Barruntaba frío y anunciaban la llegada de una "ciclogénesis explosiva" o como también la apodan los exagerados meteorólogos en los informativos "la tormenta perfecta"; aun así marchamos a Tarazona, que nos recibió con agrado y sin que los alarmistas comunicados se hicieran realidad. El tiempo no fue del todo nuestro aliado, no obstante se dejaron pasear sus calles, donde las gentes de este apartado lugar de Aragón merodeaban por sus cuestas, interpretando su realidad cotidiana.
Nos
trajo hasta la ciudad de las faldas del Moncayo, la reciente apertura (16 de
abril de 2011) de su magnífica catedral, que durante 30 años ha estado
restaurándose y cerrada a los ojos terrenales de los humanos, también el resto
de su magnífico y bien conservado mudéjar, su vieja judería, algunas reliquias
de su pasado árabe y los misterios de sus leyendas.
Situada
en el extremo noroeste de Zaragoza a tan solo 10 km. del límite provincial de
Soria, 7 de Navarra y 13 de La Rioja. Otrora ciudad de importancia en la
confluencia de los reinos de Aragón, Castilla y Navarra, fue ciudad fronteriza
de ubicación estratégica y encrucijada de caminos durante la edad media de esta
piel de toro que habitamos, ahora, olvidada por las nuevas vías de comunicación,
está casi en medio de la nada.
Comenta
la leyenda que compone parte de su escudo "TubalCain me aedificavit.
Hércules me reaedificavit", que Tarazona fue fundada por Tubal Cain (según
el "Génesis", iniciador en la forja de metales) y reedificada por el
mismo Hércules. Ya Plinio el viejo en su tratado de Historia Natural nos
informa que en ella se forjaba hierro de muy buena calidad y con respecto a Heracles,
está la Leyenda de la Cueva de Caco en la población de Los Fayos, la cual relata
la visita del héroe mitológico hijo de Zeus, y parroquiano de las tierras de
Tarazona, para conocer al mítico ladrón "Caco", apodo con el que se
conoce en la actualidad a los amigos de lo ajeno, llámense también,
Urdangarines o Bárcenas.
Sus
primeros pobladores fueron íberos, que
la llamaron Triasu o Driasu, después romanos, conociéndola como municipium
Tvriaso, mas tarde visigodos, musulmanes y judíos apodáronla Tirasone y
finalmente cristianos, designándola Tirasona, que más tarde pasaría a ser
denominada definitivamente como Tarazona.
Ocupada
por los árabes en el año 714, florece su economía durante los 400 años en la
que estuvo gobernada por ellos, hasta que en 1119 es tomada por el
"Batallador" rey de Aragón, Alfonso I, recuperando su episcopado, del
que era titular desde antes del siglo V, convirtiéndose en una ciudad
tolerante, en la que convivían las tres creencias, cristianos, árabes y
hebreos, si bien en barrios diferenciados; los sefarditas en la judería y los
musulmanes en el barrio de Tórtoles, donde aún se conserva su mezquita. Refriegas
fronterizas hace que pase de manos aragonesas a manos castellanas y viceversa
durante el siglo XII y el XIV en la llamada guerra de los Dos Pedros, hasta la unificación
de los reinos en tiempos de los Católicos Reyes, si bien esta unión no se
oficializó hasta 1713; año en que el Borbón Felipe V, triunfador en la "Guerra
de Sucesión" por la corona, en la
que Aragón mayoritariamente (a excepción de Tarazona y Calatayud), había apostado por su contrincante el
Habsburgo Carlos, decreto la unidad indisoluble del reino español, aunque
Tarazona no queda incorporada definitivamente a la provincia de Zaragoza hasta
1833, año en el que se promueve la Reforma General del Estado.
La
tolerancia de las tres culturas de la que se había disfrutado en la ciudad es
truncada por la intransigencia, primero con destierro de los judíos en 1492, decretada
por los Católicos Reyes y después por la expulsión de los moriscos, ordenada por Felipe III en 1609, y que en estas poblaciones, al igual
que en el resto de Aragón se materializo en 1610. Cabe destacar que la
expulsión de estas comunidades supuso una significativa pérdida para
Tarazona, la zona sufre un importante crisis demográfica
y económica, quedando abandonados algunos pueblos del valle del Queiles.
