martes, 15 de noviembre de 2022

- Ribera del Duero Soriana...... colores de otoño

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Nuevamente nos aproximamos a las tierras del suroeste soriano, para volver a deleitar nuestras miradas con los mágicos matices del áureo otoño. Es hasta esta zona de las orillas del gran río soriano a la que nos hemos acercado para disfrutar los coloridos tonos que nos trasladan las viejas vides de la Ribera del Duero Oriental. Lugar donde se producen unos caldos que ya comienzan a llamar "de tu a tu” a los afamados vinos vallisoletanos e incluso burgaleses……… por no nombrar a etiquetados mas allá de los fronterizos Pirineos. 

La producción y consumo del vino en tierras sorianas y resto de Castilla, es posible que se extienda en el remoto pasado hasta los mismísimos tiempos del beodo “Noe”, toda vez que se tiene conocimiento de la existencias de vides antes del siglo X. Originando que al estar este cultivo muy difundido entre sus campos, el monarca Alfonso VIII en el año 1180,  permitiera contratar "guardaviñas" ante el continuo aumento de la población. Siendo durante el siglo XI con Fernando III, cuando los viñedos sorianos adquieren ciertos privilegios. Llegando a la doceava centuria  cuando este cultivo se multiplica, debiendo de tomar la decisión algunos municipios ya en el siglo XIV, de que sean los propios viticultores quienes se hagan cargo del salario a los cuidadores ante el auge de esta actividad agrícola, como regula la Ordenanza de Peñafiel en 1345. 

 

La sucesión de siglos no hace mas que normalizar el producto, así como su expansión por los territorios periféricos y no tan cercanos, llegando los vinos sorianos a ser conocidos en muchas partes de la península. Pero llega 1868, año en que una infección de filoxera venida de tierras americanas, provoca la destrucción de los viñedos del sur francés, que si en un principio favoreció a las cepas nacionales, ya que se importo vino español en grandes cantidades al país galo, también nos trasmitió el contagio de tan virulento pulgón parasito de la vid que provoca su total aniquilamiento. Lo cual ocurrió en 1878, aunque su difusión en nuestras latitudes fue mas lenta que en el país vecino, tardando en extenderse 45 años,  siendo la cuenca del Duero una de las mas afectadas.


En el año 1930, cuando ya se pudo doblegar la epidemia, prácticamente no quedaba nada a los viñedos existente antes de 1875, habiendo desaparecido gran parte de la importante la producción en nuestras tierras, abandonando las gentes del campo esta actividad agraria, que por aquellos años llegaba hasta las tierras de Berlanga de Duero. Una nueva tragedia para estas ya despobladas tierras que vieron como parte de su población emigraba a otros lugares con mas futuro, una variable que se repite una y otra vez en esta “España vaciada”, esta vez por la maldita filoxera. 

 

Pero no todas las cepas de vides y parcelas ocupadas por las viñas sufrieron el contagio, algunas que por su aislamiento y ubicación no sufrieron daños, han llegado hasta nuestros días, son las que se conocen como “Cepas viejas” o “Viñas viejas”. De las 4.775 hectáreas que se calcula existían en los territorios de las proximidades del Duero por tierras sorianas antes de la infección de filoxera, apenas menos del millar pudieron salvarse, pero muy diseminadas y esparcidas por el territorio, sin poder componer una unidad de conjunto y enormemente repartidas en pequeñas propiedades, lo cual facilito su progresivo e irremediable abandono. Hoy ya recuperado en parte esta herencia del pasado, se calcula que las hectáreas de “Viñas viejas” existentes en esta zona del poniente soriano son alrededor de las 900; de las cuales 120 han cumplido más de 120 años, 204 están entre los 90 y los 120 y 638 hectáreas albergan viñedos de entre 70 y 90 años; señas de identidad que dan esencia y calidad a estos vinos de la parte mas alta del Duero. Efectivamente se sitúan estas vides a una altitud que entre los 900 y 1.000 mts. dotándolas de unas características especiales ante sus primas mas bajeras, aguantando una climatología mas dura y unos tiempos de elaboración mas tardíos. Es precisamente estas características las que están motivando un acercamiento de algunas singulares bodegas de la “Ribera del Duero Vallisoletana” (Protos entre otras) a buscar ubicaciones en estas tierra arévacas.



