valle de Izerki, donde podremos visitar Ighrem Amalal y sobre todo la tranquila población de Timatdit, con sus cinco ruinosas, pero no por ello menos hermosas kasbahs. En Asseghmou donde existen otras ocho, nos desviaremos por una pista de tierra, por la que cruzando algunos valles llegaremos hasta Toundout en el valle de Hayay, en sus proximidades hay grutas donde existen unas minas de sal de distintos colores y unos interesantes qanat (canales subterráneos), pero ya comentare mas adelante sobre esta forma de traídas de agua.
Continuamos por asfalto nuevamente, remontando el río Tabia cruzaremos por unas poblaciones rojas muy atrayentes, desde aquí nuevamente por pista, cruzamos al valle de Mgum, en donde encontraremos de nuevo un grupo de interesantes fortalezas de arena. En Ait Merau cogemos la desviación que nos llevara hacia Boumalne du Dades, en donde por carretera asfaltada nos introducimos en las Gargantas del Río Dades. Ya he comentado anteriormente lo deteriorado del paisaje urbano en las poblaciones de este valle, pero aun así hay bastantes kasbahs que merecen nuestra visita. Un poco mas delante de Msemrir comienza de nuevo la pista de tierra, a partir de Tilmi el interés de las poblaciones decae, pero lo compensa el espectáculo que poco a poco comienza adivinarse a cada curva de nuestro camino, a medida que ascendemos divisamos a nuestros pies enormes cañones desnudos, la nada lo inunda todo, y todo es grandioso, solo piedras y algunos matojos son nuestra compañía en este deshumanizado y gran escenario de esta áspera naturaleza, un rebajo a lo lejos en la cima de unas lomas son el único elemento vivo en todo el enorme espacio que nos rodea. Una sensación de vacío recorre nuestro interior, las nieblas que poco a poco se han adueñado del paisaje juegan con nosotros envolviéndonos entre ellas,................... es como estar en otro espacio, en otro tiempo, en otro mundo.
Atravesamos el collado Tizi n' Ouano de 2.921 de mts. pasando por las proximidades de la Gruta Akhiam, llegando a la aldea de Agoudal, de nuevo la carretera se torna negra, recién asfaltada continua ahora descendiendo por el curso del Todra, introduciéndonos entre sus enormes barrancos, paredes verticales a ambos lados nos acompañaran hasta Tinerhir, pero si queremos continuar nuestra ruta por el Atlas, debemos desviarnos a la izquierda en la población de Ait Hani para adentrarnos en el valle del Gheris.
Esta ruta nos llevara hasta la aldea de Imiter y posteriormente recorriendo una considerable garganta de caliza roja llegaremos hasta Amellago. Pudiendo desde esta población tomar dos alternativas, seguir hacia el oeste por asfalto hasta la aldea de Rich en el Valle del Ziz, o tomar hacia el sur por las gargantas del Gheris hasta Goulmina, pista que parece estar en proceso de asfaltado.
Toda la ruta descrita esta colmada de esas mágicas edificaciones de barro, prácticamente en cada aldea encontraremos ante nuestra vista esos castillos de arena que poco a poco van desapareciendo castigados por los elementos, abandonados por sus huéspedes y la desidia institucional.
El SurDirigimos ahora nuestros pasos hacia el sur del sur. Ya todo es poco más que desierto, nuestra vista se pierde en horizontes vacíos, desolación y ausencia casi total de vegetación, panoramas limpios barridos por los vientos y el tiempo son nuestra permanente compañía. Antes de llegar a la población de Erfoud, camino del oasis Tafilalet, divisamos en nuestra ruta montículos de arena alineados, son respiraderos de los “qanats”, aquí denominados khettaras, una red de conductos subterráneos de los que ya he hablado con anterioridad. Los canales de Moulay Brahim, que divisamos, están próximos a la aldea de Jorf, fueron construidos a principios del siglo XIV para llevar el agua desde los acuíferos hasta lugares mas productivos, ante la necesidad de regar las zonas agrícolas durante las estaciones secas, fertilizando sus áridos terrenos y permitiendo la plantación y posterior subsistencia de palmerales y huertos. Se trata de una obra faraónica compuesta de unos 75 canales, formando una trama de más de 300 kilómetros, que han estado cumpliendo su cometido hasta los años 70 del siglo recientemente pasado.
Deberemos acercarnos a la aldea de Meski y hacer una parada para admirar la “Source Bleue” el manantial azul de Meski, surgencia de limpias aguas que brotan de las paredes rocosas de su barranco, en medio de una exuberante vegetación, paradójicamente todo lo contrario de lo que nuestros ojos han podido divisar durante nuestro recorrido. De estas aguas se nutren un camping, dos piscinas y hasta un chirringuito en donde podemos tomar un té, después continúan su camino hacia los huertos y los palmerales cercanos, donde son más útilmente aprovechadas por los lugareños del poblado.