Tarazona poseía un destacado mercado al que acudían gentes de toda la Zona del
Moncayo y de la ribera Navarra, dedicándose su población fundamentalmente a la
agricultura, siendo los musulmanes (convertidos obligatoriamente en cristianos
en 1526) su principal mano de obra.
En
1592 Felipe II Convocó en Tarazona las Cortes de Aragón, suprimiendo en gran
parte los fueros históricos de los que gozaban hasta entonces.
A
partir de la Guerra de Sucesión y gracias a la apuesta de la ciudad por el triunfador
de la misma, la ciudad crece progresivamente hasta llegar a finales del siglo
XVIII a situarse como la segunda población de Aragón después de Zaragoza.
Durante
la guerra de la Independencia las tropas francesas ocupan Tarazona, de la que
había huido, saliendo de najas, el gobernador militar de la plaza. A Cádiz es
enviado el regidor D. Tiburcio Ortiz como diputado turiasonense para apoyar en
las Cortes la Constitución liberal de 1812, pero este tuvo una escasa participación en aquel parlamento, interviniendo tan solo en los debates sobre indultos y restitución de conventos. Vamos, que hoy en día estaría sentado en la bancada de la derecha, cobrando dietas de alojamiento y le habrían pillado jugando al "Apalabrados".
A finales del siglo XIX, el día primero de 1885,
año de crudo invierno, se inaugura el Tarazonica o Escachamatas, nombres con los que se conocía a la línea férrea de vía estrecha que uniría en sus 22 km. de recorrido, Tarazona con Tudela por el valle del Queiles. Hasta
ese momento, la carrera a Zaragoza era lo más parecido a un camino de cabras
por el que se tenía que transitar por obligado devenir para llegar a la capital
aragonesa. Los vagones del recién estrenado ferrocarril estaban divididos en
departamentos que no se comunicaban entre sí. La máquina era de carbón "y
echaba gran cantidad de humo, tenía
luces de candileja o de candil de aceite y no tenía aseos". En tiempos
republicanos los autobuses y camionetas fueron derivando el trafico a la
carretera, ya que estos invertían 30 minutos menos que el tren. Tras la
victoria de los sublevados en la guerra civil, se efectuaron mejoras reduciendo
el tiempo de su recorrido hasta los 35 minutos. El Tarazonica alcanzaba una
velocidad máxima de bajada a Tudela de 40 km. por hora. "En la subida a Tarazona apenas
llegaba a una media de 20, por lo que se producían escenas en las que la gente
podía subir y bajarse sin problema alguno".
El paso del tiempo y la modernidad fue ganando espacio al ferrocarril, el negocio férreo empezó a dejar de ser rentable y comenzó el principio del fin de este tren, dejando de dar servicio la línea Tarazona - Tudela a finales de 1970. Hoy este trazado es usado por senderista y ciclistas, reconvertido en la Vía Verde.
Ya
en declive el Tarazonica, así son las cosas en esta país, comienza a funcionar en
1941 el ferrocarril de la línea Soria - Castejón de Ebro, pasando también a
mejor vida, y a formar parte de los anales históricos en 1996, con tan solo 55
años de funcionamiento. La estación La Nava- Tarazona estaba situada a 11 km.
de Tarazona; es como hoy en día, llamar Guadalajara a la estación del A.V.E.
que está ubicada en el municipio de Yebes cerca de Horche, y a 8 km. de la
capital alcarreña, pero........ en terrenos que eran de la familia de "Dª. Espe", o mejor dicho de su
noble marido Fernando Ramírez de Haro y Valdés (conde de Murillo), en donde
para su beneficio y provecho se ha levantado una urbanización, la ciudad
Valdeluz,.......... y yo con el A.V.E. a
menos de kilómetro y medio de casa .......... sin tan siquiera un mísero
apeadero.
