viernes, 3 de enero de 2020

- Islas Galápagos (Ecuador)

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Situadas unos 1.000 km. (600 millas náuticas) al poniente de las costas de Ecuador, país al que pertenecen, la ubicación geográfica de las islas Galápagos las coloca en plena línea ecuatorial: a los 1º 40’ latitud norte y 1º 36’ latitud sur, y entre los 89º 16’ y 92º 01’ de longitud oeste. De origen volcánico y situadas sobre la placa tectónica de Nazca; que se desplaza hacia el sureste a una velocidad aproximada de 7 cm. al año, hundiéndose progresivamente en el mar; están compuestas por 13 islas mayores y más de 64 pequeñas o islotes.
 
Emergieron del Océano Pacífico hace unos cinco millones de años, estando su antigüedad entre los 4 millones de la isla Española, la más añeja del archipiélago, hasta la más reciente, Fernandina que cuenta con tan sólo 300 mil. Su proceso evolutivo y los cambios climáticos las han convertido en uno de los más insólitos lugares de la Tierra, en algunos casos se diría que se asemejan más a un paisaje lunar, que a un panorama terrestre. Un tercio de su vegetación, el 90% en los reptiles, el 80% de los mamíferos y el 20% de los peces son endémicos de estos territorios. 

Perdidas por millones de años en medio del océano Pacifico y sin ser pisadas por ningún humano antes, las islas Galápagos fueron descubiertas por un personaje de la hispania interior (lo que ahora conocemos como la España vaciada), un mesetario soriano. Fray Tomás de Berlanga (de Berlanga de Duero), que por aquel entonces siglo XVI y en tiempos de Carlos I fuera obispo de Panamá. Habiéndosele pasado por la cabeza y haciendo algunos proyectos sobre la realización, en aquellos tiempos, de la conexión del océano Atlántico y el Pacifico por el istmo de este país, pero que hubo de dejarse para casi cuatro siglos después por falta de financiación, y que fueran los U.S.A. del norte los que lo realizaran en 1914. 

Comandado por el emperador del Sacro Imperio, el clericó soriano parte en l535 de Panamá hacia Lima, con la instancia de mediar en las disputas que sostenían Francisco Pizarro y Diego de Almagro sobre las lindes de los respectivos territorios que gobernaban. Durante la travesía una calma chicha y las fuertes corrientes marinas le desviaron de su ruta, llevándole hasta un archipiélago que fray Tomás denominaría como Islas Galápagos, por la cantidad de grandes quelonios que habitaban dichas ínsulas. Siendo comunicado su descubrimiento al monarca Carlos I de España, desde la ciudad, hoy ecuatoriana, de Portoviejo. 

Al regresar a su pueblo natal en tierras castellanas, trajo consigo un caimán disecado procedente de Panamá, que puede observarse nada más acceder a la Colegiata de Santa María del Mercado de Berlanga. Siendo gracias a él que en nuestra alimentación exista, la patata, el tomate y el perejil, que los trajo de las tierras americanas hasta la vieja Europa.

No fue sino varios años después, cuando el capitán español Diego de Rivadeneira denominó a esas islas “Encantadas”, bajo la apariencia de que con niebla flotaban sobre la superficie del mar. Esto acaeció en 1546 al perder su rumbo y llegar hasta estas islas de las que cuenta hasta 12, incluso observa una erupción volcánica. 

Fue en 1574 cuando el cartógrafo flamenco Abraham Ortelius fijo finalmente el nombre de Galápagos (Insulae de los Galopegos "Islas de las Tortugas"), en el atlas terráqueo que realizó.  
 
Su aridez y escasa importancia agrícola y productiva, hizo que se convirtieran en tierra de nadie, donde instalaron su refugio piratas y bucaneros (fundamentalmente ingleses). Sirviéndoles de “despensa” y lugar de aprovisionamiento, abasteciéndo sus bodegas con las grandes tortugas que en gran cantidad poblaban las islas, que al poder vivir largos periodos sin comer ni beber, eran llevadas vivas en los barcos para ser suministro de carne frescas durante largas travesías. Richard Hawkins, capitán de uno galeones del pirata Francis Drake, según la leyenda fue el primer corsario que visitó las islas en 1593.  

En 1684 estuvo por allí William Dampier, el famoso “pirata ilustrado”, pues tenía la faceta de corsario y la de investigador, pero esto último lo usaba en beneficio económico, ya que la ciencia la usaba como generador de utilidad crematística. Realizó un mapa bastante detallado de las islas, pero como es costumbre en los sajones británicos les puso nombres inglesas a todas las islas, apelativos que afortunadamente no se han mantenido con el paso del tiempo. 

