martes, 3 de diciembre de 2024

- Matilla / Dehesa de Rebollo de Duero

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Enterados de la existencia de una singular, agradable y placentera dehesa o “Matilla” en Rebollo de Duero, hasta allí nos acercamos, pues apenas dista de Quintana a vuelo de pájaro unos 20 km. que luego se convierten en más de 36 por carretera al no existir en el río Duero ningún puente que lo cruce en el tramo entre Andaluz / Berlanga y Almazán (32 km.). Si que parece existió en el tramo reseñado una “barca” entre Ciadueña y Sta. Ma. del Parado (muy cerca de la desembocadura del Izana), como otras tantas que a modo de transbordador existieron aguas arriba de la ciudad “adnamantina”: Velacha, Almarail, Tardajos o Ituero, esta última conservada hasta los años 80 del pasado siglo. Transporte que comunicaría las “ventas” existentes en el siglo XIX en cada una de las riberas del Duero, como así lo certifica el mapa de Francisco Coello de 1860. No siendo este trasporte acuático el que nos confunda sobre el origen de la cercana población de Barca como pudiera parecer por su denominación, asunto que intentare aclarar cuando le llegue su turno a esta área de la "historia geográfica" soriana.

Llevado por la curiosidad, he tenido que dedicar algo de tiempo hasta dar con la que podría ser el origen/definición de este apelativo de “Matilla” a la dehesa de Rebollo. Pues podría ser una “mata” pequeña o de porte reducido, también hierbas que crecen juntas formando un apelmazado ramo, en botánica referirse a plantas que se crían en zonas costeras o lugares salinos, o incluso en metalurgia / química a restos fundidos de menas sulfurosas.  Aunque en este caso su significado correcto alude a una “porción de terreno poblado de árboles de una misma especie”, acepción publicada en los diccionarios hasta hace unos años que al parecer ya no está de moda y por lo tanto eliminada. Siendo este el significado correcto para este lugar y otros tantos que he podido encontrar en nuestra nomenclatura refiriéndose a “pequeño bosque”, siendo usado a modo de topónimo en muchas localidades de nuestra geografía hispana, así como de lugares específicos, caso del ejemplo no muy lejano de “La Matilla” en las cercanías de Piquera de San Esteban.

Después de este rollo pseudo-gramatical que no me llevará a ocupar ninguno de los sillones de la Real Academia, nos debemos situar en la población de Rebollo que ribereña al Duero por su orilla izquierda, es donde recorreremos una de las mejor conservadas dehesas boyales de toda la provincia. Situada al norte de su recogido casco urbano y al sur del gran río soriano, se extiende sobre unas 9 ha. de terreno prácticamente plano pero considerablemente interesante aun dentro de su poca difusión. Estamos ante un bucólico enclave de un elevado valor natural, donde poder observar en garantizada soledad un entorno característico de naturaleza autóctona que se ha ido creando a lo largo de cientos de años, sin prácticamente intervenir la mano del hombre.
 

Un espacio de verdor y cierto grado de humedad, en el que poder realizar un agradable paseo entre un buen muestrario de poderosos y vetustos fresnos, considerados como los mayores de Soria, así como magníficos especímenes de mimbreras calificadas como las más soberbias de España. De esta espectacular dehesa; pródiga en árboles centenarios y rescatada por fortuna del ansia “roturadora” y la expansión de la agricultura intensiva en el pasado siglo; fueron seleccionados para un libro sobre árboles notables sorianos de 1991 tres sobresalientes ejemplares arbóreos: uno de sus centenarios fresnos “fraxinus angustifolia” (el más destacado de toda Soria), un saz, sauce blanco o mimbrera “salix alba” situado a la ribera del Duero y un altivo y elegante majuelo o espino albar “crataegus monogyna”.



Delimitado al poniente por el reseco arroyo de la Sinova, este acogedor rincón alfombrado en verde que conforma la dehesa de Rebollo, con los siglos le han crecido cuantiosos árboles transformándolo en una boscosa arboleda, en la que destacan sobre los demás sus majestuosos y venerables fresnos de robustos y fornidos troncos, minados en sus entrañas por la acción de cientos de inviernos. Todo como producto de la despoblación de estos pueblos, también por la transformación de la agricultura y el abandono de la ganadería, entrando esta y otras dehesas que conocemos en situación de paulatino descuido, convertido el sotobosque en espesura y los pastos en terrenos farragosos donde su acceso se va convirtiendo en más dificultoso con el paso del tiempo. Es repetir lo que sucede en la vecina y cercana dehesa de Andaluz, donde también podemos observar singulares y suntuosos fresnos añejos.

 

Pudiendo alcanzar una altura de entre los 5 y los 25 mts. a los fresnos solemos verlos en muchos lugares (fundamentalmente en dehesas) “desmochados”, encontrándonos por ello con troncos muy desarrollados al ser utilizadas sus ramas como forraje para el ganado, “mochas” que en muchos casos llegan a alcanzar más 6,5 metros de perímetro. Su alta resistencia a la humedad y su gusto por el agua les hace ser uno de los habituales en los bosque ribereños de nuestros ríos o arroyos, pudiéndoles también observar en suelos muy pastoreados ya que resisten muy bien esta actividad. Formando parte a la misma familia que los olivos, de sus frutos “sámara” se extraía un aceite muy parecido al de girasol, elaborando con ellos unos encurtidos en vinagre que hacían las veces de alcaparras, utilizándose como condimentos en carnes y pescados. Sirviendo sus hojas como colorante en verde y su corteza para azules.