Tras
el aumento demográfico generado lo largo del siglo XIX y principios del siglo
XX, Tarazona, al quedar relegada en los nuevos trazados de comunicación, pierde
gran parte de su función comercial y de servicios. Aun así, la Primera Guerra
Mundial generó un impulso para la industria textil, pero sería la Guerra Civil
Española la que creó un mayor apogeo económico, en el que destacaban la fabricación
de fósforos y la producción textil. La posterior crisis de estos sectores así
como la competencia de la vecina Tudela,
generaron un estancamiento en su desarrollo y en el crecimiento de la ciudad.
La
magia de sus leyendas aun se puede oler entre las estrecheces de sus
callejuelas que nos llevan de un barrio a otro, del de San Miguel al Cinto, del
Barrio Judío a Almehora, no sin descubrir durante nuestro caminar, aisladas
pintadas fascistoides y racistas de algún descerebrado, rancio y bisoño
elemento, añorante de tiempos ya superados afortunadamente. Recorrerla al
atardecer de un día frío de enero, es como volver al pasado medieval. Por la
mente pasan las historias antaño vividas, relatos de moros, hebreos y
cristianos que dejaron sus señas y sus genes entre las gentes de aquí. Fabulas
y mitos como la del Palacio Eguarás o de Alcira, junto a la Catedral, son su
fantasma y su historia de amor entre Irene y Andrés, la de La Colondra,
nacedero u Ojo de San Juan cambien con los idilios de Sebastián y Justina, la de
la mora encantada en la Cueva Mayona, la del Pozo de los Aines, la historia del
Pajar de Basilio, apodado "el Tío Carta" o la de la "Quinta
teja" del ayuntamiento, la Leyenda o tradición del cáliz de Tórtoles, la
ya comentada de el ladrón Caco y su cueva en Los Fayos, o la de la Recrebaza
(grieta) de Preñana, en la misma población, y las ya famosas que Bécquer,
recopiló y trasladó desde su celda en el monasterio de Veruela: Un lance
pesado, Las brujas y Castillo de Trasmoz, La tía Casca, todas ellas plenas del
misterio, la magia y los encantamientos de estar tierras. Aunque el gran escritor y poeta no solo se dejó llevar por las odas y las animas, junto con su hermano Valeriano, afamado pintor, realizaron un lujurioso y satírico trabajo sobre la monarca española Isabel II, "Los Borbones en pelota", que podéis ver en este mismo blog.
Mas
que dividirla prácticamente por su mitad, el río Queiles la complementa,
creando dos barrios diferenciados en el tiempo, pero unidos por la Plaza de San
Francisco, centro neurálgico de la ciudad. A su izquierda los barrios viejos
del medievo y a la derecha la Catedral y la original Plaza de Toros Vieja, que
con su trazado octogonal aun sirve de viviendas para los vecinos. Desde
cualquier lugar de la urbe, podremos ver alguna de las siluetas de las torres
mudéjares que forman la configuración de Tarazona, remanentes de la cultura
árabe que impregno las tierras aragonesas durante cientos de años y que son
parte del reclamo para visitarla.
No
me quiero extender en pormenorizar cada uno de los lugares de la villa, para
ello están las guías y los guías, pero si relataros la importancia de visitar
con tiempo su Catedral, en parte muy sustancial mudéjar, que junto con la de
Teruel son los dos únicos ejemplos de este tipo con los que contamos en este
país, destacando de ella aparte de su interior la torre, cimborrio y claustro.
