Al noroeste de la provincia de Soria y lindando ya con la de Burgos nos encontramos un espacio de singular y sobresaliente naturaleza, conformando uno de los paisajes más sugerentes de todo el páramo castellano, estamos en el mítico, misterioso y ensoñador Cañón del Río Lobos. Modelado por las aguas que el río ha esculpido sobre las rocas calcáreas durante millones de lustros, la erosión y los años han sabido dar forma a tan bello y mágico espectáculo, el cual intentare describir a través de estos párrafos.
Calificado como uno de los paisajes más hermosos de España, este espectacular cañón de origen kárstico se extiende por más de 25 km. manteniendo aun la pureza de su estado original, sirviendo como colosal ejemplo del entrono natural donde se ubica. Su tortuoso cauce raja la paramera a través de una hendidura que en algunos puntos alcanza los 200 metros de profundidad, creada por un sinuoso recorrido fluvial formando más de 30 meandros, que uno tras de otro se suceden desde el puente de La Galiana en la población de Ucero, hasta la de Hontoria del Pinar. Sirviendo de paso natural entre las sorianas vegas del Duero - Ucero con el Alfoz de Lara burgalés.
Situado en su extremo occidental, forma parte del “sabinar” más extenso y mejor conservado de todo el planeta, el de la Sierra de Cabrejas, que con sus más de 32.000 hectáreas, conforma una mancha casi permanente de 45 por 12 km. en sus puntos más extremos, de este duro, resistente y tenaz árbol de estriada y olorosa madera. Aunque no solo sabinas o enebros encontramos entre sus navas, laderas y roquedos, ya que también podemos observar: pino negral y silvestre, además de encinas, robles quejigos, fresnos, chopos, sauces e incluso algún que otro tejo. No debiendo olvidar como decoración acuática los nenúfares que abundan en las aguas del rio, creando una bucólica escena cuando es época de floración. Estando establecida en sus aguas una esquiva población de nutrias, sus montes recorridos por los ágiles zorros y sus cielos surcados por los omnipresentes y majestuosos buitres leonados, incontestable representación este espacio.
Motivado por su excepcional paisaje y la espectacularidad de su relieve fue declarado Parque Natural en el año 1985, extendiéndose por casi las 10.000 Ha. Siendo conjuntamente con la Laguna Negra de Urbión, uno de los lugares más concurridos de la geografía soriana, llegando a superar la cifra de 300.000 visitantes al año.
El cañón que forma el río sobre todo en la mitad final de su recorrido, está conformado por potentes e impetuosos farallones calizos, con vistosas tonalidades de intensos ocres y grises, donde la erosión ha generado hundimientos en las paredes, creando unas curiosas y originales franjas cóncavas, a las que se conoce como "lermas", las cuales podemos observar como los óxidos que posen las calizas las tiñen de originales coloraciones, creándole ese distintivo aporte a esta naturaleza en bruto.
Son esas mismas erosiones producidas fundamental mente por la acción del agua al disolver los materiales blandos de las calizas, los que han producido que esta zona sea un inmenso " karst", repleto de simas, torcas y cuevas. Convirtiendo todo el lugar en un verdadero paraíso para los practicantes de la espeleología, actividad que ya se desarrollaba a mediados del siglo pasado (año 1956) por estos barrancos. Debiendo destacar cavidades como la Cueva Galiana, Sima del Carlista, Torca de Fuencaliente, Sima de las Tainas de Matarrubia, Sima de la Pedrera, Torca de Valdecea, Cueva del Mono, Sima del Cura Merino (a 500 mts. del aparcamiento de Valdecea) o la Sima del Portillo, pero la relación podría ser mucho más completa, pues solo he relacionado las más codiciadas por los aventureros exploradores de las oscuridades. Estándose además cada temporada ampliándose con nuevos hallazgos.
