Con esta entrada-articulo completo la trilogía dedicada a la Isla de Menorca, comenzando el primero de mi reclusión, internamiento y aislamiento coronavirulesco.
Situada en medio mitad del Mediterráneo occidental, esta isla, la segunda en tamaño del archipiélago Balear, se encuentra ubicada a 275 km. del Delta del Ebro, a 350 de la italiana isla de Cerdeña y a mitad de camino entre Malta y Gibraltar. Un lugar estratégico, codiciado en cada época por los países dominantes en el control de las rutas por todo el Mediterráneo.
De unos 700 kilómetros cuadrados, mantiene un paisaje sin
grandes elevaciones donde predominan las colinas, con unas pocas áreas llanas
de reducidas dimensiones, estando su máxima altura situada en el Monte Toro a
358 m. prácticamente ubicado en medio de la isla. Posee una abrupta costa norte
con fuertes y vistosos acantilados, al contrario que la sur, donde la
desembocadura de torrentes ha creado sugerentes calas, la mayoría con pequeñas
y bellas playas de arenas finas, donde las aguas son inusualmente transparentes
y ricas en biodiversidad.
De todo el archipiélago balear Menorca es la menos
conocida, pero sin duda la mas sorprendente. Resaltando sobre las demás la pureza casi inalterable de su primigenia naturaleza, siendo pocas regiones del territorio europeo las que puedan ostentar la categoría de tener declarados como protegidos dos tercios de su geografía, contando con gran parte de su litoral sin el cáncer especulativo del urbanismo playero descontrolado, así como de poseer la mitad de sus calas y playas de una virginidad absoluta, teniendo que aproximarse a ellas caminando como único medio de acceso.
Su impoluto paisaje es la añadidura de todo lo demás, siendo
la contemplación de sus atardeceres, o amaneceres………… para los que sean
gustosos de madrugar, una práctica habitual en cualquier temporada y además
gratuita. Con el añadido, de que al ser esta isla el punto más oriental de toda
España…………... es justo por donde amanecen los días.
He de resaltar la producción artesana de su producto más
codiciado, el afamado queso con denominación de origen Mahón-Menorca. También
de las acreditadas abarcas menorquinas (zapatillas veraniegas), de las que
podremos observar tiendas y fabricas por toda la isla. Y como no su producto
más internacional aunque de disputado origen, la "mahonesa", inventada aquí, pero con intenciones apropiatorias por parte de nuestros vecinos "gabachos".
Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, árabes, aragoneses y hasta turcos, pasearon sus tierras y navegaron sus aguas. Habiéndoles dejado herencia cultural todas las civilizaciones que por ella han pasado, en especial la de sus ancestros pobladores, a través de un patrimonio megalítico único en el mundo, la Cultura de los Taialots. No debiendo olvidar la fama "los honderos" (tiradores de honda) menorquines, que los ejércitos cartagineses y romanos emplearon con destreza en sus distintas guerrerías.
Siempre he comentado de la intensidad, ardor, vehemencia, inconsciencia e incertidumbre, vivida por nuestro país durante el inquieto siglo XIX, pues en Menorca su azarosa historia se adelantó 100 años, teniendo un movidito siglo XVIII. Ya que durante el periodo comprendido entre
1707 y 1802 la isla pasó por tres períodos de ocupación inglesa, un corto
dominio francés, y unos años de reincorporación a la soberanía española. Estos
hechos acaecidos ya hace ahora trescientos años, han generado sin embargo una
fuerte personalidad en sus gentes, su arquitectura y en la idiosincrasia de la
isla, es por ello bien se merecen unos párrafos en estas páginas.
La guerra de sucesión en España entre Borbones y Habsburgos
(Austrias), generó en Menorca una contienda interna entre los partidarios de
Felipe V (el borbón) y Carlos III (el carlista), que si en un principio tomo
mayoría por los de Felipe, se trunco hacia los de Carlos, para que con la ayuda
de los franceses, los borbónicos recuperasen finalmente la isla entrando
victoriosos a Ciudadela en enero de 1707.
