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Tras la invasión árabe en el año 711, las huestes
sarracenas tomaron las tierras sorianas sobre el 715. Siendo a mediados del
siglo VIII cuando Alfonso I entra en las tierras del alto Duero,
para llevar desde el Reino de Asturias población suficiente con la intención de
crear una franja de terreno que lo aislase convenientemente del Emirato de Córdoba,
toda vez que para los califas del sur, los territorios al norte de los Montes
Carpetanos (Sistema Central o Sierra de Guadarrama), no eran lo suficientes
importantes como para consolidad población, generándose en ella una especie de
frontera que denominaron “Marca Media”. Esta especie de terreno de nadie, casi
desierto y con una anchura de entre 40 y 60 km. se situó en el curso del río
Duero, extendiéndose por el este hasta la zona del Moncayo y Jalón.
Desde los siglos VIII al XI estos territorios del oriente
soriano, junto a otros al sur del Duero, serán enormemente disputados al tener un
fuerte valor estratégico, tanto para las huestes bereberes como para las
cristianas, realizando unos y otros incursiones o razias durante más de 200
años, sirviendo los campos sorianos como territorios de escaramuzas y
hostilidades bélicas, estando por ello prácticamente despoblados (de entonces
deben de ser los genes que llevan los sorianos en la sangre). Cómo los que más
presionaban en su intento guerrero por recuperar los territorios perdidos a
manos islámicas eran los seguidores de la cruz, los de la media luna se
dedicaron durante estos siglos a fortificar sus líneas defensivas y a crear un
sistema de comunicación en sus territorios mediante “atalayas”, que al ser
visibles unas de otras les sirviera para la transmisión de mensajes, ya fuera
mediante espejos, humo o banderolas, baluartes que situaron en los lugares más
estratégicos, como altozanos, roquedos, pasos y oteros prominentes. Indicar que
los árabes estuvieron ocupando iberia por casi 800 años, llevando apenas algo más
de 500 sin regir nuestros destinos, resaltando que conquistaron en menos de diez años, los que
a los cristianos les costó recuperar 781.

Estas atalayas sirvieron a sí mismo como lugares de
protección para los habitantes que moraban en sus proximidades, en caso de
ataques o acosos por parte de tropas hostiles. Caracterizándose por su altura -sobrepasando
generalmente los 20 mts- su aislamiento y su fortaleza. Algunas de ellas
poseían hasta su propio sistema de abastecimiento de agua, como es la posesión
de un pozo o manantial bajo ella -caso de la de Noviercas-, y mantenían un
recinto como almacén o granero, que les sirviera para prolongados asedios. En
esta zona son, salvo excepciones; al contrario que las situadas al sur de
Duero; de planta más o menos cuadrangular, con el acceso elevado a nivel del
primer piso al que se accedía mediante una escalera de quita y guarda, para así
mejorar su defensa, teniendo por el mismo motivo las esquinas romas y al igual
que las erigidas de forma redondeada, se van estrechando su construcción en
muchas de ellas, tal es el caso de la situada
en los despoblados de Masegoso y Castellanos.
Ya he puesto con anterioridad en esta publicación párrafos
referentes a otras atalayas o torreones de esta provincia castellana, la más
oriental de todas, tanto es así que casi se sale del mapa de Castilla y León. A
los que el tema histórico o las curiosidades geográficas no os llamen mucho la
atención, podéis dejar de leer justo en este párrafo, pues el que ha tocado en
estos párrafos referenciar, puede ser un poco extenso (algo tocho) para las
gentes que no sientan necesidad por los acontecimientos ocurridos, ni por lo
que a nuestro alrededor tenemos. Hoy dedicaremos gran parte de la excursión a
colmar la lista de esa ingente cantidad de torreones musulmanes, que a lo largo
del valle del río Rituerto y sus cercanas tierras, levantaron los sarracenos
para comunicarse en caso de hostigamiento por parte de los reinos cristianos. Sirve
esta depresión de paso natural entre el Moncayo (Agreda) y Almazán y de allí a
Medinaceli capital de la “Marca Media”, siendo por ello uno de los lugares
donde más concentración de estas edificaciones existen. Atalayas que más tarde,
en siglos posteriores, sirvieron de baluartes durante las 5 guerras y continuas
riñas que mantuvieron entre 1190 y 1430 castellanos y aragoneses por toda la
zona denominada como “Raya de Aragón”.

