martes, 11 de junio de 2019

- Persépolis…… el orgullo persa

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Estamos en el año 521 anterior al nacimiento de Cristo, Darío I el Grande, de una forma "no convencional" (despojando del trono al usurpador del legítimo rey), se ha hecho con el poder de toda Persia. Alcanzando, durante los 35 años de su mandato, el Imperio Persa su máximo esplendor. Territorio que se extendía desde Tracia (Bósforo) y Grecia, hasta el río Indo, incluyendo Egipto y Libia, así como Siria, la Tierra de Israel, Uzbekistán y el Cáucaso. 

Una vez sofocados los escarceos y rebeliones posteriores a su llegada al trono, a los nueve años de su reinado opta por consolidar su corte. Tomando en el año 512 a.C. la decisión de crear en las proximidades de la confluencia del río Pulwar con el rio Kur, una gran urbe palaciega que sirviera de capital ceremonial (que no política) del imperio.  Esa ciudad seria Persépolis, eligiendo este emplazamiento por ser el centro geográfico del vasto imperio aqueménida al que pertenecía. Aparte de su ubicación, son dos las causas que le motivan hacerlo: la primera mejorar su imagen, ya que su ascenso al poder ha sido un tanto anómalo, la otra hacerse valer entre súbditos, que procedentes de civilizaciones muy antiguas y cultas, consideraban a sus nuevos regidores como advenedizos o barbaros. Para lo cual perfiló un lugar que pudiera competir en grandeza con las Pirámides de Egipto o los Jardines Colgantes de Babilonia. 


Darío diseña una metrópoli-capitalina únicamente protocolaria, para impresionar con su fastuosidad a las delegaciones procedentes de las provincias del imperio o de los estados vasallos, durante las recepciones que en ella se realizaban. El complejo de edificios donde se celebran las ceremonias está en una impresionante terraza parcialmente cortada en una colina y en parte apoyada por muros. Esto hace visibles los monumentos de Persépolis desde una gran distancia. Se diseña una doble escalera de entrada con peldaños muy bajos para facilitar el acceso a la terraza por las comitivas que acompañan al rey a su regreso de una exitosa campaña guerrera. Estos escalones bajos consiguen que el avance sea necesariamente lento, acrecentando la solemnidad del cortejo. 

Opta como localización para su nueva ciudad la parte baja de la formación rocosa del Kuh-e Ramat (Monte de la Misericordia), que se convierte de esa forma en el emblema de la dinastía aqueménida. Hace erigir la terraza, los palacios de Apadana y Tachara, las salas del Tesoro, así como las murallas. Es difícil datar con precisión la construcción de cada uno de estos monumentos, sirviendo como datación la proporcionada por las tablillas de arcilla encontradas entre sus ruinas, que a modo de legajo testifican la existencia de la labor constructiva. 

La urbe engloba un formidable complejo palacial sobre una monumental terraza que soporta los múltiples edificios. Y en contraste con otras fastuosas edificaciones antiguas: romanas, griegas o egipcias, la construcción de Persépolis no es ejecutada por esclavos, sino que en ella trabaja mano de obra artesana procedente de todos los lugares del imperio: Babilonia, Jonia o Egipto. Posee un sistema defensivo formado por tres murallas, junto a las que hubo de haber torres de vigilancia. Pese a lo cual no es un reducto inexpugnable, confiando su regidor Darío, más en el pánico y respeto que generaba en sus adversarios que a sus propias defensas. Y es que los ejércitos persas fueron los dueños y amos de toda esta parte del mundo durante más de dos siglos. 

El proyecto de Darío es tan ambicioso que no puede verlo acabado y tras su muerte prosigue la obra su hijo Jerjes, que añade al complejo la Puerta de todas las Naciones, el Hadish, un palacio para él, e incluso el Tripylon. Y aunque la importancia de la gran capital persa va decayendo, se continúa edificando en ella, ya que sigue siendo vista como la cuna de la dinastía Aqueménida, eligiendo ser enterrados muchos de sus reyes en las proximidades. 

Jerjes I, consorte de la bíblica Ester, es el que reconocemos por la película "300", en la cual se recrea la batalla de Las Termopilas entre persas y griegos, acaecida en el 480 a. C. seis años después de la muerte de Darío. Su nieto Artajerjes I continúa las construcciones, constatando que durante su mandado se encuentran trabajando en Persépolis 1.149 artesanos. Prosiguiendo el desarrollo de Persépolis durante doscientos años, hasta la conquista de Persia por parte de Alejandro Magno.  

