Situada en la península Seltjarnarnes en el suroeste de Islandia, Reykjavik es donde vive el 60% del total de la población del país, y la capital más septentrional del planeta, a tan solo 260 km. al sur del Círculo Polar Ártico.
La leyenda sobre su fundación es novelesca y seductora, tal cual es el paisaje de su entorno, en medio de un paisaje desolado y volcánico en medio del Atlántico norte. Tal y como nos relata la saga "Landnámabók" (Libro de los asentamientos), parece ser que el noruego Ingólfur Arnarson, llegado a estas costas sobre el año 874, siguió las costumbres vikingas de que fueran los dioses escandinavos los que decidieran el emplazamiento para su atraque, para lo cual lanzó a la deriva desde su nave dos mástiles de madera "öndvegissúlur", dejando que fueran ellos los que decidieran el lugar donde asentarse en este nuevo territorio.
No
fue hasta el verano cuando por fin fueron localizados los pilares, varados en un
terreno estéril, con abundantes solfataras y pozos de agua hirviendo cuyas
columnas de vapor y gas son visibles a lo largo de la costa, motivo por el
cual le dieron el nombre a Reykjavik "Bahía Humeante", siendo el
lugar donde instaló su granja, dominada por la sombría silueta del monte Esja, separada
de él por la bahía de Kollafjörður. Recientes excavaciones arqueológicas confirman
los antiguos escritos de las sagas, ya que se han podido confirmar la
existencia de restos de un asentamiento en la ciudad a finales del siglo IX.
Durante
los siglos IX y X llegaron pobladores noruegos y celtas, completando su
colonización, no siendo esta zona principalmente la elegida para ello, ya que
las crónicas medievales, solo la mencionan como tierra rural, siendo una granja
más entre las muchas que se establecieron en el país. En 1226 se funda un
monasterio agustino en la isla de Videy, situada frente al actual puerto
comercial y de mercancías de Sundahöfn, al final del paseo marítimo, al este de
la ciudad.
No
es hasta el siglo XVIII cuando comienza su industrialización y el desarrollo
urbano de Reykjavik, siendo Skúli Magnuússon quien en 1752
funda las primeras industrias locales dedicadas al tejido y curtido de telas,
edificándose las primeras casas para albergar algodón, convirtiéndose esta
actividad en la principal de la población y la razón de su existencia por
varias décadas, siendo entonces cuando se pavimenta Adalstraeti, la primera
calle de Reikiavik. Este proceso comenzó ocupando la estrecha franja de terreno
existente entre el lago Tjörnin y el mar, extendiéndose por la ladera de
la colina donde actualmente se halla la altiva iglesia de Hallgrímskirkja. No
siendo hasta 1786 y ya con 302 habitantes, cuando Reykjavik se convierte en
municipio.
Durante el siglo XIX comienza a crearse en el pais un movimiento nacionalista, empezando a cuajar en la población las ideas de independencia ante la colonizadora Dinamarca, siendo esta población el punto de concentración de tales postulados. Es en 1845 cuando se establece de nuevo en Reykjavik, pero de forma consultiva, la Asamblea General "Alþing"; que ya los islandeses habían instaurado en el año 930 en Þingvellir; convirtiendo a la urbe de facto en la capital islandesa. No fue hasta 1874, cuando Islandia no tuvo su primera Constitución (bajo dominio danés) y con ella el parlamento consiguió limitados poderes legislativos. En 1904 se instauró la oficina del Primer ministro, consiguiendo la independencia definitiva de Dinamarca en 1918.
Pero en realidad su desarrollo definitivo, lo
tiene a partir de 1986, año en el que pasa a la historia por celebrarse en ella
la cumbre entre Reagan y
Gorbachov, poniendo fin a la guerra fría. Posteriormente ha sufrido la rémora
de la crisis financiera, con sus ladrones de turno (los de aquí con el pelo
rubio), y por la que ocupó la portada de toda la prensa internacional, pero la
sensación es que ahora parece que se está volviendo a recomponer.
