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Llovía,
pero aun así estaba hermosa, yo diría más hermosa incluso que cuando está
colmada por esas gentes multicolores que a raudales la visitan llenando sus
lugares más atrayentes. Era marzo de hace dos años, y se respiraba serenidad al
pasear sus calles al anochecer con los reflejos de la lluvia caída en la tarde,
entre esas indefinidas y mágicas luces que forman los crepúsculos al pasar del día
a la noches, momentos en los que hasta se puede oler el pasado de esta
"Ciudad Eterna" como es Roma.
Justo
a nuestra llegada se consumaba una justificada huelga de trasportes, pues ya
comenzaban también por estas tierras los recortes impuestos para que todos
paguemos los que otros han gastado. Ello nos reafirmó en caminar plácidamente
la urbe, medio, el más idóneo para escudriñar cada rincón de ella. Así
paseándola, es cómo podemos descubrir su aroma y el verdadero color de sus
piedras, aunque más sugerente puede ser hacerlo en vespa, como puso de moda William Wyler en su película "Vacaciones
en Roma", con la elegante e inolvidable Audrey Hepburn llenándonos la gran
pantalla con su sonrisa y ansias de vivir.
Elegimos
para pasar unos días el hotel Cuattro Fontane, en la calle del mismo nombre. Tranquilo,
no muy grande, bien emplazado, situado enfrente del Palacio Barberini, donde
está la Galería Nacional de Arte Antiguo, pegadito al Quirinal, sobre el cual
teníamos una pequeña entrada justo debajo de la habitación, y no muy lejano de
la Fontana di Trevi, a la cual dábamos los buenos días al principio de cada
jornada, deseándole felices sueños al terminar nuestras andanza por la ciudad
en las noches.
No es
nuevo en este blog el comentar sobre Roma, otro artículo he referido a ella a
través de estas páginas (pincha aquí si estas interesado). En él dedicaba
únicamente mis letras a la urbe de los "tiempos cristianos", por ello
tenía pendiente recorrer su pasado como capital del Imperio de los Cesares. Pero
que difícil poder diferenciar en la metrópoli uno u otro, la Roma de los
Cesares, de la Roma de los Papas, donde los dos escenarios se superponen y
hasta la historia de ambos se cruza y se fusiona. Como en tantas otras ciudades,
pero especialmente en Roma, se levantaron construcciones con los despojos de
los restos anteriores, y así se nos muestra en realidad, cantidad de ejemplos de
ello hay a cada paso, en cada esquina, en cada edificio, en el pavimento
mismo........... a cada tropezón que damos al transitarla.
La
ciudad de las siete colinas, aunque no la única: Victoria en Argentina, Lisboa,
Valera en Venezuela, Barcelona, Asunción en Paraguay, Bamberg en Alemania, Edimburgo, Granada, Sucre en Perú, Estambul, Kampala en Uganda, Praga, Amán en Jordania, San Pedro de Guaranda en Ecuador, Toledo, Olinda en Brasil, Vilna en Lituania, Cagliari en la italiana Cerdeña y algunas mas
que no he sabido referenciar, están así mismo asentadas por esas siete colinas
como las de la Ciudad Eterna.
Estos
promontorios: Aventino, Capitolio, Celio, Esquilino, Palatino, Quirinal y
Viminal, que históricamente conformaron el corazón de la ciudad, se sitúan al
este del río Tíber, siendo protagonistas en gran parte
de su pasado histórico, referencia repetida muchas veces en la cultura popular,
así como de base argumental en infinidad de pasajes literarios. Estas colinas
figuran de forma destacada en la mitología romana, su religión y su política,
perdurando la leyenda que la ciudad fue fundada por Rómulo y Remo sobre el Monte
Palatino. Según ella, un hijo del héroe troyano Eneas, había fundado sobre la
orilla derecha del río Tíber la ciudad de Alba Longa, sobre la cual reinaron
numerosos de sus descendientes. Hasta llegar a los tiempos de Numitor y su
hermano Amulio, en el que este último destronó a su fráter, condenando a su
hija Rea Silvia a permanecer virgen como doncella de la diosa Vesta, en el
intento de evitar descendencia que pudiera disputarle el trono. Sin embargo,
Marte dios de la guerra, engendró en ella a los mellizos Remo y Rómulo, que al
nacer fueron arrojados al Tíber dentro de un canasto, siendo recogidos por una
loba quien los amamantó, hasta que fueron hallados y rescatados por un pastor
cuya mujer los crió. Ya mayores, los hermanos repusieron a Numitor en el trono,
decidiendo fundar una ciudad en la ribera izquierda del Tíber, donde habían
sido amamantados por la loba. Con un arado Rómulo trazó un recuadro en lo alto
del monte Palatino, delimitando la nueva ciudad, jurando que mataría a quien osara
traspasarlo. Enfadado, Remo cruzó despectivamente la línea, ante lo cual su
hermano le dio muerte, quedando entonces como el único y primer rey de Roma. Este
hecho según la historia de la antigua Roma, habría ocurrido en el año 754 a. C.