Nacido en la dehesa de la bella población de Valdegeña, al
sur de la Peña del Verano, a pocos metros de la N-122 y muy próximo a la muerta
y olvidada vía del ferrocarril Soria – Castejón (el tren de “Doctor Zhivago”), podríamos decir que las
aguas del río Rituerto provienen de la
Sierra del Madero. Alcanzando afirmar que de los ríos de renombre en la
provincia es de los pocos 100 % soriano, siendo su recorrido hasta desaguar en
el Duero, cerca de Almazán, de aproximadamente 46 km. cruzando, que no regando,
todo el Campo de Gómara. Es a esta comarca, a la cuenca de este río y a las
defensas y fortificaciones dejadas en su valle por los musulmanes durante los
siglos IX y X, a los que dedicaré unas notas, que pienso interesantes para los
nacidos en estas tierras y a los que les gusta indagar o husmear en ellas.

Podríamos comenzar la excursión en Soria y terminarla en
Almazán, son sitios clave y en ambos se situaron castillos en todo lo alto,
pero les une la ruina, con ello y sus despojos se levantó en su día partes de
su población. También les une, que sus consistorios están empeñados en recuperar
como puedan parte de esta historia escrita en piedra, cosa loable y ejemplo que
deberían seguir los mandantes de la Junta de Castilla y León, el soso y el
extremista. Pero tanto a una (Soria) como a la otra (Almazán) les quiero dedicar unos párrafos bien
merecidos. Así que comenzaremos por el Torreón de Torretartajo, que aun no siendo
de la época musulmana sí que merece una visita, y ya puestos comenzamos por él.
Perteneció a dos poblaciones fusionadas y posteriormente despobladas, hoy en
día es una granja agrícola particular, donde se encuentra esta torre de origen
medieval, que posiblemente formara parte de un edificio con más porte, pudiendo
pertenecer a una Casa fuerte señorial. Aun se halla en buen estado de
conservación, ya que todavía mantiene la techumbre aunque esta se está
desmoronando y no tardando podría entrar en ruina, una más de las que
“disfrutan” estas desatendidas tierras.
Un buen trecho en dirección sur cruzando la N-122 nos lleva
hasta Alconada, donde divisamos en un altozano el “Torreón Mirador de la Salma”,
del que poca información he podido conseguir, e incluso su visita se me cierne
complicada, al estas en una finca propiedad privada, totalmente vallada y sus
accesos cerrados. Observado en la distancia es muy similar a tantos otros de
origen musulmán, cilíndrico, de porte cónico, elaborado en mampostería y con
fines seguramente de comunicación. Alejado de los de la línea del Rituerto,
podría formar parte del eje defensivo Duero – Moncayo (Agreda), con algunos
otros en medio que ya hayan desaparecido.

Saliendo de la población de Omeñaca, al poco, tomamos a
diestra el Camino Castellano Aragonés, también conocido como Camino de
Tajahuerce (sin pavimentar). Hemos entrado ya en la cuenca del Rituerto,
fronterizos y disputados territorios, primero entre musulmanes y cristianos,
para después ser pugnados por castellanos y aragoneses a partir del siglo XII. Esta
comarca junto con el Campo de Gómara fue ocupada por las tribus bereberes al
comienzo de la invasión musulmana durante el siglo VIII. Estos primeros asaltantes
formaron parte de los que desembarcaron en el 711 comandados por Tariq,
formando parte del clan de los Banu Milit, pertenecientes a la tribu de los
Masmuda. Hasta 400 años se extendió por estas tierras la presencia bereber,
concluyendo con la conquista de estos territorios por parte del rey de Aragón Alfonso I “El Batallador”
en 1119, como para que se le ocurra ahora a algunos de los actuales pobladores
hablar mal de los moros……. se merecerían hacerles una prueba de ADN.
Apenas tres kilómetros y medio de buena pista han bastado
recorrer, cuando nuestros ojos nos descubren un nuevo paisaje, vislumbrando
ante sí una altiva atalaya y a sus pies un despoblado y ruinoso asentamiento.
Estamos en La Pica un lugar inquietante donde los haya, bajo la “Torre de los
Salvadores”, que de origen Bereber se sitúa, como tantas otras, en un
estratégico altozano al pie de la Sierra de La Pica, sirviendo además de
elemento de vigilancia y defensa, como refugio de los colonos musulmanes
asentados en estos vallejuelos.

