viernes, 18 de septiembre de 2015

- Snæfellsnes……………… la península encantada (Islandia)

 
La pista F550 también llamada Kaldidalur, parte desde Thingvellir hacia el norte camino de Húsafell, transitando entre los glaciares Þórisjökull y Ok, pegada a ellos apenas 3 km. de sus hielos. Es una lástima que su estado, a estas alturas de la temporada, aun no esté en condiciones de poderla recorrer y tengamos que desviarnos por la carretera sin asfaltar 52, para comenzar nuestro periplo camino del norte islandés. Aun así, divisamos en la lejanía de una esplendida panorámica del Þórisjökull, observando entre nieblas su gran y brillante casquete helado.

Llegamos a las serenas y verdes granjas de Húsafell, zona situada al oeste del gran campo de lava de Hallmundarhraun, formado por una erupción volcánica producida en el año 930. Es el lugar donde se encuentran tres importantes cavidades subterráneas creadas por el enfriamiento rápido de la lava, los llamados tubos de lava: el de Viðgelmir, la mayor de todas las cuevas del país, pues su volumen supera los 150.000 metros cúbicos, y los otros dos Stefánshellir y Surtshellir, que juntos forman el más largo complejo subterráneo de Islandia, con una longitud de 3.500 metros. Esta última es la oquedad más famosa de Islandia, al haber sido hace un milenio el escondite de una banda de forajidos, que fortificándola, desde ella robaban el ganado de las granjas vecinas. 

Pero en realidad lo que nos ha traído hasta estas tierras de Húsafell es la fuerza de su naturaleza por encima de la corteza terrestre. Nos acercamos a Deildartunga (Deildartunguhver), donde se encuentra el manantial de agua caliente más importante de Europa y posiblemente del mundo, su caudal de 180 litros por segundo a la temperatura de 97º C. abastece del cálido elemento a las poblaciones de Borgarnes y Akranes, distantes 40 y 60 km. 

A tan solo 6,5 km. se encuentra Reykholt, un lugar de gran importancia histórica y cultural, ya que estuvo habitado desde el siglo X. Aquí vivió Snorri Sturluson, poeta, legislador, político e insigne autor de sagas, cuyos escritos de historia y mitología islandesa tienen un valor incalculable hoy día. 

Tras repostar y tomarnos el "café de la alegría", recorremos 18 km. dirigiendo nuestros pasos ahora a visitar las muy singulares y originales cascadas de Hraunfossar, donde el agua surge a raudales desde manantiales situados en las paredes de lava, para caer al rio Hvita entre numerosos saltos, rocas y arbustos. En realidad se trata de una larga serie de cataratas en horizontal (casi un kilometro de longitud), que brotan unos metros
por encima del cauce, en el mismo flanco derecho del cañón, despenándose sobre la corriente. Estos pequeños pero sugerentes saltos de agua, están formados por torrentes de agua que manan sumergidos bajo el manto de lava de Hallmundarhraun. El contraste del verdor de la vegetación, la negrura de la lava, la blancura espumeante del agua al precipitarse y sobre todo el azul turquesa del rio, confiere al lugar un encanto especial. 

Caminando río arriba, donde el cauce se estrecha formando un hondo cañón, surge entre extrañas formaciones rocosas otra bella cascada, Barnafoss, "La Cascada de los Niños". Durante el invierno el agua pulverizada al helarse, facilitaba la formación de masas de hielo sobre ambos bordes que finalmente terminaban por formar una arcada por encima de la corriente. También se cuenta, que los granjeros del lugar solían atar una cuerda de orilla a orilla para facilitar la formación de ese tipo de arcos, con el fin de que las ovejas podían cruzar el río y pastar en la otra orilla. 

Su nombre alude a una trágica leyenda sucedida en tiempos inciertos y protagonizada por dos chavales vecinos de una granja cercana, que al cruzar por un puente natural que comunicaba las dos orillas, perdieron el equilibrio llevándoseles la corriente. Su madre maldijo el lugar, y poco tiempo después un terremoto destruyó el arco.   

A poca distancia de aquí (apenas 20 km.) en dirección norte se halla la mencionada cueva de lava de Surtshellir.



