miércoles, 8 de diciembre de 2021

- Cueva de Harzal…… un eremitorio islámico entre las dos Castillas

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Nos situamos entre la Sierra de la Pila (que no Pela) y Sierra Ministra, en sus vertientes sur. Tierras empobrecidas a través de los tiempos, donde el terruño y su antaño aislamiento no han sido sus mejores aliados y eso que agua nunca les faltó, pues ha sido de siempre zona de lagunas y fangosos pantanos en los cuales jugueteaban hace cientos de miles de años los mamuts y bisontes europeos. Pero no es su fauna del pleistoceno lo que nos ha llevado acercarnos hasta estas tierras alcarreñas, que bien podían ser sorianas, pues el lugar que visitaremos está apenas 15 metros de la linde provincial y autonómica. Siendo la cercana, altozana y aireada población (la ultima de Soria) Ventosa del Ducado, quien decida que aguas van al norte y cuales al sur, generándose en este punto la divisoria hidrográfica entre las cuencas del Duero y Tajo.

Lo que hasta estos desiertos vallejos y paramos nos ha hecho venir es la curiosidad, la búsqueda de algo no muy conocido, un paraje ignorado y abandonado como tantos en el olvido, pero que en su día, desde la prehistoria hasta nace no tanto ha tenido vida. Se trata de la que también se conoce como Cueva de Olmedillas, que por debajo del cerro de la Atalayuela y a orillas de arroyo de Alboreca, los Algares o de la Cueva (que con las tres nominaciones viene reflejado en distintas cartografías), se encuentra allí vigilando el estrecho barranco cincelado con el paso del tiempo entre rocas calizas, donde oquedades de gran tamaño existentes es sus escarpadas paredes, nos muestran una sorprendente visión. Desfiladero por el cual transitaban, los que por estas rutas en tiempos del medievo, osaban cruzar entre el valle del Henares y las tierras del sur soriano camino del Duero. 



El poder escudriñar en lo ignoto, es lo que nos hecho acercándonos a conocer uno de los lugares arqueológicos más interesantes del norte de Guadalajara, y sin embargo poco conocido por foráneos de otros lugares. Que sí visitado por los cercanos habitantes de sus poblaciones próximas, quienes han dejado en sus paredes las señas de identidad a la escasez de neuronas y masa cerebral, no sabiendo valorar lo que tenemos en nuestro entorno, que de forma repetitiva en este y otros  tantos lugares de nuestra geografía hemos visto con desagrado y disgusto. Algo que se ha conservado más o menos dignamente desde la noche de los tiempos, grupos de descerebrados las han usado como lugar para la realización de “raves” o como espacio de “libertad” tal si fuera el Magaluf alcarreño. 



Los párrafos que contienen este ciber-artículo, podrían ser una prolongación de la visita "Por tierras de Medinaceli", toda vez que forman parte de esa comarca tan apartada de las numantinas aguas del Duero, pero que mantienen la austeridad de ese carácter castellano que hay en sus gentes. Son tierras a medio camino entre Medinaceli, Sigüenza y Atienza, que formando parte durante los siglos IX y XI de la "Marca Media", tuvieron una fuerte impronta islámica hasta la campaña de reconquista emprendida por el rey Fernando I durante el año 1060. 

Estamos en la Cueva de Harzal, que aunque la podríamos definir en plural por tener cuatro aberturas desde el exterior, en realidad se trata de una sola pues todos los espacios se comunican por dentro. Referencia ya tenía de ella, pero al acceder a su interior mi sorpresa fue en aumento, quedando de veras perplejo ante tan grandioso espacio. A ella se puede acceder tanto por la parte inferior situada a levante, como a través de la parte media ubicada hacia el sur, ya que, aun situado su acceso en medio del roquedo, está provisto de una potente rampa artificial por la que podrían lograr llegar en pretéritos tiempos algunos carromatos. 

