viernes, 2 de mayo de 2014

- Sicilia.........la Costa Sur y de Poniente

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Sicilia no se puede considerar del todo una parte de Italia. Su historia, escrita en las piedras de las ruinas de sus templos, está plenamente diferenciada de la seguida por la península latina. Por esta isla pasaron, convirtiéndola en parte de sus territorios: fenicios, cartagineses, griegos, romanos, vándalos, bizantinos, musulmanes, germanos, normandos, y por ultimo aragoneses (finalmente españoles después de las nupcias de los católicos reyes). Por motivos de la Guerra de Sucesión en España paso a ser independiente en 1713, reinando un descendiente borbón de Felipe V, aunque con muchas connotaciones con nuestro país; hasta que en 1860 (hace poco más de 150 años) Garibaldi la invade con tramposas artimañas, anexionándola posteriormente al hasta hora unificado estado Italiano. 

De esta agitada crónica, en su costa sur y oeste nos quedan los restos de dos míticas ciudades erigidas durante los siglos VII y V a. C. Las dos rivales y enfrentadas por la ser hegemónicas en su época; Segesta en el noroeste y Selinunte en el sudoeste. Las guerras entre ellas por el control del comercio marino y terrestre de la isla ha formado parte de ancestrales escrituras. Riñas que se extendieron durante cerca de 300 años, en las que azuzaron intereses griegos y cartagineses. No sabían las dos urbes que su destino iba a ser el mismo, consiguiendo ser ambas destruidas en sucesivas refriegas y convertidas con el paso de los siglos en un amasijo de labradas piedras esparcidas por el erial, hoy reclamo para los curiosos de la historia que nos acercamos hasta ellas a visitarlas y agasájalas. 

Segesta, aliada de Atenas, al ser derrotados los griegos por los siracusanos pidió ayuda a Cartago para atacar Selinunte. Siendo asediada en el 409 a.C. durante 9 días por una flota cartaginesa compuesta de 100.000 hombres, que arrasó templos, e incendió casas,  pasando a cuchillo a 16.000 de sus ocupantes, otros 5.000 fueron hechos prisioneros para ser usados como esclavos. Pese a la destrucción de sus murallas defensivas, se permitió a los habitantes supervivientes de Selinunte que continuasen en ella como vasallos de Cartago, permaneciendo en la ciudad bajo la autoridad de Hermócrates. En el 250 a.C. durante la primera guerra púnica entre Cartago y Roma, fue destruida definitivamente por los cartagineses en su huida ante las legiones del Imperio. 

Segesta no siguió mejor suerte, fue destruida en el 306 a. C. al ser obligada por Siracusa a rebelarse contra Cartago. Reconstruida posteriormente en varias ocasiones, finalmente fue desbastada por los sarracenos en el siglo XI, desapareciendo de la historia para siempre. 

Las dos están apartadas en la actualidad de cualquier asentamiento humano de importancia, lo que las confiere ese halo mágico del aislamiento. Segesta  en un altozano en medio de los montes, dominado gran parte del noroeste Siciliano, y a escasos 10 km. del mar en Castellammare del Golfo  que le servía en su época de esplendor como puerto. Selinunte en la misma orilla del mar, sobre un acantilado avistando toda la línea del horizonte marino. 

Nuestras andanzas por esta parte de la mayor de las islas mediterráneas, comienza precisamente por Segesta. Aquí es donde recibimos nuestro primer baño de ese clasicismo arquitectónico, cual si estuviéramos en las costas de la antigua Grecia. Ascendemos hasta las proximidades del Monte Bárbaro, desde el que contemplamos un magnífico espectáculo de cultivados campos verdecidos por la primavera. Orientado al norte, ubicación poco usual, nos encontramos escavado en la pura roca su hermoso y bien conservado Teatro Griego, con unas panorámicas impresionantes. No sé si yo sería capaz de concentrarme en alguna de las tragedias de Sófocles, Eurípides o Esquilo que seguro en él se representaron, ante esta inmensidad de paisaje y colorida naturaleza. 