Con unos potentes muros de casi dos metros de espesor y una
altura que supera los 15, nos genera al observarla la sensación de robustez, no
siendo extraño que aun abandonada más de quinientos años su estado sea
aceptable. Se da como valida su construcción el siglo X, destacando de ella un
grabado en el dintel de la ventana del primer piso (o entrada), representando
un castillo con tres torres almenadas. Del resto del poblado apenas quedan los
descarnados muros de lo que fuera el palacete de los Bravo de Saravia y los
vestigios de una pequeña iglesia románica acaso de origen mozárabe, que
arruinada y prácticamente destruida, se niega a desaparecer desafiando el paso
del tiempo.

Nos dirigimos ahora hacia Aldealpozo situada en plena
carretera N-122 Soria - Pamplona, que aun así solo mantiene 15 habitantes. Su
apelación le viene de un antiguo pozo con unas dimensiones importantes, 16 mt.
de profundidad por tres de boca existente fuera del casco urbano, aunque hasta
el siglo XVI se le denominaba “Canales”. Hasta aquí nos hemos llegado para
admirar su recio torreón islámico del siglo X, que posteriormente fue añadido como
campanario a la románica iglesia dedicada a Juan el Bautista, dominando el alto
valle del Rituerto y sirviendo de comunicación con sus vecinas de La Torrecilla
(Valdegeña), Castellanos y Masegoso.
Es precisamente hacia Valdegeña a donde dirigimos nuestros
pasos, pudiendo hacerlo desde casi (a 2 km.) la misma población de Aldealpozo
por camino sin pavimentar (partiendo del PK. 13 de la N-122), que paralelo a
las vías del abandonado ferrocarril Soria – Castejón, nos dejará -tras algo más
de 3 kilómetros- en la entrada de la población. Este carril pasa por el que se
sitúa como nacedero del Rituerto regato que a través de estos párrafos de
hoy seguimos el rastro.

Hasta esta población nos acercamos encontrandonos una curiosa
aldea con raigambre y agradable regusto, bien cuidada y morada por amables
gentes. Resaltando su templo dedicado a San Lorenzo de factura románica y bello
portal, que desde lo alto del caserío domina la población. En esta minúscula
aldea que hoy apenas supera las 14 almas, han nacido un buen número de
personajes de relevancia, como son el clérigo, intelectual e historiador
Florentino Zamora, quien ha dejado escritos entre otros trabajos, una
publicación sobre nuestro ilustre “quintanero” Miguel de Antona. También los hermanos
Ciriano (Moisés e Isidro) que siendo ya octogenarios, en 2007 expusieron y
advirtieron ante las cámaras de TV
“Se venía venir….” un referente a la crisis que nos sacudiría en el siguiente año,
dándonos parecer sobre como sobrellevar la vida cotidiana. Y como no rendir
homenaje a la enorme personalidad de Avelino Hernández, que nacido aquí fue un
nítido escritor y singular personaje, comprometido con los aconteceres de su
tiempo. Ha dado algún que otro personaje “notorio”, pero no es merecedor de mis
esforzados párrafos.
También hasta aquí nos allegamos con la intención de
encontrar los restos de la atalaya “La Torrecilla”, informándonos las buenas
gentes de su ubicación en lo alto de un cerrete a unos 2 km. de la aldea, en
medio del monte. Por suerte dimos con ella al primer intento y no era del todo
sencillo, pues apenas de ven restos de lo que fue, por su estado ruinoso y su emplazamiento
en medio de una densa vegetación, pero allí estaba, y tras cruzar unos labrados
campos y ascender la loma, pudimos comprobar lo maltrecho de su estado. Apenas
parte del muro perimetral que la rodeaba por el noreste, y un singular y bien
puesto hito señalizador, en la cúspide del altozano, que posiblemente levantado
con las piedras de la propia atalaya, se situaría donde se ubicó el torreón.

Fueron también las gentes de Valdegeña quienes nos indican cómo
llegar a la despoblada aldea de Castellanos sin tener que rodear por la
carretera nacional, recorriendo apenas 2,5 km. de aceptable pista de lo que en
tiempos fuera el antiguo camino que comunicaba las dos poblaciones. Hasta aquí
nos ha atraído su altivo y bien conservado torreón islámico del siglo X, del
que aun podemos observar alguno de las almenas que en tiempo ostentó, divisando
desde ellas el cerro de La Torrecilla (Valdegeña), La Pica, Masegoso y
Aldealpozo.

