jueves, 24 de septiembre de 2015

- Vestfirðir, los fiordos del Oeste (Islandia)

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Un nuevo día se despierta en estos territorios del poniente islandés, de nuevo plomizo, gris y desapacible, pero aun así nos enseña rincones con toda la autenticidad de estos olvidados y proscritos lugares del noroeste de Islandia. Ahora son fácil de transitar, pero al hacerlo me viene a mi mente como se realizarían estos recorridos en no muy lejanos años, sin los accesos como los que ahora tiene, aunque no son ni más ni menos que pistas de grava sin pavimentar, continuos sube-bajas de un fiordo a otro, o por la simple franja costera hasta llegar a sus aisladas y pequeñas poblaciones. También rezuma mi mente, de cómo sería la vida de estas gentes en tiempos pretéritos, no extrañándome en absoluto las historias aquí habidas y su ancestral sentimiento pagano. 

Para acércanos desde la península Snæfellsnes hasta aquí, hemos partido desde Stykkishólmur en un ferry, que fielmente parte a las nueve de la mañana, cruzando el amplio y enorme fiordo Breiðafjörður (fiordo ancho), conocido también como el de las mil islas, y tal es. Desde el comienzo de la singladura vemos estos
islotes a un lado y al otro de la embarcación, haciendo, a mitad de la travesía, una parada en la "más grande" de ellas y la única habitada, Flatey, que poblada por poco más de una docena de casas, escasamente llega a los 2,5 km2. Vemos ajetreo en el minúsculo puerto, y gentes acicaladas portadoras de flores que se apean, sin saber si el motivo del bullicio es una boda o un entierro.

Esta minúscula isla ha estado habitada desde 1172, en que los monjes agustinos fundaron en ella un monasterio, convirtiéndola con el tiempo en un importante centro cultural de Islandia, el más remoto y aislado de todos los conocidos en la Europa Medieval. Conservando la biblioteca más antigua del país y escribiéndose algunos de los más valiosos manuscritos de las "sagas·". De aquella esplendorosa época ya no queda casi nada, siendo en la actualidad un lugar reposado y tranquilo en medio del mar. 

Llegados a la otra orilla entramos en los verdaderos Fiordos del Noroeste, que según cuenta la leyenda, fueron intentados separar del resto de Islandia durante una oscura noche por tres hoscos "trolls", que ufanos en su labor y sin darse cuenta que amanecía, con el primer rayo de sol se quedaron petrificados. Hoy el mito aun subsiste, pudiéndose contemplar en la isla Drangey, al norte del país, su estampa trasformados en piedra. 

Extendidos hacia la vecina Groenlandia como un zarpazo, estos fiordos cincelados por la erosión volcánica y glaciar, mantienen un paisaje diferenciado al del resto del país. De suaves montañas, poderosos acantilados, valles glaciares, áridas mesetas, briosos ríos, encantadoras cascadas y playas de claras arenas, conforman, junto con sus escasos y pequeños puertos o las aisladas y solitarias granjas al fondo de cada uno de ellos, un especial panorama, tan sereno como intenso, tan dulce como áspero, donde los colores se contrastan y los cielos se funden con el mar. 

La aislada y casi despoblada región del poniente norte islandés; contexto de muchas de las sagas manuscritas en este país; es un universo donde la historia y la cultura se funden con la naturaleza en una mezcla singular de sensaciones. Siendo uno de los lugares; e Islandia tienes muchos; donde el paisaje nos trasmite la creación geológica de esta isla en medio del océano ártico hace más de quince millones de años. En gran parte olvidada para los multicolores visitantes que hasta estas latitudes nos acercamos, por sus complicados y distantes accesos, es sin embargo recomendable acercarse hasta ella y transitarla sin prisas. 

Comenzamos a recorrerla adentrándonos en la península de Látrabjarg, cruzándola de norte a sur para llegar hasta playa de Rauðisandur, que con sus interminables arenas de rojizos tonos (más de 12 km. de longitud y 2 en su parte más ancha), es lugar donde poder visitar a las focas que en ellas se orean. Los inaccesibles e infinitos acantilados que la rodean, sus verdes prados y las tintadas arenas, sirven de fondo a la solitaria y negra iglesia de Saurbaer allí asentada. En la granja que antaño existió aquí, nacieron Páll Björnsson y su hermano el sheriff Eggert Björnsson, iniciadores y grandes perseguidores de la brujería, a la cual me referiré más adelante. 

