Formando parte de las montañas que conforman el Sistema Ibérico, pero separada del mismo al igual que la Sierra de Cabrejas (hermana y paralela alineación montañosa a la que no tardare en dedicar unos párrafos), la Sierra de Inodejo se sitúa en medio de la afamada curva del Duero, que con forma de ballesta se genera caprichosamente entre la capital soriana y la populosa población de Almazán. Siendo las mencionadas sierras las que provocan que el gran rio castellano cambie su rumbo inicial camino del mediterráneo, eligiendo dirigirse definitivamente hacia el océano Atlántico a través de tierras portuguesas.
Desde la lejanía, la silueta de la Sierra Inodejo asemeja más una “loma alta” que una montaña al uso, queriendo algunos ver en ella desde la elevación de San Marcos el perfil de un faraón tumbado en medio de la planicie. Aun con su forma alomada mantiene una cota significativa en relación con las poblaciones que la rodean (Quintana Redonda a 1026 mts, Monasterio a 1082, La Revilla de Calatañazor 1010, 1175 en Las Fraguas, Villabuena se sitúa a 1129, Las Cuevas de Soria en los 1053 e Izana está a 1048. Su máxima altitud es de 1375 mts. divisándose desde ella una panorámica excepcional, observándose en días claros hasta el castillo de Atienza. Perspectiva comparable a las otras magnificas vistas que podemos disfrutar en tierras sorianas (Pico Frentes, Castillo de Gormaz, Pico de Urbión, o el Alto de la Cruz en el Acebal de Garagüeta…. entre otras).
Prácticamente el total de su extensión está ocupada por una cerrada y casi impenetrable masa de encinar que llega a tener unas 3.000 hectáreas. Carrascas de donde antiguamente se producía carbón vegetal y cisco, que por ferrocarril llegaba hasta el Madrid de los años “50” para calentar los inviernos, con los hogareños braseros como medio de crear algo de calor…….y también buenos sabañones. Carbonero, cisquero o piconero es oficio ya perdido en estos pueblos, al que ya solo dedican algunas fiestas (Las Cuevas de Soria en el mes de marzo) para que sus nuevos vecinos y visitantes, puedan observar el quehacer de las gentes de antaño del rededor de esta sierra próxima y enigmática con sus historias y fabulas.
Leyendas que corrían de boca en boca por las aldeas próximas, dejando constancia entre sus pobladores de hechos sobrenaturales y asombrosos, catalogados de milagrosos. Tal es el caso que nos ocupa y que narra el hecho acaecido a un pastorcillo de la localidad de Las Fraguas, manco de la mano derecha, al que sorprendido por el exceso de luminosidad de una cercana encina, se aproxima al lugar observando la imagen de una señora que inmediatamente asoció con la Virgen María, quien le demandó a ir en busca de su padre. Ya en presencia de su progenitor y dado cuenta del hecho, este le recriminó el haber dejado las ovejas solas y sueltas, toda vez que no se le hizo verosímil el relato de su vástago. De vuelta el zagal al lugar y estando platicando con la virgen, observa como una oveja se separa del rebaño por lo que le lanza una piedra, siendo en ese instante cuando la Santa Dama le cuestiona porque no le ha tirado la piedra con la mano derecha. A lo que responde el chaval –señora hace tiempo que me falta-, contestándole la virgen que –de nuevo arroje otra pero con la mano diestra-, notando el mozalbete que tenia de nuevo el mimbro que le faltaba.
