sábado, 12 de septiembre de 2015

- Reykjavik, peninsula de Reykjanes y Triangulo de Oro - Geysir - Gullfoss - Þingvellir (Islandia)

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Situada en la península Seltjarnarnes en el suroeste de Islandia, Reykjavik es donde vive el 60% del total de la población del país, y la capital más septentrional del planeta, a tan solo 260 km. al sur del Círculo Polar Ártico.

La leyenda sobre su fundación es novelesca y seductora, tal cual es el paisaje de su entorno, en medio de un paisaje desolado y volcánico en medio del Atlántico norte. Tal y como nos relata la saga "Landnámabók" (Libro de los asentamientos), parece ser que el noruego Ingólfur Arnarson, llegado a estas costas sobre el año 874, siguió las costumbres vikingas de que fueran los dioses escandinavos los que decidieran el emplazamiento para su atraque, para lo cual lanzó a la deriva desde su nave dos mástiles de madera "öndvegissúlur", dejando que fueran ellos los que decidieran el lugar donde asentarse en este nuevo territorio. 

No fue hasta el verano cuando por fin fueron localizados los pilares, varados en un terreno estéril, con abundantes solfataras y pozos de agua hirviendo cuyas columnas de vapor y gas son visibles a lo largo de la costa, motivo por el cual le dieron el nombre a Reykjavik "Bahía Humeante", siendo el lugar donde instaló su granja, dominada por la sombría silueta del monte Esja, separada de él por la bahía de Kollafjörður. Recientes excavaciones arqueológicas confirman los antiguos escritos de las sagas, ya que se han podido confirmar la existencia de restos de un asentamiento en la ciudad a finales del siglo IX. 

Durante los siglos IX y X llegaron pobladores noruegos y celtas, completando su colonización, no siendo esta zona principalmente la elegida para ello, ya que las crónicas medievales, solo la mencionan como tierra rural, siendo una granja más entre las muchas que se establecieron en el país. En 1226 se funda un monasterio agustino en la isla de Videy, situada frente al actual puerto comercial y de mercancías de Sundahöfn, al final del paseo marítimo, al este de la ciudad. 

No es hasta el siglo XVIII cuando comienza su industrialización y el desarrollo urbano de Reykjavik, siendo Skúli Magnuússon quien en 1752 funda las primeras industrias locales dedicadas al tejido y curtido de telas, edificándose las primeras casas para albergar algodón, convirtiéndose esta actividad en la principal de la población y la razón de su existencia por varias décadas, siendo entonces cuando se pavimenta Adalstraeti, la primera calle de Reikiavik. Este proceso comenzó ocupando la estrecha franja de terreno existente entre el lago Tjörnin y el mar, extendiéndose por la ladera de la colina donde actualmente se halla la altiva iglesia de Hallgrímskirkja. No siendo hasta 1786 y ya con 302 habitantes, cuando Reykjavik se convierte en municipio. 

Durante el siglo XIX comienza a crearse en el pais un movimiento nacionalista, empezando a cuajar en la población las ideas de independencia ante la colonizadora Dinamarca, siendo esta población el punto de concentración de tales postulados. Es en 1845 cuando se establece de nuevo en Reykjavik, pero de forma consultiva, la Asamblea General "Alþing"; que ya los islandeses habían instaurado en el año 930 en Þingvellir; convirtiendo a la urbe de facto en la capital islandesa. No fue hasta 1874, cuando Islandia no tuvo su primera Constitución (bajo dominio danés) y con ella el parlamento consiguió limitados poderes legislativos. En 1904 se instauró la oficina del Primer ministro, consiguiendo la independencia definitiva de Dinamarca en 1918.  

Pero en realidad su desarrollo definitivo, lo tiene a partir de 1986, año en el que pasa a la historia por celebrarse en ella la cumbre entre Reagan y Gorbachov, poniendo fin a la guerra fría. Posteriormente ha sufrido la rémora de la crisis financiera, con sus ladrones de turno (los de aquí con el pelo rubio), y por la que ocupó la portada de toda la prensa internacional, pero la sensación es que ahora parece que se está volviendo a recomponer. 
 

