Enormes detonaciones a pocos metros de nosotros nos hacen
despertar, andábamos acampados a los pies del Piskerra, bombas y bélicas
explosiones, seguidas de ráfagas de ametralladora, se repitieron una y otra vez
durante un buen rato. Por un momento creímos estar en una gran batalla, en
medio de ese "Territorio Comanche" que Pérez Reverte nos relató en su
novela, pero no, despertábamos en Las Bárdenas Reales hace 24 años, a los pies de
sus escarpados y erosionados "cabezos", y a un centenar de metros del
campo de tiro del Ejército del Aire. Hoy un cuarto de siglo después, las cosas
de la industria armamentística por estas latitudes no han cambiado. Aun
habiéndose declarado estos parajes Parque Natural y Reserva de la Biosfera, las
dianas siguen en medio de estos secarrales, aunque la actividad parece que ha
menguado, será que también han llegado los recortes hasta aquí o que ya no nos
visitan los Phantom de los USA. Es por ello inentendible para el racional
humano que aspiro ser, plantearme cómo es posible la convivencia de espacios
acotados al pacifico publico que quiere pasear aéreas como las del Rallón, La Ralla, La Gorra, Piskerra y la Balsa de
Zapata durante los meses de cría de aves de rapaces, de Marzo a Junio; con la
serenata de fuegos de artificio bélico por parte de los juguetes voladores de
los militares, que practican su puntería durante todo el año probando sus
obuses y misiles, algunos de los cuales, sin explosionar, puede visionar y
hasta fotografiar, a lo largo de la pista que recorre el exterior del polígono
militar, en aquella mi primera visita a estos enigmáticos territorios.
Algunos años antes de aquel periplo, en diciembre de 1983
(ahora es cuando me he documentado), estas instalaciones militares fueron
destruidas por un atentado de E.T.A. (Movimiento Vasco de Liberación según el Aznar de 1998), en las que "los
barbaros del norte" usaron 40 kilos de Goma 2, resultando heridos un
teniente y dos soldados. Es curioso también saber cómo se decidió hacer este
campo de tiro aéreo. Corría el año 1951, en plena carencia de la España
franquita, José Daniel Lacalle Larraga, nacido en Valtierra, pueblo de las Bárdenas,
militar de alto rango del ejército del Aire y más tarde ministro de Altos
Vuelos, tuvo la feliz idea de proponer al dictador estos terrenos para en ellos
practicar el "tiro con aviones", y así se hizo, pagando un arriendo
anual por las 2.222 hectáreas de 20.000 pesetas anuales durante un periodo de
25 años, periodo que ha sido prorrogado una y otra vez, percibiendo en la
actualidad 7 millones de €, que pasaran a ser de 14 a partir del año 2018.
Curioso es también el hecho de haberse visionado dos
fenómenos Ovni en aquel campo militar durante los primeros días del año 1975, y
en el día de Navidad de 1980, volvió a repetirse el hecho de otro avistamiento en
extrañas circunstancias. Estos expediente, bastante bien documentados, fueron
desclasificado como secreto oficial durante la década de los 90 del siglo
pasado por parte del Gobierno Español.
Ganas tenia de volver a estos lugares, desde que los
descubrí a través de los libros del vasco-francés Miguel Angulo, no había
vuelto, y no mucho han cambiado de aquel entonces: El Centro de Interpretación
del Parque, algunos carteles indicativos.......y algo más de afluencia de los
curiosos visitantes que ahora se acercan y que por aquellos principios de los
90, ni siquiera casi se sabía de su existencia. Pero los riscos, las cárcavas, la
desolación de su desértico paisaje sigue ahí. Las barranqueras del Piskerra y
los farallones del Rallón siguen allí, tan cual como estaban entonces.
Situados en el sureste navarro, en la denominada
"Rivera", el sur profundo de Navarra que recibe ese nombre por ser la
franja de tierra bañada por la gran depresión del Valle del Ebro, se hallan estos
territorio de paisajes singulares esculpidos por las lluvias torrenciales y viento,
el desierto más grande del continente europeo, un lugar tan sugerente como
extraño. En el que paradójicamente y a escasos kilómetros de estas yermas
tierras, en Tudela capital de la comarca y visita obligada para todo comensal
que quiera gustar la mejor verdura del mundo, se producen alcachofas,
espárragos y frutas altamente codiciadas.