Al ser ya creíble su historia, acercáronse al lugar todos los vecinos de los pueblos de las cercanías, siendo conminados por la “santísima” a que le erigirán un templo en su honor donde les daría protección. Pero como cada uno de los pueblos allí representados querían levantarlo en su localidad, lo cual genero fuertes disputas entre ellos……… de nuevo tuvo que intervenir la Virgen con la genuina frase de “Y si no dejo”. Decidiendo en ese instante construir el templo en el lugar de la aparición, siendo la innegable expresión la que dio nombre a la sierra y por consiguiente a la Virgen. Justo coincidieron estas apariciones con la reconquista a los musulmanas de los territorios ocupados tras la invasión de la península en el siglo VIII, generando leyendas como la aquí relatada. Ocurriendo que durante la incursión islámica muchas de las imágenes cristianas de época visigoda, fueran escondidas por las gentes de las poblaciones en los lugares más inverosímiles, enterrándolas en algunos casos, escondiéndolas en cuevas u ocultándolas en el interior de árboles huecos.
De nuevo otra leyenda nos traslada hasta la imaginería popular, sobre que las Vírgenes de Inodejo, Lomos de Orio (Cameros – Rioja) y la del Castillo en la población de El Royo eran hermanas, y que aun así, al haber discutido, y estando enfrentadas e incomodadas entre ellas, tomaron la decisión de no verse, pero si estar lo bastante próximas para que se pudieran escuchar las campanas de las tres ermitas que las custodiaban.
Independiente del apelativo que le atribuye la fabula, su nombre parece provenir más bien de la raíz ibera “In-Odei”, que en el actual “román paladino” equivaldría a “nubes” o “tormentas”. Siendo la montaña que hoy nos sirve de referencia la Sierra de las Tormentas, elementos de siempre temidos por los lugareños de su proximidad. Por consiguiente la “madonna de la encina” del pastorcillo de Las Fraguas seria la Virgen de las Tormentas.
El santuario parece ser de origen románico, ya que un documento de 1621 nos traslada que en este lugar se fundó el convento de Santa Clara, -actualmente situado en la capital soriana- sabiéndose que las “clarisas” se trasladaron a Soria allá por 1286, siendo lógicamente su presencia en Inodejo anterior a esta fecha. Desconociéndose el cómo, cuándo, así como el motivo de la desaparición del templo y monasterio primitivo.
El actual e imponente edificio renacentista está fechado, fechado a comienzos del siglo XVII, en el año 1600, se encuentra ubicado en un altiplano situado en la ladera norte de la serrezuela, combatiendo en soledad la rudeza de la climatología soriana, en medio de la aridez más absoluta. Se trata de una sobria edificación con una sola nave en forma de cruz latina, la cual se encuentra cubierta por una sencilla bóveda de medio cañón. Rematada por la sacristía y un “camarín”, al que los devotos creyentes pueden acceder para venerar (besar) la imagen de la Virgen a través de una doble escalera de hierro y madera a modo de pasadizo.
La imagen que se honra es una talla en madera de algo más de 46 ctm. de altura, posiblemente una obra del siglo XIII, sobre la cual se encuentra esculpida la original figura de una “Virgen Lactante” amamantando al niño Jesús, pudiendo ser una de las más antiguas representaciones de este tipo de las existentes en nuestro país.
En su cercanía y frente a la entrada se sitúa la Casa de la Virgen o Casa de los Pueblos, lugar antaño residencia del santero y donde existían estancias para los pueblos que conformaban la “Concordia”. Esta construcción que se encontraba en un estado calamitoso fue reedificada en 1997 a raíz de la ceremonia de “coronación”. Es sus proximidades se hallaba una espaciosa taina, en donde se acomodaban las caballerías de los visitantes al templo.
La “Concordia”, es la agrupación de poblaciones que en rededor de la sierra, a uno u otro lado y a los pies del santuario, cual cofradía o hermandad se encargan del cuidado y organización de los actos de culto, mantenimiento y peregrinaje. Estando conformada en número aproximado a la treintena por las localidades de: Calatañazor, Camparañón, Cascajosa, Escobosa de Calatañazor, Fuentelaldea, Fuentepinilla, La Aldehuela de Calatañazor, La Barbolla, La Cuenca, La Llana, La Mallona, La Muela, La Revilla de Calatañazor, La Seca, La Ventosa de Fuentepinilla, Las Cuevas de Soria, Las Fraguas, Los Llarnosos, Lubia, Izana, Monasterio, Nafría, Navalcaballo, Nódalo, Osona, Osonilla, Quintana Redonda, Tardelcuende, Valderrueda, Villabuena, Villaciervos de Abajo, Villaciervos de Arriba.