También en mudéjar podemos encontrar: El claustro de la iglesia de San
Francisco, la torre del convento de La Concepción, la Torre de San Miguel, los
artesonados del Palacio Episcopal, motivos ornamentales en las bóvedas de la
cripta de Santa Ana, la casa de Linares, la Mezquita de Tórtoles y sobre todo
la magnífica Torre de la Magdalena, que junto con el domo de la Seo, son los
símbolos de identidad de Tarazona.Si me quiero entretener, porque no viene en las guías, ni lo cuentan los guías, y para eso está este blog, en el espolio artístico y cultural al que han estado sometidos estas tierras en tiempos no muy lejanos. Tal como pasó en San Baudelio de Soria con sus pinturas románicas, aquí ocurrió con sus artesonados mudéjares, concretamente con uno que había en el Palacio Episcopal. Corría el año de nuestro señor se 1935 y digo "nuestro señor", porque como en el caso de Soria lo vendieron los curas, en este caso al caprichoso magnate norteamericano William Randolph Hearst (Ciudadano Kane), que por ciento nunca estuvo en Tarazona. Fue a través de unas fotografías como el portentoso Hearst lo adquirió por 18.724 dólares USA, no disfrutándolo nunca, pues estuvo embalado en sus enormes almacenes. En su etiqueta podría verse "Large mozárabe ceiling" Tarazona, de ellos fue vendido a "paradero desconocido", hasta que se han podido relacionar con una mansión (La Milarca) de Monterrey en Méjico, propiedad de Mauricio Fernández Garza, que fue senador mejicano y alcalde de San Pedro Garza García (que santo más raro, que además lleva su propio apellido), y en la que se encuentran los artesonados turiasonenses custodiados por la espada de Hernán Cortes, que también se halla en ella junto con otras obras espoliadas.
El trazado de su casco histórico todavía conserva las huellas del paso de las tres culturas y credos que lo ocuparon en época medieval, La Judería con sus enrevesadas callejuelas, sus Casas Colgadas, sus sombras al atardecer y la soledad del tiempo como acompañante, nos trasmiten a otro pasado en el que esta colectividad junto con la musulmana y cristiana compartían la ciudad, sus avatares y progresos, sin mezclarse, pero dejándose vivir los unos a los otro y eso es la huella que nos ha dejado Tarazona, en el que además de esa arquitectura morisca podemos contemplar edificios barrocos y renacentistas relevantes como: El Palacio y los jardines de Aguarás o Alcira, el Santuario de la Virgen del Río (patrona de la ciudad), el Palacio de los Gil de Borja, el antiguo Pósito, la Parroquia de San Miguel Arcángel, el ex-convento de la Merced, el hospicio Doz, la Iglesia de San Atilano (patrono de la villa), el Teatro de Bellas Artes, Iglesia del Carmen, la ermita de San Juan Bautista y su manadero de los ojos de San Juan, los restos de su muralla, El Crucifijo, el mirador de San Prudencio, con unas magnificas vistas de una parte de la urbe, la fachada del Ayuntamiento donde se nos cuenta la leyenda de la ciudad y donde podemos contemplar su famoso Friso de la coronación de Carlos V en Bolonia y el Palacio Arzobispal, el edificio más imponente de la villa, del que ya hemos comentado algo, en el que destacan su patio, la escalera con su cúpula y el Salón de los Obispos con los retratos al fresco de estos prelados. Siendo el edificio más considerable, su estado de conservación es patético, aun habiendo estado habitado por el Sr. Obispo y su anciana madre hasta apenas 10 años, las grietas en fachadas y las humedades se dejan ver a simple vista, los retratos de sus señorías, están chorreosos de las lágrimas de agua que el tejado deja escurrir por las paredes, a la espera de que los dineros públicos nuevamente restauren el patrimonio privado de la santa madre..................iglesia.
Difícil es poder contemplar toda estas obras en su interior, pues casi todas están cerradas al público, como lo están también sus museos de Arqueología del Moncayo o el de la cultura hebrea Moshé Portella, parece ser que solo abren en temporada estival y ello nos impidió poder verlos. Nueva pena, que siempre los recortes lleguen por el lado cultural, sin darse cuenta los regidores, que justamente es el patrimonio y la cultura el que nos lleva a estas tierras ahora perdidas entre Castilla y Aragón a las faldas del omnipresente Moncayo.
