Son el grupo formado por Maruja Mallo,
Margarita Manso, Concha Méndez, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, María
Zambrano, María Blanchard, María Teresa León, Ernestina de Charpourcín, Ángeles
Santos, Carmen Conde, Remedios Varo, Marga Gil Roësset, Zenobia Campubrí o Rosa
García Ascot entre otras.
El sobrenombre de Las Sin Sombrero
les viene por lo acontecido un día de finales de la década de lo años veinte
del pasado siglo, al pasear por la madrileña Puerta del Sol el grupo formado
por Maruja Mallo, Margarita
Manso, Federico García Lorca y Salvador Dalí.
Llevaban sombrero, ya que todo el mundo por aquella época lo usaba, pues
era signo de elegancia y distinción. Pero estos cuatro amigos, geniales "surrealistas",
decidieron quitárselo transgrediendo la norma, lo que causó el consiguiente escándalo
y algarada entre los transeúntes presentes, que de primeras comenzaron a
insultarlos al grito de ¡maricones! e incluso apedrearlos, pues veían en esta
acción tan libertina, un desacato a las pautas establecidas…… una obscenidad. Desde
aquella anécdota, ir sin sombrero pasó a entenderse como un acto de modernidad
y transgresión. Y para el resto de las mujeres, romper la norma de tener el
papel de complaciente esposa, madre, ama de casa o incluso de musa. Con este
acto de rebeldía, decidieron convertirse en protagonistas de su propia vida, en
seres libres, participando sin complejos en la vida intelectual y artística de la
España que pudo y no fue,....... rota por la sublevación armada de los militares contrarios a la legalidad republicana.
Transcribo a continuación el artículo
elaborado por Susana Albarrán y
publicado en la revista "El Salto" de marzo de este año. En el que se narra una de las
visitas guiadas por Madrid, recorriendo los lugares frecuentados por estas mujeres "Sin Sombrero"
Un paseo con Las Sin Sombrero por Madrid
Domingo, un grupo de mujeres recorre
las calles de Madrid siguiendo el rastro de aquellas que cambiaron la historia.
Domingo de febrero, fresco pero despejado, me apunto al paseo de Las Sin
Sombrero que organiza la historiadora Julia Soria. Voy con puntualidad
madrileña, o sea, tarde. Corro hasta llegar a la Plaza del Rey y, por fin, veo
al grupo. Después de unos minutos comienza el paseo justo al costado del
edificio que hoy alberga oficinas del ministerio de Cultura y Deporte. Aquí se
puede ver, escrito en una placa: “Esta fue la sede del Lyceum Club Femenino
(1926-1939)".
El itinerario es uno de los 16 que
ofrece Julia, experta en Memoria Histórica y Guerra Civil Española, a través de
Experimenta Madrid, con la idea de descubrir la ciudad con otra mirada. Una que,
lejos de la opulencia y la exuberancia del típico Madrid de Los Austrias, recupera las historias
de resistencia que también se fraguaron en sus céntricas calles.
No son los edificios los
importantes, es la historia de los personajes olvidados que también ocuparon
ese espacio, los acontecimientos que no relacionarías con un monumento o un punto
de la ciudad, sino a través de estudio y mucha vocación, como la de Julia. “El
cómo cuento la historia de Madrid parte de mi abuela, que murió hace tres meses
con 105 anos, con una memoria prodigiosa. Ver la guerra como la contaba mi
abuela, una mujer del barrio de Lavapiés, eso te obliga a ensenar Madrid de
otra manera”, dice la historiadora. Pero, sobre todo, quería hablar de las
mujeres, y para ello, había que hablar de Las Sin Sombrero. Cuenta Soria que lo
que hicieron fue coger “el relevo” en las calles, de los libros y el documental
de Tania Balló.
Hasta que vio la luz el documental
de Las Sin Sombrero (RTVE, 2015) y el libro de Ballo (Planeta, 2016) del mismo título,
los nombres de María de Maeztu, María Teresa León, Clara Campoamor, Vitoria
Kent, Zenobia Camprubi, Maruja Mallo, María Zambrano y Marga Gil no gozaban de
un certero lugar en la historia y, por tanto, no se podía comprender a la Generación
del 27 en toda su amplitud. Porque ellas también estuvieron allí, no solo los
señores cuyos nombres y biografías memorizamos en la escuela. Junto a ellos
—ahora lo sabemos—, mujeres inteligentes e intelectuales, artistas, disidentes políticas
y LGTBIQ, académicas y autodidactas. Ellas desafiaron no solo los
convencionalismos de la época sino al régimen franquista: a algunas, les costó
el exilio.
Compartieron tiempos en los que
acceder a la universidad dependía de la recomendación del decano. Se les
imponía ir a las clases acompañadas de un bedel, y todo para obtener solo el titulo
de oyente.