Siendo bastante numerosos los lugareños de estas poblaciones, que acuden durante las principales romerías celebradas durante los meses de junio, en el domingo de La Trinidad, y el segundo domingo de septiembre, cuando se efectúa la Romería de Acción de Gracias.
Otra de las curiosidades de esta serranía es la existencia de un pequeño y pelado montículo, que destaca claramente del resto del terreno que lo rodea por su pálido color gris-azulado y prácticamente carente de vegetación. Ubicado a unos 380 m. del edificio del Santuario y en dirección noroeste, se encuentra compuesto por unas finas arcillas terrosas, que contrastan en aspecto y matiz con los materiales que se encuentran en su alrededor. Este pequeño cerrete lo podemos observar desde el acceso de salida (para los vehículos), a mano derecha y por debajo de nosotros, en medio de las tierras de labor, sus tonalidades lo hacen inconfundible.
A esta loma se le han atribuido diversas suposiciones totalmente imaginarias, como la que en él están soterrados los famosos «bolos de oro», con los que al parecer jugaban los musulmanes, y que elaborados con oro puro les servía de oneroso entretenimiento. O la también disparatada, de calificar el solitario alcor como si fuere un arcaico túmulo sepulcral íbero, y que las caprichosas piedras allí encontradas no sean otra cosa que ofrendas funerarias.
Su interés radica en que es el lugar donde se encuentran las llamadas “piedrecitas de la virgen”, que aunque bastante singulares por su escasez y extrañas por su curiosa forma, se pueden encontrar con paciencia y tenacidad en sus terrosas laderas. Estas piedrecillas de forma más o menos redondeada y perfil ovalado, apenas tienen un tamaño de entre 15 o 20 milímetros, mostrando en su una de sus caras una aparente cruz de cinco brazos, resaltado sobre todo cuatro de ellos, lo que nos da la imagen de su aspecto cruciforme. En el anverso se aprecia una prominencia en la que muchos veían semejanza con la imagen de la virgen milagrera.
Estas curiosas marcas, relacionadas con signos piadosos así
como la cercanía del templo, colaboró para que las mentes de las gentes -y
seguramente contando con la ayuda de los oportunos clérigos a través de sus
soflamas y jaculatorias-, favoreciera la relación de este tipo de “raras
piedras” con la patrona de esta sierra. Siendo interpretadas como señales
divinas que gozaban de "propiedades singulares", de las que se podrían
favorecer los devotos creyentes que se encomendasen a la Virgen Inodejo. Sirviendo
a sí mismo como amuleto-guardián para proteger las casas donde las hubiera. Siendo así mismo usadas a veces como “remedio curativo”, al ser suministradas en forma polvo obtenido
al limar su corteza, mezclado con los alimentos que se le suministraban al
enfermo.
Era creencia extendida que estas singulares piedras solo se encontraban en los días señalados de romería, aunque claro, en esos tiempos y con los medios de trasporte existentes y los senderos en el estado que se encontrarías, no se visitaba a la virgen en otras onomásticas.
En realidad estas piedrecillas mágicas, milagrosas o santeras son para los paleontólogos y científicos en general, simples equinoideos del género Mecaster, restos fósiles de unos erizos del pasado que vivieron por aquí ni más ni menos que hace unos cien millones de años, cuando estas tierras estaban cubiertas por el mar de Tetis. Su antigüedad esta datada en el Cretácico Superior, es decir al final del Mesozoico, con una antigüedad comprendida entre los 93 y los 96 millones de años.