A pocos metros, se hallan las ruinas de una mezquita del siglo XII, la primera en ser identificada en toda Sicilia, y en sus alrededores el resto de lo que fue esa prospera cuidad fundada por los originarios "élimos", antiguos pobladores de la isla que provenientes de  la destruida Troya, llegaron hasta aquí guiados por el héroe Acestes, así por lo menos nos lo cuenta Virgilio en su "Eneida". 

Al descender caminado, contemplamos bajo nosotros el espectáculo que hasta aquí fundamentalmente nos había traído. En medio de la nada, sobre la ladera de un cerrete, se nos presenta el Templo Dórico tal cual lo dejaron sus constructores en las proximidades del 430 a.C. pues nunca fue terminado, ya que su techumbre nunca se cubrió, se cree que debido a los costes que acarrearon las disputas con su rival Selinunte (los recortes de la época, solo que ahora los peculios se los regalamos a los bancos para "rescatarlos" por su mala gestión). Perfectamente conservado y compuesto de 36 férreas columnas levantadas sobre una base de aproximadamente 1.600 m² (61 x 26), forma uno de los más impresionantes tabernáculos griegos de toda Sicilia, tanto por su porte, como por la ubicación en la que se encuentra.

A su entrada, en la cafetería, pruebo por primera vez una de las exquisiteces de la "goloseria" siciliana, los "cannoli", como no podría ser de otra manera de origen árabe. 

Desde el clasicismo griego nos dirigimos tras unos 40 km. al medievo de  Erice ("monte" en el idioma de los antiguos sículos). Encaramada en lo alto del Monte San Giuliano, a 750 m. de altura sobre el inmediato mar, esta ciudad parece descolgada desde el cielo y depositada encima del azul mediterráneo como una guinda encima de un picudo pastel. Aunque también mencionada por Virgilio en La Eneida, aquí fue donde aterrizo Dédalo (el constructor del Laberinto de Creta, del que escapo el Minotauro) en su huida del rey Minos; pero poco, o escondido queda de esa época en esta peculiar población. 

Entre la niebla que juega al escondite con un tibio sol, llegamos a ella para recorrer sus pétreas y empinadas cuestas de calles normandas, abrazadas por casas de origen musulmán levantadas en torno a un patio. En lo más alto su magnífico castillo la vigila, bajo sus cimientos se encontraba el templo de Venus (romanos) o Afrodita (griegos), diosa del amor y la fecundidad, donde menesterosas sacerdotisas, ninfas del placer deleitaban con sus encantos carnales a los peregrinos que hasta allí se acercaban. Desde este altivo lugar, verdadero faro natural, divisamos los cuatro puntos cardinales: al sur, la inmediata Trápani: su puerto, las cercanas salinas y la silueta de las islas Egades, hasta la costa tunecina se puede divisar en los momentos sin caima; al este la campiña siciliana hasta divisar el Etna en los días claros; al norte la franja costera de Valderice y al oeste la inmensidad ese aturquesado mediterráneo, por donde llegaban las naves del Reino de Aragón. Sin duda Erice es una de las visitas inexcusables de realizar en Sicilia. 

Sugerente es también entrar en alguna de las pastelerías, en donde tomar algunos de los dulces de almendra y mazapán, que antaño eran solo elaborados por las manos de las monjas de sus conventos. 

Descendemos en continuo zig-zag los 14 km. que nos separan de nuestro próximo destino Trápani, con la panorámica del vecino mar que a nuestros pies se extiende y sobre el que tenemos la sensación de poder alcanzar con las manos.

La antigua Drepana griega, importante puerto en la época Fenicia, Trápani es hoy solo la sombra su esplendoroso pasado, fraguado durante la dominación musulmana y sobre todo durante el periodo Aragonés, sobre todo por el paso por ella de los cruzados camino a Tierras Santas. Su barroco casco viejo junto al puerto, hoy en gran parte peatonal, se articula fundamentalmente sobre sus tres calles: el Corso Vittorio Emanuele (que prácticamente nos encontramos en todas las poblaciones de la isla), la Vía Garibaldi y la Vía Torrearsa. Recorrerla al atardecer, durante ese espacio entre dos luces, en el que poco a poco la noche dominará la ciudad, se convierte en un momento de serena armonía, empezándonos a enseñar la esencia de estas tierras que hemos decidido recorrer. 