Curioso es encontrarnos una cavidad que lleva el nombre de un "clérigo" como es el caso de la Sima del Cura Merino, y puedo aseverar que este Sr. no se dedicó a explorar las profundidades y abismos del interior de la tierra. Fue junto con El Empecinado, un famoso guerrillero en la contienda contra los franceses allá por la segunda década del turbulento siglo XIX (1810 - 1812), en la mal llamada "Guerra de Independencia". El prelado Merino fue un controvertido personaje, cuya presencia en torno al Burgo de Osma, fundamentalmente en los páramos al norte de Ucero, era habitual. Territorio donde los franceses apenas se aventuraban adentrarse por la existencia de eficientes tropas guerrilleras dispuestas en los barrancos de los alrededores del Cañón de Río Lobos y en las cercanías de la población de San Leonardo.
Al ser un lugar de sinuosa e irregular geografía, toda la zona se encuentra favorecida por numerosos "miradores" que complementan más aun las expectativas de este idílico enclave. Oteros que se ubican en lugares de lo más alto y dispar de las paredes rocosas, teniendo que llegar algunos de ellos caminado, siendo los más sobresalientes: Castillo de Ucero, Mirador de La Galiana, Mirador de Las Gullurías, Balconcillo del Diablo, Balcón Otero de los Buitres (en las proximidades de la Sima del Carlista y el Alto de la Era, justo por encima de la Cueva Grande), Castillo Billido, Mirador de La Lastrilla (Santa María de las Hoyas), Mirador de Costalago (Portillo Angosto) y otros.
Pero no somos nosotros, los de ahora, los que hemos descubierto este magnífico lugar, este callejón natural ya lo comenzaron a repoblar los habitantes desde tiempo inmemorial, al haberse encontrado útiles musterienses (hace 30.000 años) por la zona. Siendo durante la Edad de Bronce, cuando se expande el ser humano por las riveras de estos cauces fluviales, como lo acreditan los abundantes yacimientos hallados en la Cueva Conejos y Cueva de Los Pellejeros (pinturas rupestres), Cueva de los Polvoristas (cerámica campaniforme), Cueva de La Galiana Alta y Cueva Grande o de San Bartolomé (grabados rupestres).
Pero fundamentalmente es en el yacimiento de "El Balconcillo; que situado en el espolón sobre la ermita de San Bartolomé; en donde se ubicó hace unos 4.000 años (2.000 a. C) un pequeño campamento de cazadores y ganaderos, lugar donde se hallaron utensilios de sílex y hueso, así como elementos de cerámica y algunos aparejos y herramientas de bronce, sirviendo este prehistórico asentamiento como comparación y complemento del interesante poblado de los Tolmos, existente en la Hoz del río Caracena 40 km. más al sur.
Otros asentamientos posteriores podemos encontrar en la zona, siendo el caso del Castro de Ucero sobre el cual se levantó el Castillo Templario, así como la necrópolis prerromana de San Martín, ubicada a ambos lados de la carretera del Burgo de Osma, 1,5 kms. antes de llegar a la aldea de Ucero.
Como en tantos otros lugares de la geografía hispana, los romanos también aquí dejaron su impronta, pudiendo comprobarlo en el puente, fuente y la calzada de Hontoria del Pinar: Pero si hay una obra que certifique la seña romana, esa es el túnel escavado en la roca viva al sur de la población de Ucero, el pasadizo conocido como Cueva de la Zorra y que no es otra cosa que parte del acueducto para el aprovisionamiento de agua en la ciudad romana de Uxama (Osma) 17 km. más al sur. Al decaer el imperio, los visigodos llegan hasta estas latitudes dejándonos restos y varias ermitas en algunas oquedades, incluso el propio cementerio de Ucero.
También los musulmanes transitaron por estos territorios pero no dejaron asentamientos que hasta hora se hallan localizados. Debiendo de esperar a su repoblación tras la reconquista por los reinos cristianos, quienes asentaron en la zona nuevas poblaciones como Hontoria de Pinar, construyendo sistemas defensivos como el Castillo de Ucero.
Llegando 3.000 años después de que se ubicaran los primeros pobladores, los caballeros templarios esos soldados-monjes verdaderos hacedores de misterios y leyendas que hasta aquí también se han extendido. Siendo el Castillo de Ucero y sobre toso la ermita de San Bartolomé el centro de atención de todas estas fabulas.