En Tudela, es mi consejo hospedarse en el Hotel
Santamaría, muy cerca del barrio viejo y las antiguas juderías, donde podemos
por las noches tapear en sus tabernas de las que aconsejo: José Luis, Moncayo y
el Bar Muskaria en el que durante 43 años han estado sirviendo chorizos de
Logroño, pates y una buena selección de quesos. También debemos dedicar un
tiempo a callejear por sus intrincadas y recoletas callejuelas.
Las Bárdenas Reales es un territorio que ocupa 42.000
hectáreas entre Navarra y Zaragoza, con una altitud que oscila entre los 280 y
los 650 mts.. Su clima se caracteriza por veranos tórridos e inviernos fríos,
con largos períodos secos interrumpidos por esporádicas lluvias torrenciales, y
la invariable presencia del "cierzo", ambos protagonistas y escultores
de la mágica geografía de estos parajes. Ese viento penetrante que deseca cuanto
barre con su vigoroso soplo, erosionando la piel de las Bárdenas, arrugando sus
laderas, como arruga las curtidas faces de las gentes de estas austeras tierras
en los lindes de Rioja, Aragón y Navarra. Ese aire constante que se ha encargado
de tallar su riscos, creando dramáticos paisajes semejantes a los de otros
países lejanos, donde cualquier imagen podría pasar por estar en el clásico
Oeste Americano, de hecho aquí se han rodado unas cuantas películas ambientadas
en él.
En la denominada Bárdena Blanca, el perfil del horizonte
se nos presenta con formaciones mesetarias de capas intercaladas de diferente dureza
y porosidad al agua (arcillas, yesos y areniscas), formando cerros aislado
denominados por aquí "cabezos". Cuando la veta inferior es de un
elemento más blando o permeable, se erosiona antes que la franja superior,
creando formas tan características como la del Cabezo de Castildetierra,
emblema e icono de las Bárdenas. Los desplomes continuos de sus cárcavas, la
escasa vegetación y las lluvias torrenciales hacen que el paisaje cambie a
menudo, hasta el punto de que los arroyos varían su curso y las barranqueras
crecen varios metros de una temporada a otra.
Espacios que con las luces y las sombras de la tarde,
junto a los cielos barruntando tormentas, le confieren aun más ese tono trágico
a estos paisajes. Un reino de silencio, de limpios horizontes, de sorprendentes
y fantasmagóricas formas, de profundos, secos y desgastados barrancos, de
laberínticas cárcavas, de inaccesibles riscos con caprichosas aristas,.........
un mundo casi mágico en el que la mano humana apenas ha dejado su huella, y que
solo los elementos de la naturaleza han sido capaces de dominar y diseñar.
Estos áridos territorios apenas han sido poblados a lo
largo de la historia, aunque bastantes yacimientos arqueológicos encontrados en
su interior confirman la presencia humana en la Edad del Bronce y del Hierro,
pero sus condiciones extremas no han permitido que estos asentamientos
prehistóricos hayan cuajado en núcleos habitados. De hecho su adversa condición
propicio que sirviera de divisoria entre el Reino de Navarra y los árabes
durante el comienzo de la Reconquista y frontera natural entre los valles
pirenaicos, la depresión del Ebro y el Sistema Ibérico.
La creación del reino de Pamplona primero y de Navarra
después y la guerra por la recuperación de los territorios musulmanes, fue
consolidando el hecho de que los las Bárdenas quedaran en manos reales, de ahí
su nombre, y que fueran cedidos sus usos a diversas entidades," los
congozantes". La ayuda en las batallas por parte de los habitantes de los
valles pirenaicos del Roncal y Salazar, se vio compensada con el permiso real
del uso de los suelos bardeños durante el invierno, para el pasto de los
rebaños de ovejas de estos valles navarros. Otros de los privilegios reales eran:
el aprovechamiento agrícola y ganadero, la tala de leña o el poder construir
cabañas, algunas de las cuales podemos observar en nuestro recorrido por estos
lugares, resaltando por si singularidad y simpleza la Cabaña de Pancho en las
proximidades del Castildetierra. No
obstante, estas dispensas reales nunca fueron gratuitas, y las poblaciones que gozaban
de estos derechos tuvieron que pagar tributos hasta principios del siglo XVIII.
La anexión del reino de Navarra a Castilla no originó
cambios en su organización. La propiedad se mantuvo en manos reales, siguiendo
y ampliando concesiones anteriores. La carencia de peculios por parte de la corona para financiar
los gastos de la Guerra de Sucesión, llevaron a las 22 entidades congozantes a ofertar
al rey la entrega de 9.000 pesos a cambio de la cesión en exclusiva y a
perpetuidad de la utilización y aprovechamiento de las Bárdenas, derecho que
fue concedido por el borbón Felipe V el 14 de abril de 1705 previo pago de
12.000 reales de ocho o "pesos fuertes" de entonces. Es desde
entonces que estos bastos terrenos son gestionados por estos usufructuarios
entes.
Las Bárdenas Reales carecen de núcleos urbanos, su vegetación
es escasa y las múltiples corrientes de agua que surcan el territorio tienen un
caudal marcadamente irregular, permaneciendo secos la mayor parte del año. Otra
de las curiosidades, es que no están adscrita, ni pertenece a municipio alguno,
al haber sido siempre una posesión real, propiedad que en la actualidad recae
en la Comunidad Foral de Navarra.
Las Bárdenas
fueron en la Edad Media un extenso territorio casi inhabitado, escenario de
asaltos, escaramuzas fronterizas y
refugio para facinerosos y bandoleros de todo pelaje, a los que se perseguía
desde unas pequeñas fortificaciones que se levantaron para proteger a los
viajeros que se aventuraban por ellas. Esta situación condujo a una veintena de pueblos limítrofes de Navarra
y Aragón a crear en 1302 una hermandad para defenderse. En uno de sus artículos
podía literalmente leerse: “Que cogiendo
a los malhechores in fraganti los ahorcasen, sin esperar orden del rey ni de la
justicia”.
La desmilitarización
al termino de las sucesivas guerras, por las que nuestro país ha pasado a lo
largo de su historia, y el hecho de que las tropas que en ellas participaban
estuvieran habituados con el saqueo y el pillaje, hizo que muchos de los
licenciados, al no tener otro oficio, se refugiasen en estos parajes para
dedicarse al fácil arte del robo.
Hoy estos también "licenciados" de nudo
corbatero grueso, camisa de cuello italiano y traje Armani, no usan trabuco,
solo notas manuscritas de su puño y letra, sobres sin remite y dirección,
billetes de 500, desconocidos "Porsches" maritales, mansiones en
Pedralbes y cuentas en esos paraísos fiscales en los que todo vale. Que bien
vendría ahora, si en vigor estuviera la ordenanza de esa hermandad de 1302, pero
no para ahorcarlos, porque uno es humano y está en contra de la pena capital,
si no para colgarlos por los "escrotos" en las farolas de las
principales avenidas de la ciudad, sirviendo de ejemplo y escarnio público.
El más temido de
estos bandoleros bardeños de pretéritos tiempos, fue Sancho Rota
(Sanchicorrota), considerado como “el rey de las Bárdenas”, al que acompañaba
su banda de treinta salteadores a caballo, cuyas monturas calzaban las
herraduras al revés para despistar a sus perseguidores. El rey Juan II, en
1452, organizó un ejército de 200 caballeros que cercaron su partida, pero
antes de ser capturado se suicidó con su puñal. El cadáver fue mostrado por los
pueblos, llevado a Tudela y colgado de una horca. Pero extrañamente no se usa
su nombre para asustar a los niños, sino que goza de buena reputación, e
incluso le llaman el Robin Hood bardenero, el Curro Jiménez de las Bárdenas,
pues se comenta que robaba a los ricos para dárselo a los pobres y como señalan
los cronistas “era muy cortés con los que robaba”. En el llano de La blanca, en un cerro cónico,
se erigió una cruz de piedra en el lugar donde Sanchicorrota puso final a su
vida... Una antigua y dolosa jota Navarra coreaba:
"Adiós, maldita Bárdena.
Me voy para no volver..."
"Adiós, maldita Bárdena.
Me voy para no volver..."
Pero
Sanchicorrota no fue el único. También está el famoso bandido “Moneos”, que fue
capturado tras robar una diligencia con un cargamento de merluzas (le
localizaron por el olor del pescado). En 1590 ordenó el virrey formar una
partida con 300 hombres de Tudela y 150 de Ejea de los Caballeros para capturar
a una banda de 50 gitanos, mandados por Gaspar de Malla y su secuaz Bustamante,
que estaban asaltando diversas zonas de la Ribera, aunque no dieron con ellos.
También en 1657 una cuadrilla compuesta por bandidos de Novillas, Fustiñana,
Azagra, Mallén, Borja y un francés llamado “el malo” asaltaron en las Bárdenas
de Caparroso a once arrieros cargados de aceite, seda, azafrán y almendras.
Cuarenta vecinos de Arguedas y otros tantos de Valtierra armados de arcabuces
salieron en su búsqueda aunque sólo pudieron capturar a uno, quien confesó que
se habían repartido el botín a partes iguales como buenos amigos. También
fueron perseguidos José Fernández de Allo, alias “el trapo”, en 1688, y
capturados Miguel Jiménez “el entendido” en 1666 y “el gordillo” en 1683.
En 1657, entre
Marcilla y la Venta de San Miguel, una partida de hombres con pañuelos en la
cara y la ropa vuelta para no ser reconocidos asaltaron una diligencia que
llevaba al delincuente apodado “mala cara”, robaron a seis portugueses que viajaban
de Madrid a Pamplona y soltaron al preso “mala cara”. El botín robado fue de
unos tres mil reales y pronto detuvieron a “mala cara” y al “Pardillo”,
mientras que el resto logró huir de la justicia: los hermanos Virto, Diego y
José de Ayala, Juan Garrido “el fraile”, José Olloqui “Chupón”, un tal Heredia
y un estudiante de cirugía de Corella llamado Pascual Mostajo, que era el
capitán de los bandidos.
En 1821 destacó
Gabriel Marcuello “Páxara”, quien asaltó el Palacio de los Escuderos de Mélida,
torturó y quemó viva a la dueña, doña Josefa Lapuerta. Tres de los asaltantes
fueron capturados y su líder condenado a la horca y a descuartizamiento. Su
cuerpo estuvo colgando tres horas, bajaron el cadáver e hicieron cuatro
cuartos: la cabeza la metieron en una jaula y la expusieron en Mélida, la
pierna izquierda se clavó en un poste junto a la Ermita del Yugo, mientras la
otra pierna y los brazos se colgaron en Caparroso, en Muruarte de Reta y en
Pitillas. Los nombres de sus secuaces que siguieron parecido destino eran:
Clemente Salas “el manco de Blesa”, Vicente Serrano “Chandarme de Plou”,
Baltasar de Gracia “el pusilador de Montalbán”, José Urtiles “el ruin” y Pedro
Royo “el rayado”, quien antes de morir fusilado gritó al pelotón: “Hace mucho
tiempo que debo la vida al rey, y ahora se la pago”. La información
sobre estos pendejos esta sacada de la web "Curiosidades
de Navarra".
Al igual que la Sierra de Guara es el "nirvana"
de los barranquitas, las Bárdenas es el paraíso de los ciclistas todo terreno
(BTT), al que se desplazan cantidad de
nuestros gabachos vecinos para disfrutar de estas inhóspitas
naturalezas.
Nosotros nos hemos adentrado en ellas para recorrer uno
de sus rincones más sugerentes, la zona del Piskerra y el Rallón. Para ello
partimos de Tudela en dirección a Arguedas, a los 12,5 km. y poco antes de
llegar a esta población nos desviamos a la derecha para introducirnos en el
Parque Natural de las Bárdenas Reales. Por carretera asfaltada llegamos al
Centro de Información y el Mirador de los Aguilares, poco después en un cartel
informativo, dejamos el asfalto que nos llevaría hasta la entrada de la Base
Militar y cogemos un desvió por pista de tierra que nos acerca hasta el
aparcamiento del Castildetierra, pasando por la Cabaña de Pancho antes de
llegar a él. Desde aquí continuamos por la pista que circunda el polígono de
tiro, no cogiendo ninguno de los desvíos. A los 6 Km. de Castildetierra sale un
ramal a la izquierda (pista del Caldero) a Carcastillo y 1.6 más adelante una
pista en no buen estado que nos llevara hasta la cabaña de Piskerra, en este cruce
es donde deberemos aparcar nuestro vehículo (mapa punto P).
La pista recorre
durante aproximadamente 1,5 km. las proximidades del Barranco de los Cambrones
hasta llegar al Rincón del Piskerra, unos centrares de metros antes de la
cabaña. Nos introducimos en los laberintos del Piskerra, hasta encontrar unas
escaleras en parte ya destruidas por la erosión que nos ascenderán hasta la "caseta
observatorio" (mapa punto 1), desde la que podemos tener una visión magnifica
de toda la planicie donde se ubica el campo de tiro, a nuestros lados y espalda
los barrancos y cárcavas que conforman los laberintos de la base del Piskerra,
que se alza justo por encima de nosotros. Retrocedemos y buscamos el camino,
para salir por una arista arcillosa hasta unos campos de cereal asentados en la
meseta que se forma ahora a los pies del pico.
La ascensión
hasta su cumbre es lógica, solo existe un paso entre los paredones arcillosos
que formas sus dos cumbres (mapa punto 2). A ellas llegamos y el panorama que
visionamos a nuestros pies es como una fabula, forma parte de esos paisajes que
solo podemos imaginar en los cuentos y en las películas fantásticas. El
laberinto desde aquí se presenta tal cual: un entresijo de barrancas, aristas,
y cárcavas enormemente erosionadas se extienden justo debajo de nosotros. A mi
mente viene el que Dédalo construyera en Creta para encerrar al Minotauro, en
el que no había salida por donde
escapar. También bajo nosotros El Hermanito, un capricho de la naturaleza que
aquí encontramos, un apéndice de la cumbre, aislado y separado de ella por una
decena de metros, como una seta arcillosa y alta de sombrero ancho, una nueva
reliquia de la erosión que estas tierras sufren desde la noche de los tiempos.
Descendemos justo
por la parte contraria y rodeamos la montaña por el norte hasta el punto donde
habíamos ascendido a la meseta, continuamos por ella, donde la mole del Rallón
nos vigila durante todo el recorrido. Estamos en lo que denominan la Plana del
Rallón, una planicie donde los campos de labor se intercalan entre los
barrancales. Rodeando unos y otros salimos hasta la Cañada Real de los Roncaleses,
que ni más ni menos se trata de un paso de los rebaños trashumantes con más de
1.000 años de existencia, toda vez que este eje nómada entre los valles pirenaicos y la Bárdena se viene usando
desde el siglo IX o antes. Este trasiego de pastores venidos del Norte hacia la
ribera del Ebro ha dejado su huella patente en la toponimia local, como en el
caso de Piskerra, del euskera, Bizkarra, loma.
Nos adentramos en
el desfiladero de La Ralla, otro
de los parajes singulares de la Bárdena, entre La Ralla y el Rallón, y por donde discurre la añeja cañada. Atajamos
para coger la pista que nos llevara a la plana cima del Rallón (mapa punto 3), una meseta bastante extensa, perfilada por un
sendero que la recorre en forma circular, pudiendo apreciar mientras caminamos
por él parte del recorrido ya realizado, y el que nos falta por completar.
El espectáculo se
repite, las vistas vuelven a ser impresionantes, en la lejanía junto a la base
militar los Tres Hermanitos, bajo nuestras botas un nuevo laberinto, a nuestro
alrededor los paredones que complementan su cumbre, el Circo del Rallón y en el
que divisamos parte de nuestro camino de descenso, la Arista Bonita o el Paso
de los Ciervos (mapa punto 4), a la que llegamos tras desandar parte de nuestro
camino. Un nuevo y mágico enclave de recóndito lugar, un paso natural y no muy
complicado por una hermosa arista de arcilla que nos deposita a los pies del
gran Rallón y en medio de su Circo. El sendero nos indica la salido del lugar,
y bordeando por su base estos parajes recorridos, llegamos de nuevo a la Cabaña
del Piskerra y a donde habíamos dejado nuestro vehículo.
El albor de las
primeras horas de la tarde nos despiden con esos contrastes que hacen que estos
riscos aparenten esa majestuosidad de la que hemos disfrutado durante todo el
día. Sus paredes se tiñen de ocres y sus cicatrices acentuadas con las luces y
las sombras a la caída del sol, les confieren un carácter más fantasmagórico y trágico,
estamos en un entorno irreal y fantástico, hemos caminado por los lugares más
espectaculares de las Bárdenas Reales.
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