De gruesos muros, cuadrada en forma trapezoidal y con una altura
que supera los 14 mts. su silueta nos genera una grata satisfacción al
contrastar su estado con la aldea totalmente arruinada a sus pies. Ni que decir
de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor ubicada a apenas 200 mts. al sur,
que formando parte de esa colección de templos de origen románico “abiertos al
cielo” que en Soria tenemos, su abandono ha ocasionado de nuevo un espolio en
el año 2015, cuando fueron robados 9 metros de su cornisa, con los canecillos
románicos correspondientes, posiblemente hoy luzcan su milenario arte en algún
salón hortera de algún chalet de fin de semana. Un nuevo atentado como el
sufrido hace unos meses en la iglesia de la Borbolla (Quintana Redonda) de
donde se llevaron partes del retablo barroco del Cristo de la Piedad. Si hurgamos por la zona y sus alrededores, aun podremos
descubrir en el cruce al pie de la torre un pozo artesiano y a unos 500 mts. al
noreste de su caído caserío una antigua fuente romana.

Es hora de encaminarnos hasta Masegoso, pasando por Villar
del Campo, al llegar nadie nos recibe, la soledad es nuestra compañera, ya que
en esta aldea no vive nadie desde hace mucho tiempo, desde hace tanto que ni se
sabe cuando se deshabitó, no constando ya como municipio en el censo de 1842.
Aun así, con sus ruinas al albur de los vientos, tiene su encanto y su magia,
siendo su máximo interés la atalaya bereber del siglo X existente en medio del
despoblado. Estamos ante el torreón mejor conservado de toda la zona (salvando
la Torre de Noviercas). Altiva edificación troncopiramidal de casi 20 metros de
altura y cuatro plantas con terraza, tres metros de espesor en su cuadrada base
y esquinas redondeadas para facilitar su defensa. Desde ella se tiene contacto
visual con sus compañeros baluartes de Hinojosa del Campo, La Pica (Tajahuerce),
Aldealpozo, La Torrecilla (Valdegeña), Castellanos y Noviercas.

Este desdeñado emplazamiento fue un sobresaliente ubicado
en la Calzada XXVII del Itinerario de Antonino al comienzo de nuestra era,
formando parte de la Vía Romana que comunicaba Astúrica Augusta (Astorga)
y Caesaraugusta (Zaragoza), que redescubierta por Eduardo Saavedra en 1860 aun
podemos visitar parte de sus restos. Como lo son un puente romano sobre el
Rituerto, por el que el río discurre casi seco, estando su cauce completamente
ocupado por vegetación, pero que al comenzar estos párrafos a finales de junio,
me llega la noticia de que por las tormentas caídas se ha desbordado
atravesando en su camino la carretera entre Cabrejas del Campo y Aliud, en
pleno campo de Gómara, cuando apenas 10 días antes estaba prácticamente
desecado. A su vera se emplaza un reconstruido miliario romano, así como los
restos de calzada. Y próxima al torreón, una fuente romana que abastecía a la población.
Siendo posiblemente esta fuente, su situación, así como el
entorno, quienes provocasen el abandono de la aldea allá por el siglo XVIII. El
ya mencionado historiador e ingeniero Eduardo Saavedra nos dejó escrito algo
sobre sus averiguaciones “debido al lugar húmedo donde se ubica”…… “sólo quedan
de ella (Masegoso) unas cuantas casas hoy deshabitadas, por lo malsanos que se
han hecho los aires con los remansos del río”……
estas circunstancias pudieron provocar algunas enfermedades o
infortunios que hicieran a las gentes abandonar el lugar, transformándola en
una aldea maldita. Contribuyendo su fugaz despoblación a la generación de una
atroz leyenda, donde amores, odios entre familias, brujería, envenenamientos y
desolación, componen el escenario que produce la muerte de todos los vecinos y
la consiguiente devastación de la aldea. Viendo algunos hasta fenómenos
extraños en sus inmediaciones, el mismísimo sensacionalista y espectaculero Ikel Jiménez lo ha sacado en
su programa de “Cuatro” en alguna ocasión.

A las afueras de la población, hacia el sur, podemos
encontrar las ruinas de la iglesia de estilo gótico dedicada a San Esteban,
templo que albergó y custodió un interesante coro mudéjar de madera
policromada, fechado en el siglo XIII.
Una nueva pista de algo menos de 5 km. sin asfaltar pero en
muy buen estado, nos conduce hasta Hinojosa del Campo. Ya desde la lejanía
observamos lo que venimos a visitar, sus dos altivas torres defensivas que
anexas a la iglesia la han trasformado por los azares del tiempo en
templo-fortín. Una a levante y otra al poniente parecen que dialogan mas que se
desafían, pues una es cristiana y otra morisca. La más antigua del siglo X,
hacia la puesta de sol, es musulmana y más baja, tan solo 18 mts. en ella se
instalo el campanario. La que mira a los amaneceres es cristiana, siglos XII y
XIII, mas altiva y orgullosa con sus 22 mts. de construcción irregular, ya que
por el lado de la iglesia es plana, pero por el lado que da a la aldea
semicircular.

