Nos situamos a comienzos del verano de 2024 en tierras sorianas, y aprovechando las noticias de unos días de frescor, nos allegamos hasta los lindes con la vecina Aragón intentando recorrer los lugares y poblaciones aledaños a las vegas que surten de agua al río Nágima, quien se las cede al Jalón ya por tierras mañas. Estas hoy deshabitadas en gran parte tierras, fueron sarracenas durante bastante tiempo hasta que “El Batallador”, en el primer cuarto del siglo XII (1120-1022) las tomara para la corona aragonesa, pasando a ser tierras castellanas en 1134. Pero durante bastante tiempo fueron tierra de frontera y debido a ello, los musulmanes erigieron algunas fortificaciones y bastantes de esas atalayas de comunicación que ya os he referenciado en otras peroratas de este blog.
Para allegarnos hasta estos lugares hemos partido de Almazán dirigiendo nuestros pasos al levante, disfrutando en nuestra ruta de hermosos campos de intensos rojos conformados por miles de tupidas amapolas al cruzar por la granja La Milana.
El primer destino es la población de Perdices, que pese a su humilde y casi vacío caserío ostenta la extraordinaria y hermosa iglesia de San Pedro, una de las más sobresalientes construcciones del románico rural soriano de finales del siglo XII. Debiendo de acercarnos a visitarla para poderla admirar en su plenitud y si conseguimos que la puedan abrir para nuestra visita mejor que mejor, ya que su interior también es de cuidadas formas tanto en diseño como en sus elementos. Desde ella se divisa la aldea y buena parte de las Tierras de Almazán, destacando a media vista el castillo de Moñux, al que nos dirigimos.
A 10 km. por asfalto (que se reducen a la mitad por caminos de tierra si se es valiente) se sitúa la pequeña, bien soleada y ventilada aldea de Moñux, hoy ya en franca decadencia. Solo destacar su castillo y el alomado casco urbano que se desarrolla bajo el torreón, ya que de la misma he relacionado algo en otros artículos.
En apenas 8 km. nos situamos en Nepas, la también pequeña aldea en donde destaca su elegante iglesia románica, con pretil y puerta de gótico arco, consagrada a San Adrián. La soledad y algún curioso elemento urbano son nuestra compañía al transitar sus escasas media docena de calles. Desamparo es el olor que se respira en estas aldeas cuando se las recorre.
El mismo efluvio notaremos en Nolay, que se sitúa apenas 4 km. al levante. Población que también se puede sentir orgullosa de su templo a San Clemente Papa (el cuarto de estos), agraciado conjunto parroquial erigido en sillería y mampostería de buen románico porticado, con elementos en mudéjar y gótico. Donde podemos buscar en el muro sur de su barbacana hasta una docena estelas discoidales de entre los siglos XII y XIII, Siendo el recuperado conjunto de lavadero y la fuente otro atractivo más de esta población. A finales del siglo XVIII la localidad contaba con 171 “nolayos” (también conocidos como navarros) que en 1842 (Madoz) ascienden hasta 204 , hoy están censados 48, de los cuales no llegarán a vivir de forma permanente ni la mitad.
Para llegar a Bliecos hay algo menos de 7 km. siendo a mitad del camino y cuando cruzamos la Cañada Real de Merinas, el lugar donde prácticamente se sitúa el nacedero del río Nágima, valle por el cual seguiremos la ruta que hoy nos ocupa hasta su desembocadura en el Jalón por tierras aragonesas de Monreal de Ariza. Siendo la población “pimentonera” donde le ha tocado brotar, casi en el punto donde se amojonan los lindes de Monparedes, Nolay y el propio Bliecos. Dirimiéndose entre estas dos últimas poblaciones la trayectoria de las aguas que van a la cuenca del Duero (Atlántico) y a la del Ebro – Jalón (Mediterráneo). Convirtiendo este valle en uno de los pasos naturales que comunican los Campos de Gómara y la Tierra de Almazán con los dominios aragoneses del valle del Jalón, conectando por tanto el Duero con el Ebro.
Bliecos es una de las poblaciones sorianas donde se le asigna el nacimiento a San Martín de Finojosa allá por el año 1138, convirtiéndose veinte años más tarde en monje del no muy lejano Monasterio de Cántabos, al que en próximo artículo dedicaré algún que otro párrafo.
En la población además de la iglesia parroquial con restos de maderamen mudéjar y líneas góticas, se sitúa el Priorato o Casa Prioral del mencionado San Martin que perteneciente al cisterciense Monasterio de Santa María de Huerta, estuvo activo desde por lo menos el siglo XIII hasta el siglo XIX (desamortización de 1835), aunque por su tamaño sin mucha actividad monacal. En medio mitad del “complejo prioral” nos encontramos un pozo custodiado por sendos monjes, pero estos son puras replicas figurativas y no les podemos preguntar si en él hay agua o no (pues se sitúa en la parte más alta con respecto a sus alrededores), y tampoco podemos preguntar a nadie de la población, pues se repite la misma sensación de desabrigo que en todos los pueblos visitados.