Hoy
en día, las fuentes geotérmicas que ya viese Ingólfur Arnarson en el siglo IX, proporcionan
casi toda la calefacción y agua caliente a las casas de la capital. Reikiavik
es un lugar tranquilo con edificios bajos de cuidadas casas pintadas con
brillantes colores, calles limpias y un ritmo de vida relajado. Una ciudad de contraste
entre lo viejo y lo nuevo, entre lo tradicional y la modernidad más diligente
de Europa. Capital un país que hasta hace no mucho tiempo ha estado
prácticamente aislado a los visitantes por su ubicación y misantropía, donde la
fuerza de la religión (luterana) era el centro de su relación humana. Al pasear
sus calles esa disparidad diferencial, donde sus jóvenes quieren respirar aires
nuevos, genera esa sensación que se nota en cualquier rincón de la ciudad: su
marcha nocturna denominada por los lugareños “runtur”, comparable a la que por aquí tuvimos con la
"Movida Madrileña", sus coloridos, agradables y originales grafitis
que recorren las paredes de la urbe, sobre los que se podría realizar una ruta
turística de este arte callejero, sus conciertos urbanos, su forma de vestir y
engalanar a la moda más vanguardista que nos podamos imaginar pero sin la macarreria
que por nuestras latitudes podemos observar, pero sobre todo en la expresión de
sus caras y en la forma relacionarse entre ellos, así como con los demás
foráneos que hasta allí nos acercamos.
Esa
ruptura generacional, se nota hasta en su innovadora arquitectura que quiere
romper con ese pasado gris, triste y oscuro, destacando de ella sobre todo el
acristalado edificio "Harpa",
situado en pleno corazón portuario, convirtiéndose en el nuevo emblema de la
ciudad, galardonado con el Premio Mies Van der Rohe en 2013. Sus oscuras
fachadas, conforme al color de la lava que domina el país, están integradas por
un entramado de hexágonos de cristal, creando un juego de reflejos conforme a
la meteorología y a la situación del sol. Su magnífico y despejado interior,
lleno de espacio y luz, es la sede de la Sinfónica de Islandia, así como de la
Opera Islandesa, cada una de las cuatro salas principales representas uno de
los cuatro elementos. La sala de conciertos Eldborg, simboliza el fuego,
estando inspirada en la actividad volcánica de la isla. La de recitales
Norðurljós, representa el aire y las auroras boreales. El salón de conferencias
Silfurberg, simboliza la tierra a través de los cristales de calcita. La cuarta
y más pequeña, sala Kaldalón, representa el agua de las frías lagunas
islandesas. Dispone además de, restaurante, zona de exposición, tiendas y una
cafetería, donde sirven un vistoso y sugerente chocolate, que luego es un
simple cola cao decorado.
Hacia
el oeste se extiende el viejo puerto y el barrio pesquero, donde entre otros
establecimientos destaca el restaurante Sægreifinn, en donde con su original
forma de atender (te toman nota de lo que quieres a la entrada, antes de
sentarte), puedes degustar gran variedad de suculentas brochetas de pescado.
Es
sus proximidades y dentro de un edificio, como una gran nave, los sábados y
domingos se instala el mercadillo de Reykjavik, que apodado Kólaportið, es como el
"Rastro" madrileño pero a lo nórdico y en miniatura, lugar en donde
entre ropas de segunda mano, libros antiguos, bisutería, baratijas y
quincallas, encontramos discos (vinilos) de la España más "Cañí". En
los puestos destinados a alimentación, encontramos los pescados ahumados que
durante todo el recorrido habíamos estado degustando y que también sabor nos
habían dejado, la trucha, el arenque o el “graflax”, salmón curado en azúcar,
sal y eneldo, pudiendo encontrar el
tiburón “hákarl”, al que más detenidamente dedicare algún párrafo en
otros artículos. Es aquí donde así mismo se puede degustar el “hardfiskur” con
mantequilla, auténtica "tapa" islandesa con tonos vikingos.
A
la salida de este zoco islandés, en el cruce entre la calle Posthusstraeti y Triggvagata
nos encontramos un puesto callejero, es el afamado "Bæjarins beztu pylsur", donde sirven los famosos perritos
calientes (elegidos los mejores de Europa por algún diario de la prensa británica),
en el que sin duda confeccionan los más sobresalientes "hot dogs" de
la ciudad, dándoles su peculiar sabor la dulce y suave mostaza islandesa.