siendo la fecha con la que se asigna la fundación de la ciudad.
Por
ella pasaron, vivieron, crearon, gobernaron, etc. personajes como: Julio Cesar,
Augusto, Nerón, Calígula, Virgilio, Cicerón, Séneca, Petronio, Domiciano,
Trajano, Marco Aurelio, Casio, Marco Antonio, Octavio, Espartaco, Tito Livio,
Tácito, Ovidio y otros muchos. Estos y otros ciudadanos del imperio, que en uno
u otro sentido conformaron las esencias de su identidad, la convirtieron en el
centro del mundo por aquel entonces y ejemplo de culturas del mundo civilizado.
Llegando a tener en el siglo IV un perímetro de veinte kilómetros, con 37
puertas, 29 avenidas,
11 foros, 8 puentes sobre el río Tíber, 36 arcos triunfales, 423 barrios en los
que se asentaban 46.602 casas vecinales y 1.797 palacetes, 856 baños privados,
11 termas públicas. Contaba la urbe con 11 acueductos que abastecían a 152
fuentes, de las que se recogían más de mil millones de litros de agua al día, 190
graneros que surtían de trigo a 254 molinos y que eran abastecidos por media
docena de flotas que traen trigo de Sicilia, Egipto o de la misma, así como
también 2 anfiteatros, 2 circos, 3 teatros y 28 bibliotecas. Habiendo sido
destruida en parte varias veces, una de ellas en tiempos de Nerón en el verano
del año 64, pero la resistente ciudad como el "ave fénix" renacía de
nuevo de sus cenizas y con mas esplendor aun.
La
mejor forma de conocer la parte imperial de Roma es comenzar por lo que yo
denominaría como su "entrada principal", la Colina del Capitolio,
donde ahora se asienta actualmente la Plaza del Campidoglio y donde se hallaban
ubicados los Templos de Júpiter Optimus Maximus y Juno Moneta, así como el
Ayuntamiento. En ella podemos acceder a los Museos Capitolinos, donde se
encuentra el símbolo de la ciudad, la imagen de la loba capitolina amamantando
a los mellizos. Se trata de una escultura en bronce, considera de de origen
etrusco, datada alrededor del año 470 a.C. y a la cual Dante menciona en la “Divina
Comedia”. Si somos capaces de conseguir penetrar en el edificio consistorial,
debemos buscar el balcón que da a los Foros Romanos, desde el que tendremos una
de las mejores perspectivas que de ellos podamos admirar.
En la
época de la primitiva Roma, sus pobladores se atrincheraron en el Capitolio
para resistir el ataque de las tribus que habitaban entre el Tíber y los
Apeninos. Y cuenta la leyenda como Tarpeya la joven hija del guardián de la
citada defensa, enamorada del rey enemigo, decidió abrir las puertas de la
misma para poderse unir a él. Estos, no admitiendo la traición entre sus
conceptos, aun por parte del enemigo, mataron a la renegada aplastándola con el
peso de sus escudos.
A raíz de esta traición, los romanos utilizaron La Roca Tarpeya para despeñar a los condenados por el delito de traición, indagar a los transeúntes oriundos hasta encontrarla.
A raíz de esta traición, los romanos utilizaron La Roca Tarpeya para despeñar a los condenados por el delito de traición, indagar a los transeúntes oriundos hasta encontrarla.