Más poco duró esta pírrica victoria, ya que los
"metomentodo" de los ingleses (amiguitos de los carlistas), se
apoderan navalmente de la isla en septiembre de 1708. Y como son, tal como son,
si al principio reconocieron la soberanía de la isla a favor del aspirante
Carlos, pronto se dieron cuenta del potencial estratégico de Menorca y se
quedaron con ella como si de un territorio más de sus lluviosas y frías islas
se tratase, confirmándose esta estrategia a través del tratado de Utrecht, que
firmado un 14 de abril, pero del año 1713, cedió a los sajones tanto la isla de
Menorca como el Peñón de Gibraltar (que como todos conocemos aun sigue entre
sus apropiaciones), manteniendo la expansión imperialista de estos hijos de la
Gran Bretaña, vicio irredento que más tarde retomaron sus primos de la otra
orilla del Atlántico, los Unidos Estados de la América del Norte.
Por aquel entonces la capitalidad de la ínsula la ostentaba
Ciudadela, pero al gobernador británico Richard Kane, ante el rechazo hacia sus
ademanes de los ciudadelanos, traslado en 1722 la capital a Mahón como
represalia a hacia ellos, mermando el desarrollo de la misma en favor del gran
puerto de levante.
Este controvertido gobernador inglés, fue el promotor de la
ejecución de una nueva vía de conexión del este y oeste insular, permitiendo que
provisiones, carros de artillería, tropas y municiones,
consiguieran transitar con más agilidad desde la Torre de Sant Nicolau en
Ciudadela, hasta el Castillo de San Felipe en la entrada del puerto de Mahón. Sirviendo
de alternativa más rápida a la existente, que hasta entonces cruzaba por los
pueblos del interior, donde los soldados britanicos eran silbados y abucheados
por los payeses locales, que los veían como enemigos y ocupadores. Conocido
como "Camí d'en Kane o Kane
Road", esta nueva comunicación no costó ni una libra a las arcas del
rey inglés, ya que se obligo a que fuera pagada, realizada y mantenida de forma
inapelable por los isleños, teniendo que trabajas en ella de forma gratuita con
el sudor y lágrimas de todos los menorquines aptos para ello. Convertida en una
carretera impopular por estos motivos, lo que al parecer indujo su retraso y
financiación, provocó que durante más de una generación, ningún menorquín utilizase
este nuevo trazado para su tránsito o trasporte.
Una mañana de abril (día de Pascua) de 1756, ante la
aquiescencia de sus ciudadanos, desembarcan en Ciudadela 12.000 soldados franceses,
que atravesando la isla se dirigen a tomar la zona de Mahón en manos de los
ingleses. Tras un arduo combate marino entre las escuadras británicas y
francesas, la victoria se inclino hacia estos últimos. Es durante este periodo
cuando los franceses fundan la población de Sant Lluís, erigiendo una iglesia
al rey que dicen fue santo, pero que persiguió a los "cataros" del
sur francés, hasta exterminarlos.
Tan solo 7 años duran los gabachos en la isla, nuevos
pactos y repartos internacionales devuelven la posesión a los británicos tras
la firma del tratado conocido como la "Paz de Paris" de 1763. Siendo
durante este periodo cuando los súbditos del rey Jorge fundan a la entrada del
puerto de Mahón la población de Es Castell (Villacarlos), a la que apodan como
Georgetown en honor a su soberano. Es esa agradable y marinera población el
primer territorio del país en ver amanecer, al ser la que está situada más al levante
(el punto más oriental de España es la cercana Punta de S´Espero - Fortaleza de la Mola, en la bocana del puerto de Mahón).
Durante el verano de 1781 una escuadra franco-española,
desembarcó en las calas de Sa Mesquida y Alcaufar, sitiando el castillo de San
Felipe, que se rindió en febrero de 1782. Siendo precisamente la demolición de
este baluarte la primera decisión que tomó el nuevo gobierno español al
recuperar la soberanía de la isla. Y como casi siempre ocurre en nuestro país,
durante este periodo de autoridad hispana que apenas duro 17 años, en vez de
realizar carreteras nos enfrascamos en ver donde se pone la ubicación del obispado
si en Mahón o Ciudadela, despertando de nuevo las rivalidades, recayendo sobre
la segunda la decisión, merecedora de la misma por su magnífica catedral.
