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Una persona de allí, en medio de las ruinas de Apamea, me preguntó intentando reafirmarse así mismo,........... si Siria era una tierra de paso o tenia identidad propia .............., difícil pregunta para un foráneo, que aunque suele documentarse antes de partir, no tiene clara la noción sobre la duda que le socavaba al autóctono, pero la realidad es que Siria existe y desde hace miles de años.
Situada al mediodía del mítico río Eufrates, en el sur de la Mesopotamia que algunos aun defienden como origen de la humanidad, aunque no andan muy errados, pues por allí se desarrollaron civilizaciones de las más antiguas de la historia, como demuestran las excavaciones realizadas en Ebla, donde se han encontrado restos que datan de 5.000 años a. C. Por Siria han pasado sumerios, acadios, cananeos, fenicios, caldeos, asirios, arameos, amorritas, nabateos, gasanitas, hititas, mitanios, palestinos y hurritas, sin olvidar en épocas no tan lejas de la historia a cruzados, árabes y turcos, pueblos que han ido dejando su huella en la geografía de sus tierras y seguramente en los genes de sus pobladores.
Siria en un país que abraza al visitante, que aun no está maltratado por las masas de turistas, que sonríe al forastero, un país que intenta ser amable y quitarse la recua de haber sido incluido por George W. Bush, en la lista de países del “eje del mal”, un país en el que los españoles somos recibidos con agrado, un país donde la mayoría de sus jóvenes son del Barça, un país sin complejos de recibir con agrado a sus visitantes.
La inmensidad del desierto ocupa gran parte de su territorio, su oriente, un paisaje ya común en otros viajes pero que aquí se hace diferente, un desierto parecido a los del norte africano, pero humanizado en parte por antiguas civilizaciones. En otro articulo de este blog ya he hecho referencias a Palmyra y no me voy a repetir, pero transitar por esas vacías grandiosidades siempre genera una sensación especial de la insignificancia que formamos los seres humanos. La vida en esas tierras es pura subsistencia, terrenos estériles para la agricultura, el agua prácticamente inesistente, la vegetación desaparecida en tiempos pretéritos y sobre todo el abandono. Solo pequeñas poblados salpican este territorio, en las lejanías vemos humildes poblaciones sobre las que nuestras mentes reflexionan de cuales son sus recursos de vida, pues todo lo que nuestros ojos ven es aridez y vació a nuestro rededor, pero salta sorpresa, en cada aldea nos cruzamos con niños y muchachos, que de forma mas o menos ordenada, con sus babis azul marino se dirigen a la escuela, tampoco nos queda una referencia clara de los horarios escolares, pues sea la hora que sea de la mañana o de la tarde, nos los cruzamos en cualquier población camino o regreso de sus clases, saludándonos con sus manos y regalándonos esas sinceras sonrisas que solo infantes saben tener.
Camino del Eufrates desde Palmyra por estos desolados territorios en medio de la nada, visitamos Qasr al-Hayr al-Shaqi, restos de lo que fue una fortaleza del califato Omeya construido en el siglo VIII, tuvimos la suerte de encontrarnos allí con un amable sirio que en un correctísimo castellano nos puso al corriente de la historia de este palacio, dedicado por los califas como lugar de recreo, pues estaba situado en un enorme vergel donde se dedicaban fundamentalmente a la caza y a los gozos terrenales.................hoy es un inmenso socarral, donde nuestra vista se pierde en el horizonte, sin poder distinguir ningún atisbo de vida a nuestro alrededor.
Próxima ya a la ribera del Eufrates nos detenemos en Rasafa, en tiempos la “ciudad de cristal” por estar íntegramente construida en alabastro. La antigua Sergiopolis, la ciudad de Sergio y su hermano Baco, soldados romanos torturados y martirizados por “el imperio” debido a sus creencias religiosas, en este caso cristianas. Rasafa es una ruina más de las que completan la geografía siria, poco visitada pero interesante a su vez, también rodeada por la constante del desierto, aquí nada ha sido modificado por arqueólogos, solo unos niños nos acompañan y nos enseñan lo que de interés puede admirar nuestra vista, la colosal puerta del Sur y la Basílica Bizantina de San Sergio, nos ofrecen trozos de cerámica y piezas de algunas monedas rescatadas entre los restos de unas impresionantes cisternas.