Siguiendo con el tema de las piedras, no puedo dejar de relacionar la existencia de unos singulares, mayúsculos y visibles montículos de piedras, que situados a orillas de los distintos caminos y partiendo desde las poblaciones de la zona se dirigían al santuario. Rematados en su cúspide por una cruz de madera, son los denominados “majanos” aunque por aquí se les conoce como “Cruces de la Virgen”, y por la concentración de ellos (la cuantía de los existentes) en esta aislada sierra tienen cierta relevancia y singularidad. Estos amontonamientos de cantos se fueron formando tras el paso del tiempo, con las piedras dejadas por los romeros o peregrinos que se dirigían hacia el templo en los días señalados, no estando ubicados el final del trayecto, pero tampoco se encuentran muy alejados del mismo.
Su origen se encuentra en el recuerdo a las ánimas de los difuntos de los caminantes que por allí pasaban, haciendo honor de su presencia en la memoria colectiva de los antepasados fallecidos, ayudándoles a alcanzar la salvación. Así mismo, dejan constancia –a través de las dimensiones del “majano”- del abundante transito de caminantes por el lugar, siendo una tradición ancestral del paso de andariegos y peregrinos. Ejemplo relevante de lo cual tenemos en la “Cruz de Ferro”, situada en plena Ruta Jacobea” entre las poblaciones leonesas de Astorga y Ponferrada, en el punto más alto del Camino Francés. Ni más ni menos, el acto de lanzar una piedra en estos lugares, pasa de ser un hecho individual a ser colectivo, haciendo causa común y compartiendo con el resto de los que por allí han pasado: los deseos, sensaciones o plegarias en él depositadas.
Este acto del amojonamiento de piedras, puede tener sus orígenes en las tribus celtas que habitaron nuestra piel de toro en ancestrales tiempos, quienes ya lanzaban guijarros en los cruces de caminos con la intención de ahuyentar a los espíritus malignos. Esta costumbre de relacionar camino y piedra fue asumida por los romanos, rindiendo honores en las encrucijadas de las calzadas a Hermes y Mercurio. Siendo debido a ello que estos amontonamientos pétreos se los conozca como “hermas”, existiendo así mismo en castellano el término “morcuero” (RAE - montón de piedras al pie de los caminos dedicado a Mercurio). Al convertirse al cristianismo las tierras de iberia, estos amojonamientos se cristianizaron colocándoles una cruz en su cúspide, siendo trasformados muchos de ellos en cruceros de piedra o “cruceiros”, como los que encontramos a lo largo de muchos caminos, fundamentalmente a lo largo del Camino de Santiago.
Son relevantes en Soria los “majanos” de la Virgen del Castillo en El Royo y la ermita de los Santos Nuevos en Almarza, así como los que nos motivan estos párrafos sobre Inodejo, que en número de hasta cinco he podido localizar en los alrededores de la Sierra. Los encontramos ubicados todos a mano diestra en dirección ida, sobre las diferentes rutas, caminos y veredas que los romeros o peregrinos usaban cuando se dirigían al Santuario de la Virgen, fundamentalmente en los días señalados de romería. Son los conocidos como:
- El del Viacrucis, lo encontramos en el camino de acceso desde la aldea de Las Fraguas, nada mas remontar la planicie que nos llevara hasta el templo que se encuentra unos 1.100 mts. más adelante.
- El de la Cruz de Villabuena, se sitúa apenas 550 mts. antes de llegar al santuario por el camino de la población de Villabuena y antes de remontar el último repecho.
- El del Camino de La Revilla, lo encontramos a poco mas de 5.000 mts. del complejo religioso y al suroeste del mismo, en el viejo camino que unía las aldeas de La Revilla de Calatañazor y Las Fraguas, antes del desvio hacia las tainas de La Cuesta.
- El de la Cruz de la Media Legua, lo encontramos ascendiendo desde las poblaciones de Las Cuevas y Quintana Redonda por el Camino de la Virgen, unos 1.200 mts. antes de llegar al templo. En la actualidad y pese a no estar asfaltada esta ruta es la más transitada por la vertiente sur de la sierra. Desconozco de donde le proviene el nombre de “Media legua” toda vez que el santuario se encuentra a apenas ¼ de legua y la población de donde parte el camino Las Cuevas, esta aproximadamente a una legua completa. Curioso es descubrir en sus proximidades una curiosa, singular y misteriosa cabaña de madera, como si la de algún colono se tratara.