Aun queda para terminar el agitado siglo pasar por otro
aunque breve periodo de ocupación inglesa, entre 1798 y 1802.En noviembre de
1798 un importante contingente de tropas británicas es desembargado en Port
D'Addaia al noreste de Menorca, tardando 10 días en controlar la isla e
instaurar de nuevo la ocupación inglesa. Es durante este corto periodo cuando
visita la isla en 1799 y ¿1800?, Horacio Nelson, el afamado marino y almirante
de la Real Flota (quien nos diera chicharrón en Trafalgar cinco años después),
donde mantuvo amores impropios con Lady Hamilton, esposa
del embajador británico en Nápoles.
Menorca vuelve definitivamente a manos hispanas en 1802, a través del Tratado de Amiens, que sellaba una frágil paz entre los ingleses y los franceses. Curioso e el hecho que cuando se estaba efectuando la ceremonia de entrega de la isla, recalaba por la entrada del puerto de Mahón un buque británico, con el urgente mandato de las autoridades anglosajonas que no entregar la isla al reino de España. Este retraso del navío cambio la historia de esta isla.
Cuando los
gobernantes hispanos pusieron los pies en esta isla se encontraron una
población con hábitos muy diferentes a las otras islas del archipiélago. La
ocupación anglosajona había conducido a Menorca hacia la modernidad. Las
ciudades de Ciudadela y Mahón, se habían convertido en puertos dinámicos que sustentaban itinerarios
mercantes con las más importantes escalas del Atlántico
del norte y por su puesto del Mediterráneo. El idioma catalán era lengua compartida con el inglés, y la Iglesia (que se había mantenido en
el catolicismo) había dejado de tener
el gran poder y dominio que siempre mantuvo sobre la
población y sus gobernantes.
Con la llegada de los españoles, las nuevas autoridades
prohibieron el catalán, como ya lo habían hecho un siglo antes en Valencia, el
resto de Baleares y Cataluña, suprimiendo también el inglés. Nombraron así
mismo un nuevo obispo, por su puesto "castellano", que se dedico
fundamentalmente a erradicar el idioma vernáculo de entre la población y de la
iglesia. Medidas que consiguieron atrasar la isla, hasta el punto de cuando fue
ocupada por los británicos, no recuperándose su actividad hasta pasado un nuevo
siglo, o sea 200 de retroceso.
De sus poblaciones destacar que las más importantes están
en la costa Mahón (Maó) y Ciudadela (Ciutadella), quienes figuraron como
capital en alguna de sus épocas, también es destacable el pueblo de pescadores
de Fornell con su británica torre (la mejor conservada de toda la isla). Que situado al abrigo de
una bahía de la costa norte, es afamado por ser donde dicen, se come la mejor
Caldereta de Langosta de la isla, el plato mas ensalzado de Menorca (también el
más caro y aquí más aun).
Del interior destacar la tranquila y gustosa población de Alaior, con sus callejas de impoluto blanco y su carnaval de febrero. Fiestas que se celebran en torno al singular personaje de Bernat Figuerola, el viejo, pícaro y licencioso zapatero de Alaior que se marchó de la ciudad para buscar fortuna en América alrededor de los años 30, y cada último martes de Carnaval se representa su muerte e incineración, dando lectura a su testamento lleno de ironía, repartiendo crítica a diestro y siniestro, contribuyendo de paso a plantear algunos problemas del municipio.
Del interior destacar la tranquila y gustosa población de Alaior, con sus callejas de impoluto blanco y su carnaval de febrero. Fiestas que se celebran en torno al singular personaje de Bernat Figuerola, el viejo, pícaro y licencioso zapatero de Alaior que se marchó de la ciudad para buscar fortuna en América alrededor de los años 30, y cada último martes de Carnaval se representa su muerte e incineración, dando lectura a su testamento lleno de ironía, repartiendo crítica a diestro y siniestro, contribuyendo de paso a plantear algunos problemas del municipio.
Mahón es una ciudad
(capital actual de la isla) con una complicada geografía, que la construcción
de un ascensor entre el puerto y el Claustro
del Carme está intentando suavizar. De ella cabe destaca sobre todo su
puerto natural con 6 km. de longitud, ansiado por las grandes civilizaciones de
la antigüedad y las grandes potencias europeas que querían controlar el
Mediterráneo a mediados de milenio. La Iglesia
de Sant Francés que se reparte con el interesante Museo de Menorca, el Ateneo,
Teatro, Ayuntamiento, las Iglesias de Santa
María y El Carme, así como el
original y simpático Mercado de Pescados.