Hoy en día, las fuentes geotérmicas que ya viese Ingólfur Arnarson en el siglo IX, proporcionan casi toda la calefacción y agua caliente a las casas de la capital. Reikiavik es un lugar tranquilo con edificios bajos de cuidadas casas pintadas con brillantes colores, calles limpias y un ritmo de vida relajado. Una ciudad de contraste entre lo viejo y lo nuevo, entre lo tradicional y la modernidad más diligente de Europa. Capital un país que hasta hace no mucho tiempo ha estado prácticamente aislado a los visitantes por su ubicación y misantropía, donde la fuerza de la religión (luterana) era el centro de su relación humana. Al pasear sus calles esa disparidad diferencial, donde sus jóvenes quieren respirar aires nuevos, genera esa sensación que se nota en cualquier rincón de la ciudad: su marcha nocturna denominada por los lugareños “runtur”,  comparable a la que por aquí tuvimos con la "Movida Madrileña", sus coloridos, agradables y originales grafitis que recorren las paredes de la urbe, sobre los que se podría realizar una ruta turística de este arte callejero, sus conciertos urbanos, su forma de vestir y engalanar a la moda más vanguardista que nos podamos imaginar pero sin la macarreria que por nuestras latitudes podemos observar, pero sobre todo en la expresión de sus caras y en la forma relacionarse entre ellos, así como con los demás foráneos que hasta allí nos acercamos. 

Esa ruptura generacional, se nota hasta en su innovadora arquitectura que quiere romper con ese pasado gris, triste y oscuro, destacando de ella sobre todo el acristalado edificio "Harpa", situado en pleno corazón portuario, convirtiéndose en el nuevo emblema de la ciudad, galardonado con el Premio Mies Van der Rohe en 2013. Sus oscuras fachadas, conforme al color de la lava que domina el país, están integradas por un entramado de hexágonos de cristal, creando un juego de reflejos conforme a la meteorología y a la situación del sol. Su magnífico y despejado interior, lleno de espacio y luz, es la sede de la Sinfónica de Islandia, así como de la Opera Islandesa, cada una de las cuatro salas principales representas uno de los cuatro elementos. La sala de conciertos Eldborg, simboliza el fuego, estando inspirada en la actividad volcánica de la isla. La de recitales Norðurljós, representa el aire y las auroras boreales. El salón de conferencias Silfurberg, simboliza la tierra a través de los cristales de calcita. La cuarta y más pequeña, sala Kaldalón, representa el agua de las frías lagunas islandesas. Dispone además de, restaurante, zona de exposición, tiendas y una cafetería, donde sirven un vistoso y sugerente chocolate, que luego es un simple cola cao decorado. 

Hacia el oeste se extiende el viejo puerto y el barrio pesquero, donde entre otros establecimientos destaca el restaurante Sægreifinn, en donde con su original forma de atender (te toman nota de lo que quieres a la entrada, antes de sentarte), puedes degustar gran variedad de suculentas brochetas de pescado.
 

Es sus proximidades y dentro de un edificio, como una gran nave, los sábados y domingos se instala el mercadillo de Reykjavik, que apodado Kólaportið, es como el "Rastro" madrileño pero a lo nórdico y en miniatura, lugar en donde entre ropas de segunda mano, libros antiguos, bisutería, baratijas y quincallas, encontramos discos (vinilos) de la España más "Cañí". En los puestos destinados a alimentación, encontramos los pescados ahumados que durante todo el recorrido habíamos estado degustando y que también sabor nos habían dejado, la trucha, el arenque o el “graflax”, salmón curado en azúcar, sal y eneldo, pudiendo encontrar el  tiburón “hákarl”, al que más detenidamente dedicare algún párrafo en otros artículos. Es aquí donde así mismo se puede degustar el “hardfiskur” con mantequilla, auténtica "tapa" islandesa con tonos vikingos. 

A la salida de este zoco islandés, en el cruce entre la calle Posthusstraeti y Triggvagata nos encontramos un puesto callejero, es el afamado "Bæjarins beztu pylsur", donde sirven los famosos perritos calientes (elegidos los mejores de Europa por algún diario de la prensa británica), en el que sin duda confeccionan los más sobresalientes "hot dogs" de la ciudad, dándoles su peculiar sabor la dulce y suave mostaza islandesa. 