Sus dimensiones y espacio son mucho más espectaculares de lo que se pudiera imaginar al verla desde el exterior, pudiendo superar los 3.000 metros cuadrados sus zonas útiles. Su interior está conformado por varias salas, destacando sobre las demás una que posee una bóveda de imponente altura, estando además iluminada desde el exterior por una gran abertura de forma ovalada que se sitúa frente al barranco. La visión del conjunto y las luces que se generan en los distintos momentos del día, bien merece la visita a este sorprendente lugar. 

A nuestro rededor podemos observar numerosos habitáculos conformando distintas áreas interiores, aunque estos no se conserven en el mejor de los estados, toda vez que la mayoría de los grandes muros que las conforman están elaborados mediante lo que se conoce como “piedra seca” -colocación de piedras superpuestas sin estar unidas por ningún tipo de mortero, argamasa o similar- paramentos que en algunos casos como los de la entrada superan en algunos metros nuestra altura. El paso del tiempo y el uso que se le ha dado en épocas no muy lejanas, -sirviendo de corrales para el ganado y en la extracción de estiércol para al abono de los campos- , no ha servido para mantenerla en un estado óptimo, al contrario se la aprecia bastante deteriorada. 

Su impronta viene definida por la cantidad de restos en ella encontrados desde la noche de los tiempos, confirmando la importancia que ha tenido este lugar como habitáculo humano a lo largo de la historia. Habiéndose datado los vestigios más antiguos de sus primeros pobladores (cerámicas lisas) en el neolítico o la “Nueva edad de Piedra" (entre el 5.000 y el 3.000 antes de Cristo) cuando el ser humano se trasformo en sedentario. También se han encontrado restos de la Edad del Bronce de entre el 3.200 y el 2.200 a. C. perteneciendo a este periodo las cerámicas campaniformes y las hachas de piedra pulimentada. Yacimiento ya investigado a comienzos del siglo XX, por el Marqués de Cerralbo, reseñando la presencia de pinturas rupestres algo borrosas, que en la actualidad están muy deterioradas.



Seguramente estuvo así mismo habitada por alguna de las tribus arévacas hasta su romanización por porte del Imperio, que se estableció en la Segontia romana (Sigüenza). A partir del siglo III de nuestra era, con la entrada en la península Ibérica de los pueblos barbaros-germanos durante este periodo, culmina en el siglo V la invasión de los visigodos, quienes se fueron asentando, trasladándose a las laderas de los cerros de esta comarca en la búsqueda de lugares con una mayor defensa, como lo son los espacios ubicados en parajes altos y fortificados.  Buscando así mismo controlar los lugares naturales de paso, como ocurre en el caso que nos ocupa de las Cuevas de Olmedillas. 

Con la invasión de los seguidores de Mahoma en el siglo VIII, estos territorios pasan a ser ocupados por los musulmanes estableciéndose por varios situados de la zona. Pero un par de siglos después y ante el avance de los ejércitos cristianos en su afán de recuperar las tierras perdidas, Sigüenza y Medinaceli se convierten en los núcleos más importantes de cuando el Duero se convierte en frontera, a lo que las huestes islámicas denominan “Marca Media”. Convirtiéndose el gran río castellano durante 200 años en linde entre dos diferentes concepciones de vida y credos. 

Durante estos dos siglos de razias y escaramuzas bélicas a uno y otro lado de las márgenes del Duero, los ejércitos de la media luna desarrollaron una importante red de fortificaciones, dejando prueba de ello en las múltiples fortalezas y atalayas de vigilancia que aun podemos observar en el sur de la provincia de Soria y al norte de la de Guadalajara, que situadas en lugares estratégicos vigilaban pasos y caminos de interés especial. 

La Cueva de Harzal no queda fuera de esos lugares estratégicos de la Marca Media, habiéndose asentado en ella algún grupo musulmán, pues en sus cercanías se han encontrado trozos de elementos cerámicos datados en época califal, y en su interior restos de un muro construido en forma de "espina de pez" en cal y canto -probablemente un aljibe- también islámico de los siglos X y XI. Estos vestigios bien podrían haber pertenecido a un aislado "ribat", protegido seguramente por un torreón en lo alto del paso. Los arqueólogos que en ella han realizado investigaciones han encontrado señas, de que en su exterior hubo igualmente un asentamiento musulmán. El uso que podría haber tenido todo el complejo estaría relacionado con la defensa y control del desfiladero de Alboreca.  