Y aunque los rasgos físicos y las formas de construcción del templo románico dedicado a San Bartolomé, que podemos admirar en el más maravilloso recodo del río, tiene toda la traza de ser un enclave templario, no existen certeza documental de esa procedencia por mucha literatura que sobre el tema se ha escrito, algunas de ellas de dudosa seriedad y solvencia.
Ermita de San Bartolomé
Todo viene de cuando en 1788 el historiador Loperráez, ubica en este situado el extinguido monasterio de San Juan de Utero u Otero, perteneciente a la Orden del Temple. Emplazamiento que para muchos "aplicados" se ha mantenido hasta ahora, aunque estudios recientes, serios y certeros, van poco a poco desmontando esa localización. Toda vez que la ermita situada a la orilla del Lobos, ni está en un "otero", si no al contrario en un hundido, ni a su alrededor se han encontrado restos o cimentaciones de la existencia en el pasado de un cenobio, ni se ubica a "tres leguas" de la capital soriana sino mas bien a nueve. Además de haberse casi confirmado la localización del convento templario de San Juan de Otero en el levante soriano, justo en el cerro que curiosamente se apoda San Juan, asentado entre los lindes de las poblaciones de Peroniel, Mazalvete y Tozalmoro, distante 70 kilómetros a vuelo de pájaro de la ermita de Ucero, y curiosamente a 18 km. (tres leguas) de Soria capital.
Aun con la falta de acreditación sobre la pertenencia a la Orden del Temple de la Ermita de San Bartolo (como así la llaman los lugareños que celebran su romería cada 24 de agosto), si queda claro que se sitúa en el rincón más sugerente y hermoso del Parque Natural del Río Lobos, un lugar de misteriosa y excepcional belleza. Enclave ya usado por eremitas en tiempos visigodos, e idóneo para el aislamiento ascético de los seguidores del temple ya que trasmite soledad y retiro, toda vez que estos monjes-caballeros les atraían los «lugares de poder», parajes ya usados en los tiempos precristianos, destinados a celebrar culto a las deidades que representaban la naturaleza. Sin dudar nos encontramos ante un lugar cargado de magia, y su más que segura vinculación con la Orden del Temple motiva herméticos misterios.
Nos encontramos en el genuino corazón de este enclave único, rodeados por una laberíntica maraña de cuevas, grutas, torcas y simas, donde las verticales paredes rocosas que cobijan la ermita y sirvieron de oculto refugio a los caballeros templarios, parece que nos quieren abrazar con sus vivaces tonalidades.
En verdad que este lugar desprende magia y encantamiento, pudiendo afirmar que si tuviéramos que escoger un emplazamiento donde representar todos los enigmas y misterios que se imputan a los caballeros templarios, sería sin duda la ermita de San Bartolomé en pleno Cañón del Rio Lobos.
La ermita se sitúa en uno de los meandros más curvos y pronunciados del rio, en su rincón más hermoso junto a una soleada pradera, a la entrada de una enorme cavidad conocida como Cueva Grande y bajo un balcón natural al que se le ha denominado como Ventano del Diablo.
Estamos ante un templo de tamaño medio, que sirve como ejemplo de "románico tardío" datado en el primer cuarto del siglo XIII, arquitectura de transición ya hacia el "gótico", que según el erudito Gaya Nuño, es contemporáneo con la iglesia de San Polo en la capital soriana. Edificada con una atractiva apariencia oriental (matices islámicos) como es de proceder a las construcciones del Temple, está considerada como uno de los prototipos señeros de la representación templaría, repleta de símbolos esotéricos que los "Maestros Constructores" tanto utilizaron durante Medievo.