Recorremos la calle Austurstræti (la más primitiva de la ciudad), es aquí donde comienza el Reykjavik más antiguo, apodo este nada comparable a otras capitales europeas, pues sus edificios históricos no se remontan tanto para como ser catalogados como añejos. Es sus proximidades se encuentran las construcciones más simbólicas y vetustas, como el Parlamento "Alþingi", a su espalda el nuevo Ayuntamiento en la orilla del bucólico lago Tjörnin. 

Si callejeamos curiosamente sin orden ni concierto ascendiendo en dirección sureste en busca de la Catedral, nos encontraremos con unos buenos ejemplos de las casas tradicionales de madera que durante el siglo XIX y principios del XX enseñorearon la urbe. El moderno edificio de la denominada Catedral; que en realidad no lo es sino una simple iglesia "Hallgrímskirkja"; sobresale en lo alto de una colina que domina toda la urbe y su bahía. Diseñada por el arquitecto Guðjón Samúelsson y edificada entre los años 1945 y 1986, asemejando las columnas de basalto de la cascada de Svartifoss, su austero y luterano interior no da para merecer la visita, pero si es aconsejable ascender hasta lo alto de su campanario para agasajarnos con las vistas que desde él se divisan. 
 

Descendiendo a la calle Laugavegur (Camino del lavadero), la recorremos en su totalidad, en ella se encuentran la mejores tiendas de Reykjavik y los comercios más afamados. En parte peatonal, es una delicia contemplar la animación de esta arteria que recorre de de oeste a este lo más florido de la ciudad y que debe su nombre al trecho que las mujeres debían recorrer a finales del siglo XIX y principios de XX para lavar la ropa en las aguas termales de Laugardalur. 

Al final de la misma y justo enfrente de donde se situaba nuestro albergue el "Hlemmur Square", se halla el Icelandic Phallological Museum o Museo del Falo, que alberga la colección de penes más grande del mundo. En él se muestran hasta 281 ejemplares de estos viriles miembros de más de 93 especies de animales, entre ellos 55 de ballenas, 36 de las focas y 118 de otros mamíferos terrestres, como también alguno humano, y supuestamente de "elfos" y "trolls" islandeses, aunque como es sabido, estas díscolas y traviesas criaturas de estas latitudes, producto de las sagas literarias, son seres etéreos y por lo tanto su visión es imposible. Cuenta el museo con un buen apartado dedicado al merchandising fálico: camisetas, tazas, velas y artesanías varias, que de adquirirlas y ser registrados en alguno de los aeropuertos de retorno, provocarían horas de diversión en los aduaneros de turno.

Descendemos al cercano Paseo Marítimo, con las nuevas edificaciones y el monumento Sólfar o viajero solar.  O acercarnos el novedoso edificio Perlan (La Perla), a apenas 2,5 km. del centro de la ciudad, situado en una colina con grandes vistas sobre la ciudad. Donde con anterioridad había unos depósitos de agua caliente de origen geotérmico para abastecer a Reykjavik, hoy reformados forman un espectacular Centro cultural, que acoge en su interior el Museo Saga, en el que se expone la historia del país desde las sagas medievales hasta hoy, y donde también se halla un restaurante giratorio en la planta superior. 

La Península de Reykjanes
Situada al sur de Reykjavik; lugar donde se sitúa actualmente su aeropuerto para vuelos internacionales, antes dedicado a base militar norteamericana; no tiene el interés de otros lugares que se pueden encontrar en el resto del territorio, pero para los viajeros que se acercan hasta esta latitud con poco tiempo es un lugar donde se puede tener una idea de la hechura del país. Aparte del "Blue Lagoon" (en islandés Bláa lónið) o Laguna Azul, cálido complejo piscinero, o balneario geotermal, como les gusta denominar a las agencias de atracción turística y lugar de moda para el turismo yuppie, al que ya es preciso hacer reserva previa para mojarse uno el culo, pocos atractivos sugerentes nos ofrece estos parajes. Las sulfatas de Seltún-Krýsuvík, curiosas por sus humos y sus charcos de lodo hirviente, no son nada comparables con las de Hverir–Námafjall en las proximidades del lago Mivath al norte del país, ni en espectacularidad ni en colorido. 