Cruzamos el estuario del rio Hvita para encontrarnos con la pujante y activa población de Borgarnes, donde hicimos de nuevo acopio en el  Vínbúðin (tienda de licores), pues en Islandia no se pueden adquirir productos en los "súper" que superen los 2,5º de alcohol, es por ello que visitamos tantos de estos establecimientos a lo largo del país, como cascadas. 


Como puerta de entrada a la península Snæfellsnes, es visible a media distancia la forma más perfecta que solemos tener de un volcán, se trata del viejo cráter Eldborg (Castillo de Fuego). Como es usual por estas latitudes, ya que el aislamiento crea ociosidad y esta es enemiga de la distracción, los islandeses desde siempre han sido grandes escritores y muy buenos lectores; es por ello que cada lugar de renombre tenga su propia leyenda, aquí traducido a "saga". El medieval Landnámabók (Libro de los asentamientos) nos cuenta como
Þorir, un anciano ciego, salió un día a deambular por los contornos de su cabaña, y "sorprendentemente", vio cómo un enorme individuo se acercaba hasta la costa navegando en un barco de acero. El gigante, desembarcó y caminó hasta alcanzar a la granja Hrip, donde elevó su báculo de hierro para hincarlo en el suelo. Justamente en ese lugar y esa misma noche, se produjo una erupción cuyo resultado fue este curioso volcán. El borde de este cono se alza 65 metros sobre el territorio circundante y el diámetro de su boca es de unos 200 metros. Es en las cercanías de la granja de Snorrastaðir, donde se puede comenzar su ascensión, no habiéndonos dejado hacerla pues los elementos se situaron en nuestra contra, pero si poder disfrutar de una gélida, campestre y merecedora manducatoria. 


Poco más adelante nos desviamos para pasear entre el frio, el aire y algo de lluvia por las columnas basálticas de Gerðuberg, una impresionante muralla de hermosas y geométricas pilastras de dolerita, de entre 1 y 1,5 metros de grosor y de 7 a 14 metros de altura. Una reserva natural formada por un acantilado terrestre de dolerita, basalto de grano grueso que se formo al enfriándose rápidamente la lava por la proximidad del mar. Aun con las condiciones meteorologías adversas, el paseo por encima de estos contrafuertes rocosos y la vista al fondo la iglesia de la granja Raudhamelur, fue de lo más gratificante de la malhumorada tarde. 


Península de Snæfellsnes

Situada al noroeste del Borgarfjörður (Fiordo de Borg), la península de Snæfellsnes a semejanza de la de Dingle, en el también oeste pero esta vez de Irlanda, es conocida como una Islandia en pequeño, ya que en ella se pueden hallar muchas de las señas del país. Una estrecha banda de tierra volcánica que se interna en el océano, de unos 75 km. de largo por unos 20 de ancho, situada entre Reykjavik y el territorio de los fiordos de noroeste "Vestfirðir". En ella, increíbles y antojadizas montañas emergen desde el inmediato mar creando extraordinarios y naturales escenarios, siendo unos de los lugares de Islandia, donde se puede comprobar el vulcanismo de la isla, dominado por el mítico y literario glaciar-volcán Snaefellsjökull, que con 1446 m. de altitud, apenas dista  4 km. de la costa. A sus pies se abren abruptos acantilados poblados de aves marinas y contrastadas playas, unas de doradas arenas, otras de guijarros negros cual azabache. Su parte occidental ha sido declarada Parque Nacional en el 2001. 

La magia de sus leyendas se encuentra por cada uno de sus rincones, a cada paso que das nos traslada al comienzo de la historia del país y sus sagas, como es el caso del relato de "Bárður" narrado a través de la "Bárðar saga Snæfellsáss", que cual imaginario cicerone nos acompañara durante todo nuestro recorrido por estas tierras. En ella se cuenta como Bárður Dumbsson (o Bárður Snæfellsás del que toma el nombre esta tierra), hijo de un rey noruego (de ascendencia mixta de troll y humano), era un tipo descomunal, medio hombre medio gigante. Llegado desde noruega hasta estas costas desembarcó en Djupalon, donde construyó
una granja cercana a la que llamó Laugarbrekka, y donde tuvo dos hijas, también corpulentas pero de buen ver, Helga y Gestr. Muy cerca vivía su hermano Þorkell, padre de dos chicos llamados Raudfelður y Solvi. Los hijos de Thorkell y las hijas de Bárður solían jugar juntos, pero divirtiéndose los cuatro jóvenes un día de niebla a la orilla del mar, cuando ya la banquisa de hielo había desaparecido, se acercó a tierra un gran témpano helado. Helga (la mayor de las dos hermanas) se subió encima y Raudfelður la empujó mar adentro. El iceberg se fue a la deriva terminando en Groenlandia. La furia de Bárður fue tan grande que arrojó a Raudfelður al barranco de Raudfeldsgja, tirando posteriormente a Solvi por el acantilado de Sölvahamar, al este de Arnarstapi, y luego él mismo desapareció para siempre entre los hielos del glaciar de Snaefellsjökull, por donde al parecer sigue vagando su espíritu. La "saga" está llena de incidentes sobrenaturales y en ella se asevera que Bárður dejó escondido un tesoro junto al valle de Saxholsdalur, bajo el monte Bardarkista (Pecho de Barður). Bárður y sus hijas son considerados por muchos de los habitantes de estas tierras como seres protectores de la zona.

El primer punto de este mágico recorrido es la grieta Rauðfeldsgjá, donde nuestro arcano protagonista precipitó a uno de sus sobrinos. Se trata de una de las oquedades más peculiares de Islandia, estrecha, alta y teñidas sus paredes por el verdor del musgo. Situada frente a la bahía de Breiðavík, en la base oriental de la montaña conocida como Botnsfjall (573 m), y a pocos metros de la carretera, esta enorme y angosta diaclasa se puede recorrer hasta llegar a su oculta cascada. 

El cambiante clima islandés hoy nos da un respiro en recorrer todo el perímetro de esta magnífica península. Ascendemos por la pista que nos acerca hasta el levante del glacial Snaefellsjökull y acercarnos hasta su cráter, pero la niebla, el frio y el aire de nuevo nos impiden hacer el recorrido, solo nuestra mente puede hacer ese viaje al que Julio Verne nos traslada en su obra "Viaje al centro de la tierra". Lejos de recursos literarios, este paraje está considerado como uno de los puntos de la Tierra con mayor energía cósmica, lugar donde anualmente se celebra una reunión mística, viniendo cada verano, gentes de todas partes del mundo para recargar y revitalizar y sus cuerpos, en la creencia de la existencia de poderes esotéricos. Será porque bajos sus hielos aun se encuentran las misteriosas energías del arcaico protector de esta península, que se confinó bajo sus hielos al final de su historia. 

Poco más abajo de las nieves perpetuas, a la orilla de la pista, se encuentra Sönghellir, la más famosa de las "cuevas cantarinas" que existen en toda Islandia. De nuevo un punto notorio en la existencia del gigante Bárður, pues esta oquedad proporcionó refugio para él y su familia, después de trasladarse desde Noruega a Islandia a finales del siglo noveno, mientras que su granja "Laugarbrekka" se estaba levantando. 

Su nombre esta originado por la resonancia acústica que hay en su interior, un eco que repica, se expande y vibra por toda ella. Además, en sus paredes podemos observar gravadas inscripciones antiguas, entre ellas los nombres de Bjarni Pálsson y Eggert Ólafsson que recorrieron el país durante el siglo XVIII. Sönghellir es el nombre genérico a este tipo de oquedades con resonancia, habiendo en toda Islandia hasta seis de ellas, siendo junto a esta, la que se encuentra en las proximidades de Kirkjubæjarklaustur, al sur del país (lugar del que ya comentaré en siguientes artículos), donde las monjas que moraban en un convento ya desaparecido, solían cantar dentro de la cueva para recibir a los monjes que vivían en el cercano monasterio de Thykkvabæjar. 