Llegamos al Río, al gran río de Siria, convertido aquí en casi un mar, las aguas del Eufrates han sido dominadas por el hombre convirtiendo este lugar en un enorme lago de 80 km. de largo por unos 8 km. de ancho. Cruzamos la represa bien vigilada por el ejercito y nos dirigimos al baluarte de Qala’at Ja’abar, un chiringuito a su entrada nos resarce del seco desierto, cerveza, pescado y el mejor “humus” (crema de garbanzos) que pudimos probar en todo el recorrido por estas tierras.
La fortaleza, sus restos para ser mas acertada la expresión, solo tiene interés por las vistas que desde ella hay de la inmensidad del embalse. El ocaso del sol en esos momentos nos resarció del intenso recorrido de todo el día.
Llegamos de noche a Aleppo, pero aun nos dio tiempo para introducirnos en las callejuelas ahora silenciosas y solitarias de su gran zoco, misteriosas y oscuras nos envolvían, era como pasear por otros tiempos pasados, volver al medievo, como si fuéramos extras de un film de la epoca de Saladino, buscábamos donde cenar, pero tampoco la necesidad de nutrirnos nos desviaba de saborear esos momentos, alejados del ajetreo de su actividad descubrimos el gran mercado con su magia. Llegamos a la gran Ciudadela y fue allí donde nuestros cuerpos serenaron apetitos, unas terrazas situadas a la vista de la gran fortaleza, iluminada a estas horas con luces que cambiaban de color y de discutible gusto, nos acogieron y sirvieron para el merecido descanso.
Ya de día nos introducimos en el ajetreo vivo de la ciudad, el barrio Cristiano totalmente diferenciado del resto, con sus callejas estrechas y arcadas, sus placillas, su ir y venir de gentes, sus popes, su diversidad de iglesias cristianas dedicadas a diversos cultos, armenio, griego, católico, etc.............. y de nuevo camino al zoco recorriendo la calle Bab Antakya, donde numerosas tiendas nos ofrecen el afamado jabón de Aleppo elaborado con aceite, laurel y esencias. El bazar ahora esta en su verdadero esplendor, pero no agobiante, no hay muchos foráneas como nosotros y los vendedores no son tan “insistentes” como en otros mercados de oriente, tiene el sabor de lo autentico, no está abigarrado de tiendas con utensilios varios para calmar las voluntades consumistas de las gentes multicolores que del occidente llegamos, es mas de uso interno. Minúsculas mezquitas cruzamos a nuestro alrededor, antiguos caravansares reconvertidos en tiendas, palacios discretos, todo es color y tonos de luz que se filtra por los lucernarios de su techo, llegamos a la Gran Mezquita que compite en antigüedad y belleza con la de Damasco, su patio tiene en esos instantes una luz especial aun siendo medio día, un sin fin de gentes entra y sale de cumplir su compromiso con ese dios que no entendemos los foráneos, pero no nos sentimos como extraños al visitar su interior, formamos con naturalidad parte de la escena; a la salida buscamos entre las estrechas callejuelas el camino del palacete Bimaristan Arghan, usado como manicomio hasta bien entrado el siglo XX, hoy convertido en museo, una hermosa construcción sugerente, llena de encanto........... y de nuevo a la Ciudadela que domina toda la ciudad, pero sobre todo deambular inmersos por sus callejuelas, intentando descubrir más y más los aromas y colores de esta ciudad que nos ha sorprendido, en donde se juntan la tranquilidad y el bullicio, las luces y las sombras, los tonos y las esencias.
Partimos a recorrer las Ciudades Muertas, de las que ya he dejado relatado algunas cosas e imágenes en estas paginas, y tomamos dirección sur camino de Hama, pero antes solo unas notas sobre Ebla, antiquísimo asentamiento a 60 km. de Aleppo, casi lindando con la autopista de Damasco, aunque sus restos no son de un gran interés vistoso, pero si lo merecen las tablillas, en numero aproximado a las 15.000 encontradas entre sus restos, escritas en dialecto sumerio hacia el año 2.200 a.C. que han servido junto a las de Ugarit para conocer y descifrar otros dialectos perdidos de la misma época.