Como
ya es costumbre en este blog, no voy a convertir estas letras en una guía de
Roma que ya hay bastantes y muy completas para visitarla, pero sí que quiero
trasladaros los lugares que a mí me han parecido más interesantes de los restos
del Imperio.
Después de haber hecho esa entrada gloriosa en la "Roma de los
Cesares" por la Plaza del Campidoglio, dedicaremos nuestro tiempo a recorrer los Foros de Roma.
A los que deberíamos ir temprano, justo al abrir sus puertas. Será entonces
cuando podamos recorrerlos con sosiego, antes de que sean invadidos por el
gentío multicolor y bullicioso que los asalta ya comenzada la jornada. Centro y
elemento básico de la organización del gobierno y la vida del modo Romano, son los restos más importantes del Imperio. Una
ciudad no era considerada como tal si no poseía: foro, edificios para
espectáculos, termas acueductos, etc. Cuando se constituía una nueva urbe, se
efectuaban una serie de ritos que representaban la creación del universo,
simbolizando la unión de sus ejes principales el centro del universo, allí es
donde se asentaba el Foro.
A
izquierda de la Vía dei Fori Imperiali encontramos los Foros Imperiales: el de Augusto
y el de Trajano, la Columna Trajana, el templo de Marte, el Mercado de Trajano,
primer supermarket cubierto de la historia de la humanidad, después vendrían
los Mercadona, Carrefour, Alcampo y el resto de esos establecimientos que nos
hacen pasearnos con el carrito entre estantes perfectamente diseñados para
favorecer nuestras ansias de consumo. A la derecha: la Basílica Emilia, el Arco del Triunfo de Séptimo Severo, el Templo de
Saturno, la Basílica Julia, la Cárcel Mamertina, la Curia Hostilia (Senado), la Casa de las Vírgenes Vestales, el Arco de
Tito, la basílica de Constantino, el templo de Venus, entre otros. Debemos
ascender al Monte Palatino, una de las históricas siete colinas sobre la que se
asentó la primitiva ciudad, elevada unos 40 metros por encima del caos de
ruinas que representan los foros, una de las partes más antiguas de la metrópoli,
al estar posiblemente habitada desde mil
años antes de Cristo, y desde la que disfrutaremos de unas extraordinarias
vistas. Relata la mitología que la cueva en la que vivía Luperca, la loba que
cuidó de Rómulo y Remo, se hallaba ubicada en este monte.
Entre
zonas ajardinadas nos toparemos con: el palacio Domus Flavia, la Casa de Livia,
la Casa de Augusto, los Jardines Farnese, o el Hipódromo de Domiciano.
Descendemos
la colina hasta el Circo Máximo, para acercarnos después el magnífico y hermosamente
esculpido Arco de Constantino. Levantado en el año 312 en honor al emperador
César Flavio Constantino, para conmemorar su victoria contra Majencio en la
Batalla del Puente Milvio. En sus proximidades se encontraba la fontana de Meta
Sudans, una antigua fuente monumental de 17 m. de altura, demolida por
Mussolini para construir una nueva calle que rodease el Coliseo.
Emblema
de la ciudad y verdadero símbolo de Roma, el Coliseo (Anfiteatro
Flavio) es hoy apenas los restos de lo que fue un modelo de construcción
para su época, en la que sus gradas eran ocupadas por más de 50.000 ciudadanos
romanos. Tomar un "Campari" al atardecer, después de un día de
ajetreo desde la terraza de "La Biga", en Vía Nicola Salvi, 65, con
la única iluminación de unas antorchas, a las vistas a esta magnífica
construcción y saboreando la dulzura del momento con el sutil amargor de la
bebida, convierte el instante en mágico.
A la espalda de este "coloso" se
ubicaba el Domus Aurea (Casa de Oro), esplendido palacio que Nerón se
hizo construir después de gran incendio de la ciudad y del que se le
atribuye su autoría. Suetonio cuenta que Nerón, al entrar por primera vez en
nueva morada exclamó, "!Bien!............ ahora por fin puedo empezar a
vivir como un ser humano". En la actualidad podemos ver hoy encima de él,
las ruinas de las Termas de Tito y Trajano. No muy lejanas, al otro lado de la
colina Celio, camino de la Vía Appia, están las Termas de Caracalla.
