Toca hoy recorrer los lugares por los que discurre el río Sequillo, que como su nombre indica no es de muy abundantes aguas aunque en tiempos pasados movía algunos molinos harineros. De unos 40 km. de recorrido, nace entre los términos sorianos de La Mallona y Las Fraguas en un paraje llamado Almagrales de la Mallona y el Recuenco de las Fraguas, por las laderas del poniente del Alto del Lomo que se eleva a 1237 mts. de altitud, de donde parten los barrancos que dan forma a los arroyos de Valredondo-Recuenco y Venta Nueva que a su vez son los cabeceros del río Sequillo, juntándose en el calzadillo para dirigirse hasta el lavadero de Nódalo. Aunque el mapa topográfico del I.G.N. lo desvía más al norte para comenzar su andadura entre la N-122 y la A-11, en las proximidades del Alto de los Ladrones por tierras mallonenses. Dando fin a su recorrido en La Olmeda uniéndose al Ucero, próximo al lugar donde se sitúan las atalaya musulmanas del Enebral y la algo más lejana de La Pedriza (Lodares de Osma), pero las dos con espléndidas vistas a la fortaleza “califal” de Gormaz y las vegas del Duero.
Atraviesa Nódalo como hemos dicho, población que presume de templo con buena hechura románica y espléndida pila bautismal del siglo XII. Continuando su andadura hacia el suroeste, cruza por el Cerro Santo las ruinas de la ermita de San Lorenzo (antiguo templo parroquial del despoblado de Casarejos) y un posible asentamiento romano aun sin documentar, aportándole en este tramo sus aguas la fuente del Moral y el Cubo de San Lorenzo. Siguiendo su andadura y dejando a diestra las ruinas de lo que queda del despoblado de Tarancueña, se topa con la Cañada Real Galiana y tras rebasar la hondonada de Roncesvalles (de indudable toponimia navarra), se le agrega el arroyo de la Dehesilla al que aporta sus aguas la Fuente Malluel. Manadero que brota con regularidad dando cauce al arroyo de la Dehesilla, origen a su vez del despoblado de Fuentemayuel.
Aldea al parecer deshabitada durante el siglo XVIII por causas desconocidas, pero con leyenda referente a una boda a la que fueron invitados todos los vecinos menos una pastora. Que por despecho y enfado, puso un buen número de “zaramanquesas” bajo las piedras por la que brota la fuente, envenenando de esta forma el agua que beberían todos los comensales en el convite, quedando por esta causa el pueblo despoblado y sin habitantes. Siendo por ello que en Rioseco (a 3 km. de distancia) a las salamanquesas se les tiene cierto grado de respeto y temor, habiendo entre sus vecinos un dicho “si te pica una zaramanquesa coge la pala y vete a la iglesia”.
Esta leyenda que se cuenta sobre la desaparición de “Fuentemayuel”, es casi un clásico en la pseudohistoria de los despoblados sorianos, ya que se repite (que yo tenga constancia) por lo menos en las aldeas de Mortero, Vadorrey, Masegoso, Santo Domingo (Tajueco), Torderón o Villamediana. En los relatos o fábulas que nos han llegado de estos hechos, se reseñan a salamanquesas o zaramaquesas como las causantes de estos envenenamientos, sabiéndose hoy que pese a sus formas dragonianas o de animal prediluviano, estos reptiles para nada son animales malsanos, al contrario si los vemos por nuestro rededor podemos agradecer su presencia contra repulsivas plagas o insectos molestos.
Nuestro río de hoy salva por el sur el Puerto del Temeroso de 1080 mts. áspero collado por el que discurre a sus pies, corriendo hacia el septentrión el vecino el río Milanos (a su orilla se situaba la villa romana de Fuentes del Abión en Blacos). Y entre medias el mencionado paso, lugar de siniestro e inquietante nombre, que el mapa provincial de 1860 titula como “Cuesta de los Ladrones”, y algo habría de ello con esas nominaciones para que notables y reales autoridades modificaran sus recorridos, usando la ruta por Quintana Redonda en sus tránsitos hacia el oeste.
Cubriendo la Calzada Romana que unía Astorga con Zaragoza, conocida como la XXVII del Itinerario de Antonino, se erigieron (en la actual provincia de Soria) una series de villas romanas que sirvieron para colonizar el territorio: Los Villares en Santervás del Burgo, La Dehesa en Las Cuevas de Soria y Quintanares en Rioseco. Siendo esta última, -que apenas se sitúa a 3.5 km. de la vía romana-, seguramente el origen de la población a la que hoy dirigimos nuestros pasos “Rioseco”. Enclavada así mismo entre dos ciudades celtibero-romanas como son Uxama (30 km.), Numancia (a 45 km.) y no muy lejos de Voluce – Calatañazor (8,5 km.).