El
recorrido del paseo nace estrictamente en la casa de las siete chimeneas,
porque fue allí donde empezaron a juntarse diversas mujeres “conocedoras tanto
de su condicion de mujeres, como de su condición de intelectuales”, destaca
Soria. María de Maeztu fue su fundadora y presidenta. Ella, tras conocer el
Lyceum de Londres, trajo la idea a Madrid. Allí coincidieron mujeres
extraordinarias, cuenta la historiadora, “señoras potentísimas que vivieron en
aquel caldo de cultivo de 1926, a punto de terminar la dictadura de Miguel Primo
de Rivera, y después la explosión del Lyceum en 1931 con la proclamación de la
segunda Republica”.
Las
Sin Sombrero también coincidieron con sus compañeros intelectuales ya que no
estaba prohibida la entrada de hombres a su club. Podían usar la biblioteca,
los salones, el laboratorio, pero no pertenecer a la junta directiva. Así,
Federico García Lorca estreno en el Lyceum Poeta en Nueva York y Marie Curie
ofreció una conferencia sobre ciencia, ese era el prestigio que el liceo se
había forjado.
Todo
ese auge se truncaría en unos anos. No tardaría en llegar el golpe que
iniciaría la guerra civil y luego la larga dictadura de Franco. Con esta, la
conversión de ese espacio de mujeres libres en la sede central de la Sección
Femenina. La antítesis de un lugar en el que nunca existió ninguna bandera, ni
signo religioso. “Fue el primer lugar en toda España en el que hombres y
mujeres empiezan a hablar libremente de su orientación sexual”, afirma Julia
sin titubeos.
La
memoria de un exilio
Caminamos hacia la segunda parada,
muy cerca. El actual Instituto Cervantes, un antiguo banco de monumental
fachada en la esquina que forman las calles Barquillo y Alcalá, es pretexto
para hablar de la filosofa María Zambrano. La primera mujer reconocida con el
premio Cervantes, en 1988, tuvo una vida intensa, cruzada por dos guerras. Participo
en las Misiones Pedagógicas de la II Republica, es decir, “un carromato, y dos
burros, lleno de libros” —describe nuestra guía— que llevaron cultura y
educación a zonas recónditas de España. Amigas y amigos de Zambrano eran parte
del profesorado: Antonio y Manuel Machado, María Lejárraga, Elena Fortun,
Miguel Hernández y García Lorca. En el 36, junto a su esposo el historiador
Alonso Rodríguez Aldave, vino el primero de varios exilios y destierros entre
América Latina y Europa. Ejerció de profesora de filosofía, dando conferencias y
publicando artículos y ensayos. El reconocimiento tardío de su obra en los
ochenta la hicieron volver a España. A pesar de su frágil físico, siguió
trabajando y su lucidez la acompaño hasta el final.
Nos alejamos en dirección a Cibeles
y tomamos la mediana del Paseo del Prado hasta llegar a la glorieta de Neptuno.
Desde allí se pueden ver los hoteles Ritz y Palace, un poco más lejos el Museo del
Prado. Tres vértices de un amplio triangulo en las que otras Sin Sombrero
dejaron huella: Zenobia Camprubi, y María Teresa León.
De acomodado origen pero espíritu
libre, Zenobia viajo por todo el mundo antes de instalarse con su madre en
Madrid. Con amplios conocimientos de idiomas y literatura, fue también
escritora, maestra y periodista. Seria conocida también por sus generosos actos
de sororidad. Abrió dos tiendas de Nuevo Arte Español, una
en la calle Serrano, y la otra en la Quinta Avenida de Nueva York, donde vendía artesanía hecha por mujeres del ámbito rural, a quienes devolvía íntegramente lo obtenido en las ventas. Su compromiso con el bando republicano en la guerra civil le llevo a organizar —primero en Lavapiés y Vallecas— una red de formación de enfermeras para atender a los heridos, especialmente en el Palace y el Ritz, convertidos en hospitales de sangre durante el conflicto. El poeta Juan Ramón Jiménez se convirtió en su esposo, con el compartió su vida profesional y personal, y juntos marcharon al exilio. Enferma de cáncer, Camprubi murió unos días después de atender la llamada que le anunciaba el premio Nobel para Juan Ramón.
en la calle Serrano, y la otra en la Quinta Avenida de Nueva York, donde vendía artesanía hecha por mujeres del ámbito rural, a quienes devolvía íntegramente lo obtenido en las ventas. Su compromiso con el bando republicano en la guerra civil le llevo a organizar —primero en Lavapiés y Vallecas— una red de formación de enfermeras para atender a los heridos, especialmente en el Palace y el Ritz, convertidos en hospitales de sangre durante el conflicto. El poeta Juan Ramón Jiménez se convirtió en su esposo, con el compartió su vida profesional y personal, y juntos marcharon al exilio. Enferma de cáncer, Camprubi murió unos días después de atender la llamada que le anunciaba el premio Nobel para Juan Ramón.
María Teresa León, escritora y amante
del arte en todas sus formas, fue secretaria de la Junta de Defensa del Tesoro
Artístico Nacional. Asediada Madrid por el bando nacional en la guerra civil coordino
con determinación, paciencia y cuidado, los trabajos que salvarían lo más
preciado del tesoro cultural del Museo de Prado del expolio y de las bombas,
ayudando incluso con sus propias manos. Su vida corrió peligro bajo el régimen
franquista, como la de muchas de sus compañeras de liceo, y también partió al
exilio.
