Aunque el cambio climático, -que algunos negacionistas se resisten a reconocer,- nos está adelantando los sofocantes calores del tórrido verano, podemos aun disfrutar de los últimos colores de la primavera, que como también saliendo de su “propia pandemia”, nos ha regalado este año una impetuosidad digna de las ansias de cualquier humano que ha estado “soterrado” estos dos crueles y víricos años.
Hoy mismo en el paseo matinal, las jaras nos agraciaban al completo con sus matas repletas de blancas flores, entre las que apenas se podía ver el verde de su matorral. Días atrás, los olores de los tomillos impregnan los secarrales paramos, y en las sesteadas tardes los horizontes se cubren con los amenazantes grises de las tormentas….. “barrunta por Valdemocho”. Pero lo que mas resalta de entre los campos, en las aun frescas mañanas, son los tupidos e intensos rojos de las amapolas en medio de los verdes trigales.
Es imposible retraerse a no plasmas esa sensación de contrastes con la cámara fotografía, y en lo posible extenderla al mundo mundial a través de estas notas y por este medio. Aquí os dejo la belleza de los bermellones “abeboles” (así llaman los austeros sorianos a estas plantas) que fuera de su beldad, contienen algún que otro alcaloide en pequeñas proporciones (su hermana la amapola blanca es la verdadera opiácea).
Recrearos con las imágenes y disfrutar de los pocos días nos quedan de “le printemps”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario