viernes, 7 de noviembre de 2025

- Roblones de Sierra Carcaña...... el bosque encantado de Sotillo del Rincón (Soria)

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Iba anunciando ya en mi anterior relato sobre la “Laguna de Cebollera”la imparable entrada del otoño durante estos días cubriendo nuestros campos y montes con esas melancólicas tonalidades ocres. Y si el año pasado dedique estos párrafos en hacer llegar las sensaciones producidas al pasear los hayedos sorianos, esta temporada el destino me ha llevado hasta alguno de los interesantes y abundantes robledales que se extienden por esta provincia del oriente castellano.

Árbol de noble porte, serio y robusto, recio y sociable, el roble ha servido durante miles de años para generar esa parte de confort que los humildes hogares mesetarios precisan para sobrellevar los duros inviernos de estas austeras tierras, situadas gran parte de ellas por encima de los 1000 m. Conformando el género “Quercus”, los robles constituyen una de las especies más grandes y diversas del planeta, existiendo más de 800 variedades en todo el mundo, que se extendien desde las selvas tropicales a los templados bosques.




Habiéndome avisado los mirlos, -golpeando con sus anaranjados picos el cristal de mi ventana-, de la existencia de un escondido lugar no muy alejado de la capital soriana y en plena comarca de “El Valle”, donde se extiende un espléndido robledal con los ejemplares mas longevos de toda la geografía provincial, dignos de ver en este periodo otoñal caracterizado por la ausencia genérica de setas al no haber existido lluvias en su debido momento.

 

Es lo que nos ha hecho acercarnos hasta Sotillo del Rincón para ascender por su ladera norte en busca de estos singulares robles que  llegar a tener entre dos o tres centenas de años, pudiendo algunos superarlas, existiendo algún ejemplar al que se le calculan unas 600 primaveras. Son los que por aquí denominan “roblones” (robles grandes y viejos) encontrándose diseminados por un extenso robledal que se sitúa en la vertiente septentrional de la Sierra Carcaña, entre unos pedregosos canchales en la umbría ladera que desciende de sus cumbre del Cerro Pajareros.

 

La zona, a la cual yo denomino como “Umbría de los Canchales” pero mencionada en los mapas IGN como “Monte Dehesa Cerrada”, se la conoce popularmente como “El Templo del Roble”, ya que en ella debe haber alrededor de unos 500 de estos sobresalientes ejemplares de roble albar (Quercus petraea) pudiendo ser la cifra aún mayor. Cifra calculada en base a existencia de unos 10 de esos centenarios y esplendidos robles por cada hectárea, que sobre una extensión de unas 50 Ha. que es lo que presumimos puede ocupar este tipo de boscaje por el que transitamos, nos hace la cifra referenciada.




Vetustos, resistentes aun heridos por los años, bastantes rugosos, dolidos algunos por la acción los rayos y cubiertos en gran parte por una gruesa capa de musgo que, cual mullido edredón, se diría los protege del rigor de los hielos invernales………. como si no hubieran aguantado ya lo suyo. Así se nos presentan ante nuestra vista en un nublado pero sereno día otoñal, con un bosque solitario, tranquilo y silencioso, donde el único murmullo son nuestros pasos y el caer de las hojas al suelo, ni siquiera el trinar de los pájaros resuena a nuestro rededor............ en realidad un "bosque encantado".

 

Hemos ascendido desde la aldea de Sotillo del Rincón por la pista que sustituye al viejo camino que atravesando la sierra comunicaba con El Royo, población enclavada al otro lado de la serranía. A un par de kilómetros en una fuerte curva a derecha y lugar donde puede estacionar bien un vehículo, comienza el recorrido de esta parte del robledal donde se pueden encontrar un buen número de estos singulares “roblones” que nos llegar a cautivar con su porte, imaginando las historias que podrían contarnos si pudieran hablar.

 

Nada más introducirnos en la espesura ya comienzan aparecer ante nuestra visión algunos de los reseñables robles albares, que se hayan dispersos entre otras matas de rebollos bastantes más bisoños. La ruta no es de fácil caminar, pues las veredas son prácticamente inexistentes, se encuentran sin señalizar, la trocha se halla en pendiente y es algo farragosa. Conformando un paseo que no llega a los dos kilómetros con suave desnivel que apenas llega a los 90 m. pero que aún con la dificultad de transitar estos terrenos, todo el conjunto del bosque nos mantiene en permanente admiración recompensándonos el entono por donde nos trasladamos, una especie de selva de robles melojos al cuidado y bajo las enseñanzas de sus abuelos los centenarios “roblones” (robles albares). Desde el pedregoso canchal (donde nosotros hemos decidido finalizar nuestra ruta) podemos seguir ascendiendo por terrenos donde comenzamos a vislumbras más hayas, tratando de descubrir antiguos caminos ya cegados por el escabroso terreno hasta el cerro Pajareros y el inmediato Castro celtíbero, ambos con excelentes vistas tanto hacia el valle como a las montañas.




Por encima de nuestra ruta, a apenas unos centenares de metros, se encuentra la denominada “Casa de Palomeros” un refugio de cazadores utilizado por estos cuando acuden al paso migratorio de las “torcaces” (de octubre a febrero), cuyos puestos de disparo están situados en elevadas torretas que podemos encontrar entre los collados del bosque.

 

Esta extraordinaria agrupación de centenarios robles (Quercus petraea) que superan en algunos casos los cinco metros de perímetro y situados en medio de un espeso boscaje de rebollos (Quercus pirenaica), están considerados como los de más porte de toda de la provincia. Necesitado de terrenos y climas húmedos generalmente situados en umbrías (ocupadas en parte por las hayas), hoy estos resistentes y fornidos arboles se encuentran en práctica regresión en nuestras latitudes, siendo por ello, sus pocos y envejecidos ejemplares, gradualmente reemplazados por otros tipos de robles más adaptados a los cambios climáticos como pueden ser los rebollos.

 

El paso del tiempo, que no la mano humana, es la que rige por aquí el ciclo de la vida, pues son los años y los condicionantes atmosféricos los que deciden cuando uno de estos extraordinarios ejemplares sucumbe, pudiendo observar en el suelo durante nuestros pasos toconas de árboles ya caídos que lograrían superar los 8 mts. de diámetro.

 

La Sierra de Carcaña se sitúa al sur de la Sierra Cebollera (Macizo de Urbión), encauzando los ríos Razón y Duero, estando cresteada por cumbres de entre los 1.400 y 1.500 mts. que separan las poblaciones de Valdeavellano de Tera y El Royo. Siendo su máxima altitud el Cerro Pajareros de 1509 m. situándose en su proximidades el Castro celtíbero de “El Castillejo” (siglos VI – IV a. C.).




A pesar de sus valores naturales, algunos de ellos aquí relatados, la Sierra de Carcaña no se encuentra incluida en ninguna de las siete formas de protección con las que cuenta la Comunidad de Castilla y León, siendo una norma de menor rango y protección, de índole Europeo, “Lugares de importancia comunitaria” (LIC) quien únicamente la regula………. luego nos sienta mal que nos llamen “vagos”, inactivos o inútiles...... te enteras QUIÑONES.






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