En años posteriores la piratería comenzó a disminuir, pero una nueva y lucrativa actividad comenzaba a adquirir interés por estas latitudes, la captura de los grandes cetáceos, dando paso los bucaneros a los balleneros. Durante el siglo XVIII la demanda de aceite de ballenas iba en aumento y la de oro español en descenso, por lo que barcos balleneros americanos (del norte) e ingleses comenzaron a indagar las posibilidades del océano Pacífico en la caza de ballenas, ya que la población de estos enormes mamíferos marinos se redujera en el Atlántico. Siendo enviado el capitán inglés James Colnett a estas latitudes durante 1793, para estudiar las posibilidades de esta lucrativa industria. De lo cual Colnett elaboró un mapa que puso en alerta a los balleneros para que se acercaran hasta estas aguas, aumentando de forma exponencial la caza de ballenas durante más de un siglo en estas islas. Esto implicó que hubiese grandes pérdidas en la población de ballenas de la zona, y que los leones marinos estuviesen cerca de la extinción. El número de tortugas también disminuyó drásticamente por estas fechas.
 
Según datos extraídos de los cuadernos de bitácora de las naves balleneras, entre 1811 y 1844, se apresaron más 15.000 tortugas de las islas para ser usadas como alimento. 

Aislado, apartado de las rutas marinas y sin apenas interés comercial, no se comenzó a colonizar hasta el siglo XIX, si bien ya en el siglo XVIII se iniciaron a estudiar la creación de asentamientos en sus costas. El gobierno ecuatoriano reclamó su soberanía en 1832 sin tener ningún problema para conseguirla, siendo oficialmente su nombre "Archipiélago Colón". Fue declarado como Parque Nacional en 1959, entrando en las lista de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1978. 

Este conjunto de isla e islotes resultaría ser un filón para los naturalistas, siendo, a finales del siglo XVIII y los primeros de pasar por ellas con fines científicos, los miembros de  la expedición española "Malaspina" dirigida por Alejandro Malaspina, que durante cinco años, cruzaron el Atlántico y recorrieron el Pacifico de cabo a rabo, con el proyecto de ampliar el conocimiento sobre las particulares geológicas, botánicas, fauna, clima, culturas y costumbres de los territorios de la corona española por el mundo. A bordo iban algunos de los mejores científicos y naturalistas, dibujantes y cronistas de aquellos años.  Habiendo acumulado durante su periplo una valiosa información a través de la recogida de muestras de especies vegetales, minerales y fauna. Con datos sobre numerosas observaciones científicas y astronómicas, trazándose así mismo nuevas cartas náuticas, culminándose un proyecto científico de gran altura. Sin embargo, los registros de la expedición nunca llegaron a ser publicados, por los avatares políticos de nuestro país. 

Y como ha ocurrido en otros muchos e históricos sucesos, fueron los británicos los que a través de su muy notable científico Charles Darwin, su no menos notable publicación El origen de las especies, y la "notabilísima parafernalia" de influyente propaganda, quienes se hicieron eco de la existencia de estas curiosas islas.

A bordo del bergantín Beagle, Charles Darwin paso casi cinco años de su vida (entre diciembre de 1831 octubre de 1836), pero apenas cinco semanas durante 1835 en las Islas Galápagos, tiempo que le fue suficiente para con sus observaciones, así como sacar las conclusiones que le llevarían medio siglo después a publicar su afamada obra sobre la evolución de las especies y la teoría de la selección natural. Sobre estas islas anotó que "el archipiélago es único" con "especies de animales que no existen en otro lugar". Hoy el científico inglés forma parte indisociable con estas islas, llevando una de ellas su propio nombre, la más lejana y septentrional de todas. 

Aun con una importancia sustancial en cuanto a la vida natural que en ellas se desarrolla por la calidad, diversidad y singularidad de la fauna existente, no son la maravilla que se vende a través de la propaganda viajera. Nunca es comparable un lugar a otro, cada uno tiene sus cualidades y para gustos se hicieron los colores los cuadros abstractos, pero creo haber conocido islas mucho más hermosas e interesantes paisajísticamente, mismamente nuestras cercanas Canarias, además con unos panoramas volcánicos muchos más sugerentes y grandiosos. Además son un destino caro, bastante caro para bolsillos que no sean los de yanquis adinerados, ya que los precios están entre el doble o el triple que en el continente, y las excursiones que merecen la pena (única manera de poder conocer en verdad estos territorios) están entre los 150 y 220 $ USA por persona y día, si bien las hay de menos importe pero a lugares más próximos y con menos atracción. 
 
Centramos nuestra actividad en visitar las tres islas más importantes de las cuatro habitadas: Isabela, Santa Cruz y San Cristóbal. En la primera de ellas Isabela, la más grande de todo el archipiélago, ascendemos al cráter de Sierra Negra llegando hasta poder divisar el Volcán Chico y sus últimas erupciones de 1963 y 1979. La caldera de Sierra Negra tiene 11 Km. de diámetro, siendo la segunda más grande del mundo después del
Tgorontgoro en Tanzania. Navegando por la costa sur nos acercamos hasta el lugar conocido como "Los Túneles", donde las lavas de pasadas erupciones han llegado hasta el mar formando caprichosos puentes por encima de sus aguas. Es aquí donde pudimos observar por primera vez una importante colonia de piqueros de patas azules, esas originales y confiadas aves, que llaman la atención por el intenso tono celeste de sus zancas. En los islotes de "Tintoreras" pudimos ver gran cantidad de iguanas grises y lobos marinos, así como en una grieta marina un montón de "tintoreras" (pequeños tiburones). También podemos acercarnos a pie o en bici al denominado "Muro de las Lagrimas·", para observar lo que queda de un antigua tapia, que como castigo a trabajos forzados se les ordenó construir a los presos de una cárcel existente en la isla. Debo reseñar que en su capital, Puerto Villamil, se puede encontrar buenos lugares para poder tomar algo: empanadillas de camarón en Brisas del Mar, ubicado en el malecón, pero sobre todo las langostas y la parrillada mista a la brasa de La Casa del Asado de Aníbal García, un lugar autentico y afable. 