- Teniendo constancia por varios comentarios; así como por los apuntes de Francisco Valero Plaza sobre el santuario de Inodejo; de la existencia por lo menos de otro en la carretera de Soria entre Quintana Redonda y Los Llamosos (en una pequeña elevación frente al depósito de agua), punto desde el cual se divisaba el santuario y donde se arrojaban las piedras al pasar. Al lugar se le conoce como el “Paso de la Cruz de la Virgen”, pero he investigado por la zona y no he podido encontrar ningún resto, en la actualidad está todo arado y bien arado.
Mugas, hermas, hitos, mojones, cairns, etc….. son distintas formas de denominar los amojonamientos de piedras que durante la historia de la humanidad han servido para balizar caminos, deslindar propiedades, marcar lugares o señalar fronteras, aunque en la creencia popular de nuestros ancestros, también se usaban para repeler espíritus malignos, ahuyentar adversidades e impedir desventuras.
Ahora la modernidad y sobre todo la movilidad, ha generado una nueva forma de apilamiento de piedras, que nada tiene que ver con la señalización, orientación o el recuerdo de las animas, son los llamados “Stone balancing” o “Rock stacking”, rocas en equilibrio o apilamiento de rocas. Esa facilidad de desplazamiento ha hecho que muchos inquietos viajeros lleguemos a lugares de una enorme atracción y singularidad, por lo que algunos mortales quieren en ellos dejar su huella o poner su marca (como aquellas pintadas de mal gusto que existían en muchos lugares). Es por ello que en la nueva modernidad esos grafitis de dudoso encanto has sido trasformadas por esos montoncitos de rocas que ya vemos invadiendo muchos lugares y que debido a su abundancia han comenzado a generar problemas tanto paisajísticos con o medioambientales. Una nueva forma de dejar un mal vestigio en un entorno especial, el “aquí he estado yo”.
Dejando a un lado los puñados de piedras, curioso puede resultar el dedicar una tarde otoñal o una mañana primaveral a la búsqueda de la entrada a la “Sima de Inodejo”, labor de exploración nada fácil, si no se tiene el favor de alguien que se conozca el lugar exacto de su embocadura, ya que por lo recóndito del sitio y la mala señalización no es tarea fácil.
Ubicada en la vertiente meridional de la sierra, en las inmediaciones del (que no podía llevar otro nombre) “Barranco de la Sima”. Esta “cueva vertical”, se encuentra a apenas un centenar de metros, ladera arriba, de la senda o trocha que recorre susodicho barranco, la cual nos conduciría si la seguimos, hasta la pequeña aldea de Monasterio. Un “hito” de piedras a unos 900 mts. del comienzo de la vereda (en la primera curva cerrada de ascensión en vehículo al Santuario desde la población de Las Cuevas), nos marca el lugar en donde debemos ascender por entre las encinas y buscar los siguientes rastros que nos conduzcan hasta donde se sitúa la oquedad, atravesando algún que otro pedregal y unos 25 mts. más alta que donde se sitúa la desviación.
Al pié de unas rocas y vigilada por algunas encinas que sirven de soporte a los “espeleólogos” que hasta ella se aventuran a descender, encontramos la entrada al “averno” de esta mágica sierra. Para su mejor localización aquí indico las coordenadas exactas que nos situaran su acceso: N41.67917 W2.67207 o 41.679170, -2.672070.
Apenas cuenta con unos escasos 15 mts. de profundidad y otros tantos de recorrido, pero pasa por ser el sumidero (hasta el momento) más relevante de toda la zona.