El Arco
de Druso y la Puerta Vía Appia o Porta San Sebastiano, pertenecientes al antiguo
cerco de la muralla Aureliana nos sitúa en el comienzo del recorrido de la Vía
Appia Antica, y al que es interesante dedicarle una mañana, sobre todo por
salirnos de la marabunta que supone el constante ajetreo por la ciudad al
entrar en un mundo diferente y sosegado.
Recorrerla
caminando en su totalidad, aunque no sea nuestra intención, toda vez que el
autobús nº. 118 que la transita, es como esperar la revalorización de las
pensiones, que nunca llega, y cuando lo hace, ya estás en medio del recorrido,
pues has tomado la decisión de ir caminando hasta la próxima parada y así
sucesivamente (experiencia personal). Comentaba que transitarla, es como viajar
a través de la historia, con el aliciente de que los lugares por los que iremos
pasando se nos presentan cómodamente, uno tras de otro, en un entorno tranquilo
rodeado de arboleda y verdor.
La Vía
Appia Antica, la llamada Longarum Regina Viarum, fue la primera y la más
importante calzada construida por Roma, debiendo su nombre al censor Appio
Claudio, quien la hizo cimentar en año 312 a. C. para unir Roma con Capua y
luego con Brindisi y en la que aun podremos observar tramos originales de su
empedrado, formado por grandes losas de basalto, formando esos resaltes tan
característicos de “lomo de burro”. A cada milla (mille passus - mil pasos) de
la calzada (1.481 m.) encontramos una piedra miliar indicando las distancias.
Cerca
del cruce con la vía Ardeatina encontraremos la pequeña iglesia del Domine Quo
Vadis (¿adónde vas, Señor?) o Santa María in Palmis, lugar en el que según la
tradición, Jesús se apareció a San Pedro mientras este huía de Roma escapando de
la persecución de Nerón, reprochándole el hacerlo e incitándole a volver. Sobre
una lastra de mármol en el centro de la capilla se encuentra la reliquia de
"Las Huellas" dejadas por los pies de Cristo. Que una vez más se ha
podido comprobar, como en tantos otros casos, que en realidad se trata de un
exvoto pagano invocando un buen camino al viajero.
Más
adelante, pasada la segunda piedra miliar, encontramos las Catacumbas de San
Calixto, un laberinto subterráneo de 16 km.. distribuido en 4 niveles. Que
formó a partir del siglo III el cementerio cristiano más importante de Roma,
lugar donde fueron enterrados muchos mártires y Papas. A continuación se hallan
las Catacumbas de San Sebastián más antiguas que las anteriores, con una
longitud de pasadizos de unos 12 km. Casi enfrente del último de estos
cementerios subterráneos se ubica la Tumba de Rómulo, hijo de Majencio, emperador
que uso esta parte de las afuera de la urbe para edificar un palacio que usaba como casa de
campo, justo detrás del sepulcro de su hijo existen las ruinas del Circo de
Majencio.
Ya en
el tramo final podremos contemplar uno de los lugares más fascinantes y famosos
de Roma, el Mausoleo de Cecilia Metella. Imponente
tumba de una joven mujer romana, construida con forma de cilindro en el siglo I
a. C. en uno de los puntos más altos y visibles de la Vía Appia Antica, siendo
aun hoy en día símbolo de esta antigua calzada.
Cuatrocientos
metros más adelante, siguiendo por uno de los tramos oriundos de calzada, paramos
a tomar una cervecita, que ya apetecía, en la terraza del Caffe' Dell'appia
Antica, agradable lugar, que encontramos en el nº 175
de esta calle, esquina de con la Vía dell'Almone.
Por esta ultima seguimos caminando otros dos kilómetros y medio largos, esta
vez al perder el autobús 660, para llegar al metro de Colli Albani, donde
termino nuestra excursión extramuros por la Ciudad Eterna y aunque fue una
caminata de algo más de 9 kilómetros, aseguro que mereció la pena.