Las vistas desde este lugar son impresionantes, la sugestiva silueta piramidal del Stapafell (526 m), que se extiende hacia el sur desde las faldas del glaciar, se interpone entre nosotros y el mar. En su cúspide un nuevo misterio, la roca Fellskross, que cual ciclópeo hito o mojón, domina toda la inmensidad, señal de poderes sagrados durante los tiempos vikingos, y supuesta morada de "gentes ocultas" o elfos.Icelanders say that Sönghellir on Snæfellsnes provided shelter for the settler Bárður Snæfellsás and his family, after relocating from Norway to Iceland at the end of the 9th century, while their farm was being built.

A la sombra de esta extraña montaña, en la costa sur de la península se encuentran las pequeñas y coloridas poblaciones de Arnarstapi y Hellnar, unidas por un bucólico sendero a la orilla del mar, por un lado los basálticos acantilados repletos de aves y al otro, espaciosos y verdes prados que se extienden hasta la singular y fotogénica cumbre, salpicados de algún pequeño lago, en verdad un paseo muy agradable. Durante el paseo entre los acantilados basáltico, repletos de aves, pasamos por la laguna formada por el cráter de Bardarlaug, que deriva su nombre también del mago Bárður (Bardur), quien al parecer la utilizaba para el baño. En 1985, Ragnar Kjartanssen erigió cerca de estos acantilados una estatua de Bárður, hecha a base de piedras de lava. Cerca del cráter Bardarlaug permanecen los vestigios de la antigua granja Laugarbrekka (según la leyenda lugar de residencia de nuestro mítico anfitrión por estas tierras), y donde hacia el año 980, nació Guðríður Þorbjarnardóttir, la mujer más viajera de su tiempo, de la que ya relatare más en próximas entregas. Hasta el año1881, hubo una iglesia aquí instalada, y durante siglos fue también el lugar de reunión de la asamblea local. 

A unos 10 km. al oeste de Hellnar, se encuentra Malarrifsviti, con su granja, playa y faro, este ultimo erigido en hierro durante 1917 se corroyó rápidamente por la acción del mar, siendo sustituido en 1946 por el que podemos ver en la actualidad. La granja fue residencia del farero desde 1917 hasta 1991, año en el que fue abandonada. 

Al fondo sobresalen junto al mar las escarpadas rocas de Londrangar, que en realidad son un par de basálticas chimeneas volcánicas, restos duros de un antiguo volcán que la erosión del mar y los vientos ha hecho desaparecer. Con una altura de 75 y 61 metros respectivamente, son un espectáculo singular, donde les gusta anidar a las aves, en especial a frailecillos y gaviotas. Y de nuevo los enigmas nos acompañan, ya que los agricultores de la zona nunca recogen el heno de sus alrededores, pues dicen pertenece a los "elfos" que viven en ella, y no solo eso, un cuento relata como el poeta Kolbeinn Joklaskald, tuvo en sus proximidades un encuentro misterioso con el mismísimo diablo. 

Más adelante, atravesando un campo de lava, nos detenemos en la playa de Djúpalónssandur (Djípalóm), un lugar más para visitar en la península. Cubierta de guijarros negros, restos de lava pulidos por el viento y las monótonas y pertinaces olas, la convierte en uno de los lugares más visitados del parque, siendo las panorámicas del glaciar-volcán desde este punto extraordinarias. En ella se pueden ver los restos de un antiguo naufragio, así como unas curiosas rocas redondas que antaño, los aspirantes a marineros debían mover para demostrar su fuerza, ahora el lugar está desierto y solo destaca el gran peñasco llamado Tróllakirkja, la iglesia de los trolls. 



Caminamos por encima de los acantilados para llegar a la vecina y también negra ensenada de Dritvík, durante siglos uno de los más ricos fondeaderos de pesca en Islandia, donde alrededor de 60 barcos salían diariamente a pescar con entre 300 o 400 pescadores.  