Llegados a Rioseco, que aunque como población no es puntera en habitantes, sí que merece algún que otro encomiable párrafo, ya sean de ánimo, reconocimiento o simplemente informativo. Aldea que tras la conquista de la zona por Fernando I en 1060, quedó adscrita al Alfoz de Calatañazor, llamándose hasta mediado el siglo XX Rioseco de Calatañazor.
En primer lugar sorprende al pasear por sus calles, la cuidada limpieza que se respira y los singulares detalles que la diferencian de otras aldeas desabrigadas por sus regidores, destacando así mismo las cuidadas y espectaculares chimeneas tradicionales, conocidas como de estilo pinariego, que son dignas de ver. Aquí se nota la mano de que sus responsables saben que quieren para el futuro de su pueblo huyendo de un proyecto manido, apostando por lo cultural y el buen gusto. La población posee una bien cuidada ermita románica dedicada a Virgen del Barrio (su patrona), junto a la cual quedan los restos convertidos en “taina” de una torre romana “El Calabozo”, que serviría de apoyo y vigilancia a la cercana “Calzada”, así como el interesante templo también románico de San Juan el Bautista, del que algún vecino quiere ver en sus canecillos alguna representación erótica (un exhibicionista).
En su plaza mayor y bien colocado en su medio mitad, podemos observar el rollo jurisdiccional otorgado en 1817 (como consta en lo alto del pedestal) por el “felón”, “mastuerzo” y “rey” Fernando VII (6º de los “borbones”), lo peor que ha habido en España. Que elaborado con los restos de una Villa Romana del siglo IV, nos la encontraremos saliendo de la población camino de Boós
Villa, granja o casa de campo allí ubicada por la proximidad de las aguas del río, que seguro en tiempos pretéritos fueron más abundantes, determinando el emplazamiento de una de las pródigas mansiones romanas existentes en la provincia que cubrían la calzada Astúrica – Caesaraugusta (Astorga – Zaragoza). Apodada Los Quintanares, se extiende por aproximadamente 3.000 m2. que se articulan en torno a dos patios columnados que hacían de distribuidores entre sus habitáculos, los cuales se encuentran enlosados por 32 mosaicos de singular importancia, conservados en muy buen estado. Destacando de entre ellos el que representa a la diosa abundancia o madre naturaleza, así como una marmórea escultura del dios Saturno que podemos observar en el Museo Numantino de la capital soriana.
A esta deidad (protectora de la naturaleza y la agricultura) es a la que “Roma” dedicaba las fiestas saturnales desde el 17 al 23 de diciembre, festejos que costaron bastante al cristianismo erradicar, debiendo de cambiar para ello el nacimiento de “cristo” al día 25 de diciembre, haciéndolo coincidir con el solsticio de invierno o el renacer del Sol. Sobre estos importantes restos, el primer edil de Rioseco, está esperando se le dé un tratamiento museístico como el ejecutado en la de la Villa Romana de la Dehesa en las Cuevas de Soria, pero colores tienen las decisiones.
La que fuera ermita de La Soledad, se encuentra en la actualidad totalmente en ruinas, solo un trozo de paño sobresale junto a la cuneta de la carretera frente al aparcamiento de autocaravanas. Fue levantada en parte con sillares extraídos de los restos de la villa romana, y según me contaron en la población la mandó demoler en su tiempo el Sr. Cura de entonces. No debo dejar de recomendar antes de abandonar la población, su bien cuidado restaurante “Los Quintanares”, que haciendo honor a la villa romana, es sin, duda uno de los lugares referentes en la zona (por mi parte, ensalzar su postre estrella “helado de tomillo”).
Debo dedicar también un párrafo a algunos de sus personajes singulares, siendo el caso del peculiar escritor (juntaletras) desaparecido en 2016 Juan José Peracho Soria “el Peracho”, así como artesanos de la talla del diestro joyero en plata Víctor Torres (Bituko, Plaza Mayor, 7), o el maestro en dar forma a la madera Santiago González, al que me referiré más tarde.
Rioseco es población cabecera del entorno, perteneciendo a ella la pedanía de Valdealvillo y los despoblados de La Mercadera, Escobosa de Calatañazor, San Torcuato y el ya relatado de Fuentemayuel.
Estamos en uno de los pocos pueblos de Soria que posee circunvalación, y tomando esta en dirección a Torreblacos, veremos a nuestra izquierda la silueta la iglesia de La Mercadera. Otro abandono más, pueblo y templo, y un nuevo expolio (agosto de 2018) de su románica porticada del siglo XI y la pétrea cruz de su espadaña, y aunque estaba poco vigilada (nada) y se encuentra alejada de cualquier núcleo de población, no justifica la desidia de los responsables de “custodiar” este patrimonio que poco a poco nos están robando.