También sus miradores hacia el puerto de los que puedo reseñar hasta seis en la
parte vieja de la ciudad. Además de la curiosa tienda de la Calle del Arrabal 7,
junto al Portal de Sant Roc (único resto que queda de la vieja muralla). Ca S'esparter (Armería Escudero) es una
genuina tienda que hay que ver en Mahón, si o si. Fundada en 1815 y con más de
200 años, parece estancada en el tiempo. Y para los que estén interesados en un
sitio para comer y no liarse mucho la manta a la cabeza: "Ca´n Nito /La Marina", Moll de Llevant 15, en el puerto,
casi enfrente de la Oficina de Turismo, un menú accesible que lleva una muy
aceptable "Caldereta de Langosta."
Ciudadela con su aristocrático casco antiguo, recogido en el interior de la Contramurada (la antigua muralla de la
ciudad) forma un conjunto bonito, señorial, tranquilo y dimensionado a escala
humada, con una luz especial y un gusto refinado sin estridencias ni
sobrecargas comerciales. Limitado al oeste por su embaucador y sereno Puerto, que nada tiene que ver con el
de Mahón, pero que le da un toque de distinción y elegancia, al que se asoman
en los meses turísticos cantidad de bares y restaurantes, pero que durante los
meses invernales mantiene el sabor de lo autentico.
Recorrer su peatonal barrio historio desde la Plaza de Born, circundada por edificios
señoriales que pertenecieron a la burguesía menorquina, pero con una apariencia
a recia arquitectura señorial, que se mantiene por el interior de sus
callejuelas. La luminosa Catedral
(antigua mezquita) y su plaza, la calle Ses Voltes y sus
soportales arqueados encalados de impoluto blanco, la Plaza Nova y sus terrazas al sol....... o a la luna, la Calle Seminario repleta de edificios
singulares y artesanos, y el Mercado
con sus restaurantes donde descansar a la hora de comer (abstenerse de hacerlo
en el "s'aguait" aunque la
terraza nos parezca sugerente). Pero si quieres darte el gustazo bien, acércate a cenar hasta "Es
Tast de na Silvia"en Carrer de Santa Clara 14, seguro que no te defraudarán.
Todo el entorno de la villa nos sugiere volver a cualquier hora del día
y la noche, las sensaciones nos envuelven al pasear por sus calles.
Al que le guste el bullicio y los caballos que se acerque a estas callejas para las fiestas de Sant Joan (24 de junio), donde tendrán asegurados sus deseos tanto de animación como de la presencia de bonitos ejemplares equinos, que bien dirigidos y entrenados se mueven con pericia entre la multitud.
La práctica totalidad de los edificios de la isla fueron
construidos con "piedra de marés", una arenisca muy compacta que se
creó durante el cuaternario. A las Afueras de Ciudadela, pegadas al cinturón de
circunvalación que por aquí llaman "Ronda", se encuentran las
antiguas Canteras de S'Hostal que
ahora se han recuperado a través de la fundación "Lithica", donde podemos realizar un recorrido de
aproximadamente una hora entre unos paisajes diferentes y espectaculares.
Encontramos las canteras modernas donde se ha realizado un laberinto con
bloques de este material lítico. A continuación se recorren las antiguas en las
que se trabajaba a mano, y donde se ha realizado un recorrido botánico.
Descendemos hasta los geométricos fosos donde podemos observar hasta que punto
el lugar es grandioso, comprobando nosotros mismos los métodos de como se
extraían estos bloques pétreos.
Menorca es una delicia de lugar que debemos visitar y
tenemos que cuidar, ya que no lo han estropeado ¿aun? los intereses
especulativos, pero hoy en día hay quien se está dedicando a comprar la isla a
trozos para usos que aún se desconocen. Víctor Madera, quien fuera propietario
de Clínicas Quirón y presidente de Capio; conocido durante los tiempos de
gobernanza pepera como beneficiario de las privatizaciones hospitalarias; está adquiriendo
grandes fincas de manera compulsiva, siendo en la actualidad el propietario del
1,5 %, de Menorca, con un patrimonio últimamente conseguido de 7 grandes fincas
y una isla.
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