En el Teatro de Bellas Artes encontramos la Sala-Museo dedicada a Raquel Meller, cupletista de fama durante la primera mitad del siglo XX, nacida en Tarazona en 1888. Esta tonadillera fue la primera artista española que actuó en la sala Olympia de la capital francesa, equiparándose con las grandes figuras del momento Josephine Baker, Sarah Bernhardt o Isadora Duncan, formando parte del repertorio de la actriz canciones tan conocidas como: “El relicario”, “La violetera”, "Flor de té", "Doña Mariquita" y "La Modistilla", entre otras. De fuerte carácter y testaruda como buena maña, declinó al parecer intimidades con el monarca de aquel entonces Alfonso XIII, mujeriego contumaz como buen borbón, quien si las consiguió de otras ilustres damas de la época como la aristócrata Soledad Quiñones, la institutriz y profesora de piano del por entonces infante Beatriz Noon, con la que tuvo una hija, Juana Alfonsa Milán, la actriz Carmen Ruiz Moragas, la renombrada tiple Julia Fons, la contralto Gabriella Besanzoni, la soprano Geneviève Vix, la Bella Otero, la famosa artista de variedades Celia Gámez, Marichu de Lis, la aristrocrata francesa (y con marido) Mélanie de Vilmorin, con quien tuvo un hijo, la cual solía decir a sus íntimos, “Jamás he engañado a mi marido, los reyes no cuentan”, y la conocida cupletista Consuelo Portella “La bella Chelito” que según comentarios de la época, se encargó de desvirgarle.
Tarazona
está rodeada de campos entre los que podemos encontrar cantidad de olivares
arrostrados, remontándose la presencia de este cultivo a muchos siglos atrás,
como indica la presencia de algunos olivos milenarios.
En
la disputa entre Atenea y Poseidón, Zeus, el dios supremo, promete la tierra
griega al que realice el mejor regalo a la humanidad. Atenea apunta con su
lanza al suelo de Atenas y hace brotar un olivo, Poseidón, convencido de su
victoria regala un excelente caballo, resistente y veloz, que ayudara a los
humanos en sus labores. Atenea, empleando sus magnificas armas de mujer,
comienza a explicar que su obsequio, el olivo, además de ser una planta fuerte
y capaz de vivir muchos años, produce unos frutos sabrosos y apetitosos, de los
cuales, los hombres podían extraer un jugo excelente para aliñar comidas, dar
fuerza al organismo, calmar heridas y alumbrar en la noche. Ante
tal exposición Zeus, no se lo pensó y dio como victoriosa a la diosa del
aceite.
Dícese que fueron griegos y
fenicios, los que introdujeron el olivo a la península de los íberos, y por
ende a Aragón también, en el cual ya se producía aceite en época de Escipión. Rufo
Festo Avieno un poeta latino del siglo IV, en su libro “Ora Marítima”, comenta de
la importancia del Ebro para el imperio romano, en el que se nombra a este
río “oleum flumen” (río del aceite). En época de la dominación árabe, se extendió
de forma importante el cultivo del olivo, aceite procede del árabe “Al-Zeit” y
significa zumo de oliva, almazara, etc. siendo un símbolo de riqueza en su
cultura, ya que lo empleaban como alimento, cosmético, combustible, para curar
dolencias y quemaduras, para ebanistería y para elaborar jabones, entre otras
utilidades.
Los
aceites de estas tierras se caracteriza por su aspecto limpio y de gran
transparencia, sin apenas turbiedad, con tonos desde el amarillo dorado al oro
viejo propios de la variedad de oliva "empeltre", con un sabor suave
muy agradable al paladar, equilibrados, fáciles de tomar, de aromas que
recuerdan a la fragancia del olivo y los frutos secos. Aun podemos encontrar en
Tarazona aceite obtenidos todavía de la forma tradicional por prensado en frío,
como el Olituriaso, elaborado en el trujal "La Verónica", situado en
la calle Cariñena nº 1, junto a las monjas de Santa Ana, y detrás de la
Catedral. Se trata de una almazara familiar propiedad de la saga de los Zueco
desde el siglo XIX, pero documentada su existencia ya en 1601 cuando era
propiedad del clero.
Los
cultivos de la ladera norte el Moncayo están así mismo retoñados de cepas garnachas con las que se elaboran los
delicados caldos del "Campo de Borja", como es el caso del Borsao cosecha
de 2011, calificado por el influyente catador y critico de vinos Robert
McDowell Parker, creador de la revista The Wine Advocate, como el mejor vino del
mundo en relación calidad precio, ya que no llega a los 4 €. Los viñedos de
esta comarca ya se conocen desde el año 1203, donde ya existían en las
proximidades del Monasterio de Veruela, en el que sus monjes los cuidaban y elaboraban
sus vinos.