Mas
desperdigados por la trama urbana de la cuidad se hallan restos a montones, de
su pasado imperial: las Termas de Diocleciano, cerca de la Iglesia de Santa María
degli Angeli e dei Martiri, el Obelisco Flaminio, actualmente en la Piazza del
Popolo, la Vía Flaminia principal entrada a Roma desde el norte y que coincide
actualmente con la vía del Corso. la principal calle del centro de la ciudad,
el Mausoleo de Augusto y la Ara Pacis Augustae (Altar de la
Paz), muy cerca de la orilla del río. En la otra margen el Castillo de
Sant´Angelo, baluarte de la época imperial edificado entre el 135 y el 139 d. C.
Sobre los restos de esta fortaleza, que sirvió como mausoleo de Adriano, la Santa Madre Iglesia montó
durante la Edad Media, un nuevo edificio para refugio de los papas en épocas de
peligro, haciendo escavar un pasadizo subterráneo uniendo este edificio con el
Vaticano.
De
nuevo en la otra margen podremos admirar, en la Piazza Colonna, la armoniosa y
perfectamente esculpida Columna de Marco Aurelio y no muy lejano a ella, en
Piazza di Pietra, tendremos la sorpresa
de encontrarnos con los restos del Templo de Adriano o Hadrianeum, construido
en año 145, ahora agregado al Palacio de la Bolsa. El templo fue erigido en
honor del emperador Publio Edio "Adriano", siendo en tiempos de este
cuando el Imperio tuvo su mayor expansión. Del santuario romano sólo se
conservan hoy en día once esbeltas columnas corintias de las quince que tenía
en su origen.
Estamos
en lo que fue antiguamente el Campo de Marte, un terreno que se extendía al
norte de la muralla serviana, limitando al sur por el Capitolio, al este por la
colina Pinciana y hacia el oeste por el río Tíber que en ese lugar forma una
gran curva. Se llamaba Campo de Marte porque desde época muy antigua existía
allí un altar dedicado al dios de la guerra, sirviendo como lugar de
esparcimiento y para usos militares. Allí acampaban los ejércitos en espera de
que los generales pudieran
celebrar sus triunfos, teniendo que esperar para ello, no pudiendo traspasar la muralla hasta el momento mismo de los festejos.
celebrar sus triunfos, teniendo que esperar para ello, no pudiendo traspasar la muralla hasta el momento mismo de los festejos.
Llegamos
hasta el Panteón de Agripa, un impresionante templo circular dedicado a “todos
los dioses”, edificado inicialmente sobre el año 27 a. C. y reconstruido por Adriano alrededor del año 125 de nuestra
era, ya que el tempo original fue destruido. El tabernáculo es impresionante y
su visita obligatoria.
El
antiguo Estadio de Domiciano del siglo I es hoy la hermosa y alegre Piazza
Navona, conservando íntegramente sus dimensiones, diseño y forma. A escasos 400
m. en el Área Sacra di Largo di Torre Argentina, varios metros por debajo del
nivel que ahora tiene la ciudad podemos ver las vestigios de cuatro templos y
lo que queda del Teatro de Pompeyo, en cuya Curia, fue apuñalado Julio Cesar.
Como curiosidad comentaros que ha sido un equipo de investigadores españoles
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuando 2.056 años
después, ha descubierto el punto preciso donde cayó asesinado a manos de Bruto,
Casio y Casca.
Otro
lugar próximo y también curioso es el Pórtico d'Ottavia que encontramos casi
escondido en lo que fue el gueto judío de Roma, a la altura de la Isla Tiberina,
en el Rione de Sant'Angelo y justo detrás de la sinagoga. Fue edificado por
Augusto para de su hermana Octavia alrededor del año 27 a. C. Frente a él,
durante la Edad Media se estableció el mercado de pescado que perduraría hasta
finales del siglo XIX. La anexa iglesia de Sant´Angelo in Pescheria (Santo
Ángel del mercado de pescado) nos recuerda la actividad aquí desarrollada.
A un
paso se halla el Teatro de Marcelo. En pleno corazón de la Roma Imperial, en el
área destinada a ser el mercado de las hortalizas, fue levantado en
el año 13 a .
C. un escenario que Augusto dedicó a su querido
sobrino y futuro heredero Marcelo, hijo de su hermana Octavia, muerto
prematuramente cuando tan solo contaba 19 años de edad.
