lunes, 31 de mayo de 2021

- Dehesas de Plasencia (Montehermoso)

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Nos situamos en el noroeste de Cáceres, al sur de la Sierra de Gata y de Las Hurdes, a apenas media hora (25 km.) de Plasencia y a algo más de la frontera portuguesa pero ya cercana, nos hallamos en la población de Montehermoso. La palabra "monte" es recogida en este caso como "tierra baldía cubierta de vegetación", dando al adjetivo "hermoso" un sentido positivo a dicho boscaje, confirmando el hecho de haber en su territorio extensas dehesas. Siendo a su dehesa "boyal" a la que en gran parte dedicaré estos párrafos, y que situada al oeste del pueblo (junto al camposanto), se extiende sobre unas 1.125 hectáreas profusamente arboladas por cantidad de encinas, alcornoques y en menor medida robles, generando un espacio de un gran valor natural y etnológico, habiendo en ella abundantes muestras de la relación del ser humano con el medio.

Ocupados estos territorios en la antigüedad por los "vetones", y colonizados por los romanos tras su expansión en la "Hispania". Ocupada por los musulmanes durante el siglo VIII, no es hasta el XII, cuando hasta aquí llega la reconquista, que estas tierras son repobladas. 

Tras una primera conquista por parte de Alfonso VI en las postrimerías del siglo XI, frustrada por la entrada de las fuerzas almorávides durante el verano de 1086 que derrotaron al rey leones en la batalla de Sagrajas. Hecho que provocó durante casi un siglo gran inestabilidad en toda la zona comprendida entre el Tajo y el Guadiana. De nuevo, a mediados del siglo XII, estos territorios fueron nuevamente ganados a los musulmanes de la mano de Alfonso VII, siendo entonces cuando se inicia la creación de Montehermoso. 

Al establecerse como municipio independiente a mediados del siglo XIX Montehermoso adquiere un importante incremento de su población, ya que se centralizan en él todas las gestiones fiscales, agrícolas y ganaderas de los pueblos procedentes de la Sierra de Gata y la comarca de las Hurdes, así como de los lugares situados a septentrión del rio Alagón, que al no tener paso (puente) con Plasencia usaban esta población como lugar de aprovisionamiento y capital de la comarca. También le da preponderancia el paso por ella del cordel de la cañada leonesa con el paso del ganado trashumante. 

Es posible que las fronteras generadas por las montañas al norte y los cauces fluviales al sur sin puentes en el pasado, hayan generado que se mantenga un tipo de arquitectura rural y unas tradiciones que por otras latitudes se han perdido, así como que aun existan testimonios de formas de vida y actividades que se dieron en tiempos pretéritos, a ello vamos a dedicar la mañana. Pues la dehesa boyal de Montehermoso además de ser un espacio donde la naturaleza se nos presenta con toda su intensidad, nos muestra a través de distintos situados como se desarrollaban algunos oficios que ya solo son recuerdos en las mentes de los más mayores. 

Por medio de buenas veredas y rodeados de hermosos parajes, iremos caminando por un recorrido que no supera los 9 kilómetros, observando en nuestro transitar: viejos molinos harineros (en ruinas) que se levantaros en el Arrollo del Pez, como los de Respinga (funcionando hasta mediados del siglo XX) o Jerrao. Chozos de pastor donde se cobijaban los porqueros, ejemplo de ellos tenemos en de Daniel (Cabeza del Pezón) o los de las "majás". Pasaderas o puentes pétreos, sirviéndonos de ejemplo el rustico y centenario de Simón Ruano, así como las vetustas "Pasaderas de la Dehesa", simples mojones de piedra para cruzar el arroyo. Las lagunas Tremal, Nueva, Juan Padilla, Grande y Jerrao, que se han ido acondicionando con el tiempo para ser usadas como abrevaderos para que el ganado. Que al igual que las fuentes, son espacios no solo para uso humano si no también ganadero, en los que se han realizado obras para adaptación a estos fines. Fuentes como la del Jerrao que le viene el nombre por su alto contenido en hierro y de la que los lugareños aseveran tiene propiedades curativas. Todo ello en un entorno donde las vacas pastan a su aire y rodeados por innumerables árboles singulares y centenarios. 