Famosa también por sus salinas ubicadas al sur, dirigimos ahora nuestros pasos hasta ellas. Hacia Marsala, toda la línea costera está prácticamente formada por estas geométricas y acuáticas balsas, que en otros tiempos contribuyeron al esplendor y prosperidad de o la medicina, y su importancia económica en todo el mediterráneo hasta la decadencia de las mismas, producida por los nuevos sistemas de industrialización, ha proporcionado a la región un marchamo de singularidad que ha definido las relaciones sociales, toda la zona. La producción de sal, con sus “mágicas” cualidades aplicadas en la gastronomía económicas y hasta paisajísticas entre los habitantes de la provincia y su entorno. Los montículos de sal, resguardados bajo las tejas de terracota,  simulan mantas que defienden el preciado y blanco elemento de cualquier factor que ose agredirles. Aunque actualmente se sigue obteniendo sal por métodos artesanales, solo se realiza esta de forma testimonial, obteniendo un producto de una apreciada calidad, pero de alto coste.          

Las salinas de Stagnone que nos encontramos 10 km. antes de llegar a Marsala, entre plomizos cielos que barruntaban lluvia, son las más sugerentes y añejas que se sitúan en nuestro recorrido. Ubicadas en la Reserva Natural de Stagnone, un enclave donde las agua bajas de una laguna pegada al mar, surgen como confinadas en grandes estanques de blanco color, en el que, cincelados sobre su horizonte y reflejando su inconfundible figura sobre las platinas acuosas, los molinos de viento que antaño bombearan las salobres aguas, generan un paisaje atrayente, relajante e inspirador. 

Dejando atrás las salinas situadas frente a la isla donde se ubicó el antiguo asentamiento fenicio de Mozia, llegamos Marsala, conocida  por su afamado vino, similar a nuestro exquisito Jerez, así como por el desembarque de Garibaldi en Sicilia. 

Bajo el dominio romano, Marsala fue un importante enclave del Mediterráneo, dada su situación estratégica frente a la costa africana. Reconvertida mas tarde en ciudad árabe (Marsa Allah), fue reforzada en los tiempos de la dominación normanda, y secularizada por los aragoneses a cuya época pertenecen muchos de sus actuales templos. 

Transitamos en soleada mañana su peatonal Casco antiguo, desde la Puerta Garibaldi, donde en su lateral se apoya curiosa iglesia de la Addolarata, de planta octogonal, hasta llegar a la Porta Nova, pasando por su potente Catedral. En su plaza, nos topamos saliendo de la Seo donde se estaba celebrando un funeral, con un curioso grupo de trajeados elementos del que sobresalía por su condición uno de entre ellos. Cruzaban la explanada camino de una cafetería próxima, el más sobresaliente iba arropado por los demás; al verle acercarse uno del interior del establecimiento salió, y con sumisión y vehemencia le beso la mano. La escena no  podía ser más cinematográfica, ni el mismo Francis Ford Coppola la hubiera rodado mejor, Don Vito en su esencia pura.............. nos habíamos cruzado con "mafia siciliana".  

Partimos de Marsala en busca de la otra mítica urbe griego-cartaginesa, Selinunte, calificativo que le dieron los romanos a la antigua Selinus griega, y cuyo nombre proviene de "selinon", el apio salvaje que crece espontaneo por toda la zona. 

Su ubicación a la orilla del mar sobre un acantilado, su aislamiento y su enormidad, ya que se trata de una ciudad que llego a tener en su época, siglo VII a.C. más de 25.000 habitantes, la convierte en uno de los espacios arqueológicos mas importantes de todo el Mediterráneo, siendo el yacimiento griego más grande de toda Europa. Hasta el punto que para poderlo recorrer, están disponibles a sus visitantes unas especies de cochecitos eléctricos, como los usados para el golf, para los que no quieran darse las caminatas que su recorrido requeriría. 