Con una sola nave de cruz latina y ábside semicircular como corresponde al patrón románico, sus dos brazos laterales (transepto) poseen ambos rosetones que iluminan el interior. Diseñados por delicadas celosías con forma de estrellas pentagonales conformando 10 corazones, están catalogados como uno de los puntos exotéricos del templo. Ocurriendo durante el solsticio de invierno (entre el 20 y 23 de diciembre) cuando el sol penetra por el rosetón meridional, consigue iluminar una loseta con una cruz templaría grabada, que se sitúa en el suelo junto a la entrada de la capilla norte. Atreviéndose afirmar los más "venturosos", que esta baldosa traslada a quienes la pisan la energía que este lugar posee. Siendo creencia popular que se trata de una “piedra de la salud”, sanando de todos los males si la pisamos cuando se encuentra iluminada por el sol.
Autores de diversa índole relacionan a esta ermita con el "Astro rey", siendo desde tiempos ancestrales uno de los centros más importantes de culto al Sol, ritos que un mantendrían las gentes de la Edad Media. Convertido para los templarios este axioma, en trasladar a la "losa" todo el centro de gravedad del templo, como punto más importante del mismo, hasta por encima del altar mayor. En la celebrada "loseta de la luz", podemos adivinar tallada en ella una "cruz patada" (muy relacionada con los caballeros templarios), pudiendo distinguir en su interior los seis pétalos de una flor, que también conocida como "Flor de la Vida" o "Roseta", es un símbolo de rito solar con cerca de 6.000 años de antigüedad muy extendido en culturas ancestrales de todo el planeta.
Ya nos vamos dando cuenta de que nos encontramos ante una edificación excepcional, una ermita medieval de gran fuerza telúrica, en la que cualquier mirada nos hace reflexionar, ya que sus piedras están plagadas por símbolos, grabados y marcas de canteros. Estas últimas atribuyendo la realización de sus sillares a "Maestros Constructores" de la Aquitania francesa, quienes extendieron el románico en la iberia peninsular a través del Camino de Santiago. El crismón del ábside -según Ángel Almazán escritor y periodista soriano- nos indica la participación en su construcción por miembros de la cofradía de los "Hijos del Maestro Jacques" (referencia a Jacques de Molay el ultimo Gran Maestre templario). Institución pseudo-masónica que perdura aun hoy en día en el vecino país con el nombre de Compañeros Pasantes del Deber (El Compagnonnage).
Los canecillos también son dignos de admirar, observándolos podemos distinguir: cascos templarios; cruces, pentágonos estrellados, toneles, guerreros, juglares, laberintos, cabezas, la letra H, parejas iniciáticas, marcas de canteros, etc. que algunos casos parecen contarnos cronológicamente lecciones místicas o historias. Para mas dispendio imaginativo, podemos ver tallado en uno de los laterales de la ermita un "báculo", con la creencia de que fuera esta la primera piedra de su construcción.
Curioso es el comentario que sobre el emplazamiento de esta iglesia nos dejó escrito en su obra de 1979, La Meta Secreta de los Templarios", el prolífico y esotérico escritor Juan García Atienza. Donde nos traslada la exacta equidistancia de ella con los extremos septentrionales de la Península Ibérica: el cabo de Creus al este y el cabo de Finisterre en el oeste, ubicados a una distancia de 527 kilómetros y 127 metros". Hoy se sabe, con los medios de medición GPS, que las distancias dadas por García Atienza no son del todo exactas, pero si muy aproximadas. Teniendo en cuanta además que el cabo más occidental de la costa gallega no es Finisterre sino Touriñán, con lo que la desviación seria de apenas 49 mts. el 0,01%. Nos traslada además, que si se trazara una línea vertical de norte a sur dividiéndose la península en dos mitades, y uniendo otros enclaves templarios de nuestra geografía, nos daría exactamente una Cruz de Malta, el símbolo de la Orden de los monjes-caballeros…………….. cuando menos curioso.
Hay quien afirma que, en la mágica noche de San Juan desde este enclave se observa la constelación Sagitta (La Flecha), señalándonos hacia el norte el Camino de Santiago, rematando las propiedades esotéricas y enigmas que el lugar posee. Siendo precisamente el apóstol Santiago quien protagoniza la fábula de ubicarlo en estos lugares montado en su blanco corcel y saltando de estos impresionantes farallones. Dejando marcadas las huellas de su caballo sobre las piedras de este lugar, al tiempo que su espada se soltaba cayendo al suelo donde se quedó calvada, marcando de esta manera el lugar donde se debía de erigir la ermita.