Especial atención merecen las por aquí llamadas "zahúrdas" o "majás de porqueros" (porquerizas), conjunto de construcciones que se usaban para recoger a los cerdos por la noche y dar cobijo los pastores. Las que aquí podemos examinar datan del siglo XVIII y estas centradas en cruce de caminos, equidistante entre el Puente de Simón Ruano y la fuente del Jerrao. Al contemplarlas en su espacio natural podemos llegar a imaginar cómo era de recia la vida de estas gentes durante el pasado, aun con un entorno de gratificante naturaleza conformada por esta hermosa dehesa. 

Muchas de estas obras se realizaron reutilizando piedras de construcciones mucho más antiguas procedentes de túmulos megalíticos muy abundantes por este entorno, ya que estamos prácticamente rodeados por restos arqueológicos desde los 5.500 y los 3.000 años de antigüedad (entre el Neolítico, Calcolítico y la Edad del Bronce). Habiéndose utilizado piedras y restos de esta cultura del pasado para la realización de obras en la dehesa tales como: la construcción del muro de contención de la Laguna del Tremal, la edificación de la Casa del Guarda, el Puente de Simón Ruano, Las Pasaderas, los Molinos del Jerrao y de Respinga y hasta los propios edificios de la Majá de los Porqueros. 



Extremadura es uno de los lugares más significativos e interesantes de cultura megalítica (dólmenes y menhires) de la Península Ibérica, extendiéndose su influencia hasta las vecinas tierras del Alentejo portugués, región donde podemos encontrar algunos de los mejores ejemplos de estas ancestrales construcciones. Solo en la provincia de Cáceres, se han contabilizado cerca de 200 dólmenes, dando una idea de la importancia de la actividad humana durante este periodo de nuestro pasado. Siendo la dehesa de Montehermoso uno de los máximos exponentes de enterramientos megalíticos de toda la región, y aunque se han escavado tres importantes dólmenes descubiertos en 1972, están inventariados una veintena de ellos que aún perduran debajo de la espesura, a la espera que el tiempo y las autoridades provean para su desescombro. 

El primero por el que pasamos es el conocido como dolmen de la Gran Encina, que con una antigüedad cercana a los 5.000 años,  recibe su nombre por estar situado próximo a una enorme encina de unos 800 años. A unos mil metros algo al   suroeste, nos encontramos con el Gran Dolmen o dolmen de Las Colmenas, se trata del más grande los tres, y al que se le asignan unos 4.500 años de antigüedad. Si continuamos dirección sureste, por el delicioso valle (casi siempre seco) que forma el Arroyo de las Colmenas y tras pasar por un potente roble, en quinientos metros llegaremos al tercero de los dólmenes escavados, es el conocido como del Tremal, que tomando su nombre de la laguna cercana es el más antiguo de todos con una datación que supera los 5.500 años. 



Los tres tienen el corredor de acceso orientado al sureste, hacia la salida del sol y la cámara mortuoria, a la que le faltan las losas de cubierta está compuesta por uno o varios anillos pétreos concéntricos. Teorías e hipótesis sobre su uso y las ceremonias de enterramiento existen varias aunque la más verosímil es la de que "el cuerpo del difunto se dejaba cercano al lugar de los enterramientos, pero a la intemperie, para que las aves de rapiña se alimentaran de su carne y elevaran con su vuelo las almas de los muertos al cielo". 

Una vez visitados todos estos lugares de increíble interés, cruzamos la "Raya" portuguesa para introducirnos en el vecino país, y tras pasar por las serenas y agradables Termas de Monfortinho, la granítica población de Monsanto, y comernos un aceptable plato de bacalao en la casa de comidas "Prato Cheido" de Medelim, llegamos a Idanha-a-Velha (Egitania Vieja). 