Para nada desmerece la iglesia-fortaleza dedicada a la
Virgen de la Asunción, mezcla de sobrio románico del siglo XII y vistoso gótico
del XVII, con un interior del que destacan un buen numero de sarcófagos de
gentes nobles y una románica pila bautismal de excelente talla. Muy próximo a
la casa señorial de los Salcedo “Casa Grande”, en la parte baja de la aldea,
nos encontramos una notable fuente-lavadero que en su día debió de ser muy útil
a la población. Por Hinojosa discurre el antiguo itinerario que unía Madrid con
Francia, quedando a la salida del pueblo por la parte baja todavía en pie, lo
que fuera en aquellos tiempos medievales venta y posada para el descanso del
viajero medieval, con servicio de comidas y alojamiento, además de servicio
para la reparación de carruajes y el herraje de caballerías. En dirección
contraria, saliendo hacia Pozalmuro y Pinilla se sitúa la Cruz de San Roque,
descabezado crucero elaborado en piedra que nos despide al salir de la aldea. 
Apenas 4 km. nos distancian de Pinilla de Campo, y aunque en
la parte más alta de su casco urbano podemos encontrar los restos de otro
torreón fortificado de la época musulmana similar a los que hasta aquí hemos
visitado, sirviendo de custodia al valle del Rituerto. Se la conoce como “El
Castillo” y se sitúa al norte del caserío sobre una “muela” dominando la aldea,
toda la vega del río y una panorámica magnifica de la sierra del Moncayo. Pero
lo que hasta aquí nos ha traído es una desolada y caída construcción que
aislada, abandonada y ruinosa se sitúa a poco más de un kilómetros del pueblo,
la ermita de Ntra. Sra. de los Léinez o Laines. A su alrededor podemos ver como
en su tiempo hubo construcciones cuyos restos se observan sin la mayor
dificultad, y aunque se asevera que en el lugar hubo una ciudad romana (la actual
pila de agua vendita es un “ara” romana en honor al dios Marte), estos se
corresponderían a algún despoblado del cual el templo seria su iglesia
parroquial.

Para llegar hasta ella (el camino de la Virgen está
complicado para ir en vehículo), debemos tomar el que dirigiéndose hasta la “Balsa
de los zapateros” toma dirección norte, para a mitad de camino y ya
visualizándose a derecha la ermita, dirigirnos a ella caminando. El espectáculo
que nos encontramos a la llegada es desolador, no solo se nota el abandono,
también la desidia y hasta un cierto grado de hastió, y esta sensación nos la
llevamos los que no nos damos golpes en el pecho con la mano, ni estamos
gratificados con el don de la “fe”. En el templo podemos observar la fecha de
su reconstrucción en 1672, guardándose documentos que testifican su existencia
150 años antes. Habiendo existido una nutrida cofradía agraciada por Papas del
siglo XVII con “indulgencias plenarias” el día de la Anunciación y de “indultos
menores” en otras festividades.

Tiempo ha, vecinos bienintencionados junto al señor cura,
dedicaron parte de su tiempo y esfuerzo adecentar, desescombrar y limpiar,
parte de la cubierta hundida, recomponiendo y reparando la cabecera del templo
con bóveda del siglo XVII. En ella podemos aun observar unas simples pero curiosas
pinturas que representan dibujos geométricos asimétricos que se intercalan con invocaciones
y la Madre de Cristo. Siendo durante estas labores de eliminación de los restos
de derribo y podredumbre, cuando aparecieron unas interesantes y apreciables
“tablas pintadas” al parecer de época “tardo-románica, que una vez analizadas y
restauradas, están depositaras y expuestas en la Colegiata de San Pedro en la
capital soriana.
Posiblemente sea ya la hora del almuerzo, y si es el caso
lo más sensato sea retornar sobre nuestros pasos, cruzar el Puerto del Madero
para acercarse hasta Matalebreras donde el Hostal Mari Carmen sin grandes
pretensiones nos satisfará esa necesidad, buena atención con un menú bastante
apropiado.
Creo que hemos completado la jornada sobremanera,
mereciéndonos una tarde de descanso para seguir con el recorrido en fresca
mañana, los días ahora son largos y el verano aunque soriano se me antoja
caluroso…… maldito cambio climático.