Lo que primeramente deslumbra a los embajadores y dignatarios de otros países o gobernaturas que se allegan hasta Persépolis, es la majestuosa y sublime puerta de acceso al recinto palatino, la conocida como Puerta de Todas las Naciones. Se trata de dos columnas delanteras y dos posteriores de 5.5 metros de altura, decoradas con sendos y enormes toros o leones alados con torso humano o "lamassu". Estos mitológicos y legendarios seres protectores, colocados a los lados de las dos entradas eran un tributo a los asirios y a Mesopotamia, la provincia más fértil del imperio, y en las columnas ser pueden apreciar elementos con flores del loto egipcias y espirales jónicas. En honor al monarca que mandó edificar la puerta (Jerjes I), se dejó constancia a través de un grabado cincelado en babilonio, antiguo persa y elamita, las principales lenguas del imperio por aquel entonces. 

Tras atravesar la monumental puerta, a nuestra derecha se encuentra la Apadana o sala de audiencias. Palacio edificado sobre-elevado, al que se accede a su interior por sendas escaleras (norte y este) con frisos de bajorrelieves de muy buena confección. Donde se pueden admirar hileras de emisarios de diferentes satrapías del imperio pagando tributos al rey persa, así como representaciones de soldados persas en actitud guerrera. Con una extensión de 12.000 m2 y 72 columnas de 20 metros de alto, de las que el ejército de Alejandro Magno a su paso por Persépolis, solo dejó una en pie. Gracias a los trabajos de restauración se han podido reconstruir y erigir de nuevo 14 de ellas (en el siglo XVI aun quedaban 40). 

Los bajorrelieves esculpidos en las escalinatas y puertas del palacio representan la diversidad de los pueblos que componían el imperio. Las múltiples inscripciones reales en escritura cuneiforme están redactadas en persa antiguo o babilonio. Están grabadas en lugares concretos para este fin, especificándose en ellas qué monarcas decidieron la construcción de cada uno de los edificios.  

Otro de los edificios más impresionantes de su tiempo es el Palacio de las 100 Columnas, dedicado a residencia real. Con una altura de 20 metros y una longitud de 60 por lado, se estima que su interior permitía recibir a unas 10.000 personas. Asentado sobre 36 columnas en 6 filas, de las que en la actualidad solo se conservan 13, en las que podemos apreciar unos curiosos capiteles de doble pròtomo (busto de toro, león o grifo) típicos de la arquitectura aqueménida, en especial de Persépolis, y que podemos observar esparcidos por muchos lugares de entre las ruinas.

El edificio conocido como Tripylon (tres puertas), se encuentra también copiosamente decorado con bajorrelieves, dedicados fundamentalmente a de hechos guerreros. En sus accesos, al igual que en la Apadana, se encuentran elegantes escaleras con proliferación de relieves de muy buena realización.
 
La enemistad Griego-Persa era por aquellos tiempos manifiesta, las dos potencias de la época competían por el dominio de los territorios situados entre el Asia occidental y el extremo meridional de Europa, unas veces con dominio persa, otras con poderío griego. Como es el caso de la llegada al poder del macedonio Alejandro Magno, quien emprendió una campaña contra los persas, decidido a extender los confines de su reino. Llegando a Persépolis en el año 330 a. C, quedó hechizando por el esplendor de la urbe y la suntuosidad de
sus edificaciones. Tras dejar en ella parte de su tropa, prosiguió su cruzada por tierras persas, pero un año después en el 331 a.C. regresó. Los anales históricos no nos han dejado testimonio de la motivación del Gran Alejando, pero el hecho es que tomó la decisión de arrasar la que fuera excelsa capital del Imperio Persa. Pudo mandar incendiarla como represalia al anterior saqueo y destrucción de Atenas por parte de los persas. Pudo de esta manera significar el fin del poder persa y el inicio de un nuevo dominio. La historia nos ha dejado esta incógnita, pero al parecer el mismo Alejandro se lamentó posteriormente de esta decisión. 
 
Tras el incendio muchos de los edificios se vieron reducidos a escorias, en algunos casos llegando a tener las cenizas un grosor de entre 30 y 40 ctm. Por si no fuera poco, con la invasión musulmana del siglo VII, y con la proscripción islámica de representar figuras humanas, algunos de los relieves fueron destruidos. Completando el desaguisado los occidentales, quienes contribuyeron al saqueo de gran parte de su patrimonio, encontrándose mucho de él expuesto en los grandes museos europeos y americanos 

Hoy en día las ruinas de Persépolis tienen un valor histórico mucho más que vistoso, y aunque su nombre esté asociado al gran Imperio Persa, hay por la geografía mundial otros restos de antiguas ciudades capitalinas que las superan en seducción. Pero si que destacan los restos de esta antigua capital por los bajorrelieves tallados en las piedras de sus monumentales escaleras, verdaderas joyas del arte esculpido en piedra, que han quedado hasta nuestros días porque prácticamente han estado enterrados entre arenas y escombros.  