Las arenas del desierto nos reciben en las dunas de Merzuga, estamos en el Erg Chebbi, lugar de una atracción especial en el pasado, pero que ha perdido gran parte de su encanto por la demencia de un turismo mal entendido. Lo que en su día fue un lugar idílico se ha convertido en un desarrollo urbanístico desmedido y centro de atracción de lo que hoy se denomina “turismo activo” ............sin comentarios. Me quedo en el recuerdo con la primera visita que realice al lugar, ya hace de esto unos cuantos años, en la que me adormecí arropado con el mejor techo del mundo, miles de estrellas vigilaban mis sueños y el silencio fue mi compañía. Quiero hacer hincapié en ese sonido, o lo que es lo mismo, la ausencia de él................puedo asegurar que es el único lugar del mundo en donde he sentido ese agradable vació.
Partimos de las onduladas arenas camino de Zagora, visitamos Rissani, su mercado que se instala martes, jueves y domingos, y el enorme palmeral donde están situadas las ruinas de Siyilmasa. Urbe fundada en el siglo VIII, capital de la región y centro caravanero de importancia hasta el siglo XI. Estamos en el límite meridional del oasis del Tafilalet, desde aquí en dirección sur es todo desierto y nos dirigimos a poniente camino de Zagora. Dos rutas son posibles hasta ella, por pistas de arena que discurren en la nada o por carretera asfaltada que transita................ entre la casi nada. La falta de tiempo nos obliga a elegir esta ultima alternativa, también porque pasamos por la población de Tazzarine en donde dedicaremos algún tiempo a ver los grabados rupestres de Ait Ouazik, aldea situada a unos kilómetros al suroeste. Allí podemos admirar gran cantidad de estas imágenes cinceladas en las piedras, antílopes, rinocerontes, elefantes, avestruces, jirafas, búfalos, etc., también figuras geométricas: círculos espirales. Todas ellas ejecutadas con una gran perfección y plasticidad.
Desde aquí nos dirigimos al valle del Dráa camino a Zagora, decidimos abandonar el asfalto y transitar por la ruta de la margen izquierda del río, por donde discurría el comercio caravanero cuando estaba en su pleno apogeo. Encontramos a nuestro paso atrayentes ejemplos de kasbahs y construcciones de barro, poblados y aldeas interesantes como Timasla con su zagüía de hermosa fachada y sólido alminar o la curiosa kasbah de Taakilt, única en toda la región con una torre redonda, construcción excepcional en el sur marroquí.
Llegados a Zagora, indiscutible capital del valle, nos disponemos a seguir hacia el sur, no sin antes visitar el genuino cartel que nos indica los 52 días que se tarda en llegar desde ella a Tombuctú en camello, atravesando el gran desierto. A los pocos kilómetros visitamos Amezru, uno de los ksur mas interesantes de la región, donde en su barrio judío podemos visitar una antigua sinagoga, así como una mezquita con un curioso y altivo minarete. Otro ksar a visitar es el de Tamegrute, formado por callejuelas oscuras y misteriosas, donde se sitúa el centro alfarero más importante del sur de Marruecos y el mausoleo de Sidi Mohamed Ben Nasser, antiguo y decorado con madera de cedro y yeso tallado.
Más al sur la carretera se distancia del valle para superar un tramo encañonado del río, alcanzándolo de nuevo en el oasis de Ktaua. Otro de los grandes centros mercantiles históricos, como el Tafilalet, en la época en que las caravanas discurrían por aquí. Entre los múltiples ksur de la Ktaua, destaca por su actividad comercial Nesrat, que sigue siendo un pueblo importante, aunque ha perdido el protagonismo que tenia en el curtido de pieles y donde originariamente también existía un barrio hebreo. Próximo a Nesrat encontramos Ait Isful, un ksar mucho más pequeño, pero espectacular por su altura y su ubicación entre dunas. Se trata de un pueblecito donde vivían los belicosos y temidos guerreros Ait Atá, encargados de la defensa de estas poblaciones.
En Mamid termina la carretera, es el comienzo del gran desierto de Sahara, territorio de las rutas caravaneras de antaño, origen de la mágica, intemporal y única arquitectura que podemos admirar, con el deseo de que el transcurrir de los tiempos, mejore su mantenimiento y conservación para que podamos seguir disfrutando de ella.
No quiero concluir sin hacer un reconocimiento especial a Roger Mimó, ese catalán de Sabadell, vecino ya de estas tierras, que nos las ha dado conocer a través del libro “Fortalezas de barro en el sur de Marruecos”, extraordinario trabajo, impescindible a los quieran introducirse en el maravilloso mundo de estas contrucciones de barro.
4 comentarios:
Hola, me ha gustado mucho tu blog, es muuuuy interesante. Visita el mío. Me gustaría poder hacer algún día una historia sobre tu tema. http://pnadalc.wordpress.com
Buenissimo... fue en maruecco hace diez años y vi esta bellezas tambien, espectacular.
Un bien bello viaje en maruecco (espectacular pais)
bellisismo
Publicar un comentario