En sus proximidades un nuevo misterio nos espera, en medio de la nada, entre los hierbajos de la colina que desciende hacia el mar, nos encontramos el laberinto de Suðurbarðinn elaborado con piedras de lava, como uno de esos juegos infantiles, pero en grande, donde se tiene que encontrar el camino hacia su centro. Se le atribuyen una centena de años, pero puede ser bastante más anterior, pues, tal como Dédalo en Creta construyó el suyo para que el rey Minos encerrase al Minotauro, los vikingos ya empleaban los laberintos como instrumentos de poder y conseguir lucidez antes de salir al mar. En Escandinavia, sobre las costas del
Báltico, se hallan hoy en día restos de piedras y cantos rodados usados por los antiguos nórdicos para delimitar las paredes de aquellos viejos laberintos. Posteriormente la cultura cristiana también incorporó estas geometrías laberínticas en sus templos medievales para fortalecer la energía de sus construcciones, como podemos ver en el colosal laberinto a la entrada de la catedral de Chartres, o en la de Reims.  

Nuestro siguiente paso es adentrarnos en las entrañas de la tierra, pero sin visitar el averno, para ello nos acercamos hasta la cueva Vatnshellir (cueva del agua). Se trata de una oquedad formada entre 4.000 y 6.000 años atrás mediante diversas erupciones de un cercano volcán, que con una longitud aproximada de 200 m. está dividida en tres secciones, nos muestra varios tubos de lava interconectados y algunas formaciones espectaculares. Se accede a ella por una estrecha escalera de caracol, hasta su profundidad, donde sin luz ni ruido, las sensaciones son muy extrañas y curiosas. 

Conducimos en dirección a la costa norte, observando a nuestra izquierda, la silueta del cráter Saxhóll, cuya formación se produjo hace 3.000 y 4.000 años. Se encuentra ubicado, en el valle de Saxholsdalur, donde nuestro ya familiar Bárður escondió su tesoro. 

Un punto perdido recomendable al que acercarnos y con unas vistas impresionaste, es el remoto faro de Öndverdarnes, ubicado en la punta más occidental de la península. Hacia el sur se sitúan los oscuros y enormes acantilados de Svörtuloft (cielos negros), una reserva de aves marinas y magnifico lugar para ver romper las olas. Junto a la llamativa construcción naranja de la farola, en lo profundo de la tierra, se halla el viejo pozo conocido como "Falki" (halcón), que con sus 18 escalones es único en toda la zona. Antiguos relatos, nos han trasladado la creencia de que los "halcones" se encontraban en el lugar tres fuentes diferentes: una de agua dulce, otra con minerales y una tercera salobre. 

Desde aquí ya se divisa la antena de Hellissandur, que con sus 412 m. está considerada como una de las estructuras más altas de Europa, 100 m. por encima de la Torre Eiffel. Construida por el ejército de los EE.UU, hoy sirve para la radio y televisión islandesas. 



Un poco más adelante, un pequeño desvió la derecha nos depositara en la solitaria iglesia de Ingjaldshóll-Ingjaldshólskirkja, que en el pasado fue parte de una gran mansión, donde al parecer Cristóbal Colón pasó aquí el invierno de 1477, cuando solo era un comerciante que navegaba por estos mares, y donde el almirante de la mar océano escuchó las proezas de los vikingos que descubrieron unas tierras al oeste, lo le pudo motivar su viaje a América en 1492. 

Grundarfjörður con apenas 1000 habitantes nos recibe bien, aun siendo una tarde gris plomizo y algo desapacible, siendo en esta población donde nuestros cuerpos descansaran del intenso día en su pequeño y colorido hostel. La localidad se ubica en una gran bahía, custodiada por la esbelta y desafiante silueta del monte Kirkjufell, que adentrándose en el mar, forma una pequeña y original península frete a la villa. Un paraje insinuante, tan hermoso como toda esta costa que hemos recorrido, uno más de los increíblemente bellos lugares que destacan en la península de Snæfellsnes. 

Por la mañana temprano, llegados a la población de Stykkishólmur, partimos en ferry camino de los Vestfirðir, los olvidados Fiordos del Noroeste. Despidiéndonos de nuestro original, figurado y virtual anfitrión Bárður, encomiándonos, a que por el resto de nuestro periplo volveremos a encontrarnos con oníricos personajes como él, que también se ofrecerán a revelarnos la magia de su enigmático país…………….. pero esto ya es otra historia.




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