El minifundio ha sido la dominante de estas explotaciones agrícolas, de ello su poca rentabilidad, un único viñedo que no llega a tener los 1.000 m2puede estar repartido entre varios propietarios diferentes, cada uno de ellos con escasamente dos o tres líneas de cepas. Por poner un ejemplo, las 40 Ha. que gestiona Bodegas de Atauta, están conformadas por 600 minusculas parcelas con una extensión media de 700 m. representando así mismo el 85% de las “cepas prefiloxéricas” de la  zona, algunas de las cuales llegan a tener los 165 años. Siendo ahora, a través de la concentración de la producción -que no de la propiedad- , cuando la rentabilidad se ha hecho realidad, además de una mejora sustancial de producto “vino”, que en algunos casos llega a los niveles de alcanzar una botella de estos espléndidos tintos el precio de 230 €, como es el caso de “San Juan” o “La Roza” en la bodega “Dominio de Atauta”. Un vino "de color cereza picota, sensación de perfume intenso y balsámico, que nos transporta al claro de bosque de donde viene, tomillo limonero y lavanda salvaje se mezclan con los aromas frutales de fruta roja madura”……. ahí es nada. Siendo en este soriano valle donde se crían las vides con uvas de la variedad “tempranillo” mas pura, que juntamente con la visión del conjunto de las viejas bodegas de “El Plantio”, convierten a la población de Atauta en un auténtico tesoro etnográfico y enológico.




Desde Atauta, descendiendo el valle entre viñedos, llegamos a Peñalba de San Esteban que aparte de tener algún que otro original palomar circular en aceptable estado (a su compañero lo han dejado arruinar) y una iglesia de origen románico de buen porte. En ella se sitúa, a orilla del río Pedro, el cosechero que produce la marca “Rudeles”, bodega Tierras del Guijarral, unos espléndidos caldos que ubicados por donde hemos llegado, entre Peñalba y Atauta, son una prolongación de las “viejas viñas” de esta ultima. Un vallejo protegido por la escarpadura de “Las Comarcas”, que en medio de paisajes de singular belleza deja seducidos a los visitantes, sumilleres y expertos del vino que se acercan hasta esta zona de vocación y espíritu vinícola, con viñas de entre 80 y 120 años.


Cruzando por aldeas con románica arquitectura y rusticas bodegas escavadas en el subsuelo, como son Aldea de San Esteban, Miño de San Esteban y Valdazo, llegamos a  Castillejo de Robledo. Población que nos recibe con la magnifica y interesante arquitectura de su románica iglesia de la Asunción y que situado bajo las ruinas del templario castillo que le da nombre a la población, domina un casco urbano bien conservado y donde fama tienen los cocidos que en uno de sus establecimientos preparan los fines de semana. 

Pero lo que hasta aquí nos a traído esta vez son sus afamados vinos que se elaboran bajo la marca “Silentium”, que mimados por la bodega Castillejo de Robledo, situada a la salida del la aldea y lugar donde así mismo también se ubica la ermita de los Santos Mártires (Vidal y Marcelino), autentica rareza del románico soriano y con unas misteriosas pinturas en su interior a las que los expertos aun no han sido capaces de datar, toda vez que unos las apuntan como prerrománicas, pero otros las fechan como bajo medievales, lo que si se que son algo estañas y poco comunes. No pidáis en la bodega poder visitar la ermita, pues quien posee las llaves tanto de ella como de vetusta y excelsa iglesia parroquial es “Teodomiro”, sacristán del templo y guía incondicional de la población.

 

Otra ermita existe en los rededores de esta urbe, ubicada casi en el linde con la localidad burgalesa de La Vid, es la de la Virgen del Monte y bien puesto tiene el nombre, pues la encontramos en medio de un barranco que ya desagua directamente al no muy lejano Duero. Y digo encontramos por ponerle un adjetivo afable, pues no esta indicada por ningún lugar y se haya ubicada en un oquedad de la pared del escarpe…….. un milagro es encontrarla……… pero como dijo el viejo profesor y alcalde madrileño “Dios ayuda al buen marxista”. En si, es una ermita rupestre más de nuestra geografía, pero su escondida ubicación y el enclave, al final de un hermoso valle cubierto en su totalidad de unas vides que hacen la delicia de todos los que hasta ellas se acerque, merece una mención especial. Mención que así mismo quiero reconocer a todos los viticultores que con apego y devoción dedican sus mejores momentos a cuidar de estas viñas, en muchos casos centenarias. 

 

En verdad es un deleite acercarse a ver este valle al que apodan Valdecarrera, emplazado a unos 1.000 m. de altitud y colgado por encima del Duero, el gran río que aun sin verle se le intuye al septentrión. Este vallejo de suaves pendientes y fértiles suelos, con una longitud máxima de unos tres kilómetros y una anchura de 900 mts. se ubica protegido de las inclemencias por dos alomadas alturas: Cabeza Mesada y Cabeza de las Viñas, siendo recorrido en toda su amplitud por el Camino de la Membrilla. A este espacio, su aislamiento, recogimiento, silencio y soledad le convierten en uno de los lugares mas singulares de toda la zona de esta Ribera del Duero Soriana. Tal vez la magia de los ritos precristianos de la cercana ermita, la fuente próxima a ella (también con quimera) o la leyenda de la “Afrenta de Corpes” -donde fueron agraviadas las hijas del Cid- que los estudiosos del “Campeador” sitúan en este lugar, no hagan mas que acrecentar este efecto místico en mi espíritu onírico……… si es así, adelante pues. 

Estamos en medio de la zona vinatera mas importante de la provincia de Soria, justo en su extremo oeste, donde a través de unas 1.274 hectáreas se producen unos excelentes vinos de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Integrada por las poblaciones de: Aldea de San Esteban, Atauta, Ines, Matanza de Soria, Olmillos, Pedraja de San Esteban, Peñalba de San Esteban, Quintanilla de Tres Barrios, Rejas de San Esteban, Soto de San Esteban, Velilla de San Esteban , Villálvaro, Langa de Duero, Castillejo de Robledo, Miño de San Esteban, Alcubilla de Avellaneda, Alcoba de la Torre, Alcubilla del Marqués así como San Esteban de Gormaz, población a la que se le podría calificar como capital del vino en Soria. 




Igualmente es de resaltar, que en muchas poblaciones aun se mantienen en gran parte y en estado aceptable las numerosas bodegas tradicionales. Pequeños habitáculos familiares escavados y sumergidos en las laderas de las lomas próximas a las aldeas, usadas desde tiempo inmemoriale por las sucesivas generaciones de agricultores, que en su tiempo aciago se dedicaban a la producción de vino, en la mayoría de los casos para consumo propio. De ellas quiero, como no, destacar las 141 de Atauta -El Plantio- declaradas Bien de Interés Cultural (B.I.C.)en 2017, también las que se aun se conservan desde Morales a Langa de Duero, reseñando solo las mas reseñables: Alcozar, Alcubilla del Marques (106 bodegas), Aldea de San Esteban (73 bodegas), Castillejo de Robledo, Fresno de Caracena, Miño de San Esteban (unas 30 bodegas), Olmillos, Piquera de San Esteban, Quintanilla de Tres Barrios, Recuerda “Ciudad de la Alegría” (150 bodegas), San Esteban de Gormaz (298 bodegas), Soto de San Esteban (72 bodegas), Vildé y otras tantas mas. 

 

Horadadas en la roca y centenarias muchas de ellas, son minúsculas, reducidas, oscuras, húmedas y hasta tenebrosas. Para llegar a su sala principal hay que descender un buen tramo de empinados escalones, donde los olores del vino ya ha  calado a paredes y techo. Mágico brebaje que aquí se transforma mediante quietud, silencio y tiempo en “Bebida de Dioses”. Las observamos como si parte de la población se tratara, ya que en prácticamente todos los casos se hayan alineados y perfectamente ordenadas, muchas de las veces abrazando a montículo o loma (con o sin castillo) que corona la aldea. Debemos de recorrer su espacio no solo para admirar su férrea y pétrea construcción, también para deleitarnos del paisaje y los olores mutantes que de ellas emanan. 

Hay quien se atreve a afirmar, no andando muy desacertado, que toda la Ribera del Duero puede llegar a superar la cifra de 500 las bodegas de este tipo aun existentes. No siendo de extrañar, toda vez que en estas alomadas laderas escoradas hacia el Duero, históricamente se ha desarrollado este tipo de cultivo. Hoy es una de las 99 Denominaciones Vinícolas de Origen que se hallan en nuestro país, pero no una mas, ya que está apreciada internacionalmente por el exquisito proceso de fabricación y la calidad del producto elaborado. Son 23.353 las hectáreas dedicadas a viñedos, en las 118 poblaciones que conforman la D.O. con unos 8.255 viticultores registrados y 311 bodegas asentadas en todo el territorio, algunas de ellas de gran renombre………… y precio. 