El sendero hasta su acceso es muy agradable si lo realizamos después de unas recientes lluvias, pues los musgos que observamos en las bases de las carrascas o cubriendo las calizas piedras, se nos muestran en todo su esplendor, y las vistas que nos ofrece hacia el sureste el lugar donde se sitúa la entrada de la sima, son también un regalo para la vista.
Por la zona se pueden realizar cantidad de excursiones, caminatas y rutas, de las que quiero destacar las que para mí son las más originales:
- La vuelta completa o circunvalación. Recorrido de unos 12 km. uniendo caminos secundarios por la parte baja de la sierra partiendo de la “prominente” curva del Camino de la Virgen que sube desde Las Cuevas y transitando por: la senda que recorre el Barranco de la Sima, continuando en dirección oeste hasta cruzar la pista que sube a las antenas de telefonía, tomando de nuevo la vereda que en dirección noroeste nos depositara en el viejo camino entre las poblaciones de La Revilla de Calatañazor y Las Fraguas ascendiendo por la Cruz de la Virgen, y tomando a derecha pasar por las Majadas de la Cuesta (ruinas) ascendiendo la vertiente del Arroyo del Toconal hasta llegar al collado del Navajo, descendiendo por el Barranco de Villacierzo o Valperal a coger de nuevo el Camino de la Virgen (Las Cuevas) algo más arriba de donde hemos comenzado.
- Ascensión a las cumbres que conforman la Sierra Inodejo – Botario, Navajuelo y el Alto de la Sierra- las dos primeras, cimas secundarias que ubicadas hacia el norte se separan del cordal principal por sendos collados.
Partimos del santuario dedicado a la Virgen lactante, para tomar dirección a la aldea de Las Fraguas, dejando el camino aproximadamente donde está situado el “Montón de piedras o majano del Viacrucis”. Desde aquí, ascender sin camino señalizado hasta la cumbre del Cerro Botario que con sus 1316 mts. domina hacia el norte la planicie del valle del Duero, con el caserío de las Fraguas a nuestros pies y los bosques de pinar en la Sierra de Urbión.
Tomando dirección sur entre carrascas que nos dificultan el paso en algunos momentos y buscando el paso entre ellas llegamos a un collado al que no le he podido encontrar nombre, pero que se encuentra a 1264 mts. de altitud, donde comienzan por el lado diestro el arroyo de Valcavado o de la Hoz y por la izquierda el Barranco de los Bueyes. Desde aquí y siguiendo la misma dirección a septentrión, cumbrearemos la próxima cima del Alto del Navajuelo con 1311 mts. Volveremos a descender apenas unas decenas de metros a encontrarnos en el Collado de Navajo, que con 1245 mts. separa por la derecha el Arroyo Toconal, del Barranco de Valdeperal a la izquierda. Por el trascurre una mala pista, y ya justo por encima de nosotros solo queda la cuesta que nos dejara en la inconfundible cima de Inodejo (1375 m.) con sus antenas de telefonía y la caseta de vigilancia para fuegos , donde así mismo se encuentra el “hito o mojón” del Vértice Geodésico.
Podemos descender por el camino que usa el vigilante de los fuegos para volver al inicio en el Santuario, o tomar dirección noreste descendiendo hasta el Barranco de Valdeperal (al que también se le conoce como de “Vallicierzo”, para llegar al Camino de la Virgen y tomándolo llegar hasta el templo. Un bonito recorrido que nos puede llevar unas tres horas.
Sin duda, dedicar unos instantes a recorrer esta singular, solitaria y mágica serranía, puede convertirse en una experiencia mística del primer nivel y no solo por la presencia del Santuario dedicado a la Madre de Jesús de Nazaret, también por las sensaciones que nuestro espíritu recibirá en un lugar cargado de energías telúricas. Especialmente en noches sin luna y alejados de todo exceso lumínico, donde solo destaca por encima de nosotros como techo, un firmamento limpio de contaminación repleto de estrellas que parece se dejan acariciar, resaltando sobre ellas la Vía Láctea como en ningún otro lugar……….. en verdad un momento lleno de intensidad y magia.
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