Conocida por los romanos de hace más de 2.000 años como Civitas Igaedinorum, hoy esta tranquila y amurallada población de apenas 50 habitantes, apenas conocida y visitada ni siquiera por los autóctonos es una de esas joyas escondidas en el vecino país lusitano. Fue fundada en tiempos de Augusto en el siglo I a. C. siendo una afamada población al ser paso obligado en la calzada que unía Emérita Augusta (Mérida) con Bracara Augusta (Braga). Acreditada urbe también en tiempos durante el siglo VI, de cuando llegaron hasta estas tierras los suevos y visigodos apodándola Egitânia y convirtiéndola en sede episcopal. Erigiendo, sobre los restos de un templo paleocristiano levantado durante los primeros tiempos del cristianismo, una flamante y novedosa basílica conocida como Catedral Velha (Vieja), única en su estilo en toda Iberia. Por cierto hay quien asevera que el visigodo rey Wamba nació en esta población. 

Ocupada posteriormente por los árabes durante el siglo VIII, hicieron de la por entonces llamada Idânia en una ciudad casi tan portentosa como Lisboa. Fue reconquistada por los cristianos en el siglo XII, y donada por el rey Alfonso Henríquez a la Orden del Temple en el siglo XIII. Siendo estos caballeros-monjes quienes levantaron el emblemático torreón sobre un antiguo templo romano. 

Se cree que durante el siglo XV alguna pandemia acabó prácticamente con toda su población, siendo los que sobrevivieron quienes crearon Idanha-a-Nova, a unos 20 km al suroeste. Pero esta desgracia logró que la aldea haya llegado intacta hasta nuestros días. Algunos de sus antiguos moradores o descendientes volvieron, residiendo en ella actualmente un pequeño colectivo de agricultores y pastores asentados sobre los restos de la ciudad romana, visigoda y medieval, dentro de un entorno de original y sugestiva belleza. 

Hoy Idanha-a-Velha forma parte de las doce Aldeas Históricas de Portugal, y pasear por sus tranquilas y serenas calles nos traslada a realizar un viaje en el tiempo. Pudiendo admirar: el Castillo y  recinto amurallado del siglo XII, sus rehabilitadas casas, la plaza con su rollo y la Iglesia Mayor, el Lagar de Varas, el puente de origen romano sobre el río Pónsul, y unas antiguas "pasaderas" (poldras en portugués) aguas abajo del río, como las de la dehesa de Montehermoso. 

Si hemos elegido la ruta norte para acercarnos a estas tierras del vecino país, retornamos por el sur atravesando de nuevo la "raya" por el puente romano de Segura sobre el rio Erjas que hace de linde. En apenas 15 km. estaremos en otro paso romano esta vez sobre el Tajo, más monumental, altivo e impresionante, el Puente de Alcántara, que aun contando 2.000 años de antigüedad, por sus graníticas losas colocadas en tiempos de Trajano siguen pasando los vehículos y las mercancías cargadas en potentes camiones, de camino o regreso país vecino. 



El puente se encuentra a más de 80 leguas de su nacimiento (Antonio Ponz 1784). Hallándose edificado sobre el Tajo, a 500 pasos al oeste de Alcántara (Pascual Madoz 1846). Su longitud es de seiscientos ochenta pies de Burgos, y su anchura veinte y cuatro (José de Viu 1852). Toda la obra es de sillería granítica almohadillada de labra perfecta (V. Martí 1859). Desde la imposta hasta el arranque de los pilares se cuentan 29 hilares de sillares graníticos (Carlos Callejo 1970). Hiladas perfectamente horizontales y tanto las dovelas como los sillares son muy uniformes y de escuadría perfecta (Fernández Casado 1970). 