Continuando la misma dirección del Nágima durante unos tres kilómetros y medio, nos encontramos con lo que fuera el Molino de la Torre, uno de los muchos que dedicados a la molienda se establecieron al impulso de estas aguas (debió de haber cerca de la veintena, solo en Serón se instalaron cinco), situándose en lo alto una más de esas atalayas islámicas a las que ya os voy acostumbrando y dando a conocer a través de estas páginas. Siendo una más a la que ascendemos y visitamos, observando nuevamente su pésimo estado de conservación y el mas absoluto abandono por parte de los responsables “autonómicos”, custodios de que este importante patrimonio de más de mil años quede para generaciones futuras, generándome razonables de dudas de que esto sea así…………….y cada día más, pues si más observo más desidia descubro.
La atalaya de Bliecos, también conocida como del Molino de la Torre, Torre de Moros o Torre de Serón (por el despoblado existente en el lugar), se sitúa “alomada por encima de las carrascas” sin que un acceso definido nos lleva hasta ella, pero aun así buscamos veredas entre medias de las espesas encinas. Datada en el siglo X y de arquitectura bereber en construcción cilindro-cónica, su ya ruinosa estructura pide con urgencia una consolidación antes que desaparezca del todo como otras tantas de las existentes en la provincia.
Continuando aguas abajo del río Nágima, pasando por la ya mencionada sucesión de los que fueron prósperos molinos harineros, que hoy se encuentran en penosa y cómplice ruina, nos detenemos ante las exageradas manchas de amapolas (ababoles les llaman los sorianos), con los que algunos campos nos regalan la vista, espectáculo solo digno para los que aventuran sus pasos por tierras inhóspitas en busca de exploraciones primaverales.
Llegamos a la entrada de Serón (que así se llamaba hasta que le pusieron apellido allá por el año1916), llamando nuestra atención un solitario ábside románico por debajo de nosotros, en la práctica orilla del río y orillado de su casco urbano. Es lo que queda de la antigua iglesia de la Santa Cruz o del Santo Cristo (siglo XII), siendo la primera parroquia que tuvo la población tras su toma por las fuerzas cristianas del “Batallador” en el siglo XII, hoy el lugar lo vemos dedicado a cementerio (viejo) al quedar arruinado el templo. La Zona se dedicó a huertas pero tanto estas como el conjunto religioso, se hayan en la más completa desolación, plagado de hierbas y hiedras que colmatan en parte el ábside y su vallado (donde podemos encontrar una estela medieval en el ángulo noreste), todo rodeado de arbolado silvestre. El complejo forma uno más de los espacios dedicados a “campo santo” de viejas iglesias en desuso, y gracias a eso ha llegado este resto románico hasta la actualidad, por lo menos el ábside románico del antiguo templo.
Entrados en Serón nos damos cuenta de la importancia que debió tener en el pasado, cuando fue un enclave fronterizo crucial entre las cuencas del Ebro y Duero, tanto en los tiempos del control musulmán de la zona como en las razias entre castellanos y aragoneses después. Detentando la población un entramado urbano relevante, y aunque actualmente solo mantiene una población de apenas 122 habitantes, posee todavía cerca de 300 viviendas, ejerciendo aun como cabecera de la comarca con las limítrofe de la Vicaria de Monteagudo y los Campos de Gómara y Almazán. Esta posición que mantuvo en el pasado le llevó a estar amurallada, como a tener posiblemente una alcazaba morisca que posteriormente se transformaría en castillo durante el siglo XV.
Como en tantos otros territorios sorianos, se han encontrado restos del bronce, celtiberos y romanos, sabiéndose habitada por musulmanes de origen bereber entre los siglos VIII y por lo menos el XII, existiendo una importante mezquita sobre la que se levantó la opulenta y gótica Iglesia de la Virgen del Mercado en el XVI, conviviendo así mismo una notable comunidad hebrea, que al perecer estuvo ubicada en el Barrio Escobar al sudeste de la población.
Son destacable los restos de su soberbio castillo, construido a base de tapial de roja arcilla, a modo de las kasbahs del Atlas marroquí de enorme influencia islámica, aunque hoy se duda de esa datación ya que “la construcción que hoy aún podemos apreciar no parece tener factura islámica sino mudéjar”. Produciendo, la endeblez del material empleado para su construcción, continuos desplomes en sus muros, además de la ayuda en su destrozo que le infringieron los “franceses” durante la Guerra de la Independencia, quienes lo dinamitaron, sin por ello perder la percepción del tamaño que en su día tubo esta “fortaleza de barro”.