Trasladados a la isla Santa Cruz, la más visitada y poblada de todo el archipiélago, pero para mí gusto ni mucho menos la más sugerente, contratamos los servicios de un taxi para realizar un circuito por sus lugares de interés en el interior de la isla: los hundidos de Los Gemelos, las enormes tortugas gigantes de Rancho el Chato y sus túneles de lava, la Reserva Ecológica Cerro Mesa (mirador de todo el noreste de la isla) y el cráter del colapso (hundido) situada en sus proximidades, o la Playa del Garrapatero delicia de los amantes del baño y el sol. Podemos dedicar una tarde en acercarnos caminando desde la población de Puerto Ayora a Tortuga Bay y Playa Brava, un paseo que no nos dejará indiferentes. Desde esta animada localidad nos deberemos acercar, también caminando, hasta la Estación Científica Charles Darwin, un lugar donde podremos informarnos de los sistemas de conservación de las distintas especias que habitan estas tierras y sus aguas. Y para tomar algo o cenar debemos ir a los kioscos de la calle Charles Binford cuyas terrazas ocupan toda la vía, en donde preparan pescados y mariscos a la brasa. 

Sería imperdonable si desde aquí, no realizáramos la excursión de día completo a la pequeña Isla Bartolomé, sin duda una de las mejores (y caras) rutas de todo el archipiélago. Pasando por las Islas Daphne Menor y Mayor, esa última es prácticamente toda ella un perfecto cono volcánico, sirviendo sus verticales acantilados como un hervidero de vida natural. La isla Bartolomé es un volcán extinto y posee una variedad de suelos rojos, naranjas, verdes, ocres y negros, con brillantes formaciones volcánicas. En su centro se sitúa un cono volcánico de 115 m. de altura que es fácil de ascender subiendo los casi 400 escalones hasta su cima, ofreciendo excelentes vistas de las otras islas. Observando desde la altitud el pináculo de Playa Dorada "Pinnacle Rock" y el Istmo formado por dos hermosas playas en forma de media luna, complemento de una de las imágenes emblemáticas de todo el archipiélago. 
 
Antes de regresar, hacemos una última parada en la Bahía Sullivan de la cercana isla Santiago, donde podemos observar unos sorprendentes mares de lava negra, formados por la erupción volcánica en 1903. Excelente muestra de formas y matices, en discordancia con lavas de otras tipologías más antiguas, generando un paisaje en verdad impresionante, contrastando los tonos oscuros de las masas volcánicas con los azules transparentes de las aguas marinas. 

La última de las islas visitadas es San Cristóbal, bien elegida para postre por ser agradable su tránsito. De nuevo nos servimos de un agradable taxista para recorrer los lugares de su interior: Galapaguera del Cerro Colorado observando sus interesantes tortugas gigantes, Puerto Chino con su vecindario de leones marinos y los endémicos pelicanos pardos, ascender hasta la laguna El Junco entre la niebla, uno de los poco lugares con agua dulce de todo el complejo insular de Galápagos, así como caminar por las arenas de playa La Lobería, entre iguanas y leones marinos, al otro lado del aeropuerto. La ruta por la costa occidental visitando Cerro Brujo y atravesando su cueva en la pequeña embarcación, llegando a Puerto Bravo lugar en el que se realiza una caminata por el campo de lava, para posteriormente ir a Puerto Grande a comer, dejando para el final la visita al impresionante roquedo marino del León Dormido, donde poder hacer snorkel entre sus verticales paredes de150 m. compartiendo las aguas con bancos de sardinas y tiburones, se convierte uno de los tour mas recomendados de esta isla. 
 
Interesantes es desplazarse (dos horas de navegación) hasta la isla Española, la más antigua y meridional de todas las que forman el archipiélago de las Galápagos, con unos 14 millones de años de existencia. Aquí podemos realizar una pequeña caminata en Punta Suarez hasta llegar a los "soplados", durante el recorrido
podremos observar una abundante fauna: albatros, iguanas rojas, leones marinos, cormoranes, gavilanes, gaviotas, también pinzones de pata azul entre otros. 

Un territorio lleno de vida, con una naturaleza como no hay en otro lugar del planeta, un lugar que hizo reflexionar a mentes abiertas sobre la evolución de las especies………….. entre ellas el ser humano. Un enigmático mundo que se fue formando a través de miles y miles de años sin que la mano humana interviniera es su desarrollo y que ahora debemos cuidar y conservar.

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