Este
era uno de los pocos teatros permanentes que existían en la
época imperial, también uno de los más grandes, con una capacidad para unas 20.000
personas y el único de esa época que sigue en pie. Su fachada
original, de más de 30
metros cubierta de mármol travertino, contaba con unas 40
arcadas (de las que hoy solo quedan 12), dispuestas en tres pisos. Quedó
abandonado en el olvido durante el siglo IV, pasando a ser utilizado como
cantera, al igual que otros muchos antiguos edificios romanos. De su interior
ya en el siglo V, se sabe que no quedaba prácticamente nada.
Los restos
actuales del teatro de Marcelo, impresionan a casi todos,
constituyendo una visión muy atractiva entre turistas y ciudadanos, por
su belleza y por su alto nivel de conservación debido,
fundamentalmente, al hecho que a partir del siglo XI, lo que quedaba del antiguo
edificio, fue pasando por las manos de distintas familias de la
nobleza romana. Fueron los Savelli quienes en el siglo XVI encomendaron
al afamado arquitecto Baldassarre Peruzzi que realizara sus residencia en la
parte alta de la cávea, donde hoy asoman bien visibles las 12
ventanas. Curioso es comprobar cómo este hermano menor del Coliseo
con el paso del tiempo ha sido "reciclado", trasformando un teatro
romano en vivienda nobiliaria.
Hay
quien comenta que en las noches de luna llena, aun es posible oír el
eco de las cadenas de los reos, que durante el medievo fueron
encarcelados en sus sótanos.
Siguiendo
la orilla del río entramos en lo que fue el Forum Boarium, uno de los centros
de distribución de comida de la antigua Roma y lugar de reparto de caridad a
los pobres. En ella encontramos el Templo de Portunus y el Templo de Hércules,
mal llamado de Vesta, por su gran parecido con el templo que hay en Foro Romano
consagrado a esta divinidad.
Justo
enfrente podemos observar, colocada en la pared de la arcada de la Iglesia de
Santa María in Cosmedin una de las atracciones turísticas más atrayentes de
Roma, la Boca de la Verdad (Bocca della Verità), una antigua máscara de mármol
del siglo I, de un diámetro de 1,75 metros que representa un rostro masculino
con barba, en el cual los ojos, la nariz y la boca están perforados y huecos. Según
narra la leyenda, los falsarios que metían la mano en sus fauces, habiendo cometido
mentira, la sacaban cortada.
No se
tiene evidencia acerca de su antigua utilidad, si era una fuente o parte de un
impluvio o incluso el desagüe de una cloaca, por su cercanía a la Cloaca Máxima).
Si se sabe que la máscara goza de antigua y legendaria fama. Un texto teutón
del siglo XII refiere detalladamente cómo, desde detrás de la boca, el diablo,
apodado Mercurio (protector de los comercios y de los enredos), agarró por largo
rato la mano de Juliano el Apóstata, que había engañado a una mujer, hubo de
jurar su buena fe ante aquel ídolo, prometiendo limpiar su reputación y ofreciendo
una gran fortuna si volvía al culto pagano.
Bajo
la iglesia donde se custodia esta mascara, Santa María in Cosmedin (Santa María
Bella),como en tantos lugares de la cuidad, se ha encontrado un templo dedicado
a Hércules. Esto también se repite en la original iglesia de San Clemente, en
la que podremos observar cómo se han superpuesto las edificaciones romanas con
el paso de los tiempos, bajo ella se encontraron en 1857 otra basílica con
importantes frescos no muy deteriorados y debajo de esta una casa romana
perfectamente conservada.
La
Cloaca Máxima, no es un elemento turístico y vistoso de esta época romana que
os estoy intentando relatar, pero si tiene importancia por ser una de las más añejas
redes de alcantarillado del mundo. Construida con el fin de eliminar las inmundicias
de una de la ciudades más pobladas del orbe antiguo, se mantuvo en buen estado
durante toda la época imperial y su función continuó durante mucho tiempo después
de la caída de Imperio. Aun hoy en día algunos tramos se siguen usando
conectados a la moderna red de alcantarillado. Es todavía visible su desagüe al
rio desde las cercanías del Puente Rotto con el Puente Palatino y existe una
escalera de acceso, visible desde la Basílica Julia en el Foro Romano.
No
muy lejos, se halla el Monte Aventino donde no podemos dejar de visitar el
Jardín de los Naranjos, desde el que se divisa unos de los mejores panoramas de
toda la ciudad.