La propia denominación de la aldea Alboreca, proviene de la expresión árabe "fahs albaracar" que se traduce como "campo de las bendiciones", así como la de Alcuneza "al-kanisa" que para los musulmanes se traduce en " iglesia pequeña". Topónimos que nos indican que en aquellos tiempos existieron ya algunas poblaciones a la entrada del desfiladero controlando su acceso por su parte baja o meridional. La oquedad que nos suscita estos párrafos, se sitúa a 3 y 7 km. al norte, de estas localidades ubicadas en el confín septentrional del barranco. 

Ribat / Rabita

La Cueva Harzal, es uno de los únicos vestigios documentados en el norte de Guadalajara, que han arrojado una lógica cronología andalusí. Donde según algunos arqueólogos e investigadores "Se trataría de un "ribat" o "rabita" de los muchos que defendían el tramo central de la Marca Media dentro del sistema que, a partir del siglo VIII, controla los puertos de la Cordillera Central". Siendo el Barranco de Alboreca la ruta más directa entre las tierras del Duero, por el valle del río Bordecorex, y la zona del alto Henares. 

"Ribaṭ" significa “vinculo, atadura, ligadura”, el de acudir a las posiciones defensivas / ofensivas de una frontera a prestar soporte en la guerra santa, apoyo que generalmente era más piadoso que guerrero. "Rábita" es físicamente un lugar en la frontera, una fortaleza religiosa y militar frente a los enemigos del Islam. Ambas van muy unidas en el concepto de "Yihad" la "guerra santa" para defender la expansión y ortodoxia de las creencias musulmanas. Trasladándonos las "hadices" (narraciones), que el profeta Mahoma aconsejó, -para la expansión de las creencias del islam-, una manera peculiar de hacer la "yihad" es la incitación al ribaṭ. 

Los acontecimientos guerreros durante los siglos IX-X, así como las tensiones internas que sufre Al-Ándalus hacen incrementar por parte de los califas de Córdoba los puestos defensivos de frontera del Duero, estando a mediados del siglo X perfectamente organizada a través de Medinaceli, que fue reconstruida por Abderramán III en el 946 para que fuera la capital de la Marca Media. Generando por medio de sus atalayas y castillos avanzados el fomento de "Guerra Santa". Es por ello que en estas zonas limítrofes con los reinos cristianos, existieran numerosos ribat donde se asentaran estos monjes-guerreros musulmanes. 

Pero no sería el único, ya que hay quien se atreve a plantear que el origen de la no muy lejana Ermita de San Baudelio y su cueva interior, pudo haber sido otro de los oratorios-morabito- rábita islámica existentes en la zona. Pero eso ya seria harina de otro costal y tendría que dedicarle otros cuantos párrafos, así que ha esperar. 

Si comentar que hasta estos barrancos llegaron las cámaras cinematográficas hollywoodienses en 1971, para producir la película "Las Troyanas" que protagonizada por Vanessa Redgrave, Katherine Hepburn e Irene Papas, adaptó para el cine la obra de Eurípides. 

Si recorremos los campos de la zona y alrededores de estos barrancos, justo después de que los agricultores hayan pasado sus potentes arados, podemos encontrar entre los surcos cantidad de fósiles del cretácico. Reliquias de animales marinos convertidos en piedra, que ya los chavales de la amurallada y aun poco conocida aldea de Reyo, ofrecían a los viandantes allá, por los mediados años 7o. Ya que todos estos territorios se encontraban en las orillas del Mar de Tetis hace unos 250 millones de años. 



Sin duda es uno de esos lugares en los que no te va a molestar nadie, y que por su configuración y el uso que se le ha dado con el paso del tiempo, sin duda generará buenas vibraciones en nuestro estado de ánimo. Aquí os dejo un video para que os hagáis una idea del lugar. 


Saludos y no salgáis de casa sin mascarilla, los virus siguen al acecho.
 

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