Su corta vida de apenas 200 años, entre su fundación en el 628 y el 411 a.C. en que fue destruida, está reflejada con exactitud sobre sus restos, prácticamente inertes, intactos descansando en el sueño de los años, como si de un terremoto se hubiera tratado, hipótesis no descartada por algunos historiadores, pero sin ninguna base documental. Aunque se han descubierto ocho de sus templos y fue recuperada para la historia por el dominico Tommaso Facello de Sciacca en 1551, sigue sin estar prácticamente escavada, eso es lo más sugerente de ella, su mágica desolación en medio de la nada, sin prácticamente un atisbo de humanidad a su alrededor. 

Recorrer las dos colinas sobre las que se asienta la antigua urbe, con un mar de restos de capiteles, columnas, frisos, triglifos y otros vestigios esparcidos ante nuestra visión, con el azul marino del mar como telón de fondo, genera una sensación de respeto, belleza, quietud y majestuosidad a la vez. Por eso mismo, por su aspecto devastado y desolado, genera más encanto aun su desorden, con la pura piedra que en otros tiempos generó arquitectura, hoy tirada por los suelos entre una naturaleza salvaje, teñida ahora por la primavera con el verdor de los campos y el amarillo de sus flores. 

Solo, a la entrada del recinto, el Templo denominado "E" de estilo Dórico y levantado en el siglo V a. C. es el único reconstruido de todo el conjunto. Derruido en tiempos por un terremoto, se rehízo en 1960 de una manera un tanto ortopédica, recolocando los basamentos esparcidos por el suelo, método denominado anastilosis. Al entrar en él y dirigirnos hacia su altar, lograremos imaginar la grandiosa estatua representando a la diosa Hera a la que estaba dedicado que acogía en su interior. 

Camino de Agrigento y 10 km. antes de llegar a ella, nos desviamos para visitar La Scala dei Turchi al atardecer, y si bien el momento no es el más idóneo para sacar las "instantáneas fotográficas", si lo es para llenarse de la belleza del lugar, aunque el fuerte viento que soplaba no fuera el mejor aliado para ello, pero aun así mereció la pena llegarse hasta aquí, a esas horas del incipiente crepúsculo.


Las playas de Scala dei Turchi, en Punta Grande, es uno de los secretos mejor guardados de toda la isla y una de sus más bellas curiosidades, cuya originalidad radica en un fantástico y escalonado acantilado de arenisca blanca, que al atardecer se tiñe de tonos rosas. Situadas en las proximidades de Realmonte, las terrazas de La Scala son un elemento único en el paisaje siciliano. La arena de sus costas no es abundante y el acceso algo complicado, pero su visión es tan, singular y llamativa que merece la pena desviarse sólo por contemplar su entorno. 

Llegamos a Agrigento ya en tarde avanzada, nos alojamos en el recomendable B & B Portatenea, en el nº 2 de la céntrica Vía Atenea, pero aun así nos dio tiempo a transitar la parte vieja de la ciudad entre la negrura de la noche. Recorrimos callejas, subimos y bajamos escaleras, nos acercamos hasta la Catedral situada en lo más alto, y en verdad que alguno de sus rincones generaban respeto por su oscuridad, había pasajes y recovecos en completa penumbra. Las sombras de personajes dispares en sus estrechos y escalonados callejones, el indefinido color de las siluetas y la abundancia de gentes venidas ser sur en busca de una mejor vida, la conferían un aspecto terrífico y siniestro. 

Situada encima de un roquedo con caída hacia el no muy alejado mar, la vieja Agrigento a la que Federico II definió como la "Città Magnifica", aun conserva gran parte de su fisonomía medieval con edificios e iglesias de ese barroco característico que en estas tierras abunda y que en muchos de los casos han sido edificados encima de lugares levantados durante el predominio de la cultura griega. La Porta di Ponte, reconstruida en el siglo XIX sobre la original del IX, nos da la entrada a la ciudad a través de la Vía Atenea, eje principal y comercial de la urbe y donde encontramos algunos de los edificios singulares de la población, como el Palazo Celauro donde vivió el filosofo y escritor teutón Goethe. 