No solo los “gabachos” han producido destrozos en los bienes patrimoniales de Serón, sus propios regidores y habitantes también se han encargado de la eliminación de edificaciones históricas de cierta relevancia. Ya entre los años 60 y 70 del siglo pasado se derribó el oriundo Ayuntamiento, que asoportado se ubicaba en la Plaza Mayor (nº 12) sustituido en aquel entonces por la sucursal de Caja Duero (hoy ante el abandono de estas entidades de las poblaciones poco rentables se ha transformado en farmacia), parece ser que las columnas de los soportales se encuentran en Velilla de los Ajos, en la casa del constructor que realizo la reforma. Y por último, junto al anterior, la “alhóndiga” que se demolió ya en pleno siglo XXI (2010) no sin una cierta oposición vecinal, quedando ocupada su ubicación por un armatoste esqueleto de viguetería en hormigón de un gusto bastante cuestionable.
Es aquí donde comenzamos a observar por las entradas de sus caseríos los conocidos como “pairones o peirones”, elementos de temática religiosa (por lo general pilares a modo de cruceros dedicadas a vírgenes o santos), aunque su ancestral origen pudiera ser pagano. A través de ellos se indicaban la proximidad de la aldea así como auspiciar la buena fortuna de los viajeros que por esos caminos se aventurasen. Siendo el exacerbado sentir religioso de aquellas gentes, el que igualmente les arrogaba un efecto protector para pastores, agricultores, ganados, cosechas… etc. Suelen ser columnas o pilastras levantadas en piedra o ladrillo, con hornacina en lo alto donde amparar la imagen religiosa y rematada con una cruz generalmente de hierro. En Serón podemos encontrar dos de ellos, el del Carmen y el del Pilar, este último a la entrada viniendo de Bliecos.
Por último no quiero dejar de reseñar el establecimiento de “El Señor José”, el Bar Plaza, que lo mismo te facilita unos huevos fritos con patatas y un plato de jamón para satisfacer las necesidades hambrunas, como poder adquirir los indispensables elementos para una casa cual si fuera una tienda de ultramarinos…….. “Ultramar”, de allí llegó hace más de 20 años este indispensable ecuatoriano a tierras sorianas para dotar de servicio al ámbito rural.
Nos desviamos del Nágima para acercarnos entre espectaculares y pletóricos campos de amapolas a las riberas de los arroyos de Valdevelilla (Carraserón), Caños de Borque y Arenal, donde se asientan o asentaron los poblados que pretendemos visitar. El primero de ellos es Velilla de los Ajos que pudo ya tener existencia allá por el siglo X a través de la atalaya cuyos restos se sitúan a algo más de 3 km. de la actual población, y origen del que ahora sería el despoblado de Borque con las ruinas de la románica iglesia de San Millán del siglo XIII como únicos restos. Dejándonos reseñas de ambos en 1353 con la nominación de “bonorque e villiela”……….. tanto el uno como el otro, referentes topónimos relacionados con vigilar / vigilancia .
De Velilla resaltar su excelente templo dedicado a San Pedro, que levantado sobre una iglesia anterior que contaba con torre defensiva, se ubica en lo alto de la población accediendo a ella ascendiendo por una notable escalera, así como la existencia en algunas de sus viviendas de las denominadas “glorias”, sistema de calefacción a través de calentar los sueños por medio de una cámara de aire mediante combustión de leña, práctica originaria en las formas de vida romanas. El curioso apelativo “de los Ajos”, puede tener su origen en la probable presencia de judíos en la población hasta finales del siglo XV, fecha en la que fueron expulsados por los Católicos Reyes. Un paseo por su escuetas calles hasta llegar al templo, y alguna charla con las vetustas gentes del pueblo, puede ser el complemento de una buena tarde.
De lo más turbador y solitario puede ser recorrer los escasos kilómetros que nos separan de la ya inexistente aldea de Borque, la nada es todo lo que se divisa en el trayecto de alomados campos con verdes mieses, solo las ruinas de su interesante templo dedicado a San Millán, uno más de esa lista que sigue creciendo de “románico abierto al cielo” o “románico sin techo” es lo que podemos observar. Poco queda de lo que fuera la iglesia parroquial de la población datada a comienzos del siglo XIII, existiendo aun entre sus ruinas algunos elementos singulares, como es el robusto y ancho arco triunfal, en el que podemos observar esculpido un cuadrúpedo devorando una cabeza, así como cuatro enigmáticas figuras humanas cruzadas de brazos a la altura del pecho.
Nos situamos en medio de un entorno cuando menos inquietante y la toponimia no ayuda a podernos relajar: el “arroyo del muerto” no esta muy alejado, sabiendo además que los vecinos de la cercana población asustaban a sus retoños con la presencia de “maquis” en el lugar. Aunque también de sus proximidades y a través del manadero de “los Caños de Borque” se surten los velillenses del suministro de agua para su consumo diario.