 

La blancura, resistencia y flexibilidad de su madera la hacen apreciable para ser usaba en ebanistería, y por todos los gremios relacionados con la carpintería, siendo muy usada para la confección de herramientas agrícolas y aperos de labranza (arados, yugos, horcas, mangos para guadañas, mazos, hachas, azadones u hoces.). Siendo fundamental en la construcción de carros toda vez que su madera se usaba en los ejes de sus ruedas, siendo así mismo usada para pavimentos en todo tipo de suelos por su fácil lijado. En tiempos fue muy apreciada, pues con ella se fabricaban excelentes arcos y picas, no siendo de extrañar que las numerosas lanzas del afamado cuadro de Velázquez “La Rendición de Breda” fueran de madera de fresno. Sirviendo así mismo para elaborar toneles para la conservación de aguardientes, y en cestería para cualquier utensilio de almacenamiento doméstico.




En la actualidad su madera es usada para la fabricación de infinidad de artículos deportivos: esquís, mangos de piolet, remos, raquetas de tenis, tacos de billar, e incluso palos de béisbol y hockey. En farmacología sus hojas se han usado desde siempre como laxantes, teniendo cualidades antiinflamatorias, diuréticas, analgésicas y antirreumáticas, siendo efectivas contra la gota, artritis y artrosis. Por otra parte la corteza goza de propiedades digestivas y astringentes.

 

Esta pequeña y hermosa dehesa a orillas del río Duero, nos sirve para dedicarle una agradable y soleada mañana de otoño realizando por ella un encantador recorrido de algo menos de 2 Km. sin prácticamente desnivel. Que partiendo de la Plaza de la Iglesia, donde dejaremos en vehículo, accederemos a la dehesa por el acceso más occidental y saliendo de ella por el más próximo a la población, situado al oriente (apenas separados 160 mts.), regresando al lugar de inicio. Durante la pequeña ruta nos allegamos hasta lo más intrínseco de este mágico lugar, donde observamos el río, que ancho y sereno, hace de lindes con la vecina Centenera de Andaluz, población que podemos distinguir desde la orilla, cercana a la vista pero lejos en accesibilidad.

 

Aparte de la Matilla y el sigiloso discurrir de Duero, la pequeña población de Rebollo nos depara algunas sorpresas más, como es el caso de su otra Dehesa de la Sinova situada a algo menos de dos kilómetros al sur de su casco urbano. De apenas 4 ha. de superficie fue en tiempos propiedad de los duques de Frías (señores y marqueses también de Berlanga de Duero), lugar donde se juntaban a cazar la nobleza y realeza. Recompuesta la propiedad en manos de los vecinos, se sabe de la existencia en sus cercanías de restos de culturas pasadas, hallándose restos de cerámica romana, teselas y alguna pesa de telar “pondus”. 




A unos 700 mts. al este de la población por el camino del cementerio se ubican los restos del yacimiento celtibérico “La Buitrera”, prodigo en molinos de mano y trozos de cerámica. Y por último, junto a una necrópolis medieval en el lugar denominado “La Torrecilla” al sur del pueblo y no muy alejada de La Sinova, los restos de una cimentación cuya disposición y debido a la toponimia de lugar, nos hace presuponer en una más de las atalayas musulmanas existentes en la línea del Duero.

 

Antes de partir, no podemos dejar de ir a ver el “Canto Audana”, monolito ubicado en un cruce de pistas hormigonadas, 300 mts. al suroeste del casco urbano justo detrás de la báscula de pesaje. Dudas hay de su función inicial, de si fuere un hito, mojón, menhir, piedra lindera, aduana o estela funeraria, ya que se trata de un bloque grande de piedra caliza en forma de prisma cuadrado de alrededor 1,80 mts. de altura y una base de 0,70 en sus caras más anchas, en las que podremos observar sendas cruces en cada una de ellas. Antaño, parece que sirvió de mojón para que los vecinos de Rebollo y Velamazán asistieran a la romería. De esta pilastra se comenta, que en tiempos y al ante ella se detuvo una plaga de langosta que avanzaba arrasando los campos

 

No quiero abandonar estos párrafos sin un par de curiosidades sobre esta población. La primera y grata, es que en ella tocó el gordo de la lotería en Navidad del 2006 (33 habitantes), a través del agraciado número 20.297. La otra más execrable acontece cien años antes, cuando en 1908 es muerta una persona por parte de su cuñado antes las dudas de manifiesta infidelidad hacia su hermana, por lo que después de celebrar juicio y aun contando con la defensa del ínclito Eduardo Martínez de Azagra y Torres, relevante personaje soriano por aquel entonces, fue condenado a más de 14 años de prisión.




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