Hama es la ciudad de las norias, unas 17 se conservan en la actualidad de las 30 que se fueron construyeron a partir del siglo V, su barrio antiguo no es tan vistoso como en otras ciudades sirias, solo un par de calles próximas a la rivera del río Orontes tienen algo de especial y están bien conservadas, el resto sucumbió ante la represión del régimen de Hafet al-Assad, que en 1982 bombardeo intensamente por espacio de tres semanas la ciudad durante una rebelión de “los Hermanos Musulmanes”, secta islamista radical de corte integrista; en los enfrentamientos murieron entre 10.000 y 25.000 personas, alrededor del 15% de la población. Hoy es una ciudad apacible donde podemos pasear con tranquilidad, aunque parte de su población desdeña de los que no son seguidores de su credo. En un restaurado edificio otomano del siglo XVIII, encontramos la Orient House, en sus patios utilizados para restaurante podremos degustar un buen menú y también alojarnos en el hotel sin duda con mas encanto de toda la ciudad aunque un poco alejado del centro, otra opción muy aconsejable para poder tranquilizar nuestro estomago es Family Club, ubicado en el barrio cristiano y en donde podremos serenar nuestra sed con algún tipo de bebidas espiritosa.
Partimos de Hama en dirección oeste para llegar a Musyaf, allí recorremos la fortaleza ismaeli de la secta islámica de los “hashishin” (fumadores de hachis) de donde proviene la palabra asesinos, esta secta mística e enigmática de origen persa, se extendió por el mundo musulmán desde su mítica fortaleza de Alamut, tomada hacia el año 1090 por Hasan-i-Sabbah, “El Señor de las montañas”, Marco Polo cien años después, a través de su relato en el “Libro de las maravillas” nos comenta sobre este personaje y su legendario castillo, referente a él que tengo pendiente desde hace tiempo colocar algo en estas páginas.
Hacia el sur una sinuosa carretera y un cielo teñido de un gris intenso, nos conducen por aldeas habitadas por comunidades cristianas hasta el Monasterio de San Jorge y sobre todo a Crack de los Caballeros, sin duda la mas grande y mejor conservada fortaleza de todo oriente medio. Es el castillo que identifica a los Caballeros Templarios, su símbolo en estas tierras, aunque en realidad sus custodios pertenecieron a la Orden de San Juan de Jerusalén o Caballeros Hospitalarios; potente fortaleza estratégicamente construida, protegiendo y controlando el paso de Homs, en la ruta de los puertos marinos hacia el interior sirio. Se trata de dos fortalezas en una, un complejo defensivo inexpugnable que nunca fue tomada por sus asaltantes, recorrer su entramado y laberíntico reducto nos trasporta a tiempos de espadas y escudos cruzados, a bastiones y almenas, a intrigas y misterios. Una fuerte tormenta nos despierta y nos retorna a la realidad, pero ella y las ultimas horas de la tarde despojan la fortaleza de las vociferantes y coloridas gentes que la visitaban, haciéndonos apreciar con mas encanto aun si cave la grandiosidad de esta magnifica construcción, definida por Lawrence de Arabia como “el mejor castillo del mundo”.
En Homs solo paramos a dormitar y a pasear su noche, el zoco ya estaba cerrado, sus edificios principales de arquitectura de influencia soviética, la gran Mezquita de Khaled ibn al-Walid iluminada en la oscuridad, sus cafés de la calle Shoukri al-Quiwati repletos únicamente de clientes masculinos, fumando una pipa de shisha o jugando al domino. Como curiosidad y solo por ello, por el carácter antropológico que pueda tener, recomiendo visitar los hoteles An-Nasr al-Jedid y Khayyam, recogidos en la guía de Lonely Planet, donde podremos ubicarnos dentro del film “El expreso de media noche”..........sin mas comentarios.