Ya camino de Hveragerði para acercarnos hasta el afamado Triangulo de Oro, nos desviamos hasta Raufarhólshellir, lugar poco frecuentado por el colorido turismo, y que sin embargo cuenta con un atractivo especial. Se trata de una cueva, más concretamente de un tubo de lava de unos 1.400 m. de longitud, habiéndose formado hace unos 4.600 años durante la erupción Leitahraun.  La cavidad se encuentra debajo de la carretera 39 y su entrada está próxima a ella. Tiene unas dimensiones medias de unos 10.50 m. de ancho y hasta 10 m de altura, con un espesor en su techo de 12 m. excepto bajo la carretera donde es más delgada. Varios hundimientos permiten la iluminación durante los primeros 200 metros, encontrándonos a partir de este punto estalactitas de hielo en un primer ensanchamiento del túnel. 

En sus proximidades, al otro lado de la carretera y a unos seis kilómetros en dirección suroeste (acceso más fácil y marcado desde la carretera 380) se encuentra "Buri", otro tubo de lava que supera los 1.000, descubierto por el vulcanólogo y espeleólogo Bojrn Hróarsson en 2005. 

Cruzamos Hveragerði, localidad en la que se está experimentando el cultivo de hortalizas, flores y frutas en invernaderos, usando la energía geotérmica para caldearlas, y donde nos aprovisionamos de vituallas, así como de cerveza local y Don Simón en tetrabrik, a unos precios que más vale no comentar. A los pocos kilómetros al norte, aparcamos a la orilla de un rio, y desde allí comenzamos una caminata en busca de Reykjadalur, el "valle humeante" y su rio caliente. Fumarolas y charcas de lodo hirviente nos acompañan en nuestro recorrido, hasta llegar a las apacibles aguas del rio, donde manantiales de limpias aguas, donde los humanos han acondicionado unas pozas, y algún organismo una entablillada pasarela con unos vestuarios de madera al aire libre, que si bien son más cómodos que los simples y verdes prados que lo rodean, han eliminado el encanto que supone el esfuerzo de ascender hasta aquí caminando para poder darnos un cálido baño en plena naturaleza. 

Triangulo de Oro
Camino de este turístico y concurrido triunvirato áurico, nos podemos desviar a la derecha apenas unos kilómetros para allegarnos hasta Skálholt. Prácticamente todo el turismo que se acerca hasta estas latitudes visita al menos lo que los "tour operadores" llaman el Triangulo de Oro (Gullfoss, Geysir y Þingvellir), pero casi ninguno de ellos se desvía a completar la excursión, para conocer al cercano e histórico lugar de Skálholt. La mayor ciudad islandesa durante la Edad Media, según el geógrafo e historiador teutón Adán de Bremen, y donde se asentó uno de los dos obispados en los que se dividía la isla desde principios del siglo XI y hasta finales del siglo XVIII, además de ser un importante centro educativo y político, con colegio, monasterio y herrería, en el que moraban por entonces por unos trescientos pobladores. 

Tras la Reforma y la adopción del luteranismo como religión en la isla, Jón Arason el último obispo católico de Hólar, que gozaba de gran prestigio entre la población, se reveló contra la nueva religión, convirtiéndose en un ávido líder nacionalista, en el que se mezclaba cultura, patriotismo y religión, y que siendo apoyado por el Papa de Roma Pablo III, desencadenó una especie de guerra civil. Siendo derrotado por los seguidores del rey de Dinamarca Christian III, fue decapitado en Skálholt, sin juicio ninguno. 

Este hecho, motivó que muchas de los privilegios obispales pasaron a manos del rey danés, perdiendo Skálholt poco a poco poderío e influencia. Siendo posteriormente los desastres naturales que asolaron Islandia a finales del XVIII quienes definitivamente causaron el abandono del lugar, pasando la sede de la diócesis arzobispal a Reykjavík. 

Hoy, a primera vista, parece una granja como tantas otras aislada en la lejanía del paisaje, en la que solo sobresale el tamaño de su iglesia. Pero aun pueden encontrarse en Skálholt restos de una fortaleza construida en 1548; sobre los cuales está instalado un monolito en memoria de Jón Arason; así como unas interesantes salas y pasillos subterráneos bajo la iglesia, además de las dependencias de la antigua escuela y las viviendas de los antiguos obispos. 