Recorremos
la calle Austurstræti (la más primitiva
de la ciudad), es aquí donde comienza el Reykjavik más antiguo, apodo este nada
comparable a otras capitales europeas, pues sus edificios históricos no se
remontan tanto para como ser catalogados como añejos. Es sus proximidades se
encuentran las construcciones más simbólicas y vetustas, como el Parlamento
"Alþingi", a su espalda el
nuevo Ayuntamiento en la orilla del bucólico lago Tjörnin.
Si
callejeamos curiosamente sin orden ni concierto ascendiendo en dirección
sureste en busca de la Catedral, nos encontraremos con unos buenos ejemplos de
las casas tradicionales de madera que durante el siglo XIX y principios del XX
enseñorearon la urbe. El moderno edificio de la denominada Catedral; que en
realidad no lo es sino una simple iglesia "Hallgrímskirkja"; sobresale en lo alto de una colina que
domina toda la urbe y su bahía. Diseñada por el arquitecto Guðjón Samúelsson y
edificada entre los años 1945 y 1986, asemejando las columnas de basalto de la
cascada de Svartifoss, su austero y luterano interior no da para merecer la
visita, pero si es aconsejable ascender hasta lo alto de su campanario para
agasajarnos con las vistas que desde él se divisan.
Descendiendo
a la calle Laugavegur (Camino del
lavadero), la recorremos en su totalidad, en ella se encuentran la mejores
tiendas de Reykjavik y los comercios más afamados. En parte peatonal, es una
delicia contemplar la animación de esta arteria que recorre de de oeste a este
lo más florido de la ciudad y que debe su nombre al trecho que las mujeres
debían recorrer a finales del siglo XIX y principios de XX para lavar la ropa
en las aguas termales de Laugardalur.
Al
final de la misma y justo enfrente de donde se situaba nuestro albergue el
"Hlemmur Square", se halla el Icelandic Phallological Museum o Museo del Falo, que alberga la colección de penes más grande del
mundo. En él se muestran hasta 281 ejemplares de
estos viriles miembros de más de 93 especies de animales, entre ellos 55 de
ballenas, 36 de las focas y 118 de otros mamíferos terrestres, como también
alguno humano, y supuestamente de "elfos" y "trolls" islandeses,
aunque como es sabido, estas díscolas y traviesas criaturas de estas latitudes,
producto de las sagas literarias, son seres etéreos y por lo tanto su visión es
imposible. Cuenta
el museo con un buen apartado dedicado al merchandising fálico: camisetas, tazas, velas y artesanías varias, que de
adquirirlas y ser registrados en alguno de los aeropuertos de retorno, provocarían
horas de diversión en los aduaneros de turno.
La Península de Reykjanes
Situada
al sur de Reykjavik; lugar donde se sitúa actualmente su aeropuerto para vuelos
internacionales, antes dedicado a base militar norteamericana; no tiene el
interés de otros lugares que se pueden encontrar en el resto del territorio,
pero para los viajeros que se acercan hasta esta latitud con poco tiempo es un
lugar donde se puede tener una idea de la hechura del país. Aparte del "Blue Lagoon" (en islandés Bláa
lónið) o Laguna Azul, cálido complejo piscinero, o balneario geotermal, como
les gusta denominar a las agencias de atracción turística y lugar de moda para
el turismo yuppie, al que ya es preciso hacer reserva previa
para mojarse uno el culo, pocos atractivos sugerentes nos ofrece estos parajes.
Las sulfatas de Seltún-Krýsuvík,
curiosas por sus humos y sus charcos de lodo hirviente, no son
nada comparables con las de Hverir–Námafjall en las
proximidades del lago Mivath al norte del país, ni en espectacularidad ni en
colorido.
Ya
camino de Hveragerði para acercarnos hasta el afamado
Triangulo de Oro, nos desviamos hasta Raufarhólshellir, lugar poco frecuentado por el
colorido turismo, y que sin embargo cuenta con un atractivo especial. Se trata
de una cueva, más concretamente de un tubo de lava de unos 1.400 m. de
longitud, habiéndose formado hace unos 4.600 años durante la erupción
Leitahraun. La cavidad se encuentra
debajo de la carretera 39 y su entrada está próxima a ella. Tiene unas
dimensiones medias de unos 10.50 m. de ancho y hasta 10 m de altura, con un
espesor en su techo de 12 m. excepto bajo la carretera donde es más delgada.