Aun así, es evocador deambular por entre las pétreas ruinas de la antigua capital del imperio persa. Y pese a todo, el viajero no se sentirá del todo desilusionado, pudiendo recrearse del mayor yacimiento arqueológico de todo Irán, que desde 1979 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.  

Naqsh-e Rajab
A escasos 3 kilómetros de la ruinosa Persépolis, pasamos justo al lado de un escondido y no muy grande conjunto de bajorrelieves de gran valor, aunque de un período posterior a la antigua capital persa. Nos los encontramos por desgracia, con los rostros de las principales figuras destruidos por los árabes tras su
conquista del país, hecho que ya hemos visto repetido en cantidad de lugares no solo en Irán, la intransigencia religiosa produces estos estragos. En el yacimiento se pueden observar 4 grabados en roca en el que representan varias escenas históricas. 

De este lugar se conoce perfectamente la datación, por los personajes fundamentales cincelados en las rocas. En uno de ellos se localiza al rey Sapor I (siglo III de nuestra era) sobre su caballo y tras él, posiblemente su hijo y heredero Ormuz I. En otro de los grabados se representa la proclamación del soberano Ardacher I, creador del imperio sasánida y padre de Sapor I. Siendo este último quien también aparece en otro bajorrelieve el día de su investidura, en año 242. Habiéndose realizados estos trabajos muy poco tiempo des pues de las ceremonias en ellos representadas. 

Naqsh-e Rustam o el Valle de los Reyes Persas
Como representando a una copia en miniatura de las Tumbas Reales de Petra, pero sin que su modesta mesura le quite ningún ápice de merito y valía. Nos encontramos a unos 12 km. al norte de Persépolis, un conjunto funerario con los mausoleos reales de los reyes más importantes del período aqueménida, donde al parecer se encuentran las sepulturas de Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II.

La visión nada más llegar allí es ya impactante, ante nosotros, elevadas sobre una pequeña colina y talladas en las verticales paredes rocosas de Naqsh-e Rustam "el Retrato de Rostam" (Rostam para los sasánidas en un héroe mitológico Persa), se encuentran las impresionantes y monumentales tumbas de los más importantes soberanos Persas. Comenzado por Darío este colosal proyecto, en el quiso plasmar un mausoleo a la altura de su imperio y su prestigio, donde pudieran reposar sus restos y los de sus sucesores.

Al pasear y recorrer por sus base estos espectaculares y titánicos panteones nos sentimos pequeños, además la afluencia de gente no es muy grande, al contrario, apenas una decena de personas estamos a estas horas por aquí, y la visita de hace agradable y tranquila. Podemos acercarnos a observar los bajorrelieves existentes por debajo de las tumbas, que se realizaron por parte de las dinastías sasánidas 700 años después. 

Además de ser la necrópolis más importante de los emperadores persas, fue también un centro religioso de primer nivel. Frente a la pared rocosa y separado de ella, se encuentra el cuadrado y perfectamente conservado Ka'ba-i-Zartosht "Cubo de Zoroastro", lugar donde se mantenía viva la llama del fuego eterno, símbolo del zoroastrismo, la religión original persa.  

Todas las tumbas poseen la misma estructura con una peculiar forma de cruz, y se ubican elevadas a media altura de la pared para que no fueran accesibles. Pero esto no impidió su saqueo por los ejércitos de Alejandro Magno tras el incendio y destrucción de Persépolis. 

El llegar hasta estas arcaicas tierras donde se asienta Persépolis y las tumbas de los soberanos persas, es un recorrido a los anales de las crónicas que han ocupado momentos de gran trascendencia en la pasada historia de la humanidad. Una sucesión de hechos y testimonios que han definido la evolución del mundo.
 
Pasagarda
Situada a algo menos de 80 km. al noroeste de Persépolis se ubica Pasagarda, primera capital del Imperio Persa creada por Ciro I el grande sobre el 550 a. C. Su visita tiene un valor más simbólico que otra cosa, pues de la antigua ciudad de los "aqueménidas" poco queda, solo la tumba de Ciro tiene relevancia y es por ello que nos hemos llegado hasta aquí. Un sarcófago con forma de templete y tabernáculo en piedra al que rodean un conjunto de 6 escalones corridos. Fue también Alejandro Magno cuando llegó hasta aquí, quien lo saqueó, habiendo encontrado en su interior un féretro de oro, algunos ornamentos con piedras preciosas y una inscripción sobre el monarca muerto, de lo cual no queda nada…………….. como en tantos y tantos otros lugares.

 

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