Otra de las leyendas populares nos traslada a la Cueva de Polvorista, situada en la margen izquierda del río, 1,5 km. aguas abajo de la ermita y muy próxima al aparcamiento de Valdecea. Lugar donde una dama mora, tras superar las pruebas a modo de yincana que se encontraban escondidas bajo tres piedras, hallaría un extraordinario tesoro.
Justo sobre la entrada de la ermita y en una esplendida planicie se encuentra El Balconcillo, un magnifico mirador sobre el entorno. Y unas decenas más arriba el sugerente "Ventano del Diablo" complemento a la "enésima" del anterior. Por detrás de la silueta de la ermita observamos la penumbra que produce la Cueva Grande, a la que nos dirigimos.
Cueva Grande o Cueva de San Bartolomé
Cruzando el río por un puente de madera, el sendero continúa a la izquierda por la orilla del río, llegando en corto trecho hasta observar como colgado en la pared el denominado "Colmenar de los Frailes" con sus originales "dujos" de troncos de árbol. Si miramos desde el puente a mano derecha, contemplamos con admiración en la base de la pared del cortado que se sitúa frente a nosotros, la abertura de una enorme oquedad que sirve como complemento perfecto para colmar la simbología esotérica de todo el entorno. Se trata de una enorme gruta de unos 100 metros de profundidad en recorrido ascendente a través de un corredor con forma de "matriz", que nos genera sorpresa y sensaciones extrañas en nuestro estado de ánimo mientras nos situamos en ella. Dicen algunos relatores que este lugar desprende energías positivas y no es extraño que eso ocurra ya que ha sido utilizada desde tiempo inmemorial por sucesivas y diversas culturas para la realización de sus ritos y ceremonias. Ejerciendo este tipo de cavidades un papel fundamental en los distintos rituales ofrendados a sus diversas deidades. Se sabe que los alrededores de la ermita estuvieron habitados como poco desde la Edad del Bronce, existiendo en el interior de esta cavidad vestigios de presencia humana a través de los grabados rupestres que se han podido encontrar en sus paredes, representando distintos dibujos geométricos de índole iniciática.
Desde el interior la cueva podemos observar una imagen de la ermita, que puede ser junto con la "Laguna Negra de Vinuesa" desde la altura, de lo más reproducido de toda la provincia, pudiendo ver como las paredes de la oquedad hacen de moldura con el templo en el centro, como si de un cuadro se tratase.
Cueva Galiana
Otro de las oquedades de referencia en el dentro de Parque Natural es la Cueva de La Galiana, la más conocida del centenar cuevas y covachas existentes en el lugar. Con una edad estimada de unos 700.000 años. La conocida como Galiana Baja se sitúa muy próxima a la entrada al cañón desde la población de Ucero, junto al parking y sobre el nacedero del río Ucero. Su fácil acceso la ha convertido en un destino fácil para espeleólogos de todos los tiempos, es visitable y ahora se organizan visitas para realizar su recorrido, que discurre aproximadamente durante kilometro y medio entre sugerentes estalactitas y estalagmitas. Aunque cuando yo las visite en varias ocasiones, allá por los años 70, su acceso era libre, posteriormente la masificación de todo el lugar provocó su cierra con una reja para impedir su deterioro, ya que no solamente entraban gentes con buen interés, los descerebrados también llegan a estos lugares. En la oquedad conocida como Galiana Alta, situada bajo el mirador de La Galiana, se han encontrado pinturas rupestres.
Este tipo de oquedades y resguardos, ya fueron escogidos desde tiempos remotos por culturas ancestrales para realizar sus ritos ceremoniales, como testifican las diferentes pinturas y grabados rupestres que encontramos en las cavidades del cañón. Pudiendo así mismo apreciar como los neandertales de los siglo XX y XXI (los descerebrados a los que antes me refería), han dejado también sus improntas, aunque con mucho menos gustos y plasticidad.
