Al recorrer estos barrancos durante el inicio de estiaje de este año en el mes de julio, y sorprendidos gratamente de la abundante y variada vegetación existente en el trayecto por el camino que recorre la hoz del Talegones entre Torrevicente y Lúmias, prometimos volver durante el otoño. Habiendo cumplido nuestro compromiso con el lugar el pasado miércoles 2 de noviembre, postrero día al tan señalado de “todos los santos”, con su noche de “animas” tan singular en estas sorianas latitudes (tierras que aun se resisten a la neo-moda impuesta por los sajones a través de la fiesta de Halloween). Relatos y fábulas de misterios o encantamientos, que ya nos dejaron impresas entre otros, literatos de la talla de Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado o Florentino Zamora, leyendas de las que estas tierras del sur soriano no andan exentas como por ejemplo la de “Castilviejo”.
No voy a pormenorizar en estos párrafos sobre las venturas de los barrancales del río Talegones, pues buena descripción de ellos ya deje constancia en mi articulo “Cañón del Talegones”, pero si marcar su singularidad y cromatismo durante la estación otoñal. Época cuando toda su extensión o prácticamente toda su amplitud se viste de los dorados tonos. Donde cada paso es una invitación a registrar en nuestras retinas (y artilugios fotográficos) los áureos matices que cubren su floresta, preludio cíclico de que termina el año, empezando ya a caminar hacia el frio invierno mesetario.
Pero aparte de disfrutar de este espectáculo de la naturaleza en plena soledad, nuestro espíritu inquieto, así como el afán de descubrir y explorar que cada uno de nosotros lleva en su interior, nos hace escudriñar los recovecos que en nuestro anterior recorrido no visitamos, como es el caso de la “Cueva del Tío Raimundo”, los Colmenares y sobre todo la “Fuente del Chorrón”. Es justo en esta ultima donde nos brotó (seria por estar en una fuente) ese ímpetu rastreador, y al imaginar una sutil vereda que partía del manadero, lo seguimos por la buena orientación que el redil llevaba, paralela a la hoz, pero ascendiendo sutilmente por entre los paredones calizos de los cortados del barranco hasta casi situarse en su cúspide. Las panorámicas desde estas alturas se convierten en superlativas y los colores gualdos de las hojas de las arboledas son ya las que protagonizan nuestras miradas, siendo a cada recodo del camino mas intensas y sugerentes.
Debemos de reconocer que la vereda se pierde en algunos tramos, pues no es una ruta transitada, mas bien lo contrario, pero la lógica nos lleva nuevamente a localizar un nuevo trazado mas menos marcado. Cruzamos por encimas de los pétreos y calizos paredones, observamos abandonados rediles de ganado y tainas en oquedades situadas a nuestros pies, transitando como si fuera una ruta diseñada para ir por encima de las doradas copas de los arboles, el lugar no podría ser de lo mas evocador.
Comenzamos a vislumbrar por encima de nuestras cabezas y en la lejanía la docena de tainas que conforman los “Corrales del Raso”, que estratégicamente situados por encima de cañón y con un panorama sobresaliente ante ellos, fueron reconstruidos hace unas décadas con la intención de dedicarlos al turismo rural de “elite”, pero la cosa no se debió de consolidar. Es hasta estos rediles donde llegaría nuestra ruta, pero la necesidad de tener que volver a Torrevicente (donde hemos dejado estacionado el vehículo), nos hace buscar un bajadero que nos deposite en el fondo del barranco, siendo nuevamente la intuición la que nos recomienda tomar una ancha canal que en su día fue acondicionada para transitarla, y aunque tuvimos que luchar con alguna aspereza de la vegetación salimos a la ruta principal sin mas problemas.
He intentado a través de distintas cartografías encontrar esta ruta por mitad de los farallones de la vertiente izquierda o norte de río Talegones, pero nada. Aunque se que mi testarudez me hará ir mas de una vez a estas austeras tierras, a platicar con los lugareños y extraerles el máximo de información sobre este camino. Ante la falta de documentación sobre esta extraordinaria travesía, la hemos denominado “Vereda de la Pastora”, toda vez que unos días antes, en tarde sombría y gris, nos acercamos hasta la zona de Los Aljibes (donde se sitúan los Corrales del Raso) para ver el avance del otoño por estos parajes, cruzándonos con una resuelta pastora de mediana edad, que justo llegaba a las tainas procedente de la dirección de la senda, cruzando con ella unos saludos y algunas palabras, pues nos dijo que iba a recoger las ovejas………. Merecido tiene el nombre la “trocha”, siendo posiblemente esta “rabadana” la única persona que hoy en día transite por estos escarpados eriales únicamente surtidos de tomillos.
El retorno ya lo conocemos de otras veces, pero aun así nos parece un bosque encantado. Caminamos sobre una alfombra de hojas con todas la tonalidades posibles de ocre, nos acompaña la soledad mas absoluta pudiendo escuchar el latido del silencio, solo roto por una leve brisa y el sonido de las hojas al caer. Cruzamos de nuevo por la “Pasadera” de la Fuente Nueva………. donde volvemos a comprobar que en nuestro rededor todo es un universo pleno de cromatismo. Ya en las cercanías de la población de Torrevicente, saludamos a un locuaz lugareño con ganas de charleta que dedicaba su tiempo a recoger nueces…….. “este año son pequeñas por la falta de agua”
De nuevo os invito a dedicar unos instantes a visitar esta zona del meridión soriano que seguro os sorprenderá tanto como a mi…………. Prometemos nuevamente volver en primavera, durante los meses de marzo o abril (depende del año), cuando los narcisos cubren de amarillo prácticamente toda la superficie de las praderas de estos magníficos parajes del río Talegones.
Pablete,lo has vuelto a conseguir, pues sois incansables.Seguid así
ResponderEliminarEl anónimo soy yo, Jesús
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