Hacia el sur es la gran zona de las comunidades cristianas, el monasterio de Mar Musa que nos costo localizar y no pudimos visitar, cuenta este recinto con unos hermosos frescos y una reciente historia; situado en un barranco en donde comienza del desierto, en el los peregrinos que lo visiten disponen de alojamiento y manutención gratuita colaborando en los quehaceres del monasterio.
Maalula es otra población de mayoría cristiana ubicada en medio de barrancos, sus casas color pastel abigarradas unas encima de otras componen un cuadro de singular composición. En ella recorrimos un pequeño siq (barranco) que une sus dos principales monasterios, el de Santa Tecla y San Sergio y Baco, en este ultimo una muchacha en un perfecto castellano, aprendido sin salir de Siria a través del Instituto Cervantes, nos trasladó la magia y el encanto del lugar invitándonos a que nos esperásemos para oír de labios de un pope el rezo del padre nuestro en arameo, único lugar del mundo en el que aun se conserva este idioma hablado por Jesús de Nazaret y donde la población se esmera en mantenerlo vivo y cuidarlo. Desde allí nos dirigimos a Seidnayya, donde nos recibe su monasterio que desde la lejanía mas parece una gran fortaleza, cuidado por monjas, en él se guarda un icono de Maria madre de Jesús, al que se le atribuye su realización a San Lucas, ello motiva que sea unos de los lugares mas importantes de peregrinación cristiana de todo Siria.
Un gran atasco de vehículos nos da la bienvenida a Damasco, es hora de recogerse y a eso vamos, nos instalamos no muy lejos del casco viejo e inmediatamente partimos a él, los zocos aun esta en actividad, la noche lo hace mas sugerente, lo paseamos hasta mas allá de la Gran Mezquita, recorremos algunos de sus souq, la actividad esta decayendo, los comerciantes comienzan a cerrar sus tiendas, nos quedamos con ganas de tomar un kebach...........pero nos espera otro día para contemplar esta magnífica ciudad que hizo cristianar a San Pablo.
La jornada se despierta tan gris como en días anteriores, barrunta agua, de nuevo a la ciudad vieja, a callejear y a llenarnos la vista de color, el olfato de aromas, el oído de palabras desconocidas pero no por ello ya familiares, y el tacto de texturas a seda y fino algodón, caminamos templados de paso, escudriñando cada rincón, el zoco Al-Hamidiyya, la Calle Recta, buscamos la puerta de San Pablo, por donde el “ideólogo” cristiano escapó de su persecución; el Arco Romano, seguimos por la Calle Recta que en tiempo del Imperio Romano era la arteria principal de la ciudad, el Cardo Maximus; a la diestra el barrio judío a la izquierda el cristiano, tan parecido al de otras ciudades. En el encontramos los comercios están cerrados, es domingo y fiesta de guardar....aquí no hay que regular el comercio como hace nuestra “Esperanza”, aquí se regula solo, siempre hay algo abierto, los viernes los cristianos, los domingos los árabes. Las callejuelas se suceden una tras otra, imposible el trafico de automóviles por la mayoría de ellas, tocamos con los brazos las casas de uno y otro lado, llueve y nos cobijamos a comer en un antiguo palacete del barrio de las cruces, muy cerca de la iglesia de Santa Rita, Elissar se llama el restaurante, hemos acertado en la elección, la atención correcta, la comida muy aceptable y el comedor situado en un hermoso patio con cantarina fuente, hermoso, tranquilo y acogedor. La calle Al-Qaimariyya nos llevará directos a la Gran Mezquita, en ella contratamos el taxi que nos trasladará al día siguiente a Amman, capital de la vecina Jordania, llueve con mar fuerza y nos refugiamos debajo de los toldos de unos comercios ya cercanos a la mezquita, vemos el trasiego de gentes, son calles muy comerciales, llenas de todo tipo de tiendas: artesanos, alfombras, restaurantes callejeros, etc. Visitamos el Palacio Azém, ejemplo de arquitectura damasquina y nos dirigimos por fin a la Mezquita Omeya a primera hora de la tarde. Alá, su dios, nos ha recompensado por nuestra tenacidad y perseverancia, ha dejado de llover al aproximarnos a ella, sale el sol y la luz es espectacular a esta hora, esa luz y el agua hace que nuestra visita sea especial, los mármoles brillan por doquier, las columnas se reflejan como un espejo en su patio, las miradas son intensas, el tiempo se detiene, la imagen queda no solo reflejada en nuestras maquinas fotográficas, también en nuestras mentes. La mezquita es solemne, no hay mucho bullicio multicolor, casi diría que somos de los pocos foráneos que la estamos visitando, en la sala de oraciones alguien llama la atención para que serene su voz un Imán que arenga sentado a un grupo de fieles, otros leen el Corán, algunos parecen dormir, en medio de la sala una construcción con intensas luces verdes indica el sepulcro de Juan Bautista, donde dicen se conserva su cabeza, para el Islam este santo cristiano es uno de sus grandes profetas.