Mirador de La Galiana
Otro de los lugares emblemáticos y singulares del Parque Natural es indiscutiblemente el Mirador de la Galiana que, situado junto a la carretera que nos conduce desde Ucero a San Leonardo y en la parte alta de los farallones donde da comienzo el cañón. Ofreciéndonos unas esplendidas vistas desde la cima de la conocida como “Cuesta de la Galiana”, siendo especialmente espectaculares los atardeceres en días de tranquilidad y con poca concurrencia de visitantes.
Desde el miradero podemos realizar una cortísima excursión de apenas 10 minutos para acceder hasta la cima de La Galiana (1143 m.), para lo cual buscaremos una incipiente vereda que parte del fondo del aparcamiento en dirección sur entre los pinos, cruza por una estrecha sima cercada con maderas en evitación de accidentes, entrando en un terreno de rocas calizas donde el sendero apenas se distingue. Acercándose al borde del acantilado enseguida alcanzaremos la máxima altitud, divisando desde este punto a nuestros pies el valle que forma el río Chico y sobre este dominado el espacio la silueta del Castillo de Ucero.
Al contrario de lo que pudiera parecer por su epíteto y en la creencia generalizada de que por aquí pasa la “Cañada Real Galiana”; ya que “Galiana” según la R.A.E. es una vía pecuaria y un topónimo usado por los antiguos pastores de ganados trashumantes para designar a las cañadas; esta se sitúa a unos 20 km. en línea recta en dirección a levante, pasando por las cercanías de la pintoresca y turisteada aldea de Calatañazor. Llegando en su discurrir hasta tierras ciudadrealeñas cruzando por Rivas-Vaciamadrid, población que por la situación social de los asentamientos “irregulares” existentes en los terrenos de esta vía pecuaria y Valdemingomez, ha sido en ocasiones noticias de los tabloides informativos.
Sobre las caminatas que por aquí se pueden realizar no voy a explayarme, pues ya hay suficiente información sobre ellas en todos los sitios en los que se quiera hurgar, ya que es de los lugares más "promocionados" y no solo por los entes sorianos. Si que tengo previsto dedicar próximamente unos párrafos a la ruta que recorre el Castillo de Ucero y sus alrededores, al ser bastante interesantes desde mi punto de vista y estar fuera de los ajetreados circuitos del interior del Parque Natural.
Si quiero al escribir estas letras, dejar constancia de los recuerdos que me traen estos paisajes ahora harto conocidos, pero en la década de los 70 cuando la afluencia humana aquí no era tan abrumadora, las sensaciones que corrían nuestros cuerpos al recorrer estos parajes eran aun más fuertes. Días de amaneceres nevados, de recorridos solitarios hasta el Puente de los 7 Ojos, solo escuchando el sonido de la naturaleza. El vivir experiencias extrasensoriales algunas noches "especiales", en las que las cabezas se nos cargaban en exceso hasta casi explotar y no por espirituosas bebidas, el fallo de aparatos magnéticos y no por falta de pilas, situaciones que daban certidumbre a quienes
afirman la existencia de "fuerzas magnéticas y telúricas" en estos situados. El sorpresivo y sorprendente encuentro con una furgoneta electoral del P.S.O.E en el año 1982, cuando Felipe Gonzales llegó a la Moncloa. El descenso en valsas durante una crecida de todo el trecho fluvial entre la ermita y el puente de Ucero, así como recorrer expuestas y atrevidas trochas por en medio de las paredes verticales en el tramo que hay entre el Barranco de Valderrueda y el Barranco de la Calzada, o el poder escuchar un concierto en la Sala del Bosque de la Cueva La Galiana (con nuestros propios medios).Son recuerdos que todavía los tengo muy activos en mi mente, aun habiendo pasado como 45 años de aquello, en la sensación de haberlos vivido con enorme intensidad y acompañado por grupo de entrañables personas………… con las que aun, pasado ese tiempo sigo disfrutando. Espero que vosotr@s disfrutéis también leyendo estos párrafos.
Espléndido reportaje, Pablo. Muchas gracias.
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