En la cúspide del cerro (1.139 m.), y a unos 80 m. por encima de las ruinas de la ermita, encontramos los restos de una nueva atalaya islámica de fábrica circular, relacionada con una construcción más amplia (albacar o albacara) así como un aljibe cuadrado cavado en la roca. Al carecer todo el contorno prácticamente de vegetación el lugar posee un destacado dominio visual, completando sin duda la línea de torreones de vigilancias que establecían la Marca Media musulmana a mediados del siglo X, junto a los de Maján, Soliedra, Bliecos, Nolay, Castil de Tierra o Moñux, soporte de los baluartes de Serón, Morón y Almazán. Siendo la misma nominación árabe de “borque” la que ya nos insinúa su origen como lugar de vigilancia.
Sobre los torreones o atalayas antes mencionados, se tiene constancia de todos menos del de Maján y hasta allí nos dirigimos siguiendo la ribera del arroyo de Velilla. Nada más llegar nos damos cuenta de su diseño, con una estructura urbana característica del medievo que ya hemos visto en otras poblaciones sorianas como Utrilla o Puebla de Eca, con calles concéntricas, circundando un espacio central donde se sitúa la iglesia, lo que nos hace pensar si antaño no estuvo la población en parte amurallada……………. el tiempo y la arqueología nos lo dirá. Esto junto a su ubicación en lo más alto de la zona 1.157 m. y con buenas vistas dominando los enmarañados y exquisitos valles que desde ella se extienden hacia el sudeste y Las Vicarías, nos vuelve hacer reflexionar de la existencia en su día de una más de las atalayas de comunicación islámicas de la Marca Media durante el siglo X (o en el inmediato cerro El Castillo), sobre la cual ya han conjeturado otros autores, pero de la que hasta la fecha no se han encontrado vestigios.
El panorama que se divisa es de lo mejor, pudiendo alcanzar en días claros el Moncayo, las sierras aragonesas próximas a Calatayud, las tierras de Medinaceli, Almazán y Gómara, llegando a verse los Picos de Urbión y Cebollera.
También sabemos que por la misma población discurre la ya comentada Cañada Real de Merinas que así mismo cruza el termino de Bliecos. Como de igual forma conocemos de la existencia en la minúscula población; -que apenas llega a la decena de vecinos y en la que no nos cruzamos con nadie, manteniendo en nosotros los mismos sentimientos de desolación que nos acompañan en prácticamente toda la ruta-; de peirón, estela medieval y crucero, los tres elaborados en piedra.
Pero lo que nos ha traído fundamentalmente hasta aquí es poder visitar su interesante templo dedicado a la Inmaculada Concepción, sobre todo su original y notable portal románico que es lo que únicamente nos ha llegado esta época, ya que el resto fue reformado en el siglo XVIII. La interesante portada de finales del s. XII nos muestra a través de sus tres archivoltas el fino trabajo de sus escultores, muy próximos a los tallados en Silos u otras realizaciones de elaborada talla. Cincelados en arenisca, sus representaciones nos muestran una mezcla de personajes litúrgicos y mitológicos, combinando animales reales con fantásticos, un interesante conjunto que bien hace que nos desviemos de la ruta para su observación.
Nos encontramos en plena zona de Las Vicarias (Serón – Torlengua - Valtueña – Fuentelmonge – Monteagudo - Cañamaque). Dirigiendo nuestros pasos a esta última que, recostada sobre una ladera a levante, es un sereno casco urbano donde “el gótico se tiñe de rojo”, expresión referida a su desproporcionada iglesia dedicada a Juan el Bautista que preside la población desde lo alto. Erigida en ese estilo “gótico” durante el siglo XVI cuando ya no estaba de moda, su visión nos traslada la imagen de unas desmedidas dimensiones para la envergadura de la aldea, situación que ocurre en otras muchas localidades de esta provincia y del país, dejando constancia de que damos más importancia a lo divino que a lo mundano, limitando así el histórico desarrollo del territorio.
Acompañan a este casoplón dedicado a la deidad, dos coquetas ermitas ubicadas una al septentrión de la población, Santa Ana y otra al meridión, Santa Barbara, está última muestra original y única de ermita redonda en toda la provincia. Así mismo damos constancia de dos peirones o esconjuros que podemos encontrar en los accesos a la aldea por el sur y por el este.
Aquí interrumpo el relato de esta interesante y no muy conocida comarca soriana, que he decidido trocear en dos relatos para que no se haga excesivamente larga su visión, el próximo no tardara en estar por aquí………. a la espera de que os guste y os anime a visitar esta interesante zona.
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