De retorno a Plasencia nos toca salvar nuevamente el río Tajo, que ahora está encarcelado por el Embalse de Alcántara, que con sus 92 km. de longitud y sus más de 3 billones de litros, es la segunda extensión de agua embalsada de nuestro país. Para ello tenemos que recorrer los 50km. que nos llevará llegar hasta la Autovía de la Plata y los otros 50 que nos restan hasta Plasencia. 

Es a ella donde dedicamos ahora nuestros pasos, escudriñando tanto de día como de noche los rincones más ocultos y sus recónditas plazoletas, pues Plasencia tiene esa magia que se palpa a cualquier hora. Sus medievales murallas de las que aún se conservan siete puertas y dos postigos, así como 20 torreones defensivos de los 75 que llego a tener, destacando de ente ellos Torre Lucia. Intramuros sobresale la Catedral o catedrales para ser más exacto, pues en realidad son dos edificios de inacabada y caótica realización, en las que se solapó su construcción quedando sin terminar, superponiendo el estilo renacentista del siglo XVI, sobre el románico de transición al gótico del XIII.  

Uno de los rincones más sugerentes de la ciudad es el conjunto formado por la plaza de San Vicente Ferrer y la de San Nicolás, donde se ubican edificios tan insignes como es la iglesia de San Nicolás con fachada románica de transición. Portalón donde se celebraban los juicios para resolver los pleitos entre judíos, árabes y cristianos a finales del siglo XIII. Abriéndose en su parte posterior una pequeña plaza que da acceso a la Casa de las Dos Torres, el palacio más añejo de la ciudad obra del siglo XIII. 



También en la Plaza de San Nicolás y frente a la iglesia del santo que ha dado origen a Papa Noel, se sitúa el imponente Palacio de los Marqueses de Mirabel, edificio perforado por un arco que los propietarios fueron obligados a abrir para dar acceso al Barrio Judío, tras perder un pleito que duró 150 años. Con lo que llegamos a la reflexión de que lo de la justicia en este país no es cosa de ahora........... pero hay quienes se niegan a darle solución. 



En el lugar que actualmente vemos se asientan unas escaleras coronadas por una fuente con esfera armilar, se situaban entre los siglos XIII y XV algunas de las casas de la vieja Judería de la Mota, que fueron demolidas para el ornato de la plaza. Dando entada a lo que hoy es la plaza de San Vicente Ferrer, edificándose en sus aledaños un convento dedicado a este Santo, reconvertido en la actualidad como Parador Nacional de Turismo. De esta antigua abadía; lugar que aconsejo para solazar; destaca su cuidado claustro renacentista o la escalera volada que existe en su interior, así como el comedor ubicado en lo que fuera el antiguo refectorio, con friso de azulejos talaveranos del siglo XVI. Destacando también del complejo monacal la Sala Capitular. 

Extramuros cabe destacar el Acueducto de San Antón, levantado a mediados del siglo XVI para suministrar a la población el agua desde las cercanas sierras. Siendo tan destacable o más la enorme enseña colocada a su lado, como queriendo competir con la que tenemos en la Plaza de Colón (Madrid). 

Pero no todo es piedra y urbe en la ciudad "placentina", pues además de su arquitectura emblemática hay lugares para el ocio y la cultura. Así como un buen ambiente callejero, contando con ser una de las poblaciones con más bares por habitante de todo el país. Un lugar donde poder tomar por la mañana a la hora del "café de la alegría", un carajillo con churros realizado con gusto en el Rincón de Amador, a la entrada del barrio de los Clérigos junto al Mercado de Abastos. O por la tarde noche satisfacernos con unas "tostas" de Torta del Casar salteadas con pimentón de la Vera, unos montados de morcilla patatera o unos "españolitos" de los que sirven en las terrazas de la Plaza Mayor, uno de los lugares donde se concentra la oferta gastronómica de la cuidad. 



Sin duda una zona de ese Extremo del Duero, que aun lejana en relación con el río, le ha robado en nombre, pero que conserva todo el sabor de las tierras sobrias y austeras de la meseta, sin duda un lugar para visitar.

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