Nuestras
estancia en Tarazona coincidió con la festividad de San Antón, donde por la
tarde-noche se rinde culto al pagano fuego por medio de la alegoría al patrón
de los animales, con una enorme hoguera en mitad de la Plaza de Toros vieja,
donde se dispensa al público y vecindario, patatas asadas regadas con buen vino
en porrón. Pero de todas las fiestas, la más destacable y singular es la del
"Cipotegato"
En
plena canícula estival, a las 12 en punto de cada 27 de agosto en honor a San
Atilano, patrono de Tarazona, irrumpe en la plaza a través de un pasillo
abierto por los lugareños, un mítico personaje, el "Cipotegato". Con
un palo terminado en bola, encapuchado y disfrazado de arlequín con los colores
amarillo, rojo y verde, atraviesa la plaza, huyendo por las viejas calles, perseguido
por una muchedumbre que le arroja tomates. El origen de esta fiesta se remonta a
principios siglo XVIII, como un personaje que hostigaba a los niños para que no
entorpecieran los oficios religiosos, apodándole "Pellexo de gato"; nada que ver con la leyenda de que se
apedreaba a un preso que se había dejado libre, obteniendo la libertad si lograba
salir vivo de la población. Durante dos siglos, el Cipotegato escoltó a la
procesión en la víspera del Corpus, e inclusive participando del dance de
Tarazona. Pudiendo proceder de un
personaje más añejo denominado "Mojigón", "Mojigato" o
"Carigato", como el que existió en Madrid", los "Botargas"
de los pueblos alcarreños y otros muchos lugares de nuestra geografía.
Comentan
los viejos aldeanos, de los tiempos de cuando representaba el personaje, Agustín
"El Latina", que con el devenir de tiempos más modernos, la
publicidad del evento, la declaración de fiesta de interés regional o nacional,
y el acceso a los medios de locomoción de hoy en día, esta fiesta se está
transformado en un espectáculo esperpéntico, una charlotada, perdiéndose la idiosincrasia
de la fiesta se está convirtiendo en una vulgar pantomima de lo que fue antaño...........lo
que tenemos que pagar por esta puñetera globalización.
Pero
Tarazona tiene vida, vida propia y se refleja en sus gentes que salen a la
calle aun es días fríos y desapacibles como los pasados allí, colmando su barrio
de tapeo, próximo a la Plaza de San Francisco, en la zona vieja, degustando los
vinos de la zona y complaciendo al estomago con variadas, apetitosas y
originales tapas, como si se tratase de la mítica calle Laurel logroñesa. Un
par de sitios para recomendar, el Bar Visconti, en la calle Visconti, 17 y el
Bar Travesía, en la Travesía de Juan Navarro, 7, donde encontramos una buena
selección de caldos y una amplísima carta de montados.
Recomendaros
para comer con tranquilidad el restaurante La Merced de la Concordia, en la
Plaza de la Merced, 2, donde descubriremos junto a un comedor bien atendido con
luces a un patio interior y a una serena y moderna decoración, una carta equilibrada
y muy bien preparada......... Este establecimiento cuenta con un pequeño hotel, que aun no conociéndolo, si
es la continuación del restaurante, pude ser interesante, aun estando dentro
del Casco Antiguo, con las complicación de conducción y aparcamiento que ello
conlleva.
Otra
solución como alojamiento es el Hotel Brujas de Bécquer, a la salida de la
ciudad en la carretera a Zaragoza, cómodo, limpio y con buen aparcamiento, cumpliendo
su función sin más.
Y
hasta aquí todo lo que se me ha ocurrido contaros sobre esta curiosa ciudad mudéjar situada
a las faldas del Moncayo........ir a visitarla.
¡Que fotos!!!!!!!!! ............ yo también quiero tener ese ojo.
ResponderEliminarEl articulo tendrá su momento.
eLena,
¡¡Ya lo he leído!! Como de costumbre un gran trabajo de documentación y muy acertadas las fotos.El entorno del Moncayo esconde lugares mágicos.
ResponderEliminarA seguir descubriendo.
Mariajo