Dos
amigas
Frente al Congreso de los diputados,
nuestra guía narra la historia de dos grandísimas amigas también asiduas al
Lyceum, las abogadas Clara Campoamor y Victoria Kent. Compartían su amor por el
derecho y la justicia. Su trabajo conjunto trajo la conquista de derechos fundamentales
para las mujeres. “La mujer debe sumisión al hombre, y el hombre respeto a la
mujer”, decía el artículo 18 del código civil. Fueron Kent y Campoamor quienes
lo reformularon en la redacción que conocemos hoy: “El hombre y la mujer se
deben respeto mutuo”. Fueron ellas también quienes llevaron el artículo 238 del
código civil —que penaba con destierro de 15 kilómetros al hombre que mataba a
una mujer en situación de adulterio— al código penal, convirtiendo directamente
las condenas en cárcel. El resto es historia. En octubre de 1931, su
confrontación en torno al reconocimiento al sufragio efectivo de las mujeres
españolas en el pleno del Congreso, separo sus caminos para siempre, pero para
la historia de las mujeres significo un antes y después.
Subiendo por la calle Fernanflor y
callejeando llegamos a Alcalá hasta apostarnos frente a la Real Academia de la
Bellas Artes de San Fernando. Julia no se detiene en contar ningún detalle del
edificio sino que entra de lleno a narrar las historias de dos artistas que fueron
ilustres alumnas de esta escuela. Marga Gil, quien a los 13 años ya ilustraba
los cuentos que escribía su hermana Consuelo. Llego también a dominar con
maestría la escultura en piedra y granito. Su corta vida no le impidió codearse
con otros artistas. Convivio largas temporadas en casa de Zenobia y Juan Ramón.
Mantuvo incluso correspondencia con Saint-Exupery, y se intuye que fueron sus dibujos
los que inspiraron a los del autor de El Principito.
Maruja Mallo, pintora, vivió mucho e
intensamente. Como otras de sus amigas de liceo, estuvo comprometida con la
Republica. Como Zambrano, fue docente de las Misiones Pedagógicas.
Quitarse
el sombreo en Puerta del Sol
El famoso gesto corresponde a Maruja
Mallo, describe Julia. “Ella iba cruzando la plaza acompañada de su amiga
Margarita Manso, de García Lorca y Dalí, y deciden quitarse el sombrero. Lo histórico
a veces no parte de quien ejerce el hecho sino de quienes asisten a ese acto,
porque al cruzar la plaza les apedrean al grito de !maricones!”. Fue entonces,
narra la historiadora ante la veintena de mujeres que escuchamos expectantes,
cuando Maruja y Margarita fueron al Lyceum, donde contaron lo ocurrido. “En
solidaridad con sus amigas, muchas deciden ir a Puerta del Sol y repetir el
gesto. Cuando les preguntaron el porqué, respondieron: porque las ideas tienen
que ser libres y deben tener espacio para fluir”, termina el relato Julia.
“Ahora esto no nos parece un acto rompedor pero en aquel momento si lo era, y
ha trascendido hasta hoy”.
El primer paseo madrileño de las Sin
Sombrero —cuenta nuestra guía— estaba pensado para el 8 de marzo de 2017, pero como
se organizo la huelga feminista pasaron a darlo todo la semana previa a la
movilización. Así como aparecieron segundas partes del documental y del libro,
Las Sin Sombrero II, se ofrece ya como un paseo más de Experimenta Madrid. “Me
generaba mucha pena dejar fuera a algunas, las he estudiado tantísimas horas
que al final las coges cariño y parece que las conoces. Esta segunda parte
también empieza en el Lyceum, porque no todo era bonito e ideal, sino porque
también les pusieron muchas trabas”, concluye Julia. Elena Fortun, María
Lejarraga, Concha Méndez o Isabel Oyarzabal y muchas más componen ese segundo garbeo
de las Sin Sombrero, que pensamos darnos también por las calles de Madrid.
Final del paseo. Con la Puerta del
Sol de fondo nos hacemos la foto de rigor — quitándonos el sombrero— que hoy
día resulta una curiosa metáfora para mostrar nuestra admiración hacia estas
mujeres que desafiaron toda una época, y nos dejaron un invaluable legado para
la historia.
Una sola cosa apena a Julia de sus
paseos. A los hombres no parece interesarles. De los más de cien recorridos que
tiene a sus espaldas, nunca vino un hombre solo, todos —apenas uno de cada diez
participantes— acudieron acompañando a una mujer. Ellas si están, y lo disfrutan,
“se crea un clima muy bonito de complicidad, al final estas juntando a varias
generaciones, desde chicas jóvenes que se encuentran con mujeres de ochenta
años que les explican que era la sección femenina, o como no podían tener una
cuenta bancaria”.
Aquí finaliza el cuarto de los artículos elaborados durante mi
reclusión, internamiento y aislamiento coronavirulesco.
Una bonita manera de contar la historia del movimiento feminista lleno de intelectuales. Gracias a ellas, hoy pasean muchas sin sombrero.
ResponderEliminar