Si tomamos dirección a Boós, nos encontramos en apenas 3 km. el Club y Campo de Golf La Cerrada, instalación de la que el mítico “Perocho” no era muy partidario (y yo tampoco). Controvertidos espacios en la Costa del Sol por su consumo de agua, pero que aquí que se mantiene con la propia humedad del entorno, no habiendo más riego que el de la lluvia, ni otro escenario que la naturaleza rodeada por centenarias sabinas (hay quien las cataloga de milenarias), entre las que discurre una ruta de senderismo y un ramal de la Cañada Real Galiana: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/senda-de-la-cerrada-rioseco-de-soria-prc-so-78-31028762 y https://www.discoversoria.com/rutas-senderismo/04-riosecocerrada/senda-la-cerrada-rioseco-de-soria-descripcion.pdf.
Y siguiendo el asfalto en dirección a Valderrodilla y Andaluz a tan solo 500 mts. y linderos a la Villa Romana, nos encontramos cuatro potentes chopos cuyos fisgones troncos nos hacen graciosa mofa. Son los “chopos burlones” realizados durante 2020 (en plena pandemia de COVID), por el artesano Santiago González Tejedor (Bongui, C/ Bajera 32), hacendoso carpintero y vecino de Rioseco, que liberando su creatividad a través de su aguda imaginación, nos dejó estos simpáticos y guasones rostros tallados en sus cortezas, ejemplo de simpatía para todos los que por su vera pasan.
Muy próximo a los árboles se encuentra el Molino de Abajo, espacio transformado en Museo con enseres de molienda, así como elemento de difusión y reivindicación de la Villa Romana Los Quintanares, conjunto merecedor de ser visitado.
Continuamos carretera por el puro sur un kilómetros más (dos desde el centro de Rioseco), para desviarnos a diestra en busca de un nuevo despoblado con su curiosa y caída iglesia, en este caso dedicada a San Torcuato. No la he adjetivado como ruinosa, toda vez que los vecinos (de Rioseco) se han dedicado a liberarla de escombros y adecentar su espaciosa nave, que “abierta a los cielos” como tantos y tantos templos sorianos nos recibe gustosa. Destaca de su cabecera las dos potentes columnas más propias de una catedral que de una iglesia rural (existiendo la posibilidad de que el templo formase parte de un monasterio aún sin documentar), así como una trabajada bóveda nervada en gótico.
Trescientos metros al oeste se vislumbran unas ruinosas construcciones que en tiempos no muy pasados hicieron las veces de “tainas”, siendo lo que quedara del despoblado que por allí se asentó y del que San Torcuato seria su iglesia, que dando el nombre del templo como topónimo, ya que no queda constancia de su apelativo original como aldea.
Volviendo al asfalto para continuar carretera y ruta, en apenas dos kilómetros nos desviaremos unos centenares de metros a diestra también para observar lo que queda de la así mismo despoblada y abandonada aldea de Escobosa de Calatañazor, por la que en sus mejores tiempos transcurría la Cañada Real de la Pedriza (cordel de La Galiana) y con rededores reputados de ser ricos en fósiles. Ubicada en un lugar de rebosante verdor por la proximidad del río Escobosa o arroyo de La Merendilla, encontramos en su parte más baja, el lavadero y la espaciosa así como insólita fuente, donde las gentes de la aldea solían reunirse a charlar.
Fisgamos por entre los ruinosos restos de la iglesia dedicada al “Bautista”, de la que apenas queda ya algo que no sea el humilde vía crucis pintado en las paredes sobre el yeso, pues su hermosa, sugerente y románica pila bautismal del siglo XIII, luce esplendorosa en el patio del Palacio Episcopal del Burgo de Osma, así como la también románica talla de su virgen que reposa custodiada en la catedral burgense, y poco más nos llama la atención que no sea el desánimo, el abandono, así como una mezcla de rabia y zozobra. Nos fijamos en la simpleza de su portada, de hechura similar a la de la ermita de Rioseco (Virgen del Barrio) o la de Boillos, pensando en cuanto tiempo durará sin ser expoliada.
Si habéis llegado hasta aquí leyendo estos párrafos, os habréis dado cuenta de que llevo ya relacionados ocho poblaciones despobladas (a medio camino), con sus casas ruinosas o inexistentes. En total, por la zona de influencia del río Sequillo, con una extensión de alrededor de 80 km2. he podido localizar unas 13 aldeas abandonadas por sus habitantes a lo largo de su historia, quedando únicamente pobladas otras 13 en las que están censadas (lo que no quiere decir que habiten) apenas 628 almas, por eso he querido titularlo como "el Valle de los despoblado".
Estamos a mitad del río Sequillo, así que el resto lo dejo para otros folios y no cansaros………… pero lo que queda también tiene sus historias, gentes, paisajes y sensaciones………. nos vemos no tardando.
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