Franqueamos el fiordo Patreksfjörður,  para acercamos a los altos e impresionaste acantilados de Bjargtangar, el punto más occidental de Látrabjarg y por ende, de todo el territorio islandés. Lugar donde anidan gran cantidad de aves, siendo los famosos frailecillos los grandes protagonistas y quienes acaparan la atención de sus visitantes, no asustándose en absoluto de la proximidad de los que hasta ellos nos acercamos, hasta el punto de que casi se les puede tocar. Estos coloridos e impávidos alados marino, comienzan a llegar a las costas islandesas a finales de abril, para desaparecer en masa a mediados de agosto………., suerte la nuestra de haber llegado a tiempo y poderlos observar. 

De vuelta a Patreksfjörður, y al fondo del fiordo Ósafjörður, se encuentra varado en la playa el Garðar BA 64. Un antiguo y ya corroído barco noruego construido en 1912 como un ballenero, comprado en 1945 por una empresa islandesa para la pesca tradicional, siendo la nave más antigua fabricada en hierro que existió en Islandia, estando encallado en estas arenas desde 1981. Desde aquí continuamos rodeando la orilla del fiordo para llegar a alojarnos en el hostel de Patreksfjörður, donde el tiempo nos da un respiro, recibiéndonos con un buen sol de tarde y una trasparente luz. 

Amanecido un nuevo día, cruzamos de un fiordo a otro. Divisando el de Arnarfjörður desde la altura, el espectáculo es grandioso, con la serena población de Bíldudalur en su orilla meridional, de la que destaca su iglesia, junto a la cual nos tomamos un agradable carajillo en un establecimiento mitad cafetería, mitad museo.
 

Siguiendo la orilla de las tranquilas aguas, llegamos a la cálida (32º) piscina de Reykjafjarðarlaug, en el fondo de fiordo Reykjafjörður, tributario del Armarfjörður, un idílico y solitario lugar rodeado de la más intensa naturaleza, donde nos damos un desparpajo de sensaciones al bañarnos en ella. El recinto es abastecido por un manantial próximo, donde se encuentra una charca natural en la que también uno se puede remojar (50 ctm. de profundidad) a unos 45º. 

La Matanza de los Balleneros Vascos
Fue por estos fiordos, muy frecuentados por balleneros vascos en los siglos XVI y XVII, cuando llegaron hasta aquí, 12 buques para iniciar la temporada de pesca de estos enormes mamíferos marinos, a mediados del
verano de 1615, año enormemente duro para este país, pues las costas permanecieron congeladas hasta el final del verano, produciéndose cuantiosas pérdidas de sus ganados. Al consumar las naves su tarea a finales de septiembre, y estando tres de ellas listas para volver a aguas guipuzcoanas, un horrible temporal arroyó dos de los barcos contra las rocas, provocando la muerte de tres de sus marineros. Obligando al resto de la tripulación a pasar el invierno en estas tierras mientras intentaban su reparación, decidiendo los capitanes Esteban de Tellaría y Pedro de Aguirre pasar el invierno en Vatneyri (Patreksfjörður). Los marineros de Martín de Villafranca se dividieron en dos grupos, generando a su paso la furia de los lugareños, pues las rapiñas y lo altercados con ellos se sucedieron asiduamente. Hechos que de ningún modo justificaría, que 17 de octubre, los campesinos de Ísafjarðardjúp reunieran una tropa y asaltaran en la oscuridad de la noche a los balleneros españoles, asesinado a todos menos a uno, que posteriormente consiguió unirse a los otros dos grupos. En total fueron asesinadas unas 15 personas con total brutalidad, mutilando sus cadáveres, tal y como lo describe Jón Gudmunsson en su relato sobre estos hechos "deshonrados y hundidos en el mar, como si fueran paganos de la peor especie y no pobres e inocentes cristianos" 

Pasados tres días de estos hechos, fue convocado un juicio a instancias del sheriff Ari Magnússon, declarando criminales y proscritos a todos los náufragos vascos, que según la legislación islandesa, habían provocados los desmanes, decidiendo ejecutar a tantos como fuera posible. Ya con esta condena se fue a buscar al resto de la docena de balleneros comandados por Martín de Villafranca, siendo asesinados cruelmente en las proximidades de la población de Sandeyri, en el fiordo de Ísafjarðardjúp. Según el relato de Guðmundsson, "los hombres cogieron los cuerpos desnudos, acuchillaron sus ojos, cortaron sus orejas, sus narices y sus genitales". Reservando a su capitán la tortura más brutal, siendo Villafranca golpeado con un hacha en el pecho, y perseguido hasta las gélidas aguas del mar, de donde fue aprendido, abriéndole con un cuchillo en canal, ante las risas y burlas de los hombres del sheriff Ari. 