Como nota curiosa resaltar, como a finales del siglo XVI, Sigurd Stefánsson maestro de la escuela de este lugar, indagó en los documentos y viejos mapas que se almacenaban el archivo de Skálholt sobre los viajes vikingos por los fríos mares del norte, encontrando un croquis "Mapa de Skálholt" en el que se reseñaba al otro lado del Atlántico una península nombrada como "Promontorium Winlandia", cuya latitud era coincidente con la de la ciudad británica de Bristol. Cotejando el viejo mapa con los más modernos, reflejó que Winlandia coincidía con la península de Terranova. Verificado por exploraciones arqueológicas efectuadas en el siglo pasado, se ha podido certificar la presencia de los islandeses en aquellos lugares hace 1000 años, dejando constancia de la presencia de europeos en América 500 años antes que llegara Colón, tema, que hoy en día ya es prácticamente incuestionable. 

Sobre las atracciones turísticas del Triangulo de Oro o Circulo Dorado, no me voy a extender mucho, pues la información sobre estos lugares es abundante y fácil de encontrar. La primera que visitamos y la más lejana, es Gullfoss la "Cascada Dorada", sin duda una de las más espectaculares cataratas de Islandia, y la más visitada de todo país. Se trata en realidad de dos impresionantes y sucesivos saltos de agua, que provocan un estruendo atronador, creando una colosal nube de agua pulverizada que empapa todo su entorno, creando los días de sol espectaculares arcoíris. Ubicada en pleno cañón del río Hvítá, y con un caudal de unos 109 m3 de media por segundo (en verano 140) y durante algunas inundaciones rondando los 2.000, compite con la de Dettifoss (al norte del país y de la cual ya me referiré en entradas posteriores) en ser la cascada más caudalosa de Europa, aunque probablemente sea menor que esta última. Se nutre con las aguas del deshielo del glaciar Langjökull, arrojando millones de litros con una inusitada fuerza. 
 

En este lugar hace aproximadamente un siglo, se intentó represar las aguas del río Hvítá para construir una gran central eléctrica y con ello generar electricidad. Fue Sigríður Tómasdóttir, hija del granjero dueño de la tierra donde se ubica la cascada de Gullfoss, la que se opuso con firmeza al proyecto. Tras varios años guerreando contra los promotores del proyecto, personas influyentes y acaudaladas del país, viéndose en desventaja, y como ocurre en otras muchas latitudes (véase la nuestra), con los jueces y las leyes controlados por los poderosos, amenazó con arrojarse a la cascada si se comenzaban las obras. Fue a través de Sveinn Bjornsson, quien posteriormente se convertiría en el primer presidente de la Islandia independiente, que el plan de la trasformación del rio fue desechado, consiguiendo la tenacidad y perseverancia de esta mujer el defender lo que en su derecho creía.  

De la siguiente atracción solo  reseñar que el origen de la palabra Geysir (en islandés "chorro"), es procedente de este fenómeno geológico, descubierto por primera vez en 1294 en este lugar. A lo largo de su historia ha sufrido la sobreexplotación turística, intentando controlar este enorme y esporádico surtidor de agua hirviente, mediante el vertido de piedras, rocas, objetos arrojados por miles de turistas durante tiempo inmemorial y toneladas de polvo de jabón carbólico en su orificio con el fin de excitar su interior y regular los tiempos, provocando que desde 1916 este inactivo, salvo una erupción producida por una sola vez en 1935. Menos mal que existe su vecino "Strokkur" otro géiser situado unos 100 metros al sur del Gran Geysir, que expulsa el acuoso liquido a intervalos más o menos regulares cada 4 u 8 minutos, alcanzando su blanca columna de agua hirviendo los 30 metros de altura, contentando de esta manera a los miles de multicolores seres que cada día nos acercamos hasta allí, no siendo del todo defraudados. En Islandia se pueden observar más de 600 géiseres repartidos por toda la isla, siendo estos los más sobresalientes, haciendo su visita en prácticamente ineludible, sintiendo bajo nosotros la potencia de esta naturaleza incontrolable, convirtiendo a esta zona en el lugar geotermal más famoso del planeta. 