Continuando
hacia el sur está La Pirámide Cestia, construida en manera egipcia, en el año
12 a. C. como sepulcro de Cayo Cestio Epulone,. Tiene una altura de unos 37 mts.
de alto y está recubierta por losas de mármol blanco de Carrara. Junto a esta
pirámide se encuentra el cementerio “no católico” de Roma. En el que se
encuentran las tumbas de alrededor de 4.000 personas que no pudieron ser
enterradas en el cementerio católico por ser extranjeros o no cristianos.
También se le conoce como el “Cementerio de los Poetas”, al estar allí enterrados
Percy Shelley y John Keats. También se encuentra la tumba de Antonio Gramsci,
fundador del Partido Comunista Italiano.
También
en sus inmediaciones podemos ver la Porta Ostiense o Puerta de San Pablo,
antigua salida de la ciudad camino del puerto de Ostia. Formaba parte de la Muralla
Aureliana construida en el siglo III para frenar la invasión bárbara. Esta
muralla que rodeaba completamente la ciudad, tenía forma de hexágono y en ellas
se emplazaban 382 torres, 7.020 almenas, 18 puertas principales, 5 aberturas,
116 letrinas y 2.066 ventanas exteriores. El tramo más sobresaliente de ellas
lo podemos encontrar en el Viale Carlo Felice, entre la Iglesia de San Juan de Letrán
y la Basílica de la Santa Croce de Jerusalem.
Curioso
es saber si nos encontramos aquí, que detrás del camposanto "ateo" se
ubica el Monte Testaccio, una colina artificial de unos 50 mts. de altura, que
hacia la veces de escombrera, en la que durante los siglos I y III se fueron depositando alrededor de 26 millones de ánforas
rotas, principalmente del aceite que se traía de las colonias y en mayor parte
de la Bética Hispana. En ella la moderna arqueología estudia los hábitos y
costumbres del modo de vida romano a través de los restos encontrados. Entre
los restos se han encontrado trozos de cantaros procedentes de Axati, la actual
Lora del Rio sevillana, en el valle del Guadalquivir, por donde transitaban las
naves romanas ya que en aquellos tiempos se podía navegar hasta Córdoba.
Aparte
de estos referidos restos de la época del esplendor romano que esparcidos por
la ciudad podremos admirar, el Vaticano guarda en sus museos cantidad de vestigios
de este periodo y los que poseerá custodiados en sus almacenes, fuera del
alcance de la vista de los mortales humanos.
Solo
nos queda ascender al Monte Mario, para admirar e imaginar desde él como era la
Roma de los Cesares en todo su esplendor.
Pero
la Ciudad Eterna, tiene su maldición y redactado su posible final. El obispo
irlandés San Malaquías, en el siglo XII predijo que el sucesor de Benedicto XVI
será el ‘último’ Papa y que Roma será destruida:
“In
psecutione extrema S.R.E. sedebit Petrus Romanus, qui pascet oues in multis
tribulationibus: quibus transactis ciuitas septicollis diruetur, & Judex
tremendus iudicabit populum suum. Finis”.
"En
persecución extrema, en la Santa Romana Iglesia reinará Pedro el Romano, quien
pacerá a su rebaño entre muchas tribulaciones; tras lo cual la ciudad de las
siete colinas será destruida y el Juez Terrible juzgará al pueblo suyo.
Fin".
Esperemos
que no sea así, que Roma siga mostrándonos su extenso pasado y que esa
interpretación de las profecías de Malaquías, no sea la destrucción de Roma,
sino más bien como algunos autores consideran, que esa predicción sea el final
de la Santa Iglesia, tal y como la conocemos en la actualidad, alejada y dispersa
de los principios sociales que dice defender.
Sea
así o no, hasta que eso ocurra, Roma nos dará la bienvenida cada vez que nos
acerquemos a visitarla, haciéndonos disfrutar de la historia de esas ruinas,
que algunos descerebrados apodarían como escombros.
He llegado a este blog por pura y afortunada casualidad
ResponderEliminarGracias por el valioso reportaje.
También llegué a Roma hace muchos años cuando había huelga de transporte, pero no tuve suficiente tiempo para apreciar la ciudad en su magnitud.
Cordiales saludos