Varios hundimientos permiten la iluminación durante los primeros 200 metros,
encontrándonos a partir de este punto estalactitas de hielo en un primer
ensanchamiento del túnel.
En
sus proximidades, al otro lado de la carretera y a unos seis kilómetros en
dirección suroeste (acceso más fácil y marcado desde la carretera 380) se
encuentra "Buri", otro tubo de lava que supera los 1.000, descubierto
por el vulcanólogo y espeleólogo Bojrn Hróarsson en 2005.
Cruzamos Hveragerði,
localidad en la que se está experimentando el cultivo de hortalizas, flores y frutas
en invernaderos, usando la energía geotérmica para caldearlas, y donde nos
aprovisionamos de vituallas, así como de cerveza local y Don Simón en
tetrabrik, a unos precios que más vale no comentar. A los pocos kilómetros al
norte, aparcamos a la orilla de un rio, y desde allí comenzamos una caminata en
busca de Reykjadalur, el "valle humeante" y su
rio caliente. Fumarolas y charcas de lodo hirviente nos acompañan en nuestro
recorrido, hasta llegar a las apacibles aguas del rio, donde manantiales de limpias
aguas, donde los humanos han acondicionado unas pozas, y algún organismo una
entablillada pasarela con unos vestuarios de madera al aire libre, que si bien
son más cómodos que los simples y verdes prados que lo rodean, han eliminado el
encanto que supone el esfuerzo de ascender hasta aquí caminando para poder
darnos un cálido baño en plena naturaleza.
Triangulo de Oro
Camino
de este turístico y concurrido triunvirato áurico, nos podemos desviar a la
derecha apenas unos kilómetros para allegarnos hasta Skálholt. Prácticamente todo el turismo que se acerca hasta estas
latitudes visita al menos lo que los "tour operadores" llaman el Triangulo
de Oro (Gullfoss, Geysir y Þingvellir), pero casi ninguno de ellos se
desvía a completar la excursión, para conocer al cercano e histórico lugar
de Skálholt. La mayor ciudad islandesa durante la Edad Media, según el
geógrafo e historiador teutón Adán de Bremen, y donde se asentó uno de los dos
obispados en los que se dividía la isla desde principios del siglo XI y hasta
finales del siglo XVIII, además de ser un importante centro educativo y
político, con colegio, monasterio y herrería, en el que moraban por entonces
por unos trescientos pobladores.
Tras
la Reforma y la adopción del luteranismo como religión en la isla, Jón Arason
el último obispo católico de Hólar, que gozaba de gran prestigio entre la
población, se reveló contra la nueva religión, convirtiéndose en un ávido líder
nacionalista, en el que se mezclaba cultura, patriotismo y religión, y que
siendo apoyado por el Papa de Roma Pablo III, desencadenó una especie de guerra
civil. Siendo derrotado por los seguidores del rey de Dinamarca Christian III,
fue decapitado en Skálholt, sin juicio ninguno.
Este
hecho, motivó que muchas de los privilegios obispales pasaron a manos del rey
danés, perdiendo Skálholt poco a poco poderío e influencia. Siendo
posteriormente los desastres naturales que asolaron Islandia a finales del
XVIII quienes definitivamente causaron el abandono del lugar, pasando la sede
de la diócesis arzobispal a Reykjavík.
Hoy,
a primera vista, parece una granja como tantas otras aislada en la lejanía del
paisaje, en la que solo sobresale el tamaño de su iglesia. Pero aun pueden encontrarse
en Skálholt restos de una fortaleza construida en 1548; sobre los cuales está
instalado un monolito en memoria de Jón Arason; así como unas interesantes salas
y pasillos subterráneos bajo la iglesia, además de las dependencias de la
antigua escuela y las viviendas de los antiguos obispos.