Ya he relatado bastante sobre al que nuestro ilustrado vecino de Tardelcuende, Juan Antonio Gaya Nuño llamaba "Vino, vinazo, vinacha, morapio", en su original obra ”El Santero de San Saturio”, toca ahora deleitarnos con las imágenes que estos espacios dedicados al vino nos regalan durante los meses de otoño, fundamentalmente en noviembre. Y nada mejor para ello que dedicar una mañana, de esas frescas, para pasear por los pasajes mencionados, aunque no hay obligación de que sean ellos los precisamente visitados, cualquiera de los espacios que tenemos a nuestro alcance con vides antes nuestros ojos, pueden generar parecidas sensaciones como las que desde estas letras quiero trasladaros. 

He dicho antes que en fresca mañana, creo que el amanecer se acerco a negativo en el termómetro ese día, había niebla y tardó en levantarse, pero aun así aventuramos nuestros pasos a esos lugares del suroeste soriano. Primero fue Atauta entre nieblas y nublados, pero las cepas ya desprovistas de fruto, nos regalaban la visión presentándonos unas hojas de la misma tonalidad granate que sus vinos. Cruzamos por entre los centenarios viñedos del Valle de Atauta, camino de Peñalba de San Esteban donde provisionamos de “Rudeles”, continuando hacia nuestro objetivo que no era otro que Castillejo de Robledo.

 

Es hacia ese valle, colgado en laderas por encima del Duero, al que queríamos llegar y llegamos, no era la mejor hora ni posiblemente el mejor día, pero el tiempo comenzó a favorecernos, apareciendo un tibio sol que empezó a endulzar los tonos de todos los “majuelos” (vides) que se extendían a nuestro rededor. Estamos en medio del vallejo de Valdecarrera, y menos las amesetadas alturas que lo circundan conformadas por carrascas y sabinas, todo es un mar de vides donde aun hay algún agricultor trabajando su campo. El espectáculo no puede ser mas tornasol y al contrario de lo que pudiera imaginarse uno, el colorido de las alineadas plantaciones no es mono cromático, al contrario, pudiendo apreciar en el misma cepa una diversidad de matices a cual mas distante en tonos. 

No nos cansamos de recorrer de uno a otro lado el Camino de la Membrilla y los ramales que de él parten, buscamos los mejores oteros para que las panorámicas fotográficas sean de lo mas aceptables y en algunos casos lo medio conseguimos, pero sobre todo llama nuestra atención los colores de las hojas de las vides. Nuestros ojos se paran al ver esos intensos morados, que se mezclan con los áureos y los verdes, observándolos a contraluz que es como mejor nos trasmiten sus tonalidades. Y con eso nos da la hora de comer, pero la gente previsora siempre lleva algo para satisfacer esta necesidad humana, y sin perder tiempo nos preparamos unos bocatas con un fresco verdejo, que aun no siendo de esta tierra nos reconforta como si lo fuera.




Ascendemos hasta el vértice geodésico del Cerro Viñas que supera en una treintena los mil metros, y desde allí, en medio de un bosque de encinas, podemos contemplar en su amplitud toda el muestrario de parcelas que al 100 % son dedicadas a la vid. Logrando así mismo, una visión de cómo la mano del hombre puede jugar con la geometría y el arte, imágenes que por aquí podréis observar y rebatirme si no es cierta esa afirmación.




Ya en tarde algo avanzada, pues los días son muy cortos en esta época del año, dedicamos unos instantes a buscar los “alquerques” (juegos medievales tipo tres en raya) que se encuentran cincelados en las piedras sillares del pórtico o atrio de la románica iglesia de Castillejo de Robledo. Para seguido pasar a la vecina provincia de Segovia y allegarnos hasta Maderuelo, con la intención de poder observar su Medieval Puente (para algunos romano), que por la acción de “cambio climático” y la sequia, ha aparecido del fondo de las aguas del Embalse de Linares. Un espectáculo que cada vez se puede observar mas a menudo y en mas lugares, aunque los, las negacionistas (y no quiero dar nombres de ninguna presidenta regional cercana) nos digan que lo del cambio climático es un invento de la trasnochada izquierda………… ufffffffff y estos element@s nos gobiernan.

 



Dejado el puntito critico, espero que estas notas os hagan visitar esos lugares tan especiales de la Ribera del Duero Oriental, y que si esta vez ha estado mas centrada en sus viñedos, os dejo; por si os ha sabido a poco las fotos del principio; dos enlaces: uno de la Ribera del Duero Soriana (norte) y otro de la Ribera del Duero Soriana (sur). Adelantando que sus respectivas explicaciones darán la luz cuando tenga tiempo……… así estamos los jubilados, sin apenas tiempo para nuestras cosas.

 

Un saludo………… y cuidaros.

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