A comienzos del siglo XVII, Islandia tenía una población de unos 50.000 habitantes, fundamentalmente campesinos, perteneciendo políticamente a la corona danesa y tal como ella, con fuertes creencias luteranas. Si a esto unimos la desastrosa situación económica de los últimos años, con fuertes hambrunas y el aprovechamiento marítimo que se hacía de sus aguas, en detrimento de los intereses de Dinamarca, no es de extrañar que este báltico reino, conformara leyes contra los "vizcaínos" y restantes foráneos, hasta el punto de darles muerte, apresar tomar sus barcos y saquearlos, si se sentían amenazados. Siendo este hecho especialmente cruel y extraño, pues las relaciones entre los marineros vascos y los islandeses fueron en general bastante cordiales, tal y como como atestigua la existencia de un idioma común (más bien un pidgin), el vasco-islandés, usado por ambos colectivos para comunicarse, aunque fuera a un nivel primario. 

Aquel mismo año de 1615, Jón Guðmundsson, nacido en esas tierras, recopilo estos hechos dejando constancia de ellos en un crítico relato titulado: Sönn frásaga af spanskra manna skipbrotum og slagi "La verdadera historia del naufragio y matanza de los españoles" (que podéis leer pinchando en este enlace), donde se reprocha la decisión de decretar los crueles ajusticiamientos, y donde se afirma: "fueron asesinados injustamente y no deseando tomar parte en los ataques". Este desafiante escrito (publicado en la actualidad a cuatro idiomas) hacia los suyos, motivo las iras de sus paisanos, obligándole a huir hacia la península de Snæfellsnes al sur de donde se sucedieron estos hechos.
Este año de 2015 se cumplen 400 años de esta matanza, no siendo hasta el pasado 22 de abril, cuando el gobierno islandés derogó la ley que permitía matar a todos los vascos que pusieran el pie en la zona oeste de su territorio. Con motivo de esta abolición, un descendiente de uno de los balleneros muertos y otro de los autores de la matanza, personificaros la reconciliación mediante la colocación de una placa en la población Holmavik, como homenaje a los 32 pescadores guipuzcoanos asesinados en 1615. 

Con la mente en el recuerdo de estos hechos y la mirada fija sobre las azules y serenas aguas de los fiordos por los que pasamos, llegamos hasta la hermosa, impresionante y mágica cascada de Dynjandifoss (Dynjandi, la cascada que centellea), una de las más singulares y especiales de todo el país. Se trata de una catarata con forma trapezoidal, de unos 100 metros de altura, con unos 30 de anchura en su parte alta y casi 60 en la inferior, que cual cola de caballo, sus aguas semejan acariciar la montaña durante su caída. En realidad es sólo la superior de un grupo de siete cascadas conocidas como Fjallfoss, donde el agua cae deslizándose salvando media docena escalones, generando un idílico espectáculo semejante a un velo de novia. 

Nos quedan por recorrer los fiordos de Dýrafjörður, Önundarfjörður y el grandísimo Ísafjarðardjúp , pero el tiempo apremia debiendo de llegar a dormir a Broddanes que aun está a unos 200 km. y el recorrerlos nos llevaría 100 km. de propina. Durante la ruta, pasamos por innumerables y bucólicos fiordos, que aunque no tan considerables como los que habíamos visitado, ni mucho menos si los comparamos con el Tasermiut fiord de Groenlandia, pero que mantienen un encanto especial, con su consabida granja ubicada al fondo de cada uno de ellos. Durante el recorrido, paramos en el hotel de Flókalundur (una especie de "área de servicio"), donde ya acostumbrados a los precios del país, sobre todo a los que tienen algún grado de etílico, pagamos por cada cerveza unos 7 euretes al cambio, fresca y buena………………… menos mal. En sus proximidades se encuentra, justo a la orilla del mar, la cálida piscina natural de Hellalaug, que alimentada por aguas geotérmicas, es una de las charcas calientes más hermosas de Islandia.


Ya en la costa nororiental de los Vestfirðir se encuentra Hólmavík, capital de toda la zona de Strandir y puerto de cierta relevancia. Es aquí donde se sitúa "Strandagaldur" el Museo de Adivinación y Brujería, que cuenta con un repertorio de runas mágicas y elementos de hechicería, utensilios para eliminar espíritus, obtener fortuna, dominar a los contrarios, y hasta para conseguir volar. 