Como
nota curiosa resaltar, como a finales del siglo XVI, Sigurd Stefánsson maestro
de la escuela de este lugar, indagó en los documentos y viejos mapas que se almacenaban
el archivo de Skálholt sobre los viajes vikingos por los fríos mares del norte,
encontrando un croquis "Mapa de Skálholt" en el que se reseñaba al otro
lado del Atlántico una península nombrada como "Promontorium Winlandia",
cuya latitud era coincidente con la de la ciudad británica de Bristol. Cotejando
el viejo mapa con los más modernos, reflejó que Winlandia coincidía con la
península de Terranova. Verificado por exploraciones arqueológicas efectuadas
en el siglo pasado, se ha podido certificar la presencia de los islandeses en
aquellos lugares hace 1000 años, dejando constancia de la presencia de europeos
en América 500 años antes que llegara Colón, tema, que hoy en día ya es
prácticamente incuestionable.
Sobre
las atracciones turísticas del Triangulo de Oro o Circulo Dorado, no me voy a
extender mucho, pues la información sobre estos lugares es abundante y fácil de
encontrar. La primera que visitamos y la más lejana, es Gullfoss la "Cascada Dorada", sin duda una de las más
espectaculares cataratas de Islandia, y la más visitada de todo país. Se trata
en realidad de dos impresionantes y sucesivos saltos de agua, que provocan un
estruendo atronador, creando una colosal nube de agua pulverizada que empapa
todo su entorno, creando los días de sol espectaculares arcoíris. Ubicada en
pleno cañón del río Hvítá, y con un caudal de unos 109 m3 de media
por segundo (en verano 140) y durante algunas inundaciones rondando los 2.000,
compite con la de Dettifoss (al norte del país y de la cual ya me referiré en
entradas posteriores) en ser la cascada más caudalosa de Europa, aunque
probablemente sea menor que esta última. Se nutre con las aguas del deshielo
del glaciar Langjökull, arrojando millones de litros con una inusitada
fuerza.
En
este lugar hace aproximadamente un siglo, se intentó represar las aguas del río
Hvítá para construir una gran central eléctrica y con ello generar electricidad.
Fue Sigríður Tómasdóttir, hija del granjero dueño de la tierra donde se ubica la
cascada de Gullfoss, la que se opuso con firmeza al proyecto. Tras varios años guerreando
contra los promotores del proyecto, personas influyentes y acaudaladas del país,
viéndose en desventaja, y como ocurre en otras muchas latitudes (véase la
nuestra), con los jueces y las leyes controlados por los poderosos, amenazó con
arrojarse a la cascada si se comenzaban las obras. Fue a través de Sveinn
Bjornsson, quien posteriormente se convertiría en el primer presidente de la
Islandia independiente, que el plan de la trasformación del rio fue desechado,
consiguiendo la tenacidad y perseverancia de esta mujer el defender lo que en
su derecho creía.
De
la siguiente atracción solo reseñar que
el origen de la palabra Geysir (en
islandés "chorro"), es procedente de este fenómeno geológico, descubierto por primera vez en 1294 en este lugar. A lo largo de su historia ha sufrido la sobreexplotación turística, intentando controlar este enorme y esporádico surtidor
de agua hirviente, mediante el vertido de piedras, rocas, objetos arrojados por
miles de turistas durante tiempo inmemorial y toneladas de polvo de jabón
carbólico en su orificio con el fin de excitar su interior y regular los
tiempos, provocando que desde 1916 este inactivo, salvo una erupción producida
por una sola vez en 1935. Menos mal que existe su vecino "Strokkur" otro géiser situado unos
100 metros al sur del Gran Geysir, que expulsa el acuoso liquido a intervalos
más o menos regulares cada 4 u 8 minutos, alcanzando su blanca columna de agua
hirviendo los 30 metros de altura, contentando de esta manera a los miles de
multicolores seres que cada día nos acercamos hasta allí, no siendo del todo
defraudados. En Islandia se pueden observar más de 600 géiseres repartidos por
toda la isla, siendo estos los más sobresalientes, haciendo su visita en
prácticamente ineludible, sintiendo bajo nosotros la potencia de esta
naturaleza incontrolable, convirtiendo a esta zona en el lugar geotermal más
famoso del planeta.