Cerca de su puerto "Porto Empedocle" se halla la población de Kaos, que pese a su "desordenado" nombre, es el lugar donde nació y donde reposan las cenizas de Luigi Pirandello, escritor y dramaturgo que paso su vida entre, "personajes que buscaban autor", con "difuntos como Matías Pascal" que transitaban jubilosamente por la campiña italiana, o diciendo a todo el mundo "así es, si así os parece". Legándonos una impronta literaria reconocida con el Nobel de literatura en 1934, aunque su filiación política en el partido fascista de Mussolini, generó una gran frustración entre sus fieles lectores, así como en la ciudadanía italiana oprimida por el siniestro dictador "facha". 

Dejando la literatura aparte, lo que en realidad nos ha traído a esta parte del sur siciliano es el Valle de los Templos (Valle dei Templi), enclave que podría ser el mejor conjunto arqueológico de toda Sicilia y por ende uno de los mejores de mundo clásico, pero las reformas para hacerlo accesible al turismo de masas lo ha convertido en un parque temático. No por ello deja de tener gran interés y además es cómodo de visitar, pero ha perdido la magia y el misterio que rezuman tanto Segesta como Selinunte, a las que he dedicado fundamentalmente este articulo. 

Situado en la antigua Akragas (Agrigento), fue definida por Píndaro como “la más hermosa de las ciudades mortales". Formando por las más añejas y mejor conservadas construcciones helenas fuera de Grecia, lo componen una serie de edificaciones de tonos rojizos que se iluminan con el sol del atardecer. Su recinto arqueológico, que se extiende desde la Agrigento actual hasta las proximidades de la línea del mar, es inmenso (unas 1.300 ha.) y aun esta en gran parte sin excavar. Siendo la expresión "valle" con el que está denominado no del todo acertada,  pues sus edificaciones se hallan más bien en los altozanos que rodean la antigua urbe. 

El conjunto del extenso territorio dedicado a ser morada de los dioses, está compuesto por siete monumentales templos griegos de estilo dórico, que fueron levantados durante los siglos VI y V a. C.  En gran parte restaurados, su estado de conservación varia en como el paso del tiempo, los expolios que han sufrido y sobre todo como han sido a afectados por los terremotos que se han sucedido a través de la historia, hoy forman parte de los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

Fundada en el 580 a. C. la greco-romana ciudad mantuvo su fastuoso esplendor hasta el 406 a. C. cuando fue sitiada y saqueada por los cartagineses, albergado por aquel entonces unos 200.000 pobladores. Con la posterior llegada de los romanos en el siglo III a. C. Agrigento recupero su importancia, que posteriormente iría perdiendo hasta tu decadencia final, con el asentamiento en ella de bizantinos y cristianos que arrasando sus paganos templos, fue paulatinamente abandonada y transformándose en las ruinas que hoy la muchedumbre multicolor viene a admirar. 

Pasear por entre sus vestigios, bajo los destruidos capiteles y los devastados arquitrabes, que albergaron en su día los coloridos santuarios, es suficiente para imaginar la grandeza que tuvieron en su pasado los templos. Aunque los más visitados sean en la actualidad, por su excelente estado de conservación, los de Hera o Juno, que situado junto a un gran altar, domina toda la colina con una panorámica del resto del complejo, y sobre todo el de la Concordia, que ubicado a unos 700 m. es su inmediato. Este último es el mejor conservado de todos, debiendo su nombre a una inscripción hallada en su contorno, aunque se cree que debió de estar dedicado a Castor y Pólux. Bajo su base, en las proximidades del empedrado camino que los recorre, nos encontramos la fotogénica escultura del mitológico y abatido Ícaro. 

A continuación, uno tras otro se suceden los tabernáculos de Hércules, Júpiter o Zeus Olímpico, Hefestos, Dioscuros, Asclepios, Deméter y Atenea, completando un recorrido por casi la totalidad de las divinidades clásicas, que rodeados de un entorno, salpicado de floridos almendros, con los verdes campos y el mar como fondo, convierten a este lugar en un paraje seductor.
 
Después de visitar este "Olimpo" siciliano, dirigimos nuestros pasos hacia el norte, a la población de Enna, para desde ella introducirnos en el "Barroco Siciliano"; pero eso será en un nuevo articulo de este periplo por la isla de los "dioses", que si os interesa puedes ver aqui .

1 comentario:

  1. Gracias, Pablo. Pormenorizada descripción que hace obligada una pronta visita. Un abrazo. Daniel Blanquer

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