La brujería en el noroeste islandés
La provincia de Strandir, al noreste de los Vestfirðir, sigue siendo una de las zonas más aisladas y peor comunicadas de Islandia. Durante la edad media este aislamiento de sus habitantes propició ser refugio de
malhechores, pero fundamentalmente contribuyó al conocimiento y la utilización de la magia, la creencia en lo oculto y la brujería ("Galdrar" en islandes), como medio de resolución de sus múltiples males. La conexión existente entre los seguidores de la brujería islandesa, con las creencias paganas y el folklore brujeril noruego e irlandés es sustancial, toda vez que sus primeros pobladores a finales del siglo IX fueron fundamentalmente varones noruegos y mujeres procedentes de las colonias nórdicas en Irlanda, Escocia y el norte de Inglaterra. Cuantiosas reseñas nos indican que desde hace cientos de años, numerosas de sus pequeñas poblaciones estuvieron regentadas por sagaces brujos que efectuaban encantamientos para conseguir sus objetivos, ya fuera sanar enfermedades, aliviar amores, conseguir dinero e incluso obtener comida. 

Esta intrigante actividad se practicó sin necesidad de asociación diabólica (relación con Satán), pero las autoridades religiosas y civiles, influenciadas por la europa continental, fundamentalmente por Dinamarca y Alemania (de claro signo luterano), no lo entendieron así, actuando como una verdadera inquisición, pues la brujería estaba considerada como una enseñanza del Diablo. Motivo por lo cual, esta remota región fue la que más sufrió la caza de brujas que se desato por Islandia en el siglo XVII, viviendo una auténtica persecución de estos hechiceros, que buscados por personajes como el sheriff Magnús Magnússon, que se lucró con estos hechos debido a sus peculiares acusaciones, quedándose con las haciendas de los condenados. Muchos fueron los procesos realizados por las autoridades, teniéndose constancia de que la gran mayoría de los practicantes de estos paganos ritos eran hombres. Algunos de estos juicios terminaron con sentencias de muerte, teniéndose constancia de que entre 1625 y 1683 fueron quemados 21 personas, 20 de ellas hombres. 

No todos los que aprendían la brujería eran considerados malignos, como fue el caso de Sæmundur "el Sabio", uno de los héroes legendarios más queridos del país, así como diversos obispos de estas tierras, que eran poseedores de los libros de encantamiento más codiciados y peligrosos, además de tener conocimientos sobre poderes satánicos. Que hipocresía, la de cualquier credo, pues esto mismo también pasaba en las cálidas y católicas orillas mediterráneas. 

En esta Islandia del Medievo hubo diversos símbolos mágicos, aquí denominados "runas", a los que se les atribuyó
efectos mágicos y curativos, los cuales nos has sido trasladados hasta nuestros días a través de "grimorios" (tratados de formulas mágicas usados por los brujos y hechiceros. Tal es el caso del "Galdrabók", un grimorio del siglo XVII, asociando la tradición de magia medieval mediterránea con el uso de las runas, y la reminiscencia de los antiguos y paganos dioses nórdicos, en el que se halla una recopilación de recetas mágicas y abundantes hechizos. Única fuente de información sobre la práctica de la hechicería en Islandia durante esta época, ya que el resto de estos textos fueron quemados como resultado de la persecución de la brujería. Libros de encantamientos como el referenciado, proliferaron por todo el continente europeo durante la Edad Media, es el caso del afamado "Libro de San Cipriano", más conocido por nuestras latitudes. 

No es extraño por tanto que en las circunstancias en las que vivían y apartados del resto de humanos mantuvieran las creencias del pasado, en unos territorios hermosos y hostiles, donde sus habitantes, mayoritariamente agricultores de una tierra adversa, tuvieron que adiestrarse en subsistir con lo que producían, donde el clima se convertía en enemigo, en el que las tormentas podrían representar que los pescadores no retornaran nunca, o que extraviarse en la oscuridad absoluta de las largas noches invernales podría significar la muerte.  Es aquí, en estos territorios dejados en el pasado de la mano de Dios y acogidos por la de Satán, situados en la costa septentrional de Islandia, donde comenzara nuestro recorrido por el norte de esta isla tan mágica como interesante, que espero seguir contándoos en la próxima entrega.


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