Una sorpresa poco conocida nos encontramos a algo más de 10 km. de Geysir camino de Laugarvatn. Se trata de la escondida catarata de Bruarfoss, un rincón de Islandia no muy frecuentado, por estar un poco aislado de la carretera, entre unas colinas, sin embargo son uno de esos lugares que tiene una aureola especial. No son muy grandes, pero su visión resulta muy grata, mostrándose con un seductor azul turquesa, y junto a ellas una poza natural de hidromasaje bajo un puente. Para llegar hasta ella viniendo de Geysir, hay que girar a la derecha hacia las casas Brekkuskogur, seguir la carretera hasta el final llegando a un muy pequeño aparcamiento (apenas 2 km.), continuando desde aquí a pie. 

El último de los lugares que componen este Triangulo de Oro es el Parque Nacional de Þingvellir, sitio sobresaliente de la historia del país, siendo el centro en la toma de decisiones en la Islandia medieval, donde durante los siglos IX al X, los colonos islandeses legislaban y administraban justicia, instituyendo asambleas o corporaciones territoriales y celebrando anualmente una Asamblea General en este lugar, el Alþing (Parlamento). 

En el año 930 fue constituido en Þingvellir (Llanos del Parlamento), el congreso político y legislativo más viejo de Europa, 250 años antes que el que se reconoce como las primeras cortes, las del ibérico Reino de León. Una vez al año durante el mes de junio, los islandeses acudían hasta este apartado lugar para celebrar la Asamblea que duraba dos semanas. Fue también en este situado, donde en el año 999 los islandeses, seguidores de dioses paganos vikingos: Thor, Æsir-Odín, Frigg, Baldr o Tyr, tomaron la decisión de convertirse colectivamente al cristianismo, hecho que se denomino la "kristnitaka".  Este sistema político mantuvo su independencia de cualquier otro estado hasta 1271, que paso a pertenecer a la corona Noruega, lo que provocó que el parlamento, se limitara a ser únicamente un simple tribunal de justicia con atribuciones limitadas. 

No sabían los antepasados de los actuales pobladores de estas tierras, que bajo sus pies se sitúa la división tectónica entre América y Europa, siendo un sitio geológicamente notable, pues el territorio islandés forma parte de dos placas telúricas que, como dos rígidos bloques, se están desplazando sobre el manto de la tierra y separándose entre sí al mismo tiempo, siendo este lugar donde se distingue con más claridad el surco que existe en la grieta geológica. Este alejamiento continental de unos 2,5 cm. por año, se puede observar
nítidamente en las fallas que atraviesan el lugar, siendo su fisura más importante la conocida como "Almannagjá", que extendiéndose en forma de un cañón de unos 70 m. de ancho, forma una brecha de siete kilómetros de longitud. Siendo aquí y en la no muy lejana península de Reykjanes los únicos lugares del mundo donde se puede ver este fenómeno geológico, al estar atípicamente situados por encima del mar, pudiendo situar con toda seguridad uno de nuestros pies en América y el otro en la no tan vieja Europa. 
 
El mayor hundimiento en su área sur dio lugar al lago Þingvallavatn, de 83 km2. el más grande de todo el país. El río Oxará atraviesa la gran fractura despeñándose por su cortado, creando la cascada de Öxaráfoss, formando más adelante el precioso y sereno lago. Þingvellir está catalogado como Parque Nacional desde 1928, habiendo sido declarado Patrimonio mundial de la UNESCO en el año 2004. 
 

Con estos párrafos comienzo una serie de artículos que irán apareciendo paulatinamente sobre estas frías, ásperas, desoladas, bravías y a veces grises tierras de Islandia, en las que el fuego y el hielo se complementan, definiendo tanto su paisaje, como la forma de ser de sus gentes. Un mundo en parte hostil, pero no menos hermoso por ello, que la fortaleza y perseverancia de sus pobladores ha intentado domesticar, pero que solo ha podido conseguirlo en parte, pues la fuerza de esa imprevista, sorprendente, impetuosa y descomunal naturaleza, una y otra vez consigue volver las cosas a su estado original.

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