Una
sorpresa poco conocida nos encontramos a algo más de 10 km. de Geysir camino de
Laugarvatn. Se trata de la escondida catarata de Bruarfoss, un rincón de Islandia no muy frecuentado, por estar un
poco aislado de la carretera, entre unas colinas, sin embargo son uno de esos
lugares que tiene una aureola especial. No son muy
grandes, pero su visión resulta muy grata, mostrándose con un seductor azul
turquesa, y junto a ellas una poza natural de hidromasaje bajo un puente. Para
llegar hasta ella viniendo de Geysir, hay que girar a la
derecha hacia las casas Brekkuskogur, seguir la carretera hasta el final llegando a un muy pequeño
aparcamiento (apenas 2 km.), continuando desde aquí a pie.
El último de los lugares que componen este Triangulo de Oro
es el Parque
Nacional de Þingvellir,
sitio sobresaliente de la historia del país, siendo el centro en la toma de
decisiones en la Islandia medieval, donde durante los siglos IX al X, los
colonos islandeses legislaban y administraban justicia, instituyendo asambleas
o corporaciones territoriales y celebrando anualmente una Asamblea General en
este lugar, el Alþing (Parlamento).
En
el año 930 fue constituido en Þingvellir (Llanos del Parlamento), el congreso
político y legislativo más viejo de Europa, 250 años antes que el que se
reconoce como las primeras cortes, las del ibérico Reino de León. Una vez al
año durante el mes de junio, los islandeses acudían hasta este apartado lugar
para celebrar la Asamblea que duraba dos semanas. Fue también en este situado,
donde en el año 999 los islandeses, seguidores de dioses paganos vikingos: Thor,
Æsir-Odín, Frigg, Baldr o Tyr, tomaron la decisión de convertirse colectivamente
al cristianismo, hecho que se denomino la "kristnitaka". Este sistema político mantuvo su independencia
de cualquier otro estado hasta 1271, que paso a pertenecer a la corona Noruega,
lo que provocó que el parlamento, se limitara a ser únicamente un simple
tribunal de justicia con atribuciones limitadas.
No
sabían los antepasados de los actuales pobladores de estas tierras, que bajo
sus pies se sitúa la división tectónica entre América y Europa, siendo un sitio
geológicamente notable, pues el territorio islandés forma parte de dos placas telúricas
que, como dos rígidos bloques, se están desplazando sobre el manto de la tierra
y separándose entre sí al mismo tiempo, siendo este lugar donde se distingue con
más claridad el surco que existe en la grieta geológica. Este alejamiento
continental de unos 2,5 cm. por año, se puede observar
nítidamente en las fallas
que atraviesan el lugar, siendo su fisura más importante la conocida como
"Almannagjá", que extendiéndose en forma de un cañón de unos 70 m. de
ancho, forma una brecha de siete kilómetros de longitud. Siendo aquí y en la no
muy lejana península de Reykjanes los únicos lugares del mundo donde se puede ver
este fenómeno geológico, al estar atípicamente situados por encima del mar,
pudiendo situar con toda seguridad uno de nuestros pies en América y el otro en
la no tan vieja Europa.
El
mayor hundimiento en su área sur dio lugar al lago Þingvallavatn, de 83 km2. el
más grande de todo el país. El río Oxará atraviesa la gran fractura despeñándose
por su cortado, creando la cascada de Öxaráfoss, formando más adelante el
precioso y sereno lago. Þingvellir está catalogado como Parque Nacional desde
1928, habiendo sido declarado Patrimonio mundial de la UNESCO en el año 2004.
Con
estos párrafos comienzo una serie de artículos que irán apareciendo
paulatinamente sobre estas frías, ásperas, desoladas, bravías y a veces grises
tierras de Islandia, en las que el fuego y el hielo se complementan, definiendo
tanto su paisaje, como la forma de ser de sus gentes. Un mundo en parte hostil,
pero no menos hermoso por ello, que la fortaleza y perseverancia de sus
pobladores ha intentado domesticar, pero que solo ha podido conseguirlo en
parte, pues la fuerza de esa imprevista, sorprendente, impetuosa y descomunal naturaleza,
una y otra vez consigue volver las cosas a su estado original.
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