Salimos y ya esta empezando anochecer, pero nos da tiempo a visitar a Saladino (Salah ad-Din), su mausoleo contiguo a la Mezquita es austero, como cuentan que fue su vida, dos ataúdes podemos ver, uno de mármol y otro de madera, en este ultimo descansa su cuerpo. Saladino fue el que venció a los cruzados y recupero Jerusalén a los cristianos, inteligente como guerrero y tolerante como persona, no arrasando la Ciudad Santa, permitiendo que sus habitantes abandonaran la ciudad sin ningún daño, admitiendo que la pluralidad de religiones que aún hoy se procesan en Siria se siguieran practicando, ello ha motivado que el paso del tiempo haya hecho a esta sociedad mas comprensiva, algo que en estos últimos años debido a los integrismos esta empezando a cambiar, esperemos aprender de estas forma de entendimiento, vivamos en concordia entre los distintos credos..............incluyendo hasta los que no tenemos ninguno. Nos despedimos del Sultán ya en la noche, retomamos de nuevo camino al zoco Al-Hamiyya donde degustamos un helado de leche con pistachos en Bekdash, realizamos algunas compras y nos regalamos con un té en la terraza del primer piso en un café que hay frente a la Ciudadela, desde el que divisamos el ir y venir de gentes.
Madrugamos para trasladarnos a Jordania, pero antes habíamos negociado que el taxista nos llevara a ver la ciudad de Bosra, situada a unos 150 km. al sur de damasco, cerca de la frontera jordana. Es como tantas otras urbes, de origen romano, su singularidad radica en que está completamente edificada con rocas volcánicas de próximos y antiguos volcanes. Denominada la “Ciudad Negra” por estar sus edificios construidos por basalto de ese color, no solo el color de sus piedras hacen acercarse al visitante, tiene el mejor teatro romano de todo el oriente medio, comenzado a construir en el siglo II fue completado por Saladino en el XII, majestuoso y bien conservado por la solidez de la piedra utilizada en su construcción, tiene una capacidad para 17.000 espectadores, una gran acústica y hoy en día en él se siguen representando actuaciones, en época árabe se le transformo en Ciudadela sin que perdiera su uso teatral, hoy lo podemos admirar en toda su magnitud y grandeza aunque el día es desapacible, paseamos a su alrededor por los restos de la ciudad nabatea y sin mas partimos camino de la vecina Jordania que nos espera con sus liosos tramites aduaneros.
Si algún lector esta interesado en este país, os dejo el contacto del autóctono que os menciono al principio, pudiendo haceros de guía ilustrado, en un correcto castellano-caribeño.
kassenyk@hotmail.com
Espero como siempre que estas letras y mis imágenes os hayan interesado hasta el punto de haceros viajar hasta allí, aunque solo sea con la imaginación.
martes, 29 de diciembre de 2009
- Siria ........el reino de Saladino
Publicado por Pablo Font en 13:39
Etiquetas: - Siria - el reino de Saladino
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1 comentario:
Agradezco de todo corazon tu esfuerzo para transmitirnos parte de lo que viviste en este viaje de encantos ocultos para la mayoria de los habitantes de este planeta tan diminuto